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Edita: Instituto Juan de Herrera. Av. Juan de Herrera 4. 28040 MADRID. ESPAÑA. ISSN: 1578-097X
Madrid, julio de 1999
El crecimiento que ha experimentado el uso de Internet en pocos
años no es más que otro indicador de que el mundo occidental se
mueve hacia la sociedad de la "desinformación". Esto se nos
presenta aún más claro cuando podemos perder unas horas en navegar
por la red y descubrimos que el tiempo discurre rápidamente
mientras "ojeamos" páginas y páginas sin apenas obtener a cambio
información relevante.
No podemos ignorar que Internet es un invento de y para el primer
mundo, y que la mayor parte de la Humanidad está excluida de su uso
y disfrute. Como la mayoría de los ingenios del ser humano,
Internet no debería ser más que un instrumento para mejorar
nuestras condiciones de vida, y al que todavía no hemos sacado todo
el rendimiento que tiene como medio de comunicación.
Aunque estamos completamente a favor de la libre y gratuita
difusión de la información, es hora de que nos planteemos la
calidad de las páginas que leemos o publicamos en la red y qué
objetivos pretenden. Porque, sin esta reflexión, el uso de Internet
se convierte en más de lo mismo, un mecanismo de "atontamiento
global", que nos aleja más todavía de lo que pasa en el mundo.
No olvidemos que la información que llega a través de la pantalla
de un ordenador no puede sustituir nunca al conocimiento directo y
físico que se puede tener de la realidad. Esto, que parece una
obviedad, no lo es tanto cuando escuchamos los datos que revelan el
continuo aumento del uso de la red, y la decreciente participación
de los ciudadanos en las asociaciones u organizaciones civiles (que
aún no siendo consecuencia una cosa de la otra, son síntomas del
estado de la cuestión social).
Existen iniciativas en Internet que pretenden ofrecerse como punto
de encuentro de personas que trabajan por lo mismo pero a miles de
kilómetros. Este es el caso de nuestro servidor, que comenzó como
una base de datos que pretendía recoger la versión castellana de
las Buenas Prácticas del Primer Concurso de las Naciones Unidas en
1996, ha ido creciendo para ofrecer un espacio para todos aquellos
que trabajan para mejorar las condiciones de vida de los
asentamientos humanos. Nuestra intención es difundir no sólo
ejemplos prácticos sino también documentos y reflexiones teóricas
sobre la sostenibilidad y las ciudades [1].
El creciente número de consultas (actualmente unas 45.000 al mes)
y de cartas enviadas desde la inauguración de la Biblioteca nos
revela que hay interés por el tema, que podemos hablar de una "red
informal" de personas que trabajan hacia la ciudad sostenible
dispuestas a participar en la difusión de la información. Son estas
personas, que trabajan para mejorar las condiciones de nuestras
ciudades las que tienen que proporcionar los contenidos y las
reflexiones para Internet [2].
Aunque la difusión de las propias actividades es la mayoría de las
veces un esfuerzo añadido al trabajo diario, creemos que es
imprescindible, no por el aspecto propagandístico que pueda tener,
sino como aprendizaje para otros que andan en las mismas batallas.
La iniciativa de Naciones Unidas de convocar un concurso
internacional para recoger las buenas prácticas urbanas es un buen
comienzo para construir una red de intercambio de experiencias.
Sin embargo no podemos dejar de ser críticos con la documentación
generada por el propio concurso. Creemos que la idoneidad de
Internet como medio de difusión de las buenas prácticas está
justificada porque la información es accesible para gran cantidad
de gente y además es posible ponerse en contacto vía correo
electrónico con personas directamente relacionadas con la
experiencia, pero la utilización de este medio tan "poco físico"
puede hacernos olvidar que la documentación se refiere a
actuaciones reales.
Somos conscientes de que no basta conformase con tener la
información sino que conviene constatarla y contrastarla (es ésta
una inquietud que a menudo nos hemos planteado, pero los medios con
que contamos son insuficientes). Los ejemplos son visitables, y las
personas involucradas están normalmente dispuestas a explicar su
experiencia. Siempre se percibirán más cosas en una visita o en una
charla que en la lectura de un documento que se ha realizado para
ser enviado a un concurso.
Después de haber estado trabajado en la base de datos Biblioteca
Ciudades para un Futuro más Sostenible durante algún tiempo, nos
hemos animado a poner por escrito algunas de la reflexiones que
hemos ido comentando y discutiendo entre nosotros, con la intención
de mejorar el proceso de selección y documentación de las buenas
prácticas.
Nos referiremos sobre todo al caso de España que es el que
conocemos directamente, pero seguro que algunas de estas
reflexiones podrían trasladarse a otros países.
En lo que se refiere a la documentación presentada por los
concursantes adolece, en gran cantidad de casos, de concrección en
los datos. Se cuenta lo bueno ayudándose de conceptos demasiado
generales, sin profundizar excesivamente, y no se hace un esfuerzo
objetivo en relatar los puntos negativos que puedan "empañar" la
imagen de éxito de la actuación. Esto puede ser consecuencia del
formato de la ficha oficial de las Naciones Unidas.
Es muy frecuente que al leer el contenido de una experiencia, y
después tener acceso real a la misma parezca que se está visitando
un lugar distinto al que se ha documentado. Muchas veces se omiten
datos técnicos sencillos que ilustrarían las actuaciones de forma
más eficaz que el habitual recurso de aludir al presupuesto.
Siendo otro de los aspectos más interesantes de esta iniciativa la
utilización de las prácticas como ejemplos que sirvan de
inspiración, debería hacerse un esfuerzo en facilitar que la
recogida de la información permita reflejar toda la riqueza y
potencial que tienen las prácticas, lo que incluye el proceso en su
conjunto, con sus aspectos tanto positivos como negativos.
Sabemos que es difícil ser totalmente "transparente" cuando uno
quiere ganar un concurso, pero es importante cuando el objetivo
último es la puesta en común de la experiencias.
Por otro lado, el Centro de Naciones Unidas para los Asentamientos
Humanos (UNCHS), organizador del concurso, mejoraría la recogida de
la información si se reflexionara sobre las siguientes cuestiones:
Debería exigirse una autoevaluación seria que incluya un análisis
por parte de los implicados en las experiencias, en el que se
explique qué obstáculos han encontrado, qué no ha funcionado,
imprevistos y soluciones, replanteos o cambios de rumbo sobre la
marcha.
Duplicar cada dos años el número de prácticas documentadas y
recogidas en la base de datos no es de mucha utilidad cuando la
información no se ha actualizado. Sí lo sería para quien se acerca
a consultarlas por simple curiosidad, o buscando ideas que le
inspiren inicialmente, pero al intentar profundizar en el trabajo
realizado y su evolución esto no bastaría.
Debería pues, fomentarse el seguimiento a posteriori de las mismas,
con mecanismos que permitan completar la información y poder
ofrecer conclusiones concretas de los efectos que las acciones han
tenido en el tiempo. Esta evaluación podría surgir de la
colaboración de los implicados en la práctica con organismos
institucionales, sistemas de información, expertos
independientes...
La participación de la población es uno de los criterios
fundamentales para la selección. Contar con la gente no es hacer
campañas de sensibilización o realizar una encuesta, es dar lugar
a que el poder se ejerza desde la base. Cuando las fuerzas
políticas y lo institucional han perdido la confianza de estar
cumpliendo su función de representar a todos, la democracia se
manifiesta en la responsabilidad en la toma de decisiones repartida
a pie de calle. Por esto es fundamental la importancia de la
participación ciudadana, los supuestos beneficiarios de las
prácticas, y de los que a fin de cuentas depende si funcionarán o
no. Sería exigible en cada iniciativa la participación en la toma
de decisiones de al menos una organización social.
Muchas de las organizaciones sociales desconocen que su trabajo
diario es una buena práctica según las Naciones Unidas, y otras que
conocen el concurso, prefieren no participar por falta de tiempo,
o porque temen que algunos de sus principios no cuadren con que el
carácter institucional de la organización nominadora. Quizá debería
hacerse un esfuerzo de difundir el propio concurso tanto por parte
del Comité Nacional como por las coordinadoras de asociaciones (de
vecinos, de mujeres, de ongs...) para que animen a los autores a
contar su experiencia y no quede ninguna buena práctica
"escondida".
Por otro lado, la difusión de las buenas prácticas no sólo es
interesante para las personas que trabajan en los temas
relacionados con la ciudad, sino que en el ámbito local pueden
cumplir una función de sensibilización de la población, que
comprueba que este tipo de proyectos son viables y les anima a
participar en la construcción social.
Fecha de referencia: 31-7-1999
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