Documentos > La Construcción de la Ciudad Sostenible > http://habitat.aq.upm.es/cs/p3/a016.html |
Tomás R. Villasante
Lo que hoy entendemos por participación ciudadana ha quedado
reducido a algunos Reglamentos y algunas concejalías en los
Ayuntamientos. Pero en poco o nada parecen tener que ver con el
reequilibrio sustentable de nuestros hábitats. Si la
participación ciudadana no está sirviendo para encontrar
soluciones creativas ante los problemas de degradación de
nuestros espacios, entonces seguirá perdiendo sentido, pues por
sí misma, burocratizada, se quedará en discusiones alejadas de
las realidades candentes y cotidianas de los ciudadanos.
La participación tiene que servir para la integración social,
para proyectos sustentables y adaptados a las características
concretas de cada territorio. En este sentido debemos quitarle
a la participación y a la integración mucho lastre heredado de
viejas concepciones anquilosadas. El ejercicio que aquí
presentamos no es un nuevo modelo, pero sí de los límites de los
modelos propuestos y dominantes. No nos interesan modelos
finalistas, sino prácticas y métodos "contra-corriente" que abran
nuevas potencialidades. Sabemos que no es sustentable lo que se
viene haciendo a modo de participación ciudadana, ni para los
objetivos de mantener la calidad del hábitat, ni para la
autoeducación de la ciudadanía en prácticas participantes.
Por eso entendemos que hay que pasar a pormenorizar en los
distintos ámbitos territoriales cuáles pueden ser las "buenas
prácticas", que nos permitan sentirnos -al menos- en un camino
de cierta probabilidad creativa. La relación social es muy
compleja y continuamente se nos escapa, por eso necesitamos
entender el juego de sus redes complejas, con su variado tipo de
vínculos tan cambiantes. En primer lugar, de manera muy inmediata
y cotidiana, vemos la existencia de redes primarias, de
familiaridad, amistad, etc, donde los vínculos son fuertes, y
donde la convivencia tiene sus propias reglas peculiares en cada
cultura y subcultura particular. Este ámbito último tiene, sin
embargo, su importancia social pues desde estas redes primarias
se codifican y decodifican todas las informaciones y energías
puestas en marcha por las comunicaciones de rango más amplio y
global.
Es decir si no se convence desde los grandes medios de
comunicación y desde las políticas globales a las redes
primarias, se empieza a larvar nuevas contestaciones a las
determinaciones dominantes de nuestro consumo. Pero entre estas
redes más próximas y las redes telemáticas globales, que
centralizan tanta información, y que la simplifican y
unilateralizan tan frecuentemente hay otras redes intermedias.
Hay unas redes de "coordinación", que no son tan fuertes o densas
como las primarias, sino que son "débiles", y que por lo mismo
cumplen una función muy importante de mezcla, de hibridación de
mensajes, de creatividad potencial. Es el espacio ciudadano, la
antigua multifuncionalidad de la "plaza mayor", de la calle
comercial y del "paseo", donde la complejidad de vínculos permite
asomarse o esconderse, hacer demostraciones o simplemente
observar.
La complejidad de los análisis de redes y de conjuntos de acción
con sus vínculos y elementos nos hace pensar que no hay un modelo
territorial de referencia válido (compacto o difuso), sino que
es la articulación de distintos tipos de espacios (unos más
difusos otros más compactos) los que mejor se adaptarán a los
distintos tipos de redes de relaciones. Los ecosistemas donde se
dan estas relaciones, y sus climas, marcan también el grado de
concentración de tecnologías urbanísticas que sean necesarias en
cada cultura. La participación de los ciudadanos y sus usos en
cada momento son los que pueden marcar las necesarias
adaptaciones de las formas construidas. Si hacemos un modelo muy
sostenible, pero no cuenta con la implicación de las personas,
igualmente estamos imponiendo algo, y acabará por no funcionar.
Porque lo sostenible no cuenta con la democracia participante y
aparece confuso. Así pues hay un marco de partida para este
intento de encontrar "buenas prácticas", y es que se encuadren
dentro de los conceptos de "ciudad" y "sostenible". Y dentro de
este marco los objetivos que nos proponemos en este capítulo
deberán apuntar a los objetivos de "participación e integración
social". Pero todos estos conceptos son manifiestamente ambiguos,
con usos no sólo dispares sino hasta contradictorios, según los
contextos en que son usados. Por eso parece inevitable hacer
algunas acotaciones mínimas para podernos entender, pues las
acotaciones máximas las mostrarán las propias prácticas con sus
limitaciones.
"Ciudad" puede parecer la reducción a un modelo territorial que
gira en torno a ella, y que en cierta medida se contrapone a lo
rural, donde -por cierto- hay experiencias territoriales más
cercanas a la sustentabilidad dentro de lo que llamamos hábitat.
"Ciudad" también se puede entender como un ámbito más amplio que
excluya las buenas experiencias en barrios o las más localizadas.
Entendemos "hábitat" en un sentido que incluya experiencias
rurales y experiencias de barrios, que está más cerca del
concepto "habitar" (Henri Lefebvre) mucho más vital, activo y
participativo. Es decir, el "con-vivir" entre personas frente a
la "ciudad" como algo físico y técnico.
Los ciudadanos son los que hacen las ciudades, y aunque las
personas se encuentran con territorios y hábitats que les
condicionan desde que nacen, para bien o para mal, estos espacios
acaban siendo transformados por los humanos. La sustentabilidad
incluye lo que vaya a pasar en futuras generaciones, y por lo
mismo se basa en la cultura cívica de lo que hacemos hoy y de lo
que hagan mañana nuestros descendientes. En todo caso parece que
sólo es posible hablar de experiencias en los hábitats, y no de
experiencias de ciudades, como si éstas tuviesen una evolución
propia independientemente de quienes la planifican, gestionan y
usan, o abusan.
Existe una larga tradición y debate sobre conceptualizar
sustentabilidad en vez de sostenibilidad, en el castellano de
latinoamérica: el concepto "sostengo" es más artificial y técnico
que "sustento", que parece más profundo y participativo, aparte
de que suena mejor fonéticamente. Que algo sea sustentado suena
a alimentación básica, mientras que si es sostenido parece
dependiente externamente. Si además en las Naciones Unidas es el
término oficial, ¿porqué no usarlo?. Aunque lo que importa no es
la terminología, sino el contenido de lo que se haga o vaya a
hacer. Es decir, que cualquier propuesta sea sustentada desde los
hábitos cotidianos de la población, como condición fundamental
para que alcance a futuras generaciones. Aunque, en muchos casos,
lo que inicialmente se propuso como "desarrollo sostenible" se
quedó en "habitabilidad" simplemente con posterioridad.
Algunos expertos plantean lo "auto-sustentable" como concepto que
hace depender el futuro de la auto-promoción interna de los
ciudadanos para lo que vaya a pasar con el hábitat en el próximo
siglo. Pero por este camino de precisar que sin tales requisitos
no podemos considerar tal o cual experiencia válida, corremos el
riesgo de no encontrar ninguna con tales requisitos.
Cabe, en todo caso, diferenciar entre "habitable" y
"auto-eco-sustentable" en los dos polos de lo que cabe entender
por sostenible. En la mayor parte de los casos propuestos vamos
a encontrar que lo construido es "habitable" en términos
actuales, y locales, pero no tanto si lo referimos al futuro y
a un ámbito más global de repercusión. Su sustentabilidad sería
"auto" y "eco" si sus relaciones productivas internas y las
relaciones con el medio garantizasen para el futuro su
perdurabilidad, [E. Morin , 1994].
A partir del debate que se viene manteniendo me parece, además,
que es imposible proponer experiencias de hábitats o ciudades
modelo. Tanto porque no parece que existan, con los datos
actuales de lo que tenemos (ejemplos que citamos), como por la
propia insostenibilidad del modelo territorial europeo, que no
puede funcionar sino en conflicto abierto con el sistema mundial,
por nuestra cultura dominante de consumo. Por lo mismo sólo
pueden existir "experiencias embrionarias", y por lo mismo
parciales, bien en territorios pequeños, bien en parcelas de
algún sector de actividad. Y son las fichas de estos casos (que
apuntan a otros caminos de "reequilibrio auto-eco-sustentable")
lo que es posible hoy analizar, y aún así con las debidas
cautelas.
Si nos atrevemos a presentar una serie de buenas prácticas no es,
por tanto, porque las consideremos lo óptimo, sino porque es
mejor hacer algo que nada, y porque haciendo las cosas menos
malas y posibles, es la mejor manera de aprender colectivamente.
Y es la posibilidad también de que puedan surgir alternativas,
aunque sean provisionales o parciales, es decir, la única manera
de avanzar, de construir un posible futuro sustentable. Por eso
nos interesan más los métodos, los programas, las mediaciones,
que dieron lugar a resultados, que los modelos finales o que los
apriorismos teóricos. Son las mediaciones quienes justifican los
fines y no el fin quien justifica los medios. Si entre los
instrumentos mediadores están la participación y la integración
social hay bastantes más probabilidades de sustentabilidad que
si faltan en la programación. Por eso este aspecto es transversal
a todas las otras políticas y experiencias, [J. Martín-Barbero
, 1987].
Los casos que vamos a tomar como ejemplos de referencia los vamos
a dividir en primer lugar por ámbitos territoriales, pues no es
lo mismo un ejemplo en una metrópoli de varios millones de
habitantes, que en una ciudad media, un barrio, o un pueblo. En
unos casos la difusión es más amplia, en otros la sustentabilidad
es más concreta e integrada. Así pues vamos a intentar pasar
revista a diversos ejemplos en contextos diferentes, valorando
tanto lo positivo como lo negativo. Porque sobre todo lo que nos
interesa es mostrar desde estos casos concretos cuales son las
mejores herramientas hoy para una acción participativa y de
integración social. Por eso la última parte va a centrarse en los
métodos que mejor nos pueden orientar hacia los caminos de la
sustentabilidad desde los propios ciudadanos.
Hablamos de participación que no es simple información ni
consultas de opiniones, sino tomas de decisiones compartidas
después de un conocimiento, con tiempo suficiente y mecanismos
claros, de los problemas y de las alternativas. Para eso los
políticos, los técnicos, y los propios ciudadanos tienen que
intercambiar sus conocimientos y posiciones sobre las medidas de
sustentabilidad que se deberían adoptar. Son negociaciones donde
no hay una sola solución técnica, y donde lo técnico-constructivo
debe verse implicado con lo social, lo económico, etc. Así serán
posibles procesos instituyentes de realidades sustentables donde
los ciudadanos puedan sentirse implicados y responsables.
No se trata de repetir lo que ya se tiene, el modelo del
desarrollo sostenido, porque si con la participación sostenemos
el actual consumismo despilfarrador, el presente y el futuro
claramente sufrirá las consecuencias. Pero tampoco de imponer
tecnocráticamente una disciplina ecologista, sin que la población
la asuma. Por eso se trata de construir algo nuevo, que no encaja
exactamente ni con lo que proponen los técnicos, ni los
políticos, ni los ciudadanos pues cada cual habrá de cambiar en
función de las negociaciones y de las urgencias que sean marcadas
y conscientes de la mayoría. No se trata de que en una votación
o una asamblea se decida rápidamente el futuro del hábitat, sino
de un proceso donde las minorías sociales (frecuentemente más
conscientes de los problemas medio-ambientales) tengan
posibilidad de debatir sus posiciones, y al tiempo escuchar otras
problemáticas sociales o presupuestarias, que también existen y
condicionan a cada comunidad.
Si un ecosistema natural ha de ser complejo y gana con cuantas
más interacciones se producen, es porque hay una gran diversidad
de seres que se relacionan en él. No sobrevive el más fuerte y
los demás mueren, sino que se dan unas relaciones que crean
evolutivamente una mejor complejidad, y de esas relaciones
ecosistémicas es de lo que dependen todos los seres vivos, tanto
los más fuertes como los más débiles. Los seres humanos entre si,
y con los otros seres vivos, han de aprender a respetar la
igualdad de oportunidades de todos, y para eso es básico promover
unas relaciones complejas de la mayor diversidad posible. Estas
diversidades de juegos permiten unos cálculos de probabilidades
muy creativos que superan, participadamente, las soluciones
simples y entrópicas (degradantes).
Por ejemplo, no existe el sistema modal perfecto de transporte
y tráfico, sino la combinación adecuada para cada situación
concreta y para cada tipo de usuarios. El objetivo por lo tanto,
de participación, no puede ser atender a lo más masivo en cada
caso, sino la articulación de los distintos modos para cubrir
todas las necesidades con respeto y articulación entre sus
diferencias. Desde los minusválidos hasta las amas de casa, desde
los jóvenes hasta los ejecutivos, no se puede buscar una vía
simple que premie a unos y castigue a otros. La participación ha
de contar con todos, y encontrar soluciones complejas que vayan
dinamizando las infraestructuras y las relaciones. Porque el
transporte no es un fin en sí mismo, sino -en todo caso lo sería-
la con-vivencialidad y la sustentabilidad de la misma.
La polarización y la marginación genera procesos de violencia (y
delictivos) crecientes, que afectan gravemente a cualquier
intento de sustentabilidad en nuestros habitats. Las mejores
soluciones técnicas en un clima social de insolidaridad y
desintegración social se hacen insostenibles. Integración
significa así superación de la marginación, pero no porque haya
que aceptar un patrón común, sino porque se abren posibilidades
para todas las opciones. No se trata tanto de tapar las bolsas
de mayor pobreza, o de perseguir los delitos que van en
crecimiento, sino de crear un clima de implicación social para
resolver los problemas del paro, de la marginación, etc., que son
las causas que desestabilizan cualquier política de hábitat que
se formule.
El objetivo de integración se convierte entonces en la
construcción de la multiculturalidad social en nuestros pueblos,
barrios y ciudades, donde los distintos estratos sociales, y los
inmigrantes tanto de la propia península como de fuera, sean
capaces de crear pautas de convivencia híbridas y creativas, y
adecuadas a las nuevas necesidades de sustentabilidad. No son
procesos de un día para otro, sino que pueden durar una
generación o varias, y el hábitat ha de facilitar las soluciones,
no tapando los problemas, sino integrándolos. Una rehabilitación
o una remodelación de barrios puede servir para desplazar aún más
a la población, o por el contrario para crear puestos de trabajo,
espacios cooperativos, escuelas de formación, etc.
La formación en el cambio de pautas de consumo -hacia la
sustentabilidad- de la mayoría de la sociedad, hoy aparece como
uno de los mayores problemas. Y no basta con demostraciones
teóricas para que la sociedad asuma otras pautas de vida y de uso
del hábitat, hay que construir prácticamente y con participación
social ejemplos concretos de sustentabilidad que sean atractivos,
porque respondan a las necesidades profundas de la población. El
cambio de valores sobre el consumo no se puede producir en
abstracto, y por eso es necesario construir nuevos indicadores
que precisen qué es la calidad de vida en cada ciudad y en cada
comarca, y si avanzamos hacia la sustentabilidad o retrocedemos.
Los objetivos de la "participación" y sus métodos instituyentes,
la "igualdad" de oportunidades, la "integración" contra la
marginación, y el "cambio" en las pautas de consumo, pueden ser
condiciones necesarias pero no suficientes para la
sustentabilidad que se pretende en el hábitat. Aun cuando se
dieran simultáneamente, sólo garantizaríamos que se dan mayores
probabilidades para los procesos de "auto-eco-sustentabilidad".
Se tienen que cruzar transversalmente con los objetivos de
economía, energía, residuos, alojamiento, agua, accesibilidad,
etc. por un lado, y por otro con la práctica que verifique estos
planteamientos y los aspectos concretos que no contemplamos
previamente y que siempre matizan cualquier programación al
ejecutarse.
En Madrid a partir del año 1979 el proceso llevado por la
Coordinadora de Barrios de Remodelación, significó la práctica
superación del problema del chabolismo que se había heredado del
franquismo, con métodos muy participativos [T.R.Villasante et al.
1989] (ver ficha). Se construyeron unas 40.000 viviendas en 28
barrios de la periferia de entonces (hoy semi-centrales), con una
inversión pública superior a los 220.000 millones de pesetas. Se
trata del realojo de 150.000 personas en una operación exigida
primero y coordinada después por los propios vecinos desde sus
Asociaciones. Es decir una operación sobre hábitats marginados
que puede ser ejemplar a escala nacional e internacional. La
eficiencia del sistema participativo se mostró más ágil que las
formas tradicionales de la administración para hacer estos
programas de hábitat.
La participación de los vecinos se estructuró desde las
Asociaciones de Vecinos de cada barrio que se reunían en una
Coordinadora para todo Madrid. En cada barrio se siguieron formas
diferentes de participación de acuerdo con su tradición y
estructura. Por ejemplo, en algunos había "delegados de calle",
es decir vecinos voluntarios que llevaban las preocupaciones a
las Asambleas de todo el barrio. En las Asambleas se formaron
"comisiones de trabajo" (de obras, de prensa, etc.) además de la
Junta Directiva de la Asociación. Los técnicos fueron nombrados,
o pactados con la administración, por los vecinos, de tal manera
que eran los mismos que ya venían colaborando en el barrio, (en
muchas asociaciones) y en todo caso pasaron a discutir sus
propuestas con las comisiones y asambleas correspondientes.
Las pancartas en las manifestaciones de la Coordinadora de
Barrios en Remodelación proclamaban "Vivienda digna, aquí y
ahora". Estas cuatro palabras sintetizan muy bien lo que se
consiguió realizar, con sus éxitos y sus problemas. En primer
lugar se planteó como un problema de "vivienda", alargado a la
"urbanización" y sus equipamientos, pero no a los problemas del
desempleo, de la capacitación cultural, etc. que pronto se
hicieron presentes y que requieren ahora tratamiento especial.
Pasar de la chabola al piso se consiguió para la mayoría de los
madrileños que estaban en aquella situación, y además en barrios
que pasaron a ser semi-centrales dentro del área metropolitana
(en los años 90 se consiguió que el metro y cercanías les pongan
a pocos minutos del centro).
Pero a pesar de los nuevos edificios no se acabó con la
marginación social, aunque en algunos casos si quedaron locales
previstos para abordar estos problemas.
La calidad de estos barrios y edificios en general es "digna" tal
como se reclamaba, comparable o superior a las urbanizaciones de
su entorno. En muchas de estas remodelaciones existieron
"comisiones de control de obra" donde los propios
vecinos-albañiles hacían un seguimiento de las calidades de los
materiales y de su colocación. Ahora bien, no siempre los
arquitectos estuvieron a la altura de hacer buena pedagogía en
las asambleas de vecinos, con lo que los diseños de las torres
y de las urbanizaciones resultaron demasiado duras. En parte
porque los vecinos tenían prisa por salir "del barro al barrio"
y en parte porque los técnicos no plantearon con suficiente
paciencia introducir criterios de sustentabilidad en los
edificios. Podemos hablar de aceptable "habitabilidad", sobre
todo en algunas de las últimas fases realizadas, pero no
propiamente de "sustentabilidad".
El mayor éxito fue conseguir quedarse "aquí", en el propio
barrio, o al menos en el distrito, cuando la amenaza era ser
desplazados (como en casi todas las remodelaciones del mundo) a
espacios mucho más alejados en el área metropolitana. Por una vez
las rentas del suelo no fueron a parar a los especuladores, y
revirtieron en lo sustancial hacia los sectores más pobres,
gracias a la expropiación del suelo (con indemnización) que
realizó el Ministerio, presionado por los movimientos vecinales,
en los barrios de chabolas y por la no venta a urbanizadoras de
los suelos que ya eran públicos. Ninguna familia ha pagado más
del 10% de su salario para adquirir estas viviendas. El quedarse
"aquí" fue un éxito económico aunque no siempre social, pues las
formas de adjudicación rompieron demasiadas redes del tejido de
convivencia que tantos años había costado construir.
El "ahora" también se consiguió teniendo en cuenta que en poco
más de cinco años estaba todo el grueso de la operación en
marcha, aunque esto supuso demasiadas precipitaciones. Con unos
precios tan bajos se priorizó la vivienda en propiedad individual
antes que sistemas cooperativos o de alquiler, dado que la
inestabilidad política y social del momento presionaban a la
mayoría para tener un seguro con la vivienda además de un techo.
Esto repercutió también en que las propias Asociaciones de
Vecinos, auténticas protagonistas de la operación, hayan tenido
una profunda crisis posterior. Las familias ya tenían su vivienda
y se dedicaron a ella, los técnicos pasaron a ser contratados por
las administraciones, y solo algunos voluntarios continuaron con
los problemas comunitarios y los que aún siguen del desempleo,
marginación, cultura, etc.
En Barcelona la experiencia que nos parece más interesante es
además la más actual, posterior a las propias Olimpíadas del 92,
que tanta fama le han dado a la ciudad. La movilización de los
voluntarios que se produjo para colaborar con las Olimpíadas nada
a tenido que ver con la sustentabilidad. Más bien después de las
Olimpiadas y a propósito de la Agenda 21 de la Cumbre de Río
sobre Medioambiente, es cuando se inicia en Barcelona el debate
sobre la no sustentabilidad del modelo desarrollado hasta la
fecha. Se crea la Plataforma "Barcelona Estalvia Energia" (ahorra
energía) en la que participan la Federación de Asociaciones de
Vecinos, el sindicato Comisiones Obreras, y varios grupos
ecologistas. La Plataforma supera actualmente los cien mil ocios.
Posteriormente se han incorporado otros sindicatos y grupos
ecologistas. Según el Reglamento de participación de Barcelona
a partir de 10.000 socios se puede solicitar una Audiencia
pública para debatir con el Ayuntamiento los temas solicitados.
Se convocó esta primera Audiencia pública en Abril de 1993 con
gran repercusión en la prensa, y se debatió sobre las 28
iniciativas ciudadanas presentadas en torno a transporte,
residuos, urbanismo y fiscalidad. Es decir con un contenido claro
de reequilibrio sustentable frente al modelo de ciudad heredado.
El resultado fue un compromiso municipal para redactar un primer
Programa de Medioambiente municipal, un Referéndum sobre tráfico,
la adhesión a la declaración de "ciudades para la protección del
clima", y la posibilidad de que la Plataforma interviniera en el
Pleno municipal para defender su iniciativa.
Aunque muchos de los compromisos se han quedado en declaraciones
sin plazos ni presupuestos concertados, sí se han ido
consiguiendo algunos avances. Por ejemplo el aumento de los
kilómetros de carril-bici, las zonas de "trafico calmado" (como
en La Ribera, 10 km/hora máximo con prioridad para peatones y
ciclistas). También se han iniciado auditorías energéticas de los
edificios municipales, y la energía solar térmica se ha empezado
a poner en guarderías y polideportivos, y el gas natural en los
autobuses. Pero también hay puntos negros como la construcción
de una incineradora de residuos, el desvío del río Llobregat, o
el uso que se pretende del Parque Natural de Collserola. De hecho
el Plan Estratégico de Barcelona sigue sin considerar el medio
ambiente como eje central de sustentabilidad, y aún no ha
invitado a los ecologistas al proceso de toma de decisiones.
Pero lo más interesante desde el punto de vista de la
participación y la integración social es el proceso interno de
la Plataforma. De un Dossier de enero de 1996 de Barcelona
Estalvia Energia extraigo estos interesantes comentarios. "Esa
es la razón que nos impulsa -no sin contradicciones- a encarar
desde el ecologismo los problemas económicos y sociales, a
integrar desde el sindicalismo la experiencia del trabajo en el
entorno, a incorporar desde el movimiento vecinal nuevas
dimensiones al concepto de calidad de vida". Se trata de superar
la tendencia de algunos movimientos a actuar como grupos de
presión "de un solo asunto", pues esto permite tomas de decisión
más opacas y "convierte a los gobiernos en árbitros de una
resultante de fuerzas contrapuestas". La Plataforma cita el
capítulo 28 de la Agenda 21, la Carta de Aalborg, y el Quinto
Programa de Acción Medioambiental de la Unión Europea, para
reclamar procesos descentralizados de participación que caminen
a formas de democracias participativas.
Hay nuevas iniciativas en marcha de la Plataforma, pero de entre
todas destacamos el paso dado en Junio de 1995 por esta
Plataforma para impulsar un Foro Civic "Barcelona sostenible"
siguiendo "la experiencia iniciada por el Panel Cívico de la
ciudad de Seattle, en los Estados Unidos, y por la New Economics
Foundation junto a diversas ciudades de Gran Bretaña, entre otros
lugares". Su cometido es hacer participativos la elaboración de
indicadores de calidad de vida por el "método de aproximaciones
sucesivas" hacia la sustentabilidad de las ciudad. Para ello tres
comisiones (ecología, economía, social) con expertos reconocidos
elaboran una lista de índices que cada año someterán a discusión
de este Foro de entidades cívicas, universitarias y la propia
prensa, para alertar y educar a la ciudadanía en los nuevos
valores que se hacen imprescindibles para la sustentabilidad.
Estos dos ejemplos metropolitanos ilustran bastante bien los
cambios que se están produciendo en los movimientos sociales y
en los procesos de participación. El caso de la remodelación de
los barrios de Madrid es el último de una lucha exitosa del tipo
de los de países del Sur por el hábitat, mientras que el caso de
Barcelona, Estalvia Energia y Foro Civic, nos muestra ejemplos
de las nuevas propuestas de movimientos del Norte por la
sustentabilidad y la democracia participativa. También las nuevas
Cooperativas de Vivienda en Alquiler para Jóvenes, en varios
barrios y ciudades del área metropolitana de Madrid, vienen a
plantear que se está iniciando un nuevo ciclo de formas de
participación e integración social.
Las ciudades de tipo medio parece que tienen más posibilidades
de un equilibrio sustentable, sobre todo aquellas con una
estructura de ciudad antigua y de movilizaciones por una calidad
de vida a escala convivencial. Hay bastantes ciudades en la
península que esta calidad de vida se nota sólo con pasear por
ellas, pues la gestión de la última década, sobre todo de los
primeros Ayuntamientos democráticos, ha impedido el deterioro que
la última década franquista había empezado a imprimir. Pero el
que se mantengan los edificios y la estructura urbana básica, no
nos habla de cómo lo viven sus ciudadanos y de los costos que han
de pagar por ello. Una hermosa ciudad como Donostia/ S.Sebastian
tiene unos precios del suelo prohibitivos, y una conflictividad
inquietante. Otros ejemplos son las "ciudades-dormitorios"
alrededor de las grandes urbes, que pasaron de pueblos a modernas
urbanizaciones, pero cuyo carácter dependiente metropolitano casi
no les permite políticas autónomas de sustentabilidad.
Tomamos tres ejemplos de ciudades que han intentado
explícitamente Planes Estratégicos con importantes componentes
medioambientales. Una histórica del norte, Girona; una del centro
y dormitorio, Alcobendas; y una del sur e histórica, Córdoba. En
las ciudades históricas (y tenemos bastantes además de las ya
declaradas "patrimonio de la humanidad") el elemento clave fue
la redacción de un Plan Especial de Reforma Interior (PERI) que
en la medida que contó con los intereses de los comerciantes y
de los residentes ha tendido a mejorar la habitabilidad que ya
traía la ciudad preindustrial, largo tiempo olvidada y en
degradación creciente. El caso de Girona es especialmente
interesante por el cambio de imagen tan espectacular de unas
traseras que dan a un río, que hoy se convierten en motivo de
atracción turística por sus nuevos colores cálidos. Para la
participación ciudadana es muy importante estos elementos
visibles que hacen creíbles las voluntades públicas.
En Girona la relación de los equipos técnicos con los
comerciantes de algunas calles del centro histórico, y la
incidencia en atraer un turismo de fin de semana, parece que es
el eje central, tal como lo muestran las reuniones mensuales para
la elaboración del proyecto, y las reuniones semanales durante
la ejecución de obra. Para esto la disponibilidad del equipo
técnico a la participación ciudadana con un método adecuado es
básico, y que se genere y/o amplíe el tejido asociativo sobre
intereses concretos y muy tangibles. Pero la redacción del Plan
estratégico, Pla de Ciutat, orientado en esa misma dirección, sin
embargo descansa básicamente en el impulso municipal, y aunque
participan 130 entidades formalmente, es más habitable/sostenible
que auto-eco-sustentable.
Las medidas técnicas de transporte, agua, y protección de la
naturaleza parecen más convencionales y no tan participativas,
pero el "Programa Pobreza III" seleccionado y apoyado por la
Comisión Europea si introduce una sustancial mejora metodológica
con la "Acción-investigación-redefinición". Es decir, plantea
criterios de coordinación, partenariado, y evaluación que vayan
integrando los recursos, las acciones y los actores sociales.
Pero las dependencias financieras y el acceso a la vivienda
pueden estar lastrando el proceso, además de que estos conceptos
de participación integrada necesitan partir de los propios
afectados para ser realmente eficaces.
Alcobendas es una ciudad dormitorio al norte del área
metropolitana de Madrid, pero que se ha planteado un Plan
estratégico que habla de Eco-ciudad, transporte público, ciudad
educadora, 0,7% de ayuda al desarrollo, etc. Se basa en el éxito
del Museo Acciona, la proximidad de dos campus universitarios,
el desarrollo de centros cívicos, teatro, parques, co-generación.
Para la elaboración de este Plan se han realizado 12 mesas de
debate con expertos y profesionales, y los vecinos han contestado
4.017 encuestas, en una población de 85.000 habitantes. El que
se consulte a la población la elaboración de un Plan no quiere
decir que sus resultados vayan a ser sustentables.
Por ejemplo, en la presentación de la gestión del Plan nos
aparece el concepto de "crecimiento sosegado, casi tan necesario
como el equilibrio", que se concreta en las autovías que les unen
con Madrid, una ampliación de suelo industrial para unos 12.000
empleos, y 3.500 nuevas viviendas que harán crecer Alcobendas por
encima de los 100.000 habitantes para el año 2005. Efectivamente
el reto de estas ciudades dormitorio está en su reequilibrio
interno de eco-ciudad, o seguir creciendo en dependencia de la
metrópoli que le marca sus necesidades expansivas. La
participación activa de los ciudadanos para lograr un cambio de
orientación hacia el reequilibrio de eco-ciudad pasa a ser
fundamental.
Córdoba es un caso que conjuga muy variadas experiencias
participativas y de habitabilidad/sostenibilidad, sin que su Plan
Estratégico haya sabido recoger todas esas potencialidades. Por
ejemplo la buena rehabilitación de su centro histórico o la
remodelación de barrios marginados como "las Palmeras y las
Moreras", o más recientemente el plan integral de reciclado de
residuos urbanos. Sin embargo el Plan estratégico deslumbrado por
la llegada del AVE opina que la ciudad depende "excesivamente de
recursos endógenos" y que tiene ahora una gran "capacidad para
expansionarse". Aquí se plantea además un problema fuerte porque
efectivamente los "barrios no están integrados entre si" y se
plantea que al soterrar el ferrocarril se cree ahí un amplio
espacio de nueva centralidad. Pero no es lo mismo un centro que
articule las centralidades de barrios (Córdoba tiene 300.000
habitantes), que una nueva centralización expansiva que rompa el
equilibrio y la habitabilidad de la ciudad.
En 1993 pusimos en marcha en los 7 distritos de Córdoba un plan
de "Investigación-Acción-Participativa" (IAP) que debería
completarse con unos "Presupuestos Alternativos e Integrales"
(PAI). La primera parte de auto-diagnósticos participados se
desarrollo en pocos meses en todos los distritos de acuerdo con
la Federación de Asociaciones de Vecinos y los técnicos de los
Centros Cívicos municipales, con buenos resultados de
participación entre vecinos, técnicos locales e investigadores.
La segunda fase para poner en marcha los PAI, solo tres distritos
lo acometieron con sus asambleas de una veintena de asociaciones,
sus comisiones de trabajo, y la movilización social
correspondiente, en torno a un objetivo central de calidad de
vida para el distrito. Por lo menos se pudo demostrar que estas
IAP/PAI son viables cuando se acometen con interés a estas
escalas descentralizadas.
Pero al tiempo hemos de señalar la desconexión con otros planes
sectoriales muy participados como el de residuos, o más técnicos
y globales como el propio Plan Estratégico. Un plan de Reducción,
Reutilización y Reciclaje de residuos para toda una ciudad como
Córdoba sólo puede realizarse bien con participación ciudadana.
Para ello se vienen realizando programas permanentes con 40
colegios desde hace siete años sobre higiene urbana, un autobús
que recorre semanalmente cada barrio con información, programas
en la Televisión local, información puerta a puerta, y un equipo
técnico especializado en información, y también con capacidad de
inspección y sancionadora. El reparto del compost para tiestos
de macetas, las bolsas de plástico reciclado, o el papel
reciclado que se reciben son elementos muy positivos y concretos
que animan la sustentabilidad de la iniciativa.
Comprobamos con todo lo dicho que los programas de
participación e integración social vienen funcionando mejor y con
características más sustentables a escala de barrio, o sectorial,
que a escala de ciudad, aún siendo éstas de tipo medio. En estas
escalas más descentralizadas podríamos aportar unos treinta casos
que merecen reseñarse en distintas ciudades (unos veinte ya los
presentamos en el Congreso de Córdoba de 1992 sobre Participación
ciudadana, (y algunos los añadimos en [T.R. Villasante , 1995]).
Por razones de extensión nos vamos a limitar a exponer ejemplos
de los cuatro tipos que nos parecen más característicos de lo que
se ha venido realizando en la última década en participación e
integración social en nuestras ciudades: Planes Comunitarios,
Parques y actuaciones medioambientales, Planes de juventud,
Programaciones de investigación-acción-participativa.
Los Planes Comunitarios se han venido realizando en barrios de
Valencia, Andalucía, Galicia, Canarias, Madrid, etc., y la
metodología de la que han partido la han expuesto en sus propios
documentos de trabajo (o bien en textos de [Marco Marchioni
, 1992]). En unas Jornadas recientes se presentaron resultados de
los cuatro Planes Comunitarios de Galicia (realizados en barrios
de El Ferrol, La Coruña, Santiago y Vigo).Estos planes
comunitarios empezaron de muy diversas maneras, por temas más
concretos como las "drogodependencias", pero sus técnicos se
dieron cuenta pronto que tenían que ampliar sus objetivos a
aspectos más integrales, incluso para poder responder al tema por
el que habían empezado.
Se trata de un proceso progresivo, tal como lo cuenta Ricardo
Costa, (1995): Tienen una fase de diagnóstico y otra de
programación. En el diagnóstico distinguen entre lo "estático"
(datos, encuestas) y lo "dinámico" con entrevistas a personas
relevantes y prácticas de "investigación participativa". La fase
programática cuenta con una Asamblea, Junta coordinadora,
comisiones de trabajo, y comité técnico, para desarrollar los
programas específicos y además para su evaluación regular.
Equipos de técnicos y voluntarios dirigen cada servicio
especializado, y suele haber bastantes, por lo que estos Planes
Comunitarios son un buen inicio de integralidad y sustentabilidad
para estos barrios.
El planteamiento es muy interesante, pero en la práctica se puede
caer en un gestionismo de servicios que "quema a las personas"
implicadas y no proporciona otras de recambio (tal como nos han
comentado en algunos de ellos). No siempre el diagnóstico es una
crítica más allá de lo evidente, que permita relanzar un proceso
instituyente capaz de promover nuevos ánimos y nuevas personas
implicadas. Sobre estos Planes se puede consultar también el Plan
Comunitario de Carabanchel Alto (Madrid) o el libro colectivo
(1992). Cabe, de acuerdo con la evaluación, que nuevas
"audiciones" sirvan para retomar algún tema sentido, movilizador
y crítico, que dé pie a nuevas saltos sociales de tipo
instituyente.
Hay también muchas experiencias de recuperación de espacios
naturales hechas con participación ciudadana (desde los que
citamos en las fichas de 1992, del tipo de un parque en Alcoy,
hasta los proyectos de Manzanares Sur en el barrio de San Fermín,
en Madrid). Aquí nos vamos a centrar en la experiencia del Parque
Miraflores de Sevilla, por ser un proceso ejemplar. Tomamos como
referencia el artículo de José Carmona (1992) del Comité Pro
Parque Educativo Miraflores, unos folletos de este Comité, de la
Asociación de Vecinos San Diego, de la Casa de Oficios, y el
libro de Pedro A.Luque (1995)
Aunque la ficha del Ayuntamiento de Sevilla señala el inicio en
1994, todos los documentos señalan que el proceso se inicia en
1982-83 con distintos tipos de reclamaciones ciudadanas, y que
desde 1990 el Comité Pro Parque ya está gestionando allí los
inicios de la recuperación de la finca de 86 hectáreas, declarada
desde 1988 "Bien de Interés Cultural" por la Junta de Andalucía.
El trabajo por la Educación de adultos en los barrios de San
Diego y Pino Montano, dará lugar al Seminario de Ciencias
Sociales del Distrito Macarena, en los primeros años 80, que es
desde donde se va a lanzar esta iniciativa ciudadana. Los últimos
años 80 se pasan en luchas vecinales contra la Ronda Norte que
corta el Parque para dar acceso a la Expo (y se pierde), y el
conseguir apoyos institucionales para una escuela-taller y la
declaración de "bien de interés cultural" (que se consiguen). Hay
que tener en cuenta que es a partir de los vecinos como se
descubren un sistema de riegos (del siglo XVI), una torre
Almohade (siglo XII), una villa romana, etc. y se inician un
programa de huertos (escolares y de ocio), itinerarios
pedagógicos y un Aula de la Naturaleza, Casa de Oficios (en
1992), etc. La administración sólo va a remolque.
Lo más interesante de este proceso es en primer lugar la
intencionalidad de construir una "identificación colectiva" en
las barriadas masificadas del norte de Sevilla a través de un
elemento emblemático como el Parque Miraflores. En segundo lugar
que van descubriendo la necesidad de combinar reivindicaciones
e iniciativas de gestión (apoyos institucionales y autogestión
de algunos servicios). En tercer lugar el saber combinar el que
"están brotando las lechugas" en los huertos, es decir, "ser
eficaces" sin caer en el "gestionismo", y al tiempo un fuerte
contenido pedagógico, "espacios educativos", para garantizar
generacionalmente la sustentabilidad del Parque y de su función
difusora cultural en todos los ciudadanos que lo usan y visitan.
Los procesos de educación de adultos son muy importantes de cara
a la sustentabilidad, como también lo demuestran las Asociaciones
de Vecinos de Palma de Mallorca, donde además han sabido defender
su patrimonio histórico haciendo sus programas para una
Televisión local. El problema educativo de los más jóvenes en
Zaragoza se ha planteado a través de la experiencia muy
interesante de las Casas de la Juventud. Esta Federación de
Asociaciones juveniles se está extendiendo por todo Aragón, y el
tipo de actividades que promociona tienen una intencionalidad de
educación para la sustentabilidad. Dentro del apartado
auto-educativo nos parece lo más reseñable de los muchos "planes
jóvenes" que se han iniciado en diversos municipios. Tomamos de
sus publicaciones el siguiente resumen:
"Durante el curso 1992-93 participaron 80.657 jóvenes en
actividades de difusión y 16.795 en Proyectos Interasociativos
-lo que llamamos "consumidores de actividad"-, 2.592 alumnos en
cursos -lo que llamamos usuarios-, 4.756 miembros de grupos
estables -gente que participa de una a cinco veces a la semana
en su colectivo, desde juegos de rol a feminismo o ecología-, 241
animadores voluntarios y 408 representantes en juntas directivas
-los dirigentes de las Casas-. Además tenemos una veintena de
técnicos remunerados... gestionamos una página gratuita en la
totalidad de los periódicos aragoneses... La FCSJ cuenta con un
presupuesto de 125 millones de pesetas, 100 fruto de la
aportación municipal y 25 de recursos propios". Lo más llamativo
es la capacidad para auto-organizarse, y hasta nombrar a su
propios técnicos, y realizar proyectos de cierta sustentabilidad
a partir de los propios jóvenes por sí mismos, en los Grupos
Estables. Si bien es verdad que por contraste con otros grupos
"disidentes", puedan caer en un espacio solo gestionista y
clientelar [Colectivo I.O.E. , 1996] en algún caso.
Ilustración: Relación entre prácticas de democracia participante
Praxis de la participación/iniciativas ciudadanas para la integración social | ||||
Prácticas/ Fases |
Reglamentos | N.I.P. | P. Comunitarios | IAP/PAI |
Negociación inicial |
Administración y Asociaciones en litigio |
Administración, técnicos y asociaciones en litigio |
Administración y/o asociaciones y/o técnicos |
Administración asociaciones y técnicos |
Objetivos |
Complementación de la democracia representativa |
Consenso por cada tema suscitado |
Dinamización comunitaria por autodiagnóstico y programaciones |
Dinamización instituyente para constituir una programación movilizadora |
Grupos de Trabajo |
Representantes de la Administración y de las Asociaciones |
Selección al azar de vecinos del censo |
Equipo técnico en contacto con los dirigentes sociales |
Grupos mixtos de técnicos y voluntarios |
Información |
Precedentes de Participación |
Documentación técnica con asesores neutrales |
Datos socioeconómicos y participación de las asociaciones |
Datos socioeconómicos, mapeo del tejido asociativo e informal |
Diagnóstico |
Talleres sobre propuestas de Reglamento |
Talleres del "núcleo" con expertos y autorizades |
Informadores privilegiados y coloquios de calle |
"Triangulación de entrevistas y grupos de discusión para "conjuntos de acción" |
Propuestas |
Proyecto de Reglamento y Consejos |
Dictámen ciudadano |
Programación de distintas líneas de intervención sectorial |
Selección de un tema generador y autosustentable |
Acuerdos |
En el Pleno municipal |
No vinculante para la Administración |
Respaldo de diferentes administraciones |
Comisiones que salen de una Asamblea (con apoyo técnico si es factible) |
Ejecución |
Organigrama con Participación de Asociaciones en Consejos consultivos |
Acuerdo consensuado de las partes sancionado por la Administración |
Coordinación de servicios abiertos por la Administración |
Difusión, formación, toma de decisiones y evaluación por las asociaciones y técnicos implicados |
En la ficha correspondiente a los Planes Comunitarios, N.I.P e
I.A.P/P.A.I se desgranan las características fundamentales y los
procesos concretos que han seguido en nuestros barrios y pueblos.
Aquí sí cabe hacer una valoración sobre el carácter meramente
complementario de los Reglamentos y los N.I.P respecto a
conseguir un consenso que empieza a ponérsele difícil a la
democracia representativa, y por lo tanto a plantear unas
técnicas como si pudiesen ser neutrales, o unos procesos como no
vinculantes, o unos consejos, como meramente consultivos. Por eso
preferimos partir de los Planes Comunitarios en la medida que se
acercan a construcciones de reflexividades dando juego a las
iniciativas ciudadanas. Aquí apuntamos nada más los rasgos
generales de las experiencias que se van realizando, de Córdoba,
Madrid, Salamanca, Vigo, etc.
Como vemos todos estos proyectos sean de barrios concretos, de
un distrito de una ciudad, o sectoriales, parten sobre todo de
la iniciativa de los propios ciudadanos, pero acaban pactando
algún respaldo institucional. En esta línea de desarrollar los
proyectos de sustentabilidad en acuerdos entre instituciones del
Estado (Ayuntamientos, Universidades, etc) y asociaciones de
voluntariado (vecinales, juveniles, etc.) cabe encuadrar los
programas IAP/PAI
(investigación-acción-participante/programación-autosustentabl
e-integral), que venimos desarrollando en diversos barrios y
ciudades, y con diferentes colectivos (inmigrantes, TV local,
jóvenes, minusválidos, vecinos, etc).
Iniciamos estas practicas de I.A.P/P.A.I en Córdoba en 1993 como
ya se comentó, y luego se han ido extendiendo. Se trata de una
variante sobre la IAP, socioanálisis, y planes comunitarios, para
dar mayor capacidad autocrítica y reflexiva al desarrollo local
sustentable. Hay un primer cuestionamiento del papel de cada
elemento promotor, y una negociación de las tareas al inicio de
la programación, que ya tiene que marcar un salto en los
compromisos adquiridos. El análisis de "grupos conversacionales"
se hace desde aportes críticos cruzados: "temas sentidos" por
distintas fracciones sociales, redes relacionales y evolución de
sus conjuntos de acción, propuestas "generadoras" sustentables,
y problemática emergente de fondo. En tercer lugar se realizan
unos talleres que concretan el tema generador que debe coordinar
las distintas actividades. Y finalmente se ha de realizar y
evaluar lo planteado en un proceso que concretiza los saltos
constructivos y reflexivos que se han venido dando desde los
grupos iniciales hasta su generalización social.
En el medio rural hay también experiencias de mucho interés,
tanto en razón de la participación social como de las
realizaciones a partir de un medio más sustentable por menos
colonizado inicialmente. Las experiencias de participación en
pueblos pequeños no suelen ser tan conocidas y suele incluso
pensarse que son más difíciles que en las ciudades, pero hay muy
buenos ejemplos que demuestran las posibilidades en cada medio
rural, por muy diferente que sea. Por ejemplo Marinaleda en
Andalucía, Santa Lucia de Tirajana en Canarias, Allariz en
Galicia, Lena en Asturias, en Navarra desde los pueblos
abandonados recuperados hasta el reciclaje de la comarca de
Montejurra, etc.
En pueblos como Marinaleda o Santa Lucia (en nuestro estudio del
92 había más) la participación y la unidad viene de atrás, de la
lucha por la democracia, las costumbres de tomar las decisiones
en Asambleas, las prácticas de la democracia en la gestión
directa de los asuntos urbanos y medioambientales.
Santa Lucia tiene 24.000 habitantes en 9 barrios, y desde 1979
gobierna una candidatura basada en las asambleas de barrio, que
vinculan las decisiones municipales, yendo a ellas además de los
vecinos, el Alcalde y los concejales que correspondan. En las
asambleas de Marinaleda "participan una media de 500 a 600
personas, y hay al menos 80,90 o 100 asambleas al año... Queremos
que el poder, por tanto, no sea un "poder botín", un poder para
mantener el orden establecido, sino un poder que tenía que
subvertir nuestros propios valores, y subvertir la moralidad que
nos rodea ahora" [J.M. Sánchez Gordillo , 1995].
En Marinaleda empezaron por los "turnos de vecinos" para recoger
la basura, en los que también participaban los concejales y el
Alcalde. Luego siguieron con los "domingos de trabajo
voluntario", en donde se reunían de 100 a 300 personas para hacer
tareas comunitarias, como arreglar calles, jardines, etc. Y luego
se metieron en la autoconstrucción de viviendas. Primero hicieron
una promoción aprovechando el PER (plan de empleo rural) y una
ayuda de la Junta de Andalucía de "millón y pico" por vivienda.
Discutieron el proyecto con un arquitecto y formaron una comisión
de obra, y daban cuenta a una asamblea de los participantes.
"Esas viviendas son de 4 habitaciones, tienen 90 metros cuadrados
construidos, un cuarto de baño arriba y lavabo abajo, un salón
de estar, una cocina, un patio trasero... y el coste de cada una
fue de 3.700.000 pesetas incluyendo todos sus alrededores"(ibid).
En el siguiente proyecto de autoconstrucción tuvieron problemas
con la Junta de Andalucía porque les limitaba (la vivienda) a 66
metros cuadrados y con un proyecto técnico que no les gustaba si
querían acogerse a las ayudas. Por un lado pleitearon y por otro
han hecho "trucos", de manera que pueden tener construido ahora
75 metros y son ampliables a 100. La cuestión era rechazar las
"viviendas para pobres" con las que la administración suele
segregar a la parte de la población que tiene menos recursos
económicos. Pero sobrados de recursos humanos, por estar parados
muchos meses al año, el modelo de integración exigía viviendas
amplias dentro de sus posibilidades económicas ( 3.500.000 pts).
Desde la Junta de Andalucía el programa de autoconstrucción de
viviendas, con diversas modalidades, está sirviendo para
solucionar muchos casos que de otra manera serían imposibles.
Tomemos ahora pueblos del norte, tanto en Lena (Asturias) como
en Allariz (Ourense) estamos ante Concellos de población muy
envejecida y muy dispersa en aldeas muy pequeñas pero que ante
grandes crisis del municipio han sabido articular proyectos de
desarrollo local con amplia participación de los vecinos. En
Allariz son 16 parroquias y 92 núcleos de población, para poco
más de 5.000 habitantes. Hoy cuentan con 11 locales sociales en
las parroquias, están comunicados por un autobús que les une a
la villa, se han creado nuevas asociaciones, intervienen en los
Plenos municipales, etc. Todo comenzó en 1989 a partir de una
movilización vecinal por la contaminación del río. Hay una cambio
de gobierno municipal y desde el 90 se inicia un programa de
educación de adultos, una escuela-taller, etc. Y posteriormente
se va construyendo un Parque etnográfico con museos (molino,
juguete, cuero, lino, etc. y una estrategia de turismo rural
sustentable que merece el Premio del Consejo Europeo.
En Navarra encontramos también buenas experiencias de
participación, bien porque muchos pueblos fueron quedando
abandonados en décadas anteriores y ahora son recuperados poco
a poco por nuevos ocupantes que viven en comunidad (artesanías
y otras labores agrarias), bien porque en zonas de cierta
importancia (comarca de Montejurra) se está desarrollando una
actuación piloto de reciclaje de residuos urbanos. Ya en Pamplona
se había iniciado con el equipo Lorea una experiencia pionera en
la década pasada, pero ahora un buen planteamiento participativo
está extendiendo este planteamiento de sustentabilidad a toda una
comarca, con la complejidad que esto significa.
Los temas de defensa del patrimonio natural en el medio rural han
tenido bastante mala prensa, precisamente por un mal
entendimiento entre la población y las propuestas de conservación
que se han venido haciendo. Ahora aparece una nueva forma de
desarrollo basada en el turismo rural y el turismo verde, con
distintas combinaciones según las zonas. Los casos de islas
(Menorca, Lanzarote, etc.), o de rías, o de zonas de alta montaña
en donde se pretenden hacer estos programas de reequilibrio hacia
nuevas actividades presentan una problemática particular. Donde
hay una demanda alta (islas) medidas muy proteccionistas pueden
preservar un turismo de calidad, pero han de ser muy asumidas por
la población, pues la tentación de ganar dinero rápido puede
acabar por degradar lo que aún se conserve de calidad
sustentable.
En las zonas rurales más empobrecidas se han ido haciendo una
serie de Planes Leader, apoyados por la Unión Europea, con
desigual fortuna. En algunos de ellos se han planteado gastar los
recursos en talleres formativos para los lugareños, algunas
infraestructuras necesarias, y algunas nuevas oficinas de los
técnicos que atienden todo el proceso, pero poco más. El inicio
del "grupo de gestión local" ya es muy importante, y que su
planteamiento sea participativo desde el propio diagnóstico
debería ser un requisito imprescindible. Después habrá que tener
una buena gestión que sepa conseguir recursos adicionales a los
de la Unión Europea, y para ello los proyectos deben contar con
buenos estudios económicos, de sustentabilidad ecológica y de
respaldo social. La integralidad de estos planteamientos es lo
único que puede hacer que estas comarcas no consuman en problemas
internos los recursos que les llegan.
Las prácticas concretas de Planes comunitarios, de algunos planes
de juventud, programas de reciclaje, realización de parques y
otras iniciativas locales, los planes integrales (IAP/PAI por
ejemplo) aplicados a casos sectoriales o de barrios, nos muestran
caminos nuevos y emergentes donde se dan las condiciones
normalmente de sustentabilidad, participación e integración
social. Ahora que en varias de nuestras ciudades los Planes Urban
(y otros) de la Unión Europea plantean la resolución de estos
problemas, es preciso avanzar en prácticas que impliquen recoger
estas experiencias de reequilibrio local urbano integrado. Sin
duda no deben quedarse tales técnicas en repeticiones mecánicas
de lo que se está empezando a realizar, pero tampoco se puede
llamar participación o integración social a cualquier programa
que no tenga en cuenta estas experiencias con sus aciertos y sus
errores.
La integralidad ha de entenderse en este sentido de complejidad
que sabe conjugar las distintas especialidades profesionales y
los distintos actores sociales que intervienen en cada proceso
concreto. La sustentabilidad del ecosistema ha de tener en cuenta
no sólo la diversidad de los componentes naturales o artificiales
que lo integran, con sus variadas relaciones en proceso continuo,
sino sobre todo y con mucho cuidado los elementos humanos con sus
diferentes necesidades y conductas. Precisamente porque son los
humanos en estas últimas décadas los que hemos puesto los
ecosistemas naturales al borde del colapso, matando nuestra
propia gallina de los huevos de oro. Los Planes Integrales
(IAP/PAI) han de tener en cuenta tanto en el diagnóstico como en
los programas a realizar, el cruce de los condicionantes
económicos, de redes culturales, y de recursos medioambientales
que existen en cada territorio concreto. Sólo a través de un tema
generador e integral será posible movilizar las voluntades y las
implicaciones en el mejor de los casos. Pues tales diagnósticos
y programas apuntan a un cálculo de probabilidades de hacerlos
más eficientes, pero son más condiciones necesarias que
suficientes a la hora de pensar en cual pueda ser el resultado
esperado. Lo que es seguro es que si no parten de esa
integralidad de contemplar al tiempo la economía, el territorio
y la cultura, no hay apenas probabilidad de asegurar una
dirección de sustentabilidad.
Las programaciones de cara a la sustentabilidad se nos están
planteando en un mundo donde la marginación y la violencia hacen
difícil cualquier proyecto que no tenga en cuenta la polarización
creciente que las causa. Los valores de la sociedad están
tensionados por atender al futuro de la humanidad y del planeta,
pero también por la desesperación actual de un buen número de
ciudadanos, sobre todo en las condiciones de pobreza dramática
del los países empobrecidos, que difícilmente pueden atender a
los llamamientos razonables de no contaminación, cuando ni ellos
son los principales responsables, y sus urgencias son de vida o
muerte para sus propias familias en las condiciones actuales de
subsistencia. La sustentabilidad no es garantizable al margen de
una mínima justicia social.
En esta situación ganar más tiempo disponible para la
auto-formación, el ocio, la calidad de vida, entre los que poseen
más medios debe contribuir a repartir el trabajo entre los que
puedan estar más marginados de el, y además permite tener más
tiempo libre para atender voluntariamente los aspectos
medioambientales y culturales de nuestra sociedad. Sin duda esto
supone un cambio de valores entre los dominantes en una sociedad
tan competitiva, pero realmente no nos quedan muchas más
alternativas si queremos que la integración social sea algo más
que buenos deseos. Como condición de la sustentabilidad está, por
tanto, la implicación de todos en la sociedad que estamos
construyendo. La marginación puede llevar a situaciones de
desesperación social donde la barbarie vuelve a aflorar, sin
justificación racional aparente, pero con toda la contundencia
de sus violencias sin salidas.
El cambio de valores puede llegar provocado por algunos
acontecimientos dramáticos y no queridos (que a menudo han
sucedido en la historia), o bien porque se vayan construyendo por
la propia sociedad nuevas pautas ante los problemas que
racionalmente son de prever. Sin duda las ciudades que mejor
sepan darse cuenta a tiempo de cuales deben ser estos nuevos
valores, serán las que menos sufran las consecuencias, y las que
estén mejor preparadas para las nuevas formas civilizatorias a
las que nos hemos de dirigir. En consecuencia es urgente un
amplio debate entre los actores sociales en presencia sobre
cuales pueden ser esas nuevas motivaciones y valores que hemos
de construir para sobrevivir en las mejores condiciones.
Una forma concreta de construir estos nuevos referentes es
precisamente los Foros cívicos, que ya se están difundiendo por
las diversas ciudades preocupadas por la temática de la Agenda
21 de la Conferencia de Río. Efectivamente en un Foro de estas
características la colaboración de las asociaciones, sindicatos,
universidad, medios de comunicación, etc. es la mejor forma de
recoger cuales son las preocupaciones de los sectores más
ilustrados en cada especialidad, y al tiempo también es la mejor
forma de dar un aldabonazo cada año sobre cómo está evolucionando
nuestra calidad de vida. Las comisiones de estudio de lo social,
la economía, y la ecología local, a la vez nos informan a todos
de qué pasa con nuestra sustentabilidad, y esto debe servir para
que el debate nos plantee las nuevas pautas de consumo que se van
haciendo necesarias.
En resumen, que las Programaciones Integrales (IAP/PAI) en los
ámbitos descentralizados, y los Foros Cívicos para la
coordinación de nuevos indicadores de calidad de vida en las
ciudades, son los instrumentos que nos parecen más idóneos para
que se puedan dar procesos de sutentabilidad con participación
en integración social. Un nuevo ciclo de experiencias se está
abriendo paso tanto en las comarcas rurales como en las ciudades
y habrá que estar muy atentos a cómo se vaya desarrollando pues
de ante mano no hay ninguna receta que nos garantice que los
procesos vayan a ir en la mejor dirección. Más bien tenemos la
sensación de que las tendencias dominantes juegan en contra de
la sustentabilidad del modelo, y por eso nos atrevemos a
recomendar algunos instrumentos más concretos, que tanto sirven
para defendernos del despilfarro y la degradación ambiental, como
pueden contribuir a hacer una parte de la sociedad más creativa
e ilusionante.
A.A.V.V (1992) La mujer en el barrio de Nazaret. (Consellería de
Sanitat i Consum. Generalitat Valenciana.)
A.A.V.V (1995) Métodos de Investigación social con los movimientos
sociales para el desarrollo local. (Cuadernos de la Red C.I.M.S.
Madrid.)
A.A.V.V (1995) Actas territoires urbaines et cohesión sociale en Europe: quelle action publique? (Seminario de la Presidencia Francesa de la Unión Europea. París. Barcelona Estalvia Energia (1996) dossier. Multicopiado. Barcelona.)
J. Carmona (1992) Tomar
la iniciativa, tomar el territorio. (Multicopiado. Comité pro
Parque Miraflores. Sevilla.)
Colectivo I.O.E (1995) El Asociacionismo y la práctica juvenil en
Zaragoza. (Consejo de la Juventud de Zaragoza.)
R. Costa (1995) Obradoiro sobre desenvolvemento social urbano.
(Encuentro monográfico I.G.E.S.C.O. Vigo)
Friedman Weaver (1981) Territorio y función. (IEAL. Madrid.)
J. Ibañez (1994) El regreso del sujeto. (siglo XXI. Madrid.)
H. Lefebvre (1969) El derecho a la ciudad. (Península. Barcelona.)
P.A. Luque (1995) Espacios Educativos. (EUB. Barcelona.)
M. Marchioni (1992) La audición. (Benchomo. Canarias)
J. Martín Barbero (1987) De los medios a las mediaciones. (G. Gili.
México.)
E. Morin (1994) Introducción al pensamiento complejo. (Gedisa.
Barcelona)
() (Plan Estratégico de Córdoba. Ayuntamiento de Córdoba.)
Prigogine, Morin, Von Foster, etc. (1994) Nuevos Paradigmas,
Cultura y subjetividad. (Paidós Buenos Aires.)
J.M. Sánchez Gordillo (1995) Paro y Autoconstrucción de Viviendas; experiencia de Marinaleda. (en Arquitectura Social. n. Sevilla.)
N.M. Sosa, C. Guerra (1995) Vivir en la periferia. (As.
Cul. Buenos Aires. Salamanca.)
T.R. Villasante y L.G. Tamarit (1982) Hacia una ciudad habitable.
(Miraguano. Madrid.)
T.R. Villasante et al. (1989) Retrato de chabolista con piso.
(Alfoz. S.G.V. I.V.I.M.A. Madrid.)
T.R. Villasante (1994) De los movimientos sociales a las metodologías participativas, (en Delgado, Gutiérrez. Métodos y Técnicas cualitativas de Investigación en Ciencias Sociales. Síntesis. Madrid.)
T.R. Villasante (1995) Las Democracias
Participativas. (HOAC. Madrid.)
Fecha de referencia: 30-06-1997
Documentos > La Construcción de la Ciudad Sostenible > http://habitat.aq.upm.es/cs/p3/a016.html |