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María Rosa Miracle
El uso de los recursos naturales provoca un efecto sobre los
ecosistemas de donde se extraen y en los ecosistemas en donde se
utilizan. El caso del agua es uno de los ejemplos más claros: un
mayor suministro de agua significa una mayor carga de aguas
residuales. Si se entiende por desarrollo sostenible aquel que
permita compatibilizar el uso de los recursos con la conservación
de los ecosistemas, las buenas prácticas en la gestión del
recurso agua serán las que tengan por finalidad: (1) disminuir
el gasto de agua, disminuyendo su consumo o reciclando y
reutilizando al máximo el suministro, (2) extraerla con el menor
deterioro posible de los ecosistemas, es decir dejando una parte
para el desarrollo normal de ríos, humedales y acuíferos
subterráneos y (3) devolverla a las aguas naturales en
condiciones aceptables para que el impacto sobre los ecosistemas
sea mínimo, lo que en términos antropocéntricos y para el caso
de las aguas superficiales, se acostumbra a medir como calidad
suficiente para que permita el baño y evite graves pérdidas
piscícolas; para ello la mejor solución es contaminarlas lo menos
posible en su uso y proceder luego a su tratamiento de depuración
y (4) realizar esta depuración o descontaminación con un mínimo
gasto energético e impacto ecológico.
Hay que considerar también que el hombre influye sobre el ciclo
del agua de dos formas distintas, bien directamente mediante
extracción de las mismas y posterior vertido de aguas
contaminadas como se ha dicho o bien indirectamente alterando la
vegetación y la cobertura del suelo. Ambas formas de impacto
alteran el régimen de circulación y la calidad de las aguas.
Serán buenas prácticas también aquellas que vayan encaminadas a
la conservación del suelo y la vegetación, siendo de notable
interés la conservación de la vegetación de ribera que, además
de aumentar la biodiversidad, hace de filtro de retención de
nutrientes y de numerosos contaminantes [Prat & Ward , 1994],
disminuyendo mucho su entrada en los cauces de aguas o en los
acuíferos, al tiempo que incorpora también a su biomasa los
nutrientes de las aguas que fluyen por los cauces y mantos
fluviales.
El agua disponible se produce gracias a un transporte atmosférico
del agua del mar a la tierra, se puede considerar el mar como una
caldera de destilación y la tierra como el condensador. El exceso
de precipitación sobre la evaporación que se da en los
continentes constituye el agua utilizable. Cualquiera que sea el
uso del agua por el hombre (regadío, refrigeración, etc) aumenta
su evaporación, convirtiendo una fracción mayor de los
continentes en calderas de destilación, lo que repercutirá en el
balance precipitación evaporación en los continentes
disminuyéndolo, pues parte del vapor generado en los continentes
se precipitará también en el mar. Esto unido a cambios climáticos
que probablemente lleven a situaciones más secas, conduce a que
nuestros objetivos deban estar dirigidos a obtener un consumo más
eficaz del recurso y no a aumentar el suministro. Esto sin contar
los enormes daños que el sobreuso del agua está haciendo a los
ecosistemas acuáticos que o están contaminados o están secos.
Aumentar el suministro además de ser la solución más costosa,
solo lleva a retrasar una crisis que por esta vía sin duda se
producirá.
En nuestro país se calcula que el balance precipitación menos
evaporación (incluida la evapotranspiración de las plantas) es
de 114.000 Hm3/año (estimación del Plan Hidrológico Nacional
1993) Esto sería un máximo potencial inalcanzable debido a que
unos 20.000 Hm3/año corresponden a la recarga media anual de los
acuíferos y a que gran parte del resto de aquella agua cae en
forma torrencial principalmente cerca de la costa, produciendo
avenidas, de forma que torna al mar como escorrentía rápida; como
media para toda la tierra se ha calculado que esto representa un
66 por 100 del agua que cae en los continentes (La Riviere 1989).
(Si aplicásemos la misma proporción para España solo nos
quedarían 39.000 Hm3/año útiles). Además habría que descartar
también otras partes, difíciles de evaluar, no utilizables del
balance hídrico, pero básicas para el mantenimiento de los
ecosistemas terrestres tanto naturales como cultivados, es decir
la parte del agua que es absorbida por el suelo y los organismos
vivos para mantener su biomasa. Según el plan Hidrológico
Nacional antes citado los recursos realmente disponibles en
España, contando incluso explotaciones subterráneas, se estimaba
que eran en 1992 unos 47.000 Hm3/año, mientras que la demanda de
agua para usos consuntivos (abastecimiento, industria y
agricultura) en el mismo año fue de 30.500 Hm3/año, si a esto se
añade la demanda de usos no consuntivos, los que devuelven la
mayor parte del agua que toman, como la refrigeración hay que
añadir 4.000 Hm3/año más y si se consideran los embalses
hidroeléctricos, la manipulación se incrementa en 16.000 Hm3
anuales más. Esto indica que casi toda el agua disponible es
utilizada. Sin embargo, esta cifra global tiene poco significado
porque hay enormes diferencias en la cuantía del balance
precipitación-evapotranspiración de unas regiones a otras, por
lo que en algunas de ellas consumen más agua de la que disponen
y se están mermando las reservas de embalses y acuíferos, a no
ser que proceda al ahorro, al tiempo que se reutilicen las aguas.
Para toda España, el consumo medio de agua se distribuye en un
80 por 100 para regadíos y un 20 por 100 para abastecimientos
urbanos e industriales. Esta proporción general se invierte en
el caso de zonas turísticas y las que contienen grandes urbes.
Las aguas de regadío se devuelven en poca proporción al sistema
natural y las de abastecimientos urbanos cada día que pasa son
menos reutilizables ya que la reducción de los caudales de los
ríos, por efecto de los regadíos, embalses, etc., unido al
vertido excesivo de aguas residuales, ha disminuido
dramáticamente su capacidad de autodepuración, convirtiendo
amplios tramos fluviales en auténticas "cloacas a cielo abierto"
de difícil recuperación. Otro factor a tener en cuenta es la
estacionalidad de las lluvias. Por ejemplo, se pasa por períodos
muy secos donde se evapora una gran cantidad de agua,
especialmente en los regadíos y luego las lluvias torrenciales
no son utilizables mas que para destruir, entre otras cosas,
parte de las cosechas que tanta agua han consumido inútilmente.
Las carencias de agua local se ven pues agravadas, puesto que
donde falta más el agua es donde hay más demanda para regadíos
y éstos incrementan todavía más la evaporación. La situación de
las aguas subterráneas no es diferente. Aunque la mayoría del
agua dulce del planeta es subterránea, no toda ella es fácilmente
utilizable, ni se encuentra en las zonas donde se precisa. La
escasez del recurso superficial en muchas regiones ha llevado a
la sobreexplotación de los acuíferos, produciéndose casos de
disminuciones de niveles freáticos que pueden llegar a ser
alarmantes. Se cita en España el caso del acuífero 23 en La
Mancha, cuyo descenso de nivel ha conseguido secar el antaño
paraje húmedo del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel.
La calidad de las aguas subterráneas también sufre deterioros por
otras actividades humanas. Si nuestras extracciones se sitúan en
zonas de cultivo intensivo, la lixiviación de sustancias
procedentes de los campos produce un aumento de la concentración
de nitratos y agrotóxicos consecuencia del abonado y de los
tratamientos fitosanitarios y muchos lugares dependen de estas
aguas para el suministro urbano.
Otro factor que acentúa la carencia de agua es la concentración
de las poblaciones humanas en determinadas zonas, de modo que
actualmente unos 2.000 millones de personas viven en zonas de
escasez crónica de agua y a medida que la población humana vaya
creciendo la crisis se agravará, ya que su aumento es función
exponencial del número de individuos y por tanto más grave en las
zonas más densamente pobladas.
En los países en los se han realizado programas de lucha contra
la contaminación de las aguas, estos programas han conducido
siempre a una reducción de la demanda de agua, incluso en los
países húmedos. Estas experiencias serían aún de mucho más
interés en los países situados en áreas con escasez de agua. Por
ejemplo en Suecia, cuando la distribución de agua dejó de ser
gratuita, el consumo doméstico de agua bajó a un valor de
saturación de 210 l por persona y día [Falkenmark , 1988]. En el
caso de la industria la reducción del consumo de agua fue
drástica, en poco tiempo se redujo a menos de la mitad; las
industrias se dieron cuenta de que salía mucho más barato
reciclar el agua que depurarla. Es decir, si modificaban los
procesos industriales de manera que solo necesitaran una pequeña
cantidad de agua para reponer el agua que irremisiblemente se
perdía en los circuitos, reducían la factura, ya que una gran
parte del gasto se debía al coste de su depuración ya fuera por
medios externos, o porque ellas mismas tuvieran que hacer
funcionar sus depuradoras. El mismo Falkenmark (1988) concluye
que la presión para la protección de la calidad de las aguas en
Suecia llevó a un ahorro de su consumo, ya que evitar el vertido
es mejor solución que luego tener que extraerlo y añade que en
países con deficiencia de agua éste puede ser también el factor
que active procesos similares de los que se obtienen dos logros
que van de la mano: disminuir la demanda y eliminar la
contaminación
En países como Suecia que no se gasta casi agua en la
agricultura, no se considera este uso, pero también aquí las
técnicas destinadas al ahorro de agua reducen no sólo la
contaminación sino también los mayores peligros que conlleva la
irrigación, como son la salinización y encharcamiento del suelo.
En los climas secos la evaporación de agua de riego en la
superficie va concentrando las sales en el suelo, esto frena la
absorción de agua por parte de los vegetales y acelera su
deshidratación. En países de regiones áridas como la India se han
tenido que abandonar grandes extensiones de cultivos en regadíos
por este proceso, tomándose también como causa del declive de
grandes civilizaciones, como el de la antigua Mesopotamia. Por
esto en zonas secas es de vital importancia la compatibilidad
entre el tipo de aguas, según su mineralización, con el tipo de
suelos que riegan, así como la nivelación de los terrenos y el
uso adicional de agua para una lixiviación y drenaje necesarios
para conseguir un equilibrio salino. Pérdidas en las conducciones
que van a parar al nivel freático y luego ascienden por
capilaridad o mala gestión de la frecuencia, cantidad y calidad
del agua de riego pueden conducir fácilmente a los problemas de
salinización y encharcamiento. Las técnicas de riego han
evolucionado hacia aumentar su eficacia y el ahorro de agua, del
riego a manta o por surcos se ha pasado al riego por aspersión
con control automático para regar cuando la plantas lo necesiten
y a la microirrigación por goteo o por microdifusores y con
bioprogramadores de irrigación. La microirrigación aporta agua
justo en el lugar donde se desarrollan las raíces de las plantas,
en cantidades muy pequeñas y fraccionadas en el tiempo, según los
requerimientos de las plantas. Los estudios sobre la fisiología
de las plantas han avanzado, y la aplicación de estos
conocimientos permite utilizar a las mismas plantas como
sensores, para suministrar el agua justo cuando va a ser
absorbida por las raíces. De este modo se disminuye la
evaporación, la salinización del suelo y su saturación de agua.
Otra de las ventajas es que se ahorra en fertilizantes y
pesticidas, ya que el agua de la microirrigación los puede
transportar en dosis controladas, justo al lugar donde son
necesarios. Esto, además de un ahorro económico, supone una menor
incidencia en los ecosistemas terrestres y acuáticos. Por ejemplo
la concentración de nitratos en las aguas se ha quintuplicado en
quince años (Lemarchand 1990) y dos tercios de esta acumulación
procede de la agricultura y ganadería. Los nitratos y también
algunos residuos de plaguicidas son muy solubles y fácilmente
contaminan las capas freáticas y las aguas potables. En algunas
ocasiones, la rotación de cultivos o implantación de otros entre
los cultivos principales pueden retirar el exceso de abonos,
antes de que se los lleve el agua.
El consumo humano somático, es decir el requerimiento de agua
para beber se estima en poco más de 2 l persona y día, (que
corresponden a las salidas de 1,4 l en la orina y 0,2 l en los
excrementos y las pérdidas por evaporación de 0,7 l por los
pulmones y 0,1 l en el sudor, es decir se devuelven 1,6 a las
aguas residuales). Esto supone menos del 10 por 100 de los
consumos y contaminaciones urbanas cuyas cifras van según los
datos de la demanda por los abastecimientos urbanos en España en
el año 1992 (Plan Hidrológico Nacional), desde 179 l habitante
y día en Galicia a 389 l habitante y día en la cuenca Sur, con
una media de 295 l habitante y día. Esto incluye el consumo
personal de los habitantes, los servicios, los comercios y las
pequeñas industrias o empresas dentro del tejido urbano. Existe
además un demanda industrial adicional de 144 l por habitante y
día en España. Esta cifra de unos 300 l habitante y día es muy
alta ya que luego genera una cantidad igual de aguas residuales.
En muchas ciudades de países desarrollados, al no poder mantener
cifras mucho mayores de consumo debido a la gran cantidad de
aguas residuales que se generaba por las poblaciones en aumento,
se llegó a la cifra de saturación de 210-220 l habitante y día,
al concienciar a la población de que quien contamina debe pagar.
Los ecosistemas urbanos tienen un ciclo hidrográfico complejo.
Por un lado hay un ciclo natural de lluvia y evaporación y por
otro unas aportaciones considerablemente mayores para el consumo
y la circulación tiene lugar por subterráneos y entre paredes
artificiales. La contaminación difusa por el alcantarillado no
se conoce, aunque puede ser grande, sin embargo sí que se ha
estudiado la contaminación de la escorrentía pluvial en las
ciudades (Desbordes et al. 1990). Las aguas de lluvia no pueden
ser evacuadas por las alcantarillas ya que esto no permite el
funcionamiento de las depuradoras y la contaminación después de
las lluvias puede ser muy grande, a la vez que es la causa de
inundaciones a veces catastróficas, agravado por el hecho de la
impermeabilización de espacios cada vez más extensos. La gran
contaminación de las aguas de la escorrentía pluvial y el
problema de las inundaciones, ha llevado a pasar de métodos que
incluían aliviaderos, a la separación total de los circuitos de
agua, unos para la evacuación del agua de lluvia y otros para las
aguas residuales. Hoy en día las nuevas técnicas para resolver
estos problemas se basan en la retención de las aguas pluviales
y no en el concepto higienista de hace unos años de evacuarlas
lo más rápido posible. En muchas ciudades se han hecho cubetas
de retención, a veces cadenas de estanques, donde se canalizan
las aguas de lluvia o plazas normalmente secas pero que pueden
hacer la función de retención de las aguas. También se pueden
hacer depósitos subterráneos que a modo de grandes cisternas
recojan aguas de determinadas zonas y estas aguas pueden
ulteriormente emplearse en el regadío de jardines, campos de
deportes etc. En algunas ciudades también se han ensayado
pavimentos porosos que además disminuyen el ruido del tráfico
rodado.
Mantenimiento y reparación de las conducciones en las ciudades,
asentamientos humanos e industrias ya que se calcula que un
tercio del gasto de agua no es consumo real sino pérdidas en la
red de conducciones. Lo mismo se puede decir de las conducciones
agrícolas. De igual importancia es el mantenimiento y control del
buen funcionamiento de las depuradoras existentes, que en un
porcentaje muy elevado no se hacen funcionar para ahorrarse
dinero o porque están estropeadas, en algunos casos funcionan
pero sin conseguir su finalidad, bien porque estén mal diseñadas
o mal gestionadas o simplemente porque no son adecuadas para las
características de las aguas que hay que depurar.
Reutilización del agua en las industrias, esto resultaría más
económico para muchas de ellas, además de disminuir la
contaminación, ya que parte de los productos necesarios para los
procesos de fabricación y que se pierden en los vertidos podrían
aprovecharse de nuevo. El precio del agua incluirá en un futuro
próximo el coste total de su descontaminación, por lo tanto para
las industrias será más rentable, modificar sus procesos
industriales para que sean prácticamente secos, es decir
involucrar un consumo de cantidades muy pequeñas de agua, justo
el suficiente para el funcionamiento de un esquema de circulación
cerrada de manera que no descargasen aguas residuales. En algunos
casos el circuito de agua podría involucrar una cadena de
industrias de manera que unas utilizaran el agua procedente de
las otras o bien porque no necesitaran agua de tanta calidad o
bien porque alguno de los productos que descargara al agua la
industria precedente, fuera recuperado y favoreciera sus procesos
industriales. Si el agua no es reutilizable directamente, la
depuración debería ser una parte indispensable de la tecnología
de la producción, con el fin de impedir la formación de aguas
residuales.
Reutilización de las aguas en los usos domésticos de las casas
(por ejemplo, desagües de las lavadoras o duchas conectados a las
cisternas del water).
Reutilización de las aguas en espacios públicos o privados. Las
aguas de riego de los jardines, campos de golf u otros espacios
deben proceder de la reutilización de las aguas residuales
domésticas, más o menos depuradas, evitando la sobre-evaporación
y el encharcamiento para impedir la salinización del suelo. Las
fuentes ornamentales deben estar provistas de mecanismos de
recirculación.
Reducir en los usos domésticos el consumo de agua y el de
contaminantes: detergentes, lejías, productos de limpieza,
insecticidas o tóxicos en general, etc.
Depuración de las aguas residuales cuando sea posible por
métodos blandos, lagunaje, filtros verdes o que por lo menos
incluya la depuración biológica que genera menos fangos. Si los
efluentes superan la concentración de 1 mg/l de fósforo, se
tendría que establecer la depuración terciaria, que podría
hacerse también por filtros verdes, lechos filtrantes aerobios
o fitodepupación con macrófitos.
Mejora de prácticas agrícolas. Riego por goteo, mejorar la
eficacia en la aplicación de pesticidas y abonos con el fin de
utilizar muchos menos, etc.
Hay que valorar lo que realmente cuesta el abastecimiento de
agua a las ciudades. Se debe conocer el balance entre las aguas
que cada ciudad utiliza, los gastos adicionales de agua que
ocasiona el crecimiento de la misma y los efectos perjudiciales
para el medio ambiente que se derivan de las obras hidráulicas
para el abastecimiento de este agua. Si proceden de las aguas
superficiales de la cuenca hidrográfica, hay que hacer un cálculo
de los recursos disponibles, de lo que su utilización y
transporte supone para el medio ambiente y hacer un balance para
determinar el consumo máximo de agua de dicha procedencia que la
ciudad puede tener. Si es de las aguas subterráneas la
explotación de las mismas debe hacerse de acuerdo también con los
cálculos de un balance, es decir con las garantías de que el
acuífero se recargará de nuevo. Si las lluvias son importantes
habría que estimular los proyectos de retención de estas aguas
y a ser posible construcción de cisternas en grupos de edificios
o barrios, cuya agua puede ser luego utilizada. Si el agua no es
suficiente, o hay que limitar el crecimiento de la ciudad (no
pueden existir megalópolis en áreas sin suficientes recursos
hídricos), o controlar el consumo mediante el pago del agua a su
precio real. La construcción y mantenimiento de plantas de
desalinización u otras soluciones debe costearse mediante una
escala de gravamen de acuerdo con el consumo de agua.
El suministro de agua produce luego agua contaminada,
debiéndose valorar también lo que cuesta la descontaminación de
la misma y hacer pagar al consumidor, no al contribuyente, la
depuración del agua que utiliza.
Los trasvases deben reducirse al mínimo y utilizarse
exclusivamente en situaciones de emergencia, porque no sólo
suponen el hipotecar los recursos de la cuenca que proporciona
el agua del trasvase, sino también los riesgos de salinización
o desequilibrios en la química de los suelos que se bañaran con
estas aguas. Además, el daño ecológico que los trasvases suponen
es enorme.
Se deberían recuperar los ríos y la vegetación de su cuenca.
El canalizar los ríos es nefasto ya que solo sirve para aumentar
la escorrentía rápida y las avenidas y hace desaparecer el bosque
de ribera al provocar su desconexión con el acuífero subálveo
asociado. La vegetación es básica para la existencia de un suelo
que pueda retener el agua. La vegetación controla el flujo de
agua de los ríos y contribuye a su regulación. Por tanto, se
tendría que dedicar esfuerzo a evitar la deforestación y prevenir
los incendios.
El recuperar los ríos con su vegetación de ribera contribuiría
también a tener sendas o itinerarios de la naturaleza cerca de
asentamientos humanos y ciudades, que en algunos casos, siempre
en núcleos urbanos, podría haber la posibilidad de que
constituyeran también áreas recreativas (por ejemplo, la que se
ha construido en el Júcar a su paso por Cuenca).
Dado que la fragmentación reduce la diversidad, los espacios
naturales deberían estar conectados. Puesto que el 80 por 100 de
la población está en las ciudades y que existen enormes presiones
desarrollísticas en las áreas urbanas, que conducen a perder de
forma acelerada los espacios naturales, en el Reino Unido se han
propuesto las siguientes medidas, que deberían incluirse en las
planificaciones urbanas [Box & Harrison , 1992]:
Un residente urbano debería disponer de un espacio de al menos
2 Ha, a menos de medio kilómetro de su casa y las reservas
naturales de las áreas urbanas deberían ser de al menos 1 Ha por
cada mil habitantes (10 m2 por habitante). Añaden también que los
habitantes deberían tener acceso al menos a 20 Ha, 100 Ha y 500
Ha en un radio de respectivamente 2 Km, 5 Km y 10 Km de sus
casas. La zonas húmedas y las sendas al lado de los ríos son
especialmente contempladas para estos espacios naturales.
Se han recogido muy pocos casos, ello es debido en gran parte a
que en nuestro país, a pesar de que el problema del agua es uno
de los más graves que tenemos, los municipios se han preocupado
poco por él y en realidad han exigido un suministro de agua sin
valorar el enorme gasto económico que esto suponía para el
contribuyente tanto para transportarla a la despilfarradora
ciudad, como para luego depurarla, a la vez que se destruían los
ecosistemas acuáticos del país.
Los casos de buenas prácticas que me han sido remitidos se
refieren fundamentalmente a mejoras en la depuración de aguas
residuales. Probablemente existan bastantes más, sin embargo la
información no ha podido ser conseguida en esta primera etapa,
pero espero que estas primeras recopilaciones sirvan de estímulo
para que se puedan adicionar en el futuro más casos a este
catálogo abierto.
En primer lugar se pueden considerar buenas prácticas algunas
actividades dirigidas a la concienciación de los consumidores de
agua. Las ciudades españolas grandes se han dado cuenta de que
no es posible el aumento de la demanda de agua porque están
llegando al límite de las posibilidades de los recursos hídricos
de la zona. La mayoría de las ciudades en su expansión han
buscado recursos hídricos cada vez más lejanos, acelerando su
transporte y pérdida al mar por así decirlo y teniendo que pagar
grandes cantidades para su depuración, bien sea para verterlas
a cauces fluviales o al mar, depuración que en la mayoría de los
casos es insuficiente. Por ello estas ciudades se han dado cuenta
de que tienen que disminuir su crecimiento y muchas de ellas se
han estabilizado o lo están reduciendo mucho. Además en muchos
lugares se han lanzado campañas para reducir el consumo de agua.
A estas campañas se debería unir la sensibilización para limitar
también la utilización de detergentes y otros productos que
contribuyen al deterioro de los ecosistemas acuáticos.
Una serie de buenas prácticas pues las tenemos en las campañas
de sensibilización de las gentes a reducir el consumo de agua.
De estos casos se puede señalar la campaña para el ahorro de agua
en Madrid y Bilbao durante la sequía de 1992-93.
La depuración por lagunaje es la más aconsejable cuando sea
posible, es decir en núcleos de población no excesivamente
grandes. El mecanismo de funcionamiento es biológico y se produce
de manera espontánea y natural, requiriendo fundamentalmente
energía solar. El oxígeno de la fotosíntesis algal se utilizará
para descomponer la materia orgánica. Estos sistemas pues son de
impacto mínimo, de bajo consumo energético y fácil manejo y como
se trata de procesos naturales no dependen de las vicisitudes
económicas de los municipios, permitiendo, si están bien
dimensionadas, obtener agua de buena calidad con un mínimo de
control y seguimiento de los vertidos a depurar. El
reconocimiento internacional de la bondad de la técnica, sobre
todo en climas cálidos, ha pasado en pocos años a convertirse en
la elección prioritaria de muchos municipios españoles. Según
Ferreiro (1991) existían en este año en España un centenar de
depuradoras de este tipo, número que ha ido incrementándose.
Una alternativa a los sistemas de lagunaje más convencionales es
la del lagunaje profundo, que consiste en lagunas de gran
profundidad (5 a 10 m), capaces de almacenar grandes volúmenes
de agua ocupando relativamente poco espacio. De este modo se
construyen lagunas fácilmente estratificables con dos capas de
agua una aerobia superficial y otra anaerobia, cuyo
funcionamiento se favorece en climas cálidos. Pondremos como
ejemplo el caso siguiente:
Campus Universitario de Espinardo. Universidad de Murcia.
Magnífica experiencia de lagunaje profundo (6,5 m de profundidad)
y largo tiempo de retención, superior a 100 días. El seguimiento
del sistema ha demostrado que es muy eficaz eliminado las
bacterias indicadoras de contaminación fecal, la materia orgánica
y los nutrientes [Berná , 1990]. Esta laguna da tan buenos
resultados que aún teniendo asociada una laguna de maduración,
ésta no se usa, ya que el agua era de suficiente calidad y el
paso por la laguna de maduración no aportaba mejoras. Esta laguna
bien equilibrada y de dimensiones suficientes para el vertido
recibido origina pocos fangos, la materia orgánica se descompone
prácticamente en su totalidad, por lo que desde su puesta en
funcionamiento no ha tenido que limpiarse y probablemente no
tenga que hacerse en años. Las aguas depuradas se reutilizan
para regadíos del propio campus.
Tratamientos terciarios de depuración de las aguas
Consideramos casos de interés en métodos de depuración de las
aguas, aquellos que conduzcan a su depuración terciaria. Éstos
apenas existen en las ciudades o pueblos españoles pero son
imprescindibles para un desarrollo sostenible. Se comentan
seguidamente algunos casos que se consideran interesantes:
Estas estaciones constan de un decantador/digestor convencional
o de un sistema de lagunaje que va asociado a una serie de balsas
por las que circula el agua cuando sale del mismo y en donde se
instalan diferentes especies de plantas acuáticas, macrófitos,
seleccionadas de entre las especies autóctonas, sobre las que
lleva experimentando durante varios años la Universidad de León,
como mejores para aquel sustrato y clima. Estas plantas pueden
realizar un tratamiento terciario de las aguas [Ansola y Luis
, 1994], [Brix y Schierup , 1989] con bajos costos de funcionamiento
y mantenimiento. Al mismo tiempo la biomasa producida podría
utilizarse para diferentes usos: compost, alimento animal, papel,
etc. Algunas plantas son extraordinariamente útiles para la
retirada de tóxicos como pesticidas o metales pesados [Shutes et
al. , 1993], [Bavor & Mitchell , 1994].
Estas depuradoras vegetales además de no requerir prácticamente
energía, ni productos químicos, ni mano de obra especializada,
se integran en el paisaje perfectamente y contribuyen a mantener
la biodiversidad.
En realidad son depuradoras auxiliares, pero que pueden
integrarse en un núcleo urbano sin molestar a los vecinos, antes
al contrario mejoran el paisaje y proporcionan un agua de buena
calidad.
De estas instalaciones sólo existe un pequeño número en España, pero pueden dar buenos resultados en núcleos de población pequeños, obteniéndose un agua reutilizable o que vertida en las aguas naturales genera poca contaminación.
Son extraordinariamente importantes los planes de reutilización
de aguas residuales. En bastantes municipios las aguas de
depuradora se utilizan en el entorno próximo para regadío
agrícola, de jardines y de campos deportivos especialmente de
golf y también en algunos casos como recarga de acuíferos y para
prevenir la intrusión marina en las costas. Es de extraordinaria
importancia que estas aguas hayan recibido el tratamiento
adecuado que garantice su calidad. Nos consta que hay bastantes
casos en España como los indicados, pero se comentará solo el
siguiente por carecer de la información suficiente sobre otros
muchos:
Los siguientes puntos pretenden sintetizar ejemplos de buenas prácticas en relación al uso del agua, tal y como he desarrollado en este artículo en este artículo:
Ansola, G & E. Luis (1994) "Concentración de nutrientes en
helófitos acuáticos utilizados en depuración de agua residual"
(Limnetica 10 (1):33-36)
Bavor, H.J. & D.S. Mitchell (Eds.) () "Wetland Systems in water
pollution control". (Wat. Sci. Tech. 29 (4).)
Berná, L.N. (1990) "Caracterización microbiológica del proceso de
depuración de aguas residuales por lagunaje profundo". (Tesis
Doctoral. Universidad de Murcia.)
Box, I. & C.M. Harrison (1992.) "Natural spaces in urban places.
Town and Country Planning". ()
Brix, H. & H.H. Schierup. (1989.) The use of aquatic macrophytes
in water pollution control. (Ambio 18 (2): 100-107.)
Desbordes, M.; J.C. Deutsh & A. Frérot. (1990.) "El agua en las
ciudades". (Mundo científico 10: 752-759.)
Falkenmark, M. (1988.) "Disminución de la demanda de agua,
resultado del programa sueco contra la contaminación". (En: Ambio.
El Agua. Blume ecología: 126-134.)
Ferreiro, D. (1991.) "Depuración por lagunaje de aguas residuales.
Manual de operadores". (Monografías de la Secretaría de Estado
para políticas del Agua y del Medio Ambiente. MOPT.)
La Rivière, J.W.M. (1989.) "Los recursos hídricos amenazados".
(Investigación y Ciencia 158: 54-62.)
Lemarchand, F. (1990.) "Los nitratos y los plaguicidas se
infiltran en el agua del grifo". (Mundo Científico 10: 796.)
Prat, N.& J.V. Ward. (1994.) "The tamed river". (En: Margalef (Ed.)
Limnology now. A paradigm of planetary problems. Elsevier: 219-236.)
Shutes, R.B.; J.B. Ellis; D.M. Revitt & T.T. Zang. (1993.) "The
use of Typha latifolia for heavy metal pollution control in urban
Wtlands". (En: Constructed wetlands for water quality improvement.
CRC Press: 407-414.)
Fecha de referencia: 30-06-1997
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