Ciudades para un Futuro más Sostenible
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Tamaño y densidad urbana
Carlos Jiménez Romera| Madrid, Bogotá, Bilbao (España, Colombia), 2013-2015.
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5 Conclusiones

5.1 Objeto de estudio

Tamaño y densidad parecen dos variables lo suficientemente relevantes para la caracterización de cualquier ciudad que sería de esperar que hayan sido intensamente analizadas desde la perspectiva urbanística. La presente investigación muestra que tal presunción no es cierta.

En la abundante literatura que ha producido la disciplina urbanística en el último siglo resulta difícil encontrar reflexiones sobre el tamaño de las ciudades que hayan tenido cierta continuidad investigadora. También se puede observar cierto sesgo en favor del estudio de las grandes ciudades y metrópolis. Se podría pensar que el enfoque práctico de la planificación urbana, siempre dirigida a gestionar el crecimiento urbano, haya nublado el campo de la investigación académica asociada, desdibujando cualquier preocupación por el tamaño, o que el paradigma cultural e ideológico imperante de crecimiento y expansión permanente --de la economía, de la ciudad, de la civilización como un todo-- pareciera generar un sesgo en el que lo pequeño representaría un pasado superado y lo grande un futuro inevitable. En cualquier caso, no resulta sorprendente que en un contexto ideológico en el que crecimiento es sinónimo de éxito, las ciudades pequeñas lo sean, en cierto modo, de retraso o directamente de fracaso. Esta percepción está cambiando, probablemente gracias a conceptos como las ciudades en transición o las ciudades lentas, pero lo que se puede constatar es que hasta el momento las ciudades pequeñas e intermedias han recibido por parte de la investigación urbana mucha menos atención de la que merecen.

Por el contrario, a diferencia del tamaño, la densidad es uno de los temas de investigación de los que más ampliamente se ha hablado en el campo de los estudios urbanos. Al realizar una revisión de tan abundante literatura nos encontramos, sin embargo, con una enorme dispersión conceptual y metodológica. No se trata de que existan o no ciertos consensos en torno a la densidad urbana, sino de que bajo dicha denominación se ocultan conceptos, métodos y objetivos de investigación muy diversos y en ocasiones divergentes. En la práctica de la planificación urbana, se emplea la densidad como un instrumento o indicador fuerte que permite modular los efectos de cualquier intervención sobre una diversidad de dimensiones: transporte y movilidad, variedad urbana, calidad residencial, dinamismo económico, sostenibilidad ambiental...En la literatura científica descubrimos que los estudios que soportan dichos efectos carecen del alcance, la intensidad y la claridad que se le atribuyen sin apenas matices en los manuales de planificación. Esta ilegítima traslación puede deberse a la ignorancia o la ingenuidad, a un pragmatismo mal medido, o a un uso interesado del concepto para la justificación de una agenda de intervención en la ciudad, y probablemente en la mayoría de los casos se trate una combinación de todas ellas.

Finalmente, el estudio de la relación tamaño-forma (o la relación tamaño-densidad que de forma simplificada adoptamos en esta investigación) es un enfoque consolidado y de larga trayectoria en la biología o el diseño estructural, y también se ha aplicado recientemente al análisis del fenómeno urbano, aunque sea desde un enfoque extremadamente abstracto y cuantitativo para los cánones habituales de la disciplina. Sin embargo, resulta llamativo que tales inquietudes apenas hayan tenido incidencia dentro de la disciplina urbanística, al menos en su vertiente investigadora, dada su tradicional preocupación por la morfología urbana.

5.2 Conceptualización y metodología

A lo largo del desarrollo de la investigación se ha visto necesario incidir especialmente en la definición conceptual y en el diseño metodológico. Ya sea por exceso o por defecto, densidad y tamaño son conceptos que se manejan con un alto grado de indefinición en la práctica urbanística. Para llevar a cabo el estudio de las áreas urbanas españolas ha sido necesario clarificar previamente muchos aspectos de las dos variables a analizar, lo que ha llevado a que gran parte del esfuerzo y de la extensión del trabajo se hayan dedicado a esta clarificación.

Hay múltiples formas de conceptualizar el tamaño y la densidad de una ciudad, lo cual ha quedado evidenciado en los capítulos iniciales del trabajo. La principal dificultad estriba en seleccionar aquellas formulaciones que puedan adaptarse tanto a los objetivos de la investigación como a los medios disponibles para llevarla a cabo. En esta investigación se ha puesto el foco de atención en la ciudad, o el área urbana, como un todo, abstrayéndose en gran medida del detalle de sus componentes. Esta decisión estaba justificada tanto por el objetivo --comparar entre sí áreas urbanas de distintos tamaños-- como por la disponibilidad de datos fiables y homogéneos. Este enfoque es poco frecuente en la investigación urbanística (algo más en la geografía urbana), que tiende al desarrollo de estudios de caso mucho más profundos y detallados, pero con un alcance y una capacidad comparativa y generalizadora mucho menor. En este sentido, la presente investigación puede considerarse un adecuado complemento a los numerosos estudios de caso que se desarrollan en la disciplina, al proporcionar un marco respecto al cual contextualizar sus respectivas conclusiones.

5.2.1 Tamaño y extensión

Tamaño y extensión tienden a confundirse en el imaginario de la ciudad, pero en este trabajo debían ser conceptos claramente independientes para posibilitar que los valores de densidad no estuvieran sesgados de antemano por la propia definición. En este trabajo se ha intentado solventar este dilema aplicando sucesivamente dos procedimientos de delimitación. El tamaño del área urbana se ha definido en primer lugar conforme a la delimitación de AUDES, que combina criterios funcionales y morfológicos a escala territorial (desplazamientos entre municipios y continuidad y tamaño de la mancha urbana). La extensión urbana se ha definido a continuación seleccionando dentro del territorio administrativo de la primera delimitación aquellas superficies que correspondían a las coberturas del suelo del SIOSE predefinidas como urbanas a partir de criterios morfológicos y funcionales a escala local (predominio de determinadas coberturas artificiales y función de la edificación y las infraestructuras). Esta combinación de criterios ha venido condicionada en gran medida por la disponibilidad de unos datos que han sido recogidos, procesados y clasificados con objetivos generalistas, no necesariamente coincidentes con las necesidades de esta investigación.

A pesar de lo coyuntural de su elección, los métodos y criterios de delimitación aplicados en este trabajo permiten definir áreas urbanas que son en gran medida homologables a las Áreas Urbanas Ampliadas definidas por la OCDE, y que pretenden convertirse en el estándar para la comparación de áreas urbanas en el conjunto de los países desarrollados. Por otra parte, los indicadores de densidad también han seguido los mismo criterios que maneja por UN-Habitat (2012). Ambos aspectos resultan de gran relevancia para facilitar la comparación a nivel internacional de los resultados de este estudio.

La combinación de criterios morfológicos y funcionales a distintas escalas (el tamaño del área urbana se ha definido a partir de criterios eminentemente funcionales y de escala territorial, mientras que la extensión o superficie urbana se ha definido a partir de criterios eminentemente morfológicos y de escala local) permite superar una barrera tradicional al interior de la disciplina urbanística entre enfoques morfológicos y funcionales de estudio de la ciudad. Las definiciones morfológicas de la ciudad suelen incorporar parámetros como la densidad y la continuidad de los tejidos urbanos que aquí no se han tenido en cuenta. Precisamente esta ausencia permite estudiar la densidad y la continuidad de los tejidos urbanos, no como un prerrequisito incluido en la propia definición, sino como dos variables más que configuran distintas formas urbanas.

Finalmente, aunque es posible cuantificar el tamaño a través de diversas unidades de medida, esta decisión ha resultado mucho menos conflictiva. Conceptualmente puede resultar interesante medir el tamaño del área urbana en términos de población, de producto interno bruto, de número de empresas o empleos, de viviendas, plazas educativas o camas hospitalarias. Cada una de estas unidades puede arrojarnos luz sobre características globales o particulares de la ciudad. En la práctica, sin embargo, los datos sobre población (residente) son los más precisos y homogéneos de todos los disponibles. Por otra parte, la mayoría de los indicadores de densidad se refieren a la variable población, por lo que no hay ningún argumento para dejar de emplearla. La incorporación de otras unidades se ha descartado en la presente investigación por limitaciones prácticas, pero sería un posible línea a explorar en el futuro.

5.2.2 Densidad y compacidad

La densidad urbana es un indicador conflictivo por su propia naturaleza. La densidad sólo resulta un indicador conveniente para describir ámbitos homogéneos, pues opaca cualquier heterogeneidad al interior de los mismos. Teóricamente, en un entorno urbano se deberían calcular tantos valores de densidad como ámbitos homogéneos existiesen. En la práctica, tanto la delimitación de los ámbitos como la escala de análisis resultan críticos y pequeñas variaciones en el método de cálculo pueden generar variaciones enormes en los valores resultantes. Por este motivo los indicadores de densidad deben manejarse con sumo cuidado, pues son muy sensibles a errores o manipulaciones.

La escala de análisis está muy relacionada con la perspectiva de uso del dato de densidad. La densidad puede servir para analizar la relación del entorno urbano con las personas que la habitan, o la relación con el territorio que ocupa. Los tradicionales estándares de densidad empleados en la planificación urbana se refieren sobre todo a la relación de las personas con el espacio disponible, ya sea espacio residencial, espacio público o espacio destinado a usos específicos (equipamientos, comercio, etc.), y la escala de análisis se refiere al espacio vivencial de las personas. Cuando se analiza el impacto ambiental de la urbanización, sin embargo, la escala de análisis da un enorme salto, hasta abarcar ámbitos definidos ecológica o geológicamente. Otros sistemas que integran componentes de escala diversa, como la movilidad y el transporte, o la propia ciudad en su conjunto, requieren necesariamente un análisis multiescalar.

Emplear una u otra escala de análisis es un aspecto metodológico clave. Observar el detalle del tejido urbano implica perder de vista el impacto territorial y viceversa, pero esta pérdida de perspectiva no es el único riesgo. Al tomar como referencia una superficie urbanizada discontinua y de contorno irregular hemos definido un ámbito heterogéneo, con llenos y vacíos, donde conviven superficies urbanizadas y sin urbanizar. Omitir del cálculo las superficies no urbanizadas es perfectamente legítimo y coherente con una mirada desde el habitante urbano, pero al mismo tiempo está ofreciendo una información incompleta en relación con la perspectiva territorial. Para cubrir este ángulo, se ha decidido complementar los indicadores de densidad con un indicador de compacidad que nos ofrece una aproximación a la relación cuantitativa entre las superficies incluidas y excluidas en los cálculos de densidad.

Los procedimientos de delimitación también son muy dependientes de la escala de análisis. Aquí la principal decisión metodológica reside en definir una geometría a priori (como hace el método de la OCDE a partir de una malla kilométrica), o adaptarse a la geometría del ámbito analizado. En un segundo momento de precisión hay que decidir el nivel de precisión escalar de los ámbitos, las dimensiones mínimas lineales y superficiales, cuestiones que en este trabajo venían dadas desde el SIOSE, siguiendo unos criterios que cubrían sobradamente los requerimientos de la investigación.

5.3 Resultados

En este estudio se ha llevado a cabo una caracterización morfológica de áreas urbanas definidas a partir de criterios principalmente funcionales. Esta distinción entre los criterios de definición y delimitación y las variables de análisis resulta imprescindible para evitar la circularidad de los resultados: si definimos área urbana como un espacio denso y continuo, ningún análisis posterior nos podrá mostrar ningún espacio que no sea denso y continuo. El espacio funcional urbano, sin embargo, es capaz de mostrarse como más o menos denso, más o menos compacto.

El trabajo ha asumido una metodología cuantitativa y cierto grado de abstracción geométrica como primera aproximación para el análisis comparativo de una muestra amplia de áreas urbanas. En realidad, aunque existen numerosos estudios que analizan en detalle distintas áreas urbanas, no existe ningún trabajo que ofrezca una contextualización para dichos estudios con el alcance que aquí se presenta.

La caracterización en términos de densidad y compacidad ofrece una complejidad suficiente para mostrar las diferencias y similitudes del conjunto analizado de áreas urbanas.

Los resultados no muestran ninguna correlación clara entre tamaño y densidad, aunque sí se pueden señalar algunas cuestiones relevantes. En primer lugar, los resultados difieren según tomemos el indicador de densidad bruta o el de densidad neta. En términos de densidad bruta, podemos observar determinadas ausencias: no hay áreas urbanas pequeñas de alta densidad bruta, ni áreas urbanas grandes de baja densidad bruta; aunque se puede constatar que la mayor diversidad se encuentra entre las áreas urbanas intermedias, que también presentan los valores más altos de densidad bruta. En cuanto a los valores de densidad neta, la distribución muestra un patrón diferente. Las grandes áreas urbanas muestran valores intermedios de densidad neta, mientras que los valores más altos y más bajos los podemos encontrar tanto en áreas urbanas pequeñas como en intermedias.

Se podría plantear que la densidad neta, el indicador más próximo a la descripción cuantitava del estándar residencial, presenta acusadas diferencias que tienen su origen en variables culturales, geográficas, orográficas, etc. que no hemos podido explorar en profundidad en este estudio. Sin embargo el crecimiento urbano tendería a homogeneizar el espacio residencial, al menos globalmente, en valores medios de densidad. Es importante enfatizar el carácter agregado de estos indicadores, es decir, que los valores medios de densidad neta no implican en absoluto que el espacio residencial de las grandes áreas urbanas se haga más homogéneo, sino que probablemente se debe a la combinación de dos fenómenos bastante conocidos: (1) la terciarización de las áreas residenciales centrales, y (2) la incorporación de áreas residenciales suburbanas de muy baja densidad que complementan, como segunda residencia o como residencia habitual, la oferta residencial de alta densidad de las áreas centrales.

En cualquier caso, las densidades brutas de las grandes áreas urbanas, comparativamente más altas que sus densidades netas, lo que nos indican es la menor importancia relativa de las infraestructuras y los tejidos urbanos especializados funcionalmente. Esto podría explicarse en términos alométricos por las economías de escala que permiten una mayor eficiencia de las infraestructuras en las grandes áreas urbanas, pero hay otras posibles explicaciones que pueden competir con dicha explicación.

En primer lugar, hay que destacar el carácter marginal de las superficies dedicadas al sector terciario (excepto en ciertas áreas urbanas donde el turismo tiene un papel protagonista), lo que nos indica que los servicios están mayoritariamente integrados en los tejidos urbanos de uso mixto. De esta forma, aquellas áreas urbanas donde el sector servicios esté más desarrollado, tenderían a presentar menores densidades netas (pues el espacio residencial está parcialmente ocupado por usos terciarios) y mayores densidades brutas (pues las actividades económicas no ocupan un espacio segregado y propio). Del mismo modo, la mayor ocupación de suelo que requieren las actividades industriales y logísticas implicará un descenso significativo de la densidad bruta, sin que por ello se vean afectados los valores de densidad neta.

El primer patrón podemos observarlo en las grandes áreas urbanas, donde los servicios avanzados deberían tener una mayor presencia relativa. Por el contrario, el segundo patrón podemos localizarlo en muchas de las ciudades intermedias de la meseta, con amplios espacios logísticos en sus periferias que contrastan con cascos urbanos en ocasiones extremadamente densos (por ejemplo Burgos, Albacete o, en menor medida, Zaragoza).

Finalmente, la mayor presencia proporcional de infraestructuras, y en concreto de la red viaria, en el consumo de suelo de las áreas urbanas de menores dimensiones, puede explicarse a través de una menor eficiencia de las mismas, pero alternativamente también podría defenderse que tales infraestructuras tienen un carácter eminentemente provincial, regional y nacional y que su mayor peso en términos de consumo de suelo se debe simplemente a la menor extensión y población de las áreas urbanas más pequeñas.

En este sentido, la posibilidad de realizar los desplazamientos cotidianos por medios no motorizados en las áreas urbanas más pequeñas no parece inhibir la expansión de las infraestructuras para el automóvil. Más bien al contrario, en áreas con un uso menos intensivo de las infraestructuras es donde se pueden extraer los máximos rendimientos del automóvil privado, y donde por contra más difícil resulta hacer rentable el transporte público.[16]

En todo caso, hay que tener en cuenta las características y limitaciones de la metodología empleada: en este estudio sólo se han contabilizado aquellos componentes urbanos que representan un cierto consumo de suelo; de esta manera han quedado fuera todas las infraestructuras subterráneas y algunas aéreas, que en el caso del transporte metropolitano pueden resultar muy significativas.

La compacidad nos ofrece un complemento necesario para el anterior análisis de las densidades. También aquí podemos observar una gran variabilidad que se va reduciendo conforme aumentando el tamaño del área urbana. De igual modo, podemos identificar un modelo tradicional de ocupación dispersa del territorio (en el norte peninsular, especialmente en Galicia), pero también formas contemporáneas de dispersión apoyadas en el transporte motorizado. En este sentido, la combinación de dos mecanismos de expansión urbana (por crecimiento orgánico y por integració funcional) nos ofrece la explicación a la diversidad tan amplia de situaciones en las áreas urbanas intermedias. El crecimiento tradicional de la mancha urbana se ve reflajada directa e inmediatamente en la superficie urbanizada, mientras que la integración funcional de núcleos alejados se refleja más bien en los flujos de movilidad y la intensidad de uso de las infraestructuras. En el primer caso, se tiende a reducir la densidad y mantener la compacidad; en el segundo, se tiende a mantener la densidad y reducir la compacidad. En realidad representan dos escalas del mismo fenómeno de dispersión residencial. Finalmente, estos mecanismos, que actuarían principalmente en la franja periurbana, tendrían una gran incidencia sobre los valores de densidad y compacidad de las áreas urbanas más pequeñas, pero su efecto se iría amortiguando conforme van creciendo.

En general, los resultados obtenidos resultan coherentes con los valores de densidad que ofrecía la muestra global analizada en el Capítulo 2, que mostraban una gran diversidad de densidades en las ciudades intermedias y pequeñas de los países analizados. Sin embargo, hay que asumir que el alcance de las conclusiones no puede ir más allá del contexto español. Las posibles explicaciones que detallábamos arriba están muy acotadas al contexto histórico, urbano y social español. En este sentido parece razonable aplicar la metodología a otros contextos, ya sea para confirmar las tendencias aquí identificadas, o para buscar una muestra más homogénea que permita confirmar, o no, la correlación entre tamaño y densidad.

5.3.1 Tamaño, densidad y sostenibilidad

El actual debate sobre la sostenibilidad de la densidad urbana o la ciudad compacta se centra específicamente en el consumo energético del transporte urbano. En este sentido, se incide en que la alta densidad permite aumentar el uso del transporte público frente al del automóvil privado. En concreto, la alta densidad permite que haya mayor población atendida en el entorno inmediato de cada parada o estación del sistema de transporte. En esta lógica, que se basa implícitamente en la necesidad de recorrer una gran distancia mediante un modo motorizado de transporte, las grandes ciudades consiguen mantener sistemas más eficientes de transporte público y mayor participación en la movilidad urbana que las ciudades más pequeñas. Sin embargo en este argumento se omite el hecho de que en las ciudades pequeñas muchos recorridos son tan cortos que pueden realizarse mediante modos no motorizados de transporte (caminando o en bicicleta), generalmente subestimados en los tradicionales estudios de movilidad (Herce, 2009). En definitiva, mientras que se reconoce la importancia de la distancia a la parada para acceder al transporte público, se omite la importancia de la distancia a recorrer para elegir el modo de transporte; esta omisión proviene de un sesgo pocas veces evidenciado: se da por hecho que los problemas a resolver se producen en un contexto de grandes distancias, ya sea por el tamaño del área urbana, ya sea por su baja densidad.

En el estudio llevado a cabo, se ha calculado la distancia media al centro como indicador para aproximarse a la extensión real del área urbana. El indicador responde a una abstracción geométrica: la distancia media de las distintas superficies de uso urbano (mixto o especializado) respecto al centro de gravedad de todas ellas. Es una aproximación a las distancias que previsiblemente habrán de recorrer los habitantes del área urbana en sus desplazamientos cotidianos, partiendo de la premisa de que el centro del área urbana suele el origen o destino de la mayoría de estos desplazamientos. Lo significativo es que la distancia media al centro es la variable más claramente correlacionada con el tamaño (Figura 30), y sólo en segunda instancia resulta influida por la densidad y la compacidad del área urbana. Por supuesto, cuanto mayor sea el grado de descentralización del área urbana, mayor será la reducción de los desplazamientos reales respecto de este cálculo teórico, aunque dicha descentralización también podría expresarse como un empequeñecimiento del espacio funcional.

Así pues, en un sentido global, este indicador de distancia sería la primera variable para estimar si los desplazamientos previsibles en un área urbana pueden realizarse mediante modos no motorizados de transporte, mientras que la viabilidad de un sistema de transporte público dependería más del detalle del trazado y las distancias locales entre paradas, orígenes y destinos. Por contra, las economías de escala necesarias para disponer de un sistema de transporte público jugarían a favor de las grandes ciudades.

Los resultados obtenidos en el estudio ofrecen una diversidad de escenarios más o menos propicios a distintas soluciones de movilidad. Ciudades con altas densidades y baja compacidad (como las del Cantábrico) se prestan más fácilmente al uso de transporte público, mientras que las ciudades compactas de baja densidad parecen más propicias a medios como la bicicleta, siempre que las distancias no sean muy grandes. Esta diversidad es sobradamente conocida por los expertos en movilidad, pero este trabajo aporta un marco para contextualizar los diversos proyectos y experiencias basado principalmente en estudios de caso, donde se alcanza un grado importante de profundidad, pero tiende a perderse la perspectiva global.

5.4 Futuras líneas de investigación

Este trabajo ha consistido ante todo en un esfuerzo de clarificación conceptual y metodológica, y está planteado fundamentalmente para servir de base a nuevos trabajos, que pueden enfocarse de formas muy variadas.

La propuesta metodológica se puede aprovechar para su aplicación a otras muestras, ya sean áreas urbanas españolas que se han quedado fuera de este estudio, o de otros ámbitos geográficos y socio-culturales, ya sean próximos o distantes.

Existe la posibilidad de profundizar en el análisis morfológico y desarrollar modelos matemáticos más sofisticados de análisis. En este sentido habría que realizar un esfuerzo por ver qué variables han quedado fuera del presente ejercicio y sin embargo se podrían incorporar para avanzar en esta línea.

Otra línea de trabajo podría dirigirse a una explotación más detallada de los datos de coberturas de suelo del SIOSE, con una caracterización más precisa de los distintos tipos de tejidos presentes en diferentes áreas urbanas. Los datos del SIOSE incluyen un sorprendente nivel de precisión que ya ha sido aprovechado en otros estudios (Goerlich & Cantarino, 2012).

Una limitación considerable de la profundidad del presente estudio ha residido en la ausencia de datos homologables para toda la muestra de áreas urbanas. Plantear estudios sobre ámbitos más reducidos permitiría explotar datos con mucho mayor nivel de detalle. Como ya se ha señalado, el estudio realizado presenta claras limitaciones en cuanto a la evolución histórica y en cuanto a la descripción funcional de las áreas urbanas. Probablemente un análisis diacrónico mínimamente riguroso requeriría seleccionar un subconjunto limitado de áreas urbanas. Del mismo modo, sería necesario un análisis funcional mucho más preciso para definir distancias reales de desplazamientos al interior de las áreas urbanas y evaluar con un mínimo de precisión el impacto del tamaño de las áreas urbanas sobre las distancias recorridas por sus habitantes.

En cualquier caso, este trabajo se planteó desde un primer momento como una herramienta al servicio del planeamiento urbanístico. Para comenzar a validar su utilidad habría que comprobar si puede ser utilizado como referencia en el desarrollo de trabajos específicos de planificación. La primera cuestión que debería surgir del presente estudio es si la variable tamaño puede definirse desde el planeamiento como se hace con la densidad. Desde un punto de vista funcional es perfectamente posible y se lleva haciendo desde hace décadas. La descentralización de servicios y equipamientos es una forma de reducir las distancias a recorrer por las personas en su vida cotidiana. Curiosamente, mientras el planeamiento se esforzaba por desconcentrar los servicios públicos, otros componentes de la vida cotidiana se reorganizaban en sentido inverso, concentrando en el centro o en la periferia el comercio, la industria, etc.

En definitiva, incorporar la reflexión sobre el tamaño a la práctica de la planificación urbana y territorial es un reto pendiente al que este trabajo puede aportar sus resultados, pero sobre todo su conceptualización y metodología.


Notas


[16]: Estos datos, en cualquier caso, hay que leerlos en un contexto como el español, con un acceso casi universal al automóvil privado. Sería interesante comprobar si en un contexto con un más difícil acceso a la propiedad del automóvil, como el de los países subdesarrollados o en vías de desarrollo, se incumpliría este esquema.


Edición del 6-2-2017
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