Boletín CF+S > 46: El «nuevo paradigma» cumple 65 años > http://habitat.aq.upm.es/boletin/n46/arfer.html |
Salvar todos juntos el Planeta[1]
Hoy, con esta conferencia, tenemos la oportunidad de empezar a construir una nueva historia en la cual el crecimiento económico, la guerra contra la pobreza y el desarrollo sostenible se puedan alcanzar conjuntamente [...] Combatir el Cambio Climático también puede ser un negocio.Intervención de Felipe Calderón, presidente de México, en la conferencia de Cancún.
Desde los años noventa, hasta hace poco, hemos asistido a un
debate
mundial sin precedentes sobre la cuestión del
Cambio Climático, que se ha llegado a colocar en estos últimos años
como el principal problema de la Humanidad de cara al futuro. Nunca el
Capitalismo Global había dedicado tamaña atención a un problema
ambiental, cuando en general los había minusvalorado, o en todo caso
abordado
dentro de su lógica, debido a la dimensión de
ciertos impactos y a la presión social e institucional suscitada.
Llama la atención la tremenda atención internacional
—Naciones Unidas (NNUU)—, estatal, científica,
empresarial y social que ha despertado esta cuestión activada como
ninguna otra por los mass media, o por una gran parte de
ellos. Sin el concurso de los medios de comunicación de masas, y sin
el apoyo de muy importantes sectores de los poderes globales ligados a
ellos, este tema no habría adquirido nunca la dimensión que ha tomado.
No hace falta más que ver la atención que se dedica en los medios e
instituciones a la Crisis Energética o a la Crisis Ecológica, en general las
grandes olvidadas. Ahora que parece que se agota un poco este gran tema en la
escena internacional, tras el fracaso de las cumbres de Copenhague y Cancún
(aunque ésta se haya intentado vender como un éxito
), y que se asienta
paulatinamente la niebla que ocultaba ciertos intereses no directamente
confesados relacionados con el Cambio Climático, es quizás oportuno hacer un
balance del porqué de toda esta situación, de la deriva que ha tenido y que aún
puede tener. En el análisis que realizaremos a continuación no vamos a entrar
directamente en la gravedad del Cambio Climático en marcha, causado por el
despliegue del Capitalismo Global y la Civilización Industrial, que abordaremos
más en detalle en el próximo capítulo. Cambio Climático que, desde ya, no negamos
y, es más, creemos que será uno de los principales retos a los que tendrán que
hacer frente las sociedades humanas en las próximas décadas y siglos, pues
afectará de forma decisiva a la Biosfera (lo está haciendo ya). Sino que nos
centraremos en por qué se ha convertido durante casi veinte años, y en especial
en la última década, en el principal mantra ambiental mundial, que repetían gran
parte de las instituciones del Capitalismo Global, y en el que participaba
también un elenco enorme de ONG, el grueso del movimiento ecologista
internacional, y en menor medida otros movimientos sociales.
Nada ni de lejos
parecido, como decíamos, ocurre con la Crisis Energética o la Crisis Ecológica, y
como detallaremos más adelante, estas dos crisis son un problema mucho mayor a
corto plazo, a nuestro entender, para las dinámicas del Capitalismo Global que
el Cambio Climático; aunque éste lo será indudablemente en el futuro, en
especial en el medio y largo plazo, a pesar de que se manifiesten ya impactos
humanos y ambientales muy considerables a causa del mismo, sobre todo en las
zonas tropicales y el Sur Global. La Crisis Energética, ocasionada por el inicio
del fin de la era de los combustibles fósiles, es una amenaza inminente que
impedirá garantizar la necesidad de crecimiento continuo de un sistema basado en
la lógica de la expansión y acumulación constante. Lo cual supone el máximo reto
para la continuidad del actual Capitalismo Global. Y lo mismo podríamos decir
sobre la Crisis Ecológica, aunque su desafío quizás no sea tan perentorio. Así,
los graves problemas planteados por la disponibilidad futura de recursos
claves, la incapacidad de absorción de los desechos del metabolismo
urbano-agro-industrial por parte de los sumideros planetarios y la aguda
alteración que ya se está produciendo en muchos de los ecosistemas
mundiales, impiden el normal funcionamiento de los
servicios ambientales
de los que disfrutamos y que son
también claves para el
business as usual
del Capitalismo Global y Local. De hecho, el Cambio Climático forma parte
de esta Crisis Ecológica mundial, aunque tenga una muy importante dimensión
propia. Todo ello ya lo hemos abordado en otros textos y lo
profundizaremos más tarde (Fdez Durán, 2010 a y b). Pero ahora queremos
centrarnos en el porqué de esta anomalía que ha acontecido principalmente en las
últimas dos décadas. Es decir, cómo es que el Capitalismo Global, un sistema que
funciona de forma brutal y cada vez más centrado en el corto plazo, es más, casi
en la instantaneidad del momento, en su componente financiera, ha sido capaz de
desarrollar esta acusada conciencia ambiental
sobre el acontecer futuro y el
destino de la Humanidad, intentando implicarnos a todos en la «Salvación del
Planeta». Seguramente haya gato encerrado.
Conviene pues echar
sucintamente la vista atrás para ver cómo y cuándo surge este interés inaudito
por el Cambio Climático en marcha. En los años setenta, en plena crisis
multidimensional: energética, económica, monetaria, político-social y de
las relaciones de poder Norte-Sur y Oeste-Este, el debate público medioambiental
fundamental giró en torno a los límites de los recursos, esto es, los límites
ecológicos al crecimiento, y cómo no era factible el crecimiento sin fin
del
actual modelo en un planeta finito como la Biosfera. Y la discusión pública
también alcanzó de lleno a las dimensiones socio-institucionales de esta enorme
contradicción, así como a la pretendida bondad y neutralidad del
sistema ciencia-tecnología. Es decir, a las causas estructurales de los ya muy
importantes desequilibrios ambientales globales. Pero desde principios
de los años ochenta, en paralelo al paulatino despliegue del nuevo
Capitalismo Global con su dimensión neoliberal, asistimos a una
importante reorientación del debate en el espacio público
internacional, de la mano de nuevas instituciones creadoras
de pensamiento
o think tanks. La Heritage Foundation,
uno de los principales centros de pensamiento en la Era Reagan,
plantea abiertamente que no hay problemas de límites de recursos en su
publicación The Resourceful Earth (La Tierra repleta
de recursos) (Simon y Kahn, 1984). El libro expresa una
visión cornucopiana de una naturaleza desbordante de recursos naturales, con una
aproximación tecno-optimista respecto al uso de los mismos, negando la existencia
de límites biofísicos a la expansión del crecimiento económico y el progreso.
Ello coincide también con una importante bajada de los precios mundiales de la
energía, al intensificarse la extracción fósil por parte de Occidente en toda su
área de influencia, lo que erosiona el poder alcanzado por la
Organización de países exportadores de petróleo (OPEP) en los
setenta. Además, la nueva era de energía barata va a permitir una renovada
explotación de los recursos a todos los niveles, acrecentada por el desarrollo y
uso de las Nuevas Tecnologías de la Información y la
Comunicación (NTIC) que hacen más eficiente el uso de la Tecnología. Y es en ese
contexto, una vez que desaparece
la urgencia de abordar cambios estructurales
por los límites de los recursos, cuando se empieza a hablar del Cambio Climático
en marcha. Es decir, de alguno de los efectos y no de las causas de los
problemas ambientales. Se iniciaba una nueva época de crecimiento sin fin
bajo un nuevo Capitalismo Global financiarizado, y la agenda pública
internacional medioambiental cambia de forma acorde con ello.
lucha contra el Cambio Climático
Es curioso que una de las personas que cumpliera un papel trascendental en este cambio de tercio fuera Margaret Thatcher. Fue ella, una de las madres del nuevo Capitalismo Global y el neoliberalismo, la que introdujo en la política mundial la preocupación por el Cambio Climático. Tras la primera conferencia científica sobre el tema en Ginebra, en 1979, y su tratamiento también por el Informe Brundtland (Nuestro Futuro Común), en 1987, es Margaret Thatcher la que en 1988 convence al G-7 de la necesidad de alumbrar el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC), en el seno de NNUU; al tiempo que crea el Centro Hadley en el Reino Unido, una de las principales instituciones científicas globales en materia de clima, con el apoyo de la poderosa Royal Society of London, el más antiguo y uno de los principales centros investigadores mundiales. Previamente, Margaret Thatcher había procedido al cierre de las minas de carbón, enfrentándose y derrotando a un potente movimiento sindical, al tiempo que inicia una intensa explotación del petróleo y gas del Mar del Norte, e intenta relanzar el sector nuclear y armamentista, mientras que empieza a importar carbón del resto del mundo. En su discurso, la necesidad de reducir la emisión de CO2 implicaba el necesario cierre de la minería del carbón y la exigencia de impulsar la energía nuclear, por entonces muy cuestionada. En 1989 se ve apoyada en esta tesis por James Lovelock, autor de la Hipótesis Gaia, que planteaba que ante la urgencia del reto del Cambio Climático, la forma de luchar contra el calentamiento global era recurriendo masivamente a la energía nuclear. Y todo ello acontece justo después de que el Informe Brundtland empezara a acuñar el término Desarrollo Sostenible, que presidiría como leitmotiv la Conferencia de Río de Janeiro en 1992. Un concepto enormemente ambiguo que permitía ligar teóricamente los intereses de los sectores desarrollistas con los de los conservacionistas, si bien los de éstos quedaban en un muy segundo plano, pues sólo se decía que se podría garantizar la conservación ambiental si había el crecimiento económico y la riqueza suficiente para ello. De la Cumbre de Río surgiría también el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible, donde muchas de las principales empresas transnacionales mundiales se unen para tan loable fin (Meissan, 2010).
A lo largo de los años
noventa se empiezan a configurar dos mensajes contrapuestos en torno al
Cambio Climático en marcha, que respondían a dos estrategias distintas de
diferentes sectores corporativos mundiales, lo cual es el reflejo de una
división en las elites globales de entonces, es decir, del mundo occidental.
La que primero arranca, por así decir, es la campaña de los llamados
negacionistas, que se inicia tan pronto como el IPCC empieza a
funcionar, liderada por la Global Change Coalition (GCC), durante la
presidencia de Bush padre. La GCC está ligada fundamentalmente a las
empresas relacionadas con la extracción y uso de los combustibles
fósiles, sobre todo estadounidenses[3].
Es preciso recordar que el primer
informe del IPCC es de 1990. Aún así, esta campaña no logra frenar la
Convención Marco de NNUU para el Cambio Climático (CMNUCC) que saldría como uno de los acuerdos
principales de la Conferencia de Río de Janeiro, en 1992, apoyada también
por el Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible, y que
sería la primera piedra del camino hacia el Protocolo de Kioto
(1997-2004). Durante los años de la presidencia Clinton, con su
vicepresidente ecologista
Al Gore, los EEUU participan activamente en
el diseño del Protocolo de Kioto. De hecho, todo el planteamiento del
mercado de emisiones de CO2, uno de los elementos claves del Protocolo,
es promovido por Richard Sandor, inventor del mercado de derivados
financieros en los años 70 en EEUU (Lohman, 2008). Y lo mismo podríamos decir
de los llamados Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL). Es decir, el
enfoque pro-mercado del Protocolo gozaba del total apoyo de la
Admnistración Clinton, que de hecho da luz verde al mismo, así como del
respaldo de gran parte del mundo de Wall Street. La gran Banca de
Inversión (Goldman Sachs, Morgan Stanley, etc.) estaba claramente a
favor, debido a las importantes perspectivas de negocio del comercio de
emisiones (Noble, 2007). Sin embargo, estos años es un periodo muy activo
por parte del sector negacionista, que no sólo rechazaba el Cambio
Climático, sino que éste tuviera un origen antropogénico. Finalmente, los
republicanos lograrían frenar su aprobación en el Congreso, al final de
la presidencia Clinton, pues los demócratas habían perdido la mayoría en
la cámara.
A finales de los años noventa asistimos a la creación de las
primeras coaliciones corporativas de defensa del Protocolo de Kioto.
Entre ellas el Pew Center for Global Climate Change, dirigido por un
descendiente de Henry Ford y director ejecutivo de Lehman
Brothers. De hecho, la campaña favorable a Kioto que lanza el
Pew Center logra captar a alguna de las corporaciones petroleras
que hasta entonces militaban en el GCC, y que estaban
intentando vender otra imagen y disfrazarse de verde
,
entre ellas Shell y BP. Grandes petroleras europeas (mejor
dicho, británica y angloholandesa) que tienen que dirigirse a un
público más concienciado ambientalmente y a un movimiento ecologista que las
estaba sometiendo a creciente escrutinio como consecuencia de sus desastres
ambientales y sociales. Es más, BP plantea su nuevo lema:
Beyond Petroleum,
apuntando que buscaba continuar su actividad empresarial más allá
del negocio del oro negro, adentrándose en el campo de las energías
renovables. El Pew Center se declara a favor de los mecanismos de
mercado para enfrentar el Cambio Climático en marcha, que no sólo no
niega, sino que resalta que debe ser abordado sin dilación,
apuntando que las compañías que se comprometan en ello verán
reforzada su posición competitiva global. En 2000, el tema del
Cambio Climático llega con toda la fuerza al Foro Económico Mundial
de Davos, de la mano de Al Gore, declarando que es el mayor reto que
enfrenta la Humanidad. Y poco después, se crea otra alianza
corporativa en la que participan muchas transnacionales y empresas
financieras de ambos lados del Atlántico Norte: la Partnership for
Climate Action. El énfasis en la necesidad de los mecanismos de
mercado para hacer frente al Cambio Climático en marcha, y el papel
que podía jugar el gran mundo corporativo transnacional, eran
importantes en un momento en que ese mundo estaba siendo muy
seriamente cuestionado por el llamado Movimiento Antiglobalización.
Movimiento que irrumpe con fuerza después de Seattle (1999), con un
mensaje anticorporativo, contra las instituciones globales
—Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco
Mundial (BM), Organización Mundial del Comercio (OMC)—, y también de
corte ecologista: Nuestro Mundo no está en Venta
(Noble, 2007).
Es por eso por lo
que desde las principales estructuras de poder mundial se intenta
desactivar esta contestación generalizada, impulsando la necesidad
de lucha global contra la pobreza: Objetivos del Milenio (2000) y
contra el Cambio Climático en marcha (Protocolo de Kioto). Eso sí,
con un programa pro-mercado que para nada choca contra las dinámicas
del nuevo Capitalismo Global, sino que las refuerza, intentado
legitimarlas con políticas de Responsabilidad Social y Ambiental
Corporativa. Todo ello auspiciado desde NNUU, un organismo
internacional con mucha mejor imagen que las instituciones de
Bretton Woods (FMI, BM y OMC); aunque estas
participan por supuesto
en los encuentros donde se diseñan estas grandes directrices, y
gestionan además, como es el caso del Banco Mundial a través del
Fondo para el Medio Ambiente Mundial, los recursos que se movilizan
al amparo de la CMNUCC. Es pues un intento
también de desactivar la contestación global, mejorar la imagen del
mundo corporativo y tratar de ganar para las tesis pro-mercado a un
sector importante de los movimientos sociales mundiales, y sobre
todo al universo de las ONG. El mundo era claramente unipolar,
todavía, y el resto del planeta veía toda esta pelea corporativa
occidental (negacionistas vs
pro-Kioto
) desde la platea. Aparte
de que no le afectaba directamente, pues el Protocolo de Kioto solo
implicaba a los países desarrollados
. Si bien los Estados
periféricos se podían ver beneficiados
por los llamados Mecanismos
de Desarrollo Limpio, que permitían a los grandes actores económicos
occidentales compensar parte de su falta de reducción de CO2 en los
países centrales, con proyectos en países del Sur Global que
permitieran en teoría
reducciones globales de emisión.
Poco después llega George Bush Jr al poder (2001) y retira a EEUU
definitivamente del Protocolo, al estar básicamente apoyada su
presidencia en el sector negacionista. Sin embargo, los mensajes
pro-Kioto se van a intensificar en esos años, desde aquellos
provenientes de la comunidad científica, a aquellos otros promovidos
desde la Sociedad Civil
, pero activados muchos de ellos desde
arriba
. Es más, éstos lograrían arrastrar tras de sí y movilizar al
Star System mundial (conciertos por todo el planeta del Live Earth,
con Madonna, Bono y otros famosos globales en los
escenarios), al mundo de Hollywood (Una Verdad Incómoda de
Al Gore consigue un Oscar), y hasta a la academia sueca
de los Premios Nobel (que recaen también sobre Al Gore y el
presidente del IPCC). El mensaje de Gore no podía
ser más simplista, traduciéndose en que se podía enfrentar
el Cambio Climático sin cambiar sustancialmente nuestro
modelo de vida, a través de nuevos mecanismos de mercado y
soluciones tecnológicas. En cualquier caso, el alcance
mediático y social de su mensaje fue innegable, poniendo el Cambio Climático en
el frontispicio de las preocupaciones mundiales. En ese contexto, se convocan
días de acción global contra el Cambio Climático
(apagones ciudadanos y de los
principales edificios y monumentos mundiales), con un apoyo
institucional y mediático sin precedentes, a través de la Alianza para la
Protección del Clima, en la que participan activamente Al Gore
y WWF. Y es en
esa gran ola pro-Kioto que se logra aprobar, no sin tensiones, el Protocolo
(2004), así como iniciar más tarde el incierto camino hacia un posible Kioto-2,
que lograra incorporar a todos los Estados del planeta, eso sí, con
responsabilidades compartidas, pero diferenciadas. Pero en estos años se va
desarrollando también un movimiento ecologista contra el Cambio Climático
cada vez más activo y radical (Climate Justice Now), siendo Gran Bretaña uno
de sus epicentros, lo que incide también en el proceso de negociaciones en
NNUU y sobre muchos de los Estados.
La gran impulsora institucional del Protocolo de Kioto es
la Unión Europea. Sin ella, su aprobación hubiera sido sencillamente inviable.
Seguramente una de las razones principales de este protagonismo es la alta
dependencia externa de la UE respecto de los combustibles fósiles, y la
necesidad forzosa de reducir su consumo. Los países de la UE que lo
promueven son los de la UE-15, es decir, antes de la macro-ampliación al
Este, con una mayoría entonces de gobiernos socialdemócratas y
verdes
(Alemania, por ejemplo). Y logran la aquiescencia final de Japón, no sin tensiones,
así como de la Federación Rusa y los antiguos países de la URSS, en parte
por los beneficios que pudieran adquirir al introducir en el mercado de
carbono su excedente de emisiones (conocido coloquialmente como
aire caliente). Este excedente se debe al brusco colapso
sufrido por sus economías posterior al año 1990 (año base de
referencia para la reducción de emisiones), superior al 50%, que como
consecuencia produjo un nivel
de emisión muy inferior a lo emitido antes de dicha fecha, por lo que podían
vender ese aire caliente
a los países que superasen los límites
establecidos en el mercado de carbono establecido por el Protocolo de Kioto.
Lo cual implicaba ingresos potenciales para sus economías, que se
encontraban en una situación muy delicada tras la quiebra del Socialismo
Real y su compleja transición a la Economía de Mercado. Además, los países
de la UE-15, y muy en concreto Alemania, habían hecho una apuesta
importante para impulsar las energías renovables high-tech, industrializadas
o centralizadas, y querían aprovechar la ventaja competitiva a nivel
internacional que tal desarrollo les podía conferir en un escenario de
necesaria transición energética futura. Francia vendía también su menor
dependencia de los fósiles en la generación de energía eléctrica, por su
abultada apuesta nuclear. Y por otro lado, el Reino Unido pretendía
convertir a la City de Londres en el centro mundial del comercio de
emisiones, una manera de reforzar aún más su relevancia financiera
internacional, en un mercado todavía por desarrollar y que se aventuraba
gigantesco. De hecho, la UE crea un mercado de emisiones propio desde 2005,
como forma de ayudar a impulsar el comercio mundial de emisiones. La
tonelada de carbono, la mercancía a negociar, es una «mercancía
ficticia», como diría Polanyi (1989), es decir para nada resultado de un mercado
natural, y era preciso crear el marco institucional y regulatorio adecuado
para que se pudiera desarrollar este mercado de naturaleza artificial. En
este sentido, es curioso constatar la divergencia que en relación con el
abordaje del Cambio Climático mantenían EEUU y Gran Bretaña, cuando en el
resto de los temas estratégicos iban claramente de la mano, y cómo en este
caso Londres se acercaba interesadamente a Bruselas y a las principales
capitales europeas. Sobre todo en un momento en que el petróleo y el gas del
Mar del Norte empezaban a declinar. Es más, Blair encargaría un informe
sobre el Cambio Climático, el Informe Stern (2006), que abundaba en la
necesidad de ir más allá de Kioto y que tendría un gran impacto
internacional, al tiempo que pretendía ser un guiño a un potente movimiento
social interno en contra del Cambio Climático.
Así cabría preguntarse: ¿Cuáles son las diferencias más profundas (u ocultas)
entre la vía negacionista o contraria a Kioto
(grosso modo la de EEUU —de Bush Jr y en
menor medida de Obama—), pero también de ciertos países
anglosajones y los países de la OPEP, y la vía del Capitalismo Verde
High Tech pro-Kioto, de la nueva UE-27 y en bastante menor
medida del actual Japón? ¿Cómo se relacionan ambas vías con el gran
mundo corporativo transnacional occidental, y en especial qué tienen
que ver con la inminente Crisis Energética? ¿Son las
soluciones
de mercado para el Cambio Climático a pesar de
todo efectivas, o son tan sólo falsas soluciones
? ¿De qué
forma se relacionan las nuevas potencias emergentes, y el resto del
mundo, con la continuidad del tablero de juego político abierto por
Kioto-1? Sobre todo de acuerdo con lo que hemos ido viendo en las
cumbres de Copenhague (2009) y Cancún (2010), que significan la extrema
dificultad de acordar un Kioto-2 que alcance al conjunto del mundo.
¿Qué papel han cumplido y cumplen ahora los movimientos sociales, y
los Estados díscolos, en todo este desarrollo?
¿Cuál ha sido el nuevo desarrollo de las corrientes negacionistas o
escépticas, y qué impacto están teniendo? Y finalmente: ¿qué escenarios
posibles se abren de cara al futuro en este terreno, especialmente tras el
estallido de la Crisis Global y la inminente llegada de la Crisis
Energética? Son preguntas ciertamente complejas que es preciso intentar
responder, para poder comprender la diversidad y contradicción de los
enormes intereses en juego. Pongámonos pues a ello.
La vía negacionista del Cambio Climático y contraria a Kioto-1 triunfó claramente
con George Bush Jr, durante ocho años (2001-2009), mientras EEUU buscaba
controlar manu militari el Grifo Mundial del Petróleo (y el Gas) en el
llamado Gran Oriente Medio
con el fin de intentar asegurar un Nuevo Siglo
Americano, con los nefastos resultados que hemos apuntado. Y, más allá de la
superpotencia, esta vía se vio apoyada provisionalmente por países del mundo
anglosajón, como Canadá y Australia, con abundantes recursos fósiles en
explotación, así como desde fuera de los países centrales por los países del
Golfo Pérsico, que se oponían a un Kioto-2 global por razones parecidas.
Pero aún en este oscuro periodo dentro de EEUU, muchos actores estatales
(California, entre ellos) y empresariales, incluido parte del mundo de Wall
Street, así como la mayoría demócrata del Congreso (en la segunda mitad del
mandato de Bush), promovieron la necesidad de suscribir de una u
otra forma las orientaciones de Kioto, como una manera de enfrentar
un
Cambio Climático en marcha, que no se cuestionaba, y promover tímidamente
una necesaria transición energética. Esas dinámicas se fortalecen tras el
tremendo desastre del huracán Katrina, que reforzó el debate del Cambio
Climático en el espacio público. Y hasta el propio Bush al final de su
mandato se vio obligado a aceptar parte de estas presiones, incluida la
tremenda presión mediática internacional, y contemplar la posibilidad de
participar en el escenario de Kioto-2, si bien en un proceso nuevo,
protagonizado por EEUU con los grandes actores estatales mundiales, al
margen de NNUU. E incluso Australia y Canadá se incorporan a Kioto-1, tras
los cambios de gobierno respectivos. Igualmente, la llegada de
Obama desbloqueó en parte los frenos a la participación de EEUU
en un posible Kioto-2, dentro de NNUU, que en principio se iba
a dirimir en la cumbre de Copenhague (2009). Es más, Obama
impulsaría también la necesidad de promover las energías renovables
high tech, como parte de una conveniente transición
energética. Si bien las tremendas inercias internas y los frenos
institucionales (incluida la oposición republicana) hicieron que
Obama llegara a Copenhague con prácticamente nada concreto que
ofrecer para un acuerdo Kioto-2 ambicioso
, global y
vinculante.
Mientras tanto, la pro-Kioto UE veía surgir algunas voces empresariales
internas contrarias a Kioto-1, por cómo les podía afectar a su
competitividad internacional, y una oposición a seguir profundizando hacia
Kioto-2 por parte de varios de los nuevos países miembros de la UE-27, los
países del Este, aparte de por los nuevos gobiernos conservadores de la
antigua UE-15. Es más, algunos de sus dirigentes del nuevo Este
comunitario adoptan posturas claramente negacionistas
(Vaclav Klaus). Lo cual hace que la UE llegue a Copenhague con
una posición menos ambiciosa
que la expresada previamente por la Comisión. En cualquier caso, la UE
quedará totalmente ninguneada en las negociaciones de Copenhague, pues el
(No) Acuerdo de Copenhague se gesta entre EEUU y los grandes actores
emergentes (China, Brasil, India y Rusia), en un pequeño cenáculo al margen
de la Asamblea General de Estados. La oposición de China e India a un
acuerdo vinculante que las incluyera y condicionara fue determinante, sobre
todo por la gran dependencia del carbón que manifiestan ambos gigantes
poblacionales y por la desconfianza a que NNUU conozca y supervise sus
emisiones. Además, China ya se había convertido entonces en el principal
país emisor del mundo de CO2, aunque por supuesto no per cápita. El tablero
geopolítico mundial había cambiado sustancialmente desde que se iniciaron
las negociaciones que conducirían a Kioto-1, y el (No) Acuerdo de Copenhague
era un buen reflejo de ello. En Copenhague (2009) estábamos ya en un nuevo
planeta en donde Occidente ya no es el centro del mundo, es decir, ni EEUU
ni mucho menos la UE, que queda missing entonces. Además, al
(No) Acuerdo le surgen algunos Estados que lo rechazan de plano, como
algo impuesto por los poderosos, el llamado eje bolivariano o grupo
del ALBA (Venezuela, Bolivia, Ecuador, Cuba y Nicaragua), por lo que
el Acuerdo no se puede considerar tal, al requerir unanimidad
internacional. Las migajas económicas que consideraba el (No) Acuerdo
de Copenhague en relación con los países del Sur Global quedan pues en
el aire. Pero también el acuerdo político necesario para desarrollar
nuevas regulaciones, nuevas medidas y acuerdos tecnológicos (nuevos
mecanismos de captura y almacenamiento de carbono, por ejemplo) y
nuevos mercados (REDD[4]).
En definitiva, un desastre total
del camino iniciado con Kioto-1, y para la vía promovida por la UE de
Capitalismo Verde high tech. Los lobbys empresariales de todos estos nuevos
sectores ampliamente presentes en Copenhague (2009), se retiran de la cumbre
con el rabo entre las piernas. Y los más de 120 jefes de Estado (entre ellos
todos los grandes del mundo) se retiran también a sus cuarteles de
invierno en un clima de desánimo total. Esta cifra de asistencia de máximos
dirigentes, impensable en cualquier otra cita internacional, sólo se explica
por cómo se fue construyendo este tema desde los años noventa, y sobre todo por
la tremenda presión mediática, y por supuesto de los movimientos sociales y
de la movilización ciudadana, a lo largo de los últimos años. Nadie quería
hacerse responsable del descomunal desaguisado, pues el mundo entero tenía
puesta la vista en Copenhague, y los principales actores estatales globales
tiran balones fuera, culpándose unos a otros del fracaso.
Sociedad Civilque empieza en 1992
Por otra parte en Copenhague también se cierra un ciclo de intento de
implicación formal de la llamada Sociedad Civil mundial en las negociaciones
de NNUU. Un ciclo que se inició en Río de Janeiro en 1992. El éxito
cosechado en la capital carioca, que ayudó a legitimar los acuerdos de la
llamada Cumbre de la Tierra, se fueron trastocando poco a poco con el
tiempo. Primero, porque aunque en la concreción de los acuerdos de Kioto
(1997-2004) la dinámica negociadora logró arrastrar tras de sí a una parte
muy importante del movimiento ecologista internacional, especialmente aquel
más institucionalizado
, que llegó a apoyar su enfoque pro-mercado.
Conforme se empiezan a encarar las negociaciones para Kioto-2, esta
comunidad de organizaciones se distancia progresivamente de los magros
resultados previos a Copenhague, y posteriormente desborda claramente la
capacidad de simulación de participación de la Sociedad Civil
que había
establecido la propia cumbre. Lo cual obliga a la dirección de la misma a
expulsar a la gran mayoría de los representantes de la
Sociedad Civil
,
muchos de los cuales confluyen en el exterior con una muy amplia
movilización unitaria de los grupos que cuestionaban todo el marco de la
cumbre y sus contenidos (Climate Justice Now y sectores autónomos). Es
decir, que planteaban abiertamente que no es posible enfrentar el Cambio
Climático sin cuestionar el funcionamiento del Capitalismo Global
(System Change, not Climate Change!). Un sector en constante
crecimiento durante los últimos años. La fuerte represión policial que se ejerció contra
muchas de las movilizaciones de esos días fue el broche de oro que
certificó que la presencia del Ojo Público ciudadano ya no era para nada
bienvenida en un encuentro vacío de contenido y secuestrado por los
poderosos. Un ciclo sobre cómo gestionar la participación ciudadana en las
cumbres internacionales medioambientales parecía cerrado, y la imagen de
NNUU quedaba también muy seriamente dañada. Además, poco tiempo
después, Evo Morales convocaría una Conferencia Mundial de los Pueblos sobre Cambio
Climático que lograría reunir a más de 30.000 participantes de más de 140
países, en la que se denuncia todo el proceso y se aboga por la creación de
un Tribunal Mundial por la Justicia Climática, que aborde la Deuda Climática
y Ecológica histórica pendiente. Sin embargo, y no por casualidad, la
proyección mediática de dicha cumbre fue muy limitada. En cualquier caso, la
Cumbre de Cochabamba sentenciaría aún más la imagen de la Convención
Marco de NNUU sobre el Cambio Climático, sobre todo de cara a los movimientos
sociales, que se muestran particularmente activos en muchos países centrales
y en especial en América Latina y ciertos países de Asia. El Movimiento por
la Justicia Climática y Ambiental sale pues reforzado tras la debacle en la
capital danesa, al menos en apariencia, en un primer momento.
escepticismoclimático
Después de Copenhague, y hasta la última cita en Cancún, el globo en gran
medida mediático del Cambio Climático como problema estrella mundial se ha
deshinchado. Por un lado, por el tremendo fracaso que
significó la Cumbre de Copenhague. Por otra parte, por el recrudecimiento de
la Crisis Global y de sus impactos sociales y laborales, que hacen que las
cuestiones ambientales pasen a un segundo o tercer plano del interés
ciudadano. Pero, sobre todo, por la práctica desaparición de la
militancia
contra el Cambio Climático por los principales mass media, así como por el
auge reciente de las campañas negacionistas o
escépticas
en torno al
calentamiento global. Es decir, no sólo se ha perdido casi todo el apoyo
mediático pro-Kioto (1 y 2) de los últimos años, sino que han proliferado
los think tanks que cuestionan el Cambio Climático, y han arreciado las
campañas contra el IPCC. El Climagate en torno a los
correos de científicos de la Universidad de East Anglia para
presuntamente cargar las tintas de los informes del IPCC es
un buen ejemplo de ello, con amplias repercusiones
mediáticas. Hoy los defensores de la existencia de un Cambio Climático en
marcha están a la defensiva, la movilización internacional en general ha
caído fuertemente, mientras que los detractores están claramente a la
ofensiva. Y ello se refleja de forma meridiana en la opinión pública
ciudadana, junto con los otros factores que hemos mencionado. Lo cual es
especialmente cierto en EEUU, donde el auge de la extrema derecha
nacionalista y reaccionaria del Tea Party ha hecho bascular aún más la
opinión anti-Kioto de los republicanos, aparte de que Obama ha perdido la
mayoría de una de las Cámaras, haciendo aún más difícil cualquier progreso
en este sentido. Y es por todo ello por lo que la cita de Cancún no logra
atraer a casi ningún jefe de Estado de relevancia, al contrario que
Copenhague. Evo Morales es prácticamente el único que aparece
por Cancún. El cambio en sólo un año ha sido pues drástico. Se
esperaba muy poco de Cancún, y nadie se quería exponer otra vez al
fracaso.
unanimidaden el último minuto
A pesar de todos los malos presagios que rodeaban la Cumbre de Cancún, y su
incierto comienzo (Japón junto con Rusia y Canadá manifestaban su rechazo a
ampliar Kioto-1, EEUU y China a ir más allá de lo alcanzado en
Copenhague, etc.) al final se logra un acuerdo unánime
de la
Asamblea, arrollando a la delegación boliviana y rompiendo la alianza
bolivariana. Bolivia es la única que se opone al mismo y lo denuncia, pero
el acuerdo en principio es respaldado. Un acuerdo que tendrá garantías
jurídicas internacionales, a pesar de esta anomalía. El acuerdo acepta las
propuestas inconsistentes de recorte voluntario de hace un año en
Copenhague, que se presentaron por los Estados con posterioridad a la
Cumbre, aunque anima a elevarlas en el futuro. Acepta retóricamente el
compromiso de que la temperatura media de la Tierra aumente menos de dos
grados en el futuro, aunque llama a que se debería avanzar hacia el objetivo
de los 1,5º en el futuro (de acuerdo con las nuevas evidencias científicas y
la presión de los Estados insulares, los más afectados por el Cambio
Climático). Eso sí, sin concretar para nada cómo alcanzar estos
objetivos con las propuestas existentes que podrían significar incrementos
bastante superiores. Afianza la continuidad del proceso de negociación en el
seno de NNUU, es más, NNUU salva la cara, pero sin que tenga carácter
obligatorio todavía lo alcanzado. Y deja para 2011, en Durban (Sudáfrica),
la posibilidad de llegar a un acuerdo tipo Kioto-2 vinculante. Es decir, que
incorpore a todos los países del mundo con compromisos concretos, aunque
también se sigue trabajando con muchas tensiones para prorrogar Kioto-1, si
no funciona Kioto-2. La unanimidad
alcanzada en Cancún es un reflejo de
varias cosas. Primero, de que nadie quiere romper formalmente, o llevar el
estigma de haber sido el responsable de la ruptura, de cara a la opinión
pública
internacional. Segundo, la ausencia de compromisos tangibles y su
indefinición hacían fácil el acuerdo, pues cada cual puede ver reflejada su
postura, sobre todo los grandes (EEUU, China, Japón, Brasil e India), ya que
todo queda en el aire. Tercero, el Fondo Verde que se crea de 100.000
millones de dólares es un caramelo (envenenado) para los países del Sur
Global endeudados y dependientes de la financiación internacional, de ahí el
amplio apoyo de los Estados periféricos e insulares; dicho fondo para hacer
frente a los impactos del Cambio Climático estará bajo la supervisión del
ecologista
Banco Mundial. Cuarto, lo acordado en Cancún supone salvar las
bases jurídicas para los mercados de carbono y ampliarlas a otras medidas
pro-mercado (que luego comentamos), el objetivo principal de la UE, aunque
también de otros actores estatales y empresariales, al tiempo que se evaden
compromisos ambiciosos de reducción. Y quinto, las cuestiones relativas a la
llamada Justicia Climática quedan cada vez más diluidas, lo que satisface
especialmente a los Estados centrales. Por último, los movimientos sociales
que cuestionaban la Cumbre fueron mantenidos lejos del recinto oficial, en
espacios muy poco habitados, aparte de que mostraron una considerable
división interna, y el acceso a la cumbre oficial estuvo seriamente
restringido a las organizaciones sociales, con lo que las voces
contestatarias quedaron muy marginadas. Justo lo contrario que en
Copenhague. Hecho que ayudó también al éxito
de Cancún. Un
éxito
que ha sido saludado también por la mayoría de las
grandes ONG ambientalistas y de cooperación (Cotarelo, 2010;
Kucharz, 2010).
El proceso comenzado con Kioto
ha ido abriendo y profundizando las dinámicas de privatización y de mercado,
que se justifican como la vía idónea y única para enfrentar
el Cambio
Climático. Empezando por los mercados de carbono y los Mecanismos de
Desarrollo Limpio (MDL), que ya tienen unos años de vigencia. Estos han
servido fundamentalmente para no forzar las reducciones en origen (en los
países centrales) por parte de los grandes actores contaminantes, al
tiempo que se facilitaba la compensación de las emisiones en proyectos de
Desarrollo Limpio
en países periféricos. Proyectos muy impactantes en
muchas ocasiones (grandes hidroeléctricas, grandes parques eólicos,
incineradoras, destrucción de CFC, plantaciones forestales, etc.),
que se convertían también en importantes negocios para las empresas y
Estados del Norte que los impulsaban, y que suponían cierta entrada de
divisas para los países del Sur Global (incluida China que se ha beneficiado
de ellos hasta ahora). Pero el ámbito de estos proyectos de
Desarrollo Limpio
se ha ido ampliando con el tiempo, incluyendo primero
las cuestionadas actuaciones a favor de los agrocombustibles, hasta
recientemente los proyectos de Reducción de Emisiones al evitar la
Deforestación y la Degradación de los bosques (REDD) y las actuaciones de
Captura y Almacenamiento de Carbono (.) Estas últimas se han ido incorporando
en Bali y Copenhague y sobre todo en Cancún, con distintos niveles de
acuerdo. Y todos ellos se justifican en base a la reducción de emisiones que
comporta su ejecución. Reducciones más que cuestionadas en el caso de los
agrocombustibles (por el balance energético neutro o negativo que presentan
algunos), aparte de todos los impactos colaterales sociales y
ambientales que conlleva esta nueva expansión de la agricultura
industrializada, a pesar de haber sido presentados como los grandes
«Salvadores del clima». Reducciones
que en el
caso de los REDD suponen una
seria amenaza para la permanencia del actual estatus de las selvas tropicales
que aún perduran, y de las poblaciones indígenas que los habitan, que son
los que los han mantenido hasta ahora, aparte de que posibilitan también la
promoción de monocultivos forestales industrializados de alto impacto
ambiental. Pero, eso sí, los países tropicales recibirán una lluvia de
dinero público y privado, al privatizar (o estatalizar) la propiedad comunal
de las tierras, lo que beneficiará también a sus elites gobernantes y
empresariales (caso de Brasil, Ecuador, Venezuela, etc.), expulsando a sus
habitantes. De ahí el apoyo masivo al acuerdo descafeinado de Cancún, y la
razón quizás de la ruptura del eje bolivariano. Pero es preciso recordar
también que la privatización (o estatalización) de los bosques del Sur
Global puede poner en peligro la satisfacción de las necesidades
energéticas básicas de unos 2.000 millones de personas que dependen del
acceso comunitario a la biomasa. Finalmente, los proyectos de
CAC ven la luz verde como forma de ayudar
a
reducir emisiones, dando respuesta a los poderosos intereses empresariales
(ingenierías, consultoras, industrias, etc.) que se relacionan con estas
actuaciones de gran complejidad tecnológica e infraestructural, y que han
sido asistentes habituales a las últimas cumbres sobre el Cambio Climático,
actuando como poderosos grupos de presión a favor de sus
intereses[5].
En definitiva, para que todos estos fabulosos mercados artificiales, en
torno a estas mercancías ficticias
, se lleguen a desarrollar en el futuro, es
preciso el acuerdo político en marcos como las conferencias del clima de
NNUU. Si no, no serán factibles. Pero también las cumbres del clima se
convierten en un verdadero zoco para grandes aseguradoras, compañías de
prevención de desastres, empresas de software sobre nuevos sistemas de
información y análisis climático, etc.
Asimismo, desde hace unos años
asistimos a una gran presión de ciertos intereses empresariales y estatales
para que se incorpore también al proceso de la CMNUCC
propuestas aún más demenciales, como
todas aquellas que podríamos agrupar en el ámbito de la geoingeniería (el
CAC, es una de ellas, a la que ya se le ha dado en principio la luz
verde). Desde fórmulas artificiales (virutas de hierro) para
estimular el plancton marino, con el fin de ayudar a absorber más
CO2, al blanqueamiento químico de las nubes para reflejar la luz solar hacia el
espacio, pasando por los cultivos transgénicos resistentes al Cambio
Climático, y muchas otras más. En este terreno está entrando de forma
abierta últimamente los llamados sectores negacionistas. Es más, para
ellos la geoingeniería puede ser el verdadero Plan A, no B, pues es la
solución perfecta, no hay que cambiar nada, y se puede seguir contaminando y
emitiendo (Ribero, 2010). No hace falta pues reducir las emisiones, sino tan
solo adaptarse y de paso beneficiarse de la nueva situación climática
creada. La creación del Global Adaptation Institute en EEUU, del
que será uno de sus directivos el ecologista sensato
José María Aznar (según su
última autodefinición), va en esa dirección. Sin embargo, por ahora,
las propuestas más descabelladas de geoingeniería han sido rechazadas por la
CMNUCC, aunque como decimos ya han dado el visto bueno para que puedan ser
considerados como MDL los proyectos de Captura y Almacenamiento de Carbono.
Son estos costosos y complejos proyectos los que intentan hacer pasar y
legitimar como carbón limpio
la creciente utilización de este combustible
fósil en el siglo XXI, con recursos cada vez de peor calidad y más
contaminantes. Pero su utilización para generar energía eléctrica pueda
llegar a duplicar los costes de producción (Heinberg, 2009), aparte de
acelerar el agotamiento de los combustibles fósiles en la creación de la
tecnología e infraestructura compleja que necesitan, por lo que no es de
prever que se generalicen. Antes al contrario, la dictadura de la energía
neta
que impondrá la inminente Crisis Energética hará que muy probablemente
se abandonen. Pero, mientras tanto, los sectores empresariales relacionados
con su posible aplicación celebran lo acordado en Cancún. Finalmente, el
sector nuclear queda también por el momento fuera de los MDL, aunque no se
sabe por cuanto tiempo, pero las empresas eléctricas con nucleares e
hidroeléctricas reciben verdaderos beneficios caídos del
cielo
(windfall profits), pues se benefician del precio de
CO2 porque sube la tarifa, y sus instalaciones están ya más que
amortizadas. Además, el sector nuclear ve mejorada su imagen, pues no
emite CO2, nos dicen falsamente, y
ayuda a «enfriar el Planeta». Todo ello en un momento en que se quiere
relanzar la energía nuclear debido a la Crisis Energética. Así que todos
contentos mientras que se lucha
contra el Cambio Climático; eso sí, sin
conseguir reducciones mínimamente significativas en los países del Anexo 1
(los desarrollados
que han suscrito Kioto), es más, en muchos casos se dan
aumentos, y eso que han deslocalizado a escala global gran parte de su
industria desde 1990. Esa es la razón, junto con el paralelo e intenso
crecimiento de los Estados emergentes, y la explosión del transporte
motorizado global, por la que las emisiones a escala mundial han subido un
abultado 40% desde esa fecha. Y eso que se produjo en esta etapa el colapso
del Socialismo Real. Tan solo la Crisis Global ha logrado reducir las
emisiones en 2009.
Da la impresión de que las estructuras claves del Capitalismo
Global están en contra de una guerra abierta por unos recursos fósiles a
punto de iniciar su declive, su problema más inmediato, sobre todo en el
caso del petróleo, pues eso significaría el fin del actual Capitalismo
Global, altamente interdependiente y financiarizado. Muchísimo más de lo que
alcanzó a ser en los años treinta del siglo pasado, cuando una Gran Depresión y
la desarticulación y ruptura del mercado mundial lo arrastró hacia el abismo
de la Segunda Guerra Mundial. Hoy un escenario así sería aún mucho peor, y
las elites globales lo saben, y los principales Estados también. Es por eso
por lo que parece que desde el puente del mando del Capitalismo Global
(grosso modo el Mundo de Davos) hubieran apostado hace tiempo (desde finales
de los años noventa) por conseguir, por así decir, la cuadratura del
círculo. Es decir, impulsar una transición energética acorde con la lógica
del modelo, basada en el crecimiento y acumulación constante, y en el
consumo energético sin freno
al tiempo que se garantiza una creciente
expansión del capitalismo financiero, pues no en vano esa es la lógica
principal que lo preside desde hace años. Lo primero, a través de múltiples
vías: por supuesto recurriendo a todo tipo de petróleo y gas natural,
convencional (cada vez más escaso) y no convencional (mucho más caro), así
como a agrocombustibles, nucleares y carbón a diestro y siniestro, aparte de
a una intensificación de las energías renovables (hidráulica, eólica, solar,
y de biomasa), pero también intentando reorientar en la medida de lo
posible los precios relativos de las mismas, para garantizar una transición
hacia un nuevo mix energético, con menor peso de los fósiles, pero aún más
abultado e imposible en el medio plazo. Lo segundo, es decir, la expansión
de la dimensión financiera, mediante el desarrollo de nuevos mercados y
sobre todo del comercio de emisiones. Y especialmente animando a los Estados
del mundo a progresar por esa vía. Kioto-1, y Kioto-2 (a escala mundial),
pretenderían ambas cosas. Pero en el fondo todos los Estados, sobre todo los
grandes, en la trastienda, se preparan por si acaso para la guerra abierta
por los recursos. Es lo que hizo la Administración Bush estos años atrás, y
continúan haciendo Washington y la OTAN. Y no hace falta también más que ver
el intenso crecimiento de los presupuestos militares de los grandes actores
estatales mundiales. Por supuesto, en Occidente, EEUU y UE, pero también en
todos los Estados del G-20, especialmente en los nuevos actores emergentes
(China, India, Brasil, etc.), y en general en todos los Estados
OPEP, para proteger sus recursos e intereses. Con nuevas y
cambiantes relaciones entre todos ellos, y en las que los vínculos de
aprovisionamiento y dependencia militar cobran una tremenda
importancia.
Pero, entonces, ¿por qué hablar
tanto de Cambio Climático y no de recursos energéticos fósiles escasos?
Tiene quizás toda su lógica. Aparte de que el Cambio Climático sea un
gravísimo problema que habrá que abordar en el futuro, se quiera o no, llama
la atención que las propuestas de reducción de emisiones que se barajan de
cara al futuro coincidan grosso modo con la curva de declive fósil (petróleo
más gas natural, las más apremiantes. Ver figura 1); es decir,
conseguir el máximo global de emisiones antes de 2020 y que baje a la mitad
en 2050. La reducción obligada en esa cuantía de las emisiones implica un
esfuerzo muy fuerte para el que es preciso intentar movilizar y concienciar
a las distintas sociedades. No es para nada fácil lograrlo. Sobre todo
cuando no se está dispuesto a hacerlo, porque choca con la lógica del
sistema. Pero en todo caso permite ensayar esa transición energética, basada
como decíamos en la cuadratura del círculo, pues además en ningún caso se
contempla la reducción del consumo energético global. Es más, se apuesta por
seguir aumentándolo, aunque el problema es cómo, pues no hay Plan B a la
energía fósil factible ni disponible. Además, el discurso de la lucha contra
el Cambio Climático enlaza con otros componentes fundamentales de la lógica
del Capitalismo Global. La adecuada gestión del miedo al futuro se garantiza
con la necesidad de más Estado (lo que atrae a los sectores progresistas)
para hacer frente a los problemas climáticos, de más Mercado para
posibilitar nuevas áreas de crecimiento y negocio que los
aminoren
, y de más Tecnología para hacer todo ello
factible (dentro de un enfoque tecno-optimista y de creciente
mercantilización de la ciencia). Pero sobre todo con mucha más
burocracia ambiental, pública y sobre todo privada. Los enfoques de la
nueva lucha
contra el Cambio Climático requieren cada vez
más de una creciente especialización y complejidad, pues son cada día
más difíciles de entender, a no ser por los expertos (tipos de gases de
invernadero, porcentajes de emisiones, niveles de concentración
—ppm—, grados de variación de temperatura, MDL, mecanismos
REDD y CAC, Biochar, impactos climáticos,
territoriales, ambientales y sociales, etc.).
En definitiva, el mensaje de la lucha
contra el Cambio
Climático nos interpela acerca de la necesidad de transformar nuestras
formas de vida, pero sin necesidad de verdaderos cambios radicales, de
acuerdo con el discurso oficial dominante, y sobre todo sin poner en
cuestión el crecimiento económico y las estructuras de propiedad
existentes. Mientras que el inicio del fin de los combustibles fósiles
implicará que cambiaremos de formas de producción y de
vida, querámoslo o no, de forma seguramente traumática y que se inaugurará una
nueva era de decrecimiento sin fondo y sin fin, así como muy probablemente un
colapso financiero generalizado, como hemos apuntado
(Heinberg, 2006; Bermejo, 2008; Fdez
Durán, 2010 b). Un mensaje imposible de asumir y de vender,
pues choca contra la propia esencia del Capitalismo Global. Es pues más
sencilla de vender la imagen buenista
de la lucha
indolora contra el
Cambio Climático, máxime si se la acompaña de lemas como la necesidad de
«Salvar todos juntos el Planeta», consiguiendo además la máxima
colaboración interclasista y llamando a enterrar la lucha de clases
durante más de diez años, pues todos estamos en el mismo barco y el
esfuerzo común bien vale la pena. Es ahora o nunca. Y todo ello
sin cuestionar el Capitalismo Global, pues no sólo «no hay
alternativa» sino que otras posibles vías nos pueden distraer de la tarea
prioritaria: «Salvar el Planeta». Además, la lucha
contra el Cambio
Climático puede justificar también la aplicación de nuevos impuestos y
medidas de austeridad, para los de abajo, algo muy funcional en el
actual marco de crisis fiscal del Estado. Por último, la lucha
(o no)
contra el Cambio Climático inaugura una nueva fase del control
ideológico de masas y de gestión a gran escala de los factores vitales
de la Sociedad Industrial. Es decir, nuevas formas de
«biopolítica» como nunca podría haber imaginado
Michel Foucault (1976).
Después de dos años de
cierta tregua, el petróleo ha vuelto a escalar bastante por encima de
los 90 dólares el barril, tras el máximo histórico cercano a los 150
dólares de julio de 2008. La subida es constante desde hace unos
meses, habiéndose más que duplicado el precio en algo más de un año.
La OPEP ha manifestado que no va (no puede) incrementar la oferta
mundial de crudo,
lo cual augura un recrudecimiento aún mayor del precio del oro negro en
el futuro. Estamos en la meseta turbulenta del pico del petróleo sobre
la que han alertado muchos analistas. Y muy probablemente a punto de
iniciar el declive global definitivo de petróleo (no solo del
convencional, que empezó en 2005, sino también del no
convencional y de todo tipo de líquidos similares al crudo). Es
decir, la Crisis Energética mundial ya está aquí, el inicio del fin de
la Era de los Combustibles Fósiles, el final de la energía abundante y
barata para siempre, y todo ello irrumpirá con una fuerza inusitada en
el futuro. Lo cual agudizará sustancialmente la Crisis Global
multidimensional en marcha, sobre todo por quién pagará los costes de
todo ello, como hemos analizado (Fdez Durán, 2010 b). ¿Qué puede
significar esto? Pues sencillamente que el orden de los factores se
trastocará bruscamente. La Crisis Energética mundial, y el colapso
financiero y económico que la acompañarán, pasarán a ocupar ya
definitivamente el primer plano de la actualidad política, social,
económica y mediática, y el problema del Cambio Climático pasará a
ocupar un plano bastante más secundario del que ha desempeñado ya en
este último año, tras el gran fracaso de la Cumbre de Copenhague y el
apagón mediático consiguiente. Además, en ese contexto será normal que
las campañas negacionistas o escépticas
se
intensifiquen, que se profundice el Business as Usual y se
abandone todo aquello que pueda encarecer la obtención y generación de
energía (incluidos por supuesto los mecanismos de Captación y
Almacenamiento de Carbono), y que
las distintas sociedades mundiales, y mucho más sus estructuras
políticas, no estén para prestar atención a los gravísimos problemas
del Cambio Climático a medio y largo plazo, pues se hallarán absolutamente
entre la espada y la pared como resultado del agravamiento de la Crisis
Global. Por otro lado, ¿a quién le va a interesar el incremento de la
temperatura y la subida del nivel del mar en el 2050, cuando se queda
sin trabajo, no puede llegar a fin de mes, está endeudado hasta las
cejas, le desahucian del piso, le quitan la protección social, le
reducen drásticamente las pensiones, se dispara el coste de la vida, le
encarecen y disminuyen los servicios públicos, etc.? Eso en
Occidente, donde la agudización de la Crisis Global será aún más acusada
en el corto plazo (ya lo está siendo). En los países emergentes, que
crecerán quizás más durante un cierto tiempo (ya lo están haciendo
también), antes de afrontar también una crisis profunda como
resultado de la agudización de la Crisis Global, la situación será
similar, pues en general el debate en el espacio público ciudadano en
torno al Cambio Climático ha sido y es menos intenso. Y eso por no hablar del
Sur Global sin recursos fósiles, donde a su propia y dura condición periférica
se sumará el fuerte impacto del incremento del precio de la energía. Eso sí, ya
hay espacios del Sur Global que están sufriendo con especial intensidad los
embates del Cambio Climático en marcha (y en algunos espacios centrales también:
el Mediterráneo y el Caribe y Golfo de México, por ejemplo), pero ello afecta a
las poblaciones más débiles y sin voz, mientras que las elites aceptan y se
benefician de las migajas que les ofrecen en Cancún.
En definitiva, en el mejor
escenario posible, se impondrá poco a poco un debate político-social sobre las
causas profundas de una quiebra sistémica que no hará sino acentuarse, aunque
quizás pasará un tiempo considerable antes de que ello se haga evidente. Y eso
si sabemos sortear asimismo los escenarios de guerra civil molar y molecular que
impulsarán las estructuras de poder para fomentar la guerra del todos contra
todos entre los de abajo, con el fin de que no se cuestionen las relaciones
verticales de poder, al tiempo que caminamos progresivamente a escenarios de
guerras cada vez más abiertas por los recursos. En esas circunstancias, llamar a
la población mundial a superar las diferencias abismales sociales existentes
entre ellas, y agravándose aún más por momentos en su interior, para
«Salvar Todos Juntos el Planeta», y sobre todo algo tan abstracto como el Clima Global,
suena a chiste. Y máxime si lo promueven el Berlusconi, Sarkozy,
Putin, Rajoy o Zapatero de turno, que por otro lado no lo harán. Quizás
es muy duro decir esto, pero esta será cada vez más la cruda realidad. Es
por ello por lo que pensamos que las posibilidades reales de que la
próxima cumbre en Durban dé algún resultado concreto, y que éste sea
mínimamente positivo, son prácticamente nulas. Y, además, más vale que sea
así, tal y como está pensada la CMNUCC y toda la parafernalia que la ha
ido acompañando y recubriendo en los últimos años. Es quizás mejor que
muera de muerte natural, pues ni sirve para luchar
contra el Cambio
Climático en marcha, ni promueve ninguna mínima vía de un cambio sistémico
totalmente necesario que enfrente las causas profundas de los
desequilibrios globales. Es más, las oculta y las profundiza, aunque haya
permitido popularizar la amenaza del Cambio Climático en marcha. Así que
no debe ser ningún problema, a nuestro entender, dar este proceso por
concluido y bien enterrado cuando ocurra. Solo así podrá alumbrarse algo
nuevo. La sucesión de cumbres sobre Cambio Climático que ha ido
recorriendo en estos casi veinte años el planeta ha dado de sí todo lo
que podía dar, engendrando un monstruo cada vez más insensato e
inmanejable. Los miles, o mejor dicho, decenas de miles de asistentes a
las mismas recorriendo miles de quilómetros y contribuyendo también al Cambio
Climático en marcha, se verán dentro de no mucho tiempo como algo
totalmente exótico, que aconteció en los años de la Belle
Époque previos a la Quiebra del Capitalismo Global y el inicio del
Largo Declive de la Civilización Industrial.
Como dice el refrán: no hay mal que por bien no
venga. El agotamiento de la lucha
contra el Cambio Climático y el
fracaso de las soluciones
institucionales para abordarla pueden ayudar
a abrir, como hemos dicho, nuevos escenarios que para nada serán fáciles,
pero que aportarán quizás otro aire fresco de cara al futuro. De hecho,
algo así ya venía aconteciendo en los últimos años, cuando el Movimiento
por la Justicia Climática Global crecía al margen y en gran medida en
contra de las dinámicas institucionales de la CMNUCC, al tiempo que
lograba ir erosionando poco a poco el apoyo incondicional que el mundo de
las ONG ambientalistas habían concedido al proceso de NNUU, pues éstas
habían sido abducidas por él. Es más, el Movimiento por la Justicia
Climática Global ha incorporado a nuevos y activos actores como Vía
Campesina, que plantea que son los mundos campesinos e indígenas
tradicionales (todavía unos 2.000 millones de personas a escala global) los
que verdaderamente enfrían el Planeta, por su bajo consumo energético y
carácter no industrializado. Pero habrá que ir más allá, bastante más
allá, pues el propio movimiento ha caído también en cierta medida en
primar el enfoque sobre los efectos y no sobre las causas de los
problemas. En el sentido de que se ha centrado de forma preponderante en
los problemas relacionados con el Cambio Climático, pero no ha puesto
tanto énfasis sobre la Crisis Energética y Ecológica en ciernes, aunque éstas se
mencionasen y subrayasen en muchos casos como parte de la crítica al actual
Capitalismo Global. Es más, el Cambio Climático es un resultado de la Crisis
Energética y un componente de enorme importancia de la Crisis Ecológica, que
incide a su vez en ella. Es preciso pues cambiar el enfoque porque estamos
entrando ya de lleno en un escenario absolutamente nuevo y prolongado, y es
conveniente no quedar atrapados por un terreno de juego de otra época (a pesar
de hablar del Cambio Climático), y que han definido los poderosos con
otros intereses. Además, la única forma de hacer frente al Cambio Climático en
marcha es transformar de raíz un sistema urbano-agro-industrial mundial
totalmente injusto y depredador (System Change, not Climate
Change, como se decía en las calles de Copenhague) y esto probablemente no se logre sin
un fuerte y complejo impulso transformador de las formas de vida y producción,
mediante su relocalización y desmercantilización, desde abajo y al margen y
en contra de las estructuras de poder existentes, aunque lidiando e
influyendo sobre ellas en la medida de lo posible
(Abramsky, 2010). No temamos pues romper con las dinámicas
impuestas por las CMNUCC para poder
caminar hacia Otros Mundos Posibles. Es más, celebremos y precipitemos su
fracaso, y en todo caso impulsemos su transformación profunda. Su
modificación total. En este sentido, la existencia de un espacio multilateral
para poder lidiar con los inminentes escenarios de escasez energética de una
forma que no sea una guerra abierta por los recursos fósiles, de
consecuencias imprevisibles, cobra una especial relevancia. Un punto de
encuentro de Estados, instituciones internacionales y también, por qué
no, de movimientos que impida una debacle peor que la Segunda Guerra Mundial. Y una
manera de iniciar una transición energética lo más justa y sustentable
posible, algo que de verdad permitirá impulsar la lucha contra el Cambio
Climático en marcha, al tiempo que se abordan también las Crisis Social y
Ecológica. Por supuesto es algo que va contra la lógica de las estructuras de
poder dominante, en fuerte competencia entre sí, pero hay quizás
posibilidades de alcanzarlo. Muchos autores, y en concreto la Asociación por
el Estudio del Pico del Petróleo (ASPO, en sus siglas en inglés) ya han
propuesto algo así: El Protocolo de Agotamiento del Petróleo
(Heinberg, 2006 y 2008), que puede ser una vía para ayudar en esa transición
energética justa y sustentable. Una vía para nada única pues debería ser
acompañada y completada con una constelación de luchas sociales que ponga en
cuestión la lógica del funcionamiento del Capitalismo Global y las
estructuras de propiedad sobre las que se sustenta. Es tiempo pues de pegar
un giro de 180º al proceso de Kioto, lo cual no se podrá hacer sin una fuerte
concienciación y presión ciudadana mundial, algo por ahora en general
inexistente. Es preciso pues construir desde abajo todo ese tejido y debate
social, que impulse al mismo tiempo la transformación paulatina y radical del
sistema desde la base, pues serán estas dinámicas las que ayuden a presionar
para que se pueda crear, en su caso, ese espacio multilateral mundial, con el
objetivo de que no se precipite una debacle gigantesca antes de que irrumpa
aún con más fuerza el Cambio Climático en marcha. La tarea es pues ingente,
pero posible, pues el Emperador está Desnudo.
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[1]: Este texto es parte de un capítulo del libro en redacción por el
autor: La Quiebra del Capitalismo Global: 2000-2030. Enfrentando el
inicio del colapso de la Civilización Industrial. He pensado que puede
tener interés su difusión por la trascendencia del tema, y más aún después
de lo acontecido en Copenhague, en 2009, y en Cancún, en 2010. Agradezco los
comentarios recibidos por Luis González, Tom Kucharz,
Kolya Abramsky, Iván Murray y Ana P. Fernández, así
como el apoyo de la Fundación Deep Ecology y del Trans-National
Institute. Finalmente, doy las gracias también a Chusa Lamarca por
la corrección final del texto y el diseño electrónico del mismo.
[2]: Miembro de
Ecologistas en Acción.
[3]: La Global Change Coalition
está formada por unas cincuenta corporaciones del petróleo, gas y carbón, así como
del sector del automóvil y químico, destacando el papel de Exxon Mobil.
Y la agresiva campaña mediática está diseñada por Burson-Marsteller,
una de las empresas mundiales clave en la industria de las relaciones
públicas.
[4]: Acuerdos para impulsar la
reducción de emisiones a través del freno a la deforestación y
degradación de bosques, que luego comentaremos.
[5]: Los proyectos CAC están apoyados fundamentalmente por la
UE, y muy en concreto por Gran Bretaña, y por los países
OPEP. La UE ha
establecido ya importantes líneas de financiación para realizar
diversos proyectos piloto en colaboración con la gran industria,
empresas de extracción fósil y de generación de energía eléctrica.
Boletín CF+S > 46: El «nuevo paradigma» cumple 65 años > http://habitat.aq.upm.es/boletin/n46/arfer.html |