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Edita: Instituto Juan de Herrera. Av. Juan de Herrera 4. 28040 MADRID. ESPAÑA. ISSN: 1578-097X
Consuelo Gisante, Ricardo Marqués Sillero, Leandro del Moral
Ituarte, Carlos Pérez Bonilla y Fernando Sancho Royo.
Sevilla (España), mayo de 1998.
Del Moral, Leandro (coord) (1998) El sistema de abastecimiento de agua de Sevilla: análisis de situación y alternativas al embalse del Melonares. (Bilbao: Bakeaz. Nueva cultura del agua. Serie Informes, número 1998/5.)
El abastecimiento de agua a Sevilla y su zona de influencia ha
atravesado entre 1992 y 1995 momentos críticos. Sin embargo,
los problemas de este sistema de abastecimiento, lejos de ser
nuevos, forman parte consustancial de su historia. A lo largo
de los últimos cien años esta historia ha sido la crónica del
rápido crecimiento de las necesidades, del agotamiento (en
ocasiones, simplemente deterioro) de los recursos más
accesibles y de la expansión del sistema de captación a áreas
cada vez más alejadas. Este proceso repite fielmente en
Sevilla el modelo general de crecimiento de las demandas
urbanas y de expansión del espacio ambiental de las ciudades
modernas (la parte del territorio cuyos recursos, en este caso
el agua, están asignados a la satisfacción de las necesidades
de una determinada población [Rees, 1996]).
Los factores de la expansión del espacio ambiental hidráulico
de Sevilla, como en general el de cualquier otra ciudad, han
sido básicamente cuatro: factores demográficos (incremento del
volumen y concentración de la población urbana); culturales,
relacionados con los cambios de necesidades sociales
(equipamiento doméstico, usos municipales, cambio de modelos
urbanísticos); económicos, relacionados con la polarización de
las actividades productivas secundarias y terciarias en estos
mismos ámbitos; y tecnológicos (avances en las tecnologías
hidráulicas). Los tres primeros (cambios demográficos,
culturales y económicos) explican, hasta ahora, el incremento
objetivo de las demandas de agua, tanto en términos absolutos
como unitarios. El cuarto ha permitido la satisfacción, más o
menos completa, de estas demandas crecientes mediante la
captación de recursos inaccesibles en etapas de menor
desarrollo técnico [Consejería de Medio Ambiente, 1997].
Expresado de una manera muy sintética, en la actualidad el
sistema de abastecimiento de Sevilla y su área de influencia
se enfrenta a una disyuntiva clave: continuar el anterior
modelo de crecimiento de las demandas y de expansión en la
captación de recursos o girar hacia un modelo de eficiencia y
gestión integrada del sistema, con un horizonte de
estabilización de su impacto territorial. En estos momentos,
esta disyuntiva se concreta en el debate sobre la existencia o
no de alternativas a la construcción del embalse de los
Melonares y a la consiguiente inundación del valle del Viar.
Este informe tiene como objetivo argumentar sobre la necesidad
(social, económica y cultural) y sobre la posibilidad
(política y técnica) de proceder a este cambio de trayectoria
en el modelo de gestión del agua en Sevilla.
La Resolución sobre el Impacto Ambiental del embalse de los
Melonares (BOE de 24 de noviembre de 1997) establece como
condición previa para la ejecución de la obra la justificación
de la ausencia de alternativas para cubrir las necesidades de
abastecimiento de Sevilla. La reciente firma del convenio
entre el Ayuntamiento de Sevilla y el Ministerio de Medio
Ambiente para la construcción del embalse (mayo de 1998) obvia
el cumplimiento de esa condición. Por el contrario, este
informe, basado en un análisis interdisciplinar, documentado y
reflexivo, combinando la perspectiva histórica, el análisis
técnico y los criterios actuales en el campo de la gestión de
aguas, pretende demostrar que tales alternativas existen.
Figura 1: Tramo final de los Caños de Carmona, atravesando el
arroyo Tagarete sobre la alcantarilla de Las Madejas.
El sistema tradicional de abastecimiento se completaba con
pozos (generalmente salobres e insalubres) y con los
abundantes manantiales que existían en las proximidades de la
ciudad. El más importante de estos últimos era la Fuente del
Arzobispo en servicio hasta 1874, momento en el que la calidad
de sus excelentes aguas se vio alterada, entre otros motivos,
por efecto de las obras de construcción del ferrocarril
[Aparicio Carrillo y otros, 1990]. El arrabal de Triana, por su
parte, contó desde 1852 con las aportaciones de la Fuente de
Tomares, cuyas aguas insuficientes y también deterioradas,
tuvieron que ser sustituidas por el suministro de la
mencionada Compañía de los Ingleses por medio de una
conducción sobre el Guadalquivir (la popular Pasarela del
Agua), hoy también desaparecida [Moral Ituarte, 1991].
Hacia finales del siglo XIX, el crecimiento de la población
unido a la pérdida de los manantiales tradicionales y la
creciente contaminación de las aguas del río y de los pozos
(consecuencia de la situación del saneamiento, tema en el que
en estas páginas no podemos entrar[1]), situaron el
abastecimiento de la ciudad en una situación crítica. En su
obra sobre las condiciones sanitarias de la ciudad, el Dr.
Hauser se preguntaba cómo los 140.000 habitantes que Sevilla
alcanzó a finales del siglo XIX pudieron abastecerse con el
caudal de los Caños de Carmona, que según las épocas del año
variaba entre 4.000 y 6.000 metros cúbicos diarios (entre 30 y
40 litros/habitante/día), mermado, además, por salideros y
derechos de riego, y contaminado por vertidos y filtraciones
[Hauser, 1882].
En estas condiciones, en 1882 se dio el primer paso importante
en la transformación del sistema tradicional, cuando el
Ayuntamiento de Sevilla encargó a The Seville Water Works
Company (la Compañía de los Ingleses) el abastecimiento de la
ciudad por un período de 99 años. Esta Compañía, que se había
comprometido a suministrar 100 litros/habitante/día, efectuó
nuevos alumbramientos en las inmediaciones de Alcalá de
Guadaira (Zacatín, La Judía, Fuensanta, Retama), sobre la
misma unidad acuífera (calcarenitas de Los Alcores) que
alimentaba la conducción de los Caños de Carmona. El agua era
conducida a Sevilla a través de una nueva conducción de 14
kilómetros de longitud y 533 mm de diámetro. La producción
inicial de 20.000 m3 diarios fue reduciéndose paulatinamente
por agotamiento de los manantiales. Se incrementó la
producción con nuevas captaciones (Las Aceñas y Otivar y
Clavinque, ésta última en el término de Mairena del Alcor), lo
que no pudo evitar que ya en 1912 la Compañía sólo aportase
poco más de 11.000 m3/día, lo que no llegaba a 70
litros/habitante/día, 30 menos de los que la empresa se había
comprometido a garantizar [Moral Ituarte, 1991].
Figura 2: Estación de bombeo de Adufe (Alcalá de Guadaira)
instalada por la Compañía de los Ingleses en 1885.
Aparte de la nueva conducción, en 1885 la empresa abastecedora
modernizó el servicio de aguas no potables tomadas del río,
junto al paseo de Las Delicias, destinadas al riego de
jardines, baldeo de calles y extinción de incendios, que
décadas antes había creado el Asistente Arjona. Sin embargo, a
principios del presente siglo, las aguas de este tramo
portuario del río se habían convertido en malsanas incluso
para el riego, como consecuencia del aumento del vertido de
aguas residuales. Este motivo, unido a la sobrexplotación del
acuífero del Los Alcores, decidió al Ayuntamiento en 1912 a
instar a la Compañía a la realización de otra toma aguas
arriba de Sevilla, en las cercanías de La Algaba, con una
capacidad de 25.000 m3 diarios y un tratamiento de decantación
y filtración lenta para desbastar el agua [Ayuntamiento de
Sevilla, 1913]. Esta solución obligaba a instalar una segunda
red de distribución, a través de una conducción de 800 mm
desde La Algaba hasta la Macarena. De este modo, Sevilla quedó
abastecida con una doble red: la que conducía las aguas de la
Compañía, procedentes de Alcalá de Guadaira, para consumo de
boca (cuya dotación se redujo a 60 litros/habitante/día), y la
de las aguas filtradas de la toma del río (que debían
completar la dotación total, elevada hasta 175
litros/habitante/día).
Figura 3: El sistema de abastecimiento de Sevilla y su área de
influencia.
La construcción del embalse de La Minilla, junto con la
estación de tratamiento y el depósito de cabecera de El
Carambolo, con los que se inicia la historia del llamado Nuevo
Abastecimiento [3], tiene dos significados fundamentales. En
primer lugar, marca el final de la etapa (en realidad, un
paréntesis) de gestión privada del sistema (en 1957 el
Ayuntamiento llevó a cabo el rescate anticipado de la
concesión de la Compañía de los Ingleses) y el inicio de una
nueva etapa de gestión pública, marcada por la fuerte
subvención del sistema. En segundo lugar, significa un cambio
radical en la dirección de los flujos de agua (ya precedido
por la procedencia de las aguas filtradas de La Algaba): a
partir de ahora el abastecimiento de la ciudad dependerá
básicamente de los recursos superficiales de las vertientes de
Sierra Morena [4]. El espacio hidráulico subordinado a las
necesidades de la ciudad experimenta un incremento importante:
la longitud del canal que transporta el agua desde La Minilla
a El Carambolo alcanza los 60 Km. Posteriormente, la
regulación de la Rivera de Huelva se ha completado con los
embalses de Aracena, Gergal y Zufre, todos ellos adscritos al
abastecimiento de Sevilla (cuadro 1).
EMBALSE | Capacidad (Hm3) | Superficie (Ha) | Año entrada en servicio |
Minilla | 60 | 363 | 1950 |
Aracena | 127 | 844 | 1970 |
Gergal | 35 | 250 | 1979 |
Zufre | 168 | 943 | 1991 |
Subtotal | 390 | 2.400 | - |
Cala | 58 | SD | 1927 |
Subtotal | 448 | SD | - |
Desde el punto de vista de la organización, en 1968 (once años
después del rescate de la concesión) se creó un Servicio
Municipal para todo lo relacionado con el abastecimiento de
aguas, con presupuesto propio y autonomía de gestión dentro
del Ayuntamiento de Sevilla. En 1973 se iniciaron los trámites
de integración del alcantarillado en el Servicio Municipal de
Aguas y el año siguiente se constituyó la Empresa Municipal de
Abastecimiento y Saneamiento de Sevilla, Sociedad Anónima
(EMASESA), como empresa privada municipal para llevar a cabo
la prestación del servicio a través de un órgano de gestión
con personalidad jurídica propia. Inicialmente el nuevo
sistema de abastecimiento sólo abarcaba a la propia capital y
a Camas, en cuyo término se levantan las instalaciones de El
Carambolo. Sin embargo, por sucesivos acuerdos y convenios se
fue ampliando el área servida a aquellos términos municipales
cuyos Ayuntamientos lo han solicitado. Ya en 1974 estaban
incorporados la Mancomunidad del Aljarafe (ampliada y
transformada en Aljarafesa a partir de 1981), La Rinconada,
Alcalá de Guadaira y Dos Hermanas (estas tres últimas
poblaciones, primero en alta y desde 1987 en baja). En 1979 se
incorporó la Mancomunidad Ribereña (San Juan de Aznalfarache,
Gelves, Coria del Río y Puebla del Río) y años después Mairena
del Alcor, Los Palacios y Villafranca, El Garrobo, El Viso del
Alcor y Alcalá del Río.
El rápido crecimiento de la demanda ha actuado como impulso de
la espiral de la captación de recursos: entre 1954 y 1964 el
volumen facturado pasa de 9,9 a 26,8 Hm3/año, con una tasa de
crecimiento del 9,21% anual; y entre 1964 y 1974 se incrementa
en otros 36,9 Hm3, a una tasa del 8,15% anual, alcanzando los
63,7 Hm3 al final del período [Servicio Municipal de
Abastecimiento y Saneamiento de Aguas de Sevilla, 1974] y
[Servicio Municipal de Aguas de Sevilla, 1973b]. Durante el
verano de 1969 la dotación de agua bruta alcanza los 400
litros/habitante/día. Los planteamientos de la Empresa ante
este proceso se ponen de manifiesto en su informe de 1973, en
el que se defiende la "necesidad de disponer de otro
Abastecimiento para 1977, en que quedarán agotadas las
instalaciones actuales, pues se prevé una población servida
superior al millón de habitantes, con una dotación que para
entonces puede estimarse en 500 litros habitante y día"
[Servicio Municipal de Aguas, 1973a]. Esa dotación supondría
una demanda bruta de 182,5 Hm3/año: sin embargo, en ese año el
volumen de agua aducida se elevó realmente a 95,1 Hm3. Como
veremos, los planteamientos de la Empresa a este respecto no
han cambiado sustancialmente: siguen basándose en la
extrapolación mecánica hacia el futuro de los datos del
pasado, con la consiguiente escalada en la demanda de nuevos
embalses. Se confirma en este caso plenamente lo que en 1993
señalaba el documento Bases para la Política Hidráulica en
Andalucía: "La planificación hidrológica estima las demandas
futuras por medio de proyecciones tendenciales de población
para la demanda urbana ... Se configuran así horizontes
mecánicos, perdiéndose la oportunidad de la utilización del
potencial estratégico que tiene la Política Hidráulica"
[Consejería de Obras Publicas y Transportes/Junta de
Andalucía, 1993].
Efectivamente, a partir de 1975, el impacto de la primera
crisis del Nuevo Abastecimiento (ver apartado 2.1.) y la
progresiva suavización de las tasas de crecimiento de la
población abastecida (tanto por incorporación al sistema como
por dinámica demográfica), hacen que la evolución de las
cifras de aducción y de facturación cambie su ritmo de
crecimiento (ver cuadro 2). Entre 1975 y 1985 la tasa de
crecimiento anual del agua aducida fue del 1,28%, y en el
decenio siguiente se redujo al 1,11%. Asimismo, es muy
significativa la fuerte variación anual de las cifras y su
manifiesta elasticidad a las señales de escasez, tema que
también se analiza más adelante. Por otra parte, las
dotaciones unitarias, lejos de alcanzar los 500
litros/habitante/día, se sitúan en la actualidad por debajo de
los 300.
Población servida | Volumen aducido (Hm3) | Facturación total (**) (Hm3) | Dotación bruta (l/hab.día ) | |
1975* | 779.000 | 102,3 | 69,9 | 359 |
1976* | 788.900 | 82,1 | 59,0 | 285 |
1977 | 810.000 | 95,1 | 65,0 | 321 |
1978 | 845.200 | 115,3 | 72,3 | 373 |
1979 | 858.300 | 126,1 | 78,4 | 402 |
1980 | 869.200 | 128,4 | 80,7 | 404 |
1981* | 880.200 | 82,2 | 59,4 | 255 |
1982* | 891.100 | 104,8 | 66,6 | 322 |
1983* | 908.400 | 99,2 | 64,5 | 299 |
1984 | 915.100 | 109,2 | 68,5 | 326 |
1985 | 922.900 | 116,3 | 75,6 | 345 |
1986 | 925.900 | 126,9 | 81,5 | 375 |
1987 | 952.900 | 137,8 | 87,9 | 396 |
1988 | 1.023.000 | 149,0 | 88,7 | 399 |
1989 | 1.052.200 | 153,0 | 93,4 | 398 |
1990 | 1.072.200 | 162,3 | 104,1 | 414 |
1991 | 1.117.400 | 173,8 | 107,3 | 426 |
1992* | 1.143.900 | 167,0 | 106,7 | 399 |
1993* | 1.160.800 | 133,3 | 87,3 | 314 |
1994 | 1.179.600 | 138,9 | 87,3 | 322 |
1995* | 1.198.900 | 129,2 | 82,0 | 295 |
1996 | 1.233.588 | 134,0 (***) | 83,3 | 297 |
Fuentes: [Bonneau, 1996]; [EMASESA1985]; [EMASESA, 1997a]; [EMASESA, 1997b].
Otro aspecto del Nuevo Abastecimiento que es necesario destacar es la ausencia de integración ordenada de las aguas subterráneas en su sistema de recursos. Cuando en plena sequía, el césped de un jardín se conserva verde o una instalación de lavado de automóviles se mantiene en funcionamiento, sus propietarios, para tranquilizar a los ciudadanos, instalan a la vista del público un cartel que dice "Agua de pozo". Este fenómeno contrasta con la tendencia más acentuada de la planificación hidrológica y territorial de los países desarrollados, en los que las aguas subterráneas se protegen como fuente prioritaria de los abastecimientos urbanos de calidad. En cualquier caso, este hecho pone de relieve un potencial indiscutible y poco aprovechado para flexibilizar el suministro y reducir la presión sobre los recursos superficiales. En un reciente informe técnico, el Instituto Tecnológico y Geominero de España (ITGE) evalúa el caudal potencial de las aguas subterráneas del área de Sevilla en 1.800 litros por segundo (es decir, 57 Hm3/año), distribuido en cinco zonas (La Rinconada, Alcalá del Río, Gerena, Sur del Aljarafe y Sur de Dos Hermanas). La mayoría de estos recursos presentan problemas de calidad, aunque no mayores de los que se presentan en otras alternativas sí aceptadas, como las tomas de emergencia del río [EMASESA, 1997a] (ver apartado 2.1.). En cualquier caso, aunque no forma parte de la argumentación central de este Informe, parece claro que, como afirma la Consejería de Obras Pública y Trasporte en el documento del Plan de Ordenación del Territorio de la Aglomeración Urbana de Sevilla (POTAS) de 1996, el sistema de abastecimiento de Sevilla necesita avanzar en la integración de las posibilidades del uso conjunto de recursos superficiales y subterráneos [5].
Pero la escasez de lluvias no es el único factor de determina
una situación de sequía. Desde el punto de vista del estudio
de los riesgos naturales, se define la sequía como "un déficit
de precipitaciones lo suficientemente intenso y prolongado
como para generar impactos negativos sobre la sociedad que lo
padece" [Pita, 1991]. En este sentido, el conjunto de la
gestión del agua en un país mediterráneo - tanto en años
húmedos como en años secos - consiste, en realidad, en la
gestión de la irregularidad y debe ir encaminado a minimizar
los impactos que ésta produce a la sociedad. Por esta razón,
es un profundo error considerar la sequía como un fenómeno
excepcional. Desgraciadamente, el análisis de las respuestas a
los últimos tres períodos de sequía en el área metropolitana
de Sevilla parece indicar que los gestores se han enfrentado a
cada período sucesivo de sequía como si se tratase de algo
nuevo que "siempre llega de forma inesperada"
[EMASESA, 1997a:7] (ver apartado 2.1.C). Este mismo análisis
pone de manifiesto dos series de fenómenos.
Por una parte, los tres últimos períodos de sequía han
obligado a los gestores, aunque sólo sea coyunturalmente, a
actuar de manera diferente a la habitual. Esto se ha traducido
principalmente en un cambio en la geografía, la organización y
la flexibilidad del sistema de suministro, y en actuaciones
encaminadas al control de la demanda. Estas experiencias
pueden ser muy valiosas, si se extraen de ellas las
conclusiones adecuadas, de cara a enfrentarse a futuras
sequías. Pero por otra parte, una serie de fallos - bien de
tipo estructural o coyuntural- en el sistema de gestión han
llevado a importantes impactos sobre el servicio, tanto en
aspectos cuantitativos (imposición de restricciones horarias)
como cualitativos (deterioro de la calidad del agua
suministrada).
En los apartados que siguen se analizan las experiencias de
gestión, principalmente las orientadas a la flexibilización de
la oferta, que se deberían potenciar para la gestión futura,
el papel de las sequías en la reducción de la demanda y los
impactos sobre la población, tanto las restricciones al
consumo como el empeoramiento de la calidad del agua
suministrada.
A. Flexibilización de la oferta (Volver al índice.)
Ante cada situación de escasez de recursos, EMASESA ha
reaccionado reorganizando la estructura del suministro (es
decir, la contribución relativa y la distribución temporal de
las distintas fuentes de recurso del sistema de abastecimiento
propio) y recurriendo a recursos externos a éste (cuadro 4).
1974-76 | 1981-83 | 1992-95 | ||||
Hm3 | % | Hm3 | % | Hm3 | % | |
Embalses del sistema EMASESA | 231,0 | 83,0 | 193,0 | 71,7 | 232,5 | 42,4 |
Otros embalses (Pintado y Cala) | 47,0 * | 17,0 | 52,5 | 19,5 | 81,5 | 14,9 |
Pozos | Si | SD | 1,8 | 0,6 | 5,0 | 0,9 |
Tomas de emergencia del río | No (1) | 0 | 22,0 | 8,2 | 229,0 ** | 41,8 |
Total distribuido en alta | 278,0 | 100 | 269,3 | 100 | 548,0 *** | 100 |
Fuente: Elaboración propia partir de [Prats, 1977], [Bonneau, 1996] y [EMASESA, 1997a].
Otra actuación emprendida por EMASESA para hacer frente a la
sequía ha sido, coincidiendo con la implantación de las
restricciones, la sustitución del uso de agua potable para
usos municipales por agua de pozos fuera de servicio (por
problemas de calidad). Posteriormente esta agua también se
puso a disposición de los ciudadanos de forma gratuita para
usos no de boca (riegos de jardines, piscinas, etc.).
La utilización de agua subterránea para usos de boca
representa un porcentaje insignificante del total del
suministro: nunca ha rebasado el 1.5% y no ha aumentado
sustancialmente durante las sequías (cuadros 4 y 5), debido
principalmente a problemas de calidad. No obstante, la opción
de gestión experimentada por EMASESA es interesante porque, al
desconectar de la red aquellos usos que no requieren una
calidad de agua de boca disminuye la presión sobre el sistema
de abastecimiento general. Con ello se apunta a la posibilidad
de ajustar a cada requerimiento de calidad una fuente
apropiada de recurso, ajuste que podría generalizarse más allá
de los episodios de sequía. De hecho, los recursos
subterráneos aprovechables ascenderán, como queda dicho, a la
nada despreciable cantidad de 56,7 Hm3/año. No obstante, una
mayor utilización de aguas subterráneas para usos no de boca
debería ir acompañada de un mejor control sobre los pozos
ilegales, que EMASESA estima en unos 1.500 y que, con toda
probabilidad, aumentaron durante la última sequía
[Bonneau, 1996].
1981 | 1983 | 1990 | 1991 | 1992 | 1993 | 1994 | 1995 | |
Vol. extracción (Hm3) | 1,3 | 0,5 | 1,487 | 1,477 | 1,558 | 1,698 | 1,020 | 0,739 |
% suministro | - | - | 1,10 | 1,00 | 1,15 | 1,50 | 0,90 | 0,70 |
Durante los tres últimos períodos de sequía, EMASESA también
ha recurrido a recursos externos al sistema de embalses
adscritos al abastecimiento urbano de Sevilla: los embalses de
Cala y Pintado, y las tomas de emergencia del cauce del río
Guadalquivir (cuadro 6).
Cala | Pintado | Total de emergencia | |
Hm3 | Hm3 | Hm3 | |
1974-76 | 42 | 5 * | SD |
1981-83 | 52,5 ** | No | 22,0 |
1992-95 | 51,5 | 30 | 229,0 |
Fuente: [Bonneau, 1996]; [Cruz Villalón, 1988]; [EMASESA, 1997a].
En el embalse de Cala (capacidad total 58 Hm3, volumen
regulado 26 Hm3) se encuentra una central hidroeléctrica de
propiedad de la Compañía Sevillana de Electricidad (C.S.E.),
que se utiliza para la producción de energía en horas punta.
En 1974/76 hubo un acuerdo entre EMASESA y la C.S.E., con la
supervisión de la C.H.G. para la cesión de caudales antes de
ser turbinados. Ésta era la solución que requería menos
inversiones en obras, dado que el embalse del Gergal, situado
aguas abajo del Cala, todavía no se había construido y no
podía servir para almacenar los caudales turbinados, como se
hizo en las sequías siguientes (ver figura 3). Las
negociaciones posteriores (1981-3 y 1992-95), ya con Gergal
construido, giraron sobre el momento en el que se tenía que
desembalsar, con el consiguiente efecto sobre el régimen de
explotación hidroeléctrico del embalse. Los precios y el
calendario de la cesión se proporcionan en el cuadro 7.
Volumen cedido (Hm3) | Compensación (Mptas) | Ptas./m3 | Meses | |
1974-76 | 42 | 55 | 1,3 | |
1981-83 | 34 | 119 | 3,5 | Febrero-Octubre (1991) |
1992-95 | 39 * | 232 | 5,9 | |
1993 | 16 | 87 | 5,4 | Enero, Agosto |
1994 | 15 | 105 | 7 | Junio, Julio, Septiembre |
1995 | 8 | 40 | 5 | Enero-Marzo |
Por su parte, la transferencia de caudales del embalse del
Pintado al área de Sevilla fue objeto de negociaciones durante
los tres últimos períodos de sequía (1974-76, 1981-83 y
1992-95), aunque sólo se llegó a un acuerdo de cesión en 1976
y 1994 (cuadro 8).
Fecha acuerdo | Caudales nominales (reales) | Período nominal (real) | Compensación (ptas/m3) | |
1976 | 22 Julio 1976 | 10 Hm3 (5 Hm3) | 30 Agosto-30 Septiembre 1976 | 4,2 |
1981 | - | - | - | - |
1992-95 | 22 julio 1994 | 30 Hm3 | Julio 1994-Marzo 1995 (Julio-Diciembre 1994) | 7,7 |
En 1976 se firmó un acuerdo para la cesión de 10 Hm3, de los
que se utilizaron solo 5 Hm3 con un coste de compensación de
21 millones de pesetas (4,2 pts/m3) [Cruz Villalón, 1988]. En
1993, EMASESA solicitó con suficiente anticipación a la CHG la
cesión de caudales del Pintado, pero dado que no se alcanzó un
acuerdo con la CRV, los caudales se quedaron inmovilizados en
el embalse del Pintado, sin poder ser aprovechados ni por los
agricultores ni por EMASESA (aunque de los datos de flujo del
Pintado, parece que se desembalsaron unos 7 Hm3 para la ciudad
de Sevilla en abril y julio). En julio 1994 se llegó a firmar
un "Acuerdo de Colaboración entre EMASESA, CRV y CHG". Este
acuerdo es el primero en el marco de la Ley de Aguas de 1985
(aunque esta ley no se cite en el texto del acuerdo) y prevé
la reasignación temporal de la concesión, a cambio del pago al
titular de la concesión (CRV) de una compensación de 231
millones de ptas. y a la CHG de los costes de explotación
(canon de regulación y tarifa de utilización) durante el
período de utilización de los caudales cedidos (por un importe
máximo de 19 millones de ptas.). Este acuerdo preveía la
transferencia de 30 Hm3 desde julio 1994 hasta marzo 1995,
pero ésta se hizo efectiva sólo hasta diciembre 1994.
En cualquier caso, no se debe perder de vista que el grueso de
los recursos externos del sistema en el período 1992-95 han
procedido del cauce del Guadalquivir, a través de las tomas de
emergencia (cuadro 9). Gracias a ellas la ciudad ha podido
sortear el impacto de la sequía, aunque a costa de un grave
deterioro de la calidad del suministro (ver apartado 2.1.D).
Vol. (Hm3) | Período | |
1981 | 22 | Mayo-Agosto 1981 |
1992-95 | 229 |
Febrero-Marzo 1992 7,76 Hm3 Julio'92-Mayo'93 43,47 Hm3 Mayo-Septiembre'93 59,56 Hm3 Abril'94 4,64 Hm3 Dic'94-Dic'95 113,34 Hm3 |
Como ya se ha señalado (apartado 1.3.), el sistema de
abastecimiento de Sevilla tiene una larga tradición de
captaciones de agua del río Guadalquivir, en Eritaña (actual
puerto) primero, en La Algaba a partir de 1926 (cuando se puso
en funcionamiento la doble red, con aguas de diferente
calidad, posteriormente desmantelada). Durante la sequía de
1974-76, se tuvo que volver a poner en funcionamiento la
estación de filtraje de esta última localidad. También se
utilizaron las aguas del Guadalquivir a través del canal del
Valle Inferior, que deriva de este río en Peñaflor, tramo
menos contaminado [Prats, 1977]. En 1981 se volvió a recurrir
a las aguas del Guadalquivir, de nuevo a través del canal
mencionado y de una toma situada en la Corta de la Cartuja
[Cruz Villalón, 1988]. Al comenzar la sequía de 1992-95, el
sistema contaba con dos tomas de emergencia (Emergencias I y
II), situadas en la Cartuja y en el tramo final de la Rivera
de Huelva, respectivamente. Sin embargo, la disminución de los
caudales circulantes por el Guadalquivir, el incremento de la
salinidad y de los niveles de contaminación bacteriológica en
el estuario, unido a la carencia de reservas en los embalses
para mezclarlas con el agua circulante por el río, obligó a
construir una nueva toma de emergencia (Emergencia III),
situada en Alcalá del Río. Esta toma, con una capacidad de 6
m3/s, debía cubrir la totalidad de la demanda, además de
incorporar al abastecimiento recursos del embalse del Pintado,
si bien hasta un máximo de 2,4 m3/s debido a la capacidad del
canal del Viar en el punto de conexión con el nuevo sistema
[EMASESA, 1997a].
Existe una coincidencia general en la idea de que el
emplazamiento de esta toma en un lugar más adecuado (aguas
arriba de Alcalá del Río) hubiera resuelto de una manera más
completa las posibilidades de intercambio con los recursos de
mejor calidad del Pintado. Por otra parte, la garantía de los
bombeos de la Toma de Emergencia III estaban condicionados a
una adecuada gestión de los recursos del conjunto de la cuenca
del Guadalquivir, cosa que, como se indica en el anejo B
dedicado al debate sobre el proyecto de desalinizadora, estuvo
lejos de ocurrir.
B. Reducción de la demanda (Volver al índice.)
Las experiencias de sequía han demostrado, contrariamente a lo
que se suele afirmar, que la demanda puede ser - y de hecho ha
sido- flexible. En este sentido, el dato más interesante es la
considerable inercia en los consumos reducidos que se observa
una vez acabada la sequía, ya sin ningún tipo de
restricciones. En el cuadro 10 se recoge el facturado total
anual durante las dos últimas sequías y años posteriores,
expresándose el porcentaje del facturado en relación al año
anterior al inicio de las mismas. Se pueden observar
reducciones medias de un 20-25%, debidas en gran medida a las
restricciones y campañas de sensibilización, que se prolongan
voluntariamente una vez suspendidas éstas últimas.
Facturación total EMASESA (Hm3) | % | Facturación total EMASESA y Aljarafesa (Hm3) | % | |
1980 | 72,7 | 100 | 80,7 | 100 |
1981 * | 54,3 | 74,6 | 59,4 | 73,6 |
1982 * | 58,7 | 80,7 | 66,6 | 82,5 |
1983 * | 57,6 | 79,2 | 64,5 | 79,9 |
1984 | 60,7 | 83,5 | 68,5 | 84,8 |
1991 | 88,8 | 100 | 107,3 | 100 |
1992 * | 88,5 | 99,6 | 106,7 | 99,4 |
1993 * | 71,2 | 80,2 | 87,5 | 81,5 |
1994 | 70,6 | 75,5 | 87,3 | 81,3 |
1995 * | 67,2 | 75,6 | 82,0 | 76,4 |
1996 | 65,4 | 73,6 | 82,0 | 76,4 |
Fuente: Elaboración propia a partir de [EMASESA, 1997a] y [EMASESA, 1997b].
Figura 4: Consumo unitario de agua bruta (dotación bruta de
agua aducida) por habitante y año en el área de influencia de
EMASESA y Aljarefesa.
Cabría decir que las sequías juegan en Sevilla el papel que
podrían jugar las campañas de ahorro y las políticas de
gestión de la demanda -aunque a costa de grandes penalidades-,
concienciando a la población y promoviendo las pequeñas
reparaciones domésticas que, junto a una gestión más cuidadosa
por parte de la propia empresa, permiten contener el consumo.
Sin embargo, estos ajustes de la demanda han sido en Sevilla
puramente reactivos y transitorios, al no existir una política
activa encaminada a estabilizar la demanda en los niveles de
los años inmediatamente posteriores a las sequías (véase más
adelante el apartado 2.2.B).
C. Restricciones: reacción sin previsión (Volver al índice.)
En los tres períodos de sequía se ha producido una secuencia
en la toma de medidas de acuerdo con el esquema siguiente:
Sequía 1974-76 | Sequía 1981-83 | Sequía 1992-95 | ||||||||
Fecha | ER % | Fecha | ER % | Fecha | ER % | Fecha | ER % | Fecha | ER % | |
I. Sensibilización/De-claración de sequía | 09/74 | 21 | 11/80 | 27 | - | - | 02/92 | 32 | 01/95 | 6 |
II. Prohibición de usos municipales | 10/74 | 20 | 01/81 | 25 | - | - | 03/92 | 30 | - | - |
III. Restricciones (<10 horas diarias) | 11/75 | 6 | 02/81 | 21 | 02/83 | 34 | 09/92 | 15 | 06/95 | 7,7 |
IV. Restricciones (>10 horas diarias) | 01/76 | 5 | 03/81 | 21 | 09/83 | 12 | 01/93 | 5 | 11/95 | 6,9 |
Normalización | 12/76 | 15 | 01/82 | 27 | 01/84 | SD | 11/93 | 8 | 01/96 | 39 |
ER = Estado de las Reservas, es el volumen en los embalses partido por la capacidad total de los
embalses del sistema EMASESA (cabe recordar que ésta última ha ido aumentando de 187 Hm3 en
1974-76 a 222 Hm3 en 1981-83 y a 390 Hm3 en 1992-95);
SD = Sin Datos
Fuente: Elaboración propia basada en [Bonneau, 1996] y [EMASESA, 1997a].
Del cuadro 11 parece difícil extraer una regla general o un
criterio para el inicio de cada una de las fases: los valores
límites de reservas en los embalses (ER) para el inicio de las
restricciones varían desde 6% en 1975 a 34% en 1983. Así, en
el período de sequía 1981/83, unas reservas al 34% en febrero
de 1983 determinan el inicio de las restricciones, cuando casi
un año antes (enero de 1982) unas reservas en los embalses del
27% habían marcado el final de las restricciones. Asimismo, en
noviembre del 1993, unas reservas en los embalses de tan solo
8% se han considerado suficientes para levantar las
restricciones.
También, en enero de 1995, el 6% se entra simplemente en la
fase de sensibilización, mientras en enero de 1993 con el
mismo nivel de reservas se estaban aplicando unas
restricciones de 11 horas diarias. Bien es cierto que 1995 ya
estaba funcionando la Toma de Emergencia III. Sin embargo,
ello no parece que debía haber conducido a una relajación tan
exagerada del control.
Otro elemento de inconsistencia es la falta de coordinación
entre los bandos de sequías de EMASESA y Aljarafesa, que
aunque se abastezcan de las mismas fuentes de recursos y se
sitúan en el mismo marco legal [Junta de Andalucía, 1991],
tienen diferentes criterios en relación con el calendario y el
contenido de estos bandos. Un factor importante a tener en
cuenta en esta discordancia es el diferente signo político de
las autoridades locales que controlan los Consejos de
Administración de cada una de estas dos empresas públicas, lo
que en ocasiones ha dado lugar a la utilización de los temas
del agua en la pequeña lucha partidista cotidiana.
Consecuencia de esta falta de previsión y del desfase
intrínseco entre la toma de medidas y la consecución de unos
efectivos ahorros es que la disminución drástica de los
volúmenes distribuidos en alta ocurre mucho después de que los
volúmenes embalsados alcancen niveles claramente preocupantes.
D. Impactos sobre la calidad (Volver al índice.)
El alto porcentaje de agua del río Guadalquivir utilizada para
el abastecimiento de Sevilla ha tenido consecuencias
importantes sobre la calidad del agua suministrada por
EMASESA. Entre 1993 y 1995, la calidad de las aguas que llegó
a las plantas potabilizadoras de EMASESA fue tan baja que,
incluso con un tratamiento más intenso y costoso que el
habitual, fue imposible alcanzar los requisitos de calidad
para el agua potable establecidos por ley, rebasándose algunas
de las concentraciones máximas admisibles establecidas por el
Reglamento Técnico Sanitario (RTS) de 1990.
Para regularizar esta situación hubo que aplicar el artículo
3-2-d de éste último, en el que se prevé un régimen
excepcional. Según este régimen, las Comunidades Autónomas
pueden autorizar la flexibilización de hasta 10 parámetros de
calidad en casos extremos -tales como "condiciones
meteorológicas excepcionales"- por un período máximo de 6
meses. Esta autorización tiene que ser concedida por la
Comisión Provincial de Calificación de Aguas, órgano en el que
participan representantes del Servicio Andaluz de Salud, de la
Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, de los municipios
y de las empresas abastecedoras afectadas.
La Comisión Provincial de Calificación de Aguas autorizó
varias rebajas de los parámetros de potabilidad a lo largo del
último período de sequía: en 1993 (entre enero y junio y entre
abril y octubre), en 1994 (entre junio y diciembre) y en 1995
(entre marzo y septiembre y entre noviembre y abril 1996). Sin
estas modificaciones del Reglamento Técnico Sanitario (RTS),
las restricciones hubieran sido aún más graves de lo que
fueron.
A título de ejemplo, los valores de concentraciones máximas
admisibles (CMA) se elevaron, con el régimen especial
establecido en enero de 1993 (y de forma parecida con el de
abril de 1994) de 50 mg/l a 80 mg/l para el magnesio, de 150
mg/l a 200 mg/l para el sodio, de 250 mg/l a 400 mg/l para los
sulfatos y de 200 mg/l a 350 mg/l para los cloruros
[Bonneau, 1996]. Llama particularmente la atención esta última
excepción, dado que en el RTS se afirma que, por encima de una
concentración de 200 mg/l de cloruros, "existe el riesgo de
efectos secundarios" en la población.
Durante el último período de sequía se ponen de manifiesto una
serie de deficiencias estructurales del sistema de
abastecimiento de aguas de Sevilla y su entorno, gestionado
por EMASESA y Aljarafesa, y se suceden determinados errores de
gestión que agravan de forma innecesaria la ya de por sí
difícil situación. Podemos afirmar que, sin esas deficiencias
- tanto estructurales como coyunturales -, la situación de
penuria extrema padecida podría haberse evitado sin duda
alguna. En este apartado analizaremos la influencia en la
gestión de la sequía de algunas de estas deficiencias (cuadro
12).
Factores estructurales | Bajo rendimiento hidraúlico de la red | Inexistencia de una política de gestión de la demanda |
Factores coyunturales | Retraso en la entrada en servicio del embalse de Zufre | Consumo excesivo e injustificado en los años 1991 y 1992 |
A. Bajo rendimiento hidráulico de la red (Volver al índice.)
El rendimiento hidráulico de la red se define como el tanto
por ciento del agua facturada en baja respecto al total del
agua bruta desembalsada o captada (agua bruta aducida, ver
anejo C). En la práctica, los rendimientos hidráulicos
alcanzados por la red de abastecimiento de EMASESA y
Aljarafesa durante los años de sequía e inmediatamente
anteriores y posteriores han sido los que aparecen en el
cuadro 13.
Como puede observarse, el rendimiento hidráulico global de la
red de abastecimiento es muy bajo, lo que, para un consumo
dado, obliga a desembalsar agua en proporciones muy superiores
a lo que sería razonable.
Año | 1991 | 1992 | 1993 | 1994 | 1995 | 1996 |
Rendimiento | 58,6% | 60,7% | 62,1% | 59,4% | 60,1% | 58,6% |
B. Inexistencia de una política de gestión de la
demanda (Volver al índice.)
Las políticas de gestión de la demanda son políticas
encaminadas a disminuir el consumo de agua por habitante sin
merma de la calidad de vida de la población abastecida. Entre
ellas se incluyen campañas de concienciación, campañas
informativas acerca de las mejores tecnologías de ahorro
disponibles, tanto para el sector doméstico como para el
industrial, subvenciones a la implantación de tales
tecnologías, reforma del sistema tarifario para hacerlo
progresivo, etc. En el caso de EMASESA y Aljarafesa tales
políticas no se han aplicado, salvo las campañas de
concienciación y las restricciones ya en situación de
emergencia, como se ha puesto de manifiesto en el apartado
2.1.B (figura 4).
El primer objetivo de una política de gestión de la demanda -
inexistente hoy en día - sería estabilizar el consumo de agua
por habitante en años normales a un nivel similar al de los
años posteriores a cada sequía, tratando luego de disminuir
este consumo en una segunda fase. A este respecto, sólo con
posterioridad a la última sequía y a instancias de la
oposición municipal se ha iniciado un programa que cabría
englobar dentro de las políticas de gestión de la demanda: el
plan de sustitución de contadores colectivos (Plan CINCO), que
supone descensos promedios del 20% en los consumos domésticos
de agua [EMASESA, 1995]. Pero queda aún mucho por hacer:
campañas de concienciación, de implantación de tecnologías de
ahorro, de reforma tarifaria e implantación de unas tarifas
progresivas, etc.
C. El retraso en la puesta en uso del embalse de Zufre (Volver
al índice.)
El embalse de Zufre fue terminado en 1987 pero no entró en
servicio hasta 1991, debido al retraso en la ejecución del
desvío en una carretera a causa de la descoordinación entre
las administraciones afectadas (EMASESA, MOPTMA, Junta de
Andalucía y CHG). Tal anomalía se haría notar en los años
siguientes.
Figura 5: Embalse de Zufre en 1995.
Figura 6: Embalse de Zufre en 1996.
Para evaluar la importancia del retraso en la puesta en uso de
Zufre, es preciso conocer la capacidad de regulación (o
volumen promedio de agua embalsada anualmente) de los
diferentes embalses administrados por EMASESA. En el cuadro
cuadro 3 puede observarse que el embalse de Zufre supone un
incremento del 70% (48 Hm3) sobre la capacidad anterior de
regulación de los embalses adscritos al abastecimiento urbano
de Sevilla y su entorno (69 Hm3). Si tenemos en cuenta que a
principios de 1991 el total de agua embalsada en los pantanos
entonces en servicio (Minilla, Gergal y Aracena) era de 160
Hm3 [Bonneau, 1996], una simple regla de tres nos permite
estimar la disminución de las reservas disponibles a
principios de 1991 como consecuencia del retraso en la puesta
en servicio de Zufre:
Disminución de reservas estimada = Reservas efectivas x 70 /
100 = 112 Hm3
Como se verá, estos 112 Hm3 hubieran podido reducir a
prácticamente la mitad el total de agua extraída de las tomas
de emergencia durante la sequía, aumentando considerablemente
la calidad del agua consumida.
Por tanto, es preciso hacer hincapié en el hecho de que, en
contra de lo que suele afirmarse, la pasada sequía no se
abordó con el sistema de abastecimiento actual en servicio y a
pleno rendimiento: si el sistema completo de embalses hubiera
estado en servicio y plenamente operativo durante los años de
fuertes lluvias que precedieron a la sequía, el volumen de
reservas al inicio de la misma hubiera sido considerablemente
superior. Esta consideración es pertinente en el debate acerca
de la necesidad de construir Melonares, necesidad que
supuestamente la última sequía pone en evidencia.
D. Los consumos excesivos durante 1991 y 1992 (Volver al
índice.)
Ya hemos visto (figura 4 y cuadro 2) que 1991 y 1992
representan años record en el consumo de agua en Sevilla. Ello
se debe, en parte, a la señalada inexistencia de una política
de gestión de la demanda, que provoca esa característica
evolución del consumo en "diente de sierra". Pero para
entender la cifra record de 1991 y el elevado consumo en 1992
- pese a ser éste un año de sequía, en el que comenzaron ya
las restricciones - es preciso también recurrir al ambiente de
despilfarro de recursos que precedió y acompañó a la Expo'92,
sin lo cual tales cifras no se entenderían. Por el contrario,
la cantidad de agua demandada en 1996 (e incluso en 1997) para
abastecer a una población superior a la servida en 1991-92
sigue siendo notablemente inferior a la demandada durante
dichos años, sin que quepa aducir ninguna penuria o merma de
la calidad del abastecimiento.
E. Análisis global de la incidencia de los factores
señalados (Volver al índice.)
La sequía se inicia en el otoño de 1991 y dura hasta las
fuertes lluvias de noviembre-diciembre de 1995. Por otra
parte, el embalse de Zufre no entra en servicio hasta enero de
1991. Para evaluar la incidencia de los factores señalados en
el abastecimiento de agua durante el período de sequía,
consideraremos el período que va desde la entrada en servicio
de Zufre, a principios de 1991, hasta el final de la sequía en
noviembre de 1995. Las captaciones de agua en alta para
abastecimiento se listan en el cuadro 14.
Año | 1991 | 1992 | 1993 | 1994 | 1995* | TOTAL |
Captaciones | 174 | 167 | 133 | 139 | 109* | 722 |
Fuente: [EMASESA, 1997a (gráfico n. 4, pag. 25 y cuadro n. 17, pag. 56).]
Para hacer posible este consumo de agua en alta se utilizaron
los siguientes recursos: las reservas embalsadas a comienzo de
1991; las aportaciones netas embalsadas durante el período por
los pantanos de EMASESA; los recursos provenientes de los
embalses de Cala y El Pintado y, finalmente, las tomas de
emergencia. El total de todo ello equivale a la suma de las
captaciones totales del cuadro 14 anterior, más los 27 Hm3
remanentes (embalsados en el Gergal) a principios de noviembre
de 1995 (cuadro 15).
Reservas | Aportaciones | Cala | Pintado | T. Emergencia | TOTAL |
160 | 277,5 | 51,5 | 31 (**) | 229 | 722 (+27) (***) |
Fuente: [EMASESA, 1997a (gráfico n.7, pag. 51)]; [Bonneau, 1996].
En relación con los 229 Hm3 obtenidos de las tomas de
emergencia, lo primero que hay que hacer notar es que se
podrían haber reducido en 112 Hm3 simplemente con que el
embalse de Zufre hubiese estado operativo al 100% a la fecha
de su terminación en 1987.
Además, si durante el período de enero de 1991 a noviembre de
1995 se hubiese producido un nivel de consumo similar al de
1996 (año sin restricciones ni merma de calidad), traducido en
unos desembalses globales de 134 Hm3, el total de agua
demandada hubiera sido de 648 Hm3, en lugar de los 722 Hm3
realmente demandados durante el período, lo que hubiera
reducido la necesidad de recurrir a las tomas de emergencia en
otros 74 Hm3.
Finalmente, un rendimiento hidráulico de la red del 75% (ver
el anejo C) en lugar del 60% actual, hubiese reducido la
demanda de agua en alta en:
Reducción demanda de agua en alta = 648x(1-0,6/0,75) =130 Hm3
Con todo ello, hubieran sido innecesarias no sólo las tomas de
emergencia, sino incluso los recursos tomados de Cala y El
Pintado. No obstante, esta cifra puede ser criticada si
tenemos en cuenta que parte del agua no facturada se debe a lo
que EMASESA califica de "desviación de contadores", es decir
agua realmente consumida en baja que no es registrada por la
obsolescencia de gran parte del parque actual de contadores [6].
Si tenemos en cuenta dicho consumo de agua (no facturado pero
real), el rendimiento hidráulico "efectivo" actual se
elevaría, aunque en ningún caso por encima del 65%, con lo que
la reducción de la demanda de agua en alta considerada sería
de:
Reducción demanda de agua en alta = 648x(1-0,65/0,75) = 86 Hm3
Si nos colocamos en esta segunda hipótesis más conservadora,
serían 86 Hm3 los que corresponderían a la posible reducción
de la demanda por mejora del rendimiento hidráulico, con lo
que el total de reducciones sería de 112+74+86= 272 Hm3,
reducción que habría hecho innecesario el recurso tanto a las
tomas de emergencia como a los desembalses de El Pintado,
manteniendo la necesidad de disponer de los del Cala.
Resumiendo, la conjunción de una serie de fallos estructurales (bajo rendimiento hidráulico de la red e inexistencia de políticas de gestión de la demanda) y coyunturales (consumos excesivos durante el bienio 1991-92 y retraso en la entrada en servicio del embalse de Zufre), han contribuido de forma decisiva a las penurias padecidas por la población durante la última sequía, hasta el punto de que si tales factores no hubiesen estado presentes, total o parcialmente, el recurso a las tomas de emergencia hubiera sido innecesario o necesario en mucha menor medida.
Hemos resumido en el cuadro 18 las diferentes estimaciones de
la demanda realizadas hasta ahora. En el Nuevo Estudio de
Impacto Ambiental (EIA) del embalse de los Melonares (1995) se
realiza un evaluación de las demandas esperadas hasta el año
2.012 no sólo en la zona abastecida por EMASESA-Aljarafesa,
sino también en la zona abastecida por el embalse del río
Huesna. Esta última abarca en la actualidad 14 poblaciones de
la provincia de Sevilla, con una demanda real de en torno a 20
Hm3/año. Se estima que el sistema del Huesna es excedentario,
por lo que podría aportar recursos al .rea Metropolitana de
Sevilla. Los datos de demanda aportados en el EIA - sin
ninguna justificación, por cierto - se reflejan en la primera
fila del cuadro 18.
Otra evaluación de la demanda futura es la realizada por la
propia EMASESA en febrero de 1996, esta vez referidos
exclusivamente al Área servida por EMASESA y Aljarafesa. En
esta evaluación aparecen por vez primera, junto a la
evaluación de la demanda urbano-industrial propiamente dicha
de las poblaciones de la zona, una serie de epígrafes, algunos
de fácil comprensión (medioambientales, resguardos) y otros
menos claros (industria singular, riegos), que suponen
variaciones sustanciales de las cifras de demanda. Para una
mejor comprensión hemos reflejado en la segunda fila del
cuadro 18 los datos de demanda estimados por EMASESA
exclusivamente como demanda urbano-industrial de las
poblaciones de la zona, y en la fila tercera los datos totales
de demanda estimados, teniendo en cuenta todos los epígrafes
citados que, como se ve, incrementan notablemente las cifras
de demanda.
Finalmente es preciso citar las diversas evaluaciones
realizadas en el borrador de 1996 del Plan de Ordenación del
Territorio de la Aglomeración Urbana de Sevilla (POTAS),
elaborado por la Consejería de Obras Públicas de la Junta de
Andalucía, referidas al conjunto del área abastecida por
EMASESA y Aljarafesa. Las diferentes evaluaciones de demanda
realizadas en el POTAS aparecen en las filas cuatro a nueve
del cuadro 18. Las diferentes hipótesis de cálculo son las
siguientes:
Hipótesis A: Se consideran las dotaciones en litros por
habitante y día establecidas por la Orden del MOPU de 24 de
septiembre de 1992 en función de la población total y del
nivel de actividad industrial y comercial de la zona.
Hipótesis B: Se calcula la dotación media en baja de cada
municipio en el período 1990-1994 y se divide por el
rendimiento hidráulico de la red de abastecimiento (calculado
como 0,65 para EMASESA y 0,7 para Aljarafesa).
Hipótesis C: Igual que la anterior, pero suponiendo que se ha
alcanzado un rendimiento hidráulico global del 0,75.
También en el POTAS aparece un epígrafe titulado "incremento
por consumo industrial" adicional a las cifras calculadas en
las tres hipótesis, que nos parece de difícil justificación,
por lo que lo hemos desagregado, de modo que las cifras de
demanda incluyendo dicho epígrafe se rotulan como A2, B2 y C2
respectivamente, mientras que las demandas calculadas sin
tener en cuenta dicho incremento se rotulan A1, B1 y C1.
Finalmente, en la última columna, se incluye el incremento
porcentual de la demanda entre la primera y la última columna,
para cada fila.
Año | 1992 | 1996 | 2002 | 2006 | 2012 | Incremento 1992/1996 => 2012 |
EIA (*) | 188 | 202 | 213 | +13,3% | ||
EMASESA-1 | 155 | 168 | 192 | +19,1% | ||
EMASESA-2 | 200 | 214 | 237 | +18,5% | ||
POTAS-A1 (**) | 156 | 163 | 173 | 178 | +14,1% | |
POTAS-A2 (**) | 158 | 169 | 185 | 197 | +24,7% | |
POTAS-B1 (**) | 150 | 156 | 179 | 185 | +23,3% | |
POTAS-B2 (**) | 152 | 163 | 191 | 204 | +34,2% | |
POTAS-C1 (**) | 127 | 132 | 151 | 157 | +23,6% | |
POTAS-C2 (**) | 127 | 137 | 162 | 173 | 36,2% |
Fuentes:
(*) [Confederación Hidrográfica de Guadalquivir, 1995a]
(EMASESA+Aljarafesa+Huesna);
(**) [Consejería de Obras Públicas y Transportes, 1996] (años
2001 y 2011).
Lo primero que llama la atención es la gran disparidad de las
previsiones que, para el año 2012 y la zona EMASESA +
Aljarafesa, oscilan entre un máximo de 237 Hm3/año y un mínimo
de 157 Hm3/año. Otro aspecto sorprendente de las estimaciones
es el gran incremento porcentual calculado en todas las
hipótesis para el año 2012, que en todos los casos supera el
incremento poblacional, calculado en un 11,7% para el conjunto
de la Aglomeración Urbana por el POTAS. Finalmente es preciso
señalar que, excepto en el caso de las hipótesis C1 y C2 (que
implican una mejora en el rendimiento de la red) las
estimaciones de demanda para 1996 (un año sin restricciones y
de grandes lluvias) son en todos los casos superiores al
consumo real en dicho año, que en el área EMASESA-Aljarafesa
fue de 133 Hm3, manteniéndose este volumen de consumo en 1997
(137 Hm3).
En cuanto a los recursos superficiales disponibles, sobre los
que recae en todos los estudios citados el peso del
abastecimiento, las distintas evaluaciones de la capacidad de
regulación en Hm3/año de los distintos embalses de la zona,
así como su asignación actual, se ofrecen en el cuadro 19. Los
subtotales corresponden a la suma con los recursos listados en
las filas superiores de la misma columna.
EMASESA/CHG* | EIA** | POTAS*** | |
Embalses EMASESA | 117 | 132 | 133 |
Subtotal + Cala (H) | 143 | 155 | 156 |
Subtotal + Huesna (A) | 185 | 186 | |
Subtotal + Pintado (R) | 250 | 252 | |
Regulación de Melonares | 39 | 48 |
A. Antecedentes del proyecto de embalse de Melonares (Volver
al índice.)
La toma en consideración del embalse de Melonares (juzgado
necesario en las alternativas recién analizadas, con la
excepción señalada) empieza en 1972, cuando la Confederación
Hidrográfica del Guadalquivir encarga al Servicio Geológico de
Obras Públicas un estudio para el emplazamiento de dos presas
alternativas sobre el Viar. Apreciada su idoneidad geológica
(aspectos meramente constructivos, topográficos y de
impermeabilidad) en 1975, transcurren algunos años hasta que
en 1985 la Consejería de Obras Públicas de la Junta encarga a
una consultora el estudio y proyecto de la presa de Melonares.
A partir de entonces, por precepto legal, se inicia el trámite
de evaluación de impacto ambiental, a petición de la Dirección
General de Medio Ambiente del MOPTMA, que encomienda a la DGOH
(en particular a la CHG) la redacción del correspondiente
Informe. Remitido el 3 de agosto de 1990, es aprobado y
presentado al público el 1 de febrero de 1992. Ante una serie
de alegaciones alusivas al carácter incompleto y arbitrario de
este primer informe, que emanaron del propio MOPTMA (DG
Protección Ambiental) y de la AMA -ello a pesar de que en 1993
había aparecido un estudio complementario, que aspiraba a
paliar las deficiencias encontradas-, se decidió realizar un
segundo Estudio de Impacto Ambiental, que se completa en
febrero de 1995. Este segundo informe, mucho más extensivo y
sistemático que el primero, contiene abundante información de
interés.
Posteriormente, el MIMAM, a través de su DG de Calidad y
Evaluación Ambiental (DGCEA), ha dado a conocer una Resolución
(de 13 de octubre de 1997), publicada en el BOE de 24 de
noviembre. En este documento se describe brevemente el
proyecto, sus antecedentes, se analizan los estudios
realizados y se concluye lo siguiente: la construcción de la
presa "produciría impactos ambientales significativos
negativos en el valle del río Viar, que constituye una de las
zonas más valiosas del Parque Natural de la Sierra Norte de
Sevilla, declarado como tal y protegido por la Ley 2/1989, de
18 de julio". Este mismo valoración se desprende de la lectura
del Plan Rector de Uso y Gestión del Parque, así como del Plan
de Ordenación de Recursos Naturales del mismo [Consejería de
Cultura y Medio Ambiente, 1994a] [Consejería de Cultura y Medio
Ambiente, 1994b]. Consecuentemente la Resolución establece que,
como condición indispensable para ejecutar la obra de
Melonares, la DGOHCA debe demostrar que:
Sin embargo, no se establece el procedimiento para cumplir las
condiciones que se exigen -que, de hecho, constituirían un
obstáculo insalvable para la obra- sino que se da por supuesta
la realización del proyecto, al que se exige un total de tres
requisitos (estudios previos) antes de la ejecución, a la vez
que se endurecen las medidas compensatorias obligadas para
paliar sus efectos. En resumen, aunque clara en la definición
de los graves impactos del embalse, la Resolución admite la
obra, por lo que se han levantado múltiples reacciones
contrarias a la misma. En particular, a 22 de diciembre de
1997, la CODA presentó recurso ordinario dirigida a la DGCEA
del MIMAM.
El sector afectado por el proyecto, que inundaría 1.457 Ha,
contiene diez de los catorce tipos de hábitat natural de
interés comunitario en la Sierra Norte, siendo dos de ellos de
carácter prioritario. La práctica totalidad del sector que se
inundaría está declarada como ZEPA n. 053 Sierra Norte (zona
de especial protección para las aves), según la Directiva
Europea 79/409/CEE y pertenece a la Red Europea Natura 2000,
según la Directiva Europea 92/43/CEE. Asimismo pertenece
mayoritariamente al área de importancia internacional para las
aves (IBA n. 232 Sierra Morena de Sevilla).
Figura 7: El valle del río Viar.
B. El proyecto de la presa (Volver al índice.)
La presa proyectada, que puede calificarse de gran presa con
los criterios internacionalmente aceptados para ello, se
situaría sobre el cauce del río Viar, a 1.100 m aguas arriba
de la carretera comarcal C-433 de Sevilla a Cazalla de la
Sierra, sobre el emplazamiento actual de una estación de aforo
denominada de Puente Quebrada. Inundaría una franja de 16 Km
longitudinalmente sobre el curso del río, cubriendo una
superficie de unos 15 Km2. Los municipios a los que afecta la
inundación son Castilblanco de los Arroyos, El Pedroso,
Almadán de la Plata, El Real de la Jara y Cazalla de la
Sierra, todos ellos de la provincia de Sevilla, en la comarca
de la llamada Sierra Norte. Parte de la zona inundada
corresponde al Parque Natural del mismo nombre (ver figura 7).
Capacidad (Hm3) | 185,6 |
Regulación anual (Hm3/año) | 39-48 (*) |
Superficie inundada (Km2) | 14,57 |
Aportación media anual de la cuenca (Hm3/año) | 552 |
Superficie de captación | 68,87 |
Tipo de presa | arco-gravedad |
Altura sobre el cauce de la coronación de la presa (m) | 42,25 |
Cota de la coronación de presa (sobre el nivel del mar) (m) | 87,25 |
Cota máxima de inundación de la lámina de agua | 86,22 |
Cota máxima normal de la lámina de agua (m) | 82,00 |
Longitud de coronación (m) | 272,00 |
Fuente: [Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, 1995a]; [Ministerio de Medio Ambiente, 1997].
La cerrada donde se situaría la presa no es perfecta, porque
la margen izquierda cercana a la obra consta de una hilera de
collados, por entre los cuales escaparía el agua a partir de
cierto nivel de llenado del embalse; por ello se prevé la
construcción de diques de materiales sueltos para asegurar el
cierre lateral. Esto supondría una longitud de 1,3 Km
adicionales de diques, con el consiguiente impacto.
Un aspecto de gran importancia es la proyectada restitución
del canal del Viar. Este canal, que actualmente presta
servicio a los regantes del Viar, toma sus aguas de un azud a
unos 15 Km aguas arriba de la presa (ver apartado 4.1.). El
canal tiene su trazado, paralelo al curso del río, en la
margen derecha de éste. Quedará por ello inundado en épocas de
máximo llenado y por lo tanto inutilizable tras la obra a lo
largo de estos 15 Km. El proyecto prevé la restitución del
canal. ¿Qué quiere decir esto? El canal queda sustituido por
el embalse a lo largo de este tramo, lo que equivale a decir
que el origen del canal deja de ser el azud mencionado para
pasar a ser el propio embalse de Melonares. Inevitablemente,
este hecho convierte al embalse en un recipiente de doble uso,
tanto para regadíos como para abastecimiento urbano. ¿Cómo se
pretende conciliar estas funciones? Mediante las tomas de
agua: la más alta (72 m) alimentaría por gravedad el canal del
Viar. Las dos más profundas (a 58 m ambas) irían, la primera,
a abastecimiento urbano de Sevilla, la segunda, a una central
de bombeo que impulsaría las aguas para alimentar el canal.
¿Para qué sirve la central de bombeo? Cuando el embalse esté a
medio llenar (situación previsible con cierta frecuencia), la
alimentación superior, de 72 m, dejará de funcionar por no
llegar a ella el nivel de embalse. En ese momento, empezará a
funcionar la central de bombeo para impulsar agua hacia el
canal usando energía eléctrica.
Las repercusiones de este modelo de uso combinado son
múltiples. La más inmediata es el hecho de que se vuelve
imposible separar la gestión de El Pintado (aguas arriba) de
la de Melonares (ver apartado 4.1.). Para que este último esté
razonablemente explotado desde el punto de vista de los
regantes, convendrá tener lleno Melonares, a costa de
desembalsar Pintado. Si las demandas de la ciudad vacían
parcialmente el embalse de Melonares, habrá que recurrir a la
energía eléctrica para alimentar el canal de los regantes, que
deberán pagar una tarifa adicional por ello. Esto puede
originar tensiones por competencia entre dos modelos de
explotación de embalse: el de una abastecedora en estado puro
(por ejemplo, el de La Minilla) y el de una comunidad de
regantes.
Parece manifiesta la ambigüedad del proyecto, inicialmente
planteado como obra de regulación general y, tras la sequía,
recalificado como embalse de abastecimiento a Sevilla.
Efectivamente, con la extraña aquiescencia de los
beneficiarios originales (regantes del arrozal marismeño) a
los que oficialmente se desposee, el embalse fue
apresuradamente reorientado de riego a abastecimiento. De
hecho, la opción de tomas fijas adoptada en el proyecto parece
de momento excluir la posibilidad de instalar una torre de
toma; sin este elemento, un embalse de abastecimiento urbano
es anómalo y la gestión de la calidad pierde una de sus
variables fundamentales (la profundidad de captación).
Esta oscuridad se acentúa si se tiene en cuenta que el canal
del Viar arrancaría de la presa y, que como se ha indicado más
arriba, el uso agrario y el urbano habrían de coexistir. Por
otra parte, si los regantes se llevan rutinariamente el agua
de la cota más alta, estarán con ello sustrayendo la fracción
de más calidad del sistema Viar. Cuando, a causa de la
escasez, haya que soltar aguas de El Pintado y ambos usuarios
-agricultores y metropolitanos- deban compartir las aguas por
las tomas de cota 58, estarán compitiendo por un recurso de
peor calidad, posiblemente alimentado con aguas del
hipolimnion de El Pintado. Todo ello arroja una sombra sobre
la ensalzada calidad de las aguas que procuraría a Sevilla el
embalse de Melonares.
Por último, lo que se conoce del presupuesto de la obra
constituye sólo un fragmento del total de actuaciones
necesarias. Nada consta acerca de la vía de aducción del agua
hasta Sevilla: la opción más barata, pero menos eficiente en
cuanto a pérdidas y energía, es usar el propio canal del Viar,
complementado con bombeos hasta la estación potabilizadora de
El Carambolo. Si, por el contrario, se pretende crear una
conducción cerrada desde la presa hasta Sevilla, el
presupuesto se multiplicará. La tentación de aprovechar la
presa como puente para la carretera C-433, de trazado antiguo,
tortuoso y abandonado a la espera de las hipotéticas obras del
embalse, es otra amenaza que no se debe omitir.
Todo ello configura un proyecto oscuro, un embalse readaptado en cuanto a usos pero no en su concepto, que se implanta sin previsión de efectos en una comarca de gran valor natural y de potenciales extraordinarios.
En la escala geológica del tiempo, el Viar tiene otro retrato.
El borde meridional del Macizo Hespérico, apéndice del
continente Noratlántico, fue sometido a lo largo del Mesozoico
a un intenso desgaste por erosión, que prosiguió hasta entrada
la era terciaria. Este borde continental era entonces lindero
del Mar de Tetis, antepasado del Mediterráneo, que se veía
progresivamente comprimido por el avance de la placa
continental de Gonduana, macrocontinente englobador de lo que
luego serían África y Sudamérica. La presión ejercida por
aproximación de placas continentales no sólo hizo emerger los
sedimentos marinos del fondo del Tetis, plegándolos y
alzándolos hasta edificar con ellos las cordilleras béticas,
sino que flexionó el borde del Macizo Hespérico, creando la
extensa ondulación en la que ya se reconocerían los rasgos de
la Sierra Morena. La rigidez del Macizo dio lugar a muchas
fracturas transversales -fallas- que luego serían aprovechadas
por los ríos para excavar su cauce, originando regueros de
erosión que fueron cegando el brazo de mar a que había quedado
reducido el vecino Tetis. Este brazo colmatado y hundido es
ahora el Guadalquivir y uno de estos ríos tallados en la
Sierra es el Viar.
Ya su nacimiento confuso, en tierra relativamente llana y
extremeña (por fusión de tres riveras de difícil orden
jerárquico en el triángulo formado por Monesterio, Fuente de
Cantos y Llerena), pone en claro su procedencia. Se trata de
una muesca tallada al borde de la meseta, que desarrolla sus
perfiles más hondos aguas abajo, en las excavaciones y
fracturas del escalón de la Sierra, mientras desciende hacia
la fosa tectónica de su desembocadura entre Burguillos y
Cantillana, "siendo ya tan caudaloso a su muerte que sus
corrientes cortan las del río [Guadalquivir] hasta bastante
distancia, y el retroceso de las del río causa la inundación
de Cantillana" [López, 1799].
¿De dónde provienen estos grandes caudales? El clima del
Valle, gracias a su posición abierta al mar, sin barreras para
los frentes atlánticos, garantiza precipitaciones
relativamente abundantes (decrecientes hacia el este): en su
mayor parte, la cuenca del Viar recibe unos 700 mm/año, con la
excepción del tramo final (alrededor de 600) y de las
cabeceras de Benalija y Tamujar, que recogen unos 800 mm. A su
vez, la evapotranspiración potencial media anual es algo
superior, situándose en media alrededor de los 800 mm (más
elevada en el tramo final), lo que determina anualmente un
período seco entre primavera y otoño, en el que el balance de
aportaciones es negativo. Por otra parte, con relativa
frecuencia se registran lluvias intensas (con período de
retorno 10 años, se producen precipitaciones superiores a los
100 mm en 24 horas). Sin embargo, todo el cauce del Viar,
desde el embalse de El Pintado hasta la desembocadura, está
calificado como zona de riesgo potencial de inundaciones de
prioridad mínima.
Los tres cursos de agua principales (de la zona que nos
ocupa), el Viar y sus tributarios Gargantafría y Tamujar,
mantienen una corriente permanente -sobre todo el
Gargantafría-, salvo en alguna sequía extrema. Debido al
encajonamiento del río, la ramificación de la cuenca es
arborescente (cuenca dendrítica).
Longitud (Km) | 133 |
Desnivel (m) | 810 |
Superficie de cuenca (Km2) | 1.803 |
Pendiente media (uno por mil) | 6,09 |
Precipitación media anual (l/m2) | 687 |
Aportación media anual (Hm3) | 242 |
Escorrentía anual (mm) | 134 |
Recursos regulados por El Pintado (Hm3/año) | 65 (*) |
El Viar, como casi todos los ríos de Sierra Morena, tiene su
curso interrumpido por obras hidráulicas. Pero a diferencia de
la mayoría de los valles, dispone de un largo tramo final no
represado, con lo que se mantienen en su cauce fenómenos de
hidrología de gran dinamismo. Esta singularidad del valle es
una de las razones de su excepcional valor.
La obra hidráulica más dura del Viar es el embalse de El
Pintado, en el límite norte de la provincia, rayano con
Badajoz (a vuelo de pájaro entre Cazalla y Monesterio). Se
trata de una gran presa, destinada al regadío (regantes del
Viar, capacidad 202 Hm3, volumen regulado anual 65 Hm3 [7]) a
unos 40 km aguas arriba del lugar donde se proyecta situar la
presa de Melonares.
Capacidad del embalse, 202 Hm3.
79 | 80 | 81 | 82 | 83 | 84 | 85 | 86 | 87 | 88 | 89 | 92 | 93 | 94 | 95 |
196 | 135 | 45 | 69 | 14 | 97 | 151 | 123 | 91 | 109 | 150 | 87 | 23 | 85 | 20 |
El Pintado tiene aprovechamiento hidroeléctrico, para lo que
se hace uso de una tubería forzada que alimenta las turbinas
de un contraembalse -La Ganchosa- situado aguas abajo, a unos
8 Km. Más al Sur de La Ganchosa no hay obras de importancia,
si se excluye algún pequeño embalse sobre el arroyo Tamujar,
que viene de Cazalla, y un azud o presa de derivación, sobre
el mismo curso del Viar, situado en cabeza del canal de los
regantes del Viar. Este azud, de pequeña altura sobre el
cauce, sirve para alimentar el citado canal que, a partir de
este punto, baja en paralelo al río por la margen derecha, del
que se distancia progresivamente al bajar hacia la Vega del
Guadalquivir. Es de gran importancia este punto de derivación,
no sólo por su situación en la confluencia del Tamujar con el
Viar, sino por corresponder, según lo proyectado, a la cola
del futuro embalse de Los Melonares. De hecho, la pista que,
desde Almadén lleva a la C-433 (Sevilla-Cazalla), cruzaría
precisamente por aquí, aprovechándose el azud para asentar un
puente sobre el Viar.
Así pues, el Viar está desdoblado, ofreciendo en paralelo dos
cursos alternativos, en los siguientes tramos: a) entre el
embalse de El Pintado y su contraembalse (a través de la
conducción de agua para la central hidroeléctrica), y b) a
partir de la presa de derivación del Viar (a través del canal
de los regantes). Estas rutas alternativas afectan con cierta
intensidad los procesos naturales, al establecer trampas para
la fauna del río, arrastrada bien a las turbinas de la central
o hacia el canal del Viar.
Otro efecto de las infraestructuras sobre el sistema natural
es la alteración de los regímenes de flujo. El caudal
ecológico mínimo que deja escapar el embalse de El Pintado es
0,05 m3/s. Pero salvo esta cifra mínima, aguas abajo del
embalse los caudales circulantes están a merced de la Junta de
Explotación del sistema, con lo que se registran intensas
fluctuaciones, especialmente en los tramos desdoblados. Las
abundantes fugas del canal del Viar introducen una leve
compensación, devolviendo al curso del río algo del agua
derivada en el azud. Se dispone de cifras sobre el caudal en
el propio punto donde se elevaría la presa (estación de aforo
de Puente Quebrada), en un registro que se inició el año
76-77. El caudal medio mensual es mínimo en septiembre (0,14
m3/s) y máximo en enero y febrero (11 y 15 m3/s
respectivamente).
La baja densidad de población de la zona, el efecto
autodepurador en los tramos todavía largos de flujo libre, la
agricultura escasa y extensiva, la ganadería dispersa
contribuyen a asegurar una excelente calidad de aguas. El
Gargantafría, afluente de la margen derecha, trae alguna
contaminación de origen urbano -aportada por el arroyo de
Calzadilla, que lleva las aguas residuales, no depuradas, de
Almadén de la Plata; pero la longitud del tramo hasta su
confluencia con el Viar y la buena conservación general del
ecosistema, con cierta presencia de galerías arbóreas, da
lugar a una visible autodepuración. En el tramo del Viar donde
se construiría la presa se dispone pues de una calidad
pre-potable, muy baja en nitratos, con pH levemente básico.
En resumen, puede describirse el tramo final del Viar, desde
El Pintado hasta su desembocadura en el Guadalquivir, como un
extenso valle (unos 70 Km) despoblado y solitario, sin ninguna
población que lo acompañe, rodeado de un mosaico de paisajes
propios de la Sierra Morena cálida, con un río aún vivo que
estructura importantes comunidades faunísticas y que conserva
gran parte de su dinamismo de cauce.
La zona afectada por la inundación (ver figura 7) se extiende
aproximadamente desde la C-433 Sevilla-Cazalla hacia el Norte,
unos dieciséis kilómetros aguas arriba, hasta alcanzar la
presa-azud de derivación del Viar, lugar donde arranca
actualmente el canal de los regantes. Se inundarían unos 15
km2. En esquema, se trata de una franja alargada centrada
sobre el río Viar, cuyo límite Norte es el citado azud de
derivación, al pie de la confluencia del arroyo Tamujar,
importante tributario de la margen izquierda.
La base productiva de la zona descansa sobre todo en el sector
primario, una ganadería extensiva que aprovecha los pastos, el
ramón, el matorral y la bellota, y alguna agricultura de
secano (cereal, girasoles, leguminosas) dirigida en parte a
reforzar la alimentación del ganado. La dehesa sufrió grandes
pérdidas de rentabilidad a partir de los años 60, debido sobre
todo a cuatro factores (subida de salarios de braceros a causa
de la emigración; competencia con la ganadería intensiva de
granja; irrupción de la peste porcina africana; sustitución
progresiva del picón y carbón vegetal por el gas butano).
Actualmente, en la zona del embalse previsto, sólo un 13% de
la tierra se labra, el 40% es de prados y pastizales y el
resto es forestal.
Los municipios afectados y sus poblaciones se indican en el
cuadro 23, junto con una estimación de la distancia entre el
núcleo de población y la ubicación prevista de la presa. La
población de los escasos pueblos de la zona se ha resentido
mucho de la emigración y muestra un notable envejecimiento.
Sobre un total de unos 15.000 habitantes (1994), se
registraban unos 1.100 parados, sobre todo en el sector de
servicios, construcción e industria. En cambio, en el sector
primario, el desempleo era escaso. La escasa industria
existente se orienta a la transformación de productos
agropecuarios, y los servicios prestados incluyen una débil
actividad de comercio y hostelería -sobre todo en
Castilblanco-.
Municipio | Población de derecho | Distancia aproximada en línea recta al emplazamiento previsto para la presa (Km) |
Almadén de la Plata | 1.771 | 30 |
Cazalla de la Sierra | 5.263 | 40 |
El Pedroso | 2.428 | 25 |
El Real de La Jara | 1.769 | 50 |
Castilblanco de los Arroyos | 4.305 | 15 |
Por lo que toca al medio natural, en la zona se distinguen
[Sancho Royo y Prenda Martín, 1995] tres unidades ambientales,
además del propio curso de agua:
411: mosaico de cultivos y pastizal, alguna encina suelta.
412: pastizal con pies dispersos de encina y acebuche, con
presencia de palmito, lentisco y piruétano.
485: mancha degradada con pies dispersos de encina y abundante
matorral de coscoja, acebuche, lentisco; adelfa en las
vaguadas.
486: dehesa de encinas con subpiso de pastizal.
487 y 499: repoblación de eucaliptos con alguna encina
relicta.
488: como 487, con zonas de garriga media.
490: repoblación de eucaliptos con pies dispersos de acebuche,
lentisco y palmito.
550: mancha degradada con pies dispersos de encina, pino
piñonero, pastos con jaral, algunos ejemplares de coscoja,
acebuche, palmito y vaguadas de adelfa.
551: pastos con jaral mixto; algunas encinas, acebuches y
palmitos.
552: mosaico de repoblación de eucaliptos y pastizal, con
alguna encina.
El paisaje resultante, al que se añaden algunos cultivos de
huerta en el fondo del valle, no parece a primera vista
prometer nada excepcionalmente atrayente (al menos para la
habitual valoración de lo campestre que se nos inculcó en la
escuela: no se trata de bosques de alto dosel, de praderas
verdeantes ni de espejos lacustres), pero detrás de su
fragmentariedad, raída y desmedrada, se agazapan grandes
valores naturales, raros en Europa.
Este paisaje, diverso y modulado, sería sustituido por la
bandeja azul de la lámina de agua (15 Km2 en inundación
máxima) en la que, recortadas sobre una orla árida,
descansarían cimas de montes. Salvo en momentos de máxima
inundación, es forzoso que el contacto entre las laderas y el
plano de agua se haga por mediación de una banda sin
vegetación, fuertemente erosionada por las subidas y bajadas
del agua. Este marco estéril es uno de los caracteres que
permiten distinguir a primera vista un embalse de un lago. Por
otro lado, el paisaje no sólo sufre las consecuencias directas
de la obra (la masa ingente de la presa, el sepelio de los
campos) sino también de las innumerables actuaciones
auxiliares que la acompañan: alumbrado, caminos de servicio,
líneas eléctricas -se proyecta construir 10.5 Km de línea de
alta tensión-, urbanización de mantenimiento de presa,
reposición de cercas, reestructuración de rutas, vías y
accesos, etc.
De la riqueza ornitológica excepcional del área que quedaría
inundada da idea la declaración de la mayor parte de la zona
como ZEPA y como IBA. Y, en cuanto a la fauna general, como se
pone de manifiesto en el anejo D, Impactos sobre la fauna, son
numerosas las especies amenazadas que hacen uso en algún
momento del espacio proporcionado por este tramo de valle.
Ello se debe a varios factores. En primer lugar, la zona
constituye un área de campeo para especies de importancia
singular. Se ha constatado la presencia de abundantes
poblaciones de especies presa, debido a la diversidad de
opciones de alimento y refugio que ofrece el valle: la
densidad, por ejemplo, de conejos en el tramo entre la
desembocadura del Gargantafría y el lugar proyectado para la
presa es excepcional; existen además elevadas concentraciones
de perdiz, paloma torcaz y rabilargo en dehesas y montes
próximas al curso fluvial. Esta abundancia de presas convierte
a todo el área en zona de campeo para predadores mediterráneos
de alto valor ecológico.
Por otra parte, la zona sirve de pasillo, conectando entre sí
áreas de alto valor natural. La desembocadura del Gargantafría
(afluente del Viar por la margen derecha) y la del Tamujar
(margen izquierda), así como la confluencia de numerosos
pequeños arroyos, constituyen otras tantas puertas de paso
para la fauna. Son enclaves de contacto entre unidades de
ecosistema, de topografía encrespada, donde alternan los tipos
de vegetación y las orientaciones (solana-umbría). Suponen
para el sistema natural nudos de circulación, cuya supresión
desbarata las rutas preferentes de la fauna.
Por último, el cauce del río en sí mismo ofrece un conducto de
movimiento longitudinal para la fauna fluvial (entre ellos,
peces autóctonos como barbo gitano, boga de río, cacho y
calandino), facilitando el desplazamiento requerido para
completar el ciclo vital de determinadas especies. En el río
Viar, gracias a la relativa ausencia de infraestructura, son
todavía vigorosos los movimientos aguas arriba en busca de
frezadero, que empujan a los peces a remontar arroyos como el
Gargantafría, Galeras o Pedregosa en busca de márgenes
tranquilas donde desovar. También la densa población de
nutrias del Viar, parte de la cual tiene sus efectivos en la
zona que será anegada, aprovecha la conexión fluvial para sus
desplazamientos.
La Resolución del 13 de octubre de 1997 pretende paliar estos
efectos adversos mediante diversas medidas, entre ellas la
creación de zonas de paso para lince ibérico y otros
mamíferos, una de ellas aguas abajo de la presa y otra aguas
arriba de la cola de embalse. La propuesta es sin duda
elogiable, pero cabe dudar de su efectividad. Por un lado, los
más de quince kilómetros de distancia entre pasos
distorsionarán en gran medida la movilidad de la fauna,
creando una barrera de gran longitud.
A ello se añade que las zonas previstas para los pasos (que se
reforestarían para convertirlas en manchas de arbolado y
matorral) están demasiado próximas a lugares de fácil acceso
para excursionistas. Por ejemplo, aguas abajo de la presa
cruza la carretera C-433, de Castilblanco a El Pedroso. Entre
la carretera, la mole de la presa (43 m sobre el cauce), la
iluminación nocturna asociada, el ruido de turbinas, la
proximidad del poblado urbanizado que se ha de construir en
las inmediaciones, y el canal del Viar que arrancaría de la
presa, difícilmente podrá reproducirse un hábitat natural de
compensación. Se generará más bien un lugar artificial y
visitable, un oteadero para coches circulantes, y una fuente
de alteraciones en cascada.
En cuanto a la otra zona prevista para compensación, la cola del embalse, ya se ha señalado su gran valor ecológico potencial, asignable a la cercana confluencia del Tamujar y su carácter de pasillo natural entre las dos márgenes del Viar. Sin embargo, la restitución del camino que une Almadén con la C-433, para la que se construirá un puente precisamente en la cola de embalse, sobre el actual azud de derivación para regantes, convierte esta zona en enclave accesible y probablemente querencioso para excursionistas y domingueros. Algo similar se ha producido en la cola del embalse de Huesna, a pesar de su relativo aislamiento. De paso, hay que señalar que la obra de restitución del camino es ya de por sí injustificadamente ambiciosa, previéndose la construcción de 9 Km de nuevo trazado, con dos carriles de 3 m de ancho cada uno.
Figura 8: Diagrama de flujo de EMASESA y Aljarafesa.
Como puede apreciarse, el volumen total de agua aducida fue de
133 Hm3, mientras que la suma del agua no facturada por
EMASESA más las pérdidas estimadas en el sistema de
potabilización y distribución de Aljarafesa asciende a 55,8
Hm3; es decir, el rendimiento hidráulico global del sistema es
del 58%. Hay que decir, no obstante, que del total de agua no
facturada por EMASESA habría que sustraer una cierta cantidad
correspondiente a consumos gratuitos (riegos y baldeos de
calles) y a consumos no registrados por la obsolescencia del
parque de contadores. Como ya hemos señalado en otro lugar,
las cifras estimadas por EMASESA por estos conceptos no
resisten un análisis mínimamente pormenorizado. De modo
arbitrario y a falta de mejor estimación hemos estimado
generosamente el total por estos conceptos en 10 Hm3 anuales,
de los cuales 5 Hm3 corresponderían a desviación de contadores
y otros 5 Hm3 a riegos y baldeos (5 Hm3 anuales equivalen a
algo más de 11 litros diarios por habitante, o a un total de
1.370 camiones cuba de 10 m3 cada uno al día). Con esta
corrección, las pérdidas reales se reducirían a 45,8 Hm3, lo
que daría un rendimiento hidráulico neto no mayor del 65,5 %.
Hay que recordar los objetivos de rendimiento hidráulico
planteados en el borrador del Plan de Ordenación del
Territorio de la Aglomeración Urbana de Sevilla (POTAS) y en
el Anteproyecto de Ley de Abastecimiento de Agua y
Saneamiento de Andalucía de 75% y 85%, respectivamente (ver
Anejo C: Rendimiento Hidráulico).
Otro aspecto a considerar en la estimación de las demandas
futuras es el impacto del plan de sustitución de contadores
colectivos por contadores individuales en los bloques de
viviendas, en curso en este momento. El ahorro que podría
derivarse de la sustitución total del actual parque de
contadores colectivos por baterías de contadores individuales
- sustitución que a medio plazo viene obligada por el vigente
reglamento de suministro domiciliario de agua (Junta de
Andalucía, 1991) - ha sido estimado por EMASESA en un 11% del
consumo total en Sevilla y su zona [EMASESA, 1995].
Partiendo de estos datos hemos realizado nuestra estimación de
las demandas futuras de acuerdo con las siguientes hipótesis:
0.- De acuerdo con la empresa [EMASESA, 1997b], la cifra
indicada de 133 Hm3 ha sido la demanda real de agua en alta en
1996. Por su parte, suponemos la demanda total de agua en baja
en ese mismo año como la suma del agua facturada en baja por
EMASESA y Aljarafesa [8] más 10 Hm3 anuales, lo que supone una
estimación generosa de las posibles desviaciones de contadores
y consumos gratuitos para riegos y baldeos: en total 87,2 Hm3
de demanda de agua en baja en 1996.
Hipótesis 1.- Un incremento tendencial de la demanda de agua
en alta igual al crecimiento tendencial de la población en el
área Metropolitana de Sevilla, estimado en el borrador del
Plan de Ordenación del Territorio de la Aglomeración Urbana de
Sevilla (POTAS) en el 0,74% anual en el período 1996-2012.
Hipótesis 2.- Una reducción lineal de la demanda anual de agua
en baja por políticas de gestión de la demanda hasta alcanzar
la cifra del 6% en el año 2.012 sobre la estimación anterior.
Esta reducción de la demanda corresponde a la mitad de la
alcanzable sólo mediante el plan de sustitución de contadores
colectivos por individuales y supone por tanto una estimación
muy modesta.
Hipótesis 3.- A la anterior reducción se añade un incremento
lineal del rendimiento hidráulico de la red hasta alcanzar el
75% en el año 2012, tal y como se propone en el borrador del
Plan de Ordenación del Territorio de la Aglomeración Urbana de
Sevilla [Consejería de Obras Públicas y Transporte, 1996].
Hipótesis 4.- Finalmente, a la demanda total de agua en alta
calculada se le suman 10 Hm3 anuales de caudales ecológicos
mínimos.
Según ello, se obtienen los datos presentados en el cuadro 24.
Demandas en alta (Hm3) | 1996 | 2002 | 2006 | 2012 |
Hipótesis 1 (tendencial) | 133 | 139 | 143 | 150 |
Hipótesis 2 (con gestión de la demanda) | 133 | 136 | 138 | 141 |
Hipótesis 3 (con incremento del rendimiento hidraúlico) | 133 | 132 | 127 | 123 |
Hipótesis 4 (con caudales ecológicos mínimos) | 143 | 142 | 137 | 133 |
El resultado de las hipótesis precedentes es, como puede
verse, una estabilización de la demanda de agua en alta en
torno a los 133 Hm3 anuales en el período considerado. Esta
estabilización es consecuencia de un mínimo ahorro por gestión
de la demanda del 6% sobre la demanda tendencial en el 2012,
combinado con un incremento del rendimiento hidráulico neto
del sistema del 65,5% al 75% en el mismo período. Hay que
señalar que ello permite incluso la reserva de 10 Hm3 anuales
para caudales ecológicos, sin incremento de la demanda en
alta.
Según la CHG la capacidad de regulación del conjunto de
embalses adscritos al abastecimiento urbano de Sevilla y zona
de influencia asciende a 117 Hm3/año (Aracena 39, Zufre 48,
Gergal 15, Minilla 15). Recordamos que esta estimación es la
más baja de todas, incluso más que la considerada en el EIA de
1995 (ver Anejo A y cuadro 19). La adscripción del embalse de
Cala (26 Hm3 de regulación), actualmente propiedad de
Sevillana, al sistema de abastecimiento, supondría elevar esta
cifra a 143 Hm3/año, ya por encima de la demanda estimada.
Por otra parte, las negociaciones en marcha con la Comunidad
de Regantes del Viar permitirían una sustitución de caudales
de agua de primera calidad, procedente del embalse de El
Pintado, por los proporcionados por las tomas de emergencia
propiedad de EMASESA, hasta un total de 21 Hm3/año, según
datos suministrados por la propia EMASESA, posibilidad a la
que cabe añadir la ya probada de reasignación de caudales con
indemnización, previo acuerdo con la Comunidad de Regantes y
la propuesta de financiación por EMASESA del arreglo de las
conducciones de riego a cambio de la reasignación del agua
ahorrada. Asimismo, EMASESA ha evaluado la posibilidad de
obtener recursos del embalse del Huesna hasta un total de 9,5
Hm3/año en el año horizonte del 2011. Todo ello supone la
posibilidad de disponer de unos recursos de agua de primera
calidad, por intercambio de caudales, hasta un total de 30,5
Hm3/año.
El total de recursos de agua de primera calidad disponibles
anualmente sería por tanto de 173,5 Hm3/año.
A estos recursos habría que añadir los recursos provenientes
de las tomas de emergencia (con los avanzados tratamientos de
potabilización que las nuevas instalaciones van a permitir) y
los recursos subterráneos reconocidos por la propia EMASESA,
recursos de menor calidad y mayor coste que habrá que explotar
sólo en caso de necesidad y, sobre todo, para la satisfacción
de los usos menos exigentes.
En conclusión, simplemente con la adscripción de Cala al
sistema de abastecimiento de Sevilla, tendríamos una capacidad
de oferta de agua de primera calidad de 143 Hm3/año (superior
a la demanda estimada), que aumentaría hasta los 173,5 Hm3/año
si se ponen en práctica políticas de intercambio de caudales
(que en nada afectarían a la calidad del agua suministrada ni
a otros usos). Esta oferta global podría eventualmente
aumentarse aún en muchas decenas de Hm3/año de recursos
subterráneos y procedentes de las tomas de emergencia de menor
calidad.
Aunque, como hemos visto en el apartado anterior, los recursos
disponibles permiten garantizar el abastecimiento de agua en
situación normal, hay que tener en cuenta que Sevilla y su
entorno se ven sometidos frecuentemente a largos períodos de
sequía que históricamente han significado grandes dificultades
para el abastecimiento urbano, siendo posiblemente la última
sequía el episodio más dramático, hasta el momento, de la
serie. Por tanto, toda política de abastecimiento de aguas ha
de tener en cuenta esta particularidad, garantizando el
abastecimiento no sólo en períodos "normales", sino también
durante las sequías. Para evaluar la suficiencia de las
políticas de gestión de la demanda y de captación de recursos
expuestas en los apartados anteriores a la hora de afrontar
períodos prolongados de sequía, hemos llevado a cabo una
simulación en la que, partiendo de una situación similar a la
existente al comienzo de la última sequía y suponiendo que
tales políticas están ya en marcha y sus objetivos alcanzados,
evaluamos la suficiencia de los recursos disponibles para
afrontar una sequía idéntica a la que hemos padecido
recientemente (a este respecto, ver también el apartado 2.2).
La última sequía, considerando como tal una sucesión
continuada de años hidrológicos en los que la aportación al
sistema es inferior a la media, comenzó en septiembre de 1990,
y se extendió durante los 5 años consecutivos 1990-91,
1991-92, 1992-93, 1993-94 y 1994-95, finalizando en al año
1995-96, con las abundantes lluvias de noviembre. Al comienzo
del año hidrológico 1990-91, en septiembre de 1990, los tres
embalses entonces disponibles por EMASESA para el
abastecimiento urbano de Sevilla (Aracena, Minilla y Gergal),
con una capacidad total de embalse de 221 Hm3, se hallaban al
75% de su capacidad. Durante los 5 años siguientes, los
embalses de EMASESA (los anteriores más Zufre, que entró en
servicio en 1991) recibieron unas aportaciones netas totales
de 261,4 Hm3 a consecuencia de las escasas precipitaciones
registradas, aportaciones que equivalen al 67% de la capacidad
total de embalse (389 Hm3 entre Aracena, Zufre, Minilla y
Gergal).
Partiendo de estos datos, hemos supuesto que al comienzo de
la sequía de referencia, el conjunto de embalses adscritos al
abastecimiento de Sevilla (Aracena, Zufre, Minilla, Gergal y
Cala), con una capacidad de embalse total de 444 Hm3, se
hallan al 75 % de su capacidad, es decir con un volumen total
de recursos al comienzo del período de 333 Hm3. Durante los
cinco años hidráulicos de sequía, los embalses recibirían unas
aportaciones netas del 67% de su capacidad total, es decir de
298 Hm3. Ello supone un total de recursos disponibles en el
conjunto de embalses adscritos al abastecimiento urbano de
Sevilla de 631 Hm3, para afrontar 5 años de sequía; a los que
habría que añadir los recursos de agua de calidad disponibles
por intercambio de caudales (hasta un máximo de 30,5 Hm3/año).
Por contra, la demanda total de agua en alta durante este
período, incluyendo caudales ecológicos, sería de 5x133=665
Hm3.
La conclusión del análisis precedente es clara: con una
política de corrección de fugas y gestión de la demanda de tan
modestos objetivos como la propuesta, tan sólo con los
recursos ordinarios procedentes de los embalses de Aracena,
Zufre, Minilla, Gergal y Cala se garantizaría el 95% de los
recursos necesarios para superar un período de sequía tan
severo como el último padecido, en el horizonte problema del
2012. Ello implica que un uso moderado y juicioso de las
posibilidades de intercambio de caudales con la Comunidad de
Regantes del Viar y con el Consorcio del Huesna, bastante
inferior al máximo citado, debería bastar para superar
períodos de sequía como el último o incluso aún peores, sin
recurrir a restricciones ni a medidas que supusiesen una
disminución en la calidad o la cantidad del agua abastecida,
quedando aún por utilizar los recursos procedentes de las
tomas de emergencia y los subterráneos.
Ante una conclusión como la expuesta habría que preguntarse qué hizo que la coincidencia de cinco años hidráulicos de precipitaciones inferiores a la media supusiese las graves penurias que la pasada sequía ocasionó a Sevilla. Resumiendo el análisis efectuado en el apartado 2.2., se puede concluir en las siguientes ideas: en primer lugar hay que citar el hecho de que ni el embalse de Zufre ni el de Cala pudieron aprovecharse al 100% desde el comienzo del período de sequía, por los motivos ya comentados en cada caso. También hay que citar la coincidencia de los años de sequía con años de consumo incontrolado de agua, como fueron 1991 y 1992, en los que las demandas se dispararon de una manera cuanto menos imprudente, como se comprueba por comparación con los consumos reales de los dos últimos años de abundantes lluvias (1996 y 1997) [9]. Además hay que tener en cuenta la inexistencia de un programa de sequías por parte de EMASESA, que llevó a que la primera medida para afrontarla no se tomase hasta el 12 de marzo de 1992 (primer bando de la Alcaldía), cuando los embalses estaban al 30% de su capacidad y se afrontaba el largo y seco período veraniego (por no mencionar la controversia política entre Alcaldía-Consejería de Obras Públicas-Delegación del Gobierno durante el período septiembre-diciembre de ese mismo año, en torno a las medidas a tomar). Desde nuestro punto de vista hubiera sido necesario comenzar a aplicar medidas de intercambio de caudales con el Viar desde mucho antes. Estos intercambios, que en nada afectan a la calidad del agua suministrada, no se efectuaron en la sequía a la que nos referimos hasta marzo de 1993, con los embalses de EMASESA bajo mínimos.
Sería injusto negar los avances que las empresas de
abastecimiento del área de estudio han realizado en los
últimos años. La documentación que en este informe se ha
manejado profusamente, y en la que en buena parte el propio
informe se basa, lo prueba. Pero pese a los innegables
avances, el modelo que subyace en la actual gestión del
sistema de abastecimiento de Sevilla y en la consiguiente
propuesta de embalse de los Melonares se sigue caracterizando
excesivamente, en nuestra opinión, por los siguientes rasgos:
Hemos visto como los argumentos con los que la Empresa y la
CHG defienden el embalse, en ocasiones sin ni siquiera
considerar necesario justificarlos, son reiteración de los
esquemas del pasado. ¿De dónde, por ejemplo, proceden los
datos de demanda actual y futura o los escenarios de
incremento del rendimiento hidráulico que manejan los
promotores de la obra? Ni de las tendencias de futuro ni de
las experiencias más avanzadas de los países de nuestro
entorno se extraen las conclusiones adecuadas. Simplemente
tomando en consideración los planteamientos adelantados por la
Administración Autonómica (previsones demográficas, modelos de
desarrollo urbano, objetivos de rendimiento hidráulico, etc),
las evaluaciones de las que se parte deberían ser
profundamente modificadas.
Desde el punto de vista de los balances hídricos, la
conclusión general del presente informe es clara: sobre la
base de a) la demanda real de agua en el momento presente, b)
una política de corrección de mermas que eleve el rendimiento
hidráulico del sistema al 75% (objetivo 10 puntos por debajo
del considerado óptimo en la literatura especializada y en el
borrador de Ley de Abastecimiento de Agua y Saneamiento de
Andalucía) y c) una política de gestión de la demanda que
suponga un ahorro del 6% sobre el consumo tendencial (la mitad
de lo que la propia Empresa considera que se podría ahorrar
por la aplicación total del plan de sustitución de contadores
colectivos), sería posible estabilizar la demanda de agua en
alta para abastecimiento urbano, incluyendo caudales
ecológicos, en torno a 133 Hm3/año. Ello supone que con los
recursos disponibles provenientes de los embalses existentes y
de políticas de captación de recursos por intercambio de
caudales (sin contar las posibilidades de las tomas de
emergencia con tratamiento mejorado y los recursos de aguas
subterráneas), el abastecimiento urbano de Sevilla y zona de
influencia estaría garantizado en el horizonte del año 2012,
en cualquier hipótesis razonable, sin necesidad de recurrir a
la construcción del embalse de los Melonares. Quedaría aún
todo un arsenal de medidas correctoras de mermas y de gestión
de la demanda que permitirían mantener estable la demanda de
agua en años posteriores. [Nota del Editor: Véase a este
respecto el anejo E, donde se analizan las posibilidades de
mejora que ofrecen las actuales tarifas de EMASESA.]
El análisis de las sequías sufridas por Sevilla ha puesto de
manifiesto que su identificación precoz es una de las claves
para evitar los perjuicios a los usuarios. En este sentido
coincidimos plenamente con la Empresa en que urge la
preparación de un Plan de Sequías con una clara identificación
de las medidas informativas, legislativas, operativas y
financieras que se deben tomar en cada caso. La definición del
inicio y final de una sequía, como resultado de la
consideración de múltiples factores pluviométricos,
hidrológicos y socioeconómicos, es una tarea muy compleja pero
imprescindible. La elaboración de este Plan por parte no sólo
de EMASESA sino del conjunto de entidades gestoras del sistema
Rivera de Huelva-Viar-Huesna (Aljarafesa, Comunidad de
Regantes del Viar, Consorcio del Huesna, CHG) para una gestión
integrada de sus recursos, constituye una pieza clave de las
políticas aquí propuestas. En él deben establecerse
indicadores claros -pluviométricos, de previsiones
meteorológicas y de volumen de agua embalsada- para la puesta
en marcha de medidas de intercambio de caudales y,
complementariamente, de sustitución de usos menos exigentes
(mantenimiento del sistema de espacios libres y zonas verdes,
fundamentalmente) por recursos subterráneos y de las tomas de
emergencia. Medidas estas últimas que, aunque recomendables en
todo caso, en presencia del resto de las medidas propuestas
requerirían para ser decretadas de períodos de sequía bastante
más duros que el que acabamos de padecer, como se ha
demostrado.
Hay que subrayar que, en el caso de que estas situaciones se
presentaran, el embalse de los Melonares, con las previsiones
de demanda que las administraciones que defienden su necesidad
manejan, resultaría absolutamente insuficiente para hacer
frente a las mismas. Por el contrario, las medidas aquí
propuestas:
El largo tramo final de un río vivo, un valle solitario y de
variado paisaje, el esplendor de la fauna y flora
mediterránea, pueden para algunos reducirse todavía a valores
insignificantes, reivindicaciones sensibleras fáciles de
descalificar con autosuficientes argumentos economicistas. Sin
embargo, el embalse de los Melonares carece hasta de esos
argumentos. Con la extraña aquiescencia de los beneficiarios
originales (regantes del arrozal marismeño) a los que
oficialmente se desposee, el embalse fue reorientado
precipitadamente de riego a abastecimiento. Las cuentas de
demanda infladas y las presiones casi unánimes de los grupos
de interés no pueden ocultar las inconsistencias del proyecto
ni el vacío planificador en que la obra se insertaría.
Fecha de referencia: 5-11-1999
Boletín CF+S > 11 -- Especial: EL AGUA Y LA CIUDAD > http://habitat.aq.upm.es/boletin/n11/armar.html |
Edita: Instituto Juan de Herrera. Av. Juan de Herrera 4. 28040 MADRID. ESPAÑA. ISSN: 1578-097X
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