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El acceso a la vivienda como condicionante de la exclusión social


Manuel Porras Muñoz. Subdirector General de Programas de Servicios Sociales Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales

I. La noción de exclusión social, como fenómeno de carácter estructural, aparece por primera vez en un texto comunitario en la Resolución del Consejo de Ministros de Asuntos Sociales de 29 de septiembre de 1989.
El concepto de exclusión social es un concepto dinámico que permite designar a la vez los procesos y las situaciones de ellos derivados. Más ampliamente que la noción de pobreza, (que con frecuencia se entiende sólo como bajos ingresos), el concepto de exclusión social incide en el carácter multidimensional de los factores por los que personas y grupos, o incluso territorios, se ven excluidos de la participación en los intercambios, prácticas y derechos sociales que constituyen la integración social.

Es decir, la exclusión social no sólo se refiere a la insuficiencia de recursos financieros, sino también a la falta de participación en el mercado del empleo y a la incapacidad de acceder a otros bienes básicos como la vivienda, la educación, la salud y el acceso a los servicios.

Estas carencias tienden a acumularse, tanto a nivel personal como en los territorios, encadenándose en procesos interdependientes de modo que resulta insuficiente pretender luchar contra la exclusión social limitándose a una sola de sus dimensiones y dejando de lado, por ejemplo, el papel primordial de la vivienda o de la salud en todo proceso de integración.

La noción de exclusión social abarca fenómenos que han ido aumentando y haciéndose más visibles durante los últimos quince años. La reaparición de las personas sin hogar, particularmente en las grandes ciudades, las situaciones de crisis urbana, las tensiones interétnicas, el crecimiento del desempleo de larga duración, etc., son las formas de exclusión social que con más frecuencia han llamado la atención de los medios de comunicación y de la opinión pública.

La propia naturaleza de la exclusión, y en particular su carácter estructural, implica que se promuevan políticas multidimensionales de desarrollo y de integración, por lo que se hace necesario que todos los sectores implicados se responsabilicen de las acciones de prevención y de lucha contra los diferentes factores que constituyen el fenómeno de la exclusión.

Así pues, conviene fomentar políticas globales que puedan aplicarse a todos los niveles de intervención, identificando los elementos esenciales para la determinación de planteamientos coherentes y sistemáticos.

Una de las causas particularmente sensibles en la génesis y mantenimiento de las situaciones de exclusión social, es la estructura y la disponibilidad de viviendas. Sin embargo, el conocimiento de la situación no siempre permite la posibilidad de encontrar una solución sencilla o pronta para resolverla.

El derecho a una vivienda digna se recoge en los textos constitucionales de los Estados modernos como uno de los derechos fundamentales de todas las personas. Dar respuesta a este mandato constitucional exige la adopción por parte del Estado de cuantas medidas sean precisas para satisfacer las necesidades del alojamiento y promover las condiciones idóneas de una vivienda digna y adecuada (Articulo 47 de la Constitución Española). Estas actuaciones suponen, desde luego, un grado de intervención mayor o menor según sean las condiciones políticas económicas y sociales imperantes.

Aunque la aspiración de los poderes públicos implicados en el tema de la vivienda es que todas las personas puedan disponer de una vivienda de calidad, adaptada a las necesidades del ocupante tanto en dimensión como en coste, sigue existiendo una parte importante de la población excluida de la participación en la riqueza y en el bienestar y que, por lo tanto, también carece de vivienda digna. Esta población sufre desarraigo espacial y las consecuencias del transeuntismo o de la agrupación en barrios míseros y en infravivienda.

Además, en estos grupos de población, se constata la existencia de índices más altos de patologías típicamente urbanas y desequilibrios psicológicos. Chabolistas, Transeúntes, Inmigrantes y nuevos pobres con incapacidad para financiar su vivienda son algunos de los colectivos con necesidades en esta área que exigen soluciones específicas para cada uno de ellos.

El proceso de urbanización da lugar a la existencia de sectores "satisfechos" junto a otras capas que sufren los efectos negativos de un desarrollo económico no integrador.

Se produce con ello el fenómeno de dualización y consecuentemente de exclusión social. Los poderes públicos deben impulsar y desarrollar actuaciones que prevengan y corrijan estas situaciones de exclusión, fomentando la integración y acercamiento entre los distintos grupos y territorios.

Las actuaciones tendentes a conseguir la cohesión social deben ser planificadas, realizadas y mejoradas de manera que produzcan un desarrollo sostenible para garantizar el crecimiento económico, las oportunidades de empleo y el progreso social, con mantenimiento del equilibrio ambiental. Esto se hace especialmente significativo en los asentamientos urbanos, a fin de que se realicen atendiendo todas las dimensiones de la persona y su entorno.

El desarrollo sostenible a nivel de territorio requiere un análisis del contexto, de la zona objeto de intervención y de las causas que originan los desequilibrios sociales y un diseño de actuaciones que contemplen una estrategia conjunta de los aspectos sociales y económicos.

Esta estrategia conjunta debe partir de la necesidad de una intervención integral en la que es fundamental considerar el territorio como unidad operativa básica unido al concepto de hábitat, introduciendo con ello el acercamiento entre lo social, lo económico, lo urbanístico y el medio ambiente.

La necesidad de contemplar la intervención integral en los diversos ámbitos sectoriales (salud, empleo, vivienda, servicios sociales, infraestructuras, medio ambiente, etc.) implica la corresponsabilidad de todas las instituciones públicas y privadas del territorio. Para ello es fundamental una coordinación interinstitucional que aglutine en torno a una estrategia común a Administraciones, Empresas, Sindicatos, ONGs y cualquier órgano de representación ciudadana, así como la de los propios afectados.

Esta coordinación responde a la necesidad de provocar el interés de instituciones públicas y privadas para actuar coordinada y participativamente y adecuar y flexibilizar sus respectivos ámbitos de intervención.

La política de concertación es fundamental en cualquier iniciativa que pretenda la cohesión social y en especial la mejora del hábitat por la incidencia que la actuación de los distintos sectores tiene en el mismo y en su población.
Hay que mencionar, así mismo, la política de la U.E. que considera la cohesión social y la mejora del hábitat como dos de sus objetivos prioritarios. Los Fondos Estructurales y sus Iniciativas Comunitarias contribuyen a fomentar el desarrollo y el ajuste estructural de las distintas regiones de sus Estados miembros, planteándose una mayor incidencia en los barrios desfavorecidos de las ciudades y en los núcleos rurales que sufren las consecuencias de los cambios estructurales.

Para reflexionar sobre estos temas y para profundizar en la estrecha relación existente entre las situaciones de exclusión social y la falta de una vivienda digna, analizar la situación actual en la que se encuentran los grupos más desfavorecidos y estudiar las posibilidades reales de acceso de estos colectivos a una vivienda; la Dirección General de Acción Social, Menor y Familia organizó unas Jornadas Técnicas sobre "Vivienda y Hábitat: Condicionantes de la Exclusión Social". Las conclusiones más reseñables de dichas Jornadas fueron:

La vivienda y la ciudad son factores de integración y exclusión social, destacándose que la causa esencial de la imposibilidad de acceder a una vivienda digna es, casi siempre, económica (falta de recursos y/o dificultades en acceder a los préstamos hipotecarios).

La labor de la Administración General es colaborar en la promoción de viviendas y suelo, en especial para viviendas para grupos sociales sin capacidad de ahorro y para excluidos, siendo imprescindible la coordinación entre los diferentes órganos promotores y gestores de vivienda pública en alquiler y otros tipos de vivienda para la integración social de los excluidos, considerándose necesario la figura del promotor público de vivienda.

Es necesario igualmente potenciar la llamada "vivienda de integración social" para los colectivos necesitados de especial protección social. En este sentido, estas actuaciones, que deben ser siempre integrales, deberán estar lideradas y/o protagonizadas fundamentalmente por la Administración Local, dada su "cercanía" a los ciudadanos.

Aparecen como los tipos más generalizados de demandantes de vivienda de integración:

Las propuestas de integración residencial deben considerar los diversos estados de exclusión según colectivos específicos y mantener a la "población atendida" en su hábitat; lo que requiere programas específicos de transformación de la infravivienda.

Los barrios desfavorecidos son un fenómeno permanente y duradero en nuestras ciudades. En estos barrios se concentran y acumulan una serie de factores negativos, tales como baja cualificación profesional, alta tasa de paro, vivienda degradada, desintegración social, etc., que se convierten en una trampa de la que resulta extremadamente difícil salir. Se deben impulsar Programas o Planes de Barrio para el desarrollo local, la cohesión social y la sostenibilidad, que promuevan, especialmente en los barrios desfavorecidos, la dinamización social y económica de las familias y empresas residentes, dotación de servicios de proximidad, mejora de la habitabilidad de las viviendas y espacios públicos y buenas interconexiones con el resto de la ciudad y especialmente con las áreas de centralidad y empleo.

La política de barrios debe entenderse como una cuestión de Estado, y ofrecer una solución positiva a las situaciones de degradación y marginalidad que se concentran en estos barrios, siendo necesaria una "decisión política de coordinación global e integral entre las diversas administraciones y de éstas con la iniciativa social, la sociedad civil y sus organizaciones y los agentes económicos y sociales", la cual necesitará un presupuesto específico y suficiente para erradicar el desfavorecimiento, y una mejor utilización del existente. Se declara, por último, que las diversas acciones deben actuar al mismo tiempo sobre las causas y las consecuencias de la vulnerabilidad y la exclusión, y por tanto hay que primar las actuaciones sobre políticas preventivas y redistributivas.

II. En este ámbito, y dentro de la experiencia de la Dirección General es fundamental hacer una referencia a los Programas Integrales con Base en el Territorio.

El Programa Europeo de Lucha contra la Pobreza "Pobreza 3" (1989-1994), cofinanciado y gestionado en España por el extinto Ministerio de Asuntos Sociales -Dirección General de Acción Social-, incluyó como área fundamental de actuación el hábitat y la vivienda debido a su gran importancia como componentes de la exclusión social, lo que ha significado que algunos proyectos españoles enmarcados en dicho Programa, tales como "Marismas del Odiel" (Huelva) y "Onyar-Est" (Gerona), hayan tenido como ejes de actuación la erradicación del chabolismo y el realojo de los vecinos en el primero de ellos y la rehabilitación de los barrios en los que se actuaba en el segundo.

En el Proyecto "Marismas del Odiel" (Barriada de la ciudad de Huelva: 6 barrios unidos entre sí), identificada como la zona más degradada y conflictiva de la ciudad de Huelva y que desde un principio formó parte del Programa de Europeo Pobreza 3 y del Plan Andaluz de Barriadas de Actuación Preferente, una de las acciones desarrolladas estaba orientada hacia el hábitat, vivienda y barrio, formando el eje vertebrador del proyecto, constituyéndose en unidad operativa básica con el objetivo de modificación del entorno y recuperación de espacios, además de un conjunto de actividades de dinamización hacia el empleo, socio-económicas, participación ciudadana y salud medio ambiental.

Una de las acciones conjuntas al proyecto, denominada "Mi nuevo barrio" (dentro del Plan General de Ordenación Urbana de Huelva), contemplaba la urbanización completa del territorio y la construcción de suficientes viviendas (204) para la población afectada del barrio.

En el Proyecto "Onyar-Est" (3 barrios de la ciudad de Gerona no unidos geográficamente), se partió de un análisis de estos tres barrios, observándose que en el Barri Vell existía un envejecimiento muy superior a la media nacional, mientras que en los de Vilarroja y Font de la Pólvora destacaban el alto componente migratorio, un alto porcentaje de etnia gitana y población joven muy por encima de la media de la ciudad. Común a todas ellos se daba un alto índice de analfabetismo, desocupación y actividades económicas marginales y en general, problemas de infraestructura y habitabilidad de las viviendas, chabolismo y hacinamiento.

Las acciones llevadas a cabo se enfocaron en relación a la estrategia de urbanismo y vivienda. Estas acciones se realizaron mediante acuerdos de las cuatro asociaciones de los barrios objeto del proyecto con las Administraciones Públicas, abriéndose de esta manera canales de participación ciudadana.

Las actividades se centraron en conseguir la mejora de las condiciones urbanísticas de los barrios, así como en proporcionarles mayor dotación de servicios sociales y culturales. Así mismo, se trató de influir en la política de construcción de nuevas viviendas y se hicieron compromisos de colaboración en la mejora y mantenimiento del entorno.

Fue importante la organización de operaciones de regeneración urbana con los parados de la zona, denominadas "iniciativas de ocupación", en la que los afectados trabajaban en tareas de interés colectivo como adecuación y reparación de viviendas, regeneración urbana de barrios y mejora del medio y de sus equipamientos.

Los dos proyectos expuestos comenzaron en junio de 1990 y finalizaron el 30 de junio de 1994. Ambas acciones-modelo representaron experiencias innovadoras que, dentro del Programa Europeo, se proponían contribuir a la animación y sensibilización de todos los responsables de la política social, así como a la búsqueda de alternativas de intervención integral para luchar contra exclusión social.

En la actualidad, el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales mantiene un capítulo presupuestario propio para la cofinanciación con Comunidades Autónomas de proyectos de intervención social integral para personas en situación de exclusión. Este programa, puesto en marcha a partir de 1994, ha supuesto entre 1994 y 1998 una inversión total de 2.000 millones de ptas. entre las tres administraciones del Estado.

Esta iniciativa, recoge las enseñanzas y metodología de Pobreza 3 y pretende desarrollar intervenciones integrales basadas en la coparticipación y coordinación institucional, partenariado, implicación de la población y multidimensionalidad de las actuaciones.

En estos proyectos el territorio se configura como unidad operativa básica: la implicación de las Administraciones Locales es tan fundamental como la de los propios afectados. En ellos se trata de reforzar los lazos de pertenencia a la Comunidad, la imagen del barrio ante la ciudad y en general todos los aspectos del hábitat y bienestar social.
Durante los años 1994 y 1995 los proyectos más destacables en lo relativo al tema que nos ocupa, han sido desarrollados en:

En 1997, los proyectos en los que se ha tratado el problema de la vivienda y el hábitat, se realizaron en:


III. Aunque la vivienda no es uno de los temas competenciales del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, debido a las necesidades de los colectivos afectados por sus objetivos (jóvenes, tercera edad, minorías étnicas, minusválidos, etc.), se trata de ayudar a encontrar una respuesta que contribuya a solucionar los problemas de acceso a la vivienda mediante las acciones que se desarrollan a continuación:

El Plan de Desarrollo Gitano se inició en 1989, y desde entonces dispone de una aplicación presupuestaria específica de 500 millones de ptas. Destinada a cofinanciar con las Comunidades Autónomas proyectos de intervención social de carácter integral con comunidades gitanas, de gestión pública, generalmente de los ayuntamientos, que también aportan su financiación. En el pasado ejercicio de 1996 la cantidad total producto de la cofinanciación ascendió a 887.258.759 ptas.

Estos proyectos tratan de incidir simultáneamente en las distintas áreas: educación, vivienda, formación-empleo, salud y acción social. La media de proyectos cofinanciados, es de 90 anuales, siendo las actividades que se recogen en los mismos de continuidad, dentro de los programas a medio y largo plazo en que se inscriben dichas actuaciones.

En cuanto a los contenidos de las actividades, las relacionadas con el alojamiento, acceso y uso de la vivienda son de gran importancia en un número relevante de proyectos, aunque incidiendo, según la zona concreta en que se actúa, en aspectos de distinta índole.

En este sentido, se están desarrollando proyectos de intervención en casos de realojamiento de familias chabolistas gitanas en viviendas de protección social, con actuaciones antes, durante y después del realojamiento. El caso más reseñable es el del Consorcio Población Marginada de Madrid, pero también hay que citar los casos de Ripollet Santa Perpetua de Mogoda en Barcelona, Avilés, Alicante, y El Vacie en Sevilla, entre otros.

En otros lugares, donde las familias gitanas residen en viviendas normalizadas, se trabaja en relación al uso de las mismas, administración de la comunidad, relaciones vecinales, conservación y rehabilitación de promociones antiguas a través de la formación-empleo, ayudas para reposición de elementos de la vivienda o arreglos, etc.
Como punto débil de los proyectos integrales, puede citarse el incumplimiento de los plazos de entrega de las viviendas o la conversión en definitivos de alojamientos provisionales, que se instalaron como transición a las viviendas normalizadas, siendo uno de los factores determinantes en estas cuestiones el rechazo de la población no gitana a recibir en sus barrios a las familias gitanas.

En el Plan Gerontológico, destinado para la tercera edad, se contemplan una serie de actuaciones como:
Conseguir que el domicilio habitual de la persona mayor reúna las condiciones necesarias de acceso y habitabilidad, así como los servicios suficientes para facilitar su desenvolvimiento.

Reservar en los proyectos de viviendas de protección oficial y viviendas sociales un mínimo del 3% de pisos, con características arquitectónicas adecuadas para facilitar el acceso y desenvolvimiento de las personas mayores.

El Plan Integral de la Juventud del Instituto Nacional de la Juventud, se propone estudiar las necesidades de vivienda de los jóvenes, tratando de sensibilizar al sector (arquitectos, aparejadores, promotores, gestores públicos del urbanismo) en torno a esas necesidades, generándose diseños de viviendas más variados y acordes con aquéllas.

Igualmente, el Plan Integral propondrá las reformas legislativas que favorezcan el alquiler y la protección oficial de viviendas asequibles para los jóvenes, financiará proyectos piloto de construcción de viviendas para estudiantes desplazados y mujeres jóvenes con cargas familiares, fomentará las cooperativas de construcción, la autoconstrucción, la rehabilitación de viviendas especialmente a través de Escuelas-Taller; y estimulará la inclusión de baremos que favorezcan a jóvenes en la concesión de viviendas de promoción pública.

La Convocatoria de Ayudas y Subvenciones para la realización de programas de Cooperación y Voluntariado sociales con cargo a la asignación tributaria del Impuesto sobre la Renta de Personas Físicas (0,52% IRPF), recoge programas dirigidos a colectivos como inmigrantes, personas mayores y minusválidos cuyos objetivos son el apoyo al alojamiento o la adaptación y adecuación de la vivienda, cuando ésta no reúna las condiciones necesarias de movilidad y habitabilidad o carezca de los servicios básicos.

A pesar de los programas mencionados, la Secretaría General de Asuntos Sociales, al igual que las demás Administraciones Públicas, es consciente de la necesidad de implementar otros programas que favorezcan la obtención de viviendas dignas para los sectores más desfavorecidos.

Por esta razón, y como ejemplo, se viene participando en el Grupo de Trabajo derivado de la Comisión Nacional de Hábitat II, que se ha escindido en tres subgrupos: Buenas Prácticas, Vivienda Sostenible y Grupos Vulnerables. Concretamente, la coordinación de este último, se lleva por la Dirección General de Acción Social, del Menor y de la Familia, así como en el Grupo de Trabajo "Ciudad Sostenible", organizado por el Ministerio de Medio Ambiente.

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