Ciudades para un Futuro más Sostenible
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Documentos > La Construcción de la Ciudad Sostenible > http://habitat.aq.upm.es/cs/p2/a010.html

La "ciudad sostenible": Resumen y Conclusiones


José Manuel Naredo y Salvador Rueda

Cabe resumir en los siguientes puntos las ideas más destacables de esta reflexión sobre la "sostenibilidad" de las ciudades y el modo de fomentarla.

  1. No es tanto la novedad, como la controlada dosis de ambigüedad, lo que explica la buena acogida que tuvo el propósito del "desarrollo sostenible", en un momento en el que la propia fuerza de los hechos exigía más que nunca ligar la reflexión económica al medio físico en el que ha de tomar cuerpo. Sin embargo, la falta de resultados inherente al uso meramente retórico del término "sostenible", se está prolongando demasiado, hasta el punto de minar el éxito político que acompañó a su aplicación inicial: la insatisfacción creciente que ha originado esta situación, está multiplicando las críticas a la mencionada ambigüedad conceptual y solicitando cada vez con más fuerza la búsqueda de precisiones que hagan operativa la meta de la "sostenibilidad". El presente documento tratará de responder a las mencionadas demandas de operatividad. Para ello se impone una clarificación conceptual previa que pasa por identificar las diferentes y contradictorias lecturas que admite el consenso político generalizado de hacer sostenible el desarrollo. Porque mientras la meta sea ambigua no habrá acción práctica eficaz, por mucho que el pragmatismo reinante trate de buscar atajos afinando el instrumental antes de haber precisado las metas.

  2. La ambigüedad conceptual del término "sostenible" no puede resolverse mediante simples retoques terminológicos o definiciones descriptivas o enumerativas más completas de lo que ha de entenderse por tal: el contenido de este concepto no es fruto de definiciones explícitas, sino del sistema de razonamiento que apliquemos para acercarnos a él. La lectura que puede hacerse de este término desde la idea usual de sistema económico, se traslada al universo de los valores monetarios en el que tal sistema se desenvuelve, con las siguientes recomendaciones: conseguir una valoración adecuada del "capital natural" y hacer que la inversión en "capital natural" compense holgadamente el deterioro del mismo. Pero el tratamiento de este tema ha escindido las filas de los economistas. Muchos autores advierten que la heterogeneidad de los elementos que componen esa versión ampliada del capital y la irreversibilidad de los procesos, limita las posibilidades de resolver el tema de la sostenibilidad en el mero campo del valor y aconsejan abordarlo desde las nociones de sistema que se aplican en ecología para estudiar las relaciones de los organismos entre sí y con el medio en el que se desenvuelven. De acuerdo con otros autores hemos optado por denominar sostenibilidad débil a aquella que aborda el tema desde la perspectiva monetaria propia de la economía estándar y sostenibilidad fuerte desde la perspectiva material propia de la ecología y las ciencias de la naturaleza a ella vinculadas. En lo que sigue se razonará preferentemente desde el punto de vista de la sostenibilidad fuerte, por adaptarse mejor al estudio de esos sistemas concretos que son las ciudades, aunque sin perder de vista los problemas de la valoración monetaria.

  3. Para aplicar la noción de sostenibilidad fuerte, hay que identificar también los sistemas cuya viabilidad o sostenibilidad se pretenden enjuiciar, así como precisar el ámbito espacial (con la consiguiente disponibilidad de recursos y de sumideros de residuos) atribuido a los sistemas y el horizonte temporal para el que se cifra su viabilidad. Si nos referimos a los sistemas físicos sobre los que se organiza la vida de los hombres (sistemas agrarios, industriales,...o urbanos) podemos afirmar que la sostenibilidad de tales sistemas dependerá de la posibilidad que tienen de abastecerse de recursos y de deshacerse de residuos, así como de su capacidad para controlar las pérdidas de calidad (tanto interna como "ambiental") que afectan a su funcionamiento. Aspectos éstos que, como es obvio, dependen de la configuración y el comportamiento de los sistemas sociales que los organizan y mantienen.

  4. Es justamente la indicación del ámbito espacio-temporal de referencia la que da mayor o menor amplitud a la noción de sostenibilidad (fuerte) de un proyecto o sistema. Hablaremos, pues, de sostenibilidad global, cuando razonamos sobre la extensión a escala planetaria de los sistemas considerados, tomando la Tierra como escala de referencia, y de sostenibilidad local cuando nos referimos a sistemas o procesos más parciales o limitados en el espacio y en el tiempo. Así mismo, hablaremos de sostenibilidad parcial cuando se refiere sólo a algún aspecto, subsistema o elemento determinado (por ejemplo, al manejo de agua, de algún tipo de energía o material, del territorio) y no al conjunto del sistema o proceso estudiado con todas sus implicaciones. Evidentemente a muy largo plazo tanto la sostenibilidad local como la parcial, están llamadas a converger con la global. Sin embargo, la diferencia entre sostenibilidad local (o parcial) y la global cobra importancia cuando, como es habitual, no se razona a largo plazo.

  5. Para que los ciudadanos quieran vivir en la ciudad las condiciones de habitabilidad y calidad de vida tienen que satisfacer sus expectativas y deseos. El problema es que las ideas dominantes, los propósitos conscientes que conforman la calidad de vida de los individuos están basados en la competitividad, en el poder, en la individualidad y en la cultura del objeto, relegando cada vez más aquellas ideas basadas en la cooperación, en la dependencia y en la solidaridad.

    La calidad de vida de los ciudadanos es un reflejo de las expectativas sociales, siendo los propósitos dominantes en nuestra sociedad los mismos que antes hemos mencionado. La aplicación de estos propósitos por parte de las actividades, sean estas económicas o no, y de las instituciones, utilizando las tecnologías actuales y en un contexto de globalización, provoca una transformación en los ecosistemas de la Tierra claramente insostenible.

  6. El funcionamiento milenario de la biosfera ofrece un ejemplo modélico de sistema que se comporta de modo globalmente sostenible y del fenómeno de la fotosíntesis que ha posibilitado este comportamiento. Las transformaciones de materiales y energía que se operan en el caso de la fotosíntesis resultan ejemplares con vistas a una gestión sostenible de recursos desde los cuatro puntos de vista siguientes:

    Uno es que la energía necesaria para construir o producir (añadiendo complejidad a los enlaces que ligan a los elementos disponibles) procede de una fuente que a escala humana puede considerarse inagotable, asegurando así la continuidad del proceso. A la vez que tal utilización no supone un aumento adicional de la entropía en la Tierra. Otro, es que los convertidores (las plantas verdes) que permiten la transformación de la energía solar en energía de enlace, se producen utilizando esa misma fuente de energía renovable. Un tercer aspecto es que el proceso de construcción mencionado se apoya fundamentalmente en sustancias muy abudantes en la Tierra. Una cuarta característica a destacar viene dada porque los residuos vegetales originados, tras un proceso de descomposición natural, se convierten en recursos fuente de fertilidad, cerrándose así el ciclo de materiales vinculado al proceso. La especie humana supo poner a su servicio, mediante los sistemas agrarios, la productividad de la biosfera sin grave menoscabo de su sostenibilidad, como atestigua en muchos casos su funcionamiento secular.

  7. Hasta épocas muy recientes no cabía separar la sostenibilidad local y la sostenibilidad global de los asentamientos humanos. Ya que ambas eran solidarias de la sostenibilidad de los sistemas agrarios y extractivos locales de los que dependían tales asentamientos. Tal sostenibilidad local y global se podía producir tanto con formas de habitat más o menos disperso o concentrado. La clave de la misma estaba en evitar que la presión sobre el territorio de los usos y actividades de la población, originara en el mismo procesos de simplificación y deterioro tales que hicieran dicha presión localmente insostenible. Y esto no ocurrió de forma generalizada hasta épocas relativamente recientes.

  8. Con la revolución industrial se inicia un cambio cualitativo, en el comportamiento, y cuantitativo, en la escala territorial, de los sistemas urbanos y, por derivación, en los procesos industriales, extractivos y agrarios que los nutren. El nuevo comportamiento ha culminado en la actuales "conurbaciones", término éste acuñado por Patrick Geddes para designar esa urbanización sin freno que se difunde por el territorio de forma errática e incontrolada, perdiendo la noción de centro y de unidad en el trazado que era propia de las antiguas ciudades. El "gigantismo sin forma" resultante se apoya en el establecimiento de redes que facilitan el transporte horizontal de abastecimientos y residuos desde y hacia áreas cada vez más alejadas del entorno local e incluso regional de los asentamientos concentrados de población. Los sistemas urbanos se han erigido así en los principales motores y beneficiarios de los masivos flujos horizontales de materiales, energía e información que caracterizan a la civilización industrial respecto a las que la precedieron. Con lo que también se han se han divorciado la sostenibilidad local y la global de tales sistemas. Teniendo que diferenciar entre la antigua sostenibilidad local autónoma, es decir, que se resolvía con los propios recursos locales, y aquella otra dependiente, es decir, que se mantiene con cargo a una entrada neta de recursos foráneos, recurriendo a un transporte horizontal de energía y materiales a distancias cada vez mayores.

  9. La dimensión que adquirieron las actuales concentraciones de población exigió que solucionaran toda una serie de problemas de salubridad urbana, de abastecimiento, de vertido, de desplazamiento, etc., para alcanzar unas condiciones de habitabilidad razonables. Pero estos problemas se fueron solucionando desde ópticas parciales que permitían paliar a corto plazo los desarreglos de ciertas áreas o procesos a base de desplazarlos, normalente acrecentados, hacia áreas y procesos más alejados espacial y temporalmente. Lo que explica la creciente separación antes indicada que se observa entre la versión local y a corto plazo de la sostenibilidad y la consideración global o a largo plazo de la misma.

  10. El análisis de la anatomía y la fisiología propias de las conurbanciones, permite concluir, así, que su comportamiento resulta mucho más exigente en territorio y en recursos y mucho más pródigo en residuos que el de las antiguas ciudades. Pero además su organización y su tamaño les hizo perder la cohesión propia de éstas. Cuando las "huellas" de las conurbaciones llegan hoy hasta sus antípodas, este alejamiento propicia la desatención por el deterioro ocasionado en los territorios las abastecen o recogen sus detritus. Se plantea así la paradójica existencia de un organismo colectivo que funciona físicamente sin que los individuos que lo componen conozcan ni se interesen por su funcionamiento global y, en consecuencia, sin que tal engendro colectivo posea órganos sociales responsables capaces de controlarlo. Se trata en suma de un organismo en cuyo metabolismo fallan los feed back de información necesarios para corregir su expansión explosivamente insostenible.

  11. El objetivo de reconvertir las conurbaciones actuales hacia la meta de la sostenibilidad global exige, para que sea realizable, reavivar la conciencia colectiva, no sólo en lo local, sino también en lo global. Es decir, que exige, ligar en el renacimiento la antigua conciencia ciudadana con otra que abrace un nuevo geocentrismo que trate de evitar que las mejoras locales se traduzcan en deterioros globales, conociendo y controlando la "huella" de la ciudad. La meta de la sostenibilidad global exige revisar, relajar y condicionar la presión que han venido ejerciendo las ciudades sobre el resto del territorio, transformando las relaciones de simple explotación y dominio unidireccional hombre-naturaleza o ciudad-campo, en otras de mutua colaboración y respeto, conscientes de la simbiosis que a largo plazo está llamada a producirse entre ambos extremos. Lo cual supone alcanzar un nivel de racionalidad superior al que hasta ahora ha venido imperando en los sistemas urbanos, que debe plasmarse en el establecimiento de marcos institucionales y analíticos adecuados.

  12. Cualquier intento serio de reorientar el comportamiento de las actuales conurbaciones hacia bases más sostenibles en el sentido fuerte y global antes apuntado, pasa por modelizar su funcionamiento para replantearlo y seguir después con datos en la mano los cambios que se operen en a las cantidades de recursos y de territorio que se venían inmolando directa o indirectamente en aras de la sostenibilidad local de las mismas. Para hacer operativo el objetivo propuesto, hace falta definir algún marco de información generalnente aceptado que nos indique si una ciudad camina o no hacia una mayor sostenibilidad local y global o en qué aspectos una ciudad es más sostenible que otra. Cuestiones éstas previas para poder clasificar y evaluar las prácticas que se dicen "sostenibles", precisando si simplemente tratan de apuntalar la sostenibilidad (y habitabilidad) locales de sistemas que se revelan cada vez más globalmente insostenibles, o si realmente apuntan a mejorar la sostenibilidad global de tales sistemas. La modelización del comportamiento de los sistemas urbanos y el establecimiento de baterías de indicadores que faciliten su comparación y seguimiento, deben de apoyarse mutuamente. La literatura disponible (a la que se hace refrencia en este documento) ofrece ya aplicaciones y propuestas razonables en los dos sentidos indicados. Pero la modelización y el seguimiento más elemental de los sistemas urbanos y de su relación con el entorno, propuestos como medio indispensable para dar sentido práctico a la preocupación por su sostenibilidad, deben complementarse con elaboraciónes teóricas de más largo alcance dirigidas a formular, para estos sistemas, las relaciones entre estabilidad y complejidad que la ecología plantea para los sistemas naturales, cuya adecuada comprensión y formalización debe ayudar a dotar al "metabolismo urbano" de los feed back necesarios para corregir su actual deriva globalmente insostenible.

  13. Adoptando un efoque ecológico, las ciudades son ecosistemas y como tales son sistemas abiertos que requieren de materia y energía para mantener su estructura compleja. Desde el punto de vista de la producción es un sistema heterótrofo. Por otra parte la ciudad genera residuos sólidos, líquidos y gaseosos fruto de la transformación de los materiales y la energía utilizados para su estructura y funcionamiento. Los materiales y la energía transportados desde el exterior del sistema urbano sufren un cortocircuito en él, causando procesos de contaminación que deberán ser desplazados, en buena medida, al exterior para preservar las condiciones mínimas de habitabilidad y calidad de vida.

  14. Como todo ecosistema el aporte de materiales y energía redunda en un aumento de complejidad. El problema es que este aumento no se fundamenta en el principio de maximizar la recuperación de entropía en términos de información ni minimizar la entropía proyectada al entorno. El aumento de complejidad se consigue compitiendo sin tener en cuenta la entropía. La consecuéncia de ello es un aumento en el consumo de recursos naturales (suelo, materia y energía) consiguiendo unos equivalentes en información organizada mínimos: es el principio de la Reina Roja.

    La conurbación dispersa acumula mucha información en su conjunto pero no en sus partes, donde el valor de H es muy reducido y el cociente E/H es muy elevado. Se trata de competir sin tener en cuenta la capacidad de carga de los sistemas en explotación.

    Esta forma de proceder, aplicando para los nuevos asentamientos urbanos el modelo de conurbación anglosajón, ha traido consigo una explosión urbana dispersa en los últimos veinte años, que ha ocupado más espacio (fundamentalmente suelo fértil) que en los dos mil años anteriores. El uso masivo del vehículo y sobretodo la red de movilidad horizontal han sido los precursores de la urbanización difusa en el territorio, a la vez que lo han cuarteado, desestructurando y simplificando los sistemas naturales de periferias cada vez más alejadas.

    Al despilfarro de suelo se ha de añadir el despilfarro generado por los actuales estilos de vida que tienden a hacerlo todo obsoleto en períodos temporales cada vez más cortos.

  15. En las conurbaciones difusas se han separado los usos y las funciones, ocupando territorios amplios, conectándolos a través de una tupida red de carreteras para transporte motorizado y de unas redes de servicios técnicos. El transporte se ha convertido así en la actividad con un mayor consumo de energía del conjunto de actividades consumidoras de ésta. Además de la separación de funciones, se ha segregado socialmente a la población atendiendo a los niveles de renta, lo que ha provocado una merma de estabilidad y de cohesión social. La segregación social y la separación de funciones han dado lugar a un puzzle territorial con pocos portadores de información en cada pieza dando lugar a una gran homogeneidad y empobrecimiento de esos espacios. La ciudad se diluye y se difumina convirtiéndose en asentamientos urbanos dispersos.

    La esencia de la ciudad, es decir, el contacto, la regulación, el intercambio y la comunicación, proyectada en el espacio público (calles y plazas) se va perdiendo, para ser substituido por la casa, un papel cada vez más preponderante de las redes, y los espacios privados de ocio, compra, transporte, etc. En la nueva conurbación se han perdido las bases epistemológicas que llenan de sentido a la ciudad.

  16. La conurbación difusa se aleja de la sostenibilidad en la medida que, para mantenerse, necesita de un mayor consumo de recursos, requiriendo superficies cada vez mayores (decenas de veces la suya propia) para suministrarse de los elementos básicos para su subsistencia (alimentos, madera, intercambio gaseoso, etc...). Puesto que la ciudad es un sistema artificioso cargado de intencionalidad, para dirigirnos hacia la sostenibilidad sería conveniente buscar aquellos modelos urbanos que proporcionen, por una parte, el contacto, el intercambio y la comunicación, aumentando la densidad de información organizada y disminuyendo, a su vez, el consumo de recursos naturales para mantener la organización compleja, y por otra, que reduzcan las disfunciones ambientales, sociales y económicas más importantes que las conurbaciones presentan en la actualidad.

    Uno de los modelos que, en principio, se acomoda mejor a los propósitos mencionados, con los ajustes necesarios, es el que ha mostrado ese tipo de ciudad mediterránea compacta y densa, con continuidad formal, multifuncional, heterogénea y diversa en toda su extensión. Es un modelo que permite concebir un aumento de la complejidad de sus partes internas, que es la base para obtener una vida social cohesionada y una plataforma económica competitiva, al mismo tiempo que se ahorra suelo, energía y recursos materiales, y se preservan los sistemas agrícolas y naturales.

    Este modelo puede encajar perfectamente con el primer objetivo de la ciudad, que es aumentar las probabilidades de contacto, intercambio y comunicación entre los diversos (personas, actividades, asociaciones e instituciones) sin comprometer la calidad de vida urbana y la capacidad de carga de los sistemas periféricos, regionales y mundiales.

    Dicho esto, el modelo de ordenación del territorio que se propone es el mantenimiento de una cierta estructura y un nivel de explotación sostenible de los sistemas no urbanos (rurales y naturales) y una ciudad compacta y diversa en todas sus partes en los sistemas urbanos.

  17. En la ciudad compacta la diversidad puede aumentar. El aumento de H da idea de una mayor proximidad, porque concentra en el espacio unidades de características diferentes. Las hace más próximas, y en consecuencia se reducen las distancias físicas de los portadores de información. El tiempo para que contacten los diversos se acorta y la energía dedicada a la movilidad será sustancialmente más pequeña. Hoy, la actividad que consume más energía en la ciudad es el transporte mecanizado; en consecuencia, la reducción de la distancia y la velocidad para mantener el mismo número de contactos y de intercambios significa reducir sustancialmente la energía consumida por el sistema.

    Por otra parte, la inestabilidad que genera la ciudad dispersa, la ha de contrarrestar con una mayor aportación de energía y de recursos, ya que los circuitos de regulación se han de crear expresamente, cosa que no sucede en la ciudad compacta y diversa. Como ya se ha comentado, los sistemas compuestos por partes heterogéneas comprenden más circuitos recurrentes reguladores. El hecho de que las partes constituyentes de la ciudad dispersa sean más homogéneas, obliga a ocupar un espacio significativo mayor que la ciudad compacta y diversa para obtener un valor de H similar.

    Aparte de la tendencia al aumento de la diversidad (H), el modelo se fundamenta también en la reducción del cociente E/H, entendiendo que una disminución del mismo representa una mayor eficacia en el empleo de recursos para mantener una información organizada determinada. Parece que la planificación del territorio que se basara en acciones que disminuyeran el valor del cociente E/H permitiría corregir, en parte, las disfunciones del sistema actual y hacer flexible alguna de las variables que hoy más condicionan el funcionamiento del ecosistema urbano y del entorno. Su lógica interna incluye: el aumento de la complejidad en espacios relativamente reducidos; la disminución en la ocupación del suelo realizando las mismas funciones; la reducción del tiempo para contactar entre los diversos; la reducción de energía consumida para mantener y hacer más complejo el sistema; y por último, reducir la inestabilidad porque proporciona un mayor número de circuitos reguladores recurrentes.

    Por otra parte, el cociente E/H nos informa también sobre la dimensión máxima aconsejable de la ciudad. La ciudad como proyecto razonable de convivencia empezaría a ver limitado su interés por el crecimiento cuando aumenta E/H, es decir, cuando se requieren gastos energéticos cada vez más elevados para obtener aumentos de diversidad cada vez menores.

  18. El poder de explotación de un espacio (P) sobre otro es una función de su información organizada y su consumo de energía. En otras palabras, podríamos decir que es una función de las probabilidades de contacto entre los portadores de información que tiene un espacio determinado y la energía que consume. Entre dos espacios que interactúan, donde el poder de explotación de un espacio (P1) es mayor que el poder de explotación de otro (P2), parece que el flujo neto de materiales y/o de energía y/o de información irá en la dirección de mantener o aumentar la complejidad de P1 y de simplificar o reducir la complejidad de P2.

    De hecho, la competitividad de una ciudad está basada en su capacidad de explotación y, en consecuencia, está basada en su complejidad y al mismo tiempo en su capacidad de consumir energía. Cada ciudad tiene su estrategia para mantenerse y tener un mayor poder de explotación en relación a las otras ciudades que compiten por los mismos recursos. La tendencia de la conurbación actual, entre los dos factores citados (la complejidad y la energía), escoje la energía, es decir, sigue una estrategia ligada a la cantidad, al consumo de ingentes cantidades de suelo, de energía y de materiales, entendiendo que las unidades de información que entran en sistemas mayores gozan de ventajas. Ahora bien, esta estrategia se ha mostrado globalmente insostenible, e incluso en ocasiones también lo es localmente cuando la estrategia del aumento cuantitativo ocasiona deterioros tales en su entorno que repercuten en pérdidas de calidad interna que merman su competitividad y sus posibles aumentos de diversidad y ganancias de estructura.

    La estrategia de aumentar la complejidad, sin necesidad de aumentar substancialmente el consumo de materiales, suelo y energía es la alternativa al actual modelo, que basa su competitividad en aumentar la periferia disipativa. La misma competitividad, o mayor, se puede conseguir aumentando la información organizada de los núcleos actuales sin necesidad de despilfarrar más espacio, y haciendo más eficiente la organización y los procesos de consumo energético. En la estrategia de aumentar la complejidad de los ecosistemas urbanos se ha de tener en cuenta que la adición de una cantidad similar de información en dos sistemas diferentes enriquece más a aquellos sistemas que para empezar ya tenían más información, puesto que las informaciones no se suman sino que se multiplican.

    Esta es una estrategia que marca un posible camino en la competencia entre sistemas urbanos, una competencia que, en este caso, tendría como factor implicado a la entropía.

  19. Resolver los problemas en el seno de la ciudad supone mejorar la habitabilidad y con ella, la calidad de vida. La calidad de vida de los ciudadanos depende de factores sociales y económicos y también de las condiciones ambientales y físico-espaciales. El trazado de las ciudades y su estética, las pautas en el uso de la tierra, la densidad de la población y de la edificación, la existencia de los equipamientos básicos y un acceso fácil a los servicios públicos y al resto de actividades propias de los sistemas urbanos tienen una importancia capital para la habitabilidad de los asentamientos urbanos. Por lo tanto, para que se cubran las necesidades y aspiraciones de los ciudadanos respecto a la habitabilidad de los barrios y la ciudad entera es aconsejable que se oriente el diseño, la gestión y el mantenimiento de los sistemas urbanos de modo que se proteja la salud pública, se fomente el contacto, el intercambio y la comunicación, se fomente la seguridad, se promueva la estabilidad y la cohesión social, se promueva la diversidad y las identidades culturales, y se preserven adecuadamente los barrios, los espacios públicos y edificios con significado histórico y cultural.

  20. Para orientar el cambio de enfoque arriba mencionado, se ha de insistir en que, además de preocuparse por mejorar la eficiencia en el uso de los recursos, reduciendo así los residuos, hay que fijarse también en el origen de aquellos y el destino de éstos. Todo lo cual presupone replantear la antigua política de salubridad y calidad mermante urbana, que dió lugar a los "estándares" formulados hace más de un siglo, a fin de referirlos ahora al conjunto del territorio, a la luz de criterios como los antes extraidos del ejemplo de la biosfera y los sistemas agrarios. Criteros cuya aplicación no suele arrojar soluciones generales, ya que los proyectos y artefactos deben adaptarse a las posibilidades y limitaciones que ofrecen las características de cada territorio. Este es el caso de la edificación bioclimática, que ocupa un lugar central entre las actividades a potenciar.

  21. Pero la viabilidad de las mencionadas modelizaciones y sistemas de indicadores globales o completos como instrumento útil para orientar la gestión de las actuales conurbaciones, no depende tanto de las dificultades conceptuales o estadísticas que su diseño plantea, como de los problemas mentales e institucionales que imposibilitan su adecuada utilización en la sociedad actual, relegándolos comúnmente al nivel de meros ejercicios o propuestas sin valor práctico, o bien derivando sus pretensiones iniciales de globalidad hacia aplicaciones sectoriales o parciales. Para comprender los escollos que dificultan la puesta en marcha de la indicada reconversión hacia la sostenibilidad global, hay que recordar que la configuración de los asentamientos humanos ha sido y sigue siendo un reflejo de la propia configuración de la sociedad. Por lo que no cabe modificar el modelo actual de urbanización dominate con simples planteamientos técnocientíficos, si no se modifica también el statu quo mental e institucional que lo había generado. La racionalización de los problemas es condición necesaria, pero requieren también cambios en las actitudes y en las instituciones lo suficientemente capaces de aportar los medios para resolverlos.

  22. La configuración de las conurbaciones actuales y la mayor parte de sus problemas han sido fruto combinado del despliegue sin precedentes de una racionalidad científica parcelaria y de una ética individulista insolidaria, que alcanzan su síntesis en las visiones atomistas de la sociedad y en las divisiones administrativas de todos conocidas. De ahí que, además de los cambios mentales e institucionales necesarios para romper las actuales visiones parcelarias de técnicos y administraciones, se han de revisar también los actuales planteamientos de la competitividad y la valoración económica.

  23. En los últimos tiempos, en vez de subrayar la cooperación que reclama el objetivo de la sostenibilidad global, se puso de moda hablar de competencia, no sólo entre individuos y empresas, sino también entre ciudades. Lo cual ha reforzado más el afán dominador de las ciudades, que su responsabilidad hacia el conjunto del territorio sobre el que intervienen. Se impone, pues, reconducir tales afanes de competencia desde sus actuales orientaciones expansivas y colonizadoras de mercados y territorios externos a la ciudad, hacia la calidad, la creatividad y el disfrute internos a la misma, más compatibles con el reforzamiento de la cooperación que exigen las nuevas precupaciones por la sostenibilidad global.

  24. Tampoco podemos dejar de subrayar que el cálculo económico ordinario valora los bienes que nos ofrece la naturaleza por su coste de extracción y no por el de reposición. Por ello se ha primado sistemáticamente la extracción frente a la recuperación y el reciclaje (cuyos costes se han de sufragar íntegramente) y distanciado enormemente el comportamiento de la civilización industrial de los modelos de sostenibilidad que nos han venido ofreciendo la biosfera y los sistemas agrarios y asentamientos tradicionales. Esta tendencia valorativa es la que se proyecta sobre el territorio ordenando éste en núcleos más densos de población e información y áreas de apropiación y vertido, que se refleja a escala planetaria en el conflicto Norte-Sur.

  25. La corrección de esta segregación territorial que se encuentra en la base de las presentes conurbaciones, para reorientarla con vistas a la sostenibilidad global de los procesos y sistemas que en ella se desenvuelven, pasa por revalorizar el "patrimonio natural", corrigiendo la mencionada tendencia valorativa y reequilibrando la disparidad territorial de ingresos que de ella se deriva. Hay que destacar la coincidencia que en este punto se observa entre el planteamiento de la sostenibilidad fuerte y global desde el que estamos razonando y el de la sostenibilidad débil. En el documento se esboza un marco de información objetiva y cuantitativa que podría ser de utilidad para discutir en foros internacionales la reconversión del actual sistema de precios hacia otro acorde con una sociedad más sostenible y solidaria. Pues sabido es que tras la "mano invisible" del mercado se encuentra la mano bien visible de las instituciones que condiciona sus resultados, al influir sobre costes, precios y beneficios y, por ende, sobre las cantidades de productos intercambiados y de residuos emitidos y sobre el modelo territorial resultante.

  26. Mientras tales cambios mentales e institucionales se van madurando, se sugiere profundizar en el análisis y modelización del funcionamiento de los sistemas urbanos, para que los seres humanos puedan considerarlos como un proyecto sobre el que pueden incidir y no como algo ajeno que escapa a su control. El conocimiento y la discusión transparentes del funcionamiento integrado de la ciudad como proyecto y de su "huella" sobre el territorio, es el principal medio para acometer la necesaria reformulación conjunta de las metas de habitabilidad y sostenibilidad y proceder a la revisión de los actuales estándares y normativas para hacerlos acordes con los nuevos propósitos.

Fecha de referencia: 30-06-1997

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