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Las Conferencias de Naciones Unidas, como Río 92 (Medio Ambiente y Desarrollo), Viena
93 (Derechos Humanos), El Cairo 94 (Población), Copenhague 95 (Desarrollo Social) y
Beijing 95 (Mujer), a pesar de su especialidad, han tendido a un planteamiento integral de
problemas globales de la humanidad. En este año, 1996 se celebra la Cumbre de las
Ciudades, HÁBITAT II, dedicada al medio en el que los diversos temas de la conferencias
previas se encuentran en la realidad de cada día.
Estas Conferencias intergubernamentales han permitido el debate amplio entre distintos
niveles de las administraciones, las ONGs y la sociedad civil en general, tanto en el proceso
de preparación de las mismas, como en su desarrollo y en foros paralelos, desembocando
en movimientos sociales de reflexión, debate e implementación posterior, como es el caso
de las Agendas 21.
Las Cumbres de Naciones Unidas se han convertido en acontecimientos mediáticos, con
un enorme impacto sobre la opinión pública, con un gran poder de difusión y legitimación
de los acuerdos alcanzados y de las declaraciones sobre los problemas existentes y las
posibles formas de actuación. Los mensajes principales que han legado estas Conferencias
de cara a las ciudades, pueden resumirse, corriendo el riesgo de la excesiva simplificación,
en los siguientes puntos:
El debate sobre la Agenda HÁBITAT se debe situar en nuestro país en el contexto de
desarrollo de la Unión Europea. El Tratado de la Unión tiene entre sus objetivos la cohesión
económica y social, y el desarrollo sostenible. Para ello se están definiendo distintas
políticas de la Comisión: desde la aplicación de los Fondos Estructurales (FEDER y FSE,
incluída la iniciativa URBAN para las ciudades) y los Fondos de Cohesión, hasta el Libro
Verde sobre el Medio Ambiente Urbano, los trabajos del Comité Espacial o la Campaña de
Ciudades Sostenibles. Los estados miembros están desarrollando algunas políticas
innovadoras sobre la ciudad y el territorio, destacando la necesidad de la integración de
políticas, la cooperación y la mejora de la gobernabilidad: Holanda, Francia, Dinamarca,
Suecia, Alemania e Inglaterra, han desarrollado considerablemente estos campos en la
ultima década.
En España se ha avanzado en el planeamiento nacional (Plan Director de Infraestructuras,
Estrategia de Medio Ambiente, Plan de Vivienda y Política de actuaciones concertadas en
Ciudades), y en en el desarrollo de planes y políticas territoriales de las Comunidades
Autónomas, así como en la realización de algunos planes estratégicos de ciudades y en la
renovación del planeamiento urbanístico. Pero apenas se ha desarrollado una Política de
ciudades que enfoque los problemas de cohesión social y de sostenibilidad ambiental
mediante políticas integradas. La Agenda 21, por ejemplo, casi no se ha desarrollado en
las ciudades españolas.
Sin embargo, distintos organismos y ciudades españolas están debatiendo estos temas en
foros como la OCDE (Informes sobre La Ciudad Ecológica y Grupo de Trabajo sobre
políticas para Barrios Desfavorecidos en curso de realización en el que participan 50
ciudades españolas), los Seminarios de países miembros de la Unión Europea sobre
Ciudades y Cohesión social (celebrados en 1995 en París y Madrid, y previstos en 1996
en Italia y Holanda), la primera Conferencia Ministerial Europea sobre Políticas de vivienda
sostenibles a celebrar proximamente en Copenhague, la Campaña de Ciudades Sostenibles
(Carta de Aalborg de 1994 y congreso previsto en Lisboa en 1996), y las redes de
ciudades (Eurociudades, Barrios en Crisis o Ciudades libres de coches, entre otras).
Finalmente en 1996 se producirán, además de los acontecimientos ya enunciados, otros
eventos mundiales sobre la Política para las Ciudades como: Asamblea Mundial de
Ciudades y Autoridades Locales en Estambul, Foro de Autoridades Locales y Reunión de
Organizaciones no gubernamentales en Estambul y Congreso de la Unión Internacional de
Arquitectos en Barcelona.
Todos coinciden en la necesidad de recuperar la atención sobre la ciudad, analizar los
cambios económicos y sociales, revisar el enfoque de sus problemas y oportunidades, y
renovar el planteamiento de las formas y usos de las ciudades y de su gestión y
actuaciones necesarias.
La revolución de las comunicaciones, y especialmente de las telecomunicaciones, ha
reforzado la globalización en muchas actividades humanas (información, economía,
política...). Al mismo tiempo, se han creado condiciones favorables al desarrollo de valores
universalistas, generalizándose normas y pautas sociales, que tienden a implantarse y a
reconocerse globalmente. Frente a esta tendencia a la unificación, y al funcionamiento
articulado y globalizado de las sociedades (mercados abiertos, organismos multilaterales,
democracia, medios de comunicación,...), se encuentra la cultura local, como forma de
control y de enriquecimiento de los sistemas económicos, políticos y culturales, en los que
se inserta.
Ambos sistemas de valores, el global y el local, han de articularse eficazmente. Los
sistemas globales tienden a ignorar las especificidades de los individuos y los grupos, en
tanto que las culturas locales tienden a exaltarlas, defendiendo a veces lo particular por
encima de lo solidario. Pero la universalización de valores y la comunicación global, tienen
el efecto de promover la solidaridad ante problemas localizados (desastres naturales o
provocados por el hombre), o ante la desigualdad o discriminación en la distribución de los
recursos, así como de mostrar la necesidad de control de los procesos de explotación y
consumo de recursos que pueden poner en peligro el propio desarrollo de la vida humana,
sea globalmente, sea en espacios locales específicos. La política global y la política local
tienen que alimentarse mutuamente.
Ya no es suficiente "pensar globalmente y actuar localmente", también es necesario
"pensar localmente y actuar globalmente" para construir desde lo local los valores de la
globalización. Esto es lo que representa la actividad internacional, de la sociedad civil, a
través de sus instituciones, asociaciones, etc. La articulación global-local se ha de producir
básicamente en las comunidad, a través de la sociedad civil y las instituciones, y se ha de
aplicar en los ámbitos locales a la economía, la cultura y la política. Son especialmente
importantes en este sentido las políticas que pueden instrumentarse a nivel de barrio y de
ciudad. El reconocimiento de la dimensión local en una sociedad globalizada, requiere
potenciar la capacidad de decisión de los ámbitos locales, de los ámbitos territoriales
adecuados a cada problema y decisión.
La globalización ha debilitado el rol de los Gobiernos nacionales, pero les ha convertido en
los protagonistas de la regulación económica y política a nivel mundial, a través de
mecanismos multilaterales, y al tiempo, son responsables de la promoción de las
autoridades y agentes locales. Los Estados son los mediadores que tienen que establecer
los marcos internacionales y locales para que la articulación de lo global y lo local sea
posible.
La contribución de las ciudades al desarrollo sostenible, debe plantearse a partir del análisis
de sus condiciones actuales de crecimiento y funcionamiento. El desarrollo sostenible es,
de momento, un marco teórico para establecer objetivos y orientar políticas, pero apenas
se han desarrollado y aplicado algunas actuaciones parciales. Las políticas en estos
momentos se proponen la reducción de la insostenibilidad como camino para ir definiendo
el nuevo modelo.
La sostenibilidad solo puede formularse vinculada al desarrollo. La cuestión radica en como
actuar en la naturaleza con el mayor beneficio para una humanidad en crecimiento, sin
perder las oportunidades de desarrollo futuro, cuando, dadas las tendencias, la humanidad
será mas numerosa. La conciencia ambiental se basa en la supervivencia de la humanidad
que necesita el equilibrio, y la utilización de la naturaleza para dicho propósito. Los limites
de la naturaleza plantean la necesidad de ir enfocando el desarrollo hacia un aumento de
la calidad de vida basado en el consumo de bienes inmateriales como la cultura y el ocio,
controlando el consumo de bienes materiales que no puedan mantener una tasa de
renovación.
La desigualdad en el desarrollo es otra contradicción que requiere atención. La cohesión
social y económica es un objetivo reconocido, que en un marco de economía de mercado,
y por lo tanto de competitividad, requiere políticas especificas dirigidas desde el sector
público que aborden los mecanismos de exclusión y promuevan políticas de integración
social para los excluidos.
En este documento se plantean a la sociedad española los problemas de la articulación de
la competititvidad, la cohesión social y la sostenibilidad, en las ciudades y el territorio
como forma de ir definiendo un modelo de desarrollo sostenible.
La ciudad esta siendo tratada principalmente mediante intervenciones sectoriales ignorando
su valor principal: la riqueza y complejidad de las relaciones sociales que contiene y
permite, y la diversidad de sus áreas y sus interrelaciones.
En la ciudad concurren la heterogeneidad (social, cultural, económica, etc), con la igualdad
(derechos formales, acceso al empleo y a la cultura, movilidad, etc.), y sea grande o
pequeña, es, o puede ser: densa, cohesionada, polivalente y bien comunicada.
Se interviene constantemente sobre la ciudad con nuevas políticas y actuaciones, pero
muchos problemas no se resuelven y se crean otros de forma inmediata (por ej. la
extensión funcionalista de los barrios, urbanizaciones y polígonos dispara la movilidad y el
uso del vehículo privado); o a largo plazo (por ej. la construcción de determinados barrios
de vivienda pública de los años 60 incluso ha reforzado algunos procesos de exclusión,
como ha ocurrido en otros países europeos).
Los problemas urbanos son multidimensionales e interdependientes. Las propuestas de
actuación deben contemplarlo, ya que, de no hacerlo, provocan tantos problemas como
posibles soluciones que, a veces, no llegan a ser tales.
Es necesario analizar el impacto de las políticas sectoriales en la ciudad y el territorio y
valorar la posible influencia de las nuevas políticas económicas, de infraestructuras,
urbanísticas, etc. Se debe influir en el diseño de las políticas y acompañarlas de las
oportunas medidas correctoras especialmente para los grupos y áreas más vulnerables.
La ciudad es demasiado compleja como para tratarla solo con medidas sectoriales, es
necesaria más cooperación: en la definición de políticas integradas, en esclarecer los
impactos (sociales, económicos, ambientales) de las actuaciones propuestas, en la
ejecución de paquetes de actuaciones complementarias, en la gestión de los servicios y en
el cambio de los comportamientos.
El ámbito territorial, en el que hay que abordar los nuevos planteamientos de intervención,
es la ciudad; lo que en este país es equivalente al territorio en su conjunto, dada la
extensión de la urbanización y del modo de vida que conlleva, que está reduciendo las
diferencias entre distintos tipos de núcleos de población, aunque indudablemente
mantengan bases económicas y vida social distintas.
Pero la razón fundamental por la que territorio y ciudad son inseparables es que los
territorios sean ciudad, pueblo, o ecosistema natural, con todos los escalones intermedios
de antropización, son ecosistemas interrelacionados, que se alteran entre sí a través de
múltiples formas de contacto y de utilización mutua.
En términos de desarrollo sostenible no se puede abordar la problemática de un área sin
analizar qué relaciones mantiene con otras en términos de utilización de recursos, aunque
no haya ninguna relación que suponga un uso directo de ocupación.
Finalmente las ciudades y otros ecosistemas han de considerarse en su relación, e
impactos, a escala planetaria, para comprobar la sostenibilidad de aspectos globales como
la deforestación, la biodiversidad, las emisiones contaminantes y los efectos sobre el
cambio climático (capa de ozono, efecto invernadero, etc..).
El derecho a la ciudad se basa en que esta es obra de sus gentes, de sus trabajos y de sus
ilusiones. En parte, porque muchas zonas urbanas y núcleos han sido construidos por sus
propios habitantes, tanto como por la ley y el mercado. Y, en parte, porque la vida social
urbana, probablemente la mayor riqueza de nuestras ciudades, es el resultado de la acción
cotidiana y conjunta de los ciudadanos.
Debido a ello, las políticas requieren más proximidad a los ciudadanos, para calibrar los
impactos en los distintos ámbitos sociales y territoriales, acercando las decisiones de las
administraciones (gestores y responsables electos) a los ámbitos significativos en cada
caso. Es decir, aplicando el principio de subsidiariedad o proximidad de la gestión pública
y el de participación o cooperación de la sociedad civil.
Esto supone la revalorización de la dimensión local, en dos aspectos principales: como
ámbito para la aplicación de las políticas integrales (medio ambiente, promoción
económica, integración social, etc), y como marco para la concertación entre las
Administraciones públicas y los actores privados, en especial, los ciudadanos.
Es necesario sentar las bases, y abrir caminos para avanzar hacia políticas integradas
desarrolladas mediante cooperación entre agentes públicos y privados, incorporando a la
sociedad civil, enfatizando el ámbito urbano y el rol gestor-coordinador-promotor de los
gobiernos locales para la concertación y realización de políticas a nivel local con referentes
globales.
Para ello es también necesario considerar a los ciudadanos en su diversidad, teniendo en
cuenta sus motivaciones como grupos con diferentes intereses y formas de vivir la ciudad,
abandonando la idea del sujeto único urbano.
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Félix Arias Goytre
Isabel Velázquez Valoria
Fecha de referencia: 28-02-1997
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