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Texto que integra las principales demandas y propuestas de las
organizaciones sociales y no gubernamentales latinoamericanas,
recogidas durante el amplio proceso que desarrollaron en la región
en preparación de su posición frente a Habitat II.
Su redacción, en forma de declaración y desde la perspectiva de
quienes difícilmente pueden hacer llegar su voz a las conferencias
de Naciones Unidas, procede de una primera versión redactada por
el autor a solicitud del movimiento popular de México, en apoyo a
sus derechos habitacionales.
La larga lucha de los pueblos por construir sociedades plurales
basadas en relaciones de justicia, libertad y dignidad para todos
sus integrantes, ha logrado hacer que se reconozcan algunos
derechos sociales y garantías individuales, y ha impulsado el
establecimiento de instituciones cuya responsabilidad es hacer que
se realicen y se cumplan tales derechos.
Estamos conscientes del enorme esfuerzo que pueblos y gobiernos
deberán hacer aún para ampliar los derechos fundamentales
reconocidos, disponer los medios necesarios para su realización y
establecer las condiciones que nos faciliten, a la vez, cumplir
nuestras responsabilidades y obligaciones.
Nos preocupa y nos indigna, que cuando aún queda tanto por hacer
para consolidar sociedades verdaderamente democráticas, se esté
dando marcha atrás no sólo en la ampliación de los derechos
sociales, sino en el respeto y realización de los ya reconocidos.
El riesgo de que el derecho a la vivienda quede eliminado en los
documentos oficiales de Habitat II, la tendencia a individualizar
los derechos colectivos y la creciente articulación de su
cumplimiento a las leyes del mercado, no sólo niegan las luchas y
conquistas históricas de los pueblos, sino que los van excluyendo
paulatinamente de las posibilidades de vivir dignamente.
No podemos aceptar que la noción de derecho, se limite a la
relación individual que podamos establecer con los productores y
prestadores de bienes y servicios y que su cumplimiento quede
sujeto a la posibilidad de pagar el precio que estos exijan. En
caso de no poder acceder al mercado, quedamos al margen de todo
derecho o en el mejor de los casos como sujetos potenciales de la
beneficiencia pública o de los contradictorios programas
compensatorios de alivio a la pobreza.
Qué lejos vamos quedando del sentido social y verdaderamente
solidario de los derechos económicos, sociales y culturales
suscritos a nivel internacional por 130 países y que tanta sangre
y esfuerzo han costado a nuestros pueblos.
Quienes formamos parte de las organizaciones sociales y las
organizaciones civiles no gubernamentales que apoyan nuestros
esfuerzos por un lugar digno donde vivir en paz y dignidad, jamás
hemos exigido al Estado que nos regale una casa o nos libere de las
obligaciones que hemos contraído para hacer realidad nuestros
sueños.
El populismo no lo inventamos nosotros y es más, siempre que los
gobiernos asumen actitudes populistas se nos dificulta hacer
efectivo nuestro derecho, ya que se nos obliga a negociar en
condiciones subordinadas, clientelares y paternalistas. Preferimos
y luchamos porque los Estados establezcan reglas claras del juego
que definan con precisión nuestros derechos y obligaciones, única
forma de que prosperen las iniciativas sociales y de evitar el uso
político y arbitrario de los recursos públicos.
Luchamos, entre otras cosas, porque los Estados que han reconocido
el derecho a la vivienda en su Constitución Política, sean
congruentes con tal voluntad poniendo los medios y estableciendo
los apoyos necesarios para que todos los habitantes de sus
respectivos países puedan hacerlo efectivo.
Luchamos también porque aquéllos que aún no lo reconocen, abran
espacios públicos para el debate del tema y asuman con seriedad su
consideración por las instancias legislativas, dentro de las
modalidades y prácticas convenientes a cada contexto nacional.
No esperamos pasivamente a que alguna agencia pública nos provea de
una casa. Sabemos que los Estados jamás han podido otorgar vivienda
gratuita a sus ciudadanos, que no es posible que lo hagan y que
nunca pretenderán hacerlo; mucho menos en las circunstancias
actuales. Sabemos también que la solución del grave problema
habitacional del mundo es responsabilidad y tarea de todos. Pero no
nos queda ninguna duda de que los primeros responsables en
establecer las condiciones para que esto se dé son los Estados
mismos.
Al respecto consideramos que mínimamente los Estados deberán:
i. Reconocer, hacer valer y garantizar el derecho de todos a tener
acceso a:
iii. Respecto a la participación organizada y responsable de la
población en la producción y gestión de su hábitat:
Por razones muy diversas y hasta contradictorias entre sí, todos
buscamos que el Estado centralista, omnipotente y omnipresente se
descentralice. Nosotros también lo queremos, pues en su voluntad de
controlarlo todo nos ha impuesto y nos pretende seguir imponiendo
decisiones que afectan profundamente nuestras formas de vivir y
condicionan la satisfacción de nuestras necesidades y el
cumplimiento de nuestros sueños a los criterios de escasez de
recursos -y de imaginación- y a las soluciones abstractas y
lejanas que sus tecnócratas determinan.
Pero, para nosotros, la descentralización de los Estados no quiere
decir que éstos se desentiendan de sus responsabilidades históricas
y sociales. Todo lo contrario, despojados de atribuciones que los
llevaban a perderse en la gestión de lo cotidiano, limitando y
entorpeciendo las expresiones más ricas y libres de sus respectivos
pueblos, los Estados podrán dedicarse a lo que consideramos es su
papel fundamental:
Se desconoce, o se pretende desconocer, la enorme capacidad
productora y de gestión que la mayor parte la población, al menos
en los países no industrializados, realiza para la satisfacción de
sus propias necesidades.
Cuando se nos dice que las ideologías han muerto y que estamos en
tiempos nuevos en los que los diferentes actores, en lugar de
confrontarse se asocian para resolver las grandes necesidades
sociales, se da cabida en los hechos a nuevos fundamentalismos
ideológicos que depositan en la libre operación de los mercados la
única posibilidad de resolver nuestras enormes y crecientes
carencias.
El concepto de necesidades substituye al de derechos y la
mercantilización de los satisfactores limita o cancela los pocos
instrumentos estatales orientados a apoyar las iniciativas
sociales.
Nuevamente, al igual que en el manejo populista, se nos pretende
marginar al papel de simples espectadores pasivos, o demandantes
de vivienda y servicios, cuando en la realidad seguimos siendo -sea
en forma individual, familiar o colectiva-, los principales
productores y gestores del hábitat en nuestros países.
El deterioro salarial, el desempleo creciente, la reducción o la
cancelación paulatina de los subsidios, la privatización y la
comercialización crecientes, hacen que cada día crezca el número de
familias que buscan caminos alternativos al mercado inmobiliario
para satisfacer sus necesidades habitacionales.
No aceptamos, en consecuencia, que la descentralización se limite
a reconocer o apoyar al sector privado. Exigimos que la producción
social del hábitat, o sea aquélla que se realiza por iniciativa y
bajo el control directo de nuestras familias y de nuestras
organizaciones para el auto consumo, sea también plenamente
reconocida y apoyada.
La descentralización pasa también por nosotros y exigimos que el
esfuerzo y la responsabilidad que esto nos exige sea apoyada
mediante sistemas nacionales integrados de instrumentos legales,
financieros, administrativos, fiscales y de fomento que partan de
reconocer nuestras prácticas específicas de gestión y nuestra
lógica productiva.
Rechazamos que nuestros esfuerzos en la construcción de la ciudad
sean considerados como prácticas irregulares, subnormales o
informales, términos todos que pretenden denigrar y cerrar paso a
nuestra capacidad realizativa.
De contar con los apoyos necesarios, en lugar de los múltiples
obstáculos y limitaciones con las que hoy nos enfrentamos, podremos
actuar en forma más sistemática y organizada y elevar nuestra
eficiencia y productividad con el objeto final de reducir costos y
de atender a los más pobres dentro de nuestras organizaciones.
Dedicamos demasiadas energías a la gestión de nuestros proyectos
por la falta de voluntad política en apoyar nuestras iniciativas,
por la carencia de instrumentos adecuados y por la transformación
negativa que han venido sufriendo aquellos pocos diseñados para
apoyar nuestros esfuerzos. Quisiéramos poder transformar el enorme
desgaste físico y social que nos significa obtener permisos,
financiamientos, suelo y otros apoyos del Estado, en energías más
positivas, capaces de mejorar sustantivamente nuestra calidad de
vida.
No es aceptable que los Estados se limiten a descentralizar los
conflictos y las responsabilidades. Un cambio tan profundo de
funciones y atribuciones exige poner en manos de quienes las
reciben, instrumentos adecuados, recursos, conocimientos,
información y todos los apoyos que solamente la potestad del propio
Estado puede viabilizar.
Las organizaciones sociales y no gubernamentales estamos
dispuestas, como ya lo hemos demostrado ampliamente, a asumir
nuevos retos, siempre y cuando éstos se orienten a abrir
posibilidades concretas a la realización plena de nuestros
derechos.
Para evitar que nuevas tareas signifiquen mayor explotación y mayor
desgaste, además de contar con sistemas integrados de instrumentos
y apoyos a la gestión social del hábitat, requerimos y exigimos se
avance en la integración de espacios institucionalizados de
participación democrática.
No es posible que se exijan al pueblo mayores sacrificios y trabajo
sin que sus organizaciones y las integradas por sus asesores no
gubernamentales tengan la posibilidad de incidir al más alto nivel
en la definición de las políticas, instrumentos y programas que los
afectan e involucran.
Buscamos y exigimos una profundización democrática en el manejo de
los sectores que atienden los asentamientos humanos y la vivienda,
en las tres vertientes que constituyen una auténtica democracia:
Enrique Ortiz, arquitecto mexicano nacido en 1937. Dentro de su
trayectoria dentro de las ONG y en el sector público destacan sus
responsabilidades como: director de la ONG mexicana COPEVI, (1965-1976) que asesora y apoya procesos habitacionales populares desde
hace más de 30 años; responsable de la formulación y conducción del
primer Programa Nacional de Vivienda mexicano (1977-1982);
presidente del Comité de Acción sobre Vivienda y Edificaciones de
Interés Social del Sistema Económico Latinoaméricano, SELA (1979-1982); gerente de Operación y posteriormente director general del
Fondo Nacional de Habitaciones Populares (1983-1987).
Desde 1988 es secretario ejecutivo de Habitat International
Coalition que agrupa más de 300 organizaciones sociales y no
gubernamentales que operan en el campo del hábitat en 80 países. Es
miembro de la Junta Directiva de la Universidad Autónoma
Metropolitana y representante de las ONG en el Consejo Consultivo
del Instituto de Vivienda del Distrito Federal.
Fecha de referencia: 30-04-1997
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