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Una de las experiencias interesantes en materia de uso de recursos no convencionales es la de las Organizaciones Económicas Populares (OEP) chilenas. Movilizando caudales solidarios, organizativos y de creatividad popular, estas organizaciones surgieron como respuesta a la crisis de supervivencia provocada tanto por la experiencia monetarista como por un contexto político represivo. Las OEP desarrollan, entre otras, actividades tales como autoconstrucción de viviendas, producción, comercialización, distribución, compras conjuntas, cocinas comunitarias, plantación y cosecha comunitaria de horticultivos. El uso que estas organizaciones hacen de los recursos no convencionales mencionados anteriormente contribuye decisivamente a su capacidad de supervivencia en un contexto de aislamiento social y económico casi total.
La experiencia de estas organizaciones revela aspectos controvertidos. Paradojalmente, la mayor tasa de supervivencia no se registra entre las que cuentan con recursos financieros exógenos. Las causas del fracaso parecen residir en excesos de improvisación, en las escalas demasiado diminutas de los esfuerzos y en la falta casi absoluta de articulación con el mercado. Por el contrario, han tenido mayor éxito las OEP que surgieron de grupos que contaron con mayor organización y que se beneficiaron de trabajos de capacitación. Esto sugiere que los recursos financieros deben tener un carácter complementario, y que su asignación sólo será fructífera si encuentra un grupo ya organizado, capaz de optimizar la eficiencia de estos recursos a través de la energía social propiciada por los recursos no convencionales.
El sentido de las OEP puede variar ostensiblemente según se las interprete: a) como resistencia a políticas públicas de marginación y explotación; b) como expresiones permanentes de una economía informal históricamente constituida como paralela a la economía formal; o c) como embriones organizativos que, surgiendo en coyunturas críticas, se pueden transformar en bases estables de otra estrategia de desarrollo. Sin duda, en las OEP se combinan estas tres características en distintos grados. De ahí que su posibilidad de constituir embriones para un desarrollo alternativo requiere, primeramente, que se constituyan en mecanismos de resistencia a la situación de marginacion y explotación vigente. Por otro lado, pueden variar las funciones y los potenciales de las OEP según se desarrollen en el marco de regímenes autoritarios o democráticos, según coexistan o no con la presencia de organizaciones políticas y según sean o no canales (potenciales o reales) de nuevas formas de movilización social.
El problema central que se plantea desde la perspectiva de una nueva estrategia de desarrollo es si toda esta experiencia social de base encauzada a través de las OEP ha llegado a cristalizar en una memoria histórica compartida que pueda, cambiadas las condiciones políticas de represión, convertirse en una fuerza capaz de abrirse paso hacia otras formas de convivencia social y de práctica política. Esto es, si los actores del mundo invisible pueden constituirse en actores con proyección nacional en un proceso de cambios estructurales que apuntan hacia la construcción de una democracia más directa y participativa.
El programa Fondo de Desarrollo de Programas Cooperativos (FUNDEC) administrado por el Banco do Brasil, se basa en el principio de que el desarrollo de las pequeñas comunidades y micro-organizaciones no sólo requiere del acceso al crédito, sino también de la moviliación de otros recursos generadores de transformaciones sociales. Utiliza la enorme red de agencias y puestos de servicios que el Banco tiene esparcidos por todo el país, aportando financiamiento local, pero sin la mediación de bancos locales. Las comunidades se seleccionan en función de la presencia de pequeñas organizaciones económicas —tanto urbanas como rurales—, de su nivel de pobreza, de su carencia de infraestructura económica y social, de sus potencialidades y, sobre todo, de su capacidad de organización y movilización social. El financiamiento se concede a una asociación u organización que sea representativa de la comunidad, y puede alcanzar hasta el 100% del monto de sus necesidades. Son financiables las obras y adquisiciones indispensables para el desarrollo de la comunidad, siempre que sean de uso colectivo. La tasa de interés es baja, el plazo de pago puede extenderse hasta veinte años, las exigencias son flexibles y dependen de la maduración de los proyectos, y no se precisa de garantías reales para acceder al crédito.
El Programa busca eliminar cualquier forma de paternalismo, fomentar la asociatividad y promover el espíritu comunitario, todo esto a partir de la premisa de que la propia comunidad debe movilizar sus potenciales y recursos. Elaborados con participación de la comunidad, los proyectos son simples y procuran adecuarse a la realidad local. Entre los objetivos del Programa destacan la integración y el desarrollo comunitarios y la elevación de la productividad de las micro-organizaciones económicas. En función de ello, los proyectos se destinan a mejorar la infraestructura económica y social, al perfeccionamiento comunitario e institutional, y al apoyo a la producción y comercialización de bienes y servicios.
Iniciado en 1979, el Grameen Bank Project, en Bangladesh, se planteó, entre otros, los siguientes objetivos: a) crear oportunidades de trabajo para una población con altos niveles de subempleo; b) proporcionar crédito sin exigencias de garantías a los pobres, especialmente a los sin tierra; y c) estimular la organización y el desarrollo comunitarios. El Programa tiene también el carácter de investigación-acción, puesto que busca verificar si, en caso de colocar los recursos financieros a disposición de las comunidades pobres, estas pueden desarrollar actividades y generar autoempleo sin necesidad de asistencia externa.
Un rasgo significativo de este proyecto es que el Banco va a la comunidad y no a la inversa. Un equipo básico del proyecto trabaja en cooperación con un banco oficial o nacionalizado; dicho equipo está formado por seis personas, dirigido por un gerente, y todos ellos se integran a la comunidad y buscan oportunidades de financiamiento. Tras un proceso selectivo, forman grupos de cinco personas con similar status socioeconómico y cuyas características les habilitan para recibir crédito. El requisitio mínimo es que la familia posea menos de 0,4 acres de tierra de mediana calidad en el área. Cada grupo elige un dirigente y un secretario. Un número de grupos en un área determinada conforman un centro que elige un coordinador. Cada grupo y cada centro efectúa reuniones semanales, y en las reuniones del centro se evalúan las propuestas de crédito y, en caso de aprobarse, el financiamiento es liberado en las reuniones mismas. El Proyecto exige que cada miembro ahorre una unidad monetaria semanal que, conjuntamente con el 5% del valor del préstamo, constituirá un Fondo Común (Group Fund) al cual los miembros pueden recurrir en situaciones determinadas por el propio grupo. Se forma, además, un Fondo de Emergencia por el 50% del valor de los intereses adeudados, destinado a cubrir el pago de los miembros morosos y como seguro para casos de defunción, incapacidad o accidentes. A través de estos procedimientos se fomentan la disciplina y la autoconfianza al interior del grupo. Hasta ahora, la experiencia ha mostrado que los beneficiarios son óptimos pagadores, pues el índice de incumplimiento apenas alcanza e1 2%, tasa muy inferior a la del promedio nacional registrada por la banca comercial.
El Proyecto ha generado beneficios, ingreso, producción y consumo, y ha propiciado un aumento sustancial en el nivel de capitalización de las comunidades beneficiadas. Las tasas de retorno han sido elevadas, lo que evidencia una alta rentabilidad en las actividades apoyadas. El proyecto también ha tenido un impacto significativo en saneamiento, salud, nutrición, educación, capacitación, planificación familiar y en la promoción de algunas reformas sociales. También se han registrado resultados favorables en el plano de la conciencia social, especialmente entre las mujeres, quienes modificaron sus actitudes y estatus dentro de la familia y en la comunidad. En términos organizacionales, el Proyecto facilitó la movilización participativa de personas en grupos y centros y generó autoconfianza e independencia en lo individual y en la colectivo.
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