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Joaquín Corominas
La utilización de la energía ha mejorado la "habitabilidad" en
las ciudades al aumentar el nivel de confort por medio de la
calefacción y de la iluminación, al posibilitar ciertas
transformaciones físico-químicas como el cocinar, la obtención
de metales y el cocido de materiales cerámicos y vítreos, o al
incrementar el rendimiento de nuestro esfuerzo muscular por medio
de motores aplicados a máquinas o a vehículos. Junto a ello se
han originado unos efectos indeseados -y a menudo desconocidos
y minimizados- que están afectando seriamente a la sostenibilidad
del modo de uso de la energía.
La forma como utilizamos la energía también afecta las
posibilidades de mantener un desarrollo de nuestra sociedad. Si
consumimos demasiado poca energía, deberemos consumir demasiado
esfuerzo para cubrir las necesidades básicas, y no podremos
dedicar el esfuerzo necesario para desarrollarnos. Pero si
consumimos demasiada energía, el coste (monetario, ambiental o
de recursos) de este excesivo consumo nos obligará a dedicarle
un esfuerzo adicional que no podremos orientar hacia el
desarrollo que perseguimos.
Las formas de energía que se han utilizado para las actividades
básicas desarrolladas en el medio urbano de nuestro entorno han
ido evolucionando con el tiempo. El cocinar -que se hizo casi
exclusivamente con leña durante muchos siglos- se ha ido
realizando además con carbón en ciertos lugares (en fogones
abiertos, en hornos y en cocinas "económicas"), con petróleo, gas
(ciudad obtenido a partir del carbón, la leña o el petróleo, o
butano y natural en tiempos más modernos) o electricidad en
nuestras tierras, pero también se ha empleado estiércol o los
rayos solares en otras culturas.
La calefacción se ha conseguido con leña (en chimeneas o diversos
tipos de estufas), carbón, petróleo, gas y electricidad, pero
también con residuos como el serrín (en estufas), la paja (en los
purgatorios, conducciones de aire caliente bajo el suelo), el
orujo (en los braseros) o la energía solar ya sea con sistemas
pasivos, activos o mixtos.
Para la iluminación se han utilizado aceites, grasas, carburos,
ceras, petróleo, gas y electricidad de la red o fotovoltaica.
Ciertas actividades mecánicas -como la molienda del grano de los
cereales- se han efectuado además de manualmente, por medio de
animales, de ruedas hidráulicas o de molinos de viento por lo que
es frecuente aún hoy encontrar calles y plazas con nombres que
lo recuerdan (del molino, de las muelas, de la acequia).
El suministro de agua a las ciudades se ha conseguido por medio
de la gravedad (canalizaciones), por medio de ruedas hidráulicas
movidas por los ríos y las mareas, o por medio de bombas
accionadas por vapor, gas o electricidad.
Para el transporte colectivo de personas o de mercancías se
utilizaron animales de tiro durante siglos,seguidos de vehículos
propulsados por motores de vapor (a carbón), por motores
eléctricos (a partir de pilas al principio y de baterías
posteriormente, o alimentados por cables externos como en metros,
tranvías y trolebuses), de gas (natural, licuados del petróleo,
u obtenidos por la pirólisis de residuos vegetales como las
cáscaras de almendra en los llamados "gasógenos"), o tirados por
cables (como los funiculares y el famoso tranvía de San
Francisco).
Como puede verse, no hay un determinismo tecnológico respecto a
las fuentes y técnicas a utilizar. Las situaciones actuales son
producto de las decisiones tomadas a lo largo de la historia en
cuanto el tipo y la calidad de las prestaciones, los costes
económicos directos y "externos", la salubridad, la contaminación
y la asignación de los recursos energéticos entre otros factores.
A título de ejemplo, citemos diversos casos de prohibición de
ciertas fuentes en ciudades a lo largo de la historia. En
Inglaterra la hulla fue prohibida por los problemas sanitarios
causados por el humo que producía, y la leña lo fue por la
prioridad que tenía para la marina mercante. El carbón y otros
combustibles sólidos similares en París se prohibieron por el
problema que originaban las cenizas en las basuras. En
situaciones de contaminación demasiado elevada, se prohíben
ciertos tipos de combustibles en muchas ciudades. En España los
vehículos particulares no pueden utilizar los GLP como lo hacen
ciertos vehículos públicos. Lo curioso es que en los domicilios
particulares podemos almacenar bombonas con GLP pero no la
gasolina que almacenamos en los vehículos particulares.
Los criterios dominantes que han marcado la evolución del uso de
la energía en las ciudades han ido cambiando a lo largo del
tiempo, y de forma distinta según los recursos, la correlación
de fuerzas, el ambiente social propicio para ciertas
innovaciones, o el grado de autonomía local para la toma de
decisiones energéticas.
Los medios urbanos fueron un buen lugar para la introducción y
el desarrollo de la electricidad, comenzando por la iluminación
de las calles primero, y de fábricas y locales públicos luego,
para terminar con la iluminación de las viviendas y su posterior
electrificación generalizada.
La primera central hidroeléctrica de España (1883) fue la
transformación de un molino en pleno centro de Girona, cuya
energía se utilizó (y aún hoy sigue utilizándose) para la
iluminación de las calles durante la noche y para las
dependencias municipales durante el día. En otros casos, la
central hidroeléctrica que suministraba la electricidad en el
municipio era de la cooperativa de los usuarios, como en
Camprodón.
Las fábricas comenzaron autoproduciendo su electricidad a partir
de motores de vapor, de gas o de gasolina, y que con el tiempo
se fueron convirtiendo en pequeñas centrales locales o de barrio.
El gran mercado que significaban las grandes ciudades indujo la
creación de grandes centrales hidroeléctricas en las zonas
montañosas, como las de Cabdella y Camarasa del Pirineo que
suministraron la energía para los primeros FF.CC eléctricos, las
industrias y las viviendas de la ciudad de Barcelona.
La ciudad quedaba unida físicamente a las montañas por medio de
unos cables que le proporcionaban la energía que no tenía. El
agua de las montañas transformada en electricidad transformó la
ciudad y la vida de sus habitantes: ferrocarriles, tranvías,
funiculares, teleféricos, alumbrado en las calles, en los
escaparates, en las viviendas. Los primeros electrodomésticos
fueron el signo de modernización de los hogares: planchas,
neveras, radios.
Mientras la ciudad pendía de tres hilos de centenares de
kilómetros, muchos pueblos cercanos a las centrales
hidroeléctricas o a las líneas de alta tensión quedaban sin poder
utilizar la energía eléctrica: la tecnología escogida lo hacía
demasiado complicado y costoso.
A partir de la Segunda Guerra Mundial se produce un cambio
cualitativo en el mundo rico, al que España se fue introduciendo
lentamente. La energía ya no es un medio de cubrir las
necesidades básicas y ciertos lujos, sino que es una mercadería
que debe venderse lo máximo posible y de manera que produzca
grandes beneficios. Una de las consecuencias es un crecimiento
sin precedentes del consumo de energía primaria, principalmente
de combustibles fósiles y en menor grado de la energía nuclear
a partir de los inicios de los 60 en algunos países y de sólo
una década más tarde en España. Otra de las consecuencias es que
las ciudades van quedando conectadas a territorios cada vez más
lejanos por medio de tuberías, carreteras, ferrocarriles y barcos
que le proporcionan los combustibles, principalmente líquidos y
gaseosos.
La calidad de vida en las ciudades mejoró por el mayor confort
conseguido con la energía y la utilización de formas más limpias
de ésta, como el gas y la electricidad en lugar del carbón, la
leña y del petróleo. El incremento del consumo de energía en los
medios urbanos debido al aumento de la población y del consumo
por habitante va requiriendo de mayor espacio para la
transformación, transporte y almacenamiento de la energía y de
sus residuos (cenizas, materiales y combustible radioactivos).
De este modo aumentan las necesidades de hinterland de las
ciudades.
La elevada densidad del consumo de energía en los medios urbanos
empieza a provocar un empeoramiento de la calidad de vida por los
nuevos impactos -poco o nada previstos- derivados del consumo de
energía, como NOx, SO2, CO, partículas, volátiles o plomo que
provocan problemas de salud (particularmente respiratorios) y
deterioro de los edificios y monumentos (particularmente los de
materiales calizos y férreos). Los costes originados por estas
consecuencias se consideran "externos" al sistema energético, no
los pagamos con la factura energética sino con la del médico o
la de los albañiles y pintores.
Otra de las consecuencias de la utilización de cantidades
rápidamente crecientes de energía es que ha conllevado accidentes
de diversa índole: incendios, explosiones, intoxicaciones. En
algunos casos las prisas no dejaron tiempo a una planificación
y ejecución de suficiente calidad. En otros, simplemente hacerlo
bien resultaba demasiado caro.
La creciente urbanización de una población mundial en aumento y
con consumos crecientes de energía, está saturando la capacidad
de regeneración de los ecosistemas naturales. La insostenibilidad
de este sistema se ha hecho visible ya en el presente. Es por
ello que muchas ciudades y pueblos ya han tomado medidas para
reducir su grado de dependencia, o el nivel de su
inostenibilidad. Estas medidas pueden mejorar la habitabilidad
de las ciudades, pero pueden también reducirla en algunos
aspectos: éste es un signo que nuestro modelo energético urbano
no es sostenible ni en el tiempo ni en el espacio.
El análisis de los aspectos sobre el nivel de sostenibilidad
energética del medio urbano tiene los objetivos siguientes:
Si sólo consideramos algunas fases del ciclo, nos limitaríamos
a contemplar una sostenibilidad parcial, lo que podría no
representar una sostenibilidad global. Así, si para fabricar el
equipo necesario para el uso de una fuente renovable de energía
se precisara más energía que la que el equipo nos proporcionara
a lo largo de su vida útil, no estaríamos actuando de manera
sostenible: en el límite, toda la energía utilizable se emplearía
para la fabricación de los equipos.
Forzosamente las condiciones de sostenibilidad local serán
distintas unas de otras, puesto que están determinadas por las
características locales de intensidad del flujo de reposición,
y del tamaño del estoc inicial en caso de existir éste, como
sucede en un bosque. La extensión de unas prácticas que pueden
ser sostenibles localmente puede muy bien ser que no conduzcan
a una sostenibilidad global. En este campo pues, no se trata de
copiar las acciones sostenibles de otros o de otras épocas, sino
de adaptarlas a nuestras condiciones locales y actuales.
El consumo de energía no tiene las mismas características y
consecuencias cuando se produce en un medio rural que en uno
urbano o en uno industrial. El consumo de energía en un medio
urbano es más concentrado que en el medio rural, por lo que la
dispersión de los contaminantes se dificulta. Por otro lado, por
esta mayor concentración, por la estructura de la ciudad y a
menudo por el lugar de su asentamiento, se hace más difícil la
utilización de los recursos renovables locales, como el sol, el
viento, la leña, el agua del río.
La multiplicidad de usuarios (domésticos y en servicios y
comercios), todos ellos con sus correspondientes equipos
energéticos, hace más difícil actuar sobre éstos (en la calidad
y la eficiencia de su uso por ejemplo) que sobre los equipos
industriales. Además en las ciudades también consumen energía los
transeúntes no residentes en la misma, lo que hace difícil
incidir sobre las pautas de estas personas.
El análisis del efecto del medio urbano sobre el consumo de
energía no debe circunscribirse al consumo de energía en la
ciudad. Como consecuencia de la especialización territorial
muchas de las actividades que consumen energía y que son
imprescindibles para la vida en y de la ciudad se llevan a cabo
fuera de la ciudad, a mayor o menor distancia de ella. Como
ejemplo, podemos citar la obtención de la energía primaria y su
transformación a energía final (de petróleo a gasolina, de agua
a electricidad), la producción de alimentos y de los múltiples
artículos de consumo, o el tratamiento de los residuos. De no
contabilizar estos consumos energéticos, se llegaría a la
paradoja que un mayor aumento de consumo de bienes y servicios
en la ciudad se contabilizaría como un aumento de consumo
energético fuera de la ciudad con el consiguiente descenso de la
sostenibilidad de las áreas no urbanas. De esta forma, estas
áreas deberían afrontar las consecuencias del mayor consumo
urbano y las ciudades no verían modificar su aportación a la
insostenibilidad. Sólo la ignorancia o el egoísmo puede mantener
este método contable.
Por lo tanto, el consumo de energía que se produce como
consecuencia de la vida en las ciudades debe contemplar tanto el
consumo directo de energía en los medios urbanos, como la energía
contenida en los bienes y servicios que utiliza la ciudad. Al
analizar la relación E/H (consumo de energía y diversidad creada)
comentada en el artículo introductorio, debería pues considerarse
toda la energía utilizada por la existencia de la ciudad así como
toda la "obra construida" o diversidad originada por la
existencia de esta ciudad. Evidentemente estamos aún lejos de
efectuar análisis cuantitativos de esta complejidad, es como si
en economía estuviéramos aún en la Edad Media.
Si el uso de energía en las ciudades fuera sostenible sería por
pura casualidad. No sólo se desconocen por lo general los efectos
del consumo de los distintos tipos de energía en las ciudades,
sino ya el valor mismo de estos consumos. En el aspecto
energético de las ciudades estamos por lo general en una etapa
en que aún no se han establecido ni unos métodos contables
adecuados ni mucho menos una teoría energética equivalente a la
económica.
Así, excepto en contadas excepciones, se desconoce:
Evidentemente mientras se sigan utilizando estos procedimientos
contables (monetarios, energéticos y ambientales) difícilmente
se puede cuantificar la sostenibilidad o insostenibilidad
energética urbana.
Es conveniente analizar las causas que han conducido al nivel
actual de sostenibilidad (o de insostenibilidad según cual sea
el aspecto (contemplado) del consumo energético derivado de la
vida en las ciudades de nuestro entorno.
Una de las causas básicas es lo que puede calificarse de
"especialización territorial" (en un lugar se produce, en otro
se consume y en otro se tratan los residuos), pero que utilizando
un término más preciso podría calificarse como de rotura del
ciclo o de la realimentación (o del "feedback") que tiende a
mantener estables los sistemas. Mientras las actividades dependan
de los recursos locales, mientras el nivel de consumo esté ligado
al esfuerzo total necesario para conseguir los recursos, tratar
los residuos y mitigar los efectos nocivos, el consumo de energía
tenderá a ser sostenible. En cuanto el consumo en una zona deje
de depender de los recursos energéticos de la propia zona y del
esfuerzo (o coste) total relacionado con su uso, el consumo
tenderá a ser insostenible. La "especialización territorial"
tiende a separar los beneficios y los perjuicios derivados del
consumo energético, con lo que se debilita uno de los mecanismos
correctores del nivel de consumo y del mantenimiento de la
sostenibilidad de este consumo.
La "especialización funcional" también contribuye a romper la
tendencia a la sostenibilidad del consumo energético. Una gran
parte de la población es la consumidora, y una minoría es la que
organiza y gestiona este consumo, la cual tiene por función
permitir -y a veces fomentar- dicho consumo. La poca educación
energética y ambiental proporcionada a la población -por los
motivos que sea- y el carácter triunfalista con el que se dota
a la idea del progreso conllevan a que la mayoría de los
consumidores de energía no sean conscientes de que su consumo
puede ser insostenible.
Algunos economistas han asociado al carácter de "bien común" de
algunas de las fuentes renovables de energía, como la leña, el
mal uso -o el uso poco sostenible- de este "recurso". Otros
economistas han asociado el mal uso de los yacimientos fósiles
a su propiedad privada que favorece su venta inmediata frente a
su mantenimiento como primeras materias para las generaciones
futuras. Otros han asociado al bajo precio de los combustibles
fósiles la no consideración en su precio del coste de la
reposición de los mismos, como si los yacimientos fueran
infinitos. Estos precios falsamente bajos favorecen el uso de
unos combustibles fósiles sobre el uso de recursos renovables.
Hay otras razones que explican la situación actual en el consumo
energético de las ciudades, algunas de las cuales pueden tener
un carácter "inconfesable". Entre ellas podemos citar la
insolvencia de muchos municipios frente a los suministradores de
energía (compañías eléctricas) o de servicios (como la recogida
y tratamiento de RSU) que dificulta a estas empresas efectuar
inversiones para mejorar la sostenibilidad energética o debilita
el poder de la administración de imponer prácticas más
sostenibles. Entre otro tipo de actuaciones de carácter más
pícaro, podríamos citar la resistencia a cambiar de combustibles
en el transporte urbano porque algunos de sus empleados utilizan
en sus vehículos el mismo combustible que el de los vehículos
públicos. Finalmente mencionaremos la falta de imaginación y de
valentía de muchas administraciones en muchas de sus actuaciones.
Un ejemplo de las posibilidades de influir en el cambio de pautas
es el de incluir criterios de sostenibilidad en los concursos
para la adjudicación de servicios y de equipamientos municipales.
Actualmente, la mayor parte de políticos y técnicos municipales
y de ciudadanos opina que la energía es una cuestión en la que
las administraciones municipales tienen poco que ver, excepto en
lo que concierne al consumo en sus propias dependencias o en los
espacios públicos y quizá en las infraestructuras (cables,
depósitos, conducciones). Si los residuos y el ruido producidos
por los ciudadanos son cuestiones en las que las administraciones
tienen competencias, ¿por qué no las deben tener sobre el consumo
de energía, que produce una serie de efectos negativos? Si las
administraciones se preocupan de que exista un suministro
adecuado, fiable y sostenible de alimentos y de agua, ¿por qué
no deben preocuparse de que también lo sea el de energía? ¿En
base a qué creen que el resto del territorio debe suministrarles
la energía que deseen, deben soportar los inconvenientes y tratar
los desechos producidos por su consumo? Que la mayoría de
personas vivan en las ciudades no debería justificar estas
imposiciones.
"... Que como ejemplo en la gestión de los propios edificios de
la Administración, debe concederse una atención prioritaria a la
política de utilización racional de la energía ,,,
Resolución del Parlamento Europeo sobre Ahorro de Energía en los
Edificios, DOCE C99/213, del 13/4/87.
Por actuaciones de sostenibilidad entendemos aquéllas que
contribuyen a aumentar el nivel de la sostenibilidad en el tiempo
y en el espacio (es decir, a la sostenibilidad fuerte y global),
y aquéllas que reduzcan su insostenibilidad con un carácter
valiente o innovador que vaya más allá de las simples buenas
maneras de proceder profesional que ya se conocen y practican en
otros lugares.
Por sostenibilidad en el espacio entendemos que la pauta de
consumo pueda extenderse a todo el espacio mundial, es decir, a
todos los habitantes, y por sostenibilidad en el tiempo
entendemos que este consumo extendido en el espacio debe poderse
mantener a lo largo del tiempo a sucesivas generaciones.
Recordemos que las divisiones y los límites administrativos son
poco adecuados al análisis de la sostenibilidad energética
urbana, puesto que el concepto de urbano es difícil de precisar
en la práctica. De hecho tendría más sentido considerar las áreas
de influencia de los medios urbanos al analizar los niveles de
sostenibilidad energética, considerando como área de influencia
de la ciudad el territorio con gran interacción con ésta, con
la que intercambia población, productos y servicios, o energía
(E) y diversidad (H) para generalizar.
La información disponible presenta un muestrario bastante amplio
de actuaciones de mejora de la sostenibilidad energética en el
entorno urbano. Si bien hasta hace poco en los municipios se
preguntaban que tenían que ver con la energía, ahora se están
dando cuenta de que es una realidad que no pueden ignorar y que
les afecta a veces de forma importante. Las vías que han
propiciado esta toma de conciencia han sido el coste de la
energía (especialmente el alumbrado público), la ocupación
territorial de las redes (eléctrica y de gas) y la contaminación
originada por las combustiones (calefacción), los vertidos de
combustible líquidos y de los gases del vertedero a la atmósfera,
que incrementan el efecto invernadero. Los motores de esta
evolución han sido agentes sociales (organizaciones ecologistas
y ciudadanas), y organismos energéticos nacionales, estatales y
comunitarios.
La evolución de la conciencia energética municipal ha ido
progresando por medio de auditorías, estudios previos y de
viabilidad, actos informativos y de formación, y proyectos de
demostración, la mayor parte de las veces promovidos por
organismos públicos externos a los ayuntamientos, o por lo menos
con una participación importante de aquéllos.
Las actuaciones más generalizadas se producen en el alumbrado
público, calefacción y climatización, y en mucho menor grado en
el combustible de los vehículos, el autosuministro eléctrico
(directo o a través de la red general) y el aprovechamiento de
los recursos locales renovables (biomasa, sol, viento). Las
técnicas utilizadas han sido el ahorro, el aislamiento térmico,
la gestión avanzada del consumo energético, la bomba de calor,
las placas solares térmicas y fotovoltaicas, la bioclimatización
o arquitectura pasiva, los aerogeneradores y aeromotores de
bombeo, las turbinas hidráulicas, recuperación de calor residual,
y la cogeneración de calor (o vapor) y electricidad.
Es de destacar la existencia de empresas muy capacitadas, activas
y motivadas en el campo que estamos analizando. Se dispone de
tecnología nacional, y en algunos casos se fabrican o montan
equipos diseñados en otros países. También se ha recurrido a
equipos y consultorías del extranjero.
Las actuaciones analizadas cubren el autoconsumo y la venta de
energía a la red, nuevas instalaciones y rehabilitaciones, y las
fuentes solar (térmica, bioclimática, fotovoltaica), eólica
(electricidad y bombeo directo), hidroeléctrica, biomasa
(residuos leñosos), biocombustibles (biodiesel) y biogas
(vertederos, lodos de depuración).
Hay algunos indicios de planes energéticos municipales y de
urbanismo energético, pero en general son actuaciones
preliminares. Se puede decir que las actuaciones energéticas
municipales se orientan según tres ejes: realizaciones, servicios
de soporte y política energética. Por lo general, estos tres ejes
no se contemplan de forma integrada, como tres condiciones
necesarias para avanzar hacia la sotenibilidad del sistema
energético urbano y que se refuerzan mutuamente.
Para poder evaluar la sostenibilidad de las actuaciones en
materia energética, deberían medirse o estimarse los siguientes
parámetros:
Balance (positivo, negativo) del intercambio de productos y
servicios con elevado contenido de energía con otras zonas
En este estudio sólo se considerarán las actuaciones que sean
fruto de políticas de sostenibilidad urbana de administraciones,
organizaciones, empresas de servicio público o de otras entidades
que "hagan ciudad". Por ello se descartan las actuaciones
En este sentido conviene tener presente que diversos organismos
de las distintas administraciones (Ministerios, Consejerías de
las CC.AA, Diputaciones, Institutos y empresas públicas) vienen
llevando a cabo actuaciones más o menos generalizadas (en la
industria, en los hospitales o en los polideportivos) que tienden
a reducir el nivel de insostenibilidad, tales como el ahorro y
la eficiencia energética, la sustitución de combustibles por
otros más eficientes y menos contaminantes, o la demostración de
nuevas técnicas más apropiadas.
La información de base de los casos seleccionados se ha obtenido
de la convocatoria o petición de información llevada a cabo por
el MOPTMA a los municipios, los informes de las actuaciones de
organismos (IDAE, ICAEN...), otras publicaciones y los
conocimientos directos a través de documentos no publicados,
actos públicos y visitas. En las publicaciones de realizaciones
suelen figurar sólo los datos básicos de la instalación, por lo
que no es posible describir la actuación. A título de ejemplo,
hemos detectado 36 centrales hidroeléctricas propiedad de 34
municipios con una potencia instalada total de 23 MW, pero no
disponemos de información para separar las rehabilitaciones de
las nuevas instalaciones.
Impulsada por la Plataforma Ciudadana "Barcelona Estalvia
Energia" (B. Ahorra Energía), formada por grupos ecologistas,
vecinales y sindicales (Acció Ecologis-ta, Federación de las
Asociaciones de Vecinos de Barcelona, CC.OO, Amics de la Bici
y otros) que agrupan a más de 100.000 socios. Dicha Plataforma
presentó una moción al Ayuntamiento con 28 propuestas de ahorro
de energía y ecología urbana que dio lugar a la primera Audiencia
Pública sobre medio ambiente en Barcelona (27.4.1993).
Desde entonces Barcelona Estalvia Energia ha actuado como
interlocutor social entre la administración y la ciudad para
demandar y concretar diversas actuaciones encaminadas a lograr
un modelo de ciudad ecológicamente sostenible, como la
pacificación de tráfico, el apoyo al transporte público, una red
para la bicicleta, medidas normativas y fiscales para fomentar
el ahorro de energía y el uso de las energías renovables.
Consta de 32 municipios, con un total de más de 3 millones de
personas, el 50 por 100 de Catalunya
Instalaciones municipales de Minihidráulica | |||
Ayuntamiento Almenar Alt Aneu Ansó Arbizu Benasque Béjar Bilbao Durango Durango Escart Garde Girona Grañén y Poleñino Hecho Isaba La Seu d'Urgell Lerma Llavorsí Logroño Mollerusa Monachil Munguía Oñate Oñate Placencia Rentería Rialp Rodellar Sallent de Gállego Sangüesa Sartaguda Sort Tolosa Urzainqui Valle Baztán Viniegra |
Nombre Central C. de Pinyana Alòs d'Isil Ansó P.Concepción La Ruda Tranco del Diablo Sollano Olabarría Olazarra Escart Garde El Molí Balsa de la Rambla Molino de Hecho Isaba Parque Deportivo El Pisón Llavorsí Est. Tratamiento Aguas Sant del Durán (Golmes) Monachil Sollube Olate Lamiategui Solaruce-Sologoen Erenozu Sant Antoni Rodellar El Portet Sangüesa Sataguda Sort Amezketa Urzainqui Agozpe Molino Abajo |
kw 325 558 340 22 180 800 1500 22 56 8 252 157 275 25 700 964 45 74 600 163 1392
4341 |
Mwh/año 2633 3669 1650 34 810 4440 11168 85 160 3 882 956 1225 81 3200 4746 45 290 4000 800 7400
11564 |
Grandes ciudades y Areas Metropolitanas Ciudades Medianas y Pequeñas, y Pueblos |
||||
Reducción de los impactos derivados del uso de la energía | Reducción del consumo de energía primaria utilizada directamente y contenida en los servicios y materiales empleados |
Desplazamiento del
consumo de fuentes no
renovables hacia fuentes
renovables Realizaciones |
||
Realizaciones |
Reutilización de instalaciones antiguas | Allariz (8) |
Girona (7), Allariz (11) otros (12) |
|
Nuevas instalaciones estándar | no considerado |
BARCELONA (1) ZARAGOZA (16), otros (17) |
BARCELONA (1), BILBAO (2, 12), OVIEDO (2), Tortosa (15), otros (12) | |
Nuevas instalaciones innovadoras | MADRID (4) | ZARAGOZA (3), Mataró (3,9), Reus (19), El Masnou (13), Lanzarote (13), Premià de Mar (3), S.Pere de Torelló (14) | ||
Servicios prestados | Auditorías | no considerado | MADRID (4), otros (17) | |
Política energética |
Acciones preparatorias | no considerado | BARCELONA (1,6), AMB-Cerdanyola (10), otros (17) | AMB (5) |
Puesta en práctica | no considerado | BARCELONA (1) |
1. Declaraciones, tratados, libros verdes, políticas
3. Programas de actuación
JOULE (investigación y desarrollo)
THERMIE (proyectos de demostración)
ALTENER (diseminación)
SAVE (ahorro energético, planificación local)
1. Administración estatal
CIEMAT-IER
Grupo TENEO (Ecoauditorías)
IDAE
Instituto Nacional de Industria
MINER - Dirección General de la Energía
2. Comunidades Autónomas
Diputación General de Aragón, Servicio de Energía
Carlos Javier Navarro, Paseo María Agustín, 36, 50004 Zaragoza
GESTENGA (Gestión Energética de Galicia, S.A.)
Manuel Lara, Hórreo 94, 15702 Santiago de Compostela
ICAEN (Institut Català d'Energia)
Juanjo Escobar, Diagonal 453 bis, Atico, 080** Barcelona
IPEAE (Institut per a la Promoció d'Energies Alternatives i Estalvi
Energètic)
Carrer Avellaners 14, 3r F, 46003 Valencia
ITER (Instituto Tecnológico y de Energías Renovables S.A.)
Manolo Cendagorta
Pza. de Esapaña 1, 38003 Santa Cruz de Tenerife
EVE (Ente Vasco de la Energía)
Edificio Albia I, San Vicente, 8, Planta 14, 48001 Bilbao
SERMASA
Madrid
SODEAN (Sociedad para el Desarrollo de Andalucía)
Bolivia 11, 41012 Sevilla
3. Administraciones provinciales
Diputació de Barcelona, Servicio del Medio Ambiente
AEDENAT
Barcelona Estalvia Energia (c/o Acció Ecologista, Gran de Gràcia, 126 entl,
08012 Barcelona)
CEAN (Coordinadora Estatal AntiNuclear)
CODA (Coordinadora de Organizaciones de Defensa Ambiental)
GCTPFNN (Grup de Científics i Tècnics per un Futur No Nuclear)
(Apartado de Correos 10095, 08080 Barcelona)
GOB (Grup Ornitològic Balear) (Verí 1, 07001 Palma de Mallorca)
GREENPEACE
WISE (Servicio Mundial de Información sobre la Energía)
Fecha de referencia: 30-6-1997
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