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Desarrollo a escala humana: una opción para el futuro
Manfred Max-Neef - Antonio Elizalde - Martín Hopenhayn | Santiago (Chile), otoño de 1986.
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IX. Sobre recursos

Recursos para la autodependencia

En materia de políticas concretas orientadas al Desarrollo a Escala Humana en América Latina, un elemento decisivo es el de la generación y asignación de recursos destinados a fortalecer a las organizaciones locales que operan con una racionalidad contrahegemónica (solidaria, sinérgica, participativa) y a incrementar la autodependencia de estas organizaciones. Si se fortalecen los embriones de organización puede atenuarse el riesgo de la cooptación de lo micro por lo macro, y puede aumentar la permeabilidad de lo macro por lo micro. Una política de recursos para el desarrollo local (descentralizadora y participativa) y desde las organizaciones locales constituye la piedra angular para una transformación estructural de abajo hacia arriba.

En este sentido es preciso examinar el problema de los recursos al interior de las pequeñas organizaciones económicas, evaluar críticamente las nociones convencionales de recursos, buscar formas alternativas para movilizar recursos financieros y, sobre todo, ponderar la importancia de recursos no convencionales para el desarrollo local y, particularmente, para el de las pequeñas organizaciones económicas.

El trabajo como un multi-recurso

Al analizar una unidad productiva a fin de evaluar su eficiencia y su modo de organizar el proceso productivo, el paradigma ortodoxo de la teoría económica, basado en el concepto de función de producción, postula que el flujo de producción, durante un cierto período de tiempo, depende del stock de capital y del uso de una cantidad determinada de trabajo, combinados en una proporción dada. De ello se deduce que tanto el trabajo como el capital no son sino factores de producción, vale decir, insumos para el proceso productivo. Bajo semejante perspectiva nada diferencia, en un sentido formal, la máquina del trabajo humano: este se adquiere en el mercado como una mercadería cualquiera, dado que tiene un precio (salario) y está sujeto al libre juego de oferta y demanda.

Si en su versión primitiva trabajo y capital fueron, para la teoría económica, considerados homogéneos, posteriormente la noción de homogeneidad del capital fue superada por la llamada Controversia del Capital o Controversia de Cambridge. La idea de homogeneidad del trabajo fue trascendida por la Teoría del Capital Humano, pero esta redujo el trabajo humano a la condición de capital acumulable mediante inversiones de educación y entrenamiento. Además de ser objetable en el plano ético, esta teoría contiene un sofisma ideológico merced al cual los trabajadores también aparecen, en cierta forma, como capitalistas.

Más allá de los reduccionismos aludidos, estas nociones omiten un conjunto de recursos relacionados con el trabajo y que la experiencia histórica obliga a considerar. El trabajo constituye mucho más que un factor de producción: propicia creatividad, moviliza energías sociales, preserva la identidad de la comunidad, despliega solidaridad y utiliza la experiencia organizacional y el saber popular para satisfacer necesidades individuales y colectivas. El trabajo tiene, pues, una dimensión cualitativa que no puede explicarse por modelos instrumentales de análisis ni por estimaciones econométricas de funciones de producción.

En el marco de la actual crisis, la dimensión cualitativa del trabajo se hace más manifiesta en las actividades que desarrollan muchas de las micro-organizaciones. Se trata de elementos intangibles, no mensurables ni definibles en unidades comparables a las usadas para los factores de producción convencionales. Ligados a una noción más amplia del trabajo, estos recursos desempeñan un papel decisivo al compensar la escasez de capital con elementos cualitativos para el aumento de la productividad. Entendido como una fuerza que moviliza potencialidades sociales, el trabajo, más que un recurso, es un generador de recursos.

La reconceptualización de los recursos —incluido el trabajo— es necesaria y viable. Permite superar visiones unidimensionales que tienden a subordinar el desarrollo a la lógica exclusiva del capital.

Las reconceptualizaciones a las que se ha hecho referencia y la definición de alternativas para la generación de recursos exigen considerar dos ámbitos fundamentales que se examinarán en los acápites siguientes. El primero se refiere a los recursos no convencionales, y el segundo a las alternativas de financiamiento para el desarrollo local.

Los recursos no convencionales

Los recursos no convencionales son importantes no sólo para la supervivencia de micro-organizaciones sino también para la constitución y el desarrollo de movimientos sociales en distintos paises de América Latina. Casos ilustrativos los encontramos en las Organizaciones Económicas Populares chilenas (OEP), en las comunidades cristianas de base del Brasil, en las organizaciones de barriadas del Perú, en los movimientos juveniles y de mujeres, en las organizaciones indígenas, en los grupos ecologistas y en otros tantos.

Organizaciones análogas existen en todos los paises de la región, y son formadas por personas que han resuelto unir esfuerzos para enfrentar grupalmente la satisfacción de sus necesidades fundamentales mediante la construcción de proyectos colectivos de vida.

En el caso de las micro-organizaciones, muchas de ellas se crean a fin de paliar la ausencia de oportunidades de trabajo en los sectores más modernos de la economía, pero también buscan alternativas conscientes frente a la alienación y a la jerarquización vertical del trabajo en las fábricas, en las oficinas y en otros servicios organizados en torno al núcleo capitalista moderno. Buena parte de estas organizaciones no sólo se consagran a actividades económicas que garanticen su auto-reproducción, sino que también desarrollan actividades sociales, culturales y recreativas. La producción y la comercialización de bienes y servicios se complementa allí con actividades de autoconstrucción, huertos orgánicos, cocina comunitaria, compras comunes, teatro popular y otras.

Más allá de los recursos económicos

Los recursos que tales movimientos y organizaciones movilizan no se agotan en lo que convencionalmente suele entenderse por recursos económicos. Mientras estos últimos se reducen al trabajo, con sus varias calificaciones, y al capital, entre los otros recursos se incluyen:

  1. Conciencia social.
  2. Cultura organizativa y capacidad de gestión.
  3. Creatividad popular.
  4. Energía solidaria y capacidad de ayuda mutua.
  5. Calificación y entrenamiento ofrecido por instituciones de apoyo.
  6. Capacidad de dedicación y compromiso de agentes externos o internos.

Es preciso destacar la particularidad muy especial que distingue a los recursos convencionales de los no convencionales. Mientras los primeros se agotan en la medida en que se utilizan, los segundos se pierden sólo en la medida en que no se utilizan. Por ejemplo, el poder que se entrega es poder que se pierde; el dinero que se da es dinero que se deja de tener. En cambio, la solidaridad que se da es solidaridad que crece; el conocimiento que se entrega es conocimiento que se expande.

Los recursos no convencionales potencian un desarrollo que va más allá de la noción convencional de acumulación (aun cuando la incluye), ya que se funda, además, en el acervo del saber práctico generado por la propia comunidad. Tal acumulación de conocimientos amplía a su vez la potencialidad de los propios recursos: capacidad organizativa, generación de nuevas conductas y opciones enriquecedoras de interacción comunitaria. Otro rasgo distintivo de estos recursos, y que revierte las perspectivas económicas habituales, es que, contrariamente a los recursos económicos convencionales que se caracterizan por la escasez, los recursos no convencionales abundan. Tienen, además, una enorme capacidad de conservar y transformar la energía social para procesos de transformaciones profundas.

Complementación entre recursos convencionales y no convencionales

La potenciación de recursos no convencionales, como los enumerados, estimula no sólo la autodependencia, sino que garantiza una mejor utilización de los recursos convencionales, especialmente del capital. Esto es fácilmente comprobable a la luz de la experiencia de muchos proyectos locales ejecutados en América Latina con apoyo de organismos internacionales. Muchísimos proyectos que han contado con todo el apoyo financiero necesario acaban por desvanecerse debido a su incapacidad de estimular las motivaciones y potencialidades endógenas de los grupos que se pretende beneficiar. De ahí que todo recurso convencional que no se apoye en un querer ser y en un querer hacer de la comunidad, es decir, en la emergencia de los recursos no convencionales que la comunidad decida movilizar, acabará por ser ineficiente.

Esta reconceptualización de los recursos no sólo extiende las opciones en materia de planificación y políticas, sino que además destaca que el principal agente de transformación es la capacidad del ser humano de movilizar su sensibilidad, imaginación, voluntad y talento intelectual en un esfuerzo que se extiende desde el desarrollo personal al desarrollo social y que genera así una conciencia integradora que va de lo individual a lo colectivo, transformando recursos internos a la persona en catalizadores de una energía social transformadora. Es precisamente este caudal sinérgico de los recursos no convencionales lo que los convierte en una pieza clave para el Desarrollo a Escala Humana. Y es por su dimensión histórico-cultural que una política de recursos no convencionales es mucho mas que una política económica.

Recursos no convencionales y democracia social

Estos recursos pueden ser instrumentos importantes de transformación en la medida en que se encuentran enraizados en las comunidades y ‘almacenados’ en la tradición histórica y cultural. Son las comunidades las que pueden maximizar y viabilizar el uso de ellos, pues tales recursos les son inherentes. De modo que el potenciamiento en el uso de los recursos no convencionales implica también el potenciamiento de la participación comunitaria de la Sociedad Civil frente al Estado y de la autodependencia frente a la dependencia.

A los recursos no convencionales mencionados pueden agregarse otros análogos que hacen referencia tanto al ámbito histórico-antropológico como al de las estructuras sociales, tales como las redes sociales, la memoria colectiva, la identidad cultural y las visiones del mundo.

La alternativa orientada al Desarrollo a Escala Humana pasa necesariamente por una política de activación de recursos no convencionales. Ello obliga a asumir un enorme desafío ideológico, cual es el de avanzar en la perspectiva de:

  1. Identificar y aprovechar las coyunturas históricas favorables a fin de multiplicar las iniciativas que la Sociedad Civil forja para administrar los recursos disponibles en una dirección renovada.
  2. Identificar y ampliar los espacios sociales que albergan mayor potencial en materia de recursos no convencionales.
  3. Identificar y estimular los actores sociales capaces de utilizar estos recursos en función de cambios estructurales hacia un Desarrollo a Escala Humana.

Alternativas de financiamiento local

El sistema financiero convencional no ha sido adecuado para la promoción del desarrollo local ni ha respaldado experiencias alternativas de organización económica. Ello es parte de un contexto político que requiere de una revisión crítica. Tanto más importante es esta revisión cuando se toma conciencia de la crisis económica que atraviesan los países de la región. Las políticas estabilizadoras destinadas a resolver los problemas de desequilibrio interno y endeudamiento externo fueron minadas por un proceso irresponsable de financiamiento a los grandes grupos económicos y al Estado por parte del sistema financiero privado internacional. Lejos de conducir a nuestro país a su desarrollo, estos procesos precipitaron una profunda crisis económica y social que no tiene paralelo en la historia latinoamericana. Si algo no puede soslayarse es el hecho de que el financiamiento a los grandes grupos económicos y al Estado agudizó una crisis que empobreció aún más a aquellos sectores que han sido tradicionalmente excluidos social, económica y políticamente del proceso histórico de expansión económica.

Uno de los principales problemas en relación al financiamiento local es el de la hipertrofia y centralización del Estado en América Latina. Más recursos estarían disponibles para promover la autodependencia de los espacios locales si se llevaran a cabo, en muchos de los países de la región, reformas en los sistemas tributarios, monetarios y financieros. Esto, a fin de permitir que tanto los recursos públicos como los privados estén más directamente vinculados a las necesidades locales y a los grupos más desprotegidos de la población. La decisión en torno a la disyuntiva entre descentralización y centralización se sitúa así en el centro de la problemática del Desarrollo a Escala Humana. Con ello se replantea el papel del Estado como asignador de recursos para favorecer el desarrollo orientado al fortalecimiento de los espacios locales.

Las instituciones financieras que se dediquen al financiamiento local en función de un Desarrollo a Escala Humana deben plantearse fines y formas de operar que desborden el marco convencional del financiamiento. En primer lugar, estas instituciones deben promover la creatividad local y apoyar iniciativas comunitarias que se organicen a través de relaciones solidarias, horizontales y equitativas. En segundo lugar, tales instituciones deben maximizar, en el nivel local, la velocidad de circulación del dinero. Esto significa captar el excedente generado localmente y hacerlo circular la mayor cantidad de veces posible al interior del espacio local, ampliando así la capacidad multiplicadora del financiamiento a partir de un nivel determinado de ahorro. En tercer lugar, estas instituciones han de adecuarse para que los propios ahorrantes o generadores de excedentes puedan decidir sobre el destino de sus recursos, lo que permitiría mayor transparencia en la relación ahorrante-inversor, promoviendo más participación en las actividades consagradas a visualizar alternativas de desarrollo en el espacio local. En cuarto lugar, tales instituciones financieras deben administrarse en forma cooperativa por personas de la propia comunidad, para lo cual la gerencia también debe ser de origen local. Por último, para que la institución financiera local pueda sostener una imagen de credibilidad debe contar con protección contra eventuales crisis de liquidez. Esta protección podría asumirla una organización bancaria tal como el Banco Central o cualquier otro sólido banco oficial.

En función de lo anterior, es menester que el sistema bancario en América Latina incorpore una nueva orientación que amplíe su concepción de financiamiento. Así podrá superarse la práctica restrictiva en materia de préstamos, removiendo las barreras conservadoras que exigen garantías patrimoniales como condición imprescindible para la concesión de créditos.

Sin desmedro de su autonomía, los bancos locales también podrían estar vinculados tanto al sistema financiero nacional como al internacional. Con relación a esta última articulación cabría pensar en la creación de un banco regional latinoamericano cuya función primordial fuera la de apoyar el financiamiento local. Dicho banco, de cobertura regional, podría concebirse como una institución cooperativa integrada por bancos locales.

Otra forma de financiamiento local es la llamada Banca Descalza (Barefoot Banking). Se trata de un mecanismo que generalmente se vincula con alguna institución financiera oficial. Su objetivo es el de asignar recursos a actividades que pueden desarrollar grupos locales que, de no mediar esta gestión, no tendrían acceso a financiamiento de ninguna otra institución bancaria, fuere pública o privada. El sistema tiene múltiples variantes, pero en general funciona a través de la identificación de oportunidades de inversión realizada por personas entrenadas que conviven con la comunidad. Tales agentes seleccionan actividades en función de las condiciones locales y en la medida en que contengan potencialidades de desarrollo. En estos casos el apoyo se adapta a las posibilidades reales del proyecto local, en lugar de que el proyecto deba adaptarse a las exigencias del mercado financiero.

El financiamiento local exige también que la propia institución financiadora (o cualquier otra agencia pública o privada) suministre, de ser necesario, apoyo técnico para la formación y ejecución de proyectos que aprovechen las oportunidades económicas existentes en la localidad. Tal exigencia no debe entenderse como formal, sino como instrumento que permita evaluar la viabilidad del esfuerzo y mejorar el apoyo externo.

El financiamiento para pequeñas organizaciones económicas en espacios locales obliga a las instituciones a ser capaces de captar los ahorros y canalizarlos mediante el crédito para atender las necesidades locales. En el caso del Grameen Bank Project, en Bangladesh, el crédito generó ahorros, lo que es poco usual. Suele ocurrir lo contrario, a saber, que el ahorro genere crédito. La relación entre ahorro y crédito ha sido objeto de algunas propuestas en trabajos recientes. Se argumenta al respecto que, a la luz de los problemas enfrentados por las comunidades más pobres que buscan o vivencian formas alternativas de desarrollo, la movilización del ahorro, combinada con créditos a nivel local, constituye uno de los medios más importantes para la promoción del desarrollo de la comunidad. Por otro lado, hay experiencias que demuestran que el sector informal cuenta con gran potencial para la generación de ahorros, y que dicho potencial ha sido escasamente aprovechado.

Las instituciones de ahorro en los espacios locales surgen, pues, como importantes agencias de apoyo a experiencias alternativas, sobre todo si no persiguen fines de lucro y se limitan a pequeños espacios geográficos, asumiendo el papel de bancos típicamente populares. Para mayor coherencia con el desarrollo local, estas instituciones deben además: poseer una estructura descentralizada; ligar de la manera más estrecha posible la formación de ahorros a las necesidades de crédito local; y superar o encontrar formas alternativas a las exigencias habituales de garantías para la concesión de créditos.

Autonomía y macropolíticas

Resulta imprescindible diseñar políticas para apoyar el desarrollo de los sectores invisibles mediante la aplicación de programas de capacitación, crédito y asistencia técnica a los pequeños productores urbanos y rurales, privilegiando especialmente a micro-organizaciones capaces de decidir y dirigir sus proyectos por sí mismos, de manera colectiva y solidaria.

Asimismo, los programas de capacitación, crédito y asistencia técnica deben tener como objetivo primordial el aumento de la capacidad de control por parte de las micro-organizaciones y de las poblaciones organizadas sobre el conjunto de bienes y servicios necesarios para reducir la pobreza, garantizar la calidad de vida, el mejoramiento del hábitat y del ambiente y estimular, así, la autodependencia en las comunidades, municipios y regiones.

Convendría fomentar la aplicación de estrategias de desarrollo que reconozcan y respeten la diversidad de realidades y formas de organización que en los planos locales, regionales y nacionales caracteriza a América Latina y convertir así la diversidad en elemento potenciador del desarrollo. Ello debe implicar un esfuerzo sistemático de desconcentración del poder político, de modo de distribuir más igualitariamente su ejercicio en los distintos ámbitos de la sociedad y así asegurar la adecuada consideración de los intereses locales y regionales.

Finalmente, aparece como imperiosa la necesidad de abocarse a estudios profundos que apunten a una reestructuración de los sistemas financieros y bancarios dentro de nuestros países, de tal manera que aporten al desarrollo no sólo en términos globales, sino que lo estimulen específicamente en los espacios regionales, municipales y comunitarios, con especial énfasis en el potencial de autodependencia en las organizaciones locales. En tal sentido, cabe considerar la creación de bancos locales (no sucursales de bancos nacionales) que estimulen el ahorro comunitario y la circulación de excedentes en las propias comunidades que los generan.


Edición del 19-12-2010
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