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Edita: Instituto Juan de Herrera. Av. Juan de Herrera 4. 28040 MADRID. ESPAÑA. ISSN: 1578-097X
Heloisa Primavera[1]
Buenos Aires, junio de 2001
El proceso de globalización que atraviesa indefectiblemente la
vida del conjunto de sociedades contemporáneas conlleva desafíos
críticos, que --si nos consideramos responsables en alguna medida
del orden social-- estamos llamados a transformar en
oportunidades. Nuevos vientos parecen escasear. Experiencias
innovadoras, con frecuencia, son absorbidas por la fuerza de un
neoliberalismo que no da muestras claras de estar en retroceso.
El microcrédito, el presupuesto participativo y las economías no
monetarias son ejemplos de algunas iniciativas que se han
desarrollado en la última década y que podrían jugar un rol
transformador, posiblemente aún mayor si se articularan entre
ellas, para construir un nuevo actor social, capaz de expresarse
entre la fuerza del libre mercado y un Estado que no encuentra
como redefinir su rol. Estas reflexiones apuntan a poner en
evidencia la necesidad de un abordaje epistemológico nuevo, que
permita develar cómo el paradigma dominante está encubriendo,
desde hace varios siglos, parte de un fenómeno contingente. Más
precisamente, intentaremos hacer una reinterpretación de las
economías no monetarias, en particular de las formas que utilizan
moneda social, tratando de indagar hacia dónde pueden evolucionar
tales sistemas, si son una mera adaptación a la crisis actual o
contienen el germen de una transformación más profunda. Para
preguntarnos, en última instancia, sobre nuestra responsabilidad
de inventar propuestas capaces de producir sinergia entre las
innovaciones más significativas y empezar a construir el destino
posible de una sociedad global más justa y solidaria.
La crisis que vive el conjunto de las sociedades de nuestro
tiempo es compleja, diversa y de múltiples posibilidades de
lectura. Pese a ello, tampoco hay duda de que la expresión
económica es una de las formas más visibles de la crisis social
que afecta dramáticamente las condiciones de vida de las grandes
mayorías excluidas del reparto de la riqueza del planeta.
Paradójicamente, según cálculos cuidadosos de expertos en la
materia, el desarrollo de la ciencia y la tecnología permitiría
hoy garantizar condiciones dignas de vivienda, educación, salud
y disfrute de bienes culturales a todos los integrantes del
planeta, al mismo tiempo que a un cuidado del medio ambiente que
atienda a su preservación para beneficio de las generaciones
futuras.
Cuando miramos la crisis económica propiamente dicha, una de sus
expresiones más claras es la desviación hacia el circuito
financiero de grandes masas de dinero que salen definitivamente
del circuito productivo, dadas las ventajas reproductivas que
presenta el primero. Así, más allá de los cambios drásticos que
la tecnología introdujo en el mundo del trabajo, existe hoy en
esa crisis un aspecto reconocidamente relacionado a la ausencia
de dinero para alimentar un mercado que se achica crecientemente
para las grandes mayorías de las poblaciones.
Una aproximación a vuelo de pájaro a la evolución histórica de
las distintas formas económicas permite verificar que el
intercambio compensado fue desde siempre y sigue siendo una forma
muy frecuente de comercio, además de configurar una estrategia
para evitar que la ausencia del dinero afecte aún más al circuito
productivo, en empresas de cualquier porte: desde el sector
microempresario --eufemismo con el que se ha dado designar a los
crecientes sectores desplazados del mercado del empleo-- hasta
las mismas multinacionales. Así, si consideramos al trueque como
una forma primitiva de intercambio, podemos reconocer que hoy
sigue vigente en transacciones muy variadas, que van desde las
cotidianas y personales, no contabilizadas como comerciales --a
ejemplo de los intercambios no monetarios de juguetes y ropas
entre niños y adolescentes-- hasta transacciones entre
multinacionales que, dentro de la ley, logran escapar al
cumplimiento con el circuito impositivo, gracias a distintas
posibilidades de permuta en su interior.
Estrategias de intercambio no monetario han sido abundantes y
variadas a lo largo y a lo ancho de la historia. Para referirnos
solamente al último siglo, en la crisis de los años treinta,
varias experiencias exitosas en Europa y Estados Unidos,
construyeron alternativas para enfrentar la escasez de dinero con
el uso de monedas locales complementarias a la moneda de curso
legal. En algunos casos, como el que se instrumentó en Wörgl
(Austria) en los años treinta, se utilizó, además, un mecanismo
de interés negativo, que sancionaba la acumulación del dinero,
en vez de premiarla con intereses tan atractivos como los que
alimentan en la actualidad al circuito financiero
[Schuldt, 1997]. A partir de los años ochenta, aparecen en
Canadá sistemas de intercambio compensado al interior de pequeñas
comunidades, que luego migran de Vancouver a Australia y Europa,
dando origen a la variada descendencia de familia de los LETS
ideados por Michael Linton. Hacia 1992, el ecologista y
planificador urbano Paul Glover inicia la impresión de billetes
destinados a impedir que la ``riqueza local se escapara'' y los
intercambios empiezan a ser hechos con billetes denominados horas
de Ithaca, que elegían como equivalente la hora de trabajo de ese
condado del estado de New York. Las horas marcan así el camino
más reciente de las monedas locales privadas, destinadas a
promover el desarrollo de las comunidades y evitar la fuga del
dinero a países de mano de obra barata y/o producción altamente
tecnologizada [Greco, 1994].
Casi simultáneamente, aparecen en México los Tlalocs y tequios,
que inauguran la ideología de una nueva Bolsa de Valores y, en
1995, en un contexto de fuerte recesión económica y crisis del
empleo, nace en Argentina una iniciativa que combina ambas
historias. El primer Club del Trueque empieza con un sistema de
cuentas similar al canadiense y pronto pasa a utilizar billetes
como las horas de Ithaca, allí denominados `créditos' para
simbolizar la confianza que debe existir entre los miembros del
sistema. A diferencia de los demás sistemas contemporáneos,
gracias a la profundidad de la recesión y a la ausencia de
propuestas de un Estado que se desresponsabiliza de sus funciones
sociales, en poco más de 6 años, la iniciativa se expande a todas
las provincias del país, dando origen a 900 nuevos otros grupos,
que pasan a denominarse Nodos y que integran una Red Global de
Trueque Solidario. Esta en la actualidad incluye muy distintas
prácticas sociales, estilos de gestión y formas de vinculación
entre las unidades que alcanzan a más de 800.000 miembros sólo
en Argentina [De Sanzo, 1998]. Con transacciones que representan
un incremento de uno a cinco salarios mínimos mensuales por grupo
familiar, el reconocimiento creciente de gobiernos de municipios
y provincias al sistema llega hasta la instancia del Ministerio
de Economía. Con la difusión embrionaria a 11 países de América
Latina, parecemos estar en presencia de un fenómeno de la nueva
generación de movimientos sociales, que merece ser discutido en
sus alcances y posibilidades.
Nos interesa en este espacio desarrollar algunas reflexiones
sobre las interpretaciones corrientes de algunos fenómenos
relacionados a las economías alternativas, en particular a
aquellas dirigidas a los sectores populares, establecer algunos
criterios epistemológicos específicos, para proponer entonces
nuevas interpretaciones de los mismos fenómenos y avanzar en el
significado de las economías que utilizan monedas sociales. Para
ello, organizaremos nuestras argumentaciones alrededor de cuatro
ejes de análisis:
Según indican extensos informes de organismos internacionales,
llevamos ya dos ``décadas perdidas'' para el crecimiento
económico y la redistribución de la riqueza en América Latina.
Esa persistencia parece indicar, ya sea que las estrategias de
crecimiento y distribución no han sido las adecuadas, ya sea, que
si lo eran, no fueron bien implementadas, en toda la región.
Asimismo, si tomamos en cuenta los datos del último Informe sobre
Desarrollo Humano del PNUD y los resultados de las discusiones
actuales, tanto en el ámbito académico como en el político y de
la sociedad civil, es inevitable reconocer que es la definición
misma de desarrollo que se encuentra en crisis: incursionamos ya
en la primera década de teorías del posdesarrollo.
Por lo tanto, si acordamos solamente con lo que propone el
Informe del año 1999, cuando recomienda la reinvención de una
estructura de gobierno mundial en aras de la humanidad y la
equidad, para evitar que el crecimiento de la brecha entre ricos
y pobres afecte la gobernabilidad del conjunto de las naciones,
nos toca como mínimo preguntarnos acerca de la fundamentación
teórica, política y técnica de esa osada propuesta, para
establecer sus eventuales condiciones particulares de
factibilidad y viabilidad. Y, si queremos ir más allá, puesto que
las iniciativas de gobernabilidad mundial hasta el momento vienen
pasando más por los escenarios de la economía que por los de la
política, no estaría mal agregar a esa fundamentación argumentos
de la ética y la epistemología, casi siempre ausentes del primer
conjunto, como si unos fueran objeto de preocupación legítima de
los actores políticos y los otros, de actores teóricos, con
responsabilidades ajenas a las de los primeros...
Proponemos la tarea de revisar --ya que de reinventar se trata--
supuestos generalmente obviados en ese tipo de discusión. Y,
precisamente porque ni el Informe, con pretensiones técnicas
incuestionables, ni las discusiones más claramente políticas lo
hacen en esa dirección, lo hacemos a partir de una postura
epistemológica particular que nos ha permitido recorrer un camino
nuevo en la interpretación del fenómeno del multitrueque con
moneda social tal como viene siendo desarrollado en la Red Global
de Trueque, en Argentina y en otros países de la región. A
nuestro entender, para intentar establecer consensos amplios
entre distintos actores sociales, es necesario revisar al menos
tres supuestos básicos y sus consecuencias, cuando hacemos un
análisis crítico de los mecanismos utilizados en la definición,
diseño e implementación de las políticas sociales:
Es a partir de ese reconocimiento que podemos comprender nuestra
tendencia a defender la permanencia de ciertos esquemas
conceptuales, como aquellos adecuados para coordinar acciones,
sin tener en cuenta la legitimidad-- cognitiva, no política-- de
otros. La manutención de esa tendencia lleva a otra desviación
del pluralismo cognitivo, tan necesario a la construcción
democrática, desviación que, a su vez, conduce a la inercia
epistemológica, que hace impacto a la hora de construir nuevos
consensos. Preferimos desconocer la impermanencia de nuestras
lecturas contextuales, creer en nuestras lecturas como verdades
y defender nuestras categorías de pensamiento rutinarias, antes
que acercarnos a la relatividad del conocimiento, aceptar la
legitimidad del otro y lograr acuerdos consensuados para la
acción, por encima de diferencias, que finalmente son
conceptuales.
Finalmente, como consecuencia de las dos tendencias mencionadas,
a las que, dado su carácter colectivo, nos atrevemos a denominar
``patologías corporativas'', aparece aquella de la que tendríamos
que hacernos cargo necesariamente para dar respuestas a los
desafíos actuales de la política social, de la mano de la
epistemología y de la ética: se trata de la irresponsabilidad
conceptual, a la que adherimos implícitamente cuando le dejamos
a otros colectivos la tarea de crear nuevas categorías de
pensamiento para comprender y operar sobre la realidad.
Si acordamos en la importancia de diferenciar hechos de
interpretaciones, para continuar nuestro recorrido hacia la
propuesta de este trabajo, podemos recurrir a los datos
disponibles del mencionado Informe de Desarrollo Humano (o de los
noticieros televisivos o de nuestra memoria reciente), podemos
reconocer que estamos delante de algunos hechos incontestables
en América Latina de:
Otra hipótesis que podemos agregar a estas reflexiones es que,
quizás, sólo haga falta un poco de imaginación para crear y
coraje para poner en práctica el propio invento: primero
reinterpretar, desafiar el establishment teórico, luego pensar
lo que no se pensó (o se pensó pero no se implementó), luego
ponerlo en práctica. Y dejarlo crecer. Como hicieron los
protagonistas del primer Club del Trueque, hace tan sólo poco más
de seis años. O el Presupuesto Participativo de Porto Alegre,
hace doce años. O los creadores del microcrédito del Grameen
Bank, en Bangladesh hace dieciocho.
El primero de mayo de 1995, en la localidad de Bernal, a escasos
treinta kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, un grupo de
ecologistas preocupados al mismo tiempo por la calidad de vida
que por el crecimiento acelerado del desempleo, crea el primer
Club del Trueque, con un grupo de vecinos que no superaban la
veintena. Cada sábado, se reunían para realizar intercambios de
productos entre ellos, luego se agregaron servicios y en pocos
meses, la experiencia crece y se difunde a la ciudad capital. Los
cálculos, que en un primer momento se realizaban en una libreta
centralizada, acompañada de una tarjeta donde cada miembro
contabilizaba sus saldos, pasaron a una planilla de cálculo,
primero y luego a una especie de cheque nominal, donde cada uno
anotaba el nombre de la persona que los recibía. Pocos meses
después de esa innovación, se crea el primer `tiket trueque' o
vale transferible, al cual se lo denomina `crédito', que permite
aumentar muchas veces la velocidad de las transacciones y a
partir de ahí crear muchos nuevos clubes. Tal denominación vino
de la confianza que se depositaba en los participantes, a los que
se entregaba cierta cantidad de vales para iniciar las
operaciones. Desde el primer momento, se entregó la misma
cantidad a cada uno de los socios, con lo cual se garantiza al
menos una equidad, la de la cantidad de circulante para las
operaciones.
Dos años mas tarde, los clubes hacían transacciones entre ellos
y se habían difundido desde la región al sur de la ciudad a las
demás y algunas provincias del interior del país. Se empezó a
configurar un gobierno articulado de las regiones y la necesidad
de organizar los clubes o Nodos --porque eran partes de una Red--
en regiones geográficas, para que los vales fuesen controlables
por un colectivo y las condiciones iniciales se mantuvieran.
Aparecen principios rectores, definidos por el grupo fundador,
pero interpretados por cada colectivo particular. Ya hay una gran
cantidad de grupos, algunos vinculados a la Red, pero muchos
autónomos por su misma condición geográfica. La difusión de la
experiencia innovadora se hace con el apoyo de los medios masivos
de comunicación, que se interesan cada vez más en la rareza
argentina. Un primer apoyo del gobierno (Secretaria de Promoción
Social y luego de Industria, Comercio y Trabajo de la Ciudad de
Buenos Aires) genera hacia dentro la confianza para seguir
creciendo y, hacia fuera, estimula a que otros municipios y
provincias repliquen la experiencia.
Tres años más tarde, la Red Global de Trueque Solidario, que ya
alberga a más de 100.000 personas en Argentina, es invitada a un
encuentro internacional de iniciativas de la sociedad civil para
discutir propuestas de resistencia a la globalización de la
economía y sus protagonistas empiezan a tener la percepción de
que se trata de una experiencia singular y exitosa desde el punto
de vista de su multiplicación. Ya funcionan distintos sistemas
de capacitación en su interior, la difusión a otros países de la
región empieza a hacerse sostenida por un proyecto de llegar a
tener cierta masa crítica y crecer también en variedad.
Poco tiempo después de cumplir los seis años, modelos inspirados
en esa Red, con mayor o menor grado de contacto entre las
distintas regiones, están presentes en 14 provincias argentinas,
además de haberse introducido en Uruguay, Brasil, Ecuador,
Colombia, El Salvador, Canada, Perú, Chile y Bolivia. Se estiman
hoy --aun con proyecciones imprecisas-- en más de 800.000
personas las involucradas en el país, con un movimiento de
transacciones que agrega entre uno y cuatro salarios minimos
mensuales por familia, las declaraciones de interés público se
acrecientan, un juez de familia concede la posibilidad de que un
padre desempleado pague su cuota alimentaria en vales de trueque
y el gobierno nacional se compromete a apoyar su difusión a nivel
de todo el país.
En abril de 1999, a partir de reflexiones de varios grupos
impulsoresde redes de trueque en Argentina, Brasil, Chile,
Colombia, Ecuador, El Salvador y Perú, que consideraban
insuficientes las redes de trueque como herramienta de superación
del neoliberalismo, se crea la Red Latinoamericana de
Socioeconomía Solidaria, con el objetivo de difundir la
estrategia de moneda social a otras formas de economía solidaria,
al mismo tiempo que introducir otros elementos de economía
solidaria en las redes de trueque. Varios proyectos se han
plasmado y es así como, al final del primer encuentro del Forum
Social Mundial en enero de 2001, en Porto Alegre (Brasil), se
lanza una Red Global de Socioeconomía Solidaria, que incluye la
moneda social como una de las estrategias potencializadoras de
formas económicas populares y solidarias pre-existentes, capaz
de reconstruir el tejido social de abajo hacia arriba.
Es importante destacar aquí que, al contrario de lo que se pudo
suponer en un primer momento, el movimiento de expansión de las
redes de trueque se produce mucho más rápidamente cuando se parte
de grupos liderados por desocupados y militantes sociales, no
vinculados a formas asociativas económicas pre-existentes. En
otras palabras, aun no se ha producido hasta el momento la
sinergia que permitiría combinar las ventajas de cada modelo: las
economías con moneda social (que no tienen dificultad de obtener
mercado para sus transacciones puesto que no hay escasez de
dinero) no se han cooperativizado, es decir, no han logrado
introducir los principios de la economía social en su circuito
productivo; ni tampoco hacer la crítica a la sociedad de
abundancia/derroche que caracteriza a los países del Norte y que
exporta el modelo a los países del Sur entre los más importantes
movimientos que podrían instalarse hacia dentro de las redes de
trueque con moneda social. A los efectos de ensayar tales
movimientos, uno de los Nodos de Capacitación de la RGTS, ha
puesto en marcha un Programa de Alfabetización Económica que
apunta a expandir las actividades corrientes de trueque
(entendido como intercambio de bienes y servicios sin dinero) a
nuevas prácticas en la producción, comercializaciòn y consumo,
que lleven a una participaciòn más responsable del conjunto de
actividades de la vida social y trasciendan gradualmente el acto
de la satisfacción de necesidades al proceso de construcción de
ciudadanía.
Por ello, es importante considerar que el nacimiento del primer
Club del Trueque en Argentina puede ser comprendido como una
respuesta de las bases de la sociedad civil para lograr la
supervivencia, en las condiciones de desempleo más duras de la
segunda mitad del siglo que termina. En la localidad de Bernal,
a escasos treinta kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, un
grupo de ecologistas preocupados al mismo tiempo por la calidad
de vida que por el crecimiento acelerado del desempleo, decide
actuar sobre esos dos campos, en cierta medida para que el
enfoque ecológico se acercara al interés inmediato de los
vecinos. En otras palabras, se trata de un iniciativa del
naciente sector de los ``nuevos pobres'', para retardar su
alejamiento del tablero del juego del mercado formal y el proceso
consecuente de exclusión social que le sigue, indefectiblemente.
En el seno del Programa de Autosuficiencia Regional (PAR) que se
inaugura en Mayo de 1995 surge un primer club de trueque, formado
por una veintena de vecinos vacilantes, pero también esperanzados
de ensayar un modo de construir el bienestar negado por la
gestión estatal de lo público, al mismo tiempo que por el mercado
de trabajo. Es decir, por el Estado y el Mercado librados a la
lógica que le es propia al capitalismo.
En el transcurso del primer año, todos los sábados por la tarde,
los miembros del Club empiezan a intercambiar entre ellos
distintos tipos de productos: inicialmente se trató
principalmente de alimentos, frutas, verduras y comida preparada,
pero también se incluían ropa, tejidos y artesanías. Poco a poco,
un dentista es invitado a unirse al grupo, por intercambio del
pan de una vecina que le agradaba (el pan y, quizás también la
vecina y ello no es trivial) y, con la inclusión de servicios,
los intercambios se vuelven más variados y multiplicadores de las
operaciones. En los primeros tiempos, las transacciones eran
registradas por los organizadores en una libreta central común
y en tarjetas personales, que permitían el control y ajuste de
cuentas. Cuando ellas se multiplican y son demasiado numerosas
para esa modalidad, pasan al registro en computadora personal,
aun centralizado y en manos de pocos. Son ellos mismos los que
advierten que, por un lado, era demasiada información (y quizás
poder) en sus manos y, por otro, demasiado trabajo destinado a
limitar el mismo crecimiento del grupo.
Gracias a ello, empiezan a idear un sistema de descentralización
de las operaciones, a través de bonos intransferibles que
llevaban el nombre el acreedor y el deudor. Vale la pena recordar
que, si bien ese sistema sigue vigente en algunas experiencias
en otras latitudes, como los SELs de Francia, en Argentina
nosotros duró a penas algunas horas, puesto que estos cheques
empezaron a ser endosados y utilizados en otras transacciones,
teniendo en cuenta el grado de conocimiento que los integrantes
tenían entre ellos y la facilidad de utilizar el bono recibido
de un amigo o persona de confianza. Tampoco es trivial esa
diferencia, puesto que marcaría el inicio de una etapa
cualitativamente distinta, la que daría lugar a la creación de
los bonos transferibles, la versión particular de moneda
complementaria, denominada aquí moneda social por sus efectos
de inclusión social, que permitiría creación de una nueva masa
monetaria de circulación restringida a los participantes de los
clubes. Esas unidades se denominan de entrada `créditos' por
estar asociadas a la confianza existente entre los socios y por
estar respaldadas en la capacidad de producir y consumir que se
requiere a los miembros de los grupos de `prosumidores', de
inspiración en la Tercera Ola de A. Toffler. Los créditos
facilitan la realización de intercambios entre prosumidores y
permiten también que ellos se den en los distintos clubes que ya
están funcionando, es decir, amplían la circulación de bienes y
servicios. Podemos considerar, asimismo, que estas operaciones
dan origen en la práctica a la red de clubes de trueque, que
luego se denominaría `global' para recordar al enemigo de la
economía formal en proceso de globalización.
El entusiasmo de los participantes y una importante contribución
de los medios masivos de comunicación, mediante la multiplicidad
de notas en diarios y revistas, como así también notas
televisivas en programas de gran audiencia como Hora Clave, Ave
César y Claves para un Mundo Mejor, entre otros, llevan a un
crecimiento exponencial que genera, al cabo del segundo año, un
conjunto de transacciones equivalentes a unos dos mil millones
de dólares anuales, representando cifras promedio que oscilan
entre unos 100-600 dólares EEUU mensuales de complemento de
ingresos a los hogares involucrados en el proceso, aunque puede
alcanzar hoy los 2.000 dólares EEUU mensuales. A lo largo de los
tres años, esa cifra se multiplica más de diez veces, teniendo
en cuenta la incorporación al sistema de prosumidores de mayor
capacidad emprendedora. Alcanzan a quince las provincias en las
que el sistema se instala, respetando siempre una multiplicidad
de formas y variantes de sistemas de intercambio, modalidad de
gestión, etc. En otras palabras, es la sociedad civil que se
organiza y empieza a ser capaz de producir riqueza y calidad de
vida para sí, en ausencia de dinero, el gran responsable de la
exclusión social que crece sin parar por todos los rincones del
planeta.
Si tenemos en cuenta la desprotección social en la que se
encuentran los sectores de menores ingresos de nuestras
sociedades, no podemos dejar de reconocer estar frente a un
proceso de innovación social, significativa no sólo en nuestro
país sino en las demás regiones afectadas por ese ``El Niño''
económico que trajeron los efectos tequila, arroz, vodka y samba
en poco más de tres años. Trabajos académicos recientes han
estimado en unos 5.000 millones de dólares (mínimos) anuales la
neo-masa monetaria movida en los clubes de trueque diseminados
por el país en sus distintas formas.
La comparación con el desarrollo menos rápido de las Ithaca
Hours, los LETS Systems, los SELs franceses y los Tianguis
mexicanos, permiten definir al modelo argentino desde sus cuatro
características principales:
Tratamos aquí de resignificar las condiciones de surgimiento y
desarrollo de la experiencia argentina, para que ella pueda ser
comprendida y, eventualmente, ser inspiradora en otros contextos.
En nuestro entender, se trata de observar variantes de viejas
prácticas con nuevos ojos, es decir, nuevos conceptos que puedan
generar nuevas prácticas sociales. Más precisamente, trataremos
de mostrar cómo fue posible construir prácticas de economía
solidaria desde adentro del sistema capitalista; pero a su
contracorriente. Tal es también el sentido de algunos programas
de capacitación al interior de la Red Global del Trueque, que
apuntan a mostrar cómo es posible combinar el liderazgo
emprendedor con el político y el solidario, tradicionalmente
considerados antagónicos entre ellos.
Si apostamos a la idea de que según las categorías que utilizamos
para mirar el mundo, así serán nuestras posibilidades de
transformarlos, desde una perspectiva teórica, podemos reconocer
que aquellas que vienen siendo utilizadas para diagnosticar y
resolver las distintas crisis de países de Occidente y Oriente
han conducido a una interpretación pobre (en términos de
resultados) y monótona (en términos de elaboración teórica), si
se trata de cambiar algunas reglas del juego social global.
Nuestras mejores teorías no han podido producir, lamentablemente,
los cambios en tiempo real que nuestra época necesita: siempre
les falta tiempo de juego, porque los jugadores se mueren durante
el partido o porque los directores técnicos suspenden el partido,
en la inminencia de la derrota. Por otro lado, el juego se vuelve
cada vez más inequitativo y difícil de revertir, por lo cual este
espacio de discusión resulta oportuno para poner en discusión la
experiencia de la Red Global de Trueque como motor de cambio para
un orden social más justo, democrático y equitativo para nuestras
sociedades de excluidos cada vez más numerosos. La puerta está
abierta, pues, desde la ética, la política, la ideología o la
simple inquietud de producir innovación teórica, en la ciencia
política o en la ciencia económica y sus tecnologías: sin
exclusiones de ningún actor social.
La evolución de la Red Global de Trueque Solidario se puede
caracterizar de la siguiente manera:
En un primer período los intercambios eran principalmente
directos y simples, anotados sobre una libreta centralizada y
tarjetas personales que los registraban, tratándose
principalmente de los rubros alimentación, indumentaria y
artesanías. Esa etapa duró algunos meses y el grupo se mantuvo
en alrededor de unas cincuenta personas ubicadas en Bernal, con
algún intento en la Ciudad de Buenos Aires y al norte, en Olivos.
A ese período se siguió otro de búsqueda de nuevos productos e
inclusión de los primeros servicios, con la incorporación del
primer dentista y los servicios básicos de reparaciones para el
hogar: pintura, albañilería menor, electricidad, plomería. Con
el crecimiento del primer club, los cálculos pasaron a ser hechos
en una computadora personal, quedando centralizados en las pocas
y laboriosas manos de los fundadores, hasta que se dieron cuenta
de dos impactos negativos: el exceso de trabajo para ellos y el
exceso de poder (de información, cuando menos) que condicionarían
forzosamente la replicación del sistema. Es el momento de la
búsqueda de un sistema descentralizado y ágil, que culmina con
la creación de los bonos, concebidos como intransferibles y
utilizados como transferibles, como se mencionó en el punto
anterior.
A lo largo del primer año, el Club de Bernal crece
sostenidamente, se crea un primer club en la ciudad de Buenos
Aires, pero es en el segundo año, con la difusión masiva por los
medios gráficos, radiales y televisivos que se produce la
explosión de crecimiento, tanto en el área metropolitana como en
las distintas provincias del país, expectantes de encontrar una
salida a la crisis, frente a la incapacidad del Estado de darle
respuesta. Desde los primeros tiempos, el grupo fundador,
autodenominado Consejo Asesor, inspirado en las observaciones de
iniciativas de alta centralidad (del estado o del mismo tercer
sector) pone énfasis en la necesidad de autonomía de los clubes
para enfrentar las diferencias entre los mismos y combatir la
falta de participación de sus miembros: cada grupo elige entonces
su estilo de gestión y la forma particular en que interpreta las
recomendaciones del PAR, sintetizadas en doce principios
rectores, las tradiciones y pautas de éxito, ya definidas al cabo
del primer año. Es así como el conjunto crece a más de doscientos
clubes en todo el país, involucrando a varias decenas de miles
de personas a comienzos de 1997.
Si en una primera etapa el Consejo Asesor del PAR mantuvo, en la
práctica, el poder de emisión de los bonos, con el crecimiento
exponencial de los clubes fue necesario crear mecanismos que
garantizaran a la vez la activación de la economía y la
protección de los sistemas que permitían el intercambio entre los
clubes. Demás está recordar que, en su expansión, el sistema
mostró las desviaciones del sistema que se propuso combatir:
sobreemisiones, falsificaciones, búsqueda de mecanismos de
sanción y control, etc. Así es como al período de centralización
de la gestión del PAR sucede otro de descentralización y
regionalización en el Area Metropolitana, con la organización de
las Comisiones de Créditos (nombre dado a los bonos de
intercambio) en Zona Norte, Oeste y Capital, que emiten sus bonos
propios y establecen acuerdos de equivalencia para la aceptación
de bonos en las cuatro áreas. Actualmente, se reconoce la
existencia de tres tipos de bonos: locales (válidos al interior
de un club), regionales (válidos al interior y entre varias
regiones) y nacionales (válidos en las distintas regiones del
país).
Posteriormente, se producen nuevas
centralizaciones/descentralizaciones con la creación de las
distintas comisiones, con sus respectivas reuniones periódicas
(en general mensuales): Comisiones Zonales de Coordinadores,
Comisiones Interzonales de Coordinadores, Comisiones de Créditos
Regionales, Comisión de Impulsores de la RGT, además de la
proliferación de sistemas y programas de capacitación instalados
al interior del movimiento. Lo que se constata es que, en la
práctica, los prosumidores son autónomos y siguen en mayor o
menor medida los dictámenes de las Comisiones, cuya
representatividad no siempre es clara, posiblemente porque la
participación es bastante desigual, en términos de dedicación y
calidad de adhesión. El trueque directo, entre personas y sin
mediatización de los bonos, sigue teniendo su espacio al interior
de la Red, mostrando la incorporación de la práctica primitiva
de solidaridad y reciprocidad.
Si en los tres primeros años se trató esencialmente de consolidar
la Red hacia el interior, a partir de fines de 1997 empieza a
darse una apertura hacia el Estado y el Mercado, buscando
legitimidad y nuevas formas de integración que consolidaran esa
iniciativa del IV Sector, que hasta el presente resiste
firmemente a cambiar de estado civil. Ni partidos políticos,
cubiertos o encubiertos, sindicatos u ONGs han podido adueñarse
de los actos de los prosumidores. El contacto con el Gobierno de
la Ciudad de Buenos Aires, a través de su Secretaría de Promoción
Social y luego con la de Industria, Comercio, Turismo y Empleo,
que ha sido inicialmente resistido por la mayoría de los
``miembros activos'' (representantes, en general, de si mismos,
puesto que faltan mecanismos consolidados de participación y
representatividad), empieza a ser aceptado como mecanismo posible
de ocupación de un espacio legítimo de la ciudadanía y de
propiedad de los representantes de turno que ella elige
periódicamente como ``administradores de la cosa pública''. Vale
la pena reconocer que este acercamiento ha significado un
reconocimiento --por parte del Estado-- del trueque
multirrecíproco como mecanismo legítimo para enfrentar el
desempleo, más allá de la discusión acerca de la necesidad de tal
legitimación y su significado en términos del nuevo rol del
Estado.
Si el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires fue el primero en
apoyar francamente esa iniciativa de la sociedad civil, no es
menos cierto que varios municipios lo han declarado de interés
municipal (Quilmes, Córdoba, Mendoza, Miramar, Almirante Brown,
entre otros) y varias provincias lo hecho de interés legislativo.
El Municipio de Plottier (Provincia de Neuquen) fue más allá:
aceptó el trueque directo con los contribuyentes morosos para
saldar sus cuentas pendientes con la comuna y es fuente de
inspiración para otros municipios y ONGs, que empiezan a innovar
en los mecanismos de interacción con los miembros deudores en
distintas modalidades de `trueque'. Actualmente, la Dirección de
la Juventud de la Secretaría de Cultura del Municipio de Quilmes
está impulsando un sistema de trueque entre estudiantes para
trocar libros usados entre ellos, con mediatización de los bonos
que facilitan las operaciones multirrecíprocas.
A su vez, desde el Estado nacional en su función reguladora de
las actividades económicas, empiezan a abrirse puentes a una
posible transición hacia el mercado formal, con la aceptación de
la Red como alternativa económica para la conformación del sector
microempresario, que padece de la misma enfermedad crónica del
resto de la economía formal: la falta de consumidores para los
productos y servicios del sector.
Empiezan a aparecer distintos estilos de gestión producto de su
mismo desarrollo, desde el interior de la Red. Hay grupos que se
mantienen al margen de la articulación con el conjunto de Nodos,
apuntando más hacia el desarrollo local, hay grupos que optan por
tener la posibilidad de utilizar sus monedas en territorios más
amplios. En 1999 se pone en marcha una tentativa de
homogeneización de las prácticas al interior de la Red, con la
construcción de un sistema de ``Franquicia Social'' propuesto por
el grupo fundador que se ha vuelto a nuclear. Ésta, en la
práctica, empieza a regular las actividades de los Nodos y a
intentar a centralizar la gestión de la edición, distribución y
control de la moneda social. Empiezan a diferenciarse al menos
tres modelos de gestión.
Unos que adhieren a la ``Franquicia Social'' y apuntan a un
sistema de moneda única, quedando identificados con el nombre de
Red `Global' de Trueque, buscando una actividad de cuño netamente
eficientista y empresarial, no participativo de las bases, con
la adopción de punteros políticos y un sistema de designaciones
piramidales que parece reproducir la lógica empresaria
tradicional más que intentar aumentar los niveles de conciencia
acerca del proceso económico y participación responsable.
Otros que adhieren al proyecto de construcción de consenso a
partir de reuniones de las distintas instancias (reuniones
mensuales de Nodos, zonas e interzonales), realizan ``asambleas
anuales'' de socios para discutir temas críticos y consensuar
nuevas prácticas. Rechazan la centralización de la `franquicia',
apuntan a la creación de moneda local como instrumento de
empoderamiento de las bases de la sociedad civil y al desarrollo
local, desde lo comunitario, barrial hasta lo municipal. Se
definen como un modelo que apunta a la construcción de ciudadanía
política a partir de la ciudadanía económica y se proponen como
``Red del Trueque Solidario''.
Por último, los Nodos independientes que rechazan o son
indiferentes a las disyuntivas planteadas por los grupos
anteriores, optando por intercambiar con productos y servicios
cuando hacen transacciones fuera de su espacio de pertenencia.
Si miramos hacia el interior de la Red y constatamos la
organización de las zonas, el funcionamiento de las distintas
Comisiones de Coordinadores, de Créditos, los distintos Grupos
Impulsores, podemos advertir las señales de su evolución: hay
palabras nuevas en circulación, que denotan nuevas prácticas
sociales. Es necesario reconocer que no está clara la
distribución cuantitativa de los tres grupos, entre otras cosas
porque el fenómeno es cambiante y está en franca expansión. De
todos modos, también es necesario reconocer que aparecieron
varios ``bancos centrales'' que se asignan el derecho de emitir
y controlar la distribución de la moneda social, por distintas
razones: porque fuimos los primeros, porque somos más numerosos,
porque estamos en lo cierto. ¿Manifestaciones inevitables de la
pensée unique? Tampoco cabe duda de que se asiste es un
interesante reacomodamiento de los valores de cada grupo, como
así también del posicionamiento de los actores sociales en
relación al fenómeno del trueque.
Pareciera ser --si queremos tomar distancia del fenómeno y
mirarlo desde sus orígenes-- que se empieza a aceptar que es
inútil intentar controlar lo incontrolable: es la diversidad que
reina. Más aún, pareciera ser que hay una nueva lógica en
gestación, la lógica real de la vida en red, no solamente
discursiva: las posibilidades se multiplican a partir de la
confirmación de la imposibilidad de homogeneizar, unificar;
reglamentar de forma única. El proceso está abierto y seguir
especulando sobre su desarrollo sería arriesgar aquí a emitir
pronósticos que probablemente no se confirmarán cuando este
trabajo esté en la calle. Por eso, como diría Wittgenstein, mejor
callar. Y seguir haciendo, decimos los que estamos comprometidos
con esta construcción.
Nos proponemos ahora incursionar en el terreno de las
interpretaciones que posibilitaron la existencia de la Red del
Trueque, lo cual significar, de alguna forma, confrontarlas con
aquellas que limitan hoy su existencia a nivel mucho más amplio
aún. En otras palabras ¿porqué no utilizar la moneda social como
forma de desarrollar nuevas prácticas sociales que empoderan a
los excluidos del mercado de trabajo para construir el proceso
de construcción de un nuevo contrato social? A lo largo del
desarrollo de la Red, se consolidaron algunas ideas rectoras,
propuestas por el grupo fundador y modificadas por las prácticas
de los prosumidores, tendentes al mismo tiempo a preservar la
ética y la autonomía de los Nodos, es decir, buscando combinar
zonas de alto consenso y zonas de disenso aceptado. Cuando
observamos hoy lo que se reconocen como principios de la Red del
Trueque (la `global' y también la `solidaria'), podemos reconocer
que si los principios son los mismos y la red múltiple, la
diferencia está en como éstos son interpretados, es decir, como
esas palabras se traducen en prácticas sociales. Eso explica la
existencia de múltiples formas y modelos al interior del
conjunto.
Con algunas variantes que no cambian sustantivamente el conjunto
en otros países de la región, los principios de la Red Global de
Trueque que los integrantes de la red argentina reconocen como
propios son:
en la economía solidaria, nada se pierde, nada se regala: todo se recicla, todo se valora, todo se distribuye por igual.
Nuestra propuesta de interpretación es que en la red del trueque,
gracias a la adopción del `crédito' como moneda social, se dio
un salto copernicano que sacó el dinero del centro del sistema
económico y se devolvió el trabajo a su dimensión constitutiva
de la vida social; se pasó del paradigma de la escasez inevitable
a la abundancia posible en el proceso económico; se osó creer
--como propuso Ernesto Sábato (1955) en su Informe sobre ciegos--
que el dinero no era más que una promesa absurda.
«El silencio y la soledad tenían esa impresionante vigencia que tienen siempre de noche en el barrio de los bancos. Barrio mucho más silencioso y solitario, de noche, que cualquier otro; probablemente por contraste, por el violento ajetreo de esas calles durante el día, por el ruido, la inenarrable confusión, el apuro, la inmensa multitud que allí se agita durante las horas de oficina. Pero también, casi con certeza, por la soledad sagrada que reina en esos lugares cuando el Dinero descansa. Una vez que los últimos empleados y gerentes se han retirado, cuando se ha terminado con esa tarea agotadora y descabellada en que un pobre diablo que gana cinco pesos por mes maneja todos los días cinco millones, en que verdaderas multitudes depositan con infinitas preocupaciones pedazos de papel con propiedades mágicas que otras multitudes retiran de otras ventanillas con precauciones inversas. Proceso todo fantasmal y mágico, aunque ellos, los creyentes, se creen personas realistas y prácticas, aceptan ese papelucho sucio, donde con mucha atención se puede descifrar una especie de promesa absurda en virtud de la cual un señor que ni siquiera firma con su propia mano, se compromete, en nombre del estado, a dar no sé qué cosa al creyente a cambio del papelucho.
Y lo curioso es que a este individuo le basta con la promesa, pues nadie, que yo sepa, jamás ha reclamado que se cumpla el compromiso; y todavía más sorprendente, en lugar de esos papeles sucios, se entrega generalmente otro papel más limpio, pero todavía más alocado,donde otro señor promete que, a cambio de ese papel, se le entregará al creyente una cantidad de los mencionados papeluchos sucios; algo así como una locura al cuadrado. Y todo en representación de Algo que nadie ha visto jamás y que, dicen, yace depositado en Alguna Parte, sobretodo en los Estados Uniodos, en grutas de acero. Y que toda esa historia es cosa de religión, lo indican en primer término palabras como crédito y fiduciario.»
Y si de interpretaciones se trata, nos parece justo rendir
homenaje a la memoria de Michel Tavernier, ingeniero naval y
filósofo francés, creador de AISE (Asociación Internacional para
el Sostenimiento de la Ecosofía), inventor de cosas muy raras y
de osado sentido común, quien dijo por primera vez que la Red
Global de Trueque había creado su propio dinero: una moneda
social. Tavernier asimiló la moneda formal de hoy a una suerte
de ``moneda criminal'', y recordaba que así definió a la moneda
con interés el mismo Pesant Boisguillebert, consejero económico
del rey Luis XIV, hace casi tres siglos. La demanda de una moneda
libre de interés para solucionar los problemas de distribución
de la riqueza, expresada hoy por varias corrientes y grupos, hace
tímida la propuesta de una Tasa Tobin sobre las transacciones
especulativas. La diferencia entre ambas es --seguramente-- un
tema mayor, de poder y correlación de fuerzas, lo cual incrementa
la responsabilidad de los distintos actores sociales de
manifestar su posición acerca de la moneda social como estrategia
de reconstruir el mercado de abajo hacia arriba, al mismo tiempo
que se discuten nuevos planteos de gobernabilidad mundial, en
Davos y en Porto Alegre.
Otra influencia que nos parece relevante incluir es la del
pensamiento de Bernard Lietaer, economista belga, de nutrida y
variada experiencia profesional y académica, quien tuvo su paso
por el Banco Central de su país, participó del primer proyecto
de moneda europea unificada (ECU), fue Presidente del sistema de
pago electrónico de Bélgica, desarrolló tecnologías para empresas
multinacionales para ser utilizadas en ambientes de múltiples
monedas, actuó en países en desarrollo para mejorar sus ahorros
y enseñó finanzas internacionales en la Universidad de Lovaina.
Actualmente es profesor visitante en el Centro de Desarrollo
Sustentable de la Universidad de California en Berkeley. En su
séptimo libro El futuro del dinero: creando nueva riqueza,
trabajo y un mundo más sabio [Lietaer, 2001], desarrolla una
original argumentación acerca de cómo fue posible que pasara lo
que pasó con la economía que --se supone-- debía ayudar a poner
la casa en orden.
Para Lietaer, el diseño del sistema monetario es en realidad la
raíz de mucho de lo que ocurre o no ocurre actualmente en la
sociedad: «el dinero es como un anillo metálico que nos hemos
colocado en la nariz: nos hemos olvidado que nosotros fuimos los
que lo diseñamos y a ahora el nos está llevando alrededor del
mundo. Ya es tiempo de imaginarse dónde queremos ir, si queremos
ir hacia la sustentabilidad y la comunidad, para ello diseñar un
sistema monetario que nos lleve hasta ese punto». La razón por
la cual eso pudo pasar habría sido una primera etapa
civilizatoria en la cual el hombre vivió en el paradigma de la
abundancia de la Gran Madre Tierra, todo poderosa, toda generosa
con sus hijos: los cazadores y recolectores disfrutaban de los
recursos en cada espacio y --si se agotaban-- cambiaban de
espacio. Con la revolución agrícola, el uso de la rueda y el
fuego, empezó a ser reprimido el paradigma de la abundancia, la
competición y la voracidad dieron paso a la conducta humana
normal y el miedo a la escasez la alimentó definitivamente.
Tendríamos así, cinco mil años de paradigma de la escasez
instalados en las cabezas y en las prácticas de todas las
culturas que tuvieron contacto con la primera que cambió y ya no
podemos ver abundancia, sino escasez en permanencia. La paradoja
del tercer milenio es que la población total aumentó, pero hoy
hace falta sólo el trabajo de 2% de la humanidad para mantenerla
funcionando, si queremos que así sea. La teoría de fondo a la que
recurre Lietaer es la psicología colectiva de Carl Gustav Jung,
para quien la represión de un arquetipo provoca la manifestación
de sus sombras. Cuando el arquetipo Soberano es reprimido,
aparecen en su lugar sus sombras complementarias: el Tirano y el
Cobarde, que muestran la imposibilidad de ejercer una y el miedo
de aparecer como la otra. Lo mismo ocurre con el arquetipo de la
Gran Madre, que reprimido se expresa en sus sombras, lo cual
explica perfectamente que un maestro de escuela escocés llamado
Adam Smith observara mucha codicia y miedo a la escasez
alrededor suyo y asumiera que así era como las sociedades
civilizadas operaban... Así creó la economía moderna, que se ve
desde ese enfoque como una manera de distribuir o administrar los
recursos escasos, a través del mecanismo individual y personal
de la codicia.
Es, así, como de la mano de Sábato, Tavernier, Lietaer y tantos
otros aliados, postulamos que la moneda social significa un
movimiento de recuperación del paradigma de la abundancia, a
partir de una ruptura del paradigma vigente. No se trata, pues,
de una vuelta al trueque primitivo, como puede parecer a primera
vista, sino de una conquista de las nuevas tecnologías aliadas
a una reiterpretación del fenómeno social del dinero. Que
requiere una sociedad civil fuerte y organizada para su
implementación, a la vez que un estado promotor y un sector
empresario que deje de ser especulativo y vuelva a ser
emprendedor.
Sabemos que, frecuentemente, el acto de tan sólo nombrar una idea
la desnaturaliza. Por ello, decíamos antes, los principios de la
Red son más bien ideas-fuerza, faros y balizas para inspirar una
conducta ética, antes que normas fijas de regulación de la
actividad económica de sus miembros. Pese a ello, podemos
considerar que las prácticas sociales que dan vida a esos
principios fueron construidas a lo largo de estos seis años de
intercambio, polémicas y disensos siempre abiertos.
Quizás los doce principios y la utilización de los bonos de
cambio --los `créditos'-- sean lo único verdaderamente común a
todos los Nodos de la Red y a todos los prosumidores de una gran
territorialidad, aquello que caracteriza y da pertenencia a
cualquier prosumidor. Todo lo demás es más o menos libre y
variable al interior de la Red, mal que le pese a aquellos que
quieren normatizarla en cualquier sentido. Si la mayor parte de
las redes que existen en la actualidad son cuasi-redes de
pirámides, ello no ocurre en la Red Global de Trueque: por alguna
razón su carácter de red se ha mantenido a lo largo del tiempo,
quizás, hasta se vaya perfeccionando. El tiempo dirá. Hay
subjetividades y diferencias de contexto, de necesidades, de
posibilidades. Hay consensos que se construyen en las reuniones
de coordinadores y disensos que se producen en las prácticas de
intercambio de los prosumidores, que recuerdan el principio 6:
«Sostenemos que cada miembro es el único responsable de sus
actos, productos y servicios». Hay tensiones que se resuelven,
para seguir produciendo/consumiendo, es decir, prosumiendo... y
otras que no se resuelven porque no tienen que ver con prosumir,
sino con tomarle el poder (¿de qué?) a otro para reproducirlo
luego a su vez.
De lo que no hay duda es de que el poder está donde tiene que
estar: en la gente que hace las cosas en el marco de los
principios de crecimiento del conjunto y la solidaridad. Cuando
alguien ``re-inventa el capitalismo'', porque crea un banco
central o acumula cinco mil o treinta mil créditos, es el mismo
grupo quien sanciona, expulsándolo de sus filas o contrastando
esas prácticas con los principios rectores. La Red del Trueque
es, sin duda, un movimiento transgresor también por eso: tarde
o temprano los organizadores de golpes de estado se quedan
hablando solos en la Plaza. Los caudillos (a veces caudillas)
locales que quieren imponer sus reglas de dominación por la
dominación (y no por el bien común), despliegan su juego de
distintas maneras: más o menos éticas, como en todas partes. No
es menos cierto que, a veces, se reproduce el juego del sistema
que se quiere superar, en general con buenas intenciones.
Carismas y fundamentalismos incluidos, la evolución sigue en
búsqueda de un lugar de nueva legitimidad, de construcción de
nuevas identidades, de una militancia que intenta salir del
politiquerismo, a veces burdo, de cierto Tercer Sector y empezar
a hacer política desde lo que es la red del trueque: desocupados
y subocupados, excluidos desde siempre o desde hace poco, un
Cuarto Sector resistente a la institucionalización.
Como el momento es de búsqueda y de construcción, desde un nodo
piloto que nació con vocación de explorar los márgenes para
encontrar nuevas respuestas proactivas (y no sólo reactivas, como
lo son la mayor parte de las iniciativas en contra de
algo/alguien) se puso en marcha un Programa de Capacitación que
intenta:
En el segundo enfoque, se parte de la obra de Fernando Flores,
que propone desarrollar un liderazgo que combina simultáneamente
la solidaridad, la capacidad emprendedora y la acción
democrática, como responsabilidad por el otro. Estos términos han
sido resignificados por nosotros, en términos de conductas
concretas, para su aplicación en el programa de capacitación que
está siendo implementado en varios países como Programa de
Alfabetización Económica del Adulto:
En ese Programa de ocho meses de duración, los participantes son
invitados a diseñar e implementar proyectos de cultivo personal,
grupal y social, a mejorar su capacidad de negociación y a
hacerse cargo definiendo metas (¡y alcanzándolas!) en los ocho
dominios de interés de la vida adulta: cuerpo/salud,
familia/pareja, amigos/relaciones especiales, el mundo, la
educación, el trabajo, el dinero y el tiempo libre/recreación.
Al mismo tiempo, son invitados a emprender pequeños proyectos de
empresas (solos o asociados a otros prosumidores, explorando
posibilidades de la solidaridad emprendedora), en el marco de los
círculos de calidad de cada especialidad de la Red. El objetivo
último del proceso de capacitación es promover, en la práctica,
una nueva dimensión de calidad de vida, compatible con una
visión de desarrollo humano más integral, respetuosa del medio
ambiente e integrada en lo social, que aquella que se atiene
exclusivamente a los intercambios de productos y servicios para
el consumo inmediato, realizados al interior de la Red.
Gracias a nuestra adscripción a los nuevos paradigmas del
conocimiento que atribuyen al lenguaje un rol de construcción de
la realidad antes que de descripción de la misma, hemos podido
reinterpretar algunos conceptos fundamentales, al servicio de la
recuperación de aquellas personas que se encuentran excluidas del
mercado de trabajo formal y que se acercan a los clubes de
trueque.
Éstas son algunas de las ideas-fuerza que se trabajan desde el
Programa de Alfabetización Económica:
Podemos enunciar esas leyes y su expresión en fenómenos
observados en la evolución de la Red, del modo siguiente:
Como hemos anticipado al inicio de estas reflexiones, comprender
la emergencia de eventos improbables, como fueron el primer banco
que prestó plata a los pobres (y sigue recuperando el 100%), el
primer municipio que creyó en la posibilidad de participación
directa de los ciudadanos en la decisión de los destinos de sus
fondos, así como el primer grupo de personas que se organizó para
mejorar su calidad de vida, de espaldas al mercado formal, es una
tarea ardua e infinita si se quiere sólo reconstruir la historia.
Pero, si las explicaciones sirven para algo --y esa es la
tradición occidental a la que pertenecemos-- optamos por creer
que alguien imaginó un futuro improbable como posible, puso manos
a la obra y lo comenzó a hacer. En el camino hubo escollos de
todo tipo, finalmente, el paradima dominante no deja pensar
cualquier cosa y menos hacerlas. Pero una vez lograda cierta masa
crítica y visibilidad, muchas más cosas empezaron a ser posibles.
Al fin y al cabo, a nadie le gusta estar ausente de la foto de
fin de fiesta.
Más aún, la dimensión de la tragedia contemporánea, donde todo
se sabe al instante y se convive a diario con el riesgo de un
continente entero condenado a la desaparición; la falta de
imaginación de una política que cada vez más aparece como canibal
en vez de lograr producir algo tan simple como el bien público;
la falta de responsabilidad por la quinta del vecino cuando a
penas se nos alcanza para mantener la propia, no pueden ser más
que una invitación --terminal-- para creer que el mundo es uno
sólo, que otro mundo es posible y que somos todos responsables
de todos. Inspirémosnos en Grameen, Porto Alegre y Bernal y que
empecemos a buscar nuevas estrategias que nos permitan combinar
participación ciudadana, microcrédito y moneda social para
desplegar la imaginación y el coraje que tenemos para hacernos
cargo de construir un presente y un futuro dignos de lo que
tenemos y podemos compartir.
Si a partir de los clubes de trueque en Argentina pudimos caminar
hacia una economía solidaria renovada por la reinvención del
dinero; si empezamos a llevar esa posibilidad a las cárceles
argentinas y bolivianas, donde ya estaba implantado el
microcrédito; si pudimos partir de éstos en el Banco Palmas de
Fortaleza (Ceará) y articularlas con las Redes de Trueque
Solidario en Brasil, ¿cuánto más podremos hacer? ¿hacia dónde
estamos yendo? ¿de qué otras experiencias podremos beneficiarnos
y qué aún no conocemos?
Más recientemente, en un encuentro con grupos de trabajo en
economía solidaria, en junio de 2001, en Findhorn, Escocia,
colegas de Brasil, Argentina, Senegal, India, Filipinas, Chile,
Canadá y Bégica, provenientes de las áreas de Mujer y Economía,
Moneda Social, Finanzas Solidarias, Comercio Justo, Consumo Ético
y Política Económica, produjimos tres ideas-fuerza sobre mujer,
nuevo dinero y nueva economía que queremos compartir con los
lectores, aunque más no sea para provocar la discusión sobre
nuestro optimismo. Es posible invitar a nuevos aliados a sumarse
a esa dinámica que quiere seguir construyendo un mundo
responsable, plural y solidario:
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Fecha de referencia: 23-02-2003
22 -- French Fries > http://habitat.aq.upm.es/boletin/n22/ahpri.html |
Edita: Instituto Juan de Herrera. Av. Juan de Herrera 4. 28040 MADRID. ESPAÑA. ISSN: 1578-097X
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