Alojar para el desarrollo: una tarea para los asentamientos humanos > http://habitat.aq.upm.es/iah/cepal/a006.html |
De ocho países que disponen de información censal comparable para
las últimas dos décadas, tres vieron aumentadas sus tasas de
crecimiento de la cantidad de hogares: Panamá (de 2.8% a 3.6%);
Paraguay (de 3% a 3.9%) y Perú (de 1.8% a 3.2%). En los restantes
casos (Brasil, Chile, Ecuador, México y Venezuela), si bien el
ritmo de aumento de las unidades domésticas se desaceleró, en
términos relativos esta reducción fue menor que la del crecimiento
demográfico. A modo de ilustración, cabe mencionar el caso de
Brasil, cuya tasa de crecimiento de la cantidad de hogares se
redujo de 3.1% en los años setenta a 2.9% en los ochenta, mientras
la caída experimentada por el índice de crecimiento demográfico fue
más significativa (2.5% a 1.9%).
Si se considera que en el conjunto de países analizados siguió
elevándose la cuota anual de nuevos hogares (incluso en aquellos en
que se redujo su ritmo de crecimiento), queda claro que la región
deberá enfrentar una mayor demanda potencial de nuevas unidades de
vivienda, cuyos índices de crecimiento bordean el 3% (véase la
tabla 7 del Anexo). De tal manera, al menos en el mediano plazo, el
sector no se beneficiará con la reducción de la presión demográfica
que resulta del proceso de transición de América Latina y el
Caribe.
De acuerdo con la información censal, se advierte también que
durante las últimas décadas se produjo una reducción progresiva del
tamaño medio de los hogares de la región. En el gráfico 1 se
ilustra el comportamiento de ciertos países en esta esfera. Aun
cuando estas tendencias deben considerarse a la luz de la evolución
de los hogares de cada uno de los países, es evidente que las
viviendas deberán acoger grupos residenciales con cada vez menos
miembros. En términos generales, la pauta de alojamiento que
adquiere la región resulta menos eficiente que la que predominaba
antes, dado que exige un mayor número de viviendas. Aun cuando las
soluciones habitacionales necesarias podrían ser más pequeñas
cuanto más se redujera el tamaño de los hogares, los costos e
instalaciones fijos que requiere cada unidad habitacional encarecen
la tarea de alojar a los hogares latinoamericanos en estructuras
más nuclearizadas. Por otro lado, teniendo en cuenta que, como se
indica en los censos, más de la mitad del parque de viviendas
cuenta con tres recintos o menos [CEPAL , 1995], la reducción del
tamaño de los hogares podría ayudar a aliviar el hacinamiento
habitacional que existe en muchos de ellos.
Cuando el proceso de urbanización aún está en desarrollo, puede
elevarse sustancialmente la proporción de jefes de hogar debido al
ingreso de una masa de jóvenes a la edad adulta. Al postular a un
alojamiento, las parejas e individuos jóvenes constituyen un
dinámico sector de solicitantes, dado que en general tienen mayores
posibilidades de ahorrar para pagar una vivienda que las familias
de más edad o tamaño.
En los países de transición incipiente y moderada, cuyas tasas de
aumento demográfico son del orden de 2.5% y 3%, respectivamente
[CEPAL/CELADE , 1993] y cuyas poblaciones están compuestas por un
gran número de niños y jóvenes, aún se encuentran familias de mayor
tamaño, muchas veces multigeneracionales o extensas, propias de
sociedades con más población rural. Quizás estos hogares no busquen
avanzar hoy hacia una nuclearización, pero es muy probable que
modifiquen la pauta de estructuración de su grupo doméstico en
cuanto adopten patrones culturales más urbanos [2].
Las estimaciones y proyecciones del número hogares son útiles
para cuantificar las necesidades habitacionales. Como toda
simulación, los cálculos pueden tener diferentes grados de
complejidad. En este caso se recurrió a una metodología simple
a fin de presentar una magnitud aproximada de la cantidad de
hogares latinoamericanos y caribeños según los países. El
parámetro empleado fue el número medio de personas por hogar
resgistrado en los censos nacionales de población y vivienda
celebrados entre la ronda de 1970 y la de 1990.
Las proyecciones se efectuaron en el marco de dos escenarios.
En el primero, el número medio de personas por hogar
consignado en el último censo disponible se mantuvo constante
hasta el año 2025 y se aplicó a las proyecciones de población
vigentes del CELADE hasta dicho período. En este escenario no
se consideró la reducción del tamaño de los hogares observada
en la región. El segundo escenario supuso una tendencia descendente del número medio de personas por hogar; por tal motivo se lo ha denominado de "nuclearización acelerada", debido a la disminución de la fecundidad, el envejecimiento de la población y el aumento concomitante de los hogares de ancianos solos o en pareja, además de la independización temprana de los jóvenes. La hipótesis utilizada fue la evolución lineal de este indicador, desde la última cifra censal disponible hasta una cifra considerada factible en el año 2025, a la luz de su desarrollo histórico. Para los países en plena transición demográfica y en una etapa avanzada de transición (grupos III y IV de la tipología del CELADE), donde resulta probable una dinámica de nuclearización más activa o rápida, esta cifra se fijó en 3 personas. Para los países en una etapa de transición incipiente o moderada (grupos I y II de la misma clasificación), con mayores tasas globales de fecundidad y estructuras de edades más jóvenes, el indicador se fijó en 3.5 personas por hogar. Evidentemente, este escenario arroja un mayor volumen de hogares, lo que se traduce en una mayor presión sobre el subsistema habitacional. |
La vivienda puede facilitar la subsistencia de las familias pobres.
Los hogares que necesitan complementar sus ingresos apoyándose
entre varios miembros han optado por arreglos domésticos
transitorios o definitivos de convivencia entre varias familias
[CEPAL , 1994a]. Estas estrategias domésticas fueron la respuesta
reiterada frente al escenario de políticas de ajuste de los años
ochenta, cuando en muchos centros urbanos los hogares pobres
sufrieron la agudización de los problemas del hacinamiento.
Las estrategias de "allegamiento" o "arrimo" pueden tener
connotaciones de distinto signo. Por una parte, si los miembros que
se incorporan son hábiles y capaces de aportar sus ingresos o
trabajo doméstico, los arreglos brindan flexibilidad y beneficios
económicos para el grupo familiar. Debido a esta estrategia hay
menos pobreza dentro de los hogares extensos que en hogares pobres
de menor complejidad. Por otra parte, si los allegados no perciben
ingresos significativos, la familia receptora debe prorratear sus
entradas entre el conjunto de miembros, protegiendo así a los más
vulnerables. En los hogares pobres, los afectados por la extrema
privación presentan mayores índices de personas por hogar y tasas
de dependencia demográfica que los hogares pobres no indigentes.
Una de las características más destacadas de los cambios de la
estructura familiar en América Latina y el Caribe es el aumento de
las familias encabezadas por mujeres. De los trece países para los
que se dispone de información, sólo en Perú y Paraguay el
porcentaje de hogares con jefatura femenina disminuyó levemente
entre las décadas de 1980 y 1990. La gran mayoría de las mujeres
que declaran ser jefas de hogar no tienen cónyuge y dirigen solas
sus familias. Salvo contadas excepciones, los hogares encabezados
por mujeres (sean extendidos, compuestos o nucleares) presentan
índices de pobreza mayores que aquellos cuyos jefes son hombres. A
principios de los años noventa, los hogares de jefatura femenina
estaban sobrerrepresentados dentro de los indigentes (de manera
particularmente visible en países como Venezuela, Costa Rica y
Paraguay) [CEPAL , 1994a]. En los hogares encabezados por mujeres
sin cónyuge y con tres o más hijos se dan las condiciones más
propicias para activar mecanismos de transmisión intergeneracional
de la pobreza, tales como el trabajo infantil, una alta tasa de
repetición, la deserción escolar y el conjunto de condicionantes de
baja adquisición de capital educativo [CEPAL , 1994a].
Existen diferencias importantes en la calidad del parque
habitacional de los diferentes países. Como se señala en la tabla
4, los países con mayor proporción de viviendas adecuadas son
Argentina, Chile, Cuba, Uruguay y Venezuela, mientras que las
disponibilidades menores, en términos porcentuales, serían las de
Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Bolivia y Perú. La población de
los tres países centroamericanos registra un crecimiento natural y
niveles de ruralidad altos, mientras que en Bolivia y Perú, países
más urbanizados, los sistemas urbanos son poco consolidados y
acusan proporciones elevadas de hogares en condiciones de pobreza.
Las viviendas que se estiman irrecuperables son aquellas que, por
su estado generalizado de deterioro o precariedad, exigen un
reemplazo tan sustancial de sus componentes materiales que, en la
práctica, deben reconstruirse en su sitio o reemplazarse en otro
lugar. Este segmento, que alcanza a 12.5 millones de viviendas,
incluye habitaciones altamente deterioradas y hacinadas en los
cascos centrales de las ciudades, viviendas improvisadas o
provisorias, ranchos y chozas, entre otras. En promedio representa
más de 15% del parque y, para algunos países como El Salvador o
Nicaragua, más de 30%.
Tabla 2 Viviendas en régimen de propiedad (%) |
||||
País | 1960 | 1970 | 1980 | 1990 |
Argentina | 59 | 59 | 68 | 68 |
Chile | 39 | 54 | 63 | 68 |
Ecuador | - | 63 | 67 | 68 |
Panamá | 59 | 63 | 67 | 76 |
Venezuela | - | 71 | 75 | 76 |
FUENTE: Para 1960, 1970 y 1980: CEPAL, Anuario estadístico de América Latina y el Caribe, Santiago de Chile, varios años; para 1990: censos de vivienda. |
Según estudios del Banco Mundial [CNUAH , 1995], la regularidad
dominial se ha reflejado en un aumento de hasta 60% del valor
comercial de las viviendas, lo que incrementa sustancialmente el
activo de las familias. Además, estas viviendas tienen mayores
probabilidades de contar con infraestructura sanitaria en el
futuro, de manera que la seguridad de la tenencia brinda un
incentivo para que las familias deriven recursos propios para el
mejoramiento de su vivienda. Se puede afirmar, entonces, que la
alta proporción de propietarios de la región representa un factor
que contribuye a elevar el ingreso, la calidad de vida y las
oportunidades de capitalización de las familias.
No obstante, cabe señalar que los promedios nacionales no reflejan
la realidad de los estratos más pobres, que registran la mayor
proporción de tenencia irregular. Los países deberían considerar la
implementación de políticas de regularización dominial que
abarcaran los bolsones rurales y urbanos de vivienda no
regularizada. Se trata de un asunto particularmente importante en
los países del Caribe y Centroamérica, donde abundan los no
propietarios y las viviendas rurales sujetas a complejos sistemas
de tenencia. Por otra parte, podría estimarse acertada la
asignación de las viviendas sociales en propiedad por parte de las
políticas públicas que operan en la región, ya que la estabilidad
implícita en este régimen ha resultado una buena motivación para
que la familia colabore en el mejoramiento y cuidado de su vivienda
o participe en la consolidación del barrio y la ciudad.
Lo anterior no excluye la necesidad de considerar otras formas de
tenencia que se ajusten a la creciente movilidad que implica la
urbanización y los nuevos escenarios de apertura. Las familias
probablemente quieran modificar su ubicación residencial ante
nuevas expectativas de empleo o ingreso. Las políticas deberían
incluir la flexibilidad de la tenencia, aun para la vivienda
destinada a sectores de menores recursos, para hacer posible que
las familias se trasladen de ciudad, de barrio o de vivienda a
medida que se les presentan nuevas oportunidades de empleo o
progreso.
Según estas estimaciones, el déficit cuantitativo de la región,
vale decir, el número de viviendas faltantes, alcanzaría a unos 18
millones de unidades. Sin embargo, también se aplicarían en este
caso las observaciones anteriores relativas a la probable
subestimación de los núcleos domésticos. Si consideramos los
cálculos de los núcleos familiares adicionales de algunos países
[Mac Donald , 1994], el número de viviendas faltantes llega a unos
20 millones. Dado el aumento anual de la cantidad de hogares
previsto para el período 1990-1995 por concepto de formación de
nuevas unidades de demanda, se hacen necesarios otros 2.68 millones
de viviendas al año. En consecuencia, si en los próximos años la
región no es capaz de alcanzar un ritmo de construcción acorde con
estas dimensiones, el déficit cuantitativo seguirá abultándose. En
Brasil y México, por ejemplo, el solo aumento de los hogares
establecería una necesidad anual superior a los 900 000 y 530 000
viviendas, respectivamente.
Con arreglo al índice de carencias cuantitativas netas respecto del
total de hogares, los países se dividen en cuatro grupos. En un
primer grupo, de bajas carencias (menos de 15% de los hogares sin
viviendas o en viviendas irrecuperables), se ubican Costa Rica,
República Dominicana y Uruguay; en un nivel moderado, entre 15 y 19
viviendas faltantes por cada 100 hogares, estarían Argentina,
Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Guatemala, Honduras y Paraguay; en
un nivel alto de carencias, con porcentajes inmediatamente
superiores al promedio (entre 19 y 25 de cada 100 hogares), se
ubicarían Ecuador, México, Panamá y Venezuela; en el cuarto grupo,
con un porcentaje de carencias superior a 25% de los hogares, se
encontrarían Bolivia, Perú, El Salvador y Nicaragua (véase la tabla
10 del Anexo).
El déficit cualitativo es aún más pronunciado que las carencias
netas, ya que alcanza a más de 20 millones de viviendas. Si bien
podría parecer menos grave desde el punto de vista de la urgencia
social, su efecto económico es importante en el mediano plazo. Si
los problemas cualitativos de las viviendas no se atienden
oportunamente, puede aumentar el parque irrecuperable y en
consecuencia también el déficit cuantitativo. De hecho, la oferta
insuficiente de programas de mejoramiento en la región, además de
las restricciones de recursos, que no permiten que las familias de
menores ingresos hagan las mejoras necesarias por sí mismas,
dificultan el buen mantenimiento del parque y favorecen la
tugurización y el abandono de viviendas. Los porcentajes de
viviendas recuperables oscilan entre cerca de 10% y más de 25% del
total, como sucede en Guatemala, Colombia, Brasil, República
Dominicana, Perú y Nicaragua (véase la tabla 3).
Dada la crónica limitación de la capacidad para atender las
necesidades de vivienda en niveles que garanticen por lo menos
que el déficit no seguirá aumentando, ha surgido en el debate
habitacional la idea de que no es necesario calcular el
déficit, si de todos modos los recursos disponibles no
permiten construir lo suficiente. Más allá de estos
planteamientos, es incuestionable que podrán mejorarse los
programas si se dispone de un conocimiento objetivo de la
magnitud, la composición y la distribución geográfica de las
carencias habitacionales.
Desde esta óptica, los datos sobre las carencias de vivienda
que se presentan en este documento no constituyen una
calificación de desempeño de los países ni pretenden
establecer magnitudes exactas de déficit. Para los países
respecto de los cuales se dispuso de información detallada y
actualizada, fue posible identificar con mayor precisión las
deficiencias habitacionales. En los casos de información muy
agregada, la precisión puede ser menor. La colaboración
directa de algunas instituciones nacionales de vivienda
también permitió ajustar las estimaciones efectuadas.
A partir de los últimos censos de vivienda celebrados en 19
países de la región, se clasificó el parque según la
información sobre materiales predominantes y tipologías de
vivienda. En esta tarea se deben distinguir dos niveles de resultados. Por una parte, las estimaciones de viviendas irrecuperables calculadas a partir de las categorías de vivienda precaria empleadas por los institutos nacionales de estadísticas o vivienda ofrecen un mayor nivel de certeza. En cambio, hay que tener precaución al observar las cifras relativas a las viviendas recuperables, que en varios países pueden estar subestimadas. Es preciso que los países definan explícitamente el límite entre una vivienda adecuada y otra cuyos materiales deben mejorarse para ser considerada como tal. A ello se suma que la falta de información sobre el estado de mantenimiento de los materiales resulta una variable decisiva en la exactitud de este tipo de clasificación. En tal sentido cabe mencionar el sistema aplicado en el Censo de Población y Vivienda de Costa Rica (1984), según el cual se evalúa la situación en que se encuentra el material predominante, discriminando entre los materiales que no presentan ninguna falla o deterioro de su estructura, los que necesitan reparación de importancia, pero no un reemplazo total y, finalmente, los que deben ser reemplazados para proteger a los habitantes de la vivienda. |
Al interior de los países, la tabla de carencias habitacionales
muestra diferentes proporciones entre sus componentes cuantitativo
y cualitativo. Mientras el componente cuantitativo predomina en
países como Chile, Cuba, El Salvador y Venezuela, para otros como
Brasil, Costa Rica, Honduras y República Dominicana dentro de sus
carencias resulta mayor la incidencia del déficit cualitativo
(véase la tabla 5). En cada caso, las estrategias habitacionales
deberían considerar una combinación de programas calibrados en
función de las prioridades de construir nuevas viviendas y mejorar
las existentes.
País | Año | Población (b) |
Hogares estimados (c) |
Viviendas particulares |
Viviendas adecuadas |
% |
Viviendas irrecupe-rables |
% |
Viviendas recupe-rables |
% |
Argentina | 1991 | 32.615.528 | 9.380.204 | 8.554.695 | 6.434.209 (b) | 75,2 | 624.274 | 7,3 | 1.496.212 | 17,5 |
Bolivia | 1992 | 6.420.792 | 1.614.995 | 1.614.995 | 880.172 | 54,5 | 406.979 | 25,2 | 327.844 | 20,3 |
Brasil | 1991 | 145.657.806 | 35.517.542 | 34.734.715 | 19.490.609 | 56,1 | 5.098.394 | 14,7 | 10.145.712 | 29,2 |
Chile | 1992 | 13.231.803 | 3.365.462 | 3.120.967 | 2.394.995 | 76,7 | 364.760 | 11,6 | 361.212 | 11,5 |
Colombia | 1985 | 28.713.000 | 5.824.857 | 5.251.273 | 3.303.051 | 62,9 | 525.127 | 10,0 | 1.423.095 | 27,1 |
Costa Rica | 1984 | 2.404.530 | 527.299 | 500.030 | 339.840 | 67,9 | 43.804 | 8,8 | 116.386 | 23,2 |
Cuba | 1981 | 9.723.605 | 2.350.221 | 2.290.176 | 1.698.649 | 74,1 | 335.427 | 14,6 | 256.100 | 11,1 |
Ecuador | 1990 | 9.648.189 | 2.136.889 | 2.008.665 | 1.375.212 | 68,4 | 296.609 | 14,7 | 336.834 | 16,7 |
El Salvador | 1992 | 5.191.647 | 1.091.728 | 1.049.191 | 508.858 | 48,5 | 359.873 | 34,3 | 180.461 | 17,2 |
Guatemala | 1989 | 8.663.859 | 1.610.994 | 1.591.288 | 874.111 | 54,9 | 283.225 | 17,8 | 433.952 | 27,2 |
Honduras | 1988 | 4.443.721 | 808.222 | 762.117 | 481.658 | 63,2 | 90.921 | 11,9 | 189.767 | 24,9 |
México | 1990 | 81.249.645 | 17.394.368 | 16.035.233 | 11.382.906 | 71,0 | 1.964.712 | 12,3 | 2.687.615 | 16,7 |
Nicaragua | 1991 | 3.808.035 | ... | 639.531 | 128.545 | 20,1 | 289.994 | 45,3 | 220.992 | 34,5 |
Panamá | 1990 | 2.329.329 | 541.704 | 524.284 | 365.650 | 69,7 | 86.268 | 16,5 | 72.366 | 13,8 |
Paraguay | 1992 | 4.152.588 | 873.694 | 855.547 | 517.578 | 60,5 | 143.080 | 16,7 | 194.889 | 22,7 |
Perú | 1993 | 22.639.443 | 4.762.779 | 4.427.517 | 2.231.469 | 50,4 | 872.221 | 19,7 | 1.323.828 | 29,8 |
Rep. Dominicana | 1981 | 5.509.741 | 1.140.798 | 1.140.798 | 676.791 | 59,3 | 126.238 | 11,0 | 337.769 | 29,6 |
Uruguay | 1985 | 2.955.241 | 902.300 | 823.253 | 685.934 | 83,3 | 40.998 | 4,9 | 104.553 | 12,7 |
Venezuela | 1990 | 18.105.265 | 3.750.940 | 3.517.229 | 2.672.168 | 76,0 | 529.702 | 15,1 | 315.359 | 9,0 |
Composición promedio del parque habitacional | Viviendas adecuadas: 63.1% | Viviendas irrecuperables: 14.0% | Viviendas recuperables: 23.0% |
a La clasificación del parque corresponde a estimaciones sobre la base de información relativa a los materiales predominantes
de construcción y al tipo de vivienda. En ausencia de tal información, o cuando fue necesario complementarla, se recurrió
a las variables de servicios sanitarios (véase el cuadro 9 del Anexo).
b Las cifras correspondientes a la población son las que se consignan en los censos de los años indicados y pueden no
coincidir con las estimaciones y proyecciones presentadas en capítulos anteriores. El porcentaje considerado de la población
de América Latina y el Caribe en 1990 fue de 96.15%.
c Respecto de la cuantificación de la demanda, los cómputos de los hogares para Brasil, Chile, Costa Rica, Honduras, México
y Panamá corresponden a los índices de personas por hogar extraídos de encuestas nacionales de hogares. Para Argentina,
Paraguay y Uruguay, dada la cobertura urbana de la fuente, se estimaron los hogares urbanos adicionales agregándolos a los
registrados por el censo. Para los restantes 10 países los cómputos corresponden a los hogares censales. Esta metodología
no necesariamente coincide con las estimaciones nacionales, cuando éstas se basan en cómputos de hogares según información
censal. Tal es el caso de México, que opera con 16.2 millones de hogares según el censo de 1990, y Argentina, que considera
8.9 millones de dólares de acuerdo con el censo de 1991.
d Incluye viviendas en la categoría "desconocidas".
País | Año | Deficiencias cuantitativas (a) |
Deficiencias cualitativas (b) |
Déficit total (100%) (c) |
Aumento
anual de hogares (d) |
||
N° | % | N° | % | ||||
Argentina | 1991 | 1.449.783 | 49,2 | 1.496.212 | 50,8 | 2.945.995 | 152.378 |
Bolivia | 1992 | 406.979 | 55,4 | 327.844 | 44,6 | 734.823 | 44.400 |
Brasil | 1991 | 5.881.221 | 36,7 | 10.145.71 2 | 63,3 | 16.026.93 3 | 909.000 |
Chile | 1992 | 609.255 | 62,8 | 361.212 | 37,2 | 970.467 | 72. 000 |
Colombia | 1985 | 1.098.711 | 43,6 | 1.423.095 | 56,4 | 2.521.806 | 2.000.00 0 |
Costa Rica | 1984 | 71.073 | 37,9 | 116.386 | 62,1 | 187.459 | 25 000 |
Cuba | 1981 | 395.472 | 60,7 | 256.100 | 39,3 | 651.572 | 42.000 |
Ecuador | 1990 | 424.843 | 55,8 | 336.834 | 44,2 | 761.677 | 69.000 |
El Salvador | 1992 | 402.410 | 69,0 | 180.461 | 31,0 | 582.870 | 31.000 |
Guatemala | 1989 | 302.931 | 41,2 | 433.952 | 58,8 | 736.883 | 69.000 |
Honduras | 1988 | 136.797 | 41,9 | 189.767 | 58,1 | 326.564 | 42.000 |
México | 1990 | 3.323.847 | 55,3 | 2.687.615 | 44,7 | 6.011.462 | 535.000 |
Nicaragua | 1991 | 289.994 | 56,8 | 220.992 | 43,2 | 510.986 | 29.000 |
Panamá | 1990 | 103.688 | 58,9 | 72.366 | 41,1 | 176.054 | 16.000 |
Paraguay | 1992 | 161.227 | 45,3 | 194.889 | 54,7 | 356.116 | 30.000 |
Perú | 1993 | 1.207.483 | 47,7 | 1.323.828 | 52,3 | 2.531.310 | 105.000 |
Rep. Dominicana | 1981 | 126.238 | 27,2 | 337.769 | 72,8 | 464.007 | 49.000 |
Uruguay | 1985 | 111.812 | 51,7 | 104.553 | 48,3 | 216.366 | 8.400 |
Venezuela | 1990 | 763.413 | 70,77 | 315.359 | 29,23 | 1.078.772 | 148.000 |
Composición promedio |
Déficit
cuantitativo: 45.7% |
Déficit
cualitativo: 54.3% |
Total: 100% | 2 581 00 0 | |||
Porcentaje considerado de la población de América Latina y el Caribe en 1990: 96.15% |
a Deficiencias cuantitativas: Número de hogares - número de viviendas adecuadas y recuperables.
b Deficiencias cualitativas: Número de viviendas recuperables.
c Déficit total: deficiencias cuantitativas + cualitativas.
d Aumento anual de hogares: estimaciones del aumento anual para el período 1990-1995, según hipótesis de nuclearización para
la evolución del número medio de personas por hogar.
En América Latina y el Caribe las deficiencias que se registran en las variables relativas a la vivienda y el
saneamiento constituyen un determinante reiterado del exceso de mortalidad y una característica sistemáticamente
vinculada a los niveles de pobreza, el rezago socioeconómico y la inequidad territorial. Conforme a una serie de
investigaciones sociodemográficas, se ha comprobado que las carencias de acceso a agua potable y a un sistema
higiénico de eliminación de excretas son variables que se correlacionan de manera positiva con la intensidad de
ciertas enfermedades propias de la población de mayor pobreza y la incidencia de la mortalidad infantil por grupos
socioeconómicos. El CELADE analizó los factores de riesgo para la supervivencia infantil en Costa Rica. Al clasificar
la calidad de las viviendas, utilizando la información censal sobre el estado del material de la casa, el
aprovechamiento del agua, el servicio sanitario y el grado de hacinamiento, se estimaron indicadores de mortalidad
infantil de 27 por mil en las familias que habitaban viviendas en malas condiciones, mientras la tasa correspondiente
a los grupos que ocupaban viviendas adecuadas era de 16 por mil. Se concluyó que, al margen de la educación materna,
la mortalidad de los niños está relacionada con el grado de deterioro habitacional, que agrega el riesgo más
definitivo. Así pues, el factor vivienda constituiría un mecanismo adicional sustantivo en la generación de
condiciones adversas para la supervivencia infantil.
Asimismo, una serie de estudios focalizados en el estado de salud de las poblaciones indígenas de países de la región
proporciona mayores pruebas sobre las interrelaciones entre las deficiencias ambientales, la pobreza extrema y el
exceso de mortalidad. En Bolivia, Guatemala, México y Perú (países que concentran alrededor de 60% de la población
indígena de la región), la mayoría de la población indígena vive en condiciones de extrema pobreza y padece patrones
específicos de enfermedades y tasas de mortalidad infantil muy superiores a los promedios nacionales. Según datos
sobre Guatemala (1990), la cobertura de agua potable es menor de 20% entre la población de Petén y menor de 30% en la
Zona Norte (áreas con gran concentración de población indígena); menos de 55% cuenta con algún tipo de saneamiento
básico. En 1985 la mortalidad infantil se estimaba entre 100 y 150 por mil nacidos vivos y la esperanza de vida al
nacer era de 10 a 15 años menor que la de la población general. En el caso de México, por su parte, en los estudios
citados por la OPS se reitera que las condiciones de vivienda de la población indígena son bastante más precarias que
el promedio nacional. La gran mayoría habita viviendas con piso de tierra, y más de la mitad (según cifras de
municipios que cuentan con más de 2.8 millones de habitantes de este grupo poblacional) no dispone de ningún tipo de
instalación para la descarga de aguas negras. Mientras las cinco causas principales de mortalidad en la población
general mexicana corresponden a enfermedades no transmisibles, en el caso de la población indígena se cuentan entre
las cinco causas tres de tipo infeccioso (enfermedades intestinales, neumonía e influenza, y sarampión), patologías a
cuya transmisión contribuyen las condiciones de saneamiento y vivienda. Fuente: Centro Latinoamericano de Demografía (CELADE), Costa Rica. Los grupos sociales de riesgo para la sobrevida infantil 1960-1984, Serie A, N. 1049 (LC/DEM/CR/G.15), San José, 1987; Organización Panamericana de la Salud (OPS), Las condiciones de salud en las Américas, Publicación científica, N. 549, vol. 1, Washington, D.C., 1994. |
En vastas zonas de la región la limitada cobertura de los
servicios de agua potable no se debe exclusiva ni
fundamentalmente a la insuficiencia de las redes de distribución,
sino a problemas relacionados con la obtención y el tratamiento
del agua. En el Caribe, por ejemplo, la escasez de los recursos
hídricos vuelve indispensable mejorar tanto la infraestructura
como la tecnología para así elevar la captación de agua, reducir
las filtraciones y controlar la contaminación de las fuentes
disponibles.
La mayoría de los países latinoamericanos han logrado progresos
en su cobertura sanitaria. No obstante, como se señala en el
informe de la Organización Panamericana de la Salud [OPS , 1994],
si bien estos esfuerzos han sido importantes en casi la totalidad
de dichos países, en términos regionales no se advierte un
incremento apreciable, en comparación con los indicadores de 1980
(especialmente con los de mediados del segundo quinquenio de la
década pasada).
Persisten notables diferencias entre las viviendas urbanas y
rurales. En el primer grupo, cerca de 73% dispone de agua potable
dentro de la vivienda; en el área rural, 25% puede acceder a agua
por tubería, y no necesariamente en el interior de la vivienda.
Algo más de 67% de las viviendas urbanas tienen acceso a sistemas
adecuados de eliminación de excretas (alcantarillado o fosas
sépticas); esta cifra se reduce, en promedio, a 10% en el sector
rural. En Bolivia, El Salvador, Perú y República Dominicana, los
porcentajes rurales de cobertura no superan el 6% de las
viviendas (véase la tabla 11 del Anexo).
País | Año | Viviendas particula res | Con agua por tubería a | Con alcantarillado b | Con electricidad | |||
N. | % | N. | % | N. | % | |||
Argentina | 1991 | 8.515.441 | 7.873.880 | 92,47 | 3.287.078 | 38,60 | 7.957.986 | 93,45 |
Bolivia | 1992 | 1.614.995 | 831.113 | 51,46 | 298.301 | 18,47 | 801.629 | 49,64 |
Brasil | 1991 | 34.734.71 5 | 24.562.013 | 70,71 | 12.256.963 | 35,29 | ... | ... |
Chile | 1992 | 3.101.356 | 2.734.645 | 88,18 | 2.169.264 | 69,95 | 2.733.786 | 88,15 |
Colombia | 1985 | 5.251.273 | 3.699.837 | 70,46 | 3.121.859 | 59,45 | 4.048.150 | 77,09 |
Costa Rica | 1984 | 500.030 | 434.345 | 86,86 | 327.748 | 65,55 | 415.463 | 83,09 |
Cuba | 1981 | 2.290.176 | 1.697.904 | 74,14 | 1.113.026 | 48,60 | 1.897.867 | 82,87 |
Ecuador | 1990 | 2.008.665 | 1.259.638 | 62,71 | 793.178 | 39,49 | 1.559.786 | 77,65 |
El Salvador | 1992 | 1.049.191 | 581.567 | 55,43 | 334.797 | 31,91 (c) | 757.201 | 72,17 |
Guatemala | 1989 | 1.591.288 | 1.017.310 | 63,93 | 422.010 | 26,52 | 794.052 | 49,90 |
Honduras | 1988 | 762.117 | 480.576 | 63,06 | 155.841 | 20,45 | 301.827 | 39,60 |
México | 1990 | 16.035.23 3 | 12.729.987 | 79,78 | 8.362.838 | 52,15 | 14.033.451 | 87,52 |
Panamá | 1990 | 524.284 | 423.168 | 80,71 | 153.581 | 29,29 | 381.676 | 72,80 |
Paraguay | 1992 | 855.547 | 269.443 | 31,49 | 65.817 | 7,69 | 493.898 | 57,73 |
Perú | 1993 | 4.427.517 | 2.167.935 | 48,97 | 1.769.635 | 40,00 | 243.666 | 54,90 |
Rep.Domin icana | 1981 | 1.140.798 | 631.907 | 55,39 | 292.766 | 25,66 | ... | ... |
Uruguay | 1985 | 823.253 | 660.847 | 80,27 | 381.581 | 46,35 | 702.912 | 85,38 |
Venezuela | 1990 | 3.517.229 | 2.863.702 | 81,42 | 2.220.945 | 63,14 | 3.274.236 | 93,0 |
Región | Agua por tubería: 73,15% | Alcantarillado: 80,55% | Electricidad: 80,55% |
El proceso de urbanización favoreció la salud al mejorar la
cobertura de los servicios sanitarios. El descenso de más de 50%
de la mortalidad infantil de la región, registrado entre
1950-1955 y 1985-1990 en contextos muy distintos, puede
vincularse a la ampliación de la cobertura del saneamiento
básico. Asimismo, la instalación de agua potable y saneamiento
en los asentamientos precarios y rurales ha motivado a las
familias a mejorar y ampliar su vivenda y entorno habitacional.
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)
Fecha de referencia: 30-04-1997
Alojar para el desarrollo: una tarea para los asentamientos humanos > http://habitat.aq.upm.es/iah/cepal/a006.html |