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Edita: Instituto Juan de Herrera. Av. Juan de Herrera 4. 28040 MADRID. ESPAÑA. ISSN: 1578-097X
Acercarse a la ciudad latina y hacerlo desde el punto de vista
medioambiental supone mirar un fenómeno de inusitada complejidad,
abierto y en constante transformación, tanto en el Norte como en
el Sur. Como dice uno de sus mejores conocedores, Jorge E.
Hardoy, la ciudad subdesarrollada está siempre sin terminar, en
continuo estado de emergencia. Es una emergencia colectiva, con
problemas cuyo volumen e intensidad asombran al observador:
contaminación, falta de infraestructuras básicas, carencias de
vivienda, salud, seguridad o equidad para poblaciones crecientes.
Y también es privada, como prueban las miles de historias de
supervivencia cotidiana que forman la trama viva de la ciudad
americana. Son vidas en estado de emergencia y urbes que logran
sobrevivirse a sí mismas sistematizando sus fallos y creando un
orden nada formal y escasamente aseado, pero impresionante en su
capacidad de generar ideas y recursos donde la mirada del Norte
espera caos y abandono.
En el otro lado se encuentran las urbes de España y Portugal,
ciudades ricas que deberían ser sabias por recordar los fracasos
y luchas que las han llevado a su actual bienestar. Lejos de
haber hallado algún equilibrio, prosigue su crecimiento y
transformación profunda, expandiéndose según un modelo difuso que
contraviene con alegría la responsabilidad ecológica.
El contraste entre ambas ciudades no es simple y carece de
moraleja. Sin embargo, sugiere importantes procesos e ideas que
esta exposición y este catálogo han intentado recoger y mostrar.
Habla, desde luego, de la globalización de la economía, que
afecta a la jerarquía de las ciudades del mundo tanto como a sus
diferencias internas y a las posibilidades de cambio social. No
pretendemos resumir un fenómeno con tantas vertientes, pero sí
iluminar uno de sus aspectos más nítidos: la polarización, a
escala mundial, entre zonas de atracción de capitales,
materiales, energía y mano de obra, y zonas de expropiación y
vertido, para utilizar la expresión de José M. Naredo.
España y Portugal pertenecen a la zona hegemónica y América
Latina a las regiones dependientes cuyas decisiones políticas y
económicas, estructura social y gestión medioambiental están
sometidas a fortísimas presiones externas. Pero no hay que pensar
en una polaridad simple: el mismo proceso de atracción,
expropiación o vertido se repite en las regiones, entre el campo
y la ciudad, y en el interior de las ciudades, entre barrios
ricos y pobres. Afecta de un modo diferente al Norte y al Sur,
a las clases cosmopolitas y a las populares, a las urbes grandes
y pequeñas, a las zonas centrales o periféricas. Los flujos de
capital, información y bienes distorsionan y transforman los
lugares, fragmentan los barrios, socavan unas actividades y usos
para promocionar otros, cambian los espacios y tiempos de las
ciudades y los comportamientos de sus habitantes.
En este marco, tiene sentido observar el medio ambiente urbano,
presentar la ciudad como parte de la biosfera, absorbiendo
recursos y generando residuos, y al medio ambiente como un
espacio de definición y conflicto social de primera magnitud.
Lejos de cualquier visión tecnócrata o mesiánica de la ecología,
De Sur a Norte intenta enfocar los temas ambientales sin
desgajarlos de su raíz social y política, pues discutir el
crecimiento y sus límites, el uso y reparto de los recursos y el
futuro de la sociedad industrial es un tema político cuyo alcance
apenas vislumbramos.
El punto de vista no puede ser más que parcial, pero esta muestra
trata de recrear algunos de los conflictos y las soluciones más
creativas de ambos mundos. En la elección de los autores del
catálogo hemos tenido presente esta ambivalencia de la realidad
de las urbes: las del Sur son montañas de problemas y de
milagros, laboratorios para el análisis y la intervención social;
en el Norte, las tendencias llevan al despilfarro mientras una
corriente aún minoritaria critica un desarrollo que pasa por alto
la ecología científica y la más elemental justicia social. Los
artículos describen variados problemas, como variada es la
ciudad, pero entre ellos emergen hilos comunes, preguntas que se
hacen eco, aunque llegue distorsionado por el `océano de
prejuicios' que nos separa.
Una de las mayores diferencias entre la ciudad del Sur y la del
Norte estriba en su formación. El éxodo rural atraído por la
industrialización tuvo en Europa unos plazos y ritmos de
crecimiento muy inferiores a los de las urbes americanas, sobre
todo megalópolis como México, São Paulo, Buenos Aires o Lima. No
sólo llegaron a estas ciudades más de 300.000 personas al año en
muchos periodos, sino que lo hicieron en situaciones de menor
renta y menor capacidad de gestión estatal. Merecen el nombre de
`ciudades hechas a mano', y sus problemas medioambientales
revierten directamente sobre sus pobladores, mientras que en las
formales y urbanizadas ciudades ricas la mayor parte de los
problemas se apartan y se hacen invisibles. Los recursos y la
capacidad técnica del Norte aseguran la calidad ambiental a los
habitantes, a menudo desplazando en el tiempo o en el espacio los
males generados por el consumo y la producción industrial.
El primer texto, de Ana Hardoy, permite recorrer la historia de
la ciudad americana, recordar su origen colonial y enfocar el
principal problema actual: la urbe como espacio de competencia
por la vivienda, el trabajo, el medio ambiente, en un periodo en
el que lo único sostenible es la pobreza, en el que los mitos del
desarrollo van cayendo uno a uno y sólo permanece en pie una
certeza, la necesidad de una ciudad nueva en la que todos puedan
regular y mejorar sus vidas, construyendo `redes de seguridad'
que exijan responsabilidad a todos los sectores.
La urbanización del Sur comienza en la historia privada. Nace con
las casas hechas a mano por pobladores desplazados o recién
llegados de un campo en crisis, barrios formados por grupos de
colonos, con sus normas y organización social compleja,
posteriores intervenciones políticas para legitimar las
ocupaciones o loteos y a veces permitir la consolidación de los
barrios y la continuidad urbana. Están edificados en zonas
peligrosas o alejadas, en los desiertos de Lima, los manglares
de Guayaquil, las tierras altas de Bolivia, las laderas de
Caracas o de Río de Janeiro. En América, la ciudad comienza en
cada casa, y también los problemas medioambientales. Éstos son
analizados por las arquitectas Ana Falú y Liliana Rainero, que
describen las carencias de infraestructura de los barrios pobres
a partir de la experiencia subjetiva de un grupo de familias
encabezadas por mujeres. Más allá de los datos que muestran el
demoledor impacto de estas carencias sobre la salud de los
habitantes, las investigadoras hablan de políticas que tengan en
cuenta la opinión y recursos personales de los pobladores y, en
particular, de las mujeres que suelen hacerse responsables de la
familia en momentos de emergencia, es decir, casi siempre.
Verena Andreatta recorre la historia de los asentamientos
informales en América Latina y en paralelo, la de la visión de
urbanistas y políticos. La informalidad, como el subdesarrollo,
fue considerada en los años sesenta y setenta una patología de
la ciudad, un periodo transitorio que debía ser resuelto
realojando a los miles de nuevos habitantes urbanos en polígonos
o suburbios, como de hecho sucedió en las ciudades del Norte. El
fracaso y la limitación de estas políticas llevó a una concepción
opuesta y que tiene la gran virtud de ser realizable: considerar
que `la favela es la solución' e intervenir en los barrios
populares para consolidarlos, unirlos a la trama y a la
simbología urbana y mejorar la calidad de vida de sus habitantes
sin desplazarlos o despreciar sus logros.
David Satterthwaite ofrece en su artículo una visión general del
proceso de urbanización en el continente, que parte del
impresionante ritmo del crecimiento urbano desde los años
cincuenta para analizar los problemas de definición de los
límites urbanos y las tendencias actuales a una desaceleración
del crecimiento de las grandes urbes en beneficio de las ciudades
medias, cuyo mejor ejemplo es Brasil o las localidades de la
frontera norte de México. La urbanización `de aluvión'
latinoamericana tiene carencias en las tres vertientes básicas
del medio ambiente urbano: gestionar las infraestructuras
esenciales para un entorno saludable, limitar y regular el
impacto de la ciudad sobre los recursos próximos y alejados y
manejar los desechos y residuos impidiendo el deterioro
ambiental. Frente a la enormidad de los problemas, el autor cita
el caso de Porto Alegre, en el que una política municipal
responsable y una participación popular en el presupuesto han
logrado una esperanza de vida similar a la europea, lo que
muestra que la capacidad política y la equidad económica pueden
revertir procesos de deterioro urbano.
Los artículos de Jorge Legorreta y Mariano Vázquez describen las
dos caras de la ciudad acaparadora de recursos. En una de ellas
se encuentran las urbes del Sur, donde la explotación
medioambiental y los errores del pasado pesan directamente sobre
las poblaciones y amenazan la viabilidad misma de las ciudades:
los asentamientos en lugares peligrosos, la destrucción de
paisajes y entornos, la contaminación del aire, de lagunas y
mares, la deforestación y el empobrecimiento ecológico del campo
que agrava su crisis son fenómenos de gran magnitud y cuya
combinación puede crear situaciones gravísimas. El agua de la
ciudad de México es aquí el ejemplo máximo de distorsión de un
funcionamiento delicado y de despilfarro de un recurso esencial.
El texto de Jorge Legorreta recorre la historia de una de las
transformaciones ecológicas más asombrosas que se recuerdan: la
lucha entre la cultura de la tierra española y la cultura del
agua de los mexicanos, el triunfo de la primera y la irracional
gestión que ha llevado a círculos viciosos de difícil superación.
Mariano Vázquez muestra la otra cara, menos evidente, del
despilfarro. No ya carencia, sino exceso. La ciudad del Norte,
la urbe difusa que crece sin límites, devora territorio, energía
y tiempo humano para lograr una complejidad que antes conseguía
la densidad de la ciudad mediterránea. El modelo suburbial basado
en el uso del automóvil privado se impone en España y Portugal
creando un paisaje social y geográfico consumista, competitivo
antes que cooperador y ciego ante los efectos de su crecimiento,
incapaz de autorregulación puesto que desconoce sus límites y
puesto que la percepción cada vez más parcial impide una
comprensión racional de su propio funcionamiento.
Frente a los problemas de las ciudades acaparadoras, los cascos
históricos intentan sobrevivir a la transformación urbana. Tanto
en el Norte como en el Sur, están sometidos a fuertes presiones
por el abandono o el encarecimiento, la pérdida de población y
la simplificación de sus funciones y usos. En América Latina, son
el lugar de la memoria histórica, pero también un espacio de
supervivencia para muchos de los pobres de la ciudad, asiento de
actividades informales. Entre la magnitud de los problemas
urbanos, se impone conservar el patrimonio y al mismo tiempo
permitir su transformación para no convertir los centros en
escenarios sin actores. Los cascos históricos son barrios, un
hábitat entre otros, y el autor, Alejandro Suarez, propone para
su supervivencia una política de participación, que fomente el
equilibrio entre nuevos y viejos residentes, entre tipologías de
vivienda, entre usos simbólicos y productivos, entre autoridades
y organizaciones populares.
Los últimos textos se ocupan de lo que podríamos llamar la
`trilogía urbana' por excelencia: el transporte privado, el
consumo y los residuos son los pilares de la ciudad industrial,
explican sus flujos, resumen sus desequilibrios. En su gestión
se juega gran parte del futuro de la ciudad y de la relación
Norte-Sur. Tres expertos describen los modelos actuales y sus
alternativas: Carlos Cordero habla de los cambios en la ciudad,
en la vida social y en la percepción del espacio que ha supuesto
el triunfo del automóvil, motor de la expansión urbana y del
consumo transnacional, y los esfuerzos de algunas urbes
americanas para superar su dictadura. Él ha hecho que estallen
las distancias y límites urbanos, y la misma magnitud de las
ciudades obliga a su uso. Se excluye así a todos los pobladores
que carecen de la movilidad adecuada, la gran mayoría, lo que
limita sus posibilidades laborales, su salud y su percepción de
un espacio cada vez más hostil.
Daniel Wagman analiza el desigual reparto de los recursos del
planeta y los devastadores efectos del consumo de masas sobre
territorios cada vez más alejados y dependientes. Frente al
cinismo de quienes defienden un modelo de desarrollo lineal y la
idea de transición, el autor muestra que el ingreso de la
población mundial en la sociedad de consumo no es posible y no
es deseable. No es posible porque su misma existencia se basa en
la desigualdad en el acceso a los recursos y no es deseable
porque su extensión agotaría los recursos del planeta.
Alfonso del Val cierra el círculo industrial explicando la
necesidad imperiosa de tratar los residuos como recursos, de
sellar así los ciclos del desarrollo recuperando una sabiduría
económica que era común hace pocos años. De estos textos emerge
una ciudad inmadura y un sistema industrial ineficiente desde el
punto de vista de la biosfera, pues se basa en la competencia y
en el despilfarro, y la promesa de una nueva economía que no
sustente sus cálculos únicamente en el valor monetario, sino que
incorpore el coste real, ecológico y social de todo proceso de
desarrollo. En todas estas reflexiones se repite un tema común:
las ciudades, como los barrios, están perdiendo capacidad de
autorregularse democráticamente, lo que deja los lugares físicos
a merced de los mercados transnacionales. El intento de revertir
ese proceso no se fija en un modelo del pasado, aunque sea
imprescindible contar con la experiencia histórica de los
ciudadanos, sino en fórmulas nuevas de participación que deben
transformar profundamente nuestras sociedades.
Para cerrar el catálogo y la exposición, hemos invitado a Mujeres
creando, un grupo de activistas bolivianas, a generar un espacio
de provocación y creación, donde la relación desde el Sur hacia
el Norte deja de ser retórica y se expresa en una voluntad de
autonomía y una reivindicación de la felicidad que no pasa por
alto la responsabilidad de los países ricos en la opresión
material y simbólica de los pobres. María Galindo nos recuerda
la hipocresía con que alabamos la belleza de las mismas
sociedades que explotamos y despreciamos cuando existe verdadera
confrontación, con los inmigrantes como ejemplo. Su artículo es
una demostración de que no hace falta ir lejos ni tener
respuestas generales para hacer política, y de que lo que está
juego entre el Norte y el Sur es una lucha entre intereses
opuestos. Sólo politizando la ecología urbana, es decir,
reconociendo la pugna entre grupos e intereses y el derecho a la
heterogeneidad, ésta puede ser un arma útil para el análisis y
la transformación de nuestras ciudades.
Mariano Vázquez Espí
Madrid (España), 8 de mayo de 2003.
El presente número del Boletín CF+S es la versión electrónica del libro homónimo[1]
editado por la Obra Social de Caja Madrid, con motivo de la exposición del mismo
nombre en La Casa Encendida (Madrid, 6-11-02/5-01-03).
Para la presente edición, se han realizado mínimos añadidos a los textos
originales en forma de notas al pie. También se han incluido adendas en algunas
de las fichas que cierran cada texto. Por lo demás, se ha conservado en lo
esencial los contenidos de la edición original.
Fecha de referencia: 30-4-2003
Boletín CF+S > http://habitat.aq.upm.es/boletin/n23/lista.html |
Edita: Instituto Juan de Herrera. Av. Juan de Herrera 4. 28040 MADRID. ESPAÑA. ISSN: 1578-097X
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