Como preámbulo a este artículo, quiero dejar claro que mi visión de los
movimientos sociales madrileños es limitada, pues excluyo de esta
perspectiva a movimientos tan importantes como el obrero y otros, sobre los
que no tengo la suficiente información como para hacer una valoración
adecuada.
En los últimos años se ha producido un cierto resurgir de los
movimientos sociales en Madrid, muy por debajo todavía del nivel que
requieren los problemas que van surgiendo en nuestra sociedad. Es lo
que gráficamente plasmaba una pancarta en una de las movilizaciones
contra los parquímetros, la cual rezaba «gracias Gallardón por
habernos despertado».
Junto a este resurgir, se ha producido un grado de continuidad que no
se conocía en los años anteriores. La lucha de los trabajadores de
Sintel de años pasados mostró cómo la combatividad y la
continuidad son elementos decisivos para conseguir algo. En Madrid
surgen y han surgido muchos movimientos puntuales que el tiempo ha
disuelto como azucarillo en el agua. Sin embargo, han aparecido otros
que han sido capaces de permanecer durante más de un año, con un grado
de combatividad y movilización importantes. Como ejemplos citaré el de
los vecinos contra los parquímetros en la periferia de la
ciudad, y el de los jóvenes por una vivienda digna.
Con todas sus debilidades y contradicciones, el primero de ellos,
lejos de haber sido derrotado, ha impedido, al menos por ahora, la
pretendida extensión de los parquímetros a toda la ciudad,
en un afán por convertir el aparcamiento en superficie en suculento
negocio para las empresas (constructoras) concesionarias, y para el
Ayuntamiento (para afrontar nuevas obras especulativas). Un negocio
que lejos de ser una solución ha conseguido todo lo contrario, causar
nuevos problemas a los vecinos afectados. Y a pesar de la lectura
intencionada que pudiera hacerse de los resultados electorales, este
movimiento no ha sido derrotado.[1]
El de la vivienda ha mostrado la capacidad de movilización
de unos jóvenes a los que se trata de catalogar como nuevos pasotas. Y
aunque todavía no ha conseguido resultados, ha sido capaz de poner
entre los primeros lugares de la agenda política el problema del
acceso imposible a la vivienda de capas cada vez más extensas de la
población juvenil, y no tan joven. A pesar de sus contradicciones
internas, este movimiento ha sido capaz de permanecer en el tiempo, e
ir tejiendo una red de asambleas locales, muy débiles todavía, pero
que pueden ser el embrión de una importante organización que sustente
unas movilizaciones que deberán crecer con el tiempo.
Otros movimientos han librado batallas muy dignas, y quizá no hayan
conseguido más éxitos por la falta de apoyos de los demás. Puede ser
el caso de las plataformas por los servicios públicos, como la
defensa del Hospital Severo Ochoa como referencia más
significativa y elocuente.[2]
Se detecta también entre los movimientos unos intentos de relación que
permiten a corto plazo un intercambio de experiencias y una generación
de confianza entre sus dirigentes. Estos acercamientos, si continúan,
permitirán un ‘pensar globalmente’ y potenciar mutuamente las
movilizaciones y sus organizaciones.
En estos últimos años han surgido numerosas plataformas de vecinos y
personas que no han encontrado en las organizaciones
institucionalizadas el apoyo que necesitaban, lo que permite
vislumbrar un horizonte nuevo en el que estas entidades no monopolicen
y ahoguen los cauces de participación, movilización e interlocución
con las administraciones. Una de las expresiones de este proceso lo
constituye sin duda la reciente crisis en la Federación
Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM), con la dimisión de su
presidente. Algunas de estas plataformas surgidas al calor de
problemas concretos, no han durado mucho a pesar de haber tenido una
fuerza notable en momentos puntuales (caso de las plataformas contra
la tala de árboles, etc.). Otras por el contrario han sido capaces de
trascender el problema concreto por el que surgieron, para dotarse de
una estructura organizativa que les permita afrontar otros problemas.
Sin embargo, no todo es positivo. Los movimientos en general adolecen de
gran debilidad, en su conjunto y en particular. Algunas de las causas de
esta debilidad serían, a mi entender, las siguientes:
- En muchos casos existe una mentalidad de respeto al
poder: bien sea por
el condicionante mediático de una opinión pública manipulada, bien por
la dependencia de unas subvenciones que limitan necesariamente sus
objetivos. Es lo que llamaría mentalidad ‘oenegera’.
- Algunos movimientos renuncian a tratar otros temas
diferentes al propio, no sé si en una vertiente de la mentalidad
anterior, o por un miedo a perder
las esencias
. Por
poner un caso concreto, algunos movimientos se mueven con
‘comodidad’ en solidaridades internacionales lejanas,
denuncias de violaciones y propuestas de paz, mientras les da
pánico entrar en temas o procesos de paz más cercanos, como puede
ser el que afecta a nuestro estado, el llamado conflicto vasco.
La especialización normal que todo movimiento debe tener, pues
constituye su esencia, no debe impedir participar de otras
problemáticas que le afectan, quieran o no, y que en definitiva
condicionan su éxito o fracaso.
- En Madrid hay una epidemia de sectarismo que
envenena casi todo. A estas alturas de las movilizaciones ya es
difícil pensar que no haya quien, de manera consciente, se dedique
a propagar el virus como si de un arma bacteriológica se
tratara. Sea por esto o por la torpeza de los supuestos
dirigentes, el caso es que parece que damos un paso adelante y dos
atrás. Costará encontrar la vacuna o el tratamiento terapéutico
adecuado, pero la epidemia hay que combatirla; de lo contrario
estamos condenados a la esterilidad y el fracaso evidente.
- La debilidad de otros movimientos está en su
virtualidad y falta de base social. Un movimiento social,
para que sea tal, requiere estar ligado a problemas concretos que
afectan a personas concretas, a las que hay que organizar para que
tengan capacidad de defensa y conquista. Pretender movilizar desde
Internet solamente, sin el contraste permanente con una población
llena de contradicciones, es renunciar de antemano a las
posibilidades de éxito. Es lo que a mi juicio ha podido ocurrir con
el movimiento de protesta contra la M-30 en su conjunto, que ha
carecido de base social concreta, pretendiendo movilizar a toda una
población en su conjunto, pero sin capacidad de poder valorar los
pasos concretos a dar en función de cada circunstancia. Y en la
batalla de la movilización mediática, ya sabemos quién tiene el
poder, y a quién sirven y de quién comen los medios de comunicación.
- Otro de los defectos que detecto en algunos que se reclaman
dirigentes sociales está en el hecho de estar más
preocupados en su propia coherencia (sumada a su propia
comodidad) que en la eficacia de sus acciones para
transformar la sociedad. Hay quien se niega a asistir a asambleas
interminables, porque no está dispuesto a perder tiempo. No seré
yo quien defienda este tipo de organización, pero a veces es
inevitable, y procurar el consenso, que es una de las claves para
mantener la unidad de acción, a veces tiene ese precio en horas.
Otros en cambio se niegan a crear estructuras organizativas, por
un pánico a la posible manipulación y dirigismo. Un cierto grado
de delegación es inevitable, como también lo son a veces las
asambleas interminables. Lo que no podemos hacer es poner
nuestros miedos por encima de las necesidades que una movilización
requiera para conseguir sus objetivos. Con todos los defectos que
una y otra concepción extrema de la organización pueda tener,
estas actitudes personales detectan la mentalidad acomodada de
quien antepone sus particulares intereses a los que una
transformación real requiere. Deberíamos pensar más a menudo en la
cantidad de personas que mueren al día injustamente, y de las que
nos hacemos cómplices con nuestro silencio en esta parte del mundo
privilegiado.
- Relacionado con lo anterior está el pretender
acoplar los calendarios reales a los de uno mismo. Tratar de
dirigir un movimiento social requiere una capacidad de sacrificio
para acoplar las agendas personales a la realidad, y no al revés.
Hacer cosas en los ratos libres está bien; mejor eso que
nada. Pero son las circunstancias, las respuestas de los poderes,
las coyunturas, las posibilidades propias, etc., las que imponen
unos ritmos, de tal manera que el triunfo dependerá, entre otras
cosas, de la capacidad de responder y movilizar en los momentos
adecuados.
- La evaluación de nuestras movilizaciones, la
valoración de si suponen un avance o un retroceso en una
concepción global, es algo que no siempre está presente
en nuestras preocupaciones y actividades. Hay ciertos principios
que deben guiar siempre nuestra actuación, y estos principios se
encuentran en lo que podríamos llamar la ideología, que por
supuesto va más allá de una cuestión partidista. Entre los
movimientos debemos construir ideología, pues de lo
contrario podemos conseguir avances parciales que en su conjunto
supongan un retroceso global. Es como cuando a una entidad privada
muy revolucionaria le conceden la gestión de algo público; aunque
cada caso requiere su propio análisis, lo más probable es que eso
sea un paso atrás mayúsculo, por muchos de los motivos que estarán
en la mente de quien lea estas líneas, y no necesito explicitar.
- En esta evaluación, que debe estar presente en todas las
movilizaciones, considero que se hacen pocas acciones
que de verdad hagan daño al poder, que favorezcan realmente la
organización y concienciación de la población, y que sirvan más
allá del lucimiento de la persona o grupo que las promueve, para
rellenar su particular
memoria de actividades
.
Nos tocan tiempos difíciles; pero el modelo de crecimiento insostenible,
por mucho que hoy goce de la complicidad de la mayoría de la población, al
menos de la que vota, nos aboca a una crisis de envergadura. Necesitamos estar
preparados para ser capaces de afrontar respuestas positivas y de avance
social, frente a otras regresivas o de tinte ultra-derechista que pudieran
generarse. Ese es el reto: impulsar la organización de base, coordinar los
grupos y las movilizaciones y evitar los vicios que nos impiden un avance
real. Nos toca nadar contra corriente en un mundo desigual, no sólo en
nuestra propia sociedad, sino sobre todo a nivel mundial: es nuestra
responsabilidad.
Notas
[1]: El 29 de mayo de 2007
se celebraron elecciones municipales en España. En Madrid, Alberto
Ruiz Gallardón consiguió una holgada mayoría absoluta. N. de E.
[2]: N. de E.: A principios de 2008, la
justicia española libró de cualquier culpabilidad al equipo de
médicos que había sido acusado por el gobierno de la Comunidad
Autónoma de prácticas homicidas en enfermos terminales. El
movimiento de defensa de la sanidad pública madrileña intensificó
desde entonces sus acciones.