Agradecimientos

Una tesis doctoral es la culminación de una ficción, la del investigador como genio individual, descubridor de una verdad deslumbrante que se había mantenido oculta a todos sus antecesores. La ciencia es una tarea colectiva, no hay ciencia sin una comunidad, aunque a veces sus miembros no compartan el tiempo y el espacio más que a través de la palabra. Se enfatiza demasiado la investigación como ver, y muy poco como mirar; puede ser que el investigador vea algo que nadie más ha visto, y en eso consiste su trabajo, pero en el mirar está recogida toda la sabiduría de su comunidad. Si en esta tesis he conseguido ver algo nuevo e interesante, debo agradecer en primer lugar a quien me ha enseñado a mirar.

Esta investigación nace de una inquietud colectiva por comprender el mundo en el que vivimos, pero también de transformarlo. Tal vez el desarrollo de la investigación ha terminado por ofrecer una perspectiva panorámica de la ciudad, donde las personas se ven diminutas entre el follaje de las formaciones geológicas o inmobiliarias, pero el espíritu y la voluntad tras ella no puede ser más humanista. La arquitectura, el urbanismo, el arte al servicio de la sociedad y no del artista es la lección más valiosa que me ha podido enseñar mi comunidad. De este principio tan simple se deriva toda mi actividad investigadora hasta donde he sido capaz de llevarla. Considero que este trabajo puede ser valioso para el mundo en que vivimos y esa es la principal motivación que subyace en mi esfuerzo. Sospecho que esta actitud quijotesca la he heredado de mi tribu, pero en el entorno académico he tenido la oportunidad de practicarla y perfeccionarla hasta el virtuosismo.

La comunidad académica es un ente orgánico y difuso, siempre cambiante, pero también tiene sus espacios, sus instituciones y, por supuesto, sus personajes. En mi caso, no se puede entender mi carrera investigadora sin la Biblioteca Ciudades para un Futuro más Sostenible, o simplemente hábitat. En un momento en que mi vida podía haber tomado mil rutas divergentes, encontrarme en este espacio de reflexión, investigación, aprendizaje y experiencia definió el rumbo que me ha traído hasta aquí. Para mí hábitat constituye uno de esos espacios intemporales que aparecen puntualmente en nuestra vida y que algunos llaman pomposamente felicidad y otros, más cautos, juventud.

Aquella fase se cerró cuando ya había superado las ansias juveniles de desarraigo y había planteado mi vida en torno a un lugar y unas gentes. El cambio de aires, no por imprevisto resultó negativo. Mi experiencia en Colombia puede definirse como plenamente colombiana: bella, optimista, intensa, contradictoria, chévere y tenaz al mismo tiempo. De sus gentes y sus circunstancias he desaprendido mucho sobre el mundo y sobre mí mismo. Aunque ha sido muy productiva en lo intelectual, y una parte muy pequeña queda reflejada en esta tesis, lo más valioso de mi estancia en Colombia han sido los amigos y las complicidades que allí tejí.

Finalmente, somos lo que somos gracias a nuestra tribu. Mucho antes que los doctores de la universidad estuvieron mis padres, mis tíos, hermanos, primos, abuelos, y algo después mi mujer y mis hijas. También el paisaje humano del valle del Henares y la Alcarria. Son muchas las personas que me han acompañado en este viaje y a todas ellas les debo este agradecimiento.