Elementos para construir una metodología de la mediación social
Julio Alguacil
Universidad Carlos III de Madrid.
Madrid (España), febrero de 1999.
La idea de acción, desde la perspectiva de los sujetos que animan
los movimientos y organizaciones sociales, se basa en activar, en
imprimir acción, en accionar a los ciudadanos haciéndoles
corresponsables de sus propias condiciones de vida y protagonistas
de las transformaciones necesarias para alcanzar las mayores cotas
posibles de Calidad de Vida. La acción significa la consecución de
procesos que precisan de forma recurrente de las tres Cs:
Conocimiento, Comunicación y Conciencia. Cada una de las tres Cs no
puede pensarse, ni desarrollarse, sin las otras, y todas en su
conjunto de relaciones sinérgicas imprimen una estrategia de
mediación. Los animadores de los movimientos sociales son tales
porque son mediadores sociales, es decir, porque establecen una
estrategia relacional entre distintos sectores y niveles de la
estructura y del tejido social.
Si bien la interrelación del conocimiento (análisis de la realidad
social), la comunicación (corrección, profundización y difusión del
conocimiento en base a la igualdad de oportunidades en el acceso al
mismo) y la conciencia (establecimiento de objetivos y
predisposición a participar), que llevan a la acción transformadora
precisan de un conjunto de métodos que convenientemente
relacionados sean capaces de conformar una metodología de la
mediación social. Los mediadores sociales tienen como cometido
distintos niveles de relaciones: entre sí, con la base social, con
el mercado, con las instituciones públicas; y las relaciones entre
estos niveles de relaciones (relaciones entre relaciones). Nos
interesa aquí centrarnos en las complejas relaciones que los grupos
animadores tienen que establecer con la base social a la que se
dirigen, de la que se alimentan. Sus dificultades y sus retos.
El contexto de dualización y segmentación
Obligatoriamente tenemos que partir de los efectos que los procesos
de globalización están teniendo sobre la estructura social, y más
particularmente sobre las estructuras de las redes sociales en las
ciudades. Polarización (o dualización) social y segmentación social
se nos presentan, paradójicamente, como las dos caras de la misma
moneda. Varios son los aspectos que llevan a pensar a que nuestro
sistema social ofrece una tendencia a la separación entre polos
(riqueza-pobreza) y la segmentación de los mismos. Veamos los más
importantes:
- La teoría del "Mercado Dual del Trabajo" [Doeringer & Piore
, 1975: 307-320] mantiene la existencia de una tendencia donde se
produce un creciente alejamiento entre un "sector primario" más
rígido y caracterizado por la elevada cualificación, estabilidad en
el empleo, alto nivel de rentas, posibilidad de promoción social,
prestigio social... y un "sector secundario" más flexible y
determinado por la baja cualificación, por la inseguridad y la
precarización del empleo, por los bajos ingresos, por las escasas
posibilidades de movilidad social, por el estigma social
negativo... Estos últimos además afectan más directamente a
determinadas condiciones sociales en función del genero, la edad,
el origen étnico (mujeres, jóvenes, inmigrantes...). En
correspondencia con la existencia de un mercado dual de trabajo
fuertemente influenciado por un sistema informacional podríamos
ampliar la división entre sector primario y sector secundario al
considerar la variable de acceso a la información. Aparecería así
una nueva división que refuerza el dualismo al considerar la
separación que se establece entre aquellos colectivos del sector
primario que tienen acceso a la información, son creadores de
información y tienen capacidad de decisión ejecutiva, de aquellos
otros colectivos sociales del sector secundario que tiene cerrado
el acceso a esas funciones.
- Las recientes tendencias que apuntan a una creciente distinción
entre quienes viven la metrópoli y la consumen, será otra nueva
perspectiva de la dualidad social. Según Guido Martinotti "la
metrópolis tenderá cada vez más a estar dividida entre los que
habitan la ciudad y quienes, en cambio, la usan, o mejor aún, la
consumen" [Martinotti , 1990: 123]. Martinotti detecta la presencia
creciente de un sector de población transeúnte (los que llegan a la
ciudad por negocios, por intercambios, para dar o recibir
información, decidir, consumir la ciudad) y aquellos otros sectores
de población que viven la ciudad y trabajan en ella (sufren la
adaptación de la ciudad a los nuevos requerimientos funcionales) y
más particularmente aquellos sectores de población que se
encuentran en una situación desventajosa debido a su menor
capacidad de organizarse colectivamente y de adaptarse a las
exigencias mercantiles de la ciudad del consumo (los niños, los
ancianos, los inmigrantes... ) [Martinotti , 1990: 77-132].
- Tradicionalmente las condiciones de existencia han sido unas de
las variables que venían a definir las diferencias de clase
[Harvey, 1997] aspectos que con la globalización y la
metropolitanización vienen a redimensionar este aspecto en función
del énfasis que obtiene el carácter mercantil del consumo de la
ciudad. Por un lado, el incremento de los precios del suelo -
derivado, en gran medida, del interés por atraer inversiones a las
ciudades de orden global- han incidido en la rigidez del mercado
inmobiliario profundizando de forma importante en la incapacidad de
determinados sectores para acceder a la vivienda, y verse también
obligados a recorrer enormes distancias entre el lugar de
residencia y el lugar de trabajo. De otra parte, los efectos de las
externalidades ambientales provocadas por la ciudad afectan
fundamentalmente a los habitantes de los núcleos consolidados de
las metrópolis (la contaminación, la congestión del tráfico, las
barreras arquitectónicas...) pero también la acumulación de piezas
urbanas que son un exponente de la degradación ambiental del
espacio, como vertederos, incineradoras, depuradoras, industrias
peligrosas e insalubres, suelos abandonados y degradados, etc. se
ubican en determinados espacios vacíos de la metrópoli consolidada,
pero que afectan a determinados sectores de la población. Ello no
hace sino mostrar una nueva separación marcada por las distintas
condiciones de habitabilidad en unas y otras partes de la ciudad.
- Los anteriores aspectos de la polarización se encuentran
reforzados por los efectos colaterales provocados por el
desmantelamiento de los programas de bienestar social de carácter
universal. Así los sectores que tradicionalmente tienen algún nivel
de dependencia del sector público, ya sean en términos de empleo,
como de obtención de servicios, ven disminuidos, tanto en calidad,
como en cantidad, el acceso a servicios básicos de bienestar social
y por supuesto a los servicios urbanos de más alto nivel
(equipamientos de elite de carácter cultural, recreativo, etc.),
quedando abocados a insuflar la "infraclase".
- Por otro lado, las nuevas tendencias en la complejización de
los ciclos de vida de los hogares y de las familias significan la
emergencia de una diversidad de situaciones que no tiene
precedentes. Tienen una creciente representatividad los hogares
pluripersonales, los hogares unipersonales (jóvenes independientes,
ancianos en soledad), los hogares bipersonales (retraso de las
nuevas parejas en la llegada del primer hijo, hogares de nido
vacío...) los hogares monomarentales (Madre sola con hijos), los
hogares monoparentales (padre solo con hijos), los hogares
múltiples. Sectores todos ellos que precisan de unas condiciones
urbanas adecuadas, de una diversidad de tipologías de vivienda
según la superficie, de la diversificación de los regímenes de
tenencia, de mecanismos de integración con el fin de convertir los
espacios urbanos en ámbitos de apropiación emocional, cercanas a
las redes de "solidaridad familiar", a los equipamientos y a los
centros de trabajo o de asistencia. Ello implica que esta
complejización de la estructura de los hogares precisa de una mejor
accesibilidad y mayor movilidad residencial acorde con los ciclos
vitales de la familia, de lo que se deriva la necesaria
disponibilidad de una amplia diversidad de fórmulas de acceso y
tipologías de alojamientos que entran en contradicción con las
políticas de vivienda y la propia rigidez del mercado inmobiliario
en cuanto a tipologías, precios y regímenes de tenencia.
El conjunto de elementos que intervienen de forma interactiva en el
doble fenómeno de la polarización y de la segmentación, afecta a
amplios sectores de la sociedad metropolitana de tal suerte que su
desfavorecimiento viene marcado por el hecho de soportar fuertes
desigualdades múltiples, es decir, presenta indicios de desamparo
en distintas variables a la misma vez. Se trata de sectores
sociales que además se concentran en determinadas zonas de la
ciudad como viene a indicar el hecho de verse afectados por las
mismas condiciones de existencia, habitabilidad y características
del entorno. Así la diferenciación residencial en el espacio se
hace inseparable de la separación de los distintos grupos sociales,
la separación física va unida a la distancia social. Pero además no
hay que dejar de insistir como en las zonas residenciales donde se
sufre una escasa calidad de vida, cohabitan una amplia gama de
segmentos [1], que en un contexto de homogeneidad cultural viene a
significar una nueva fractura social. La fuerte desvertebración
social, la pérdida de los referentes tradicionales de clase, el
debilitamiento del tejido social y asociativo, explican los
numerosos ejemplos de explosiones sociales, de enfrentamientos
sociales de corte individualizado, o de enfrentamientos sociales
entre sectores que entran en una competencia fundamentada en
identidades impenetrables ("El otro" como motivo del conflicto
social). Emerge una nueva idea que clarifica estas nuevas formas de
conflicto social y que también nos ilustra en la nueva dimensión de
la dualización. Nos referimos a la idea de "vulnerabilidad" que
viene a expresar una situación emocional de malestar cultural en el
que toda esperanza de movilidad social ascendente es ajena a su
propia voluntad, de superación de su condición social de frágil
calidad de vida, es contemplada como extremadamente difícil de
superar; o mayor aún en el que se visualiza el riesgo a una
movilidad social de vuelta atrás, descendente, y de empeoramiento,
por tanto, de sus actuales cotas de calidad de vida. Precisamente
el referente cercano de los colectivos ya atrapados en la
"infraclase" se representan de forma proyectiva como amenazantes
culpables de esa posibilidad.
La quiebra de los mecanismos tradicionales de inserción social al
ir superponiendo planos, como el de la pérdida del trabajo
asalariado, la crisis de las organizaciones de referente de clase,
la brecha profundizada entre las instituciones y estos sectores
"vulnerables", la dificultad de acceso a la vivienda, etc. unido a
la percepción de la degradación física y ambiental de sus lugares
residenciales y las grandes distancias a recorrer para trabajar o
consumir (inaccesibilidad), provocan un mecanismo sincronizado:
amenaza de la integridad psico-social de las comunidades y falta de
elementos de cohesión interna, lo que supone una periclitación a
situaciones objetivas y subjetivas, caracterizadas por la extrema
fragilidad de sus formas de vida. Pasan entonces a tener una
posición fronteriza en el marco social entre fracciones integradas
y excluidas del cuerpo social, ambivalencia que se interioriza como
un status social incompleto, lo que se traduce en sentimientos de
vulnerabilidad y cristaliza en ocasiones en procesos de victimación
colectiva. Mediante esa situación de extrema fragilidad subjetiva,
proyectan sus miedos y dudas respecto a colectivos marginados
(entendidos como marginadores) que pasan a simbolizar la exclusión
y a ser un elemento devaluador de su status conseguido.
En resumidas cuentas, se ha podido constatar un fenómeno que ha
sido denominado como "Malestar Urbano" (designación de un estado
confuso, difuso y complejo, la cualidad de-no-estar-bien aplicada
tanto a un territorio extenso y complejificado: la metrópoli; como
a un territorio localizado y complejo, la periferia social), que
por la complejidad de la interrelación de factores que intervienen
tiene un carácter difuso y confuso, que viene marcado por criterios
de inaccesibilidad, distancia y exclusión, y que por tanto apuntan
a que el aumento de la segregación social va acompañada de la
segregación espacial [2], mostrando una brecha entre aquellos
sectores con capacidad de consumir el espacio, de aquellos otros
sectores que son más "vulnerables" a los efectos de las
externalidades (sociales y ambientales) provocadas por el modelo
metropolitano, y que viven en la periferia social o al borde de la
misma.
Todos estos efectos característicos de los procesos de la
globalización llevan aparejada una quiebra de los mecanismos de
convivencia de proximidad y de convivencia intergeneracional. La
destrucción de las estructuras complejas comunitarias significa la
desvertebración de la comunidad (redes de amigos, de vecinos, de
familiares, de compañeros de trabajo...) perdiendo capacidad para
drenar las situaciones de desfavorecimiento social y las de
complementar las prestaciones públicas del cada vez más exiguo
Estado del Bienestar y, sobre todo, evidenciando la quiebra de los
vínculos sociales que refuerzan los procesos de precarización y de
exclusión social. Nos encontramos, por tanto, en un contexto social
donde la generación de nuevas desigualdades manifiestan múltiples
fragmentos, múltiples rupturas de las redes sociales, una
importante descohesión social; en definitiva, dónde la acción y la
mediación social necesaria para la suturación de esa fragmentación
precisan de conocimiento y adaptación a los rápidos cambios que se
producen.
Desde una base territorial (de barrio) el éxito de la iniciativa
social depende en gran medida de su capacidad de respuesta a los
problemas cotidianos y ciudadanos. La capacidad de movilización de
recursos depende de su arraigo al territorio, de su capacidad para
detectar necesidades, y de su capacidad para imbricarse con la base
social. Ello precisa de iniciativas sociales capaces de vertebrar
las redes de cooperación ciudadana, de articular a la comunidad a
través de procesos sociales de concienciación sobre sus propias
necesidades. Pero, también, para articular la comunidad es
necesario saber detectar sus necesidades y conocer sus flexibles
estructuras informales, la naturaleza de las redes sociales, ambos
aspectos no pueden ir separados, más al contrario lo uno no puede
ser sin lo otro, la comunicación debe ser multidireccional (de
abajo arriba y de arriba a bajo, y horizontal).
La naturaleza de las redes sociales comunitarias
Es precisamente, la función de intermediación que las
organizaciones sociales desarrollan, entre las redes sociales
informales y los otros sectores (administraciones públicas y
empresas privadas), lo que viene a evidenciar la complejidad del
escenario social y la necesidad de reconstruir las redes sociales
como mecanismos reguladores de esa propia complejidad. No podemos
circunscribirnos a la idea de una única red social, sino a
múltiples solapamientos entre constelaciones de redes sociales, en
donde los sujetos y colectivos de sujetos son interdependientes
entre sí; y donde más concretamente es relevante la interacción que
se produce entre las distintas redes sociales que vienen a
determinar los procesos sociales.
En este sentido, cuanto mayor diversidad de redes y mayor
permeabilidad entre ellas se conforman áreas difusas donde
interaccionan los distintos sectores. Una única red define
relaciones entre elementos, una multiplicidad de redes definen las
relaciones entre relaciones, difícilmente mensurables pero que no
por ello dejan de representar una perspectiva fundamental desde el
análisis de la realidad social y desde la acción sobre la realidad
social. La evolución del análisis de redes nos ha llevado desde las
relaciones lineales (secuencia de puntos) que definen actitudes
individuales (la red única), a las relaciones múltiples (áreas de
entornos) que definen actitudes colectivas interdependientes, a la
vez que son proclives a la consecución de la acción social.
Mientras, que aquí, para el propósito que se persigue, se opta por
reconstruir una clasificación que parece lo suficientemente
operativa, tanto porque da cabida a la explicación del despliegue
de las organizaciones sociales, como porque nos es útil para
reforzar la idea de multiplicidad de redes con relación a la
satisfacción de las necesidades humanas; y también, porque sobre
todo permite establecer unas categorías de redes que en sus
vínculos pueden contener a la vez lo expresivo y lo instrumental,
y que en todo caso no son ni excluyentes entre sí, ni exclusivas:
- Redes personales. Que se derivan primeramente desde las
relaciones de parentesco, pero que también se construyen desde las
relaciones de amistad y desde las relaciones de vecindad, así la
proximidad espacial y la frecuentación de los mismos lugares y el
ejercicio de actividades cotidianas compartidas permitirán la trama
de éstas relaciones. El tiempo compartido en la esfera de la vida
cotidiana se determina por la existencia de una cierta vertebración
del tejido social, poco preciso en verdad, pero tan eficaz en la
satisfacción de la necesidad de comunicación como difícil en su
medición.
- Redes categoriales. Constituidas por el acontecimiento de
sentirse parte de una determinada condición social delimitada por
características categoriales de corte demográfico, socio-económico,
étnico, cultural, religioso, etc.
- Redes estructurales. Que son resultado de las relaciones que se
producen en el mercado de trabajo y en las actividades económicas.
- Redes formales y redes funcionales. Desde un punto de vista de
las relaciones recíprocas y simétricas vendrían expresadas a través
de relaciones que se caracterizarían por una cierta carga de
relación formal contractual. Ligadas a intenciones o prácticas
voluntarias de acción social o institucional vendrían a establecer
vínculos encaminados a satisfacer necesidades radicales o
culturales de compromiso e intervención, y a delimitar la presencia
de un determinado tejido asociativo y de un tejido institucional
que interacionan.
- Redes de iniciativas o redes asociativas. Cuando se da un
escenario de máximo despliegue de vínculos entre asociaciones y
organizaciones sociales alcanzando un entramado extenso e intenso
del tejido asociativo formal y del tejido social informal. Otra
forma de entenderlo sería cuando se conforman conjuntos de acción
-vinculación múltiple- a través de una coordinación de distintas
redes asociativas y redes informales de orden primario que dan pie
al desarrollo de movimientos sociales.
- Redes mixtas intersistémicas. Sería la máxima expresión de una
"Red de Redes". Cuando se producen múltiples relaciones basadas en
principios de reciprocidad y de cooperación entre redes
institucionales, redes asociativas y redes informales en distintas
escalas territoriales.
Considerando esa multiplicidad de relaciones posibles en el
escenario social, de una forma abierta (se emite y se recibe
información desde/hacia el exterior de cada red), flexible y
variable, en la que cualquier elemento (individual o colectivo)
puede ocupar distintas posiciones -en la constelación de redes-
simultáneamente, se adquieren así oportunidades de establecer muy
diferentes vínculos tanto expresivos o endogrupales (de cohesión,
de reconocerse como miembro de la red, de primer orden, de bienes
relacionales), como instrumentales o exogrupales (obtención de
bienes y servicios a través de la participación de redes de orden
secundario). En una estructura tan abierta, el individuo puede
acceder a diversas formas de participación, y las oportunidades
para desplegar diversas combinaciones de éstas en el repertorio de
cada uno pueden ser muy considerables y variadas, y por tanto,
sumamente complejas. A mayor complejidad y a mayor apertura
sistémica las relaciones entre los elementos obtienen una mayor
capacidad de influencia en la modificación de los otros elementos
y del conjunto de la red, y por tanto, emiten y reciben
comunicaciones a través de los vínculos (flujos de información) que
a su vez les está modificando. Los comportamientos y actitudes
modificadas cuando se producen a través de unas relaciones de tipo
recíproco y simétrico (donde cada elemento de la red juega un doble
rol de receptor-emisor) apuntan a procesos que recrean sentimiento
de pertenencia y apropiación de los sujetos respecto de los
ámbitos, sectores y espacios en los que se insertan. Las redes
sociales complejas, por tanto, no son estáticas, están en continúo
movimiento, son dinámicas y sumamente variables, y en función de
ello son difíciles de delimitar, pero sin embargo, ofrecen una
enorme potencia de intervención social cuando los vínculos que se
establecen entre distintas redes se transforman en una "voluntad
colectiva"
En función de la categorización que hemos establecido, de la que se
pretende remarcar su carácter interactivo, se construye una
definición [3] que intenta reunir los criterios que definen la
complejidad y que sobre todo es útil para nuestro propósito: "Son
las interacciones directas o indirectas, flexibles e infinitas (en
un sistema abierto) que a través de la comunicación pueden
establecer vínculos recíprocos y retroactivos que permiten la
satisfacción de las necesidades humanas".
El concepto de red social no sólo implica la existencia de sistemas
de comunicación abierta y de estructuras que descubren la
complejidad, heterogeneización en "multitud de aldeas" [Maffesoli
, 1990] que se apoyan mutuamente (se retroalimentan) sin dejar de ser
ellas mismas, y que por ello precisamente, son una respuesta y
resistencia a la aldea global (homogeneización de los patrones
culturales), sino que como estamos viendo, también nos resulta muy
útil para entender las condiciones de las estructuras necesarias
para el desarrollo de un Tercer Sector (sistema de organizaciones
sociales) y la propia razón de ser de la acción humana en ese
ámbito. No podríamos hablar de conceptos de pertenencia,
apropiación y participación, en consecuencia, del significado del
Tercer Sector sin entender la capacidad "reguladora" [4] que se
produce a través de las redes sociales.
Las redes sociales tienen capacidad reguladora si a través de ellas
los miembros que interactúan logran establecer procesos sociales
tendentes a satisfacer las necesidades humanas de una forma óptima.
Podemos establecer tres aspectos o dimensiones que favorecen o
minimizan (sí son débiles) la función reguladora de las redes:
- La densidad de las redes (dimensión espacial). Proxemia. La
pertenencia a distintas redes se vincula a la pertenencia a un
espacio. Recrean, definen el espacio.
- La continuidad de las redes (dimensión temporal). La
estabilidad que se deriva del arraigo a un espacio permite la
continuidad de la relación. La frecuencia, la duración, la
estabilidad de los vínculos fortalece la interacción y las hace
estables y seguras. Ello supone también una ocupación del tiempo de
forma compartida.
- La intensidad de las redes (dimensión estructural). Por las
mismas razones los lazos de interdependencia entre los elementos de
la red son muy sólidos. La solidez y la variedad de los contenidos
enriquecen la experiencia vivida desarrollando los sentidos y los
sentimientos.
En contraposición a lo anterior, las redes pierden capacidad de
regulación cuanto más desterritorializadas se encuentren, cuando
los vínculos entre los elementos sean débiles por tratarse de
contactos esporádicos y discontinuos, o encontrarse limitados por
la lógica de los instrumentos mediáticos (puede manipularse o
incluso interrumpirse por razones ajenas a la voluntad de los
interactuantes sin que tengan ninguna oportunidad de acción sobre
esa manipulación o ruptura), y por tanto se trata de contactos no
directos; y también cuando el contenido de los mensajes y de la
información no es de interés común, pierde la oportunidad de ser
compartida por los elementos que participan de la red, se vacían de
contenidos, y en consecuencia resultan demasiado superficiales y
carentes de compromisos fuertes (se agotan en el propio
intercambio).
En consecuencia, la conjugación de esas tres dimensiones -unidas a
la participación de los sujetos en distintas redes múltiples que
garantizan la apertura de las mismas accediendo así a la
innovación, capacidad de adaptación y experimentación- establece el
marco de consenso y participación que permite que pueda optimizarse
la función reguladora por parte de las redes, o lo que es lo mismo
que se puedan establecer los medios para alcanzar la satisfacción
de las necesidades básicas, y por tanto que posibilite las
condiciones adecuadas para el ejercicio de la autonomía crítica de
sus miembros por medio de la participación activa. La
participación, la apropiación y el sentimiento de pertenencia son
impensables sin una mínima estructura de red, comunicada en un
sistema de redes, con cierto grado de densidad, intensidad y
continuidad.
En síntesis, la capacidad reguladora es mayor si las redes son
abiertas (constelaciones de redes diversas y permeables). Por
tanto, cuando son más variados los repertorios de papeles, y en
consecuencia, también las redes ofrecen espacio para adaptaciones
y estrategias innovadoras, será mayor la capacidad para encarar
tensiones y conflictos. Es decir, la participación de los sujetos
en distintas redes múltiples crea condiciones favorables para
construir iniciativas, y sostener recursos, para en definitiva,
crear procesos de regeneración urbana, económica y social de los
ámbitos urbanos de periferia que son en síntesis procesos
reguladores.
Si bien, la capacidad reguladora de una red social viene
determinada por su capacidad de traducir en términos operativos sus
estrategias, lo que precisa de una maduración en un determinado
grado de responsabilidad compartida (corresponsabilidad) entre sus
miembros y, como consecuencia, que todos ellos puedan concurrir en
igualdad de oportunidades. Precisamente la corresponsabilidad es lo
que permite la prolongación entre los sentimientos "expresivos" y
la creatividad "instrumental" a través de las redes sociales. La
responsabilidad que se construye en la unión de la identidad y la
autonomía significa que el reconocimiento de uno mismo se produce
a través de la relación con los "otros", y que igualmente la
práctica de un actor (individual o colectivo) se construye en la
tensión dialéctica entre el interior y el exterior, cada actor
social esta mediatizado por la acción de los "otros" actores, y,
por tanto, la acción de los "otros" está influenciada de la acción
de cada uno de los actores. Se construye pues una "actitud
dialógica" [Martínez Navarro , 1990] a través de la cual cada actor
reconoce en los demás una dimensión de responsabilidad, de modo que
a los otros actores les puede considerar -como a sí mismo-
corresponsables facultados para tomar parte en los procesos que les
afectan mutuamente.
Intervenir en la acción social con una estrategia de mediador
significa confiar en las redes, y sobre todo recrearlas, pero ello
precisa de conocer sus complejas estructuras y mecanismos,
descubrir sus nudos y sus flujos de comunicación, pasamos
seguidamente a establecer una esquema de estructura en red que
puede ser útil para construir métodos de mediación.
Conocer la estructura de redes para recrearlas
Al igual que las Organizaciones Sociales, las denominadas redes
sociales informales cobran mayor sentido en un contexto social
donde la creciente desprotección social es una amenaza que pende
sobre determinados ámbitos y colectivos. Algunos autores [Requena,
F. , 1991] [Requena, F. , 1994] han puesto en evidencia como las
redes sociales informales en una sociedad en transformación,
inducida por una omnipresente racionalidad económica, se dotan de
un carácter de "capital relacional" que presenta nuevas
perspectivas estratégicas de los sujetos para ser capaces de
afrontar los fuertes procesos de vulnerabilidad social. Sin
embargo, la segmentación de la estructura social, y por ende la
fragmentación de las redes sociales comunitarias precisan de una
estrategia colectiva proclive a articular su potencia
transformadora. Se trata de una reformulación de los valores sobre
una base de confianza, esta vez desde la dimensión de lo cotidiano,
desde la proximidad, que ayuden a restablecer las múltiples
retículas entre las redes familiares, de amistad, de trabajo, de
vecindad, como un subsistema que obtiene una dinámica propia dentro
del conjunto del sistema social. Así el acceso al mercado de
trabajo, el acceso a la vivienda, el cuidado de los niños o de los
ancianos, y un sin fin de servicios más, pueden ser resueltos,
directa o indirectamente, a través de las redes sociales de la
comunidad como un renovado sistema que desarrolla funciones de
apoyo social y procesos de cambio social.
La vertebración de las redes reconvertidas en un eficaz sistema de
comunicación y de movilización será, por tanto, uno de los
principales cometidos de las organizaciones sociales de base
territorial.
Tomando como base y referencia metodológica y empírica distintas
elaboraciones e investigaciones sobre comunidades locales, se
presenta a continuación una elaboración más avanzada de las mismas,
una reconstrucción de la estructura de redes, empecemos por algunos
elementos y conceptos:
- La red: la estructura informal de relaciones locales adopta la
forma de "red", dónde los próximos son vecinos, parientes,
compañeros de trabajo, de estudio... Toda red local (en el caso que
nos ocupa entendemos por local el barrio) tiene sus "nudos"
receptores y emisores de información a través de sujetos que en
determinados espacios de encuentro y confluencia (espacios
públicos, locales asociativos, comercios, bares, equipamientos -deportivos, culturales, de salud, de tercera edad, de la mujer,
etc.-, parroquias, patios de vecindad...) producen, recogen, crean
información, opinión, valores. Es realmente en esta estructura
informal de comunicación y reproducción de la información en texto
y contexto de confianza, donde está la clave de que ciertos
contenidos calen en conciencias, así la interpretación que
sintoniza con la cultura local es susceptible de convertirse en un
sistema de vinculaciones, puesta en común de los valores y de las
actitudes.
- Vínculos: Asunción de compromisos fuertes entre los diversos
actores conectados a una red.
- Valoraciones: Puesta en común de un discurso propio de la
comunidad, en definitiva es el mensaje que permanece como tantas
otras imágenes, un tanto inconsciente, que emerge inductivamente al
plano consciente, se asume y connota sentimientos compartidos de
identidad (su pone conocimiento de la realidad concreta y de la
situación de cada uno en ella) y pertenencia (implica conciencia de
grupo y de sus derechos ciudadanos y posibilidades de modificar su
entorno).
- Actitudes: A medida que los vínculos son más fuertes y los
valores más compartidos, esto es cuando conjugan el descubrimiento
de las necesidades de carácter material con necesidades de carácter
más cultural (de participación), se van dando paso decididos en la
actuación en un escenario que cada vez se domina más. Es el inicio
de la acción que puede proyectarse en un "conjunto de acción".
- Conjunto de acción: La estructura del tejido social cumple sus
funciones activas y movilizadoras si es capaz de proyectarse en un
"conjunto de acción" que en determinados proyectos, momentos en el
que la comunicación ("dar forma a", el "informar-informarse de",
confusión entre el receptor y emisor, comunicante y comunicador)
fluye horizontalmente y verticalmente en una estructura reticular
de niveles de conciencia que es capaz de transformarse en praxis.
Una vez establecida una cierta conceptualización pueden
establecerse los distintos niveles, y sus relaciones, que conforman
una estructura de redes. Véase la figura 1.
Figura 1: Estructura del tejido social. Conexiones, o por defecto,
desconexiones entre los distintos elementos de la estructura.
La cohesión social vendría definida en este esquema por unas
condiciones óptimas de conexión entre los distintos niveles y
nudos, en la doble dirección que marcan las flechas que representan
los canales de comunicación. La comunicación bidireccional desde
una perspectiva de su optimización vendría definida por el arco de
herradura que define el esquema. Si bien veámoslo por partes:
- Tejido Formal
Se trata de todos aquellos grupos que unos valores normativizados,
que tienen, en definitiva, un reconocimiento legal.
- Grupos institucionales
Generalmente con una racionalidad separada del tejido social formal
son los protagonistas de la democracia representativa y representan
todos aquellos sujetos y conjunto de sujetos que tienen una
responsabilidad política y gran capacidad de decisión (cargos
públicos, dirigentes de partidos políticos). En este nivel también
podríamos incluir a los que tienen capacidad de decisión en el
ámbito del mercado (grandes y medios empresarios y directivos de
grandes o medianas empresas).
- Grupos funcionales
Se trata de aquellos sujetos que tienen una capacidad técnica y una
ocupación funcionarial que en ocasiones se sitúan en posiciones
mediadoras entre los grupos institucionales y el tejido asociativo
formal (directores de programas, jefes de servicio, profesores
universitarios, coordinadores de centros públicos y equipamientos,
etc.).
- Grupos formales
Se refieren a las asociaciones y directivos de asociaciones que
representan intereses de sus asociados o del conjunto de la
comunidad en un sentido amplio. Esos intereses se pueden expresarse
en objetivos de corte más expresivo o corte más instrumental, de
corto alcance (más corporativista) o de gran alcance (más
transformador).
- Tejido Social Informal
Es el objeto que aquí nos interesa más especialmente como elemento
sobre el que construir una metodología de mediación social. Se
trata, más particularmente, de las redes a las que venimos haciendo
referencia.
- Grupos animadores
Agregados de pocas personas que tienen un horizonte ideológico o/y
de transformación social del ámbito en el que se sitúan. Suelen ser
dirigentes de asociaciones formales y pretenden activar a la
comunidad según estrategias de acción social que tienen una
orientación previa de carácter global. Su pretensión de organizar,
estructurar y activar la comunidad precisa, como venimos
insistiendo, de unos métodos adaptados al territorio y la conexión
con las redes sociales. Precisan de una metodológica capaz de
establecer una estrategia relacional del tipo: pensar global,
actuar local; y pensar local, actuar global. Estos grupos tienen
una dedicación y un activismo considerable, siendo los verdaderos
motores del desarrollo de los movimientos sociales urbanos siempre
y cuando tengan capacidad para conectar e incidir sobre la base
social ciudadana.
- Sectores Activos Informales
Representa una categoría tan imprecisa y difusa, como fundamental
a la hora de activar una comunidad, ya que resultan imprescindibles
para la implicación de los ciudadanos en proyectos y procesos
sociales. Son sectores que viven la vida de barrio, reproducen
cotidianamente pautas de conducta propias de cada lugar y presentan
rasgos de liderazgo social, es decir, en ámbitos o sectores
concretos (pandillas juveniles, colegios, comunidades de vecinos,
parroquia, asociaciones, lugares de encuentro, mujeres, mercado,
centros de ancianos, etc.) gozan de un determinado prestigio y
reconocimiento y por lo mismo sus valores y valoraciones, sus
actitudes y conducta, tienen un gran influjo sobre el círculo de
personas en las que se mueven.
- Sectores funcionalmente pro-activos
Potencialmente son sectores activos, y son funcionales porque
pueden favorecer la acción a través del hecho mediador de su
función. Tienen la particularidad de que ocupan una situación en
cierta medida funcional. Por su profesión u ocupación desarrollada
en el barrio presentan una posición en gran medida privilegiada
desde la perspectiva de la acción social y de la articulación de
las redes sociales. Se trata de sectores que por esa posición o
ocupación se encuentran en contacto con un círculo amplio del
barrio y son susceptibles de ser vinculados (comprometidos) en los
proyectos y procesos de transformación social si los Grupos
Animadores establecen una estrategia adecuada en ese sentido. Se
podría establecer un listado largo de este tipo de sectores:
comerciantes, bares, presidentes de comunidades y mancomunidades de
propietarios, médicos de familia, directores de colegio,
profesores, educadores, monitores de tiempo libre, miembros de
consejos escolares, directivos de APAs, directores de sucursales
bancarias, miembros de comités de empresa, directores de gestorías
y administradores de fincas, curas, coordinadores de centros
culturales, periodistas locales, trabajadores sociales, etc.
- Base social
Es el conjunto de los ciudadanos, como elementos que se relacionan,
se comunican, interaccionan y potencialmente pueden experimentar su
capacidad colectiva. Es el recurso fundamental de la comunidad y el
sujeto transformador como tal. Es el sujeto que experimenta las
necesidades imbricadas en un territorio concreto dónde se
materializan. En el contexto actual de fragmentación social no
tienen, en principio, actitudes o intenciones de superar sus
condiciones de partida si no reciben estímulos desde el propio
interior de la comunidad. Ahora bien esta base social puede
trocarse en base potencial si la articulación compleja de las redes
establece el nivel de comunicación y organización suficiente para
superar estrategias individuales o parciales, y para recrear en
definitiva sentimientos de solidaridad, de identidad y de
pertenencia a una comunidad.
La múltiple articulación de las redes significa que la capacidad
transformadora de los movimientos sociales y de las organizaciones
que lo conforman está mediada por la voluntad colectiva y "dicha
transformación -en expresión de Zemelman- se manifiesta en la
generación de corrientes de homogeneización de opiniones que
permitan la formulación de fines compartidos, en ritmos de
organización de toma de conciencia" [Zemelman , 1987: 151]. Así los
movimientos sociales, son tales movimientos porque conforman un
sistema de comunicación dirigido a la acción, es decir, porque
establecen una fluidez de mensajes a través de una estructura de
red, donde distintos grupos informales alcanzan un alto grado de
cohesión interna (se intensionan), también son parte de redes
externas que refuerzan a grupos formales susceptibles de
articularse entre sí (se extensionan) y a través de esa consonancia
hacen la vez de nudos de conexión, de salida y de entrada de
información, que se derivan en actitudes y se resuelven en acción
en momentos álgidos de movilización y/o en procesos de desarrollo
comunitario. De tal suerte que un movimiento social cumple su
función activa si es capaz de proyectarse en un "conjunto de
acción".
Figura 2: Conjuntos de acción
Una estructura del tejido social caracterizada por la fluidez
comunicacional puede ser mediatizada por los contextos sociales y
económicos, y por tanto, deben adaptarse muy rápidamente a los
cambios sociales para mantener una condición de potencia, de
conexión y conjunción entre los distintos niveles de conciencia.
Así desde una lectura histórica algunos autores apuntan un
comportamiento cíclico de los movimientos sociales que se debilitan
en número y poder durante los períodos de auge económico y se
reavivan durante períodos de recesión económica [Fuentes & Frank
, 1988]. Aunque, también podríamos argumentar que las redes sociales
se recrean en momentos de crisis, siendo proclives, durante los
períodos de rápidos cambios sociales a nuevas formas de
comportamiento y acción social que se difunden rápidamente y que a
veces llegan a coordinarse estableciendo eficaces respuestas y
alternativas, transcendiendo así los intereses particularistas de
las organizaciones sociales.
De cualquier forma, el debilitamiento o reavivamiento no son sino
procesos de rupturas y desconexiones en las propias estructuras del
tejido social imbuidas, en nuestro sistema social, por la lógica de
unos rápidos cambios contextuales que han provocado una acumulación
de inadecuaciones para el conflicto, pero que también representan
una recomposición permanente y sugieren adaptaciones de los
movimientos sociales a las nuevas problemáticas encaminándose hacia
otros modelos de participación social. En todo caso, podemos
considerar cómo el creciente desarrollo de la multiplicidad de
redes sociales interactuantes se produce gracias a la existencia de
las organizaciones sociales con capacidad para articular a
distintos colectivos sociales y a diferentes ámbitos locales
(coordinación de lugares y ámbitos donde se consigue una seguridad
social por la proxemia). Es así cuando se despliega la potencia de
un Tercer Sector.
Elementos para un autodiagnóstico de la comunidad
Los grupos animadores como mediadores sociales necesitan formación,
o más bien autoformación. La acción necesita reflexión y ambas
precisan dotarse de métodos para conocer profundamente la realidad
que pretenden transformar, y el sentido de la propia
transformación. Conocer la realidad precisa de comunicación
bidireccional con la base social y, por lo tanto, restablecer los
circuitos y nudos de la misma. Conocer el sentido de la
transformación significa implicar a los ciudadanos en el
descubrimiento de sus necesidades y en la transformación
consiguiente para mejorar su calidad de vida. Ambos aspectos
precisan de armarse de los instrumentos metodológicos.
Veamos distintos pasos o niveles (no necesariamente en el orden que
se establece, muchas tendrían que ser paralelos) a desarrollar en
una estrategia de formación-autoformación:
- Averiguar quiénes somos y que hacemos. Qué proyectos
desarrollamos, con qué recursos propios contamos, qué dificultades
tenemos, qué actividades desarrollamos, qué métodos tenemos, a
quién llegamos y cómo lo hacemos. Formular, en definitiva, un
autodiagnóstico de la situación del asociacionismo de base que
proporcione a sus miembros sentido y orientación para estrategias
conjuntas. Se trata de detectar las necesidades y demandas
formativas que presentan los mediadores sociales, más
particularmente, en cuanto a gestión de acciones formativas y
proyectos de desarrollo comunitario.
- Identificar los nudos de la red, para establecer compromisos,
instaurar vehículos de comunicación con los sectores activos, con
los sectores funcionalmente pro-activos y la base social.
Directorio de profesionales y de sectores funcionalmente
pro-activos, Inventario de espacios de confluencia, establecer
estrategia de colaboración mutua, tablones ciudadanos (comunidades
de vecinos, equipamientos, espacios públicos, comercios...) buzones
de recogida de sugerencias, directorio de empresas, convenios de
colaboración, bolsa de empleo, servicio de trueque, servicios de
asesoramiento, boletines y revistas de elaboración participada,
etc. Desarrollar, por tanto, metodologías de participación y de
investigación-acción social como estrategia más adecuada para
vertebrar la comunidad y establecer la transformación del entorno
y medio social.
- Identificar los problemas y su naturaleza: Aprender a analizar
la realidad social de nuestro barrio y de su población. Del entorno
físico y del medio social. De los métodos y técnicas necesarias.
Detectar los recursos disponibles y establecer un sistema de
indicadores de Calidad de Vida contrastado y revisado con los
distintos niveles de la red social. Recogida de información,
elaboración de diagnósticos, difusión, contrastación, incorporación
de nuevos datos recogidos de las redes, reelaboración.
- La interacción entre los niveles anteriores nos pone en
disposición de programar y ejecutan un plan de acción integral o
distintos planes de intervención en un sector de la calidad de vida
(medio ambiente urbano, empleo, educación, salud, tiempo libre,
vivienda, etc.), cuyo proceso nos llevará a descubrir nuevos
problemas, nuevas acciones.
Si bien, para terminar cabe aseverar que para todo esto último se
necesita establecer un proceso formativo dirigido a los grupos
animadores, si se quiere optimizar su papel relacional y mediador
(en este caso con la base social), una
reflexión-acción-participación arropada por técnicas y métodos de
aprender-comprender. Todo lo apuntado aquí lo requiere. Habría que
buscar desde ahora el ámbito de ese proceso autoformativo.
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Contribución al estudio presente. (El Colegio de México, México)
Fecha de referencia: 1-2-2000
1: Es sabido cómo la degradación física de los centros
históricos en muchas ciudades va acompañada de un declive
demográfico de los sectores poblacionales tradicionales, junto con
el auge de sectores pertenecientes a la "infraclase" (cohabitación
de ancianos e inmigrantes y minorías étnicas). O de cómo en los
barrios tradicionalmente de clase trabajadora cohabitan dos
generaciones marcadas por la crisis industrial, los padres
prejubilados y los hijos desempleados, provenientes del fracaso
escolar, o con trabajo precario. Aparecen múltiples fragmentos que
habrá que tener cada vez más presentes a la hora de interpretar el
modelo social y sus complejos sistemas de estrtificación social.
2: Existe amplia literatura que muestra esa correlación, al
respecto puede consultarse [Harvey , 1997], [Pahl , 1987], [Leal
, 1990, 1994] y [Castells , 1991].
3: Se pueden encontrar un recorrido por las diversas
definiciones de redes sociales y vínculos en: [Pizarro , 1987],
[Requena, F. , 1991, 1994]; [Rivas , 1995]; [Villalba , 1995]
4: Por capacidad reguladora entendemos la potencialidad que los
sitemas pueden desplegar para afrontar (amortiguar, debilitar o
disminuir) los efectos negativos provocados por las externalidades
sociales y ambientales propias de la metropolitanización,
globalización y homogenización. El mecanismo de regulación
contribuye, por tanto, a la tendencia del equilibrio social dentro
del sistema, neutralizando a las variables o subsistemas
desestabilizadores.