Boletín CF+S > 8 -- Ciudad, economía, ecología y salud > http://habitat.aq.upm.es/boletin/n8/aaeli.html |
Edita: Instituto Juan de Herrera. Av. Juan de Herrera 4. 28040 MADRID. ESPAÑA. ISSN: 1578-097X
Madrid (España), julio de 1998 [1].
"Es decir, que, por naturaleza, la ciudad es anterior a la casa y
a cada uno de nosotros. Ya que el conjunto es necesariamente
anterior a la parte. Así que está claro que la ciudad es por
naturaleza y es anterior a cada uno. Porque si cada individuo por
separado no es autosuficiente, entrará como las demás partes, en
función a un conjunto. Y el que no puede vivir en sociedad, o no
necesita nada para su propia suficiencia, no es miembro de la
ciudad, sino una bestia o un dios."
(Aristóteles, "La Política", Libro I, cap.II)
Una verdad bien sabida y que por sabida se olvida, es que gran
parte de nuestras instituciones (sociales) son históricas. Es
decir, propias de un momento determinado en la historia de un
pueblo o de una cultura, y que en cuanto útiles para aquello de lo
cual que buscan dar cuenta, logran perpetuarse en el tiempo y
adquirir características de universalidad.
Es así lo ocurrido con la ciudad, es ésta una forma de ocupación
del espacio distinta de la ruralidad. Se caracteriza por la
concentración de la población, la cual permite obtener múltiples
ventajas tanto en términos económicos como sociales.
"Dicen los economistas que la ciudad es el corolario espacial de la
especialización funcional, porque existen unas economías externas
-reducciones en los costes y aumentos de eficiencia- debidas a
efectos de proximidad, aglomeración y posilibidad de compartir
servicios terciarios especializados." [Racionero , 1983:59].
Pero, a la vez, es la ciudad la que ha dado origen a lo que
llamamos civilización -el proceso de tránsito progresivo de la
humanidad desde el "primitivismo original" hacia las formas de vida
civilizadas, entiéndase modernas. Detrás de esta concepción ha
residido la idea de un ser humano que ha ido paulatinamente
superando sus conductas gobernadas por instintos para transitar
hacia conductas eminentemente racionales, gobernadas por el cálculo
y el interés, esto es por la "razón". De modo tal que se ha
concebido la historia humana como el tránsito desde la emoción a la
razón, o desde la "irracionalidad" hacia la racionalidad.
En ello han tenido mucho que ver tanto la ciudad como la educación.
"Civilización viene de civitas, ciudad, y es por el talante
pacífico, abierto, tolerante e innovador creado por el contacto
diario en ágora y mercado, paseo, tertulia y vecindario. La ciudad
ha domado el salvajismo del hombre, matizando la intransigencia con
el diálogo, refinado las emociones con el drama, la música y las
artes, fomentado la creatividad innovadora en su abigarrada
diversidad de actividades y comportamiento." [Racionero , 1983:60].
En nuestro lenguaje cotidiano la forma de vida propia de la ciudad
se ha ido transformando en la forma "virtuosa" de existencia, hasta
el punto que hablamos de: ciudadanía para referirnos a una
condición humana genérica que implica la existencia de derechos y
deberes en cuanto integrantes de una sociedad (Estado-Nación); o de
civismo como una virtud que implica el respeto de los derechos
inherentes a la existencia social; o de cívico como un adjetivo
calificativo que hace referencia al adecuado ejercicio de la
condición ciudadana.
Es posible que la referencia metafórica se corresponda con lo que
efectivamente sucedía en otro momento de la historia de las
ciudades.
Como lo señala Racionero: "La prodigiosa civilidad clásica del
siglo de Pericles surgió cuando Atenas contaba con 50.000
habitantes; el esplendoroso individualismo creativo del
Renacimiento italiano sucedió en una Florencia de 60.000
ciudadanos. Para crear una civilización no son pues, necesarias
ciudades más grandes; es más, todo parece indicar que el
crecimiento excesivo la imposibilita: el Renacimiento era como una
inmensa tertulia en que Leonardo se encontraba a Miguel Angel por
la calle, discutían el Dante, visitaban el taller de Verrochio para
un detalle de fundición o el estudio de Ficino para una traducción
de Platón. Todo esto podían hacerlo a pie, dialogando
tranquilamente y en poco tiempo, parándose incluso a disfrutar los
encuentros inesperados que su camino les deparara." [Racionero
, 1983:60].
El crecimiento urbano y el desborde de las escalas humanas
La metáfora inicial se ha ido transformando en mito, porque hoy eso
no ocurre, como consecuencia del crecimiento excesivo de las
ciudades, lo cual ha conducido al desborde de sus escalas
operacionales y al desborde de las escalas de sentido en las
personas que las habitan; y consecuentemente lo que pudo haber sido
algo bueno, se transforma en algo negativo e incluso desastroso.
El tamaño actual de las ciudades es uno de los factores que más
atenta contra su propia función, contra lo que es esencial en su
propia naturaleza: la convivencia, la convivialidad, el civismo, la
participación.
Como lo señalaba en una conferencia en mi universidad, un médico
psiquiatra brasileño dedicado al urbanismo: "...tenemos que optar
entre destinar las calles a las personas o a los automóviles: si
optamos por lo primero tendremos vida cívica, si optamos por lo
segundo no la tendremos porque las personas deberán refugiarse en
el fondo de sus casas para evitar el ruido, la contaminación y el
riesgo permanente de ser atropellados por vehículos que transitan
a altas velocidades."
El crecimiento urbano es una de las más notorias características
del actual período histórico y va a continuar siéndolo. A fines del
siglo casi un 60% de los habitantes del planeta vivirán en ciudades
y habrá 30 ciudades con más de 5 millones de habitantes.
Posiblemente eso hace que Pietro Barcellona nos pregunte: ¿Qué
representa hoy el espacio urbanizado y habitado por centenares de
miles, por millones de seres humanos, al que seguimos llamando
"ciudad"? [Barcellona , 1996:29].
La pérdida del derecho a la ciudad y de la condición ciudadana
La macrocefalia urbana nos ha conducido a la pérdida del derecho a
la ciudad, como lo llama Lefevre. Progresivamente en nuestras
ciudades se ha ido produciendo una desapropiación del espacio por
parte del ciudadano, una pérdida de pertenencia, una imposibilidad
de uso del espacio público.
La ciudad nos es crecientemente ajena, existen cada vez más y más
lugares de ella donde andamos con temor. Hemos perdido la confianza
que nos provee la familiaridad de lo propio.
De acuerdo a los resultados de una investigación antropológica,
realizada por la Escuela de Antropología de la Universidad
Bolivariana en el Barrio Yungay de Santiago, las personas definen
el barrio como: "mi espacio", el espacio reconocido como propio:
..."es la proyección de mi casa, donde me siento seguro",..."es lo
que puedo andar a pie",... "donde puedo andar sin preocuparme del
carné de identidad",... "la zona en la cual me atrevo a salir sin
plata".
Este espacio de reconocimiento de significados espaciales y
socioculturales relevantes para la gente, permite asumir que existe
en la vida local una idea de convivencia que se asume como propia
de un barrio.
Chombart de Lauwe (1976) define la apropiación del espacio de la
siguiente manera: "Apropiarse de un lugar no es sólo hacer de él
una utilización reconocida; es establecer con él una relación,
integrarlo en las propias vivencias, enraizarse, dejar en él la
propia impronta y devenir en actor de su transformación." [Chombart
de Lauwe , 1976].
La "individualización" ciudadana
Sin embargo, esta desapropiación del espacio urbano, esta
enajenación del espacio propio y consecuente alienación, se produce
no sólo con la escala, sino que también y principalmente, con la
lógica del mercado que segmenta y destruye los espacios colectivos
y nos empuja hacia un creciente individualismo.
Podemos hablar de una alienación porque como señalan Enric Pol y
Manuel Domínguez [Pol y Domínguez , 1987], los seres humanos
integramos progresivamente los elementos y las configuraciones
espaciales de nuestros esquemas cognitivos y dejamos nuestra
impronta en el entorno, la cual ejercerá a su vez una importante
devolución y afirmación de nuestros propios yo, y por consiguiente
de nuestra capacidad de autogestión, realización, satisfacción, y,
por lo tanto, afectando positivamente nuestra salud mental.
Incluso aparentes soluciones comunitarias al problema de la
seguridad: los condominios, no son tales, ya que se colocan hacia
la calle murallas altas, portero electrónico y se comparten
teóricamente espacios comunes: cuestión ésta que no deja de ser
sólo fachada. Sin embargo, como solución egoísta o satisfactor
singular -para hacer uso de nuestras categorías conceptuales del
Desarrollo a escala humana-, se pierde el sentido de la comunidad
global: el barrio o la ciudad. Y al hacer así se abandona la calle
y los espacios públicos a los delincuentes.
Pietro Barcellona afirma que:
"En la sociedad postmoderna parece que el destino de la ciudad se
cumpla definitivamente en la desaparición de sus funciones
tradicionales. El último "subrogado" de la polis ha cumplido su
misión de liberar a los individuos de todo vínculo comunitario: al
destruir todo espacio específico, todo lenguaje especial, al
disolver toda forma de pertenencia estable y duradera a una clase,
a un rango, a un partido o a una idea, la ciudad se ha convertido
en un sistema puro de objetos y estructuras funcionales, y,
correlativamente, de individuos aislados que se mueven en todas
direcciones sin otra meta que los flujos de consumo y del
espectáculo. Una transición (como escribe Frederic Jameson) que
deja tras de sí la desolación de los barrios obreros, de las
periferias, pero también el decorado de las villas del patriciado
y de la alta burguesía, sustituyéndolas por el extraordinario
paisaje urbano hiperrealista de los grandes supermercados, de los
rascacielos de vidrio y de las autopistas de doble carril, donde
hasta las ruedas de un automóvil brillan con esplendor nuevo. La
desolación urbana se convierte paradójicamente en un nuevo placer
para los ojos; y la mercantilización introduce una dimensión
completamente nueva en la alienación de la vida cotidiana de la
ciudad, que ahora vive bajo la forma de una nueva y extraña
alegría. Alegría tanto más paradójica cuanto que la ciudad misma se
ha deteriorado y disgregado hasta un nivel ciertamente impensable
en los primeros años de nuestro siglo, por no hablar de la época
anterior." [Barcelona , 1996:30].
Algo similar afirma José Miguel Fernández Dols cuando nos dice que:
"La ciudad ya es, tan sólo, una gigantesca oferta de bienes que se
distribuyen en miles de pequeñas partidas cotidianas entre sus
diminutos pobladores. Comprar es un acto mecánico. El hombre es un
brutal maximizador de beneficios, y la ciudad, desde muy jóvenes,
nos incita ofreciéndonos constantemente objetos acumulables; no hay
que hacerlos, y están ahí a la mano.... Todo se reduce a este juego
de acumulación que tiene, como todos los juegos, sus ganadores y
sus perdedores. El juego se hace cruel en dos casos: si los bienes
escasean relativamente o si ciertos bienes muy escasos se hacen muy
deseables gracias a los medios de comunicación de masas."
[Fernández Dols , 1987].
Toda la vida urbana ha ido experimentado un proceso en el cual la
ciudadanía, esto es la pertenencia a la ciudad y la apropiación de
lo cívico, se ha ido transformando en participación en el consumo,
en la cadena de tiendas o en el supermercado, gracias a lo cual
hemos cambiado de ciudadanos a consumidores.
"La ciudad contemporánea del funcionamiento abstracto de lo
postmoderno, en el que la libertad del individuo se realiza como
"individualización" de estrategias particulares e irrepetibles de
acceso al consumo masivo: al espectáculo de los parques de
atracciones inmensos, de los estadios y de los conciertos de rock;
a las escaleras mecánicas de los modernos rascacielos de vidrio y
a las puertas giratorias de los bingos. La ciudad postmoderna es
una enorme superficie pulimentada en la que se puede patinar hasta
el infinito." [Barcellona , 1996:30].
La "dualización" de nuestras ciudades
Mi ciudad, Santiago de Chile, al igual que la mayor parte de las
grandes ciudades latinoamericanas, es una ciudad absolutamente
estratificada socialmente y segmentada territorialmente. Contiene
en su interior prácticamente dos ciudades.
Una ciudad es la que se extiende desde la Plaza Italia hacia el
Oriente, hacia los contrafuertes cordilleranos, es el denominado
"Barrio Alto": ciudad de los integrados plenamente al Primer Mundo,
a los mercados globalizados, a la telefonía celular y a las redes
de Internet.
La otra ciudad se extiende hacia el Poniente: es la ciudad donde
habitan los sectores más pobres de la población, los segmentos
marginales en términos de acceso al consumo, o los que forman parte
de los dos quintiles inferiores en términos de distribución del
ingreso.
En esta segunda ciudad, la de las mayorías urbanas, se vive la
profunda crisis de exclusión que caracteriza a América Latina.
Durante varias décadas, los Estados Latinoaméricanos intentaron con
relativo éxito integrar a la importante proporción de habitantes
que sólo compartían nominalmente la ciudadanía nacional. No
obstante, importantes sectores, pese a dichos esfuerzos o como
producto de dichos esfuerzos en otros casos, permanecieron en
condición de marginalidad, desarrollando diversas estrategias de
supervivencia. Sin embargo, a partir de la década pasada, cuando
parte importante del continente se sumerge en experiencias
políticas autoritarias y se inicia la aplicación indiscriminada y
obsesiva de experimentos neoliberales, se comienza a hacer cada día
más evidente la fractura estratégica de la integración social.
Entra en una profunda crisis la concepción estratégica de los
Estados Latinoaméricanos de búsqueda de la integración nacional
mediante la cadena iterativa: campo - ciudad -industria - empleos
- salarios - consumo - calidad de vida - ciudadanía.
Los cambios experimentados en el plano económico y político en las
décadas recientes modificaron cualitativamente la antigua y siempre
presente marginalidad, transformándola en exclusión. Los excluidos
son aquellos que en algún momento fueron integrados parcial o
totalmente, o a quienes se les ofreció un horizonte de integración
futura intergeneracionalmente, vía la educación de sus hijos y su
incorporación posterior a un empleo formal o moderno (industrial
preferentemente); pero que han sido nuevamente puestos al margen de
los beneficios del desarrollo o de la modernidad, mediante el
desempleo, el aumento del costo de vida, la reducción y
privatización de los servicios sociales, y el consecuente deterioro
de su calidad de vida.
La crisis ha expropiado el recurso uso del tiempo a los marginados
y excluidos. Es cada vez mayor la cantidad de tiempo requerida por
los pobres para poder sobrevivir, para lograr su reproducción. Por
ende, es cada vez menor el tiempo que les queda disponible para
dedicar a mejorar sus condiciones de vida. La creciente distancia
entre la vivienda y el trabajo, que en muchos casos excede varias
horas diarias, el creciente costo de la movilización pública que
obliga a optar entre caminar o alimentarse, el enorme gasto de
tiempo destinado a buscar empleo cuando no se lo tiene; todo ello
reduce el tiempo para hacer algo para sí mismo, para mejorar su
vida, para organizarse, para participar políticamente, para
educarse, para amar, para comunicarse con otros seres humanos; en
fin para satisfacer otras necesidades mas allá de la mera
subsistencia.
Por otra parte, el tiempo es una factor importantísimo para la
articulación y satisfacción de una necesidad, en tal sentido el
tiempo, es un elemento central para la constitución de la identidad
de una persona. Es imprescindible la experiencia de discriminación
temporal para desarrollar identidad.
Sin embargo, en los sectores pobres se produce una desarticulación
del tiempo. Albert Hirshman utilizó la alegoría de un túnel para
referirse a la esperanza que sostiene a los insatisfechos, a los
que van atrás y no ven la boca de salida del túnel, sólo sienten
que avanzan. Esta agonía que todos sentimos al ir en un túnel, con
la esperanza en salir de él, es una agonía que para los excluidos
de la participación, se hace más y más profunda y prolongada, más
y más permanente, y se está convirtiendo en desesperación, en
evasión, en acumulación de rabia, en creencia de que la necesidad
de vivir en forma más humana no tendrá nunca satisfacción.
Todas las adulteraciones y recortes de realidad que provienen del
cartesianismo se ven acentuadas y exageradas hasta el límite de lo
soportable por la ideología del neoliberalismo, que impulsa al
individualismo más absoluto y a la más desenfrenada codicia,
disfrazados ambos bajo un manto de racionalidad económica.
El modelo neoliberal: su aplicación en Chile
El modelo vigente tiene como un rasgo muy interesante de destacar,
su notoria capacidad de propaganda. Permanentemente se están
difundiendo por los medios de masas sus logros, los avances y
mejoramientos que derivan de su aplicación. Se exhiben indicadores
que cumplen principalmente una función vindicadora, es decir,
destacar los beneficios y aspectos positivos pero rara vez hacer
mención a los costos pagados o a sus aspectos negativos.
Identificar cuáles han sido esos costos es una tarea necesaria de
realizar, especialmente cuando gran parte del discurso hegemónico
enfatiza permanentemente este tipo de visiones exitistas.
Obviamente, realizar un análisis exhaustivo de la totalidad de los
costos derivados de la aplicación del modelo neoliberal en la
sociedad chilena requeriría un esfuerzo que no es posible de
presentar en un artículo como éste, por lo tanto sólo haremos
mención a algunas ejemplificaciones y referidas exclusivamente a
dos dimensiones: la salud y el ambiente.
El sentido principal de este trabajo es contribuir a generar una
cierta reflexión crítica frente a un lenguaje y a una práctica
económica que se nos va imponiendo, que afecta sustantivamente
nuestras formas de vida y respecto a la cual hemos estado perdiendo
progresivamente nuestra capacidad de reacción.
Los beneficios...
Nadie puede negar que la economía y la sociedad chilena han
cambiado en las décadas recientes. Es indiscutible que la economía
chilena es mucho más estable que en el pasado. Que la inflación con
los altísimos niveles que tuvo durante décadas es un fenómeno ya
casi lejano, que hemos dejado de ser un importador neto y que hemos
superado la condición de una endémica balanza comercial negativa.
Tampoco existen ya, los históricamente siempre presentes déficits
en el presupuesto fiscal ni las permanentes altísimas tasas de
desempleo.
Todos estos elementos dicen relación con la existencia de
condiciones no sólo económicas sino que también socio-políticas más
estables. Estos indicadores hacen manifiesta la existencia de una
sociedad donde, es posible - para algunos - hacer previsiones a más
largo plazo. Les es también posible por consiguiente tomar
decisiones pensando en períodos futuros de carácter más largo.
Chile se ha transformado en un país que provee, por lo menos en
América Latina los mayores niveles de seguridad - aunque ésto
siempre sea algo muy relativo - para la inversión extranjera y
también para los capitales de origen nacional (aunque siempre éstos
sean en definitiva, apátridas). Y los mayores niveles de inversión
conducen a un mayor crecimiento económico. Y ésto es bueno para
quienes adhieren a la "Ideología del Crecimiento" y, también como
es obvio, para quienes hacen profesión de fe de las concepciones
neoliberales.
... y sus limitaciones
Lo que éstos olvidan y también aquellos que pueden prever, tomar
decisiones a futuro e invertir, es que muchos - tal vez mayoría -
no pueden ni preveer, decidir respecto a su futuro y mucho menos
invertir. En nuestro país quedan al menos cuatro millones de pobres
que caen estrictamente en esta categoría de los no previsores ni
inversores. Pero a ellos es necesario sumar varios millones, que si
bien están pegaditos a la línea de la pobreza por arriba, lo que
los salva de ser estadísticamente pobres, no obstante no tienen
capacidad de ahorro como para invertir y así preveer y proveer para
su futuro.
¿Qué ocurre sin embargo con ellos? No sólo viven al día, lo cual
para muchos ya es una hazaña, sino que incluso viven comiéndose
anticipadamente su futuro mediante un "cómodo" endeudamiento que
implica gastar más de lo que pueden gastar de acuerdo a sus
ingresos, pero el crédito "automático e inmediato" les permite
chutear y chutear el tarrito más adelante. Toda la gracia consiste
en un adecuado equilibrio en la cuerda floja del endeudamiento. Que
esto implique un sustantivo incremento de los niveles de
estresamiento de las personas, especialmente de los proveedores de
ingresos y endeudamiento, llámense jefes de hogar o como sea, y que
las diversas manifestaciones de quiebre en la salud mental
coincidan con las fechas de pago, habitualmente los fines y
comienzos de mes, es pura casualidad. Los genios de la publicidad
y las ventas tienen cuestiones más importantes de las cuales
preocuparse.
Los costos invisibles
Puede ser interesante para introducirnos más propiamente en el tema
que queremos tratar, ¿cómo afecta la salud de las personas y el
medio ambiente la aplicación del modelo neoliberal?, que hagamos
uso de un patrón interpretativo o gestalt que nos presenta Willis
Harman en la siguiente analogía referida a la sociedad
norteamericana, pero la cual podría ser también perfectamente
válida para las nuestras:
"Imaginemos un ejecutivo de negocios (probablemente han conocido
alguno que más o menos calza en esta descripción) cuya vida ha
llegado a ser más bien frenética. Las tensiones en el área de la
oficina alcanzan un nivel casi demasiado excesivo para un simple
humano. El tiempo en la oficina es experimentado como una crisis o
fatalidad imposible siguiendo una tras otra. Los frecuentes
sentimientos de ansiedad son incapacitantes. Se introducen
problemas de salud: aparecen ataques de úlcera; se hacen frecuentes
los resfríos y molestias menores; y las enfermedades
cardiovasculares acechan constantemente en el fondo. También, ha
existido recientemente una tendencia a beber más alcohol de lo que
parece conveniente. Esta situación no se alivia al irse a casa por
la tarde. El matrimonio ha tenido muchos conflictos en el último
tiempo; existen preocupaciones financieras; y los niños parecen
alienados. Cuando se tropieza con estos muchos problemas uno tras
otro, parece como que no hay hacia donde volverse". [Harman , 1993].
Los costos visibles en el ámbito de la salud de las personas. El
deterioro del sistema de salud pública.
A cualquier chileno dotado de la mínima ecuanimidad para ver un
poco más allá de sus propios intereses, y con la edad suficiente
como para tener memoria de como funcionaba nuestra sociedad antes
de la involución autoritaria experimentada en las dos décadas
recientes, le es posible hacer una comparación entre lo que era
nuestro sistema de salud pública y lo que hoy nuestra sociedad
ofrece a quienes le demandan salud y respuesta a la enfermedad.
Un indicador muy adecuado para ver que ha pasado, es la observación
histórica del comportamiento del gasto fiscal en salud. Hay una
tendencia a un menor gasto fiscal en salud que se inicia en la
década de los 70 y que se agudiza en la década de los 80, cuando el
gasto fiscal en salud cae desde un 1.4% a un 0.8% del producto
geográfico bruto (P.G.B.). Para efectos sólo comparativos se puede
señalar que los gastos militares en el país se elevaron desde el
2.8 % al 3.6% del P.N.B. entre 1960 y 1986 [PNUD , 1991]; y que en
la actualidad ascienden a una cifra que supera lejanamente los
1.000 millones de dólares anuales.
Ello parece responder a la concepción que respecto a la salud se
introduce durante el régimen militar. La salud durante el período
dictatorial, deja de ser un problema de interés público y se le
transforma en un problema exclusivamente privado: cada cual debe
velar por su propia salud y aún más debe financiarla, si no se es
capaz de hacerlo, no se es competitivo y por tanto no se merece
estar vivo. ¡El problema es que para muchos de aquellos sale aún
más caro morirse!
Chile contaba con un sistema de salud pública, bastante avanzado el
cual fue incluso usado como modelo para desarrollar sistemas
similares en otros países de América Latina. Sin embargo, la
obsesión privatizadora de los economistas neoliberales condujo a la
desarticulación del sistema de salud pública, para de ese modo
hacer más fácil la privatización de diferentes segmentos del
sistema público de salud.
La mercantilización de la salud y la enfermedad
La privatización de la salud puede estarnos conduciendo a una casi
absoluta mercantilización de la salud, la enfermedad y la vida
humana. Ejemplo de ello, entre otros, es el relativamente reciente
fenómeno de surgimiento de un mercado de órganos y sangre humana.
En el mundo actualmente han comenzado a surgir poderes compradores
de órganos humanos. Hay muchas ciudades donde desaparecen niños por
algunos días y posteriormente reaparecen pero con señales visibles
de haber sido sometidos a alguna forma de cirugía que les ha
extraído algún tipo de órgano. De esto se sabe por aquellos que
reaparecen, pero cuántos casos habrá de los cuáles ni siquiera se
sabe porque los niños no reaparecen. Si esto ocurre, es porque
existen compradores y consumidores de ese tipo de productos:
¡órganos humanos robados a otros seres humanos, en particular
niños! Obviamente dada la gravedad legal y moral de este tipo de
actos, alguien debe estar pagando muy bien para que haya quienes
corran el riesgo de realizar la extracción (cirugía) y el tráfico
de órganos humanos.
Desde hace ya algún tiempo que también existen poderes compradores
de sangre humana en países muy pobres, como los países centro
africanos o en nuestro continente específicamente Haití. Esta
sangre es usada por laboratorios para producir algunos productos
farmacéuticos donde la sangre es el principal insumo o materia
prima para su elaboración. Dado los altísimos niveles de incidencia
del SIDA en esos países es perfectamente posible que algunos de los
productos ofrecidos sean transmisores de SIDA.
Sin embargo esta tendencia mercantil en el ámbito de la salud puede
llegar a extremos tan aberrantes como aquel del cual dio cuenta la
prensa hace unos pocos años atrás. A través de los medios de
comunicación se supo que en una universidad de Colombia, la
Universidad del Norte en Barranquilla, su Facultad de Medicina era
provista para su docencia e investigación anatómica, con cadáveres
de personas que eran asesinadas "ad hoc" por algunos miembros del
personal de servicios menores de esa universidad. Estas personas
asesinadas eran lo que en esa sociedad se califica como
"desechables" (mendigos, vagabundos, etc.).
Es posible que sobre este tipo de prácticas muchos de nosotros
sepamos que ocurre pero, al igual que por ejemplo con la
prostitución infantil o con la prostitución homosexual juvenil,
preferimos hacer la vista gorda y desentendernos de su existencia;
el problema es entonces definir ¿quién le pone el cascabel al gato?
Porque al no existir reacción pública frente a estos fenómenos
aberrantes se va generando una permisividad social que conduce a
que comiencen a desarrollarse otras prácticas carentes de ética
pero aparentemente menos nocivas, y por ese camino es por el cual
otras sociedades han comenzado y llegado después al robo de órganos
humanos a menores. Recientemente en nuestro país hubo un gran
escándalo público debido a las córneas extraídas a pacientes
muertos en hospitales públicos. Para evitar comenzar a transitar
hacia escenarios como los dibujados más arriba es fundamental ir a
fondo en la investigación y sanción de hechos como esos.
Sería conveniente reflexionar por otra parte en torno a la
creciente adicción por parte de muchos médicos a recomendar
operaciones quirúrgicas en circunstancias en las cuales existen
métodos de intervención médica menos violentos. Hace algunos años
atrás en Brasil se produjo un aumento absolutamente anómalo de las
cesáreas, además, éste se concentraba en los estratos de altos
ingresos; este fenómeno no tenía ninguna explicación
epidemiológica. De la ocurrencia de hechos como éste es que surge
la necesidad de hacerse preguntas como las siguientes: ¿Son
absolutamente necesarias todas las cirugías que habitualmente se
llevan a cabo? ¿Serán criterios absolutamente médicos los que
impulsen a esta generalización de las intervenciones quirúrgicas?
Cuando los beneficios son privados y los costos se hacen públicos
Las profesiones de la salud se han ido modificando sustantivamente.
Siguen existiendo médicos, enfermeras, dentistas, psicólogos, etc.
con vocación de servicio pero tienden a aumentar los profesionales
más orientados a hacer de su ejercicio profesional una forma de
enriquecimiento que de servicio y de lucha contra el dolor y la
enfermedad. No deja de ser preocupante la existencia de una
importante cantidad de vacantes para especialistas existentes en
los hospitales públicos.
Uno de los sectores donde se hace más patente la inequidad
producida por el modelo económico es en el ámbito de la salud. La
privatización de la salud ha implicado generar una tajante
segmentación del mercado de la salud, estableciendo nítidamente dos
tipos absolutamente diferentes de salud en Chile. Para quienes
pueden pagar salud privada, atención casi inmediata en recintos
modernos, con altos niveles de equipamiento, servicios
hospitalarios tipo hoteleros, atención permanente de personal
médico y paramédico. Para quienes no tienen lo suficiente, salud en
hospitales públicos con largas esperas para llegar a ser atendido,
en muchos casos con ausencia de especialistas y de recursos
mínimos, en recintos fríos y poco gratos. Obviamente los ingresos
operacionales obtenidos en uno y otro caso difieren de manera
substancial; sólo le es posible al sector público desplazar al
sector privado en aquellas localidades donde el tamaño de la
población no permite la instalación de clínicas privadas, o donde
los niveles de equipamiento de éstas son insuficientes. En esos
casos el sector público termina subsidiando al sector privado.
Intervenciones realizadas al segmento de usuarios de salud privada
haciendo uso de recursos destinados a los usuarios de la salud
pública.
Las Instituciones de Salud Previsional (Isapres) compiten por
capturar aquellos sectores del mercado con mayores ingresos pues de
ese modo obtienen mayores beneficios de su gestión. Sin embargo en
el caso de enfermedades prolongadas y de pronóstico negativo
(pacientes terminales) se genera una tendencia hacia un retorno del
paciente hacia el hospital público cuando éste comienza a implicar
sólo gasto. De tal modo entonces que para el sector público la
salud siempre implicará un costo y para el sector privado siempre
un beneficio.
Los costos visibles en el plano de la salud ambiental
Resulta cada día más evidente para gran parte de la población del
país, especialmente en los grandes centros urbanos, que esto que
llamamos desarrollo - en realidad sólo crecimiento económico - trae
aparejado un deterioro en la calidad de vida de los habitantes de
las ciudades. En el caso del Gran Santiago ello se expresa en los
altísimos niveles de contaminación atmosférica que debemos soportar
durante parte importante del año quienes allí habitamos. Diversas
investigaciones han dado cuenta del notorio incremento de las
enfermedades respiratorias agudas en la población infantil de
nuestra ciudad capital. Pero a ello se agregan otras formas de
contaminación, algunas no tan notorias y visibles, como los
problemas de manejo y deposición de las basuras, y de los residuos
líquidos o sólidos de algunos procesos industriales.
Pero también hay formas de contaminación más específicas que
afectan a grupos concretos de la población, como es el uso de
pesticidas en la fruticultura - sector éste absolutamente clave del
modelo agroexportador - que afecta a los trabajadores del sector
frutícola.
Un estudio epidemiológico de 10.000 partos de recién nacidos vivos
efectuado por la Dra. María Victoria Mella del Servicio de
Ginecología y Obstetricia del Hospital de Rancagua señala una
notable prevalencia de malformaciones congénitas en relación al
nivel nacional en la Sexta Región, que es la primera en importancia
en superficie plantada con frutales y en uso de agroquímicos
empleados en la fruta. [Mella, María Victoria, entrevistas en la
prensa nacional].
Los costos en términos de angostamiento de la dieta
Hay un evidente deterioro en la calidad nutricional de la ingesta
alimenticia de la población del país en los últimos años. Cada día
consumimos menos alimentos naturales y frescos. Estamos transitando
como producto de nuestro ingreso a la "modernidad" hacia el consumo
de "basura alimenticia envasada". Hemos ingresado en la era de los
Mac Donalds y los Fried Chicken of Kentucky deteriorando nuestra
dieta al reducir el consumo de fibras vegetales e incrementar el
consumo de grasas y proteínas de origen animal, muchos de ellos
tratados con anabolizantes para acelerar su desarrollo orgánico,
pero adicionalmente procesadas con todo tipo de elementos químicos
no naturales contenidos en aliños, preservantes, etc.
Los costos que son efecto de la pobreza e indigencia
Hay costos altísimos de los cuales no somos capaces de dar cuenta
en términos apropiados y que tienen su origen en la pobreza e
indigencia en la cual vive parte importante de la población de
nuestro país. Ello se refleja en el notorio aumento de la violencia
delictual y juvenil, en la violencia en los estadios, en lo que se
ha dado en llamar "desesperanza aprendida".
Como lo señala Joaquín García Roca [García Roca , 1990] nuestra
época nos hace vivir una experiencia que debilita fuertemente la
llamada a la fraternidad, ella es la pérdida del futuro, bien
porque deja de ser lugar de tránsito hacia algo mejor, bien porque
deja de ser el lugar donde es posible encontrar "un lugar y un
tiempo para todos" lo cual conduce al debilitamiento de la
solidaridad y de la fraternidad. Ha dejado de ser el tiempo
sostenido por las esperanzas utópicas y por los movimientos
mesiánicos. Ese futuro ya no está preñado de promesas, sino de
amenazas, no suscita esperanzas, sino preocupaciones y miedo.
Al perderse la esperanza de futuro se debilita la solidaridad,
porque sin metas compartidas no hay identidades sociales; sin
propuestas de cambio no tienen fundamento las apuestas de largo
aliento; sin un posible futuro se mueren las afinidades electivas.
Pero lo peor es que ésto no afecta por igual a todos, quienes más
pierden son aquellos que o lo esperan todo del futuro o ya no
tienen presente; los que hoy no tienen poder: los pobres y los
jóvenes. Si a los primeros se les expropia el futuro se quedan sin
esperanza; si a los últimos se les debilita el futuro, se quedan
sin lo único que les pertenece.
Los costos en nuestra salud mental como producto de la ideología
dominante
Hace algunos meses atrás un estricto control vehicular efectuado
por la policía en una de las principales arterias de Santiago, la
cual conduce hacia los barrios donde residen los estratos altos y
medio altos de la ciudad, demostró que de los conductores detenidos
por ir "hablando" por teléfono celular mientras conducían su
vehículo, lo hacían en "celulares" de juguete. ¿Qué motivaciones
extrañas harán que personas adultas jueguen a "hablar por teléfono"
mientras conducen? ¿Cuán sano está alguien que simula ésto y ante
quién lo hace?
Del mismo modo los gerentes de algunos de los supermercados
ubicados en el "Barrio Alto" de Santiago, señalaron a la prensa que
era frecuente encontrar abandonados en los pasillos de dichos
supermercados, carros cargados con los licores y productos
comestibles más caros y "exclusivos". Según ellos era una práctica
habitual de muchas personas ir a pasearse en estos supermercados
exhibiendo compras que no se realizan, sólo para "mostrarse" como
un consumidor conspicuo. ¿Qué llevará a las personar a aparentar de
ese modo?
Estas y muchas otras interrogantes nos surgen al saber de este tipo
de conductas. Podemos preguntarnos respecto a cuán sano es un
sistema social que produce conductas tan insólitas en forma tan
normal.
Hay, como lo han señalado muchos autores, una creciente pérdida de
los códigos y mapas cognitivos que rigieron el pasado, ello debido
a una velocidad tal del cambio social y tecnológico que las
experiencias se desvalorizan rápidamente, el futuro se nos avalanza
y se diluye en una especie de presente continuo, donde la noción de
proyecto hace crisis y sin proyectos surge el desencanto y el
descontento.
Hemos llegado de ese modo a una creciente insensibilidad social que
nos conduce a una conversión masiva y profunda al realismo, visto
éste como una nueva religión, como la nueva ley del deseo
colectivo. En nombre el realismo el orden económico capitalista se
toma más y más como inmutable y absolutamente necesario y natural.
En nombre del realismo la política se ancla en el centro visto como
lo que responde mayoritariamente a los principios de realidad y
normalidad y se amordaza los potenciales de reacción y de crítica.
En nombre del realismo se enfría toda diferencia, toda disidencia,
toda discrepancia. Se nos empuja por todos los medios hacia la
homogeneización, hacia el desprecio de todo lo singular y
específico, ahogando y mutilando así todo el potencial evolutivo y
creativo que hay en cada uno de nosotros.
Los costos en la salud del medio ambiente
La aplicación a ultranza del modelo neoliberal, nos ha llevado a
producir un profundo deterioro en lo que es propiamente la salud
del medio ambiente. Ello se produce cuando los niveles de
intervención humana sobre un habitat determinado alteran hasta tal
punto éste que desbordan la resciliencia del ecosistema allí
existente. Playas o lagos cubiertos de algas (eutroficación),
bosques de especies nativas sustituidos por plantaciones de árboles
exóticos, erosión y desertificación de los suelos, entre otras
formas de deterioro ambiental de carácter local.
Pero a ello se suman formas de macrocontaminación ya no
localizables específicamente sino más bien de magnitud mundial:
difusión de sustancias tóxicas en el ambiente (se trata de
sustancias químicas no biodegradables y también de desechos
radioactivos); acidificación de lagos y destrucción de bosques:
deterioro de la capa de ozono y de la protección que nos brinda
frente a la radiación de la luz solar causada por los
clorofluorhidrocarbonos (CFC): el "efecto invernadero" que conduce
a un incremento irremediable de la temperatura media global del
planeta. Todos estos impactos generan un serio desafío para la
sustentabilidad del actual modelo de desarrollo vigente en el mundo
y para la supervivencia de la vida humana sobre nuestro planeta.
Tal como lo afirma el Grupo de Vezelay que acuñó el concepto de
riesgos tecnológicos máximos para referirse al impacto de los
riesgos nuevos y propios del modo de producción y consumo moderno;
por primera vez en la historia de la humanidad estamos frente a un
riesgo global que pone en peligro al planeta mismo. Los tres
riesgos que ellos estudian - sin ser los únicos son suficientes
para presentar la problemática - son: el riesgo nuclear, el riesgo
de la contaminación atmosférica y los cambios climáticos, y los
riesgos ligados al desarrollo de la biotecnologías.
En nuestro país como se ha señalado en muchos estudios [Rayén
Quiroga , 1994]; [Rayén Quiroga y Saar van Hauwermeiren , 1996];
[Elizalde y Sánchez , 1996]; [Claude , 1997] y debates sobre el tema
ambiental y en forma particular en denuncias de los sectores
ecologistas, el modelo de desarrollo neoliberal en especial por su
carácter primario y agro-exportador ha incrementado sustantivamente
los niveles de deterioro de la salud de nuestro ambiente natural.
Las proyecciones futuras del modelo
Es imposible pensar que un modelo que produce de una manera normal
y habitual resultados como los que he intentado rápidamente reseñar
en las páginas anteriores pueda sustentarse en el mediano y largo
plazo. Evidentemente no. Sin embargo, cuando afirmamos ésto se nos
califica a quienes lo hacemos como catastrofistas. ¿Pero, dónde
está el catastrofismo o el realismo? ¿En quiénes ingenuamente
siguen creyendo en la existencia de un universo sin límites ni
físicos ni éticos al actuar humano, o en quienes como el niño del
cuento tienen capacidad para decir lo que ven aunque no les guste
a muchos, esto es: que el emperador está desnudo?
¿Hay salidas posibles a esta situación? Tengo la absoluta
convicción de que sí existen, pero que requieren profundos cambios
en todas las dimensiones de nuestra existencia.
Un necesario cambio de mirada
Aquello que afirma Willis Harman refiriéndose a las personas, es
posible también hacerlo extensivo a la dimensión colectiva de
nuestra existencia: "No obstante estos variados problemas, pueden
también ser vistos como un sólo patrón, una gestalt, dentro de la
cual todos ellos tiene raíces comunes en creencias profundamente
sustentadas - creencias que resultan en actitudes de creación de
estrés en el trabajo, el hogar y la familia. Entonces, es sugerida
una acción reparadora muy diferente. Si estas creencias y actitudes
fundamentales pueden ser cambiadas, ésto pone todos los problemas
en una perspectiva diferente y reduce el estrés. Lo que a su vez
fortalece el funcionamiento de la inmunidad del cuerpo y los
sistemas curativos y de salud mejoran. Al ver un patrón
interpretativo diferente, es convocada una respuesta diferente y
más constructiva. La respuesta puede significar más bien una
transformación revolucionaria de la percepciones de realidad de la
persona, los valores principales comprometidos, y el patrón global
de vida. Sin embargo, todos nosotros sabemos cuan resistente puede
ser una persona a re-percibir su situación de vida". [Harman
, 1993].
Racionero, Luis (1983) Del paro al ocio (Barcelona: Editorial
Anagrama S.A., p. 59) .
Barcellona, Pietro (1996) Postmodernidad y comunidad. El regreso de
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Chombart de Lauwe, P. H. (1976) Appropiation de l'espace et
chargement social (Strasbourg: Korosec T. (ed.) Appropiation de
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Pol, Enric y Domínguez, Manuel (1987) "Calidad de vida en la ciudad.
Claves para su comprensión contextual" (en Documentación Social N.
67, Cáritas Española, Madrid) .
Fernández Dols, José Miguel (1987) "La racionalidad de la ciudad
impasible" (en Documentación Social N. 67, Cáritas Española, Madrid,
p. 116 - 117) .
Harman, Willis (1993) "Doing Business in a Transforming Society"
(publicado en ICIS FORUM, Volume 23, Number 1, Winter 1993) .
PNUD (1991) Desarrollo Humano: Informe 1991 (Bogotá: Tercer Mundo
Editores. Colombia) .
Mella, María Victoria entrevistas en la prensa nacional.
García Roca, Joaquín (1990) El Dios de la fraternidad (Santander:
Editorial Sal Terrae) .
Rayén Quiroga (editora) (1994) El Tigre sin Selva. Consecuencias
Ambientales de la Transformación Económica de Chile: 1974-1993
(Santiago :IEP) .
Rayén Quiroga y Saar van Hauwermeiren (1996) Globalización e
Insustentabilidad. Una mirada desde la Economía Ecológica (Santiago:
IEP) .
Elizalde, Antonio y Sánchez, Vicente (1996) "Pobreza y Medio
ambiente: el caso de Chile" (en Pobreza y Medio Ambiente en América
Latina, Ernst R. Hajek (compilador), CIEDLA, Buenos Aires) .
Claude, Marcel (1997) Una vez más la Miseria. ¿Es Chile un país
sustentable? (Santiago: LOM Ediciones.)
Fecha de referencia: 31-1-1999
Boletín CF+S > 8 -- Ciudad, economía, ecología y salud > http://habitat.aq.upm.es/boletin/n8/aaeli.html |
Edita: Instituto Juan de Herrera. Av. Juan de Herrera 4. 28040 MADRID. ESPAÑA. ISSN: 1578-097X
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