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Edita: Instituto Juan de Herrera. Av. Juan de Herrera 4. 28040 MADRID. ESPAÑA. ISSN: 1578-097X
La Ciudad de las damas es el título del libro que Cristina de Pizán
escribió en 1405 para descargar su indignación y rebatir los
argumentos de aquellos empeñados en demostrar la naturaleza no
moral de las mujeres, en oposición a la de los hombres, y su
perversidad intrínseca y corrosiva.
Cristina de Pizán se lamenta al comienzo de su libro, en el que
cuenta cómo surgió y con qué propósito, de que ... "No es que sea
cosa de un hombre o dos, ... no hay texto que esté exento de
misoginia". Abatida, confiesa haber llegado a fiarse ... "más del
juicio ajeno que de lo que sabía y sentía en mi ser de mujer."
Hundida en tan tristes reflexiones recibe la visita de "tres Damas
coronadas de muy alto rango" cuyo resplandor ilumina toda la
habitación. Éstas no son otras que Razón, Derechura y Justicia,
quienes sugieren a Cristina construir una ciudad que pueda acoger
a todas las mujeres, "una Ciudad levantada y edificada para todas
las mujeres de mérito, las de ayer, hoy y mañana".
Las tres Damas consuelan a Cristina, y Derechura la invita: "Anda,
mezcla con tinta este mortero, y usa sin reparos esta argamasa,
porque yo te proveeré en gran cantidad". Razón, Derechura y
Justicia van proporcionando a la escritora las mejores piedras con
las cuales construir los diferentes recintos de la Ciudad: las
mujeres que la historia, la mitología y la leyenda han consagrado
después de demostrar su ingenio, su constancia, su arte, su virtud,
su entrega, su fidelidad, su valor en la guerra y en la defensa de
unos principios, igualándolas a todas por su mérito, que no por la
condición de su nacimiento o posición social. ..."la Ciudad que
fundarás con nuestra ayuda nunca volverá a la nada sino que siempre
permanecerá floreciente; pese a la envidia de sus enemigos,
resistirá muchos asaltos, sin ser jamás tomada o vencida".
El foso profundo en el que han de ir los cimientos de la ciudad se
vacía primero de todos los prejuicios que los hombres han propagado
sobre las mujeres, sin ahorrarles los calificativos de necios o
mentirosos, desenmascarando las diferentes motivaciones de los
mismos y poniendo en evidencia la debilidad de sus argumentos. En
esta labor, Cristina de Pizán no desaprovecha la ocasión para
destacar como las cualidades más positivas las imputaciones en que
los hombres han convertido la ternura, la compasión y la entrega a
los demás de las mujeres.
"Te proveeremos de materiales más duros y resistentes que bloques
de mármol macizos que esperan a estar sellados". Los cimientos, las
altas murallas y fosos, los palacios y mansiones "donde podrán
residir para siempre las damas de gran fama y mérito a quienes van
destinados" se construyen con todas las mujeres anónimas que
colectivamente protagonizaron algún hecho meritorio y con las
mujeres que han quedado con su nombre propio en el registro de la
historia: de Cornificia a Safo, poetas y filósofas de gran
inteligencia y cultura; de Semíramis a Clelia, que dieron pruebas
de gran arrojo; de María Magdalena a Santa Marina que sintieron
piedad; de la emperatriz Nicaula a la reina Fredegunda, que
gobernaron con justicia y sentido de la política, sorteando con
tino y prudencia los escollos de su mandato.
No olvida Cristina de Pizán a Elisa, que construyó la bella y
poderosa ciudad de Cartago sobre la tierra africana que obtuvo con
un ardid que ha quedado como ejemplo de ingenio. La construcción de
la ciudad se acompañó de la promulgación de leyes "para que se
viviera conforme al derecho y a la justicia". Todo ello le valió el
nombre de Dido con que es conocida, que significa lo mismo que
virago, palabra latina para designar a quien tiene la fuerza y el
valor de un hombre.
Con esta construcción Cristina de Pizán toma como sus referentes,
adopta y acepta la autoridad de otras mujeres y construye una
genealogía femenina que, cinco siglos más tarde, continua teniendo
plena vigencia como motor del movimiento de emancipación de la
mujer. La Ciudad de las Damas, poblada de "mujeres de mérito de
todos los estados y condiciones", construida por Cristina de Pizán
con la ayuda de la Razón, de la Derechura y de la Justicia, es no
sólo un espacio metafórico en el cual proteger a las mujeres, sino
también un espacio de relaciones regidas por el derecho, es decir
un espacio de ciudadanía.
Cristina de Pizán se inicia en su oficio de escritora en la última
década del siglo XIV y lo ejerce hasta bien entrado el siglo XV.
Estamos, pues, muy lejos aún de la formulación del concepto de
ciudadanía y del concepto de feminismo. No obstante, Cristina
ejerce de ciudadana: habla con voz propia en un mundo en el que se
discute sobre la naturaleza de las mujeres, rebatiendo con
argumentos, en su nombre y en el de todas las mujeres, la pobre y
engolada palabrería que no tenía otra finalidad que la de obtener
la aceptación por parte de las mujeres de su condición subordinada
en el orden social.
Cristina de Pizán reivindica para las mujeres el primer derecho del
cual derivan todos los demás, es decir, el del reconocimiento de la
condición de persona, con toda la dignidad que ello implica, y con
todas las cualidades que se atribuyen en exclusiva a los varones:
inteligencia, fuerza, valor, creatividad; con todos los valores
morales que pueden manifestar todos los humanos: tenacidad,
entrega, fidelidad, prudencia. Reivindica también como valores
humanos igualmente dignos de consideración todo aquello que se
reconoce como propio de las mujeres y que, en consecuencia, se
denigra: la ternura, el cuidado de las personas, la ocupación en
tareas menores - las tareas domésticas.
Juana de Arco, a la que Cristina de Pizán dedica su último libro,
Dechado sobre Juana de Arco (Le ditié de Jehanne d'Arc, 1429) es
también un ejemplo de esta paradoja: una condición humana que no se
reconoce a las de su sexo, y el ejercicio pleno de los máximos
derechos de que gozan los varones de su tiempo, hablar con voz
propia, ocupar el territorio, físico y metafórico a la vez, y
moverse por él con la misma libertad.
Antes y después de Cristina de Pizán y de Juana de Arco encontramos
múltiples - infinitos podríamos decir - ejemplos de ejercicio de
ciudadanía, en contra de la presión de la Iglesia y de los poderes
político y judicial. De hecho se trata de múltiples actos de
oposición al poder, es decir, de múltiples actos de poder, en el
curso del largo proceso que desembocará en la creación de una
conciencia feminista. Las mujeres aprovechan todos los resquicios
que deja la organización social, todos aquellos espacios que
resultan de la inestabilidad política, para actuar con criterio
propio. Y ocupan con plenitud aquellos espacios en los que son
confinadas para producir obras y animar movimientos sociales y
religiosos en franca contradicción con los prejuicios que se
siguieron propalando en el interminable debate sobre su naturaleza.
El movimiento religioso de las beguinas es un ejemplo de ello:
vivieron su proyecto religioso, que se inició a finales del siglo
XII, al margen de la jerarquía eclesiástica, predicaron a pesar de
la prohibición de hacerlo, y se extendieron por Europa desde su
origen en Flandes hasta España. Vivían en casas, solas o en grupos,
o bien en grandes beguinages, una ciudad dentro de la ciudad, que
cerraban sus puertas al atardecer para volverlas a abrir al día
siguiente a un mundo al que no renunciaban: trabajaron para ganarse
la vida aquellas que no tenían bienes propios, intervinieron en la
vida social con la fundación de las primeras escuelas para niñas;
hicieron obras de piedad como cuidar leprosos, y enterrar a los
ajusticiados; y si bien vivían en los beguinages, podían
trasladarse libremente de uno a otro, o peregrinar, incluso a
grandes distancias; también podían abandonarlo a voluntad. Muchas
de las místicas de la alta Edad Media pertenecieron a este
movimiento que logró perdurar hasta el último tercio del siglo XX.
La jerarquía eclesiástica tardó siglos en hacerse con su control,
no sin algunas bajas, como la de Margarita Porette que murió en la
hoguera en París en 1310.
En la guerra y en la paz, con Inquisición y sin ella, contra la ley
y el orden establecido, en el ámbito privado pero también en el
público, no hay movimiento social en el que no se encuentren
mujeres ejerciendo una ciudadanía aún no plenamente realizada. Un
ejercicio en el cual las mujeres han aportado aspectos sustanciales
que han quedado recogidos en nuestra organización social como
avances colectivos, sin tener por ello el reconocimiento merecido.
Dos son los elementos que caracterizan a las aportaciones de las
mujeres que trabajan profesionalmente en este campo: uno es el
enfoque de género, es decir, tener en cuenta el impacto que sobre
las mujeres tendrá cada una de las opciones de planificación que se
hagan. De hecho, este enfoque no atiende sólo a las mujeres y sus
necesidades, sino que, al hacerlo, se está respondiendo a las
necesidades de colectivos vulnerables (niños y niñas, ancianos,
disminuidos), teniendo presente que la continuidad de la vida y la
calidad de vida de la totalidad de las ciudadanas y los ciudadanos
depende de que las respuestas satisfagan no sólo las necesidades
económicas, sino también las sociales.
El segundo elemento positivo que las mujeres técnicas han
introducido en el proceso de planificación es la implicación de la
comunidad, en especial de las mujeres, en el debate que ha de
permitir la selección de las mejores soluciones. Es así como se han
incorporado otros parámetros al diseño y a la gestión de la ciudad,
como la sostenibilidad y la seguridad.
El enfoque de género, la implicación de la comunidad, la
sostenibilidad y la seguridad son conceptos que podemos contar
entre los beneficios de la ciudadanía de las mujeres.
Fecha de referencia: 27-11-1998
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