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Calidad de vida
Carlos Jiménez Romera
Madrid (España), febrero de 2007.[1]
Calidad de vida| Lámina 1. Coste ecológico del desarrollo: IDH y Huella Ecológica >>>

Índice General

 

Definición

La percepción que un individuo tiene de su lugar en la existencia, en el contexto de la cultura y del sistema de valores en los que vive y en relación con sus objetivos, sus expectativas, sus normas y sus inquietudes. Se trata de un concepto muy amplio que está influido de modo complejo por la salud física del sujeto, su estado psicológico, su nivel de independencia, sus relaciones sociales, así como su relación con los elementos esenciales de su entorno.
WHOQOL Group (1995)
Definir la Calidad de Vida sin desechar su complejidad sólo es posible aproximándose a través de una supradefinición, unas subdefiniciones de cada uno de sus componentes y de cada uno de los subcomponentes, y buscar un elemento de articulación entre los mismos. La supradefinición define a la Calidad de Vida como un grado óptimo de la satisfacción de las necesidades humanas. Las subdefiniciones ... se pueden buscar mediante estadios intermedios a través de sistemas de indicadores. Y finalmente la articulación es múltiple, y múltiple entre diferentes planos de componentes ... El sujeto articulador no puede sino ser el propio sujeto integrado colectivamente en el proceso, y el sentido articulador es el proceso mismo, es decir, la capacidad de acceso a los recursos por parte del sujeto para poder dominar y conducir conscientemente su propia vida.

La idea de proceso se nos manifiesta como fundamental y nos revela a la Calidad de Vida como una nueva dimensión receptora de los vertidos de múltiples dimensiones, y a la vez es recurrente al permitir la irradiación de éstas, sin que pierdan personalidad. La idea de proceso nos permite entender a la Calidad de Vida como realidad dinámica, abierta y continuamente emergente.

Alguacil (2000)

Evolución del concepto

En un primer momento, la expresión Calidad de Vida aparece en los debates públicos en torno al medio ambiente y al deterioro de las condiciones de vida urbana. Durante la década de los 50 y a comienzos de los 60, el creciente interés por conocer el bienestar humano y la preocupación por las consecuencias de la industrialización de la sociedad hacen surgir la necesidad de medir esta realidad a través de datos objetivos, y desde las Ciencias Sociales se inicia el desarrollo de los indicadores sociales estadísticos que permiten medir datos y hechos vinculados al bienestar social de una población.

[...]

El desarrollo y perfeccionamiento de los indicadores sociales, a mediados de los 70 y comienzos de los 80, provocará el proceso de diferenciación entre éstos y la Calidad de Vida. La expresión comienza a definirse como concepto integrador que comprende todas las áreas de la vida (carácter multidimensional) y hace referencia tanto a condiciones objetivas como a componentes subjetivos.

[...]

La Calidad de Vida ha sido definida como:

La evaluación del concepto presenta una situación parecida. Para Dennis, Williams, Giangreco y Cloninger (1993), los enfoques de investigación de este concepto son variados, pero podrían englobarse en dos tipos:

Gómez-Vela & Sabeh (2000)

Una de las pocas instituciones internacionales que ha realizado un esfuerzo significativo por definir y medir la calidad de vida ha sido la Organización Mundial de la Salud (OMS). Aunque ya en 1948 había incluido en su definición de salud ideas precursoras del concepto de calidad de vida, fue en 1991, con la creación de un grupo de trabajo para tratar el problema de la calidad de vida de los pacientes sometidos a tratamientos médicos --WHO Quality of Life Group (WHOQOL Group)--, cuando desarrolló una importante labor de consolidación. El enfoque del trabajo tenía un significativo carácter multicultural y uno de sus objetivos era definir conceptos y metodologías aplicables de forma universal. El grupo de expertos llegó a un consenso sobre la medición de la calidad de vida, que debía ser:

El resultado final del grupo de trabajo fue una serie de cuestionarios, adaptables a las circunstancias particulares de cada país, para evaluar la calidad de vida de los pacientes:

El WHOQOL-100 consta de 100 ítems que evalúan la calidad de vida percibida por el sujeto. Estructuralmente, se compone de 6 áreas, las cuales a su vez están subdivididas en un total de 24 facetas (además de otra que integra la calidad global de vida y la salud general), que son: salud física; funciones psicológicas; independencia; relaciones sociales; entorno; y espiritualidad/religión/creencias personales.

WHOQOL-BREF es una versión reducida del anterior que consta de 26 ítems.

Fernández & Yániz (2002)

Multitud de trabajos y estudios posteriores, muchos de ellos en el campo de la atención a pacientes crónicos o a personas discapacitadas, han desarrollado diversas metodologías para medir la calidad de vida en casos más o menos particulares. El objetivo fundamental ha sido definir y medir las dimensiones que deben incorporarse al concepto de calidad de vida y que, necesariamente, han de incluir aspectos tanto objetivos como subjetivos, tanto físicos como psicológicos, tanto individuales como colectivos.

Cuestiones clave

Desarrollo y nivel de vida

El término desarrollo, importado de la biología y adaptado a la ideología del crecimiento económico, comenzó a utilizarse después de la Segunda Guerra Mundial, cuando los economistas empezaron a preocuparse por trasladar las mejoras de bienestar asociadas al desarrollo industrial y a la implantación del capitalismo a los países pobres, muchos de los cuales acababan de independizarse. El objetivo era que toda la humanidad alcanzase el nivel de vida de los países ricos. Sin embargo, no es lo mismo el desarrollo que el crecimiento, como tampoco es lo mismo nivel de vida que calidad de vida.

El desarrollo, tanto en su sentido original como en su acepción biológica, se refiere a un proceso que tiene un fin y que se detiene al alcanzarlo; el crecimiento económico, por el contrario no supone un fin. Del mismo modo, la calidad de vida tiene un referente claro, las necesidades humanas en todas sus dimensiones, mientras que el nivel de vida es una abstracción cuantitativa cuyo único objetivo parece ser el «estar por encima de». Para justificar el crecimiento ilimitado del nivel de vida hubo que acudir a un supuesto crecimiento ilimitado de las propias necesidades humanas, un premeditado ejercicio de confusión entre los fines y los medios. Para evitar esta confusión es conveniente distinguir, como hacen Max-Neff, Elizalde y Hopenhayn (1993), entre necesidades (fines determinados por la naturaleza humana) y satisfactores (medios determinados culturalmente).

En cualquier caso, esta crítica viene incorporada en el propio concepto de calidad de vida, que presenta dos características fundamentales que lo distinguen del aséptico nivel de vida: multidimensionalidad (como las propias necesidades humanas) y subjetividad (asociada a la diversidad de satisfactores).

Por último, aunque el concepto de desarrollo es perfectamente compatible con el de calidad de vida en términos de desarrollo personal o desarrollo colectivo, existe otro uso muy difundido que lo contradice en lo fundamental. Cuando se habla de niveles de desarrollo --especialmente refiriéndose a comunidades, sociedades o países-- se vuelve a insistir en el aspecto cuantitativo e, implícitamente, se traza el camino que las sociedades han de recorrer para llegar a un determinado objetivo que otras ya han alcanzado; se trata, nuevamente, de una imposición que atenta contra la autonomía individual y colectiva que constituyen la dimensión subjetiva de la calidad de vida.

Necesidades y satisfactores


Cuadro 1: Matriz de necesidades y satisfactores

Fuente: Max-Neef, Elizalde y Hopenhayn, 1993
Ser Tener Hacer Estar (*)

Subsistencia

(1) Salud física y mental, equilibrio, solidaridad, humor, adaptabilidad (2)Alimentación, abrigo, trabajo (3)Alimentar, procrear, descansar, trabajar (4)Entorno vital, entorno social

Proteccion

(5)Cuidado, adaptabilidad, autonomía, equilibrio, solidaridad (6) Sistemas de seguros de salud, ahorro, seguridad social, legislaciones, derecho, familia, trabajo (7) Cooperar, prevenir, planificar, cuidar, curar, defender (8) Entorno vital, entorno social, morada

Afecto

(9)Autoestima, solidaridad, respeto, tolerancia, generosidad, receptividad, pasión, voluntad, sensualidad, humor (10)Amistades, parejas, familia, animales domésticos, plantas, jardines (11)Hacer el amor, acariciar, expresar emociones, compartir, cuidar, cultivar, apreciar (12)Privacidad, intimidad, hogar, espacios de encuentro

Entendimiento

(13) Conciencia crítica, receptividad, curiosidad, asombro, disciplina, intuición, racionalidad (14) Literatura, maestros método, políticas educacionales, políticas comunicacionales (15) Investigar, estudiar, experimentar, educar, analizar, meditar, interpretar (16) Ámbitos de interacción formativa: escuelas, universidades, academias, agrupaciones, comunidades, familia

Participación

(17) Adaptabilidad receptividad, solidaridad disposición, convicción entrega, respeto, pasión humor (18) Derechos, responsabilidades, obligaciones, atribuciones, trabajo (19) Afiliarse, cooperar, proponer, compartir, discrepar, acatar, dialogar, acordar, opinar (20) Ámbitos de interacción participativa: partidos, asociaciones, iglesias, comunidades, vecindarios, familias

Ocio

(21) Curiosidad, receptividad, imaginación, despreocupación, humor, tranquilidad, sensualidad (22) Juegos, espectáculos, fiestas, calma (23) Divagar, abstraerse, soñar, añorar, fantasear, evocar, relajarse, divertirse, jugar (24) Privacidad, intimidad, espacios de encuentro, tiempo libre, ambientes, paisajes

Creación

(25) Pasión, voluntad, intuición, imaginación, audacia, racionalidad, autonomía, inventiva, curiosidad (26) Habilidades, destrezas, método, trabajo (27) Trabajar, inventar, construir, idear, componer, diseñar, interpretar (28) Ámbitos de producción y retroalimentación: talleres, ateneos, agrupaciones, audiencias, espacios de expresión, libertad temporal

Identidad

(29) Pertenencia, coherencia, diferenciación, autoestima, asertividad (30) Símbolos, lenguaje, hábitos, costumbres, grupos de referencia, sexualidad, valores, normas, roles, memoria histórica, trabajo (31) Comprometerse, integrarse, confrontarse, definirse, conocerse, reconocerse, actualizarse, crecer (32) Socio-ritmos, entornos de la cotidianeidad, ámbitos de pertenencia, etapas madurativas

Libertad (**)

(33) Autonomía, autoestima, voluntad, pasión, asertividad, apertura, determinación, audacia, rebeldía, tolerancia (34) Igualdad de derechos (35) Discrepar, optar, diferenciarse, arriesgar, conocerse, asumirse, desobedecer, meditar (36) Plasticidad espacio-temporal

(*) Necesidades según categorías existenciales.
(**) Necesidades según categorías axiológicas.

Este cuadro no tiene carácter normativo; es un ejemplo de tipos de satisfactores posibles.


La distinción entre las necesidades humanas y los medios para satisfacerlas --satisfactores según la terminología propuesta por Max-Neff, Elizalde y Hopenhayn (1993)-- permite separar dos dimensiones que tradicionalmente han venido confundiéndose. La literatura económica habla constantemente de la «creación de nuevas necesidades» para justificar el crecimiento indefinido; se trata de un claro caso de confusión de los medios con los fines. De este modo, al identificar nivel de renta con satisfacción, felicidad o bienestar, se está señalando a un satisfactor específico como el único medio de alcanzar un determinado fin.

El concepto de calidad de vida, en estos términos, se sitúa en el ámbito de las necesidades y permite hablar de diferentes satisfactores en función de la cultura y de las preferencias individuales.

Incorporación de la subjetividad

El carácter social de la subjetividad es uno de los ejes de la reflexión sobre el ser humano concreto. No existe imposibilidad de juzgar sobre lo subjetivo. Lo que existe, más bien, es miedo a las consecuencuias que pueda tener tal discurso. Un caso claro lo encontramos en la teoría económica, desde los neoclásicos hasta los monetaristas, donde para no hablar de necesidades se acuña la noción de preferencias. Tras esta opción se revela el marcado recelo hacia lo universal-subjetivo y a las consecuencia de asumirlo, sobre todo si se trata de defender una economía de libre mercado. Las preferencias se definen en el ámbito de lo subjetivo-particular, son competencia de cada persona, y no amenazan, por lo tanto, los supuestos de racionalidad del mercado. Hablar, en cambio, de necesidades humanas fundamentales obliga a situarse desde la partida en el plano de lo subjetivo-universal, lo cual torna estéril cualquier enfoque mecanicista.
Max-Neff, Elizalde y Hopenhayn (1993)

Una vez establecida la distinción entre necesidades y satisfactores, resulta imprescindible ponerlos en relación. El pensamiento económico ha realizado diversos intentos de relacionar riqueza con satisfacción o utilidad; todos ellos han recibido la misma crítica: la introducción de la subjetividad en su definición impedía su incorporación a una ciencia positiva y objetiva. Con el tiempo este problema teórico se dejó de lado y pasó a darse por hecho que la riqueza suponía un mayor bienestar y, por tanto, era deseable. De esta manera, la ciencia que debía gestionar el bienestar de las personas se construyó al margen de éstas y cortando cualquier posible vía de incorporación de la subjetividad.

Bienestar y calidad de vida

El término bienestar resulta ambiguo ya que se corresponde con dos términos ingleses --well-being y welfare-- con significados claramente diferenciados; mientras el primero puede asimilarse al concepto de calidad de vida, el segundo tiene un significado mucho más concreto: el conjunto de actuaciones de los poderes públicos conducentes a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos más vulnerables. La inexistencia de dos términos en castellano para traducir estos dos términos ingleses, profusamente empleados en la literatura sociológica, recomienda que se restrinja el término bienestar para referirse a welfare y se traduzca well-being por calidad de vida. Esta precaución terminológica resulta fundamental para evitar una identificación, habitual, entre los servicios ofrecidos por el Estado de Bienestar [welfare state] --educación, atención sanitaria, seguro social...-- y la calidad de vida que pueden llegar a generar en sus beneficiados (y en el conjunto de la ciudadanía). El Estado de Bienestar ofrece productos --servicios-- altamente estandarizados, medibles y evaluables objetivamente que pueden constituir un soporte importante y necesario de la calidad de vida, pero que en ningún caso pueden arrogarse la exclusividad de ésta, puesto que no están en disposición de satisfacer la totalidad de las necesidades humanas. En este sentido, Julio Alguacil (2000) considera que el bienestar, asociado a la disponibilidad de rentas y al acceso a los servicios públicos, es uno de los componentes fundamentales de la calidad de vida, siempre y cuando no se olviden otras dimensiones también necesarias.

Las dimensiones de la calidad de vida


Cuadro 2: Principales dimensiones presentes en la calidad de vida

Fuente: Alguacil, 2000
Calidad Ambiental Bienestar Identidad Cultural
Area territorial o escala Condiciones objetivadas Vínculos e interacciones sociales
  • Habitacional (vivienda)
  • Residencial (local, barrio)
  • Urbana y territorial
    (metrópoli ... planeta)
  • Producción-Reproducción (empleo y trabajo doméstico)
  • Educación (aprendizaje y formación)
  • Salud
  • Participación y apropiación
  • Tiempo disponible (libre y liberado de ocio)
  • Relaciones sociales y redes sociales


El reto fundamental para hacer operativo el concepto de calidad de vida reside en identificar adecuadamente las diversas dimensiones que lo componen. Su complejidad ha de ser reflejo, al menos en parte, de la propia complejidad del ser humano; de no ser así, se corre el riesgo de crear un constructo tan limitador como han resultado ser los que pretende sustituir.

Un buen punto de partida puede establecerse en la propia diversidad de necesidades humanas. El esfuerzo de descripción y clasificación no puede ocultar el hecho de que todas las necesidades se encuentran profundamente interrelacionadas, por lo que establecer cualquier tipo de jerarquía para su satisfacción tiene efectos contraproducentes, ya que omite relaciones de interdependencia entre las distintas necesidades.

El análisis de las necesidades humanas no puede considerarse nunca como un producto cerrado y terminado, ya que, en cualquier caso, deben ser juzgadas por las propias personas interesadas; la multidimensionalidad no puede nublar el otro aspecto irrenunciable de la calidad de vida: la subjetividad.

En este sentido, Julio Alguacil (2000) propone organizar las dimensiones de la calidad de vida en torno a tres ejes principales: bienestar, identidad cultural y calidad ambiental (cuadro 2). Cada uno de estos ejes sirve para organizar un conjunto más amplio de aspectos que están interrelacionados directamente entre sí, pero también con el resto de los ejes. Se trata, más que de una descripción detallada, de una propuesta operativa para el análisis y la acción.

Conceptos relacionados

La calidad de vida se ha convertido en el objeto central de la acción política; en este sentido, ha sustituido a otros conceptos que históricamente han ocupado este lugar privilegiado:


Cuadro 3: Contextualización diacrónica del concepto de Calidad de Vida

Fuente: Alguacil, 2000
FelicidadBienestarCalidad de Vida
Pre-Industrial Industrial Post-industrial
Espiritualidad Materialidad Reconocimiento de los bienes materiales y de los bienes inmateriales
Subjetividad Objetividad Subjetividad+Objetividad. Búsqueda del equilibrio entre la libertad individual y los vínculos colectivos
Microsocial-Local Macrosocial-Global Tolerancia de lo local y lo global. Búsqueda de lo complementario entre lo micro y lo macro
Autonomía de la ética Autonomía de la economía Autonomía de la Política


En relación con el concepto de calidad de vida, Julio Alguacil (2000) recuerda otras expresiones similares que se emplean habitualmente y que mantienen entre sí relaciones de complementariedad y oposición:

Por último, se hace necesario mencionar otro concepto que, bajo el amparo del desarrollo, se ha hecho popular como expresión cercana a la calidad de vida, con evidentes pretensiones de operativizar este escurridizo concepto:

Indicadores

La naturaleza compleja del concepto de calidad de vida ha dificultado enormemente el establecimiento, y la aceptación general, de indicadores. Un indicador de calidad de vida debería mostrar el grado de satisfacción de las necesidades humanas, lo cual hace necesario definir éstas y establecer un nivel de referencia sobre el que medir su satisfacción.

La valoración subjetiva de los propios interesados viene mediatizada por su propia realidad cotidiana, ya que, de forma natural, adaptan sus expectativas a las posibilidades reales existentes en su entorno. De esta manera, el grado de satisfacción se mide no en relación a un óptimo ideal, sino al óptimo alcanzable en el contexto en el que viven.

Para una medición más objetiva, es habitual que sean más accesibles, tanto para el investigador como para el propio individuo encuestado, los satisfactores (concretos) que las necesidades (abstractas). Es necesario, por tanto, poner en relación los diferentes satisfactores con las necesidades e intentar medir su rendimiento; sólo así será posible medir la calidad de vida a través de estos satisfactores. Max-Neff, Elizalde y Hopenhayn (1993) distinguen varios tipos de satisfactores en función de su capacidad de satisfacer necesidades:

Tradicionalmente se han venido empleando diversos indicadores que miden satisfactores como la renta, el acceso a servicios públicos o la esperanza de vida, sin entrar a estudiar su grado de eficacia para satisfacer las diversas necesidades. Por otra parte, ha sido precisamente la crítica a estos indicadores parciales la que ha ido dando forma al concepto mismo de calidad de vida.

Indicadores de riqueza

Renta

Renta es un «ingreso, caudal, aumento de la riqueza de una persona» (DRAE, 2001). Se trata de una dimensión económica, más concretamente monetaria, y unidimensional, que se relaciona con la satisfacción de necesidades a través del mercado: la disponibilidad de una determinada renta supone una cierta capacidad de compra de bienes y servicios para cubrir las necesidades de la persona. Sin embargo, quedan fuera de esta contabilidad todos los satisfactores no monetarizados, incluyendo aquellos bienes y servicios prestados sin contraprestación económica --trabajo doméstico y voluntario, trueque, ayuda mutua, servicios públicos...--, así como todos aquellos valores intangibles que también contribuyen a la calidad de vida --amistad, civismo, buena vecindad, paisaje...

Para realizar comparaciones entre distintos contextos (geográficos, temporales y culturales) se emplea la renta per capita. Sin embargo, puesto que la actividad del individuo se articula en torno a la unidad familiar, que proporciona a sus miembros múltiples servicios no remunerados, también es conveniente disponer de datos de renta familiar.

El uso de la renta como indicador de calidad de vida requiere establecer una relación de referencia con los bienes y servicios que se pueden adquirir en el mercado, para lo cual se suele recurrir al Índice de Precios al Consumo (IPC), calculado de forma estadística a partir de una muestra representativa de bienes y servicios. El primer problema de este planteamiento reside en la delimitación de una cesta de la compra que incluya aquellos productos demandados para la satisfacción de las necesidades personales; esta demanda no sólo cambia en los distintos países y culturas, sino que también difiere en los distintos estratos sociales y se adapta más o menos elásticamente a las variaciones del precio. El segundo problema reside en la diversa oferta de bienes y servicios fuera del mercado monetario: servicios públicos, trabajo doméstico, trueque, economía informal... Por último, aunque resulta sencillo medir el coste de adquisición de los bienes y servicios monetarizados, la complicación reside en evaluar la satisfacción que proporcionan, sin entrar a valorar sus posibles efectos secundarios.

A medida que una sociedad se va volviendo cada vez más opulenta, las necesidades van siendo creadas cada vez más por el proceso que las satisface. Su actuación puede ser pasiva. Los incrementos en el consumo, la contrapartida de los incrementos en la producción actúan por sugestión o por emulación para crear necesidades. Pero los productores pueden actuar también de una forma activa, creando necesidades a través de la publicidad y de la técnica de ventas. Las necesidades vienen así a depender del producto. En términos técnicos, no se puede ya suponer que el bienestar sea mayor a un nivel superior de producción que a un nivel inferior.
Galbraith (1958)

Las dos principales fuentes de datos para elaborar estos indicadores son las encuestas censales y la contabilidad nacional. El primer método implica costes significativos y además exige contar con la colaboración del interesado, pero a cambio ofrece una gran diversidad de datos inaccesibles por otros medios. Por su parte, la contabilidad nacional se alimenta de datos recopilados fundamentalmente con objetivos fiscales, ofreciendo una panorámica global de la actividad económica. En el primer caso se pregunta al propio individuo su nivel de ingresos, mientras que en el segundo caso se calcula a partir de los datos globales de la actividad económica de un país.

Producto Interior Bruto

La contabilidad nacional es un método estadístico que recoge un conjunto de operaciones con la finalidad de ofrecer una visión sistemática de la actividad económica de un país, perimitendo además mediante este registro establecer comparaciones de dicho país con otras economías.
Perdices (1998)

El Producto Interior Bruto (PIB) es el indicador normalizado para medir la actividad económica de un país. Se define como la suma del valor de mercado de todos los bienes y servicios producidos en un país --el flujo monetario total-- a lo largo de un periodo de tiempo. La renta nacional disponible se calcula a partir de los datos del PIB realizando varias correcciones que corresponden a criterios contables más que a diferencias fundamentales.

El PIB, en sentido estricto, mide la actividad económica entendida como flujo monetario, pero en ningún caso la riqueza de un país, ya que no incluye elementos como las actividades no monetarizada y el patrimonio disponible (stock). Estas limitaciones son en parte contingentes y en parte conceptuales. Por una parte, a lo largo de la historia de la Contabilidad Nacional ha habido cambios de criterio para incluir o excluir determinadas partidas y estas modificaciones de criterio han respondido, básicamente, a criterios pragmáticos; por el contrario, la conversión de valores intangibles a unidades monetarias supone una limitación conceptual difícilmente superable.

La mayoría de las diferencias entre el Sistema de Contabilidad Nacional de 1968 (SCN68) y el de 1993 (SCN93) están relacionadas con la clarificación y mejora de los conceptos y definiciones con respecto a las unidades estadísticas, sectores y subsectores, instrumentos financieros, valoración y otras cuestiones similares. Aunque existen más diferencias, ninguna de ellas altera el marco básico teórico del SCN68, pero se ajustan a las exigencias de nuevos análisis que orienten la política de los países y las necesidades de información de las organizaciones internacionales. Los cambios introducidos en el nuevo SCN93 los resumimos a continuación:

Aunque se hayan introducido cambios importantes que han mejorado significativamente el marco contable de la Contabilidad Nacional facilitándonos su análisis desde un enfoque contable, todavía quedan cuestiones pendientes que consideramos relevantes. En el grupo de expertos donde se elaboró el SCN93 hubo bastantes discusiones acerca del tratamiento que debería darse a los desembolsos que se realizaban en una economía en concepto de investigación y desarrollo. Aunque no se llegó a un consenso, por tanto esta partida no fue tratada como inversión, no obstante recomendaron que fuera analizada mediante Cuentas Satélites. De la misma forma fueron tratadas las inversiones en capital humano tales como la educación y la formación.

Méndez et al. (2006)

En definitiva, aunque el Sistema de Contabilidad Nacional aspira a medir la riqueza de un país, sus propios impulsores son conscientes de al menos una parte de sus limitaciones.

Índice de Progreso Genuino

El Índice de Progreso Genuino [Genuine Progress Indicator] es un indicador desarrollado por Redefining Progress[2] modificación del Índice de Bienestar Económico Sostenible (IBES) propuesto por Daly & Cobb (1989) a partir de las reflexiones de Nordhaus & Tobin (1972).

Además de incorporar datos que el Producto Interior Bruto (PIB) no incluye por no encontrarse monetarizados, el Índice de Progreso Genuino (IPG) da un tratamiento diferente a los propios datos que maneja el PIB; así, mientras que éste suma todas las transferencias monetarias, independientemente de la partida a las que vayan asociada, el IPG distingue entre cifras que son consideradas socialmente positivas o negativas, es decir, distingue entre beneficios y gastos sociales. Las partidas que se incorporan al IPG y/o que reciben un tratamiento diferenciado en ambos indicadores son las siguientes:

  1. Delincuencia y ruptura familiar: socialmente negativos y que, sin embargo, computan en positivo en el PIB por los gastos derivados.
  2. Trabajo doméstico y voluntario: no incluido en el PIB por no implicar intercambio monetario.
  3. Distribución de los ingresos: la relación entre ingresos y bienestar no es lineal, de forma que el aumento de ingresos en la población más desfavorecida implica, proporcionalmente, un mayor aumento de bienestar.
  4. Agotamiento de los recursos: el PIB no contabiliza los recursos existentes hasta que no son extraídos y monetarizados de alguna forma; ni los recursos disponibles ni los agotados son contabilizados.
  5. Contaminación: el PIB contabiliza los problemas ambientales como un doble saldo positivo, primero por los beneficios logrados por los contaminadores, después por los gastos derivados de la reparación de los daños.
  6. Daños ambientales a largo plazo: no considerados por el PIB.
  7. Cambios en el tiempo libre: mayor nivel de ingresos no implica, en la práctica, mayor disponibilidad de tiempo libre y, sin embargo, el PIB ignora este elemento no monetarizado.
  8. Gastos preventivos: el PIB no distingue aquellos gastos que se realizan, más que para aumentar el bienestar, para evitar daños futuros, debido a situaciones de riesgo y inestabilidad.
  9. Reposición de los bienes de consumo y de la infraestructura pública: el mero mantenimiento de una cierta utilidad es considerado por el PIB como un aumento de la riqueza.
  10. Dependencia de recursos financieros externos: el PIB considera indistintamente los recursos propios y los prestados, ignorando las consecuencias a medio y largo plazo del endeudamiento.

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Figura 1: Comparación entre el PIB y el IPG per capita de Estados Unidos (1950-2004)

Fuente: Redefining Progress


Al reevaluar el sentido de la contabilidad del PIB, este Índice de Progreso Genuino, le da un sentido más ajustado y próximo a la calidad de vida. De hecho la comparación entre ambos nos impone una reflexión sustanciosa: ¿cómo es posible que un simple criterio contable modifique tanto la percepción de una misma realidad? La única respuesta plausible es que el PIB no es un indicador adecuado de la calidad de vida y probablemente tampoco de la riqueza.

Por otra parte, este índice comparte con el PIB una importante limitación conceptual: la exclusividad de la dimensión monetaria, que supone las mismas dificultades para incorporar valores no monetarizables, como, por ejemplo, el coste de los deterioros ecológicos irreversibles.

Distribución de renta

El manejo de indicadores agregados y valores medios de renta suele esconder los patrones de distribución. Al margen de la idoneidad de la renta como indicador de calidad de vida, incluso entre quienes la defienden parece haber un cierto consenso de que no hay una relación lineal entre ésta y la calidad de vida, por lo que la media aritmética deforma considerablemente la realidad. Para complementar y corregir los indicadores de renta media (como el PIB per capita) se emplean diversos índices referidos a situaciones especialmente conflictivas como la pobreza o el desempleo; o expresiones matemáticas de la distribución oculta tras el cálculo de la renta media.

Los índices de pobreza absoluta y relativa[3] con sus respectivos niveles y clasificaciones indican colectivos de población con una renta disponible limitada, pero no entran a evaluar la capacidad de estos colectivos para cubrir sus necesidades al margen del mercado formal. Del mismo modo, la situación de desempleo, que implica una merma significativa de la renta disponible, puede tener consecuencias más o menos graves para la calidad de vida en función del contexto en el que se produzca. En cualquier caso, hay un consenso en que es necesario reducir la pobreza y el desempleo como forma de aumentar su renta y, así, mejorar la calidad de vida de las personas que los sufren, lo que forma parte de las políticas oficiales de los diversos organismos públicos.

Para describir la distribución de la renta se cuenta con diversos instrumentos estadísticos como, por ejemplo, el coeficiente de Gini y el índice de Atkinson. Se trata de meras fórmulas matemáticas que indican de forma cuantitativa el grado de homogeneidad de la distribución, sin entrar en ningún caso a evaluar sus implicaciones. De esta forma, aunque se puede comparar el nivel de desigualdad de distribución de la renta en diversos ámbitos, no aportan ninguna información sobre sus consecuencias para la calidad de vida. Al contrario que en el caso de la pobreza o el desempleo, no existe el mismo consenso político sobre la importancia de reducir la desigualdad de rentas.

Índice de Desarrollo Humano

El Índice de Desarrollo Humano (IDH) se ha convertido en uno de los indicadores oficiales empleados por Naciones Unidas para medir el progreso social de los países. Se trata de un intento de ampliar la perspectiva aportada por los enfoques económicos convencionales, centrados exclusivamente en la renta. Se basa en ideas del economista bengalí Amartya Sen y desde 1993 se calcula según un procedimiento diseñado por el economista paquistaní Mahbub ul Haq.

El desarrollo humano es un proceso en el cual se amplían las oportunidades del ser humano. En principio, estas oportunidades pueden ser infinitas y cambiar con el tiempo. Sin embargo, a todos los niveles del desarrollo, las tres más esenciales son disfrutar de una vida prolongada y saludable, adquirir conocimientos y tener acceso a los recursos necesarios para lograr un nivel de vida decente. Si no se poseen estas oportunidades esenciales, muchas otras alternativas continuarán siendo inaccesibles.

Pero el desarrollo humano no termina allí. Otras oportunidades, altamente valoradas por muchas personas, van desde la libertad política, económica y social, hasta la posibilidad de ser creativo y productivo, respetarse a sí mismo y disfrutar de la garantía de los derechos humanos.

El desarrollo tiene dos aspectos. La formación de capacidades humanas --tales como un mejor estado de salud, conocimientos y destrezas-- y el uso que la gente hace de las capacidades adquiridas --para el descanso, la producción o las actividades culturales, sociales y políticas. Si el desarrollo humano no consigue equilibrar estos dos aspectos, puede generarse una considerable frustración humana.

Según este concepto de desarrollo humano, es obvio que el ingreso es sólo una de las oportunidades que la gente desaría tener, aunque ciertamente muy importante. Pero la vida no sólo se reduce a eso. Por lo tanto, el desarrollo debe abarcar más que la expansión de la riqueza y los ingresos. Su objetivo central debe ser el ser humano.

PNUD (1990)

El enfoque del desarrollo humano contiene dos elementos fundamentales: (1) las ilimitadas capacidades del ser humano y (2) los requisitos mínimos para que éstas se puedan desarrollar. Este enfoque difiere sensiblemente del empleado por los diversos autores preocupados por la calidad de vida, ya que pone su énfasis en las capacidades más que en las necesidades humanas; esta diferencia es importante: mientras las necesidades, aparentemente, son más o menos limitadas, las capacidades, en principio, no tienen límite. El segundo elemento del concepto, trata, desde un punto de vista más pragmático, de los requisitos mínimos para el desarrollo de estas capacidades, que identifica y enumera: salud (y longevidad), educación y renta, que son los que pretende medir el IDH calculado por Naciones Unidas.

El principal problema del IDH reside precisamente en definirse a partir de un mínimo y no de un óptimo, de forma que renuncia a describir otros aspectos de la realidad que pueden apoyar o dificultar el desarrollo de las capacidades humanas. En este sentido, el problema no reside tanto en el indicador como en su interpretación: no se trata del indicador integrador que pretende, sino una nueva aproximación, que sigue dejando fuera importantes parcelas de la realidad (especialmente las relacionadas con aspectos más subjetivos); podría afirmarse que su éxito, en cierta medida, está sirviendo de cohartada e impidiendo la aparición de indicadores más amplios y complejos.

Comparación entre IDH y PIB

Al margen de su eficacia como indicadores de calidad de vida, la comparación entre estos dos indicadores puede revelarnos sus respectivos sesgos. Resultan especialmente significativos los casos de los países que más mejoran o empeoran su puestos relativos en el conjunto de los países analizados.

Entre los países que muestran mejor IDH que PIB (cuadro 4) se identifica claramente al grupo de países del antiguo bloque comunista. La explicación es sencilla: todos ellos cuentan con un sistema público de atención sanitaria y de educación heredado de su pasado comunista que contrasta con una situación económica (desde el punto de vista monetario) bastante precaria. El caso de otros países, como Ecuador o Palestina, se puede explicar por el efecto combinado de una grave crisis económica junto a la existencia de fuertes redes familiares y sociales de apoyo.


Cuadro 4: Países que más mejoran su posición con el IDH

Datos de 2004 (PNUD, 2006)
País Renta IDH Dif.
Cuba 93 50 +43
Tayikistán 156 122 +34
Moldavia 147 114 +33
Myammar 163 130 +33
Armenia 112 80 +32
Kirguistán 142 110 +32
Uzbekistán 145 113 +32
Ecuador 113 83 +30
Sto Tomé y Princ. 153 127 +28
Dominica 95 68 +27
Albania 99 73 +26
Palestina 126 100 +26
Madagascar 169 143 +26
Georgia 110 97 +23
Samoa Occidental 97 75 +22


Los países que más empeoran su posición según el IDH respecto a la clasificación por PIB (cuadro 5) responden a dos patrones muy claros: la existencia de grandes recursos naturales (básicamente petróleo) acompañada de la falta de democracia y de grandes desigualdades sociales; y la presencia de una pandemia como la del SIDA, con consecuencias dramáticas en los países del sur de África.


Cuadro 5: Países que más empeoran su posición con el IDH

Datos de 2004 (PNUD, 2006)
País Renta IDH Dif
Rep. Dominicana 73 94 -21
Turquía 70 92 -22
Irán 72 96 -24
E.A.U. 24 49 -25
Guinea 130 160 -30
Arabia Saudita 45 76 -31
Angola 129 161 -32
Chad 132 171 -39
Gabón 81 124 -43
Swazilandia 96 146 -50
Sudáfrica 55 121 -66
Botsuana 58 131 -73
Guinea Ecuatorial 30 120 -90


La conclusión que puede extraerse de esta comparación superficial es que, efectivamente, la desigualdad, tiene efectos muy negativos sobre el bienestar, y por tanto sobre la calidad de vida, de una población dada y que los mecanismos para mitigarla, ya se trate de servicios públicos o de redes de solidaridad de la economía informal, mejoran dicha situación. En todo caso, al margen de confirmar cuantitativamente un hecho que ya se intuía de forma cualitativa, esta comparación indica que el aumento de dimensiones estudiadas describe de forma más precisa la realidad y aporta matices que no pueden ser ignorados.

Índices de satisfacción subjetiva

Quality of life scales also generally correlate with objective indicators. However, freedom and subjective indicators of happiness or life satisfaction seem less correlated, and so might be a seperate concept.[4]

Shackman, Liu & Wang (2005) han comparado diversos índices empleados generalmente como indicadores de calidad de vida como el PIB, el IDH, el  Weighted Index of Social Progress (WISP) de Richard Estes, los Indices of the Well-being of Nations de Prescott-Allen y han demostrado los altos índices de correlación que existen entre ellos, indicando que, en realidad, no dejan de representar diversos matices de una única realidad. Por el contrario, otros índices subjetivos muestran claras divergencias respecto de los primeros, mostrando, pues, otras dimensiones de la realidad. Este estudio viene a confirmar uno de los principios básicos del nuevo concepto de calidad de vida: la necesidad fundamental de incorporar la subjetividad.

Existen numerosas encuestas que preguntan sobre la satisfacción de los individuos con aspectos concretos y con el conjunto de su vida. En general estos instrumentos se encuentran con un problema fundamental: el marco en el que se realiza dicho juicio, que viene necesariamente influido por las creencias y valores tanto del encuestador como del encuestado.

El primer paso para lograr una cierta objetividad en estas encuestas consiste en desvelar los valores que condicionan tanto preguntas como respuestas. Estos valores pueden mostrar características universales, pero también aspectos mucho más particulares y arbitrarios, es decir, volviendo a la terminología que venimos empleando, referirse a necesidades o a satisfactores. En el caso de los satisfactores, nos podemos encontrar con diversos tipos más o menos beneficiosos y más o menos peligrosos, de forma que puede ser legítimo criticarlos e incluso rechazarlos, lo que nos protege del discurso relativista imperante, cuya conclusión es la validez de cualquier juicio subjetivo y la consiguiente incapacidad para discriminar.

Distintas sociedades centran sus esperanzas y sus inquietudes en cuestiones concretas de la vida, al tiempo que determinadas instituciones ofrecen seguridad frente a los riesgos acechantes. Desde el discurso lineal del progreso se ha pretendido que las necesidades humanas son distintas en países desarrollados y no desarrollados y que éstas van modificándose de forma previsible según se va produciendo el desarrollo de los países.[5] Diversos autores han insistido en que nuevas necesidades van apareciendo según progresa una sociedad y se van cubriendo las necesidades más básicas. Según este discurso, la insatisfacción existente en los países desarrollados no se debe a una carencia real, sino a la aparición de nuevas necesidades inexistentes en los países menos desarrollados.

Por ejemplo, Ronald Inglehart (1997) parte de datos de World Values Survey para construir un discurso de la evolución de los valores sociales asociada al desarrollo económico. Para dibujar un mapa de los valores imperantes emplea dos ejes que representan el tipo de institución en el que se confía (tradicional versus racional) y el tipo de satisfacciones que se persiguen. El resultado resulta coherente, pero viene mediatizado por el sesgo en la definición de las necesidades más perentorias (básicas versus avanzadas, representadas por la supervivencia y por la calidad de vida) y por la elección de unos satisfactores específicos (ingresos económicos y estilo de vida) para satisfacerlas.


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Figura 2: Mapa de valores

Fuente: Inglehart (1997)



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Figura 3: Valores y nivel de renta

Fuente: Inglehart (1997)


El discurso precedente lo que hace precisamente es relativizar la percepción subjetiva, impidiendo las comparaciones inter-culturales, ya que subordina las necesidades humanas al contexto cultural, eliminando cualquier elemento universal y común al conjunto de la humanidad.

Resulta más plausible considerar que el desarrollo económico consiste en una modificación del contexto tecnológico y social que provoca un cambio, no de las necesidades, sino de las carencias más perentorias y de los medios más accesibles para hacerlas frente. El desarrollo económico modifica, desde luego, los satisfactores disponibles y su uso efectivo, lo cual tiene consecuencias en la satisfacción de las diversas necesidades. Bajo esta perspectiva sí cabe comparar la satisfacción subjetiva en diferentes culturas y evaluar la idoneidad de los satisfactores específicos.

En la figura 4 pueden observarse los niveles de satisfacción en diferentes países cruzados con los niveles de renta y de libertad. La gráfica toma una forma apróximadamente logarítmica, lo cual es lógico ya que cruza una dimensión acotada (la satisfacción, con un máximo en el 100%) con dimensiones, como la renta y la libertad, que pueden asumir valores ilimitados. Puede observarse que los mayores niveles de satisfacción coinciden con los mayores niveles de renta y de libertad, pero la dispersión de los datos impide llevar mucho más lejos las conclusiones. En conjunto, sólo puede concluirse que la falta de ingresos o la falta de libertades son incompatibles con la calidad de vida, pero que una vez alcanzados ciertos umbrales mínimos, son otros los factores limitantes; por tanto, es necesario incorporar nuevas dimensiones.


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Figura 4: Satisfacción, niveles de renta y de libertad

Fuente: Inglehart & Klingemann (2000) a partir de datos de
World Values Survey y Freedom House


Calidad de vida y sostenibilidad

La actual civilización industrial basada en los combustibles fósiles está provocando efectos a nivel planetario que pueden ser contraproducentes para la calidad de vida, e incluso la supervivencia, del conjunto de la especie humana. Se trata de un problema de una magnitud desconocida hasta el presente, pero que se ha podido observar a escalas más reducidas a lo largo de la historia: satisfacer las necesidades mediante un consumo excesivo de recursos puede limitar la capacidad de otros (incluyendo las generaciones futuras) para satisfacer sus propias necesidades; así pues, en este contexto se hace imprescindible equilibrar los esfuerzos encaminados a mejorar la calidad de vida con la solidaridad intra- e inter-generacional. Para lo cual es preciso ponderar los beneficios en términos de calidad de vida con los costes en términos ambientales y sociales derivados.

La medición de la calidad, como estamos viendo, resulta una tarea casi imposible por nuestro propio desconocimiento de la naturaleza humana, lo que también se aplica a la medición de los costes sociales; sin embargo, para los costes ambientales se cuenta con instrumentos algo más precisos derivados de los conocimientos de las ciencias físicas.

La huella ecológica es un indicador que se presta a medir y comparar los costes ambientales derivados de los diferentes estilos de vida existentes en las sociedades humanas actuales. Su principal ventaja es la posibilidad de unificar en una misma unidad (de superficie) multitud de impactos de diversa naturaleza; su principal inconveniente, la dificultad de su cálculo preciso.

En cualquier caso, cruzar un indicador como el Índice de Desarrollo Humano (IDH) con la Huella Ecológica de diversos países ofrece un panorama muy descriptivo del impacto que tienen los diversos satisfactores que en diferentes países se emplean para alcanzar una determinada calidad de vida. En la Lámina 1 se observa que puede alcanzarse el nivel de desarrollo humano alto definido por Naciones Unidas con muy diversos impactos en el entorno, desde la absoluta insostenibilidad de Estados Unidos o Emiratos Árabes Unidos (como la de la mayor parte de los países desarrollados) a la mayor sostenibilidad de países como Cuba, Costa Rica o Bosnia-Herzegovina, cuya huella ecológica entra dentro del nivel máximo admisible por el planeta.


Lámina 1. Coste ecológico del desarrollo: IDH y Huella Ecológica

(un)Happy Planet Index

La asociación británica Friends of the Earth ha propuesto este «índice de eficiencia ecológica» que pretende medir la capacidad de las diversas sociedades humanas de alcanzar una mayor calidad de vida con el menor impacto sobre el medio ambiente. Su cálculo responde a una sencilla fórmula que relaciona satisfacción y esperanza de vida con huella ecológica. Sin embargo, esta división, que ofrece un único dato numérico que facilita la elaboración de clasificaciones, termina por ocultar una información muy valiosa resultante de cada uno de los datos manejados por separado.


      life satisfaction x life expectancy
HPI= -------------------------------------
             ecological footprint
Figura 5: Cálculo del (un)Happy Planet Index

Fuente: http://www.happyplanetindex.org/calculated.htm


El afán clasificador de los indicadores

La felicidad y el bienestar, históricamente, y la calidad de vida, en la actualidad, son los justificantes universalmente aceptados para la acción política; así, todos los indicadores que intentan medir estos conceptos vienen siendo empleados para defender determinadas políticas frente a otras. El diseño de estos indicadores se realiza con la mente puesta en los resultados que los diversos países (ricos, pobres, en desarrollo...) van a presentar; se trata fundamentalmente de dar argumentos objetivos a determinadas posturas políticas. En este sentido, no es inocente el hecho de que el principal indicador que se ha venido empleando para estos menesteres, el Producto Interior Bruto, naciera como una medida de la riqueza de un país y pasara, casi de forma automática, a justificar determinadas políticas económicas. De igual modo, la aceptación de nuevos indicadores se produce en la medida en que resulta conveniente para la intereses predominantes.

Otro problema fundamental, en cierta forma derivado del anterior, es la unidimensionalidad de todos los indicadores descritos; por supuesto de esta manera se facilita el afán clasificador que se esconde tras estos indicadores, pero resulta evidente que un indicador unidimensional en ningún caso puede medir adecuadamente un concepto multidimensional. Si el objetivo real del indicador pretende ser facilitar la identificación de problemas para posibilitar su solución, cualquier simplificación del mismo resulta contraproducente, al tiempo que controvertida, ya que los mecanismos matemáticos, por muy sofisticados que parezcan, no hacen más que disfrazar la arbitrariedad del diseño.

Más información

Bibliografía

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Notas


[1]: Este artículo forma parte del trabajo de documentación Glosario de términos clave relacionados con un urbanismo y una arquitectura más sostenibles realizado en Departamento de Urbanismo y Ordenación del Territorio de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, desarrollado a lo largo del curso de doctorado Por una Ciudad más Sostenible. El Planeamiento Urbano frente al Paradigma de la Sostenibilidad bajo la tutela de Agustín Hernández Aja
[2]: Organización sin ánimo de lucro con sede en California.
[3]: La pobreza relativa se refiere a aquellos colectivos que disponen de una renta inferior a la disponible en el ámbito social en el que se incluyen.
[4]: «Los índices de calidad de vida muestran generalmente correlación con indicadores objetivos. Sin embargo, la libertad y diversos indicadores subjetivos de felicidad y satisfacción con la vida muestran una correlación menor, pudiendo considerarse un concepto separado.»
[5]: Sobre esta base está construida la jerarquía de necesidades de Maslow (1975).


Edición del 20-12-2010
Documentos > Temas de sostenibilidad urbana > http://habitat.aq.upm.es/temas/a-calidad-de-vida.html   
 
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