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Documentos > Iberoamérica ante Hábitat II > Ponencias > http://habitat.aq.upm.es/iah/ponenc/a010.html

El sector popular en la construcción democrática del hábitat


Víctor Saúl Pelli, arquitecto (Argentina)[1]
Prof. Universidad de Resistencia. Director del IIDVI

La fecha de la reunión de Estambul encuentra a América Latina con novedades en su panorama de pobreza habitacional y urbana. La presencia masiva de los pobres y de sus viviendas de miseria ha venido siendo tomada durante décadas como un dato permanente de la ciudad latinoamericana, y esa imagen de permanencia ha ido afianzando una vaga noción en los ámbitos de poder acerca de la capacidad de espera y de tolerancia de la gente en esa condición de vida.

Sin embargo los cambios estructurales producidos o puestos de manifiesto en los últimos dos lustros, con tan fuerte impacto en el comportamiento de la totalidad de los sistemas del planeta, no han dejado de influir también en el papel de la pobreza latinoamericana en sus ciudades y en sus sociedades, incorporando inquietantes variantes a la imagen de paciencia y permanencia. Los cambios globales ciertamente no han ayudado a los sectores populares a superar su pobreza, pero han introducido nuevas coordenadas en su situación, desde adentro y desde afuera. Estas nuevas coordenadas (la penetración de los medios de comunicación y de la tecnología de punta en el ámbito de los sectores populares, las migraciones internacionales desde y hacia los asentamientos irregulares, el debilitamiento -en todos los niveles sociales- del poder de contención de los valores morales hasta hace un tiempo consensuados, la globalización de la economía formal, el fortalecimiento de la economía informal, la estructuración de ámbitos de poder social del narcotráfico, las viejas epidemias renovadas y las nuevas epidemias, el incremento de los riesgos por catástrofe, el ensimismamiento de los sectores más pudientes en una cultura de deslumbramiento y satisfacción costosa y efímera) le han introducido mayor dinamismo y han subido el voltaje de su inserción en la ciudad. Esto no debe leerse necesariamente, ni simplemente, como incremento de la agresividad o del malestar de los sectores más pobres: sería más adecuado a los hechos decir que se ha incrementado la tensión social en la ciudad en general, entre y en todos sus sectores, cada uno a su manera, así como el extrañamiento, la segregación, el enfrentamiento y las actitudes defensivas (todas estas actitudes con su correlato claro e inmediato en las formas que va tomando el hábitat), con sus consecuencias sobre la salud de la trama social en general, entendida como sustento de vida. En este contexto más sensibilizado y dinámico una situación crítica y masiva como la de la pobreza extrema de los sectores populares está jugando un papel más activo. Los datos del problema están cambiando o han cambiado, y no es arriesgado afirmar que su abordaje con las fórmulas empleadas hasta ahora puede ser inócuo o incluso puede llegar a profundizarlo.

Uno de los principales núcleos de expectativa generados por la reunión Habitat II apunta a la posibilidad de perfeccionar la comprensión de los problemas sectoriales de la ciudad, como el de la vivienda, por ejemplo -y, de modo más particular, el de la vivienda de los sectores más pobres- de manera de identificarlos y abordarlos como parcialidades de las falencias estructurales, físicas y sociales, del sistema urbano, o como emergentes de las del sistema social general. La solución de esos problemas sectoriales sería así sólo una parte orgánica, o una consecuencia, del tratamiento del problema urbano en su integralidad o, al menos, al encarar su abordaje con una visión sectorial, sería planteada, conceptual y técnicamente, como parte o emergente del problema estructural mayor. Ciertamente esta noción no es nueva, pero pertenece a la larga lista de los conceptos innovadores aceptados y enfáticamente declamados, pero poco o nada incorporados, en términos operativos efectivos, a las políticas, las operatorias o los planes de acción de los organismos gubernamentales y también de algunas de las grandes instituciones no gubernamentales.

El presente documento pretende hacer algunos aportes a esta revisión conceptual desde el punto de vista que presta mayor atención a la situación habitacional y urbana de los sectores sociales más desfavorecidos.



El papel y la situación de los sectores populares en la construcción y en la ocupación del hábitat


El sector popular, que aporta la fuerza de trabajo para la construcción de la totalidad del hábitat moderno, incluidas aquellas partes del mismo que las instituciones de la sociedad le destinan como vivienda, es también el único productor de la parte restante (la mayor) de su propio hábitat residencial. El primer caso corresponde al modelo de gestión del hábitat asumido como propio y auténtico por la estructura social predominante, y en él le caben, al sector popular, sólo dos papeles: el de mano de obra y el de eventual usuario; no tiene acceso a las decisiones ni es, consecuentemente, responsable por ellas. Dentro de la organización moderna de la producción, el operario no cuenta con márgenes para dejar su impronta cultural, ni para reclamar espacios de decisión sobre la esencia del hábitat así producido. El segundo caso corresponde a un proceso orgánico, el de los asentamientos irregulares y espontáneos, admitido como hecho lamentable pero no aceptado como modelo de gestión válido por la sociedad predominante. En él le caben, a los grupos populares, una mayor variedad de papeles, que les aseguran, si bien dentro de los estrechos límites de la miseria, el control de la parte esencial del proceso de producción, de la definición del producto y de la vida del hábitat así producido, aunque no una integración a la trama de interrelaciones, beneficios y obligaciones de la ciudad moderna.

En ambos casos se destacan dos rasgos de situación: la insuficiencia y la exclusión, en relación a la ciudad como sistema. Dos rasgos que el análisis conceptual llega a fundir en el concepto de pobreza.



Revisión del concepto de pobreza habitacional


La comprensión de la pobreza como estado permanente de no satisfacción de necesidades básicas (insuficiencia) no alcanza a ser eficaz si sólo se entiende la insatisfacción de necesidades básicas como carencia de recursos para la supervivencia física inmediata y no se reconoce que en la sociedad urbana actual a este estado de no satisfacción de las necesidades de los sectores populares se suma la condición, igualmente negativa, de inserción imperfecta, desventajosa y precaria en el tejido y en la estructura del conjunto social. Esta condición se manifiesta en sus aspectos tangibles, como el de la ubicación física en áreas residuales de la ciudad, o el acceso imperfecto a servicios físicos y sociales, pero también en sus aspectos intangibles, como el desconocimiento de los códigos de convivencia y/o de gestión propios de los sectores sociales formalmente integrados a la ciudad, con sus consiguientes efectos de discriminación, o el desconocimiento o manejo precario de mecanismos legales y administrativos, o las ubicaciones desventajosas en las transacciones sociales. Esta situación ambigua e inestable de inserción subordinada, o de agregación sin inserción, o de presencia física con exclusión social, es agobiante y perjudicial para los pobres pero también contaminante y degradante para todo el sistema social: no es posible hablar de una sociedad evolucionada que esté compuesta por un sector insertado estructuralmente en el sistema, y por lo tanto con oportunidades de alcanzar los beneficios que éste ofrece, y por otro sector excluido, o degradantemente incluido, y menos aún en una sociedad en la que el pensamiento más generalizado, aún entre los desfavorecidos, es que así es como deben ser las cosas o que no pueden ser de otra manera.

En un plano de análisis más profundo, es posible verificar también que la insuficiencia y la exclusión incluyen una condición de total o parcial inmovilidad o imposibilidad de gestión por carencia crítica de cuotas de poder, en todas sus variantes, por parte de los sectores populares, dentro de las categorías y códigos de la sociedad urbana moderna, entendiendo al poder social en su significación más abarcante de poder económico, político, intelectual, cultural, emocional y ritual, y en la intrincada distribución de estas formas de poder entre la variedad de actores integrados al sistema urbano-moderno. Esta carencia, que se muestra tan degradante como la carencia de recursos de supervivencia inmediata, aunque las relaciones de causa-efecto sean menos evidentes, puede leerse también como excesiva desvalorización dentro del juego de transacciones de la sociedad formal, tanto en el ámbito social global y estructural como en el de los contactos personales intersectoriales de todos los días: trabajo, prestación y recepción de servicios, simple convivencia lado a lado. Esta carencia en el plano del poder no sería, aparentemente, tema pertinente en la reflexión dedicada específicamente al problema habitacional, pero la experiencia latinoamericana, así como la de otras regiones del Tercer Mundo, ha permitido construir la hipótesis de que las modalidades convencionales de gestión habitacional institucional que reproducen en su mecánica operativa los esquemas de relación de la sociedad establecida, no asignando espacio (de poder) alguno a los sectores pobres en la toma de decisiones sobre procesos y productos de los que son directos destinatarios, contribuye a las principales características de inadecuación, ineficacia y costos confusos de los programas convencionales de transformación urbana, en particular los habitacionales, reiteradamente verificadas en los productos de la aplicación de estas modalidades.

La situación de exclusión ha venido, por otra parte, experimentando cambios: los asentamientos precarios, en sus diversas versiones, han ido perdiendo su actitud de espera. La exclusión no ha desaparecido, pues de hecho están físicamente asentados en una ciudad pero no conectados (o desfavorablmente conectados) a sus sistemas de sustentación (físicos, culturales, legales), han ido desarrollando sus propios sistemas sustitutivos y transformando la marginalidad pasiva, "a la espera", en una exclusión creativa, forzosamente autosuficiente dentro de sus márgenes de insuficiencia: la economía informal (con su propia formalidad, más allá de la irregularidad de los recursos empleados), la ciudad ilegal (con sus propias leyes), como sistemas, son vías de evolución propias, alternativas a las de la economía formal y las de la ciudad legal. En un escenario de gran escala, en cada ciudad latinoamericana están creciendo simultáneamente dos ciudades.

A diferencia de la fisonomía del problema habitacional en otros lugares, momentos o niveles sociales, en que es válido identificarlo y tratarlo de manera relativamente aislada como tema técnico específico dentro de una situación general de satisfacción de otras necesidades y de modos tolerables de interrelación entre sectores sociales, la pobreza habitacional de los sectores populares latinoamericanos no se limita a ser necesidad de casas con sus correspondientes servicios, sino una necesidad global de modificación positiva de su inserción en la ciudad, física y social. Hay suficiente experiencia en Latinoamérica acerca de la escasa capacidad de transformación positiva de las acciones habitacionales encaradas como producción acumulativa y provisión masiva de bienes y servicios.



Revisión del enfoque social y urbano de la solución habitacional


Dentro de este marco conceptual la solución de la pobreza habitacional se entiende no sólo como acceso a bienes y servicios para la satisfaccion inmediata de necesidades de supervivencia, sino también, y complementariamente, como acceso de los sectores populares a mayores espacios y cuotas de poder en la gestión de su habitat y como un proceso de incorporación de esos sectores, en paridad de derechos y obligaciones con los demás sectores, a la trama tangible e intangible de interrelaciones de la sociedad urbana moderna. La solución habitacional así entendida trae aparejada, inevitablemente, la modificación del conjunto urbano social y físico por la cesión de espacios y cuotas de riqueza y de poder por parte de la sociedad predominante y por la incorporación, aceptada, en el conjunto, de nuevos componentes de fuerte gravitación.

En cuanto a las motivaciones, "el problema de vivienda de los pobres es un problema de todos", en este enfoque deja de ser una manifestación de solidaridad de los que están bien hacia los que están mal (que proporciona, a los que están bien, la ilusoria sensación de que el problema no es suyo, como no sea por motivaciones altruistas, y a los que están mal, una situación más soportable para ellos y también para los demás, pero sin modificaciones sustanciales en su condición social y urbana de subordinación y desventaja), para pasar a ser la expresión de una decisión técnica y política de la sociedad urbana de actuar sobre sí misma, sin perder de vista la totalidad de su estructura, corrigiendo patologías que afectan por igual a todos, aunque su efecto sobre los sectores pobres, expresado en su situación habitacional, sea el más visible, el más urgente y cargue, lamentablemente, con la apariencia equívoca de ser el problema

"Vivienda para todos", uno de los dos temas centrales de la reunión de Habitat II es, en este marco conceptual, una exigencia que se satisface sólo con complejos procesos de tránsito, adecuados a los ritmos de los actores, desde una situación habitacional de profundas carencias y exclusiones hacia una situación de transformación de la ciudad y de la sociedad urbana para dar lugar a la gente excluida, o mal incluida, en paridad de derechos y obligaciones, en el tejido físico consolidado y en la totalidad del sistema de gestión y vida urbana. Esto está muy lejos, me permito reiterar, de la solución por mera agregación de más casas con infraestructura, que sólo resuelve algunas insuficiencias, pero deja sin solución las más profundas, y deja también sin respuesta al núcleo de la situación de exclusión, que forma parte tanto de los problemas del sector popular en su carencia de vivienda como de los de la sociedad urbana en la calidad de su conjunto.



Revisión de los objetivos y del perfil técnico de la solución habitacional


Desde esta definición, la concepción de la gestión técnica de la solución habitacional desplaza su centro de gravedad desde la planificación y construcción de obra física con fines de mejoramiento social, hacia la gestión de procesos sociales con implicancias de obra física o, dicho de otro modo: desde la resolución de los problemas sociales, entre ellos los habitacionales, mediante la producción de hechos físicos y su transferencia (o imposición) a los sectores que los padecen, hacia el apoyo, acompañamiento y fortalecimiento de procesos de transformación social y física gestados y movilizados por el conjunto de actores involcrados en un problema: La gestión técnica de procesos adecuados que permitan a los sectores populares alcanzar su inserción equitativa, física y social, pasa a ocupar el eje de la gestión habitacional y a regir y enmarcar las instancias de planificación y construcción de obra física. Esta concepción, ineludible desde el momento en que se reconoce la naturaleza estructural del problema habitacional del sector popular (es decir, no limitada a sus protagonistas inmediatos ni al campo de las necesidades materiales), requiere tanto la incorporación de nuevos métodos y técnicas, estrechamente ligada a la necesidad de adopción de una nueva ética de trabajo, como también un cambio esencial en la orientación y en la estructura del sistema institucional destinado a implementarla.

Desde esta orientación, los ejes socio-organizativos de la solución técnica de las necesidades habitacionales populares masivas pasan por:

1. La inclusión de todos los aspectos del déficit: insuficiencia de satisfactores tangibles e intangibles, exclusión física y social, e insuficiencia de espacios de poder de gestión, en el diagnostico de carencia habitacional, y la incorporación activa de todos los actores involucrados en el problema y en sus posibles soluciones, en la formulación del diagnóstico.

Las críticas y complejas condiciones en que se da el déficit habitacional de los sectores populares dentro de la ciudad latinoamericana moderna hace imprescindible tomar contacto con la estructura de las tensiones sociales y personales que se encuentran en la raíz de la carencia habitacional y en su relación con la conformación física y social de la ciudad. El diagnóstico, como base para la solución correcta, es también el embrión de la estructura de esa solución. La clave de su acierto no se encuentra, por otra parte, sólo en la correcta definición del objeto de diagnóstico: cuáles son los datos y cómo se los interpreta, sino también en la correcta definición del sujeto: a quien corresponde diagnosticar. La necesidad de incorporación de todos los actores, en particular de los propios habitantes, en la gestión del proceso de transformación del hábitat, a que se refiere el punto siguiente, incluye, con particular énfasis, la determinación del embrión correcto de ese proceso en la etapa de diagnóstico. La percepción de "las tensiones en la raíz de la carencia habitacional" por parte de sus propios protagonistas, y también su interpretación dirigida a conformar hipótesis de solución, aparece hoy en día como obvio, incuestionable y principal componente del diagnóstico.

2. La puesta en evidencia e incorporación en la gestión habitacional, particularmente en su aspecto de modificación negociada de la ciudad, de todos, o los principales, actores con intereses y con incidencia en ella.

Toda acción de gestión habitacional, en particular cuando se trata de escalas masivas de acción, implica una modificación de la ciudad, modificación de la que son parte interesada, en forma directa y consciente, una gran variedad de actores sociales además de los que lo son en forma indirecta y/o inadvertida. Casi todos ellos actúan, también directa o indirectamente, consciente o inadvertidamente, sobre el curso de la gestión, a veces con claras demostraciones de poder [2]. Cuando se trata de una gestión destinada a satisfacer las necesidades habitacionales de sectores sociales pudientes, claramente integrados a la estructura jurídica de la sociedad, y económica y culturalmente habilitados para moverse en los mecanismos formales del mercado, esta estructura y estos mecanismos se ponen en normal funcionamiento de acuerdo a sus leyes, y los actores interesados se ponen de manifiesto en sus roles y con sus libretos "oficiales". El actor protagónico, el habitante, cuenta con recursos de poder para hacer valer sus propios intereses en la negociación. Cuando se trata de las necesidades habitacionales de los sectores populares en la forma en que se encuentran insertados hasta ahora en la sociedad urbana latinoamericana, desaventajados en su inclusión en la estructura jurídica e insuficiente y defectuosamente incluidos en las posibilidades del mercado formal, la presencia de los actores interesados no se da en una mesa de negociación, que acá aparece con visos de utopía, sino en los mecanismos y vericuetos del poder [3]. La presencia de los habitantes en la negociación de la gestión de su hábitat aparece con fuertes rasgos reivindicativos cuando esa gestión se realiza en el campo de la marginalidad o de la involuntaria ilegalidad de los asentamientos irregulares y espontáneos, con escaso márgenes para una real concertación. Esa presencia de los habitantes es nula en los modelos de gestión hasta ahora puestos en práctica en forma masiva por los estados latinoamericanos, cuando han actuado en respuesta a las necesidades habitacionales populares. A la luz de los numerosos trabajos experimentales de las más diversas escalas, llevados a cabo por los grupos autónomos de trabajo en vivienda, aparece como indiscutible y obvia la necesidad de desarrollar la gestión habitacional en torno a mesas de concertación integradas, básicamente, por los propios pobladores y por las instituciones encargadas de la canalización de recursos de la sociedad y de la coordinación de la gestión, pero también por los demás actores interesados, puestos en evidencia con sus propios libretos de gestión. Pese a su apariencia reivindicativa, la experiencia ha demostrado reiteradamente que la mecánica de concertación-negociación no es solamente un resguardo de los intereses de los sectores menos poderosos, sino básicamente un mecanismo regulador del juego de intereses de todos los sectores, dentro de los límites del resguardo de los intereses del conjunto, corporizados en este caso por la ciudad. Se trataría, en este esquema supuestamente utópico, de una ciudad más justa, y también más sana.

3. La introducción de pautas democráticas de equidad en la negociación concertada de la gestión habitacional entre todos los actores involucrados.

(Es decir una negociación en la que no se reproduzcan las situaciones de privilegio o subordinación para decidir, operar y hablar, que cada uno de los actores tiene asignadas en la estructura social existente).

Si un primero y difícil paso de "redistribución del poder" se da en la incorporación de los habitantes a la mesa de gestión, un segundo y no menos difícil paso se hace indispensable ante la conformación espontánea de la mesa de gestión concertada: cada actor tiende a sentarse en ella ocupando y ejerciendo el espacio de poder con que cuenta en la estructura social, con lo que el sector popular, en esa mesa, sólo puede optar por su espacio habitual: recibir y acatar, o, en casos límite, protestar y presionar con sus limitados recursos de poder, que son su número y la exteriorización de su propio malestar. El rol redistributivo y regulador del Estado, o de la institución delegada para ello por el conjunto social, se extiende en este caso a la regulación de la distribución de espacios equivalentes de poder de gestión para todos y cada uno de los actores en la discusión e implementación de soluciones habitacionales que, además de contemplar, en cada acto de transformación urbana, los intereses de todos, como ellos los expresan, introduzcan un mínimo admisible de equidad en la configuración de la ciudad.

4. La subordinación de la implementación arquitectónico-urbana y técnico-constructiva, jurídico-administrativa, e inmobiliaria, a la decisión concertada entre todos los actores.

El rumbo de la gestión de resolución de un determinado estado de carencia habitacional y, consecuentemente, la configuración física y jurídica de la solución concreta, así como la índole de los instrumentos que se aplicarán a su producción, son función directa del correcto diagnóstico del estado y naturaleza de la situación de carencia, de un agudo inventario de los recursos disponibles y accesibles, y de una precisa evaluación de los condicionantes inamovibles de origen externo a la gestión de resolución.

En coherencia con la apertura introducida en el diagnóstico por la aceptación de datos no tradicionales en la definición de la pobreza habitacional, así como con el perfeccionamiento del sujeto decisor y actuante a través de su conformación como mesa de concertación/negociación, se hace necesario admitir que los pasos que llevan del diagnostico a la resolución, convencionalmente restringidos al criterio y responsabilidad de los técnicos dentro de los lineamientos políticos definidos por los decisores institucionales, entran también en el amplio conjunto de decisiones opinables y negociables entre todos los actores, dentro, siempre, de la mecánica de soluciones concertadas.

Esta proposición supone un cambio en la concepción de la responsabilidad técnico-profesional: En la versión concertada de la gestión de resolución, que reconoce el carácter político de toda transformación urbana y abre un espacio para su discusión, cada una de estas instancias: la ubicación del asentamiento en la ciudad, la solución de diseño urbano, la conformación de las calles y de los lotes, la decisión sobre qué y cómo es la vivienda (la casa), la decisión sobre materiales, herramientas y máquinas a utilizar, el monto y extensión de las cuotas de reintegro, etc., es objeto de intensa negociación en la mesa de concertación, de la que forman parte los técnicos. Estos siguen siendo técnicamente responsables de introducir en la discusión los límites inherentes a las leyes del conocimiento científico, de la organización jurídica y del mercado, y siguen introduciendo también su aporte de creatividad y destreza en el manejo de problemas y recursos pero, inevitablemente, dejarán de ser autores, transfiriendo al cuerpo concertado la carga de responsabilidad ideológica de las decisiones, y también de poder y mérito que acarrea este rol.

La proposición no se apoya solamente, ni principalmente, sobre motivaciones de carácter reivindicativo: La experiencia acumulada de las prácticas experimentales de los grupos de gestión habitacional en América Latina ha aportado evidencias de la riqueza de las propuestas técnicas originadas en el aporte conjunto y compatibilizado de la mesa de actores, así como de su acierto y mejor adecuación a la naturaleza de las situaciones.



Conclusiones


Del conjunto de rasgos que conforman la imagen de la ciudad latinoamericana actual, la atención en este trabajo se ha centrado en uno de los que presentan mayor dramatismo: el de la exclusión urbana, social y física.con sus secuelas de extrañamiento y confrontación, en los más variados planos, no particularmente en el de la agresión explícita, que es sólo el más obvio.

Es probable que se entre al tercer milenio con profundas grietas en la estructura visible e invisible de la ciudad, grietas que, de acentuarse, o de no cerrarse en un plazo prudente, no hay mayor alternativa que prever que tardarán siglos en cerrarse, o que serán el punto de partida de mutaciones imposibles de predecir.

La exclusión de los sectores populares de la estructura y de la dinámica de la ciudad moderna no es nueva en América Latina. Es, por el contrario, un dato histórico presente desde el origen, aunque en cada período haya asumido diferente fisonomía.

La construcción del hábitat, que es sólo un instrumento y una expresión de la interacción entre los diversos sectores, ha dado siempre evidencias de su capacidad para acentuar, subrayar y aún precipitar las tendencias de esa interacción, dejando huellas visibles de los momentos de exceso o de armonía, de sometimiento o de estructuración más o menos consensuada. En una reunión, como la de Estambul, destinada explícitamente a determinar las posibles líneas positivas de evolución de la ciudad y de restauración de sus deformaciones, a reforzar y estimular la implementación de estas líneas y a intentar ejercer influencia histórica en el sentido indicado por ellas, parece indispensable sumar voces al señalamiento de esta profunda grieta, e intentar aportes, por modestos que sean, a las propuestas de caminos operativos para que la construcción del hábitat, en sus procesos y en sus productos, asuma un papel restaurador y orientador, acompañante e instrumentador de los proyectos mas sanos de evolución de nuestras sociedades.

Los sectores populares, los pobres, los carenciados, la población de mínimos ingresos, los sin techo, no están esperando, ciertamente, que les "demos casas". La realidad de la ciudad latinoamericana actual está mostrando que la actitud predominante no es la de espera, aunque en su estrategia hay siempre lugar para lo que venga, a precios bien o mal negociados. Sólo queda en nuestra decisión, la de los que estamos del lado de la acumulación de recursos y de poder, la opción por invertir racionalmente parte de ese poder, no sólo el "gran poder", el de las grandes acumulaciones de riqueza y de autoridad, sino también el "pequeño poder", aquel del que disponemos todos con nuestros conocimientos, nuestra salud y nuestros pequeños privilegios y acumulaciones, en la construcción de un andamiaje de gestión equitativa e inclusiva, que permita integrar en uno sólo los dos proyectos que en este momento se están desarrollando lado a lado, con creciente hostilidad, en la mayoría de las ciudades de nuestra América Latina.

Victor Saúl Pelli, arquitecto por la Universidad de Buenos Aires. Profesor en la Universidad de Resistencia. Director del Instituto de Investigación y Desarrollo en Vivienda (IIDVI) de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional del Nordeste y del Instituto para la Comunidad y el Hábitat (ICOHa). Investigador independiente del CONICET y miembro de la Comisión Asesora sobre Arquitectura y Hábitat. Ha dictado cursos en Universidades y Centros de Estudios de Argentina, América Latina y Europa. Autor de diversas publicaciones. Ex-Jefe de Misión Técnica de la OEA en la República Dominicana. Ex-Jefe del Proyecto Latinoamericano CYTED-D.XIV.1: "Autoconstrucción, construcción progresiva y participativa".

Fecha de referencia: 30-04-1997


1: En esta ponencia se han introducido fragmentos o conceptos vertidos por el autor en trabajos recientes, casi todos ellos elaborados para encuentros preparatorios de la reunión Hábitat II.
2: Como ejemplo, en el caso de la "Villa 31", de la ciudad de Buenos Aires, de gran repercusión nacional, desencadenado por el proyecto de construcción de un tramo de autopista elevada sobre un terreno del Estado nacional donde se levantaba la "Villa", la turbulencia social que se generó en torno a los intentos de desalojo puso en evidencia las tensiones subyacentes y los intereses y recursos de una gran variedad de actores sociales: los pobladores, la Municipalidad de Buenos Aires, el Estado nacional, los habitantes de los sectores de Buenos Aires en los que una de las propuestas de solución proponía realojar a las familias villeras (propuesta que ellos rechazaban), la empresa concesionaria de la autopista, los potenciales usuarios de la nueva vía de comunicación, la Policía Federal, la prensa escrita, radial y televisada, la iglesia (con huelgas de hambre de un grupo de sacerdotes), la Universidad, la Sociedad de Arquitectos. Algunos de estos "grandes actores", como el Estado nacional, incluían diversos sectores con motivaciones y acciones diferenciadas y a veces contrapuestas. Algo equivalente ocurría con los propios pobladores. También se pusieron de manifiesto los intereses de actores de segundo plano (pero no menos poderosos) como los propietarios y beneficiarios de las costosas propiedades de las áreas urbanas próximas a la "Villa", cuya valorización inmobiliaria y social se perjudicaba, evidentemente, por esa vecindad. La forma en que "explotó" públicamente este caso llevó a que se manifestaran, también públicamente, los intereses y recursos de poder de cada uno de estos actores, y su presencia efectiva en la resolución del caso, pero esta presencia no difiere en esencia de la que se da, en forma no manifiesta, "invisible" en cualquier otro caso de resolución habitacional. Lograr que esos actores estén presentes de manera "visible", con sus intereses y recursos, en una mesa de negociación, hace sin duda a la salud del proceso de resolución.
3: Esto no se refiere solamente a los vericuetos de poder político: también se refiere al poder económico (financiero, empresario, inmobiliario), al menos advertido espacio de poder de las corporaciones profesionales sobre sus campos de competencia, y a la simple acumulación de poder de cada estrato social, ubicado en los distintos niveles y rincones de las estructuras institucionales, que encuentra oportunidad de ponerse de manifiesto a la hora de las transacciones con estratos más desaventajados.

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