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Alojar para el desarrollo: una tarea para los asentamientos humanos > http://habitat.aq.upm.es/iah/cepal/a002.html

Los asentamientos humanos en la región: de Vancouver a Estambul




La imagen de los asentamientos humanos en los años setenta y ochenta


Los países de América Latina y el Caribe concurrieron a la Conferencia de Vancouver con la idea anticipada de que los problemas del hábitat se agudizarían, sobre todo como resultado de la acelerada urbanización que se proyectaba hacia fines del milenio, fenómeno que daría origen a grandes ciudades que crecerían sin control. En tal contexto, se temía que los asentamientos se transformaran progresivamente en focos de precariedad e informalidad, a medida que un flujo interminable de migrantes, procedentes en su mayoría de zonas rurales, se instalaba en la periferia de las ciudades tradicionales, en el marco de un proceso de urbanización acelerada, descapitalizada y no planificada (CEPAL, 1976). A pesar de los esfuerzos de los gobiernos por responder a las agudas necesidades de vivienda y servicios urbanos, en ese tiempo se visualizaban escasas posibilidades de enmendar el rumbo de los asentamientos, a menos que se lograra un considerable incremento de los presupuestos para el desarrollo urbano y habitacional.

En la década de 1980 no se dieron precisamente las condiciones para canalizar más recursos al sector, ya que la región experimentó la peor recesión económica desde los años treinta. Los efectos de esta crisis se sintieron con mayor intensidad en las urbes de la región; a su vez, el ajuste estructural con que se respondió a la crisis implicó un cambio en la orientación económica _los procesos de apertura y liberalización_, así como una modificación del papel del Estado _reducción de su importancia como agente productivo y énfasis en su condición de subsidiario. Las nuevas condiciones conllevaron una pérdida de empleos en la industria y el sector público, que se tradujo en un aumento de los índices de desempleo y pobreza urbanos. Además, una fuerte reducción del gasto público destinado a mantenimiento e inversión en vivienda e infraestructura urbanas, agravó los problemas que ya acosaban a las ciudades y, en particular, a las metrópolis. Los años ochenta dejaron una imagen de las ciudades latinoamericanas marcada por el predominio de la pobreza, las estrategias de supervivencia, la segregación social, la violencia pública, la inseguridad personal y el creciente deterioro de sus servicios e infraestructura [Sabatini y Jordan , 1993] [Sorj , 1991].



Principales rasgos de los asentamientos humanos en los años noventa


En los años noventa, los países de la región han recuperado cierta capacidad de crecimiento y, en un marco de avances democráticos, reorientaron sus estrategias de desarrollo con vistas a fomentar la competitividad. En este escenario, los asentamientos humanos presentan algunas características que es necesario tener en cuenta al evaluar sus potencialidades y limitaciones para contribuir al progreso de la región.



1. Consolidación de la urbanización


La población latinoamericana ha optado progresivamente por asentarse en áreas urbanas, donde hoy habitan 351 millones de personas. La población urbana, que representaba 57.2% del total en 1970, alcanza actualmente a 73.4%, y se proyecta que llegará a 85% en el 2025 [1]. La región se sitúa así entre las más urbanizadas del planeta, con niveles similares a los de las regiones más desarrolladas. Sin embargo, en términos absolutos, la población urbana aumentó a tasas muy inferiores a las previstas en los años setenta, debido, sobre todo, a los cambios vinculados a las pautas de urbanización que experimentó la fecundidad.

En ese contexto, el grado de protagonismo de las principales ciudades latinoamericanas en el conjunto de las grandes urbes del mundo que se vaticinara en la década de 1970 continúa siendo importante, pero se ha relativizado a causa de la desaceleración del crecimiento demográfico, el aumento de la población de las ciudades intermedias, y la evolución explosiva registrada por las ciudades de otros continentes. La región de América Latina y el Caribe es la única entre las de menor desarrollo en la que, al igual que en Europa y América del Norte, la participación poblacional de las ciudades de más de 5 millones de habitantes se reducirá durante el período 1970-2015 [Naciones Unidas , 1995].



2. Instalación de la pobreza en las ciudades


En la mayoría de los países la proporción de hogares pobres es aún más alta que en los años setenta. En los primeros años de esta década algunos de ellos lograron disminuir sus índices de pobreza, pero este avance sólo representa una recuperación parcial de los niveles alcanzados en la década de 1970. Por otra parte, el cambio del panorama de pobreza predominantemente rural que se dio hasta comienzos de los años ochenta, al actual en que la mayoría de los pobres son urbanos, convierte a la ciudad en el principal escenario de la pobreza latinoamericana. Las desigualdades entre ricos y pobres para acceder a una mejor calidad de vida y más amplias oportunidades se acrecientan a causa de una distribución del ingreso que es hoy más concentrada e inequitativa que a fines de los años setenta [CEPAL , 1994a].



3. Limitaciones de la dotación de infraestructura


Las insuficiencias en materia de infraestructura, agravadas por la drástica reducción de la inversión pública en ese rubro durante los años ochenta, constituyen un factor que hoy limita seriamente la capacidad competitiva de la región. Estas carencias existen tanto en el caso de la infraestructura urbana propiamente tal, como en el de aquella directamente vinculada a la actividad productiva. A medida que se manifiesta el incremento de la actividad exportadora e importadora en los países, la demanda ejercerá severas presiones sobre servicios como suministro de energía, telecomunicaciones, ferrocarriles, puertos y aeropuertos, vialidad y transporte urbanos e interurbanos, entre otros. Si no se efectúan las necesarias inversiones en reposición y ampliación, de infraestructura, se hará evidente la vulnerabilidad de las ciudades de la región y su falta de medios para responder a los desafíos de la competitividad.



4. Acumulación de las carencias de vivienda


El déficit habitacional cuantitativo y cualitativo afecta a dos de cada cinco hogares latinoamericanos. Para absorberlo sería necesario construir y mejorar unos 38 millones de unidades. A pocos años de iniciarse el próximo milenio, 25 millones de viviendas carecen de agua potable, y un tercio del parque habitacional urbano no dispone de un sistema de evacuación de excretas mínimamente aceptable. Este cuadro de carencias se agudiza a medida que el número de hogares aumenta a un ritmo más rápido que el del crecimiento demográfico. La demanda de viviendas se expandirá significativamente en los próximos años, dada la tendencia de la población, sobre todo de la urbana, a constituir familias cada vez más reducidas y diversas.

Los disminuidos niveles de la inversión en construcción habitacional, característicos de los años ochenta, aún persisten en muchos países, lo que contribuye a la acumulación de carencias a medida que se multiplican los hogares. Una producción de viviendas muy por debajo de las necesidades se expresa en precariedad habitacional y hacinamiento, especialmente en el caso de los sectores de menores recursos. La marcada inequidad de la distribución del ingreso en la región y el alto costo de las viviendas dejan fuera del mercado habitacional a una gran proporción de los hogares.

Por último, debe mencionarse la escasa preocupación por dar un adecuado mantenimiento al parque habitacional existente, lo que contribuye a su rápido deterioro e incrementa la tasa de obsolescencia. Los actuales 90 millones de viviendas constituyen un importante activo para los hogares y países de la región y requieren del necesario cuidado para que no se vuelvan inhabitables.



Los asentamientos humanos y la propuesta de la CEPAL


La reorientación reciente de las estrategias de desarrollo de la región actualiza la vigencia de la recomendación emanada de la Conferencia de Vancouver con respecto a estrechar el vínculo entre las políticas sectoriales de vivienda y asentamientos humanos y la política global de desarrollo. En ese contexto, resulta oportuno aquilatar el aporte efectivo que pueden hacer las políticas urbanas y habitacionales al desarrollo. Con tal objeto es conveniente examinar la propuesta de la CEPAL sobre transformación productiva con equidad [CEPAL , 1990a y 1992], y tomarla como marco de referencia para poner de relieve la dimensión espacial de sus tres componentes: competitividad, equidad y sustentabilidad. Los principales conceptos de la transformación productiva con equidad (TPE) que propone la CEPAL pueden resumirse en los seis aspectos mencionados a continuación [2], que además se comentan a la luz de su relación con el tema de los asentamientos humanos.


La participación de diferentes actores a los niveles urbano, vecinal y doméstico para construir y mantener la ciudad, el barrio y la vivienda, ha probado ser una excelente escuela para la consolidación de escenarios democráticos. Del mismo modo, la gestión urbana puede constituir un buen medio para ejercitar y afiatar los mecanismos de concertación democrática que demanda la transformación productiva.

Más allá de éstas y otras relaciones entre cada uno de los componentes singulares de la propuesta de la CEPAL y los diversos aspectos de las políticas urbanas y de vivienda, cabe a los asentamientos un papel instrumental básico para hacer factible un elemento esencial de la transformación productiva: su carácter sistémico. Si lo que finalmente caracteriza la invitación de la CEPAL a los países es la idea de encarar el desarrollo en forma simultánea y no secuencial desde los ejes de la transformación productiva, la equidad y la sustentabilidad, para su puesta en práctica pasa a ser crucial, dónde y cómo puede instrumentarse la compleja gama de interacciones que tal proceso supone. Las sinergias y flujos de intercambio propios de una propuesta sistémica se tornan viables en espacios regionales, urbanos, vecinales o domésticos concretos, en los que la proximidad geográfica, institucional y cultural permita a los diferentes actores incorporar, transmitir y circular información, proveer bienes y servicios, o acceder a ellos, entre otras innumerables posibilidades.

Mejorar la competitividad desde esta dimensión espacial en una región altamente urbanizada como América Latina y el Caribe significa, por tanto, fortalecer sistemas de asentamientos equilibrados e integrados, que favorezcan el desarrollo de ciudades gobernables, bien equipadas y con adecuados niveles de calidad de vida, en las que sea posible incrementar el empleo productivo y difundir el progreso desde sus focos más dinámicos hacia nuevos actores y segmentos de población, y se puedan dar la especialización y la innovación tecnológica en una correcta relación con los recursos naturales y el territorio.

A su vez, la meta de contar con ciudades latinoamericanas competitivas no significa meramente poseer grandes centros urbanos que ofrezcan los últimos avances de la modernidad en sus aeropuertos, algunos de sus barrios residenciales y los edificios de las grandes empresas. Es necesario equipar las ciudades, grandes, medianas y menores, mediante la reposición y actualización de infraestructura urbana e industrial. La disponibilidad de alojamientos adecuados y bien localizados en la ciudad facilitaría a todos sus habitantes el acceso a la escuela, el consultorio, el empleo y los servicios urbanos, contribuyendo así a un mayor acercamiento de la población a los compromisos y beneficios del desarrollo.

La propuesta sobre transformación productiva con equidad se relaciona con un entorno democrático y participativo, cuyo principal mecanismo de funcionamiento es la creación de consensos, por lo que resulta importante fortalecer gobiernos metropolitanos, urbanos y locales eficientes. La generación de espacios ciudadanos es necesaria para que las personas se encuentren, se identifiquen y participen en proyectos concertados de desarrollo, sobre todo en el caso de aquellos grupos que por características étnicas, etarias, sociales, territoriales o de género, se encuentran marginados de los beneficios del desarrollo.

Por último, existe un consenso creciente respecto de la importancia del hogar, la familia y el vecindario para motivar a sus miembros a que asuman un compromiso de progreso. Así, el ámbito doméstico y residencial asume también la función de favorecer los afectos, solidaridades e incentivos que impulsen a las mujeres, los ancianos, los jóvenes y los niños a incorporarse crecientemente al progreso. Por lo tanto, también son previsibles los beneficios de un reforzamiento mutuo entre la familia y el ámbito más general de la transformación productiva con equidad que posibilita una política de vivienda.

En los capítulos siguientes se abordan los principales rasgos del panorama urbano y habitacional existente en la región, así como los temas que, desde la perspectiva de la propuesta de la CEPAL, parece importante incorporar en las políticas sobre asentamientos humanos.

Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL)

Fecha de referencia: 30-04-1997


1:  Las cifras mencionadas en este documento corresponden a CELADE (1995) y a Naciones Unidas (1995) (véase el cuadro 1). En los capítulos V y VI se utiliza información proveniente de los censos nacionales, la que no necesariamente coincide con dichas proyecciones.
2:  Los principales documentos sobre el tema son CEPAL, 1990a, 1991a, 1992, 1993, 1994a, 1994b y 1994c. Para tener una visión general de la estrategia de la CEPAL, véase Lahera, Ottone y Rosales (1995). En esta síntesis se transcribe parte de dicho documento.

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