Ciudades para un Futuro más Sostenible
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Documentos > Informe Nacional España Habitat II > http://habitat.aq.upm.es/in/a004.html

Los planes y estrategias nacionales de acción




1. El marco económico y social de las políticas actuales


Desde el ingreso de España en las Comunidades Europeas en 1986, la economía española ha evolucionado en función de su proceso de integración en el ámbito económico comunitario, inicialmente en relación con la creación del Mercado Único y, más recientemente, con el proceso de construcción de la Unión Económica y Monetaria.

El actual marco económico tiene sus antecedentes más inmediatos en el "Programa de Convergencia 1992-1996" aprobado por el Gobierno español en cumplimiento de lo establecido en el Tratado de la Unión Europea suscrito en Maastricht (Holanda) el 7 de febrero de 1992, que señalaba determinados requisitos de convergencia con el resto de los países signatarios para poder integrarse en la Unión Económica y Monetaria.

El citado Programa, coherente por otra parte con los requerimientos de una economía que, abandonando un largo período de proteccionismo se abría al exterior incorporando en su funcionamiento nuevos mecanismos de competencia, se diseñó en torno a dos ejes básicos. En primer lugar, un paquete de medidas estructurales dirigidas (por la vía de la supresión de las rigideces que impiden un funcionamiento eficiente de la economía) a la flexibilización de los mercados de bienes y factores que faciliten los necesarios procesos de reasignación de recursos. En segundo lugar, una serie de compromisos y medidas (de carácter monetario y fiscal) que permitieran reforzar los objetivos de convergencia nominal (fundamentalmente la reducción de la inflación y del déficit público) que debe acompañar la consecución de los objetivos de convergencia real: crecimiento económico y creación de empleo.

Elaborado el Programa de Convergencia en un momento (otoño de 1991) en el que, tras cuatro años de desaceleración continuada, se detectaban a nivel interno y externo síntomas claros de recuperación económica, y constatado dos años después el desfase entre sus previsiones y la realidad, como consecuencia de la fuerte recesión del conjunto de las economías comunitarias entre 1991 y 1993, se procedió a una actualización del mismo en julio de 1994. En esta actualización se hizo, en primer lugar, un balance de los resultados obtenidos hasta el momento para, a continuación, fijar los nuevos objetivos de la política económica para el período 1994-1998 y proceder, por último, a un análisis de las medidas de reforma estructural ya tomadas y al planteamiento de otras nuevas dirigidas a dotar a nuestra economía de la flexibilidad suficiente para la creación de empleo.

Es, por tanto, en este marco del Programa de Convergencia actualizado de 1994, en el que se plantean y encuadran los distintos Planes sectoriales de Acción en materias relacionadas con la vivienda y los asentamientos humanos. Algunas de las previsiones de este escenario macroeconómico que tienen una incidencia mayor en estos Planes son las siguientes:

Por otra parte, las reformas estructurales actualmente en marcha como otro de los ejes básicos del Plan de Convergencia, dirigidas a reforzar la competitividad de las empresas y a lograr un mejor aprovechamiento de los recursos disponibles (incluido el factor trabajo), facilitará una mayor participación del sector privado en la creación y explotación de infraestructuras y servicios en el área de los asentamientos humanos (vivienda, servicios urbanos, etc...) contribuyendo a aligerar la carga del sector público, cuyas inversiones podrán dirigirse en mayor medida a los sectores y niveles de población que por sí solos no tienen capacidad suficiente para acceder a ellos en un mercado abierto y flexible como el que resultará de los acuerdos que configuran la Unión Europea.



2. Los planes y estrategias territoriales




2.1 El Plan Director de Infraestructuras 1993-2007


En marzo de 1994 el Gobierno español aprobó el Plan Director de Infraestructuras 1993-2007 (PDI). El Plan, que acaba de ser recientemente refrendado por el Congreso de los Diputados, comprende el conjunto de las infraestructuras de transporte, hidráulicas y ambientales de competencia estatal. Se trata de la primera vez que en España se aborda una planificación estratégica y global del sistema básico de infraestructuras.

Con ello se pretende superar las limitaciones inherentes a los procesos de planificación sectorial y evitar, o al menos reducir, los cambios inducidos en la política de infraestructuras por variaciones coyunturales en el entorno económico o político. Asimismo, el PDI pretende configurarse como un instrumento básico de la política territorial del Gobierno Central, y como una base objetiva sobre la que apoyar un desarrollo concertado de ésta con las Administraciones Territoriales (regiones y municipios).

El PDI plantea inversiones por valor de más de 18,7 billones de pesetas a lo largo de sus 15 años de vigencia, lo que supone una inversión media anual del orden de 1,2 billones de pesetas. Aunque la mayor parte de estas inversiones deberán ser financiadas con cargo a los presupuestos estatales, el PDI propugna que en torno a un 30% de la inversión se financie con recursos extrapresupuestarios, para lo que propone desarrollar paulatinamente un conjunto de estrategias de financiación diferenciadas por cada tipo de infraestructura. En términos generales, el PDI se inclina hacia una mayor participación de los usuarios y beneficiarios directos en la financiación de las infraestructuras.

Tras el esfuerzo inversor desarrollado a lo largo de la última década por España, que ha permitido superar los principales déficit históricos de dotación de infraestructuras, el PDI se propone introducir un cierto cambio en la orientación de la política de infraestructuras. Para ello, junto con la supresión de los estrangulamientos, objetivo central de políticas anteriores, el PDI introduce tres nuevos criterios básicos de actuación:

Estos criterios se reflejan claramente en los distintos programas que integran el PDI, que pueden agruparse en cuatro grandes líneas de actuación:


2.1.1 Las infraestructuras de transporte interurbano

Las infraestructuras de transporte interurbano concentran la parte más importante de las inversiones del PDI, más de 10,7 billones de pesetas (un 57% del total). Estas actuaciones se apoyan en un enfoque intermodal de los problemas de transportes, que busca orientar a cada modo de transporte hacia las demandas que es capaz de satisfacer con mayor eficacia, intentando minimizar los costes, no sólo económicos, sino también sociales y ambientales, asociados a la actividad del transporte, al tiempo que se evita la duplicación de los esfuerzos de inversión.

La modernización del ferrocarril constituye uno de los grandes objetivos del Plan. El éxito experimentado en los últimos años con las líneas de alta velocidad o con las cercanías ferroviarias, ha venido a confirmar que el ferrocarril es un modo con grandes potencialidades para atender determinados segmentos de demanda en condiciones claramente ventajosas frente a los modos competitivos. Por ello, el Plan contempla un fuerte crecimiento de las inversiones en infraestructuras ferroviarias, dirigido a un desarrollo selectivo de este modo en la línea apuntada.

Las inversiones en carreteras crecen menos que las ferroviarias, aunque siguen concentrando la parte más importante de los recursos, dado el papel básico que juega la carretera en el funcionamiento del sistema de transportes en España. Las inversiones previstas en carreteras pretenden completar la tarea iniciada con el I Plan de Carreteras, fijando como objetivo una red de autopistas y autovías de más de 11.000 km al final del PDI. Con ello se configura una red mallada de gran capacidad, que permite una adecuada vertebración territorial, al asegurar unos niveles óptimos de accesibilidad a todas las regiones, y unas buenas conexiones con Francia y Portugal.

2.1.2 La política de ciudades

Las ciudades, además del lugar de residencia de una gran parte de la población española, son sistemas complejos de actividades industriales y de servicios, y centros desde los que se difunden la mayor parte de los procesos de innovación, cambio social y desarrollo al resto del territorio. El modelo territorial español es un modelo concentrado y polarizado en torno a una red jerarquizada de ciudades, liderada por las grandes áreas metropolitanas.

De manera coherente con estos planteamientos, el PDI otorga un tratamiento específico a los problemas de las ciudades como parte integrante de la Política de Ciudades del Gobierno Central, que se describe con mayor detalle en el punto 2.2. Esto constituye, sin duda, una de las principales novedades y aportaciones del PDI respecto a anteriores planes de carácter sectorial.

El PDI concentra sus esfuerzos de inversión en ciudades (más de 3,4 billones de pesetas) en los problemas de transporte urbano, para los que es especialmente importante su tratamiento desde un enfoque intermodal. En efecto, el Plan constata que los problemas de movilidad dentro de las ciudades, y muy especialmente dentro de las grandes áreas urbanas y metropolitanas, no pueden ser resueltos por el vehículo privado, que genera además unos elevados costes externos (accidentes, congestión, contaminación, ruido, etc.). Por ello, se propone potenciar los modos colectivos, más eficientes y menos agresivos con el entorno.

Si la concertación de las políticas es siempre conveniente, la complejidad de los problemas urbanos hace más necesario que en ningún otro caso un tratamiento integrado de los mismos y un desarrollo concertado de las actuaciones. El PDI hace de la concertación el método prioritario de intervención en las ciudades.

2.1.3 Las infraestructuras hidráulicas

Las infraestructuras hidráulicas son las segundas grandes destinatarias de las inversiones del Plan, con más de 3,7 billones, incluyendo las inversiones del programa de Calidad de las Aguas. El gran volumen de recursos dedicados a estos programas se halla plenamente justificado si se tiene en cuenta la importancia que tienen en España los problemas asociados al ciclo del agua, tanto desde una visión socioeconómica, pues la escasez del recurso hídrico puede convertirse en un factor limitador del desarrollo de algunas zonas, como desde una visión ambiental, ya que es preciso asegurar una protección efectiva de los ecosistemas ligados al agua.

Las actuaciones previstas en el Plan se sitúan dentro de la filosofía general del Plan Hidrológico Nacional (véase punto 2.3), y están orientadas a una gestión racional e integrada del recurso hídrico a nivel nacional.

Con ser importantes las actuaciones propuestas en grandes infraestructuras hidráulicas de regulación, trasvase o distribución, el programa al que se destinan las mayores inversiones es el de Calidad del Agua (1,5 billones de pesetas), con el que se pretende conseguir los niveles de depuración y calidad contemplados por la normativa de la Unión Europea.

2.1.4 Las infraestructuras ambientales

El PDI, incluye dos grandes tipos de actuaciones ambientales:

En definitiva, el PDI asume que la protección del medio ambiente está indisolublemente ligada a la mejora del bienestar y de la competitividad que se persigue con todo programa de infraestructuras, en línea con la Estrategia y los Planes Nacionales de Medio Ambiente, descritos en detalle en el punto 2.4.

2.1.5 Planes de las Comunidades Autónomas

Algunas Comunidades Autónomas, en ejercicio de sus competencias territoriales han formulado, asimismo, Planes de carácter estratégico, como complemento de las previsiones que el PDI contempla para su ámbito territorial. Este es el caso, por ejemplo, del Plan Director de Infraestructuras de Andalucía 1994-2007 (PDIA). El Plan consta de dos fases: 1994-99 (coincidente con el Nuevo Marco de Apoyo Comunitario) y 1999-2007. Las inversiones totales previstas en el PDIA ascienden a 4,9 billones de pesetas, de los que 1,4 billones corresponden a la Junta de Andalucía y el resto a actuaciones a desarrollar por la Administración Central, las Administraciones Locales y otros entes.



2.2 Desarrollo de la Política de Ciudades


A partir de la puesta en marcha del PDI, las actuaciones en ciudades han adquirido mayor relevancia, por su forma específica de gestión y por la trascendencia de las intervenciones planteadas en este campo, fomentadas desde la esfera del estado.

La aplicación de los objetivos de la Política de Ciudades obliga a la puesta en marcha de un proceso de concertación administrativa, dado el régimen competencial existente, que confiere a la administración local y autonómica la facultad de definir la ordenación urbanística y del territorio. Gran parte de estas iniciativas se producían anteriormente de forma aislada, siendo objeto de actuaciones muy sectoriales. El nuevo enfoque ha permitido racionalizar el sentido y la lógica de estas intervenciones en la ciudad con un criterio de:


Este proceso, asociado a la necesaria modernización de los espacios urbanos obsoletos afectados por las infraestructuras de transporte, constituye el punto de partida para configurar una serie de actuaciones, que permiten abordar problemas infraestructurales y urbanísticos, de gran transcendencia para la ciudad, cuya solución contribuye significativamente a:


2.2.1 Líneas de actuación

La Política de Ciudades desarrolla las siguientes modalidades de actuación:

Algunas de estas actuaciones se integran en otras de mayor envergadura, como son las derivadas de los Programas URBAN de la UE. Algunos ejemplos de interés, son: la peatonalización de áreas centrales urbanas, ordenación del trafico, mejora del medio urbano (Granada y Toledo), actuaciones de integración puerto-ciudad (PORT VEIL de Barcelona), frentes marítimos Gijón, etc.

2.2.2 Procedimiento de actuación

El proceso operativo de la Política de Ciudades se apoya en un esquema general, que se organiza de la siguiente forma:


En definitiva, a través de la Política de Ciudades desarrollada por el MOPTMA, se pretende consolidar una cultura de actuación integrada entre infraestructuras y urbanismo en la ciudad, que trascendiendo de la simple implantación de nuevas infraestructuras sin encaje territorial adecuado, justifique y dé sentido a las mismas, al mismo tiempo que los residuos urbanos resultantes encuentran adecuada integración en el conjunto de la ciudad. Todo ello dirigido a obtener la máxima rentabilidad de un proceso complejo y costoso, cuya máxima coherencia se pretende conseguir.



2.3 El Plan Hidrológico Nacional


España es un país con recursos hidráulicos suficientes pero muy desigualmente distribuidos, en buena parte como consecuencia de su variedad climática, (que incluye desde zonas de clima atlántico y alta pluviometría a otras prácticamente desérticas) y que tiene, por ello, déficits localizados importantes.

El Plan Hidrológico Nacional, que junto con los Planes Hidrológicos de cuencas constituye la base de la planificación en esta materia, tiene como objetivos básicos:


El Plan intenta romper el estrangulamiento que la falta de agua puede suponer para el crecimiento de determinadas áreas del territorio y en ese sentido plantea un conjunto integrado de actuaciones según las líneas de actuación siguientes:


El Plan se plantea con un horizonte temporal de 20 años, si bien su ejecución se realizará a través de planes plurianuales revisables cada cinco o seis años. Elaborado por el Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente, su aprobación corresponde al Consejo de Ministros previo informe del Consejo Nacional del Agua, órgano consultivo que integra junto a representantes de la Administración a Confederaciones hidrográficas, Comunidades Autónomas, usuarios, patronales, sindicatos agrarios y grupos ecologistas. Tras esta aprobación deberá ser elevado a debate parlamentario por tener rango de Ley.

La cifra global de inversiones que requiere la ejecución del Plan se estima en algo más de seis billones y medio de pesetas (unos 50.000 millones de dólares) de los que un 65% aproximadamente corresponderá a la Administración del Estado (Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente y Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación), un 30% a otras Administraciones (principalmente en saneamiento y depuración de aguas) y un 5% al sector privado (básicamente en la mejora, modernización y conservación de infraestructuras).

El Plan Hidrológico Nacional irá complementado con un Plan Agrario de Regadíos y con un Plan de Ahorro y Reutilización de Aguas para diversos usos.



2.4 La Estrategia y los Planes Nacionales de Medio Ambiente


La Constitución española (art. 149.1.23.) reserva al Estado la competencia exclusiva sobre la legislación básica de protección del medio ambiente, sin perjuicio de las facultades de las Comunidades Autónomas para establecer normas adicionales de protección y de las competencias de gestión que éstas pueden asumir. Por ello corresponde a la Administración del Estado la definición de una estrategia global en esta materia, estrategia que no solo ha de adaptarse a las distintas situaciones que se dan en el conjunto del territorio nacional, sino que también ha de enmarcarse en el contexto de la Unión Europea (5. Programa Comunitario para el Medio Ambiente) y de la comunidad internacional (Cumbre de Río, etc...).

La Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Vivienda, como parte de los trabajos para la elaboración de un Plan Nacional de Medio Ambiente ha definido un planteamiento estratégico, partiendo de la selección de las cinco áreas de actuación prioritaria siguientes:

  1. Lucha contra la desertización: el avance continuo de la desertización constituye el primer problema ambiental en España y las actuaciones a desarrollar coincidirían en gran medida con las necesarias para frenar el cambio climático.

  2. Gestión de los residuos: se considera necesario actuar prioritariamente en este tema, creando sistemas generalizados de tratamiento, incentivos a la reducción, etc..., ya que España produce una cantidad de residuos per cápita, de todo tipo, similar a la de los países más desarrollados.

  3. Gestión del agua: es necesario un enfoque integrado que fomente un uso racional de este recurso e incremente su calidad, así como el tratamiento posterior de las aguas residuales.

  4. Gestión de la biodiversidad: el patrimonio natural y la riqueza de los ecosistemas y especies españolas debe ser preservado y gestionado adecuadamente superando el tradicional enfrentamiento entre protección ambiental y desarrollo económico.

  5. Calidad del medio ambiente urbano: la mejora de la calidad medioambiental de las ciudades españolas, a través de actuaciones que se enfrenten a los problemas de congestión, ruido, contaminación y degradación ambiental se considera también un objetivo prioritario, coincidente en parte con actuaciones relacionadas con el cambio climático (reducción del CO2, etc...).

El diseño de una política ambiental, a nivel nacional, se plantea con un nuevo enfoque que tiene en cuenta la situación institucional y los mecanismos del mercado que están en el origen de muchas situaciones, apoyándose para ello, en las siguientes líneas básicas:


La efectividad de las políticas ambientales y la consecución de los objetivos dependerá fundamentalmente de las acciones adoptadas a los niveles regional y local, dado el marco competencial en esta materia, correspondiendo al nivel estatal la definición del marco legislativo básico y de la estrategia global correspondiente.

En la definición de esta estrategia se han seleccionado tres líneas de acción tendentes a conformar un proceso de desarrollo sostenible:

Formando parte de esta estrategia global, el Gobierno español aprobó en febrero del presente año un conjunto de actuaciones ligadas a las áreas de acción prioritaria números 2 (gestión de los residuos) y 3 (gestión del agua) agrupadas en los siguientes Planes:


Los citados Planes, concertados en sus líneas básicas con las Comunidades Autónomas, serán cofinanciados por el Estado (con cargo a recursos propios de la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Vivienda o canalizando, en su caso, recursos procedentes de los Fondos de Cohesión de la Unión Europea) en un porcentaje del 25% de las inversiones totales estimadas en el caso de los Planes de Depuración de Aguas y de Residuos Peligrosos y del 50% en el del Plan de Recuperación de Suelos Contaminados.

El Plan Nacional de Depuración de Aguas Residuales tiene como objetivo fundamental garantizar la calidad de depuración y de vertido de las aguas residuales urbanas de acuerdo con los criterios de la Unión Europea y contempla, asimismo, una serie de medidas de acompañamiento que van desde la reducción en origen de la carga contaminante y el control de los vertidos hasta la restauración ambiental de las cuencas, entre otras. La inversión total que habrán de realizar las tres Administraciones (Estado, Comunidades Autónomas y Ayuntamientos) se estima en una cifra del orden de los 1,8 billones de pesetas a lo largo de los diez años de vigencia del Plan - unos 14.000 millones de dólares - de los que el Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente aportará unos 460.000 millones de pesetas - 3.600 millones de dólares.

El Plan Nacional de Residuos Peligrosos, que responde también a las prioridades y criterios establecidos por la Unión Europea, en particular a lo contenido en la Directiva 91/689, tiene como principales objetivos la reducción en origen de los residuos generados, el fomento del reciclaje y reutilización de los mismos y su adecuado tratamiento. La inversión total en los cinco años de su vigencia ascenderá a unos 180.000 millones de pesetas - 1.450 millones de dólares - de los que el Estado aportará un veinticinco por ciento.

El Plan Nacional de Recuperación de Suelos Contaminados, elaborado en base a un primer inventario que detectó la gravedad del problema (más de 4.500 emplazamientos potencialmente contaminados) se plantea como objetivo básico no sólo la prevención de la contaminación de los suelos sino también la recuperación concreta de los correspondientes a los emplazamientos detectados de mayor prioridad (por su situación junto a cascos urbanos o su posible afección a recursos hidráulicos) cuyo número es inicialmente de 274, así como la elaboración de normas específicas sobre la materia, hoy día inexistentes a nivel estatal. En los diez años de vigencia del Plan, la inversión total prevista asciende a unos 130.000 millones de pesetas - algo más de 1.000 millones de dólares - de los que el Estado aportará la mitad y las Comunidades Autónomas la otra mitad, sin perjuicio de los recursos adicionales que puedan derivarse de eventuales acciones legales contra los responsables de la contaminación de los suelos tratados.

Otros Planes de carácter medioambiental están en estudio o elaboración, en relación con otras de las cinco áreas de acción prioritaria antes enumeradas (por ejemplo, en relación con los problemas de la desertización, que está afectando gravemente a nuestro país, o con la mejora del medio ambiente urbano), en desarrollo de la Estrategia Nacional para el Medio Ambiente definida por la Secretaría de Estado de Medio Ambiente y Vivienda del MOPTMA.



2.5 El Plan de Vivienda


Si bien la competencia en materia de vivienda corresponde a las Comunidades Autónomas, es al Estado al que compete la fijación de las condiciones generales que hagan posible el derecho constitucional a la vivienda y, en consecuencia el establecimiento del marco legal y financiero general (por corresponderle en exclusiva la competencia de fijación de las bases y coordinación de la planificación general de la actividad económica y de las bases de ordenación del crédito) y de la política de incentivos fiscales correspondiente.

El Plan de Vivienda 1992-1995 tenía como objetivo básico el de facilitar el acceso a la vivienda (en compra o en alquiler) a las personas que no pueden conseguir ese acceso en las condiciones actuales del mercado. Para ello estableció estrategias de distinto carácter:

El Plan, elaborado y concertado con las Comunidades Autónomas, definía las actuaciones protegibles, regulaba las fórmulas de financiación y determinaba las magnitudes macroeconómicas de la política estatal de vivienda. Pero son las Comunidades Autónomas las que han elaborado los correspondientes Programas anuales, calificado las actuaciones objeto de protección y canalizado los recursos estatales (en forma de subvenciones personales y subsidiación de los tipos de interés de los préstamos, básicamente). Cada Comunidad adquirió también compromisos de carácter presupuestario y de desarrollo de suelo.

El Plan 1992-1995 estableció unos objetivos de financiación de 400.783 viviendas y de suelo para otras 93. 326 viviendas; pero las previsiones presupuestarias del Estado han ido siendo objeto de reajuste en función del grado de cumplimiento por cada Comunidad Autónoma de los objetivos inicialmente establecidos, a favor de aquéllas con mayor grado de cumplimiento de los compromisos asumidos. El Plan ha tenido así un grado de flexibilidad que le ha permitido adaptarse a la diferente dinámica de cada territorio, lo que ha hecho posible alcanzar ampliamente los objetivos previstos.

Son de destacar en el Plan que ahora termina, la introducción, por primera vez de ayudas muy notables para la adquisición y urbanización de suelo destinado preferentemente a viviendas de protección oficial, así como las medidas de fomento de la promoción de viviendas en alquiler y las ayudas a la rehabilitación. Se amplió, asimismo el ámbito de la protección, haciéndola extensiva a adquirentes con ingresos anuales ponderados de hasta 5,5 veces el salario mínimo interprofesional e incluyendo las viviendas libres a precio tasado entre las que pueden ser objeto de ayudas; el abanico de posibilidades es así mucho más amplio, respondiendo al objetivo principal de facilitar el acceso a la vivienda, en cualquiera de sus formas, a quienes no pueden tenerlo en las condiciones normales del mercado.

Por otra parte, varias Comunidades Autónomas han elaborado, como desarrollo y complemento del Plan Nacional, sus propios Planes de Vivienda, lo que las ha permitido potenciar o completar determinadas líneas de ayuda en función de objetivos específicos ligados a la particular situación de su parque de viviendas y a las características sociales de la demanda en su territorio (fomentando, por ejemplo, la autorehabilitación o la autoconstrucción, etc...).

El Gobierno, previos los acuerdos alcanzados con las Comunidades Autónomas en la Conferencia Sectorial de los días 23 y 24 de noviembre de 1995, ha aprobado un nuevo Plan de Vivienda 1996-1999 que, prolongando la vigencia del actual marco normativo, introduce determinadas modificaciones en función de dichos acuerdos.

El Plan 1996-1999, prevé la financiación de un total de 500.000 actuaciones (objetivo cuantitativo similar al del Plan cuya vigencia finaliza el presenta año) pero introduce modificaciones en varios aspectos, entre los que cabe resaltar los relativos a la redefinición y al fortalecimiento de las Áreas de rehabilitación; la creación de una línea de ayudas a medio y largo plazo para la creación de patrimonios públicos de suelo destinados a la construcción de viviendas de protección oficial; la posibilidad, inédita hasta ahora, de que el Estado cofinancie las viviendas de promoción pública de las Comunidades Autónomas destinadas preferentemente a alquiler para familias de ingresos bajos; la de que se acojan a financiación cualificada nuevas tipologías de vivienda (destinadas a colectivos específicos, como los jóvenes o la tercera edad); y la posibilidad, asimismo, de que se acojan a dicha financiación experiencias piloto de carácter medioambiental (viviendas de menos consumo energético y de agua, viviendas construidas con materiales reciclables no contaminantes, etc...).

El Plan, sin perjuicio de la estabilidad que le confiere su carácter plurianual, podrá ser revisado anualmente, si se considera necesario y existiera el suficiente consenso entre las Administraciones implicadas.



3. Líneas de acción para un programa Hábitat español


En función de las prioridades señaladas en el diagnóstico que figura en el apartado anterior, y de los planes y políticas (a medio y largo plazo) que se han descrito en este apartado, con los que se está haciendo frente a la situación actual, cabe plantearse cuáles son los principales retos a los que España ha de enfrentarse, en materia de vivienda y de asentamientos humanos, en los próximos años, así como las posibles líneas de acción que deberían seguirse para alcanzar los objetivos ligados a dichos retos. Estos planteamientos constituirán la base para la definición de un Programa HÁBITAT para España, en la línea de los objetivos y compromisos de la "HÁBITAT Agenda" que se está elaborando como documento final de la Conferencia.

El marco conceptual en el que se plantean estas líneas es el del desarrollo sostenible en su sentido más amplio: el de las condiciones a promover en la vivienda y en las ciudades para que la sociedad española, en su conjunto, avance hacia un desarrollo equilibrado capaz de preservar el capital natural que asegura el mantenimiento de la vida y el bienestar humanos de nuestra generación y de las generaciones futuras.

El reto principal del hábitat es la propia ciudad: la ciudad es un activo físico y humano fundamental, de la sociedad, y el de mayor potencialidad para su desarrollo. Pero siendo un instrumento determinante para el crecimiento de la economía y la creación de empleo, y para el desarrollo social y cultural, sufre también fracturas sociales y genera una gran insostenibildad ambiental.

La situación se resume en dos problemas básicos relativos a la construcción y funcionamiento de las ciudades españolas:

Las ciudades no siempre funcionan en un marco de desarrollo sostenible que satisfaga condiciones de habitabilidad suficientes, ni que permita su mantenimiento a largo plazo, y, por lo tanto, a las futuras generaciones.

Con frecuencia, se produce urbanización sin hacer ciudad. El derecho a la ciudad, debe ser entendido como el establecimiento de una serie de garantías de calidad de vida, generalizables a todos los ciudadanos, incluyendo vivienda, empleo, servicios, entorno, etc.

Frente a estos retos es necesario un mayor liderazgo publico, social, en la concepción de la ciudad y en su construcción. Así, por ejemplo, el medio ambiente y el desarrollo local siguen siendo cuestiones sectoriales, sin que las ciudades se planteen globalmente los retos de la sostenibilidad y la cohesión social.

La ciudad sigue sin plantearse como una cuestión de Estado, que debe acometerse por todos los gobiernos, con el máximo consenso social y político, y provocando la participación de los agentes sociales en el desarrollo de un proyecto común en cada ciudad. La cooperación entre las administraciones es manifiestamente mejorable y el marco en el que se producen las actuaciones urbanas sigue privilegiando la infraestructura urbana (las obras), y los servicios públicos vinculados, frente a lo que se entiende como Estado del Bienestar (servicios urbanos, salud, educación, cultura y seguridad social).

El resultado es un gobierno de la ciudad y unos mecanismos para su construcción, que no siempre se adaptan a los problemas de los ciudadanos y las empresas productivas, y que puede resumirse de la siguiente manera:

La gobernabilidad se apoya fundamentalmente en políticas sectoriales (económicas, sociales, urbanísticas, ambientales, etc.) que se aplican, en ocasiones, de forma excesivamente burocratizada, sin capacidad de desarrollar políticas que aborden de forma integrada los problemas, y por organismos (incluidos los ayuntamientos) que se encuentran, en algunos casos, políticamente distantes de las comunidades sociales, en que se desarrollan los problemas.

La ciudad física, o construida, está dirigida por conceptos urbanísticos demasiado funcionalistas, basados en el coche, y por los mecanismos del mercado inmobiliario (sistema de precios, coyunturas, etc), que determinan muchos problemas de sostenibilidad, segregación y exclusión social.

Se examinan a continuación los principales retos a los que ha de enfrentarse la sociedad española en los próximos años, en relación con tres grandes áreas temáticas:




3.1 La vivienda adecuada para todos


Cabe señalar, como retos básicos para España en relación con este tema-clave de la Conferencia, los siguientes:

Facilitar el acceso a la vivienda:
Ello supone favorecer el acceso de todos los ciudadanos a una vivienda digna y adecuada, cumpliendo así el mandato constitucional al que se hizo referencia en el apartado B de este Informe, en cualquiera de sus formas (propiedad o alquiler), mejorando la eficiencia del mercado y a través de otras medidas de carácter financiero o fiscal.

En este sentido es esencial una política de suelo que permita poner en el mercado, al menor coste posible, suelo urbanizado suficiente para absorber la demanda de construcción de nuevas viviendas: el Plan Urgente de Urbanización de Suelo cuya realización acordó recientemente el Gobierno español es un ejemplo de este tipo de acciones.

De manera particular es necesario apoyar, además, a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, a través de regímenes especiales de protección y ayudas públicas, para que puedan tener acceso a la vivienda que no pueden obtener en las condiciones normales del mercado.

En esta línea, el Plan de Vivienda 1992 - 1995 y el Nuevo Plan recientemente aprobado 1996 - 1999, contemplan medidas específicas de fomento de la promoción de viviendas en alquiler, de ayudas a las familias de menores ingresos o incluso de que puedan acogerse a una financiación cualificada nuevas tipologías de vivienda destinadas a colectivos muy concretos (jóvenes, tercera edad,...).

Favorecer la reutilización del parque de viviendas existente:
En España existe un importante parque de viviendas, en buena parte subutilizado o abandonado como consecuencia de su inadecuación física o funcional (o de ambas circunstancias). Esta situación supone un despilfarro de recursos y contribuye a la "insostenibilidad" del crecimiento urbano al dirigirse la demanda hacia la urbanización de nuevos suelos donde ubicar las viviendas adecuadas a la demanda existente.

Ello requiere medidas que favorezcan la rehabilitación de viviendas y la mejora de las condiciones de habitabilidad de las inadecuadas, para que puedan entrar en el mercado y ser reutilizadas.

Mejorar su eficiencia energética y medioambiental
Tanto por sus características constructivas (materiales, técnicas de construcción e instalaciones) una gran parte de las viviendas existentes (y también de las de nueva construcción) son, con independencia de su calidad, claramente ineficientes desde el punto de vista de ahorro de energía, consumo de agua y, en general, de sus aspectos medioambientales.

Su repercusión en el desarrollo sostenible de la ciudad es importante, por lo que se requieren medidas, tanto normativas como de apoyo financiero y fiscal que favorezcan las actuaciones encaminadas a mejorar dicha eficiencia y que contribuyan a la adaptación de las viviendas a las condiciones climáticas de las distintas regiones españolas. En este sentido, el compromiso reflejado en el Nuevo Plan de Vivienda 1996 - 99 para desarrollar la exigencia de la Certificación Energética de los Edificios (en cumplimiento de la Directiva 93/76/CEE) constituye un paso fundamental.

En particular, las edificaciones con viviendas en alquiler ocupadas por inquilinos con rentas antiguas, no generan recursos que permitan a sus propietarios invertir en la mejora de sus instalaciones y, en general, de sus condiciones de habitabilidad. La aprobación, en noviembre de 1994, de la nueva Ley de Arrendamientos Urbanos, que permite una actualización progresiva de las rentas más antiguas, junto a determinadas ayudas sectoriales (por ejemplo, las del Ministerio de Industria y Energía destinadas a fomentar el ahorro y la utilización de energías menos contaminantes), favorecerá este necesario proceso.

Considerar la vivienda inseparable de su entorno:
El entorno urbano de la vivienda (equipamientos públicos, espacios libres, etc...) constituye un complemento necesario e inseparable de ella para asegurar un nivel adecuado de calidad de vida.

La vivienda no puede hoy plantearse separadamente como un elemento al margen del entorno que constituye su ecosistema inmediato; la vida urbana se desarrolla en la vivienda y en los espacios y equipamientos públicos que la rodean, a nivel de barrio en un primer escalón y a nivel del conjunto urbano en un segundo escalón del que el barrio constituye un elemento del sistema global.

Las actuaciones en materia de vivienda han de considerarse, por ello, incardinadas en la construcción de la ciudad, enlazando así con el segundo de los grandes temas aquí considerados.



3.2 La ciudad sostenible y su entorno territorial


Los principales retos a tener en consideración en relación con este segundo tema-clave, son los siguientes:

Recuperar el concepto de ciudad frente a la mera urbanización
Las ciudades españolas se expanden, aunque las grandes no tengan crecimiento poblacional. Las áreas de centralidad de las ciudades se congestionan de actividad y trafico, y también los itinerarios mas afectados por el incremento de la movilidad.

La tendencia es a un mayor consumo por habitante de techo residencial y de suelo urbano para empleo y servicios, y a una mayor motorización y crecimiento de la movilidad. Si la renta disponible crece durante unos años, amplios sectores de la población, consumirán más suelo, más coches, y más productos en general. Todo ello implicará un mayor consumo de recursos y producción de deshechos, si se mantiene la actual organización y gestión de la ciudad y las actuales pautas de comportamiento.

La expansión se produce, en ocasiones, dejando agujeros negros en la ciudad, como las áreas centrales, o periféricas, de industria y servicios abandonadas, y como los barrios deteriorados, y barrios en declive social, que quedan fuera de los mercados, con alto desempleo y sin inversión productiva, estancados en situaciones de vulnerabilidad cuando no de marginalidad.

La ciudad se desarrolla al margen de estas zonas, al margen de las infraestructuras ya realizadas, muchas veces infrautilizadas, y de los solares o el suelo semiurbanizado. Se invierte, en nueva urbanización discontinua, en áreas alejadas o aisladas, que exigirán la ampliación de las infraestructuras, sin producir ninguna sinergia sobre las áreas en declive, favoreciendo la segregación social y funcional.

Además, esta extensión permanente, discontinua y funcionalista, ocupa de forma desproporcionada el campo y desestructura los sistemas naturales, afectando aceleradamente el medio ambiente y degradando, especialmente, los ecosistemas de los que depende el funcionamiento de las ciudades, los que las soportan, tanto por la ocupación directa de su suelo, como por la explotación de recursos, transporte y disposición de deshechos.

Se produce así una quiebra del concepto de ciudad, y se construye un tipo de barrio y ciudad que no se corresponde con el tradicional, asumido por la conciencia colectiva, que permite una vida social mas intensa e integrada.

Es este un proceso de urbanización insostenible a lago plazo, tanto social como ambientalmente, que además es perjudicial para el crecimiento económico, por lo que la recuperación del concepto tradicional de la ciudad, más allá del mero desarrollo de la urbanización, es una exigencia insoslayable.

Lograr la ciudad próspera y cohesionada
Las economías locales y nacionales se abren progresivamente y las ciudades son cada vez más interdependientes del conjunto y, en particular, de determinadas redes, según sea la base de su economía y sus relaciones con los mercados.

En las ultimas décadas muchas ciudades han realizado grandes esfuerzos en la creación de infraestructuras destinadas a mejorar su competitividad, con resultados desiguales, por la falta de estrategias globales de desarrollo, de incorporación y concertación suficiente con los agentes sociales, y por la falta de políticas complementarias para conectar al conjunto de la ciudad a los sectores mas desfavorecidos, con las posibles ventajas de las nuevas infraestructuras y las actividades avanzadas que, en su caso, éstas conseguían atraer.

Las ciudades y regiones carecen en general de planes para orientar su desarrollo, adecuadamente:

Los Planes de Desarrollo Regional son, con frecuencia, documentos formales y burocráticos entre administraciones, que no se someten al suficiente debate social y político respecto a sus objetivos y programas estratégicos, ni se conciertan con los agentes sociales.

Las regiones suelen carecer de estrategias de desarrollo territorializadas, y los planes territoriales regionales cuando se abordan son planes limitados a competencias físicas, y con una participación publica restringida por plazos y procesos reglamentarios de información.

Los planes estratégicos municipales carecen de operatividad en la mayoría de sus propuestas, y, en general se han sesgado hacia un planteamiento reduccionista de la competitividad basado en la las actividades emergentes, las grandes infraestructuras y la promoción externa de la ciudad. Los planes urbanísticos se limitan a plantear los usos del suelo y los mecanismos inmobiliarios de promoción.

No se formulan, por lo tanto, estrategias que contemplen desarrollo, sostenibilidad y cohesión en paralelo, ni se abordan los problemas en los ámbitos espaciales adecuados, a pesar del voluntarismo que muestran muchos municipios cuando abordan sus planes tocando temas de otros colindantes y de ámbitos superiores sin lograr la adecuada coordinación. Las experiencias de trabajo en órganos mancomunados, comarcales o subregionales, son escasas y suelen referirse a cuestiones sectoriales (transporte, agua, residuos, etc) a través de organismos especializados de gestión, de representación indirecta.

Tampoco existe la práctica del estudio de los impactos locales de las políticas y actuaciones sectoriales, en aspectos sociales, económicos y ambientales, que debería producirse desde el inicio de la toma de decisiones, especialmente cuando no existen estrategias de desarrollo globales y consensuadas. Como consecuencia, de la imprevisión de estos efectos, se comprueba a posteriori como se han generado problemas que, en muchos casos, habrían podido ser evitados o compensados con otras medidas, diseñando paquetes de políticas.

Esta falta de previsión conduce también a que no se aprovechen adecuadamente las ventajas de competitividad de muchas ciudades, especialmente para los mercados propios y próximos, no generándose suficiente empleo en el conjunto de la ciudad, por falta de políticas integradas y complejas que favorezcan las relaciones necesarias y rompan los cuellos de botella que impiden que áreas y actividades vulnerables dispongan de condiciones para desarrollar actividades económicas basadas en sus propios recursos, conectándose a los mercados.

Un reto importante para la prosperidad y cohesión de las ciudades es la creación de los ambientes productivos adecuados, especialmente en los barrios o áreas en declive, así como el logro de la conexión de las áreas en recesión, con los mercados locales y con las actividades dinámicas de las áreas de "oportunidad", de economía expansiva, que asientan actividades modernas.

Reducir la "huella de la ciudad" en el territorio
Las ciudades son sociedades humanas, ecosistemas abiertos que dependen de los intercambios con el exterior del territorio que ocupan. Para su funcionamiento necesitan tener garantizada la aportación de suministros externos, su distribución y utilización interna, y la posterior exportación de productos y expulsión de residuos al exterior.

La ciudad debe conformar su espacio, y organizar las actividades que se realizan en su seno, para la mejor habitabilidad de la población, asegurando también el mantenimiento o mejora de estas condiciones para los habitantes futuros, y sin comprometer la sostenibilidad de sus diversos ámbitos de influencia, en áreas próximas, en otras alejadas, o en aspectos globales del planeta por efecto agregado del conjunto de ciudades.

El reto está pues en lograr mejorar la habitabilidad interna manteniendo la sostenibilidad global, es decir, sin incrementar los impactos ambientales globales ni destruir innecesariamente los recursos locales, ni los de otras áreas que la sustentan, procurando un balance positivo en el capital natural de las mismas que evite nueva degradación y permita recuperar la producida con anterioridad, aún no compensada.

La creciente población de ciertas áreas, y la concentración en otras de actividades económicas, como la industria y el turismo, suponen una presión sobre las ciudades y el territorio, con el consiguiente deterioro de los recursos naturales

Cuando el deterioro se produce de forma incontrolada, por falta de previsión y limitación de las posibilidades de carga de los sistemas naturales, se crean situaciones de gran gravedad para el medio natural y para las actividades humanas (escasez de agua, deforestación, desertización, pérdida de biodiversidad, etc.).

Se debe establecer la protección de los ecosistemas por su valor natural y social, comprobando sus capacidades de carga y limitando la explotación de sus recursos, mediante los estudios, planes y actuaciones necesarias, y promoviendo el consenso social y político. No se trata sólo de proteger ciertos ecosistemas singulares, sino de comprender el valor de los sistemas naturales entendidos globalmente, como la atmósfera, el agua, el suelo, o el paisaje, y tomar medidas para controlar los efectos agregados que los deterioran.

La habitabilidad urbana presenta aún situaciones de degradación elevada que puede mejorarse al tiempo que se reducen los impactos sobre otros ecosistemas. Las mejoras de habitabilidad que contemplen los aspectos ambientales y sociales contribuirán a la sostenibilidad global de la ciudad y el territorio.

Dar prioridad a la mejora de la ciudad existente
Se han expuesto muchos retos del hábitat en España en el momento actual. Las expectativas para su resolución están puestas en las ciudades, por ser el modo de vida de la gran mayoría de la población y un activo básico de la sociedad.

De su mayor éxito o fracaso dependerán el bienestar y la sostenibilidad. Las ciudades están ahí, y han de ser la base de la sostenibilidad global, y la base del estado del bienestar (empleo, servicios, etc.) de una población urbana creciente.

Para ello hay que plantear objetivos para los conflictos conocidos, e identificar los procesos interrelacionados con éstos que deben abordarse para lograr los efectos deseados. Dado el gran número de retos y la complejidad de los mismos, es necesario priorizar los criterios de intervención.

La primera consideración a tener en cuenta es que los retos expuestos no cuestionan tanto el cómo construir nuevas ciudades, sino, fundamentalmente, el qué hacer con lo que tenemos: un medio en degradación y unas ciudades ineficientes, sobre todo ante los objetivos de sostenibilidad, cohesión social y competitividad.

Hay que reestructurar las ciudades existentes, rehabilitarlas, regenerar sus áreas en declive, aprovechar las infraestructuras infrautilizadas. El reto fundamental de la ciudad es crecer hacia dentro, y hacerlo bien, creando prosperidad, equidad y sostenibilidad, independientemente de si algunas ciudades puedan requerir en ciertos momentos expansiones y cierto crecimiento hacia el exterior.



3.3 La gobernabilidad de las ciudades


La gobernabilidad de las ciudades y, en general de los territorios sobre los que éstas se asientan y sobre los que interactúan, constituye un tema complejo en el que se entremezclan cuestiones competenciales y de coordinación administrativa con cuestiones de articulación de la participación ciudadana, de la búsqueda de la equidad y de la cohesión social, de obtención de recursos financieros o de planificación y gestión urbana. Los principales retos a considerar en relación con esta gobernabilidad, son los siguientes:

Necesidad de actuaciones integradas
Las ciudades tienen nuevos problemas, pero, su problema principal es que suelen disponer de unos mecanismos de gestión inadecuados para abordarlos, tanto en cuanto a medios como en cuanto a organización. La gestión de la ciudad tiende a compartimentarse sectorialmente, pretendiendo la simplificación y agilización de procedimientos, sin un marco de actuación que aborde los problemas integralmente.

Estas consideraciones son de particular importancia si se tiene en cuenta que, además:

Como consecuencia se observa, generalmente, la falta de un mayor análisis de los problemas y de los efectos de las propuestas de intervención. Muchos problemas sobre los que se actúa (trafico, barrios desfavorecidos, abastecimiento de agua, etc.) se mantienen indefinidamente, algunos se agravan y, a veces, incluso se crean más problemas. El resultado es un aparente despilfarro de recursos, así como el aumento del gasto social y de la degradación ambiental que algún día habrá que abordar.

Es necesario redefinir la gestión para actuar conjuntamente en distintas dimensiones de la ciudad, superando políticas sectoriales e incorporando a los agentes sociales. Solo así se conseguirá que las distintas actuaciones, a corto y largo plazo sumen sus efectos, en la dirección del desarrollo sostenible.

Entre las posibilidades de actuación, que deben estudiarse, las hay complejas y de efecto a largo plazo, y también hay medidas sencillas. Pero lo que fundamentalmente hace falta es un proceso de reflexión colectiva que permita asumir nuevos valores y obtener consenso social y político para abordar los retos que se presentan.

Adecuar la gestión al ámbito territorial de los problemas
El esfuerzo por lograr mejorar las prácticas políticas y administrativas, y dotar al territorio y las ciudades de un buen gobierno, implica estudiar en cada caso los ámbitos territoriales adecuados a la resolución de cada problema, y la mejor articulación de competencias para la intervención.

La reconsideración de territorios y competencias, no debe conducir necesariamente a fuertes reestructuraciones de unos y otras, dentro de y entre las administraciones, especialmente a corto plazo. Más bien debe provocar la coordinación y cooperación entre ellas. La ciudad es un sujeto vital para todos los niveles de gobierno.

Los retos enunciados suponen la actuación en ámbitos territoriales diversos, que no se corresponden normalmente con los niveles territoriales de gobierno, como: el barrio, el distrito o área submunicipal, las ciudades plurimunicipales y metrópolis, las comarcas y áreas subregionales, los sistemas naturales sub o supraregionales, etc...

Los gobiernos municipales, regionales y nacional deberán encontrar fórmulas adecuadas de cooperación en cada caso, e incorporar a la población afectada a través de los órganos de representación instituidos, o con nuevas fórmulas cuando sea conveniente.

Fortalecer la autonomía local y la participación ciudadana
El municipio es el gobierno más cercano al ciudadano, y es por ello, en el que hay que apoyarse para desarrollar actuaciones locales. Los problemas no se van a acometer con políticas más adecuadas si los municipios no asumen el protagonismo local en las políticas de desarrollo, cohesión y sostenibilidad.

Para ello deben elaborar planes estratégicos, o marcos de actuación, consensuando social y políticamente objetivos y programas de desarrollo, que permitan programar actuaciones con visión de medio y largo plazo.

El liderazgo municipal no puede realizarse al margen de otros gobiernos de nivel superior, ni de municipios próximos, para todos los programas de actuación que superen su territorio o su competencias. La coordinación interadministrativa debe basarse en la cooperación.

Asimismo corresponde a los ayuntamientos encontrar las formas de incorporar a los agentes locales y la ciudadanía a participar en políticas activas, superando los problemas derivados de la falta de adecuación que en los grandes municipios hay entre la circunscripción electoral y los barrios, u otros ámbitos de actuación.

Sin embargo, la cooperación con los vecindarios se ha reducido, en general, en las dos ultimas décadas, como consecuencia de los esfuerzos empleados en la creación, capacitación y consolidación de los nuevos ayuntamientos democráticos. Escasas ciudades han hecho esfuerzos de descentralización, y son pocas las actuaciones que cuentan con una participación real del vecindario.

La colaboración con el sector privado es también escasa, ya que el sector público no asume suficientemente su papel de promotor de propuestas a las que incorporar a los privados, y tiende, bien a liberalizar los sectores de intervención, bien a asumir las actuaciones con un protagonismo excesivamente excluyente.

Estos planteamientos hacen necesaria una reconsideración de la actuación pública, a partir del municipio, dotando a los de mayor tamaño de la de los mecanismos de participación local (de barrio) de los que carecen y creando las estructuras subregionales o plurimunicipales para las actuaciones que les desbordan. El incremento de la autonomía local y de sus competencias sigue siendo un reto que requiere reflexión y debate.

Fomentar la cooperación interadministrativa
Los retos del desarrollo sostenible exigen una mayor integración y cooperación en la actuación de todos los agentes públicos. Hay que reenfocar el gobierno del territorio coordinando la ordenación territorial, la coordinación de inversiones, la gestión urbana, el desarrollo local, y las políticas social y ambiental. Y para ello hace falta organizar en torno a estrategias de actuación a los agentes dependientes de los distintos niveles de la administración: el sistema territorial nacional, las regiones y sistemas subregionales, las ciudades y dentro de ellas los barrios.

A pesar de que en la ultima década se han desarrollado formas de cooperación interadministrativa en muchas actuaciones a distinto nivel, aún falta concienciación social y política respecto a la necesidad de actuar de forma integrada. Es común, encontrar posturas que pretenden excluir a otras administraciones o agentes de la toma de decisiones, en base a la prevalencia de una competencia sobre las demás, cuando en muchos casos es más efectivo el trabajo consorciado.

Es conveniente desarrollar progresivamente los principios del federalismo cooperativo aplicados a las políticas de ciudades, es decir, reducir las relaciones jerárquicas y emplear las relaciones cooperativas y contractuales. Lo cual supone la aceptación de un desafío para desarrollar una política con ambiciones de integralidad por parte de todos los niveles de gobierno, incluyendo las políticas de la Unión Europea.



3.4 El proceso hacia la sostenibilidad


Los anteriores retos requieren también el planteamiento de estrategias diferenciadas entre las áreas urbanas y las rurales, necesarias cada una de ellas para el buen funcionamiento de la otra. Las correspondientes líneas de acción deben tener presente, por otra parte, los principios básicos del desarrollo sostenible citados al principio de este Informe, como guía y referencia permanente.

El desarrollo sostenible de las ciudades, es el único desarrollo posible a largo plazo, y, por lo tanto, el único aceptable como marco de trabajo. Es un desafió político fundamental para la democracia, y para el gobierno de las ciudades.

Ningún agente por sí mismo puede desarrollar las actuaciones necesarias. Hace falta una concertación amplia de todos los sectores sociales para definir y desarrollar las políticas adecuadas.

Es necesaria una respuesta fuerte basada en acuerdos políticos, sociales e institucionales para definir estrategias que orienten las actuaciones de forma continuada y duradera, asumiendo que la cuestión de las ciudades y el desarrollo sostenible, es una cuestión de Estado.

No se trata sólo de nuevas políticas necesarias sino de un debate a todos los niveles para alcanzar un consenso que reoriente las políticas económicas y sectoriales, y establezca mecanismos de toma de decisiones y de gestión que contemplen los nuevos objetivos y se coordinen en cada caso en el nivel y en el ámbito territorial adecuados a cada problema.

La complejidad de los problemas que se nos resisten requiere, probablemente, la aplicación de más recursos, pero sobre todo reconsiderar la manera de aplicar los existentes, romper barreras y cooperar ampliando la base social e institucional, integrando los recursos en nuevas formas de actuación. Este es quizás el principal reto, en estos momentos.

La elaboración de un Programa HÁBITAT para España es, fundamentalmente, un proceso hacia la sostenibilidad y ello requiere un previo debate sobre los temas más importantes que afectan a la vivienda, a la ciudad y al territorio, debate en el que tengan una participación activa todos los agentes sociales e institucionales y que, al tiempo que profundicen en la problemática y propongan nuevas formas de actuación, contribuyan a la creación de opinión y al cambio de los hábitos de consumo que están en la raíz del desarrollo no sostenible de nuestra sociedad.

Se propone, en este sentido, la creación de Foros de debate que se articulen en torno a algunos temas clave, como pueden ser:


Las acciones nacionales ya en marcha o planteadas a las que se ha hecho referencia en los primeros epígrafes de este apartado, podrían reorientarse y complementarse así, en la línea de las conclusiones de este proceso, que persigue unos objetivos de sostenibilidad para el próximo futuro de conformidad con los objetivos generales de la Conferencia Mundial HÁBITAT II.

Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente

Fecha de referencia: 31-05-1997

Documentos > Informe Nacional España Habitat II > http://habitat.aq.upm.es/in/a004.html
 
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