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Edita: Instituto Juan de Herrera. Av. Juan de Herrera 4. 28040 MADRID. ESPAÑA. ISSN: 1578-097X
Jaime Cervera Bravo
Agustín Hernández Aja
Miembros de la Biblioteca C+FS.
Madrid (España), julio de 1999.
El programa de Buenas, o Mejores Prácticas [1] tiene todas las
características que podrían pedirse a un programa políticamente
correcto y al igual que el concepto de desarrollo sostenible, puede
ser defendido con objetivos radicalmente diferentes. En tanto que
es un programa cuyo objetivo es difundir ejemplos relevantes de
actividades que mejoran las condiciones de vida en las ciudades,
haciendo énfasis en la cooperación entre agentes diversos (y con un
importante papel de los agentes sociales) puede acoger desde las
acciones basadas en las actividades caridad propias de la derecha
clásica, hasta las actividades de organización y rebelión de los
sectores de la izquierda populista. Permitiendo que, por un tiempo,
se haya configurado una ventana de oportunidad por la que se han
podido presentar a la opinión pública un conjunto de iniciativas de
enorme interés para la creación y potenciación de redes de
cooperación, difundiendo un conjunto de iniciativas con impacto
demostrado en la mejora de la calidad de vida de las poblaciones
afectadas, que de no ser así hubiesen quedado ocultas. Pero el
éxito e interés de este programa, no garantiza por sí mismo que
dicha ventana haya de quedar abierta por mucho tiempo, o que las
experiencias que la crucen tengan las mismas características de las
que hoy conocemos.
En efecto, como parte de la actividad de los gobiernos consecuencia
de la convocatoria Habitat II en Estambul, se procedió a una tarea
de recopilación de iniciativas novedosas e imaginativas capaces de
demostrar las posibilidades de la cooperación para la mejora de las
condiciones de habitabilidad y sostenibilidad de las ciudades. En
algunos casos la recopilación de casos derivó en una tarea de
publicidad de programas y actuaciones gubernamentales, pero en el
resto de los casos los órganos que realizaron la selección de las
prácticas (los comités nacionales) dieron cabida a ejemplos
modélicos de gran valor. Todo ello quedo reflejado, como
instrumento de difusión de la recopilación misma, en la base de
datos de Buenas Prácticas (Best Practices Data Base), dando lugar
a un resultado de valor aún más importante que la propia selección,
a un instrumento de difusión (sobre herramientas informáticas) que
facilita de forma apreciable la realización de contactos, y la
transferencia de iniciativas.
Para la construcción de dicha herramienta, la Comisión de Naciones
Unidas para los Asentamientos Humanos CNUAH se apoya en el programa
de Best Practices and Local Leadership, (Buenas Prácticas y
Liderazgo Local), BPLL, cuyo Comité Director está constituido por
entidades asociadas (los socios del programa) y por patrocinadores
que no tienen necesariamente ligazón con los gobiernos. Los
intereses de los socios son variados, aunque convergen en el
interés de crear y mantener la información que resulta de la
recopilación en todo el mundo de iniciativas cuyas cualidades de
asociación, impacto, liderazgo, y lucha contra la exclusión, las
convierten en modelos destacables y de interés universal.
El modelo de organización desarrollado para la conferencia de
Estambul en 1996, puso en pie un sistema de organización nacional,
basado en los Comités Nacionales que tuvo eficacia muy diversa
aunque globalmente cumplió con el objetivo. A medio plazo, uno de
los objetivos del Comité Director es lograr la independencia del
programa respecto de los gobiernos, basándose en compromisos con
las entidades asociadas sin carácter gubernamental. Objetivo
presente en la convocatoria del concurso de 1998, en la que (salvo
en algunos casos, como el de España) se ha prescindido de la
organización puesta en pie para el concurso del 96, buscando
potenciar la iniciativas individuales (remisión directa de la
documentación de prácticas por las organizaciones a centros
regionales etc), pero que ha resultando menos eficaz en la tarea de
recopilación que el modelo del 96. Amplificado la asimetría en la
participación de las distintas regiones del planeta, con muy baja
participación de África, de ciertas regiones de América, y de
Europa. En el caso de España, la tarea fue asumida por el Comité
Nacional (mantenido con buen criterio), con un resultado que ha
sido calificado de modélico por los responsables del programa
(CNUAH); pero que a nuestro juicio, en comparación con los
resultados del 96, ha producido lo que podríamos llamar una deriva
institucional en las prácticas catalogadas.
Con el concurso convocado para el año 2000 se abre un nuevo período
de trabajo, cuya evolución depende en gran medida de cómo se
definan los actores del proceso de selección: organizaciones
locales, regionales o estatales que identifican, recopilan y
documentan casos, Comité Director y Comité Técnico Asesor del
programa, CNUAH, patrocinadores, abriendo un período de reflexión
sobre la relación entre los objetivos iniciales del programa y los
instrumentos que se han ido institucionalizando para conseguirlos,
entre los que podría no ser menor la reflexión sobre la
temporalidad del proceso, que devenido en bianual, produce un
vértigo de convocatorias, selecciones y publicaciones continuadas.
Si queremos que el nuevo concurso siga siendo útil, deberíamos
reflexionar sobre la evolución de los métodos del proceso de
selección de las Buenas Prácticas aprendiendo de la evolución de
los resultados de los dos concursos anteriores. En las Prácticas
que conocemos, es relevante diferenciar entre aquellas que se basan
en actividades de cooperación de las que buscan la resolución de
conflictos desde la óptica institucional. La prácticas catalogadas
en el concurso de 1996 recogían básicamente actuaciones surgidas de
necesidades estructuradas desde lo social o desde procesos
reivindicativos de mejora de las condiciones de calidad de vida. En
el concurso de 1998 las prácticas seleccionadas derivan hacia
actuaciones (aunque complejas) de iniciativa institucional. La
constatación de esta evolución en el origen de la iniciativa,
permite una doble lectura sobre sus causas: o bien los gobiernos
(centrales o locales) son ahora más sensibles a los problemas
urbanos y de exclusión que hace algunos años, y por tanto están
dando mayor margen de participación a los implicados en los
procesos. O es que los problemas de exclusión se han agravado,
manifestando su cara más perversa en la reducción del liderazgo
social de las iniciativas fruto de la desaparición de las
estructuras sociales de base, y por tanto las estructuras
institucionales, dotadas de más medios (económicos y técnicos),
ocupan totalmente lo que antes fue un espacio compartido con el
tejido social. Las prácticas presentadas por el Comité Español
ejemplifican la evolución de esta deriva institucional: de un grupo
significativo de actividades procedentes de procesos sociales
variados en 1996, en el año 1998 tenemos mayoritariamente
documentadas (y publicitadas internacionalmente) actuaciones de
tipo o iniciativa institucional, iniciativas que en principio,
deberían ser consideradas (a estas alturas) como actividades
corrientes de las instituciones implicadas. De consolidarse esta
tendencia en la deriva institucional, estaríamos frente a un
escenario en el que los resultados de los próximos concursos sería
acaparados por ejemplos de actuaciones institucionales, alimentando
un proceso en el que el concurso acabaría siendo concebido como un
instrumento mas de la propaganda institucional, abandonándose la
promoción de prácticas mas arriesgadas, basadas en el consenso
entre lo social y lo institucional (y en su caso con el sector
privado). Difuminándose, hasta desaparecer, el objetivo de
promoción de actuaciones y redes de iniciativas de base social.
En este marco de reflexión sobre la utilidad de las experiencias
contenidas en la Base de Datos no queremos dejar de realizar una
reflexión sobre la forma y concreción del propio instrumento
informático sobre el que construye la Biblioteca "Ciudades para un
futuro más Sostenible", que desde la Escuela Técnica Superior de
Arquitectura (gracias a la colaboración del Ministerio de Fomento)
hemos tratado de promover con decisión. Estamos convencidos de que
se trata de un instrumento de gran importancia en la comunicación
de experiencias, y que puede servir para la extensión de redes al
poner en contacto las ideas emergentes y sus promotores con un
público interesado en otra forma de resolver los problemas. Es
evidente que tal extensión se basa de hecho en múltiples redes que
preexisten a esta iniciativa, pero la idea de dotar de un catálogo
actualizado de experiencias es de por sí especialmente atractiva,
y de hecho produce la transferencia real de las experiencias.
En la concepción de la gestión de la Base de Datos de las Buenas
Prácticas, hasta el momento coexisten dos concepciones alternativas
que se corresponden con la versión en lengua inglesa y en lengua
española respectivamente. La primera mantiene que la sostenibilidad
de la experiencia pasa por la autofinanciación de la Base, y que
por tanto debe ser gestionada como un servicio de pago que a medio
plazo recupere el coste del mantenimiento de la misma. La segunda
(que soporta esta base de datos) mantiene que el impacto de la
experiencia depende de modo importante de su facilidad de difusión
entre los sectores afectados por las tendencias negativas de la
globalización (incluida la progresiva monetarización de los
servicios públicos), a los que no se debe imputar ni la complejidad
técnica ni el coste del acceso controlado y pagado a la base, y que
por tanto un servicio de este tipo debe basarse en la financiación
de patrocinadores y no de los usuarios.
En la primera vía los medios empleados -soft, organización, etc.-
son de tipo empresarial y comercial. Mientras que en la segunda, la
gestión se realiza gracias a un convenio con el Ministerio de
Fomento, con una organización mínima soportada por tres profesores
de la ETSAM (de los departamentos de Estructuras y Urbanismo),
cuatro becarios (alumnos de la ETSAM) y la colaboración de cuatro
asesores externos, que controlan y desarrollan el mantenimiento de
la Base de Datos y sus servicios complementarios sobre la base del
consenso y la cooperación, con herramientas informáticas de uso
libre (origen de la potencia de la Internet), con un diseño
informático simple que permiten su rápido acceso desde cualquier
máquina, haciendo coincidir de esta forma continente con el
contenido. Es evidente que este modelo nos produce mayores
satisfacciones en todas las dimensiones, y es recibido con
entusiasmo por múltiples usuarios, por lo que pensamos seguir
nuestro trabajo apoyándonos en esta segunda vía en tanto que
podamos y que en la medida de lo posible fomentaremos el debate
sobre la consolidación de las Buenas Prácticas como una
construcción de actuaciones desde la dimensión social.
Fecha de referencia: 31-7-1999
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