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De cualquier forma el planeamiento urbanístico tal y como está planteado en
la mayor parte de las comunidades autónomas necesita cambios profundos. El
primero sería la diferenciación entre los objetivos a corto y a largo
plazo. La necesidad de incluir algo parecido a la planificación estratégica
para la definición de las grandes líneas de construcción de la ciudad se
viene demandando incluso independientemente de la necesidad de hacer más
sostenible el territorio planificado. Incluso se le ha llegado a dar
nombre: plan ciudad, plan estratégico urbano, plan de objetivos o
planificación urbana a largo plazo. Una buena parte de los objetivos de
sostenibilidad (básicamente los de sostenibilidad global) son objetivos a
largo o muy largo plazo, incluso buena parte de ellos pretenden cambiar
tendencias. Esta situación choca frontalmente con la actual en la cual los
planes de urbanismo se suelen redactar con horizontes temporales de ocho o
cuatro años. Sin embargo también es verdad que muchas veces resulta
necesario cambiar determinadas características del plan, dependiendo de las
circunstancias del momento, manteniendo los objetivos finales. Por eso
parece necesario que los planes urbanísticos cuenten con un núcleo de
consenso con propuestas basadas en horizontes temporales de 20 a 30 años, y
otras determinaciones de un plazo mucho menor. Por supuesto que los
procesos de revisión de ambas partes no deberían de presentar las mismas
características. Éste sistema introduciría flexibilidad en el planeamiento
general ya que en estos momentos los procedimientos de revisión (sobre todo
en las grandes ciudades, y en las áreas metropolitanas) son casi imposibles
de llevar adelante. Además permitiría introducir objetivos de
sostenibilidad que el corto plazo no puede hacer fácilmente. Habría que
advertir que estos objetivos de sostenibilidad deberían de referirse
básicamente a la llamada sostenibilidad global (por ejemplo, cambio
climático) y empezar a diferenciar de forma clara los objetivos puramente
ambientales de repercusión interna para la propia comunidad, de los
objetivos de sostenibilidad de repercusión más amplia e incluso planetaria.
Todo se entendería de forma mucho más clara si las referencias a la
sostenibilidad global se relacionaran con la huella de deterioro ecológico
producida por el territorio objeto de planeamiento y la necesidad de
reducirla. También significaría unos más adecuados sistemas de
participación ciudadana que estarían, básicamente, centrados en los
objetivos a largo plazo, mientras que las concreciones más técnicas de los
objetivos a corto plazo se corresponderían con los intereses políticos
correspondientes a cada legislatura cuatrienal. También sería necesario que
en los propios planes se incluyera como parte esencial de los mismos la
denominada actualmente evaluación ambiental estratégica
. La evaluación
ambiental necesaria para el acto administrativo de declaración de impacto
ambiental no ha llegado cumplir en nuestro país las expectativas con las
que se implantó. Una de las causas (hay otras muchas tan importantes como
ya se ha mencionado anteriormente) es que no ha llegado a producirse una
verdadera integración de la evaluación tanto en los proyectos como en los
planes de forma que constituyan parte sustancial de los mismos. Esta
integración tanto en el núcleo de objetivos a largo plazo, como de acciones
más concretas del momento, resulta necesaria para conocer las implicaciones
de estos objetivos y de estas acciones sobre el territorio objeto de
planeamiento.