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La elección de Motril como caso de estudio vino propiciada por la detección de dos iniciativas paralelas de preservación del entorno rural y del patrimonio agrícola tradicional. Por una parte, la Junta de Andalucía promocionaba en 2006 la creación de un parque periurbano en el área norte de la ciudad, por otra, el primer Plan de Acción de la Agenda 21 Local proponía el mismo año la creación de un parque agrícola en el periurbano sur. Tras el estudio de casos se concluyó que ambas fueron iniciativas fallidas que tras cambios institucionales o de intereses se vieron truncadas en favor de otras políticas menos sostenibles basadas en la competitividad urbana y turística.
Paralelamente, el análisis de la situación en el entorno municipal de Motril detectó unos preocupantes procesos de transformación del espacio periurbano y rural de la Vega de Motril, resultado de la expansión urbana, turística y agrícola en el territorio durante las últimas cuatro décadas. El presente documento se ha centrado en la descripción de estos procesos.
Motril se encuentra a tan sólo dos kilómetros de la cálida franja litoral granadina del Mar de Alborán, como se denomina esta zona del Mediterráneo que ejerce una función reguladora de la temperatura. La Sierra de Lújar, al norte de Motril, desciende en sólo diez kilómetros hasta el nivel del mar, reduciendo la influencia de los vientos del nordeste. Esta situación estratégica proporciona a Motril un microclima subtropical único en toda Europa, idóneo para el turismo y para la agricultura intensiva.
En el municipio de Motril desembocan el río Guadalfeo y varias ramblas por las que discurre el agua de deshielo de la sierra. A lo largo de los siglos y en su transcurso hacia el mar estos cauces han realizado importantes aportaciones de áridos, convirtiendo la Vega de Motril-Salobreña en un suelo muy fértil que actualmente cuenta con una importante actividad agrícola. Estas aportaciones también han generado gran cantidad de playas, calas y ensenadas que hacen de esta costa una zona muy atractiva para el turismo.
Varias transformaciones durante el siglo XX han afectado a la regeneración de este sistema natural: la creación de la presa de Rules, la canalización del río Guadalfeo y de las ramblas y la construcción del puerto, que frena el flujo natural de esta parte de la costa. Sin embargo, fue en la década de los sesenta cuando tres procesos transformadores del territorio se pusieron en marcha, y desde entonces han ido evolucionando en paralelo. Responden a cada una de las tres actividades económicas más importantes de la comarca: la construcción, el turismo y la agricultura.
Los tres municipios de la Vega: Motril, Salobreña y Almuñécar, han mantenido un continuo crecimiento en los últimos cuarenta años. Los cabildos han dirigido sus políticas hacia el fomento de la construcción y el turismo, consiguiendo un enorme crecimiento de población que se multiplica en periodo estival. Esto ha provocado una gran presión en los acuíferos, a la par que una tremenda ocupación del territorio en parte de la costa e incluso de la playa.
Por otro lado, desde su introducción en la costa de Granada en el siglo X, la caña de azúcar se mantuvo como cultivo principal de la zona, hasta que en los años setenta se introdujeron los árboles subtropicales y en los ochenta los invernaderos hortícolas comenzaron a expandirse. Ambos cultivos son de regadío lo que conlleva una productividad mucho más alta que la de los cultivos tradicionales.
En la competencia entre los tres procesos, es el de la agricultura el que mayor presión ejerce sobre el territorio y sobre los otros dos. La expansión de los invernaderos reduce el suelo disponible para el turismo y la especulación urbana. La reducción de la calidad del paisaje de la agricultura ‘industrial’ no es compatible con el desarrollo turístico, por lo que mientras hacia el este se tiende al aumento de la proporción de invernaderos y a la disminución de las actividades hoteleras, hacia el oeste ocurre el fenómeno contrario.
Tres de los principales problemas ambientales detectados en el sistema de los invernaderos son la ordenación territorial, debido a la dispersión espacial de los invernaderos; el impacto paisajístico, debido a las prácticas agrícolas y a las transformaciones del terreno; y la generación de residuos orgánicos y no orgánicos, generados por las tres cosechas anuales.
Esta actuación irresponsable de las autoridades competentes y de los propios actores implicados, no sólo afecta al medio ambiente litoral, que puede llegar al colapso, sino que también incide de forma creciente sobre los beneficios económicos y sobre la comercialización de los productos, dado que se reducen las cosechas, se incrementan los gastos y disminuye la calidad y la imagen de mercado, afectando a los precios de los hortofrutícolas de la zona sin distinción entre los productores cuidadosos con el medio y los que no se preocupan lo más mínimo por el entorno. La responsabilidad de los agentes implicados (agricultores, cooperativas y empresas implicadas) pasa por seguir el camino de la sostenibilidad.
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