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Edita: Instituto Juan de Herrera. Av. Juan de Herrera 4. 28040 MADRID. ESPAÑA. ISSN: 1578-097X
Hoy, 22 de mayo de 2001, se celebra el Día Mundial de la
Biodiversidad. La pérdida de la diversidad genética, de especies
y de ecosistemas es uno de los mayores peligros para el futuro
de la humanidad.
El 22 de mayo de 2001, día mundial de la biodiversidad, se
celebra coincidiendo con el ataque de la Administración Bush a
todas las conquistas internacionales para proteger el medio
ambiente, la discusión sobre el Plan Hidrológico Nacional (los
embalses y el trasvase del Ebro previstos en el PHN afectarían
negativamente a nuestra diversidad biológica) y el proceso
imparable de construcción de nuevas infraestructuras de
transporte, como autovías, autopistas y líneas de alta
velocidad. Otras de las amenazas más insidiosas es el desarrollo
de los cultivos transgénicos, y que puede tener graves
consecuencias a lo largo del siglo XXI, si la presión ciudadana
no frena su desarrollo.
Cada año desaparecen miles de especies y con ellas nuevas
posibilidades de culturas agrícolas, productos industriales o
medicinas para curar las enfermedades. Con la pérdida de
diversidad, aumenta la uniformidad, la dependencia de unas pocas
variedades de plantas para alimentarnos, y sobre todo crece la
vulnerabilidad ante las plagas y las enfermedades. La
biodiversidad se pierde debido al deterioro y fragmentación de
los hábitats, a la introducción de especies, la explotación
excesiva de plantas, animales y peces, la contaminación, el
cambio climático, la agricultura (reducción de las variedades
empleadas, plaguicidas) y repoblaciones forestales con
monocultivos de rápido crecimiento.
A las consecuencias indeseables del desarrollo económico, del
crecimiento demográfico, de la desigual distribución de la renta
y del consumo insostenible de recursos, hay que añadir las
causadas por las nuevas biotecnologías y el desarrollo de la
ingeniería genética, el reducido espectro de productos agrícolas,
forestales y pesqueros comercializados, y las políticas
económicas que no atribuyen su debido valor a los recursos. La
mayor parte del germoplasma de las especies y variedades
agrícolas y ganaderas puede llegar a desaparecer.
Las especies inventariadas alcanzan la cifra de 1.750.000, pero
algunos autores señalan que probablemente superen los 111
millones de especies, aunque la cifra media hoy se estima en
13.620.000 especies, según la biblia de la biodiversidad, el
Global Biodiversity Assessment, informe de 1.140 páginas
publicado en inglés por el PNUMA en 1995. Pero lo único seguro
es que nadie sabe cuántas especies existen. Entre las especies
ya descritas hay 270.000 plantas, 4.300 mamíferos, 9.700 aves,
6.300 reptiles, 4.200 anfibios, 19.000 peces, 72.000 hongos (se
cree que el número de especies debe superar el 1,5 millones),
1.085.000 artrópodos (950.000 insectos descritos, aunque el
número de especies debe ser superior a 8 millones), 5.000 virus
y otras 4.000 bacterias (una ínfima parte de los más de 400.000
virus y 1 millón de bacterias que se cree que existen).
Los bosques tropicales, que sólo cubren el 7 por ciento de las
tierras emergidas, albergan entre el 50% y el 90% del total de
las especies. El promedio de extinción era de una especie de
mamíferos cada 400 años y de una especie de aves cada 200 años,
pero las extinciones documentadas en los últimos 400 años indican
que han desaparecido 58 especies de mamíferos y 115 de aves.
Estas cifras representan solo las extinciones conocidas. Las
poblaciones afectadas pueden resistir durante algunas
generaciones, pero están condenadas a la desaparición cuando su
número total cae por debajo de un punto que no puede soportar la
dureza de una sequía, una enfermedad, una depredación y otras
clases de fenómenos. Una especie debe tener una población de al
menos varios miles de individuos para sobrevivir a largo plazo.
Alrededor del 12 por ciento de las especies de mamíferos y el 11
por ciento de aves fueron clasificadas como especies en peligro
en 1990. El 90 por ciento de nuestra alimentación procede de 15
especies de plantas y 8 especies de animales. El arroz, según
la FAO, aporta el 26% de las calorías, el trigo el 23% y el maíz
el 7%. Las nuevas especies sustituyen a las nativas,
uniformizando la agricultura y destruyendo la diversidad
genética. Sólo en Indonesia se han extinguido 1.500 variedades
de arroz en los últimos 15 años.
A medida que crece la uniformidad, aumenta la vulnerabilidad. La
pérdida de la cosecha de la patata en Irlanda en 1846, la del
maíz en Estados Unidos en 1970 o la del trigo en Rusia en 1972,
son ejemplos de los peligros de la erosión genética y muestran
la necesidad de preservar variedades nativas de las plantas,
incluso para crear nuevas variedades mejoradas y resistentes a
las plagas. El trigo hoy cultivado en Canadá tiene genes
procedentes de 14 países y los genes de los pepinos de EE UU
proceden de Birmania, India y Corea, genes adquiridos sin ninguna
contrapartida económica, a diferencia de las semillas mejoradas
que exporta EEUU, por no hablar de las semillas transgénicas. Las
multinacionales de Estados Unidos, la Unión Europea y Japón
pretenden obtener gratis, sobre todo en los países del Tercer
Mundo, los recursos genéticos, para luego venderles a precios
de usura las semillas, animales o medicamentos obtenidos, en base
a la "propiedad intelectual". La ingeniería genética supondrá la
pérdida de miles de variedades de plantas, al cultivarse sólo una
pocas con una alta productividad, por no hablar de otros muchos
peligros, agravando los efectos de la revolución verde de las
décadas pasadas.
Proteger la biodiversidad
Existen dos planteamientos para conservar la biodiversidad:
proteger las especies y las poblaciones individuales o proteger
los hábitats en los que viven. Lo esencial es la conservación de
ecosistemas enteros, asegurando su funcionalidad. Los esfuerzos
dirigidos hacia las especies y las poblaciones, aunque son
importantes, exigen una gran cantidad de tiempo y esfuerzo; las
medidas incluyen la protección legal de las especies
individuales, planes de gestión y una conservación ex situ, es
decir, proteger las poblaciones de animales y plantas en zoos y
bancos de semillas. La conservación ex situ sirve tanto de seguro
contra la pérdida de la diversidad genética y de especies en la
naturaleza como de semillero para reintroducir o reforzar las
poblaciones silvestres. Además, los bancos de semillas son una
fuente de diversidad genética para la investigación agrícola.
El Convenio sobre la Diversidad Biológica se firmó en junio de
1992 en la Conferencia de Río y entró en vigor el 29 de diciembre
de 1993; aunque EEUU no lo ha ratificado ni piensa hacerlo. Su
objetivo es cubrir el vacío existente a nivel internacional en
el campo de la biodiversidad. El Convenio prevé programas de
cooperación y de financiación para proteger la biodiversidad, y
en su artículo 6 contempla la necesidad de que "cada Parte
Contratante... elaborará estrategias, planes o programas
nacionales para la conservación y la utilización sostenible de
la diversidad biológica". La Conferencia de las Partes del
Convenio se ha reunido en varias ocasiones, la primera en Nassau,
en las Bahamas, del 28 de noviembre al 9 de diciembre de 1994,
y la segunda en Yakarta, Indonesia, entre el 6 y el 17 de
noviembre de 1995, donde se decidió que Montreal, en Canadá,
fuese la sede permanente del Convenio, e igualmente se aprobó
desarrollar un protocolo de bioseguridad, que finalmente fue
aprobado el 29 de enero de 2000. Dentro del Convenio igualmente
debe desarrollarse un problemático protocolo sobre bosques, que
fue uno de los temas que quedaron fuera de la Cumbre de Río de
1992, y otro sobre los derechos de los agricultores en el
mantenimiento de los recursos genéticos.
Causas de la pérdida de biodiversidad
España cuenta con una gran diversidad de fauna y flora, pero su
estado de conservación es lamentable, y son numerosas las
especies en peligro o amenazadas, como pone de manifiesto el
proyecto Hispanat del antiguo ICONA: el 12% de las plantas
vasculares y el 26% de las especies de vertebrados están
incluidas en las categorías extinguida, en peligro, vulnerable
o rara de la UICN. Un total de 209 especies de flora y 43
especies de vertebrados se encuentran en peligro de extinción.
En España se han extinguido varias razas de vacuno, y son muchas
las especies ganaderas y plantas cultivadas en peligro de
extinción.
Al igual que en toda Europa, la naturaleza y los ecosistemas
originales han sufrido las consecuencias del desarrollo:
deforestación, pérdida de biodiversidad, alteración de los ciclos
hidrológicos, desertización, erosión, suelos contaminados,
contaminación atmosférica, litoral esquilmado por la especulación
urbanística y la pesca excesiva, cursos de agua contaminados,
generación anual de cerca de 270 millones de toneladas de
residuos (de ellos más de 3 millones de toneladas son residuos
tóxicos y peligrosos), difusión de sustancias tóxicas y
bioacumulativas como los organoclorados o las sustancias
radiactivas, acuíferos contaminados por nitratos y procesos de
eutrofización.
Desde 1950 han desaparecido el 50 por ciento de los humedales.
Se han construido decenas de miles de kilómetros de carreteras
por las que circulaban millones de vehículos. Entre 1970 y 2000
la demanda de transporte de viajeros y de mercancías se ha
triplicado. El parque de vehículos superó los 22 millones antes
del año 2000, y nadie sabe cuándo se alcanzará el nivel de
saturación. Un total de 1.015 embalses con capacidad para
almacenar 53 km3 de agua han inundado 3.000 kilómetros cuadrados,
y un total de 3,6 millones de hectáreas de regadío consumen
ineficientemente el 80% de los usos consuntivos del agua (24.000
Hm3 sobre un total de 30.494). Más de 500.000 pozos bombean cerca
de 5.500 Hm3 al año.
Se consumen anualmente 1,8 millones de toneladas de fertilizantes
químicos y más de 70.000 millones de pesetas de productos
fitosanitarios.
La quema de rastrojos es una práctica generalizada, a pesar de
que causa numerosos incendios forestales, perjudica la
conservación de los suelos, aumenta la erosión y perjudica la
infiltración del agua de lluvia. En el periodo 1961-2000 se han
quemado en España 3 millones de hectáreas de superficie arbolada.
El 18% del territorio sufre una erosión superior a las 50
toneladas anuales de suelo por hectárea, y sólo el 3% de la
superficie del país está ocupada por bosques espesos. Entre 1940
y 1994 se han repoblado 2,9 millones de hectáreas con pinos y
450.000 hectáreas con eucaliptos, y prácticamente nada con
frondosas autóctonas.
Estrategia Española para Conservación y el Uso Sostenible de la
diversidad Biológica
Hoy sigue pendiente la aprobación de la estrategia de
Biodiversidad, prueba de la escasa atención del Ministro de Medio
Ambiente por la denominada Estrategia Española para la
Conservación y el Uso Sostenible de la Diversidad Biológica, que
todavía se encuentra pendiente de aprobación por el Consejo de
Ministros.
La Estrategia Española para la Biodiversidad lleva más de dos
años pendiente de su aprobación oficial por el Consejo de
Ministros, a pesar de su presentación pública en la anterior
legislatura. España, con cuatro regiones biogeográficas
(mediterránea, atlántica, alpina y macaronésica), cuenta con el
40 por ciento de las especies de la UE y el 54 por ciento de los
hábitats identificados como de interés comunitario (121 hábitats
sobre un total de 226 tipos, según la Directiva Hábitats 43/92
CEE). España cuenta con cerca de 80.000 taxones: 635 vertebrados,
más de 50.000 invertebrados, 8.000 plantas vasculares, 15.000
hongos, 2.000 líquenes y 1.500 briofitas. Hay cerca de 1.500
endemismos vegetales, es decir, especies que sólo existen en
nuestro territorio. En toda Europa sólo se conocen 142.000
taxones, por lo que puede afirmarse que más del 50 por ciento de
las especies europeas están representadas en España, cifra que
se eleva al 74 por ciento en el caso de las aves (368 especies)
y al 79 por ciento de los mamíferos (118 especies).
Igualmente nuestro país cuenta con 68 especies de peces, sobre
un total de 150 en la Europa de los doce de la antigua UE, 56
especies de reptiles y 25 especies de anfibios. En España es
necesario que la Administración apruebe y desarrolle la
Estrategia Española para la Conservación y el Uso Sostenible de
la Diversidad Biológica, tal y como obliga el Convenio firmado
y las ONG deberían igualmente tener una participación y control
más estricto.
Desde que en junio de 1992 el gobierno firmó el Convenio sobre
la Diversidad Biológica han transcurrido nueve años, y en ese
periodo las sucesivas administraciones lo único que han hecho
es presentar una estrategia que aún no ha sido aprobada. La
Estrategia no debe ser una mera recopilación de los planes y
actuaciones existentes, ni tampoco debe quedarse en un
diagnóstico más o menos acertado de la situación de la diversidad
biológica en España. Según el Convenio firmado, cada Parte
Contratante "integrará la conservación y la utilización
sostenible de la diversidad biológica en los planes, programas
y políticas sectoriales o intersectoriales".
La conservación de los hábitats es imprescindible para la
preservación de la diversidad biológica. Se debe ampliar la red
de parques y espacios protegidos al 15 por ciento del territorio,
buscando un sistema de áreas representativo de nuestra diversidad
biológica, sin olvidar los valores paisajísticos, aunque lo
fundamental es la conservación y el uso sostenible de la
diversidad biológica en todo el territorio, y no sólo en los
espacios protegidos.
Sólo el 5 por ciento del territorio español corresponde a
espacios naturales protegidos, área que no obstante deja sin
protección a una tercera parte de los espacios identificados como
de alto interés en el Proyecto Biotopos/Corine. La mitad de la
superficie protegida está en Andalucía, mientras que en el
extremo opuesto se encuentran las Comunidades Autónomas que
apenas han protegido áreas, como La Rioja, Galicia o
Castilla-León. Igualmente es necesario recuperar las vías
pecuarias y los ríos, auténticos corredores ecológicos verticales
(las vías pecuarias) y horizontales (los ríos) en la Península.
La conservación de la biodiversidad debe determinar todas las
políticas sectoriales (económica, agrícola, forestal, pesca,
agua, transporte, energía, turismo, urbanismo, comercio,
industria, entre otras), dando prioridad absoluta a la
conservación in situ sobre los bancos genéticos (ex situ), aunque
éstos también son necesarios. Especial importancia merece la
conservación de la diversidad genética de la agricultura y de la
ganadería, tanto in situ como ex situ (bancos de germoplasma).
Destrucción de hábitats
La destrucción del hábitat es la mayor amenaza actual para la
biodiversidad. Un estudio de Conservation International mostró
que el 23,9% de los sistemas biogeográficos de la Tierra han sido
completamente transformados por el hombre (el 36,3% si se
excluyen las superficies heladas, de roca y los desiertos), el
24,2% parcialmente y sólo quedan bien conservados el 51,9%, cifra
que se reduce a sólo el 27% si se exceptúan las superficies
estériles. Sólo quedan sin transformar el 51,9% de las tierras
emergidas, aproximadamente 90 millones de km2.Las áreas
parcialmente transformadas por las actividades humanas son 41
millones de km2 (24,2% de las tierras emergidas), y las áreas
totalmente transformadas por el hombre superan los 40 millones
de km2, un 23,9% del total de las tierras emergidas.
Sin embargo, estas cifras son engañosas, al incluir extensas
áreas de desiertos, rocas o hielos, que no son habitables o
tienen escasa importancia desde el punto de vista de la
diversidad biológica. Si se excluyen las áreas desérticas,
rocosas y heladas, las zonas no transformadas por el hombre y por
lo tanto con los ecosistemas y la diversidad biológica bien
conservadas, son sólo el 27%, mientras que las parcialmente
transformadas son el 36,7% y las totalmente transformadas
ascienden al 36,3%. Las zonas sin transformar son la taiga y la
tundra en las latitudes nórdicas, los desiertos en África,
Australia y el centro de Asia, y la Amazonia. Las zonas más
transformadas, sin apenas restos de la vegetación original y con
grandes pérdidas de diversidad biológica, son Europa, el Este de
EEUU, China y el Sureste asiático. América del Sur, con el 62,5%,
y Oceanía, con el 62,3%, son las dos regiones mejor conservadas
y menos transformadas, mientras que Europa es el continente que
menos hábitats ha conservado, con sólo el 15,6%. Las zonas de
Oceanía bien conservadas corresponden a los desiertos de
Australia, mientras que las regiones de América del Sur casi
intactas corresponden a la Amazonia, con bosques tropicales con
una extraordinaria diversidad biológica. África es la zona con
más áreas parcialmente transformadas, reflejo de una presión
demográfica todavía baja, y de una agricultura extensiva. Europa,
con el 64,9%, es la región más humanizada, más del doble que el
siguiente continente, Asia, con el 29,5%.
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Más información:
http://www.nodo50.org/worldwatch
Fecha de referencia: 02-06-2001
Boletín CF+S > 16 -- Para tomar ejemplo > http://habitat.aq.upm.es/boletin/n16/ajsan.html |
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