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El Desarrollo a Escala Humana, orientado hacia la satisfacción de las necesidades humanas, alcanza en la autodependencia su condición, su medio y su valor irreductible. En el plano de la práctica, tal opción requiere, como impulso inicial, una política de movilización de la sociedad civil. Para promover cambios estructurales, la movilización debe asumir dos desafíos:
Desafíos para el quehacer político
Para las estructuras políticas existentes se presenta el desafío de ser capaces de rescatar la riqueza de las dinámicas que ofrecen los movimientos sociales del mundo invisible para integrarlos como actores significativos, y no residuales, de un nuevo proyecto de sociedad. En las condiciones actuales, por factores como la marginación económica y social y la inoperancia de las prácticas políticas convencionales, son cada vez más frecuentes las respuestas de lucha social cuyas formas no encajan en los patrones tradicionales del quehacer político. La tendencia a la formación de grupos con estructuras no burocráticas e informales, la disposición a formas colectivas en la toma de decisiones y la orientación más práctica que ideológica en la definición de objetivos constituyen rasgos que las organizaciones políticas deberían considerar para redefinirse a sí mismas. Tal redefinición obliga a que estas organizaciones forjen mecanismos de participación en las decisiones, combinen sus exigencias ideológico-estratégicas con las de orden práctico y ético y actualicen sus discursos en función de las necesidades sentidas y movilizadas por las propias comunidades.
Articulación sin cooptación
Un problema crítico es el del tamaño de la organización, ya que este no es ajeno a la estructura de valores que se pueda generar en su interior. Las organizaciones más pequeñas cuentan con posibilidades para forjar relaciones internas horizontales, solidarias y menos ideologizadas; pero carecen de capacidad para promover alternativas globales y para superar el carácter coyuntural o precario de sus expresiones. En este marco, la cuestión central para la alternativa de desarrollo que buscamos es la agregación sin burocratización, o dicho en otras palabras, la articulación sin cooptación. Este desafío no está resuelto y sólo puede resolverse a través de la interacción entre la teoría y la práctica social. Si no se ataca este problema, la alternativa del Desarrollo a Escala Humana quedará reducida a un mecanismo de refugio en los espacios micro-sociales, perpetuando en los espacios mayores un orden excluyente que, por lo mismo, acabaría por diluir esta alternativa en sus meras intenciones.
Solo un estilo de desarrollo orientado a la satisfacción de las necesidades humanas puede asumir el postergado desafío de hacer crecer a toda la persona y a todas las personas. Solo la creciente autodependencia en los diversos espacios y ámbitos puede enraizar dicho desarrollo en el continente latinoamericano. Solo el incalculable respeto a la diversidad de los innumerables mundos que habitan en el ancho mundo de América Latina garantiza que esa autonomía no se confine al jardín de las utopías. Solo la articulación de estas diversidades en un proyecto político democrático, desconcentrador y descentralizador puede potenciar los recursos sinérgicos indispensables para la decantación de un desarrollo a la medida del ser humano.
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