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La igualdad es un valor vinculado a la necesidad social de
convivencia, ya que la desigualdad no hace atractiva la vida en
sociedad o comunidad. La búsqueda de cierta igualdad en distintas
dimensiones de la vida entre los miembros de una sociedad, una
ciudad o un Estado, es una de las bases de la política, es decir,
del establecimiento de prioridades en la organización social y en
la utilización de los recursos.
En su diccionario filosófico explica F. Savater, al hacer una
lectura histórica del concepto de igualdad, cómo surgió vinculada
a la justicia ya que es "explicación de lo que hay y propuesta de
lo que debería haber". En el estudio sobre el urbanismo y la
desigualdad social de D. Harvey, se trata la desigualdad como una
cuestión de justicia redistributiva, planteando que no puede
separarse de los sistemas de producción y de mercado, sino que
deben contemplarse conjuntamente. Cuando se establecen criterios
sobre las formas de producción y de distribución de distintos
bienes y servicios, se están condicionando los resultados en la
distribución de la riqueza, y en la calidad, alcance y efectividad
de los servicios. Las relaciones sociales están en el origen de la
desigualdad.
La justicia social se va definiendo y desarrollando a través de la
practica social y consecuentemente de la actividad política. La
igualdad ha sido históricamente el referente de la lucha social que
ha permitido ir estableciendo ciertos limites en las relaciones
sociales y personales que no se quieren rebasar. Estos referentes
se establecen, en primer lugar, como valores éticos, y después como
normas que deben ser garantizadas por la Justicia y ser hechas
efectivas por la gobernación.
En la historia moderna se ha conseguido el reconocimiento de los
derechos sociales básicos de educación, trabajo y salud, que han
quedado incluidos en este siglo en muchas Constituciones nacionales
y en la Declaración de Derechos Humanos. Pero aún no se aplican
efectivamente en muchos países, ni se asumen con sentido de
solidaridad internacional, y cuando se aplican no es con
efectividad, generándose fuertes desigualdades en estos y otros
temas, y consolidándose grupos vulnerables y desequilibrios
espaciales, entre regiones y entre barrios dentro de las ciudades.
El desfavorecimiento urbano, los barrios y las ciudades.
Desde mediados del XIX periódicamente se aborda el tema de la
persistencia de la pobreza en las ciudades, y en particular de la
existencia de barrios desfavorecidos. Cuando la sociedad se
encuentra con un recrudecimiento de los problemas de desigualdad,
cuando las situaciones de exclusión, o de vulnerabilidad se hacen
más visibles, surge la inquietud social, se plantea de nuevo la
necesidad política de abordar el tema de alguna manera, y se acude
a nuevas teorizaciones de las causas del malestar que se ha de
abordar.
Ante la evidencia de la permanencia del problema, en cada nuevo
intento de abordar el tema se plantean distintas causas posibles,
y se tiende, en gran medida, a buscarlas en los grupos vulnerables
mismos y en sus barrios: son los individuos los que no son capaces
de aprovechar las oportunidades sociales, ni de sacar partido a los
servicios públicos que la sociedad del bienestar les provee como
mecanismo de redistribución, bien por sus características
personales, bien por la cultura de sus grupos sociales, o por
efecto del entorno social de sus barrios.
Es cierto que los barrios desfavorecidos tienen, como se verá en
este estudio, condiciones específicas que dificultan el desarrollo
de sus vecinos, y estos se encuentran en condiciones personales que
les hacen estar en situación desfavorable ante los mercados de
trabajo, bienes y servicios, y ante el ejercicio de sus derechos
ciudadanos en la obtención de servicios efectivos que les igualen
para la vida social y económica. Esta situación común a nivel
mundial ha sido denunciada por los organismos internacionales
[ONU, 1995], [ONU, 1996], [OCDE, 1998].
Pero el problema básico parece radicar en que la organización de la
actividad política y económica de la sociedad en su conjunto, y por
lo tanto de la ciudad y el barrio, no son adecuados para que el
ciudadano pueda participar de una forma responsable [Borja, 1996],
[CGG, 1995], [ONU, 1996]. Y así no surgen los mecanismos de
participación colectiva, de solidaridad, etc., para que se
distribuya mejor la generación de empleo y riqueza, y para que la
redistribución de renta y servicios, a través del Estado, sea
efectiva para los que más la necesitan, y no se convierta en un
servicio meramente asistencial [CCE, 1994], [DIV, 1995],
[USHUD, 1995].
En todos estos informes se establece que para hablar de los barrios
desfavorecidos es necesario analizar al mismo tiempo la ciudad, y
su organización social, política y económica. Hay que plantear las
causas estructurales que llevan a que:
Entre tanto, las políticas que se van instrumentando en los barrios
problema resuelven, todo lo mas, algunas cuestiones sectoriales, y
lo hacen normalmente de forma transitoria, como puede comprobarse
analizando los resultados de las políticas que se han venido
aplicando.
Los barrios desfavorecidos han sido un problema político recurrente
en los últimos dos siglos:
El desfavorecimiento es una situación compleja de carencia de
recursos que impide disfrutar de una calidad de vida que la
sociedad considera adecuada en la actualidad [CCE, 1994],
[OCDE, 1998], [ONU, 1995].
Sin embargo, no es una situación que esté definida objetivamente.
Sólo están definidas situaciones específicas o parciales de
desfavorecimiento, relativas a lo que es una infravivienda o para
optar a determinadas ayudas económicas (salario mínimo de
integración, etc.), o para la prestación de determinados servicios.
También se ha definido el concepto de pobreza relativa y absoluta,
personal o familiar, en base a los ingresos o gastos de cada unidad
con relación a la media. Pero no se han establecido índices
complejos de desfavorecimiento, que sirvan de referencia o de
contraste para el estudio de la desigualdad en las ciudades
[DETR, 1995].
El enfoque de este trabajo consiste en buscar formas de
aproximación al estudio de los barrios en los que hay condiciones
de desfavorecimiento múltiples: avanzar en la descripción de los
factores y procesos que se dan en ellos, comprobar algunas de sus
características, como su orden de magnitud en tamaño y sus
diferencias en distintos indicadores respecto al resto de la
ciudad, etc.
El análisis cuantitativo del desfavorecimiento no se pretende
llevar mas allá de la localización de las zonas con mayor
desigualdad en varios indicadores. Se trata de avanzar en el
entendimiento de los factores que puedan parecer más
característicos de los barrios con desfavorecimiento, y empezar a
explicitar cómo se articulan estos factores en distintos lugares.
En última instancia, aunque no sea posible en este estudio, habría
que llegar a entender la articulación particular en cada barrio,
pero esto es otra tarea que requeriría la acción participada de los
afectados para plantear políticas de actuación localizadas para
atender sus problemas específicos.
A continuación se enuncian algunos temas que están en el debate
general sobre el desfavorecimiento, y que pueden servir para
centrar el análisis y valorar las conclusiones de este estudio.
Las bolsas de pobreza se localizan en los barrios en los que se
sitúa la oferta de viviendas más baratas del mercado, en alquiler
o venta, y en las áreas en las que se alojan mediante
autoconstrucción nuevos hogares, en general de inmigrantes a la
ciudad, que no pueden acceder ni siquiera a dicha oferta.
Muchos de estos barrios nunca reunieron las condiciones mínimas de
habitabilidad, ya que surgieron desde sus orígenes para la
población de menos recursos, o bien se sitúan en terrenos que se
ocuparon al margen del planeamiento e incluso de la urbanización.
Así ocurre con zonas antiguas de los cascos, con algunos arrabales
de hace un siglo, o con algunas zonas que fueron de
autoconstrucción de los años cincuenta y otras mas recientes de
nuevo chabolismo.
La caracterización como barrio pobre, dentro del espacio social de
la ciudad, se mantiene si no se producen actuaciones que
revaloricen el área en el mercado inmobiliario, a través de la
renovación de los edificios que suben de precio y son ocupados por
grupos sociales o actividades económicas que pagan rentas mas
elevadas. Si no, los hogares que consiguen mejorar su situación
económica suelen trasladarse a otro barrio, y los nuevos residentes
pertenecen al grupo social que puede pagar el precio de mercado que
se corresponde con la baja valoración social del barrio
[Briggs, 1997].
La permanencia de la caracterización de un barrio como barrio
desfavorecido, dentro del espacio social de la ciudad, se mantiene
en muchos casos incluso cuando se producen operaciones de realojo
con viviendas de calidad, ya que la población sigue teniendo los
mismos problemas sociales y económicos [OCDE , 1995b], [Power
, 1997]. En todas las ciudades españolas se conocen como barrios
desfavorecidos muchos polígonos de vivienda en los que se realojó
a chabolistas hace algunas décadas.
El espacio social tiene una inercia considerable, manteniéndose en
muchos barrios la hegemonía social de un grupo socioeconómico
durante largos periodos. Aunque el mecanismo mediador fundamental
del mantenimiento de esta segregación es el precio inmobiliario,
también inciden factores sociales y culturales, relativos al
vecindario, que influyen en la decisión de elegir entre barrios que
tienen un precio similar.
En su origen cada barrio ha surgido en un momento histórico preciso
tanto si es de nueva planta, como si proviene de una remodelación
intensiva o realizada en plazos no muy extensos. Cuando se origina
el barrio, su forma de urbanización y edificación es determinante
para la selección de los grupos sociales que se van a instalar
El trazado de sus calles (antiguos caminos sin urbanizar, o nuevo
viario con distintos niveles de urbanización), las características
de las parcelas que permiten distintas formas de promoción
(autoconstrucción, vivienda familiar por encargo, construcción y
venta de pisos de un promotor de edificios, promoción y
urbanización de polígonos residenciales) y las propias
características del edificio (tamaño, calidad de materiales, etc.),
establecen el marco en el que se producen viviendas para distintos
grupos sociales en cada época y en cada barrio.
Salvo que se produzcan renovaciones de la parcelación y/o la
edificación, los barrios tienen unas posibilidades limitadas de
transformación de sus viviendas y por lo tanto tendrán una distinta
capacidad para soportar la ocupación por otros grupos sociales a lo
largo del tiempo. En general, los barrios con viviendas de peor
calidad y difícil transformación, tienden a mantenerse como barrios
desfavorecidos (algunas zonas de cascos y arrabales, casas bajas de
zonas incorporadas a la ciudad, vivienda marginal periférica,
etc.).
A través del estudio de estos tres elementos (trazado, parcelación
y edificación), M. Solá Morales propone el estudio de Formas de
Crecimiento Urbano que permitirán entender la estructura de la
ciudad y las posibilidades de actuar urbanísticamente sobre ella
[Solá Morales, 1993]. Como se verá en los capítulos 3 y 4, en dos
de los estudios realizados se ha analizado la forma de crecimiento
de los barrios desfavorecidos para comprobar qué tipos de barrios
son más proclives al desfavorecimiento, y tener una primera
aproximación a los tipos de políticas urbanísticas que se deberían
integrar con otras políticas si se quiere actuar en ellos.
Es necesario profundizar en el entendimiento de los factores de
vulnerabilidad que operan en los barrios desfavorecidos españoles,
y de cómo se encadenan o articulan entre sí en distintos casos. Si
bien es verdad que cada barrio es peculiar, y que cada caso es
distinto a otro, también es cierto que se detectan procesos
específicos en distintos tipos de barrios y regiones.
En los barrios desfavorecidos, como se verá en los trabajos que se
presentan en este informe, se acumulan diversos factores que
aparentemente se refuerzan entre sí, y se convierten en trampas
para una gran parte de sus vecinos:
La vulnerabilidad es en sí un problema multidimensional, que
requiere una actuación integrada para que las personas afectadas
puedan superarlo, pero en los barrios desfavorecidos la actuación
debe contemplar, además, una intervención a escala de barrio que
tenga en cuenta sus factores específicos: urbanísticos,
ambientales, sociales, económicos y culturales [CCE, 1997c],
[CED, 1995], [DIV, 1995], [DETR, 1997b], [Geddes, 1998],
[Jacquier, 1995], [OCDE, 1998], [ONU, 1996].
La aplicación reduccionista de conceptos funcionalistas a la
planificación y a la actuación sobre la ciudad, ha producido una
estructura de actividades urbanas muy segregadas, con serias
disfunciones. Los barrios resultantes son monofuncionales y
socialmente homogéneos.
Los responsables técnicos y políticos del urbanismo, eluden la
intervención a favor de la diversidad funcional y social, que
redunda en la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos y da
riqueza al tejido social, con las consecuentes mejoras en la vida
local y en el ambiente productivo de la ciudad [CNH, 1996a],
[CNH, 1996b].
El urbanismo se sigue apoyando en una lógica inmobiliaria (pública
y privada), que ha impuesto un desarrollo urbano de fragmentación
física, en muchos casos favorecida por una gestión de suelo que,
con pretensiones de eficacia, se hace muy seguidista de la
parcelación del suelo disponible o negociable [Arias, 1997]. La
excepción la representan algunas iniciativas de actuación municipal
surgidas en los gobiernos democráticos a partir de los años ochenta
[Arias, 1998].
Esta lógica de producir ciudad ha permitido, y permite, que se den
procesos paralelos sobre los barrios que refuerzan, en los más
vulnerables, las situaciones de declive:
Por un lado, el medio urbano del barrio influye en el declive de
los más desfavorecidos a través de elementos como: la degradación
de edificios, falta de locales, escasa apropiación de los espacios
públicos por la vida local (consecuente vandalización e
inseguridad), contaminación de suelo, agua o aire, escasez de
atractivo del espacio público, difícil movimiento peatonal, falta
de centros de barrio, mal acceso a la red de transporte público de
la ciudad, etc.
Por otro lado, el medio social del vecindario también influye en el
declive del barrio, a través de aspectos culturales que tienden a
perpetuar el desfavorecimiento como: la alienación resignada
(actitudes y comportamientos), la estructura familiar (relación con
los hijos, educación, número de personas activas por familia,
cargas familiares, etc.), la influencia de los modelos sociales que
se extienden en los colectivos sociales del vecindario, etc. El
papel de las instituciones y de los servicios en el ámbito local y
la actitud ante las asociaciones cívicas, influye asimismo en la
evolución de estos factores.
Estos procesos se vienen produciendo en ciudades de distintos
países de nuestro entorno, y están siendo estudiados por diversos
autores, como:
Las tendencias económicas actuales pueden provocar un mayor declive
de los barrios desfavorecidos, si se mantienen o agravan muchas
situaciones de precariedad laboral, y paro duradero, que afectan a
grupos extensos bastante aislados del mercado laboral, y que
tienden a concentrarse en estos barrios.
Desde los setenta los mercados laborales están cambiando y el paro
ha aumentado sin que los ciclos económicos parezcan tener capacidad
para crear suficiente empleo para la población con estudios mínimos
y escasa cualificación laboral [Gregory, 1996], [Holzer, 1991].
La situación de inestabilidad económica y pobreza que se genera, en
las personas y familias, unida a condicionantes sociales como la
desestructuración familiar y el entorno social del barrio, crean a
veces círculos viciosos de declive y marginalización que pueden
llegar a situaciones de exclusión [Storper, 1996], [Power, 1997],
[OCDE, 1998].
Por otro lado, el crecimiento difuso de las ciudades parece estar
polarizándolas más si cabe, en barrios favorecidos y
desfavorecidos, mostrando las desigualdades sociales y económicas
en barrios muy definidos, incluso en recintos aislados. El
aislamiento de las áreas de vivienda y las de empleo, o las de
servicios, es cada vez mayor, y la dependencia del transporte, y
del coche, es cada vez mas alta, con el consiguiente perjuicio para
los más desfavorecidos [CNH, 1996b], [Arias, 1997],
[Naredo, 1996], [Rueda, 1996].
Según se observa en los barrios desfavorecidos, el paro no es un
desequilibrio temporal que se va ajustando automáticamente a través
de ajustes espaciales y sectoriales entre los trabajadores en paro
y los empleos (los parados trasladándose a donde haya empleo y las
empresas acudiendo a donde haya oferta de trabajo). Estos
mecanismos, independientemente de su ineficiencia social e
injusticia personal, no funcionan de forma fluida en términos
generales y además no son ciertos en los segmentos desfavorecidos
de la sociedad, que tienen formación obsoleta, información
insuficiente, dificultades para acceder a las nuevas viviendas
(inasequibles en precio y/o que se siguen produciendo en un espacio
social muy segregado), y que, además, tienen escasa accesibilidad
a empleos nuevos alejados [Briggs, 1997], [Holzer, 1991],
[Storper, 1996].
La vulnerabilidad en los barrios desfavorecidos puede agravarse,
por lo tanto, en sus dimensiones económicas, sociales y espaciales.
Fecha de referencia: 20-10-2001
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