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6.11. Fomentar la mezcla de usos en cada barrio
Una zonificación mal entendida ha dado lugar a que buena parte de las
extensiones de nuestras ciudades no funcionarán como tales sino como
fragmentos urbanos separados unos de otros, contribuyendo a la
ineficiencia funcional y social de nuestros territorios. En el
extremo, esta tendencia ha contribuido a que la construcción de la
mayor parte de las áreas metropolitanas de nuestras grandes ciudades
se haya desarrollado según un modelo arborescente en lugar de una
semiretícula. El planeamiento debería considerar todos los usos
necesarios (en cada barrio) para que los ciudadanos pudieran
descansar, trabajar, recrearse, comprar y resolver todos los problemas
derivados de su actividad diaria. También algunos de los necesarios
derivados de actividades no cotidianas deberían tener su ubicación en
él de forma que recibiera ciudadanos procedentes de otros lugares de
la ciudad, y el barrio no se convirtiera en un fragmento de ciudad
cerrado en sí mismo.
6.12. Mejorar la oferta y el acceso de servicios y equipamientos en cada barrio
La necesidad de acercar equipamientos, servicios y dotaciones al
ciudadano, con objeto de evitar desplazamientos innecesarios (muchos
de ellos en vehículo privado) hace que el diseño y distribución de los
mismos sea una de las partes más importantes de la planificación
física correspondiente al planeamiento urbanístico. En general, y en
la mayor parte de los casos podríamos decir que la tendencia debería
ser a equipamientos, servicios y dotaciones pequeños, autogestionados
por los propios ciudadanos y distribuidos adecuadamente por el tejido
urbano (sobre todo los de proximidad).
6.13. Incentivar el intercambio económico con el mundo rural
La ciudad fragmentada ha traído consigo la práctica desaparición de agricultura
periurbana que tanta importancia tuvo en las primeras fases de extensión de la
urbanización. Esta agricultura periurbana se está intentando recuperar en
algunas de las ciudades que se han dado cuenta de la importancia de mantener
esta producción. No sólo por el acortamiento de las distancias que tiene que
recorrer el producto entre el agricultor y el consumidor, sino también por
motivos psicológicos y de salud ciudadana. Ya nos hemos referido anteriormente a
esta necesidad, pero este indicador aparece ampliada no sólo a las zonas
periurbana sino también a la totalidad del mundo rural más o menos cercano a la
ciudad. Los sistemas de intercambio y comercialización directa deberían de poder
gestionarse desde un plan estratégico de la ciudad de forma que tanto el
ciudadano como el agricultor ganadero se beneficiaran de la propuesta.
6.14. Promover un porcentaje mínimo de actividades de proximidad
Se trata de un criterio muy relacionado con el relativo a la mejora de la oferta y
el acceso de servicios equipamientos en cada barrio. Se trata en este
caso de fijar un porcentaje mínimo de este tipo de actividades. El
porcentaje ha de ser realmente mínimo puesto que ya se ha indicado la
necesidad de alcanzar el necesario mediante un proceso de
participación ciudadana.
6.15. Incentivar las actividades que favorezcan la diversidad de usos
Se entiende como un apartado genérico en el cual se incluyan todo tipo de
menciones relativas al fomento de la diversidad de usos en el barrio y
en la ciudad. Había que diferenciar estos dos elementos para que no se
confundan las actividades propias de ciudad con las actividades
específicas de barrio. En muchos casos esta confusión, o la
proliferación de centros de diversa jerarquía, disminuyen la vitalidad
de la vida urbana que necesita un mínimo de ciudadanos para
conseguirla.