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Hoy día hablar de seguridad ciudadana es hablar de represión, de
fuerzas de orden y, en última instancia, de segregación de quienes
son considerados peligrosos. En suma, hablar de seguridad es hablar
de exclusión. Es cierto que existen algunos programas alternativos
que priman la prevención de la criminalidad frente a la represión,
como los de la ciudad de Barcelona y otros similares en diversas
urbes españolas, sin embargo, este tipo de estrategias representan
una excepción frente a la regla general del incremento de las
medidas represivas y de las actuaciones urbanísticas que hacen que
la ciudad sea cada vez más intransitable.
Los rasgos más significativos del modelo de seguridad actual, que
he denominado seguridad como exclusión, son los siguientes:
Pero, ¿qué hay de la eficacia de este modelo?...
Destaca en este sentido la patente ineficacia de las estrategias
represivas frente a la pequeña criminalidad de las ciudades, ya que
la cifra oscura de algunos delitos menores, como el hurto, se
aproxima al 90%. Esto significa que de cada cien hurtos producidos,
se denuncian únicamente diez [2].
Dos interrogantes resumen la crítica al modelo actual de seguridad
e introducen la propuesta de sistema alternativo. En primer lugar,
¿existe una única percepción de lo seguro y de lo peligroso? En
segundo lugar, ¿la definición de lo seguro es una definición
democrática? esto es, ¿quién define actualmente lo seguro?
Sobre la base de los dos interrogantes propuestos se puede edificar
una alternativa al actual modelo. Para ello es preciso redefinir el
concepto de seguridad y asociarla a principios como la libertad, la
justicia social, la participación ciudadana y la igualdad. Pero
antes de esto, para construir un concepto democrático de seguridad
es preciso redefinir el concepto de ciudadanía.
Partimos de la base de que no todos y todas las ciudadanas tenemos
las mismas necesidades en materia de seguridad, como en muchos
otros ámbitos de la vida. Cada colectivo tiene una percepción
distinta de lo seguro y de lo peligroso. Por ejemplo, en un barrio
céntrico de una ciudad conviven ancianos, inmigrantes, jóvenes de
clase media, personas sin hogar, etc. Las vivencias y necesidades
de unos y otros van a determinar su percepción de la seguridad, que
en más de una ocasión será completamente opuesta: no es infrecuente
que lo que para un colectivo suponga seguridad, para otro pueda
producir inseguridad.
La importante carga subjetiva que influye en la seguridad se ha
puesto de relieve en las encuestas de victimización realizadas en
la presente década en nuestro país (ayuntamiento de Barcelona) y en
otros países occidentales.
Numerosas investigaciones demuestran que el sentimiento de
inseguridad tiene escasa relación con el riesgo objetivo o con las
experiencias de victimización y depende en gran medida de otros
factores como:
Las políticas de seguridad, para que sean verdaderamente eficaces
y respetuosas con los derechos de todas y todos los ciudadanos han
de construirse sobre el reconocimiento de las diferentes
necesidades de cada colectivo en esta materia. Porque, actualmente
en este modelo, pretendidamente objetivo, ¿quién se ocupa de la
seguridad de los inmigrantes, o de las prostitutas de la calle o de
los chicos y chicas adictos a la heroína, que tienen que malvivir
- o morir - sin la sustancia porque la policía ha acordonado la
zona de venta?
Se impone por tanto concebir la seguridad ya no como la defensa de
unos ciudadanos frente a otros, sino como un gran "pacto de
convivencia" en el que todos los colectivos tengan cabida. Aquí es
importante la labor de mediación de las instituciones locales y de
las asociaciones.
Nuestro sentimiento de inseguridad tiene mucho que ver, además, con
la ruptura de la comunicación interpersonal o intergrupal, con el
estilo de vida poco comunitario que impera en nuestra sociedad y
que está llevando a los ciudadanos a abandonar paulatinamente los
espacios públicos.
Este "encerrarnos" en casa hace que veamos a los nuevos
"pobladores" de los espacios públicos y, en ocasiones, también a
los espacios en sí como amenazantes o extraños.
De esta manera, la reducción de la comunicación social produce el
abandono de los espacios públicos, se pierde el control sobre el
territorio y se consiente que lo ocupe el que es visto como "el
otro", el extraño,... y en ocasiones, como "el enemigo", trayendo
consigo un inevitable sentimiento de miedo, de inseguridad, de
pérdida del control.
En este aspecto aparece como fundamental la actuación de los
gobiernos locales y del tejido asociativo, en el sentido de
potenciar la comunicación entre personas y grupos de una misma
zona. Un ejemplo de ello son las acciones de mediación intergrupal
que se están implantando en algunos barrios de las grandes
ciudades. Por ejemplo, en la zona centro de Madrid (Lavapiés,
Latina) se ha creado la figura de los mediadores y mediadoras
interculturales, cuyo cometido es facilitar la convivencia entre
ancianos e inmigrantes.
Además es precisa la actuación de los gobiernos locales para crear
(o al menos no impedir) una ciudad "viva", agradable al
transeúnte, ya que esta es una de las claves para fomentar la
seguridad. Porque una ciudad segura es una ciudad transitada, una
ciudad en la que los/as ciudadanos/as hagan más vida en el
exterior, con actividades en las plazas, con mercadillos, con
diversiones para los niños, etc. En fin, se trata de revitalizar
los lugares públicos, los lugares de encuentro, pues es claro que
no se construye seguridad no saliendo de casa o no dejando salir al
otro.
Actualmente para prevenir la criminalidad en la ciudad y para
fomentar la seguridad, han surgido las llamadas acciones prevención
integrada o nueva prevención. Phillipe Robert, pionero en la
formulación de este tipo de acciones en Francia, las define como
"aquellas acciones que se demuestran capaces de reducir ciertos
comportamientos no deseados - no necesariamente tipificados como
delito - recurriendo a soluciones distintas a las que ofrece el
sistema penal."
En un marco tan amplio caben actuaciones de muy diversa índole y,
es posible que, hasta opuestas desde el punto de vista ideológico.
A grandes rasgos cabría distinguir tres tipos de acciones de
prevención de la criminalidad:
a) Prevención social
Acciones dirigidas a mejorar la calidad de vida de una zona. Son
políticas de tipo educativo, cultural, urbanístico, etc. En general
se incide sobre las que se consideran las causas la criminalidad.
Se trata de nivelar asimetrías sociales y de dar respuesta a los
conflictos de una zona al margen del sistema penal (centros de
mediación social, comunidades de ayuda a toxicómanos, grupos de
apoyo escolar para menores, mejora de equipamientos...).
b) Prevención ambiental o situacional.
Estas engloban a su vez dos tipos bien distintos de actuaciones.
Las primeras son acciones destinadas a reducir las oportunidades
para delinquir. Este tipo de política encuentra su base teórica en
la llamada criminología administrativa de los países anglosajones
y tiene su base en la consideración del infractor como un sujeto
racional que actúa según un cálculo de coste/beneficio. De este
modo, modificando el ambiente, "poniéndole las cosas más difíciles"
al infractor, éste desiste. Un ejemplo claro de esto son, desde las
cámaras de T.V. hasta los bancos antimendigo, pasando, por ejemplo,
por los pinchos que se han colocado recientemente en las fuentes de
la emblemática Puerta del Sol de Madrid, para que evitar a los
ciudadanos sentarse en el borde de las mismas. El efecto de este
tipo de medidas, obviamente, no es fin del problema sino el
desplazamiento del mismo.
El segundo grupo de actuaciones, sin embargo, no son restrictivas
de derechos y tienen como finalidad intervenir en el medio para
crear un entorno agradable, limpio, iluminado, ya que se ha
constatado que el entorno es uno de los factores que más inciden en
el sentimiento de inseguridad. Ejemplo de ello es la mejora de una
zona degradada o la potenciación de actividades lúdicas en una
plaza considerada de riesgo. Ese tipo de acciones influyen
indudablemente en el sentimiento de seguridad de la población.
c) Vigilancia vecinal o Neighbourhood Watch.
El tercer tipo de política de prevención es la vigilancia vecinal,
que tiene su origen en los países anglosajones. Es un sistema de
vigilancia basado en la colaboración de los vecinos con la policía.
Son auténticas redes de información que se extienden en un barrio
y llegan a la policía.
Investigaciones como la realizada por Rosembaun en Inglaterra
revela que este tipo de medidas, que no está probado que reduzcan
objetivamente la inseguridad, sin embargo despierta una cierta
intolerancia y "sospecha" hacia todo forastero, desencadenando
prejuicios raciales, clasistas, etc.
En USA esto ha hecho que cada barrio de este tipo sea una "pequeña
fortaleza" en la que no puedes entrar a menos que conozcas a
alguien.
Dos notas fundamentales caracterizan las políticas de prevención
integrada:
A) Tienen como marco idóneo lo local (ciudad, barrio)
Se parte de la base de que la inseguridad y la microcriminalidad
deben ser afrontadas desde la base, con medidas especificas a nivel
local. Las acciones de prevención, antes de su puesta en marcha,
requieren un estudio en profundidad del territorio problemático y
de los "actores sociales" que intervienen en él. El marco
privilegiado para el desarrollo de estas acciones es, por tanto, la
ciudad y, mejor aún, el barrio.
Sin embargo sería interesante que estas acciones no se agotaran en
lo local, sino que se conectaran con políticas a nivel
regional/nacional de modo que se permita un mayor intercambio de
experiencias y una mayor financiación.
B) Dan entrada a una multiplicidad de actores
Tradicionalmente la salvaguarda de la seguridad urbana era una
tarea que competía sólo a las fuerzas del orden (diversos tipos de
policía) y a los jueces. Sin embargo, el nuevo concepto de
seguridad requiere una actuación transversal, un abanico amplio de
instituciones, organismos y colectivos que de forma coordinada
lleven a cabo acciones de tipo urbanístico, sanitario, de
formación, etc.
Las organizaciones cívicas y de apoyo a colectivos marginados
tienen en este modelo un papel esencial. Además de la entrada en
escena de estas nuevas figuras se requiere el replanteamiento de
las ya existentes (como la policía) de modo que su labor no sea
incompatible con las acciones de nueva prevención.
Dos modelos de seguridad ciudadana: Dos modelos de ciudad.
El modelo de seguridad urbana que se propone ha de venir acompañado
de un replanteamiento de la ciudadanía y por tanto de la ciudad.
Una política de seguridad que, sin olvidar la vertiente objetiva,
esto es, la prevención como integración de colectivos marginados,
atienda a las causas del creciente sentimiento de inseguridad. He
apuntado que la escasa comunicación, el abandono de los espacios,
la cultura poco tolerante con los diferentes, son factores que
inciden directamente sobre este sentimiento.
El reto, es claro, ¿queremos caminar en materia de seguridad hacia
un modelo de ciudad como los Ángeles, una ciudad dividida en
ghettos (barrios pobres) y bunker (barrios ricos), llena de
espacios "intransitables", donde todo el mobiliario urbano está
pensado para ahuyentar al vagabundo y donde los centros comerciales
más modernos se construyen siguiendo el modelo de cárcel
"panóptica" o, por el contrario, optamos por un modelo de ciudad
abierta, tolerante con las diferencias, sin zonas prohibidas, en la
que se potencia la identidad de barrio y el contacto entre
individuos, a través de zonas peatonales y actividades en las
calles?
En suma, seguridad como bien público o como patrimonio de unos
pocos.
(1994) "La sicurezza a Hollywood. Intrevista a Make Davis" (en
Sicurezza e Territorio. 17/1994)
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