SEGUNDA PARTE

LOS INSTRUMENTOS DE LA CONSERVACIÓN DEL AGUA

 


 

4. ESTRUCTURA DE UN PROGRAMA DE CONSERVACIÓN DEL AGUA

Un Programa de Conservación del Agua es una iniciativa que persigue la realización de un conjunto amplio de actuaciones orientadas a reducir la demanda de agua, mejorar la eficiencia en el uso y evitar el deterioro de los recursos hidraúlicos en un determinado ámbito territorial y sectorial. Las diversas actividades que cabe contemplar en un Programa de Conservación se articulan en forma de programas sectoriales o subprogramas, los cuales, atendiendo a sus contenidos, pueden ser clasificados en cinco grupos:

Los Programas de Infraestructura son aquellos que persiguen la puesta a punto del sistema básico de distribución para reducir las pérdidas en las redes y para posibilitar el control del consumo de agua que realizan los diversos grupos de usuarios.

Los Programas de Ahorro son aquellos que persiguen una reducción del consumo de agua sin que medien intervenciones técnicas sobre los sistemas de suministro o sobre los equipos o dispositivos de consumo. Básicamente son de dos tipos: los que intentan estimular el ahorro voluntario de agua reforzando la concienciación ciudadana, y los que actúan sobre los precios del agua para disuadir el despilfarro.

Los Programas de Eficiencia son aquellos que persiguen una reducción del consumo de agua potable mediante la introducción de modificaciones técnicas en los equipos y dispositivos de consumo. Pueden ser muy variados según los sectores consumidores sobre los que se actúa, pero pueden agruparse en tres grandes segmentos: programas domésticos, programas de jardinería y programas de tipo comercial/industrial.

Los Programas de Sustitución son aquellos en los que se fomenta la sustitución de la utilización de agua potable de la red general por aguas de otras procedencias, actualmente no utilizadas. Se pueden clasificar en dos grandes grupos: por un lado la reutilización de aguas depuradas, y por otro la utilización de fuentes alternativas de agua no susceptible de distribución a través de la red general de aguas potables: aguas salobres, acuíferos locales con aguas no potables, aguas pluviales, etc..

Los Programas de Gestión incluyen una amplia gama de programas instrumentales, esto es, de instrumentos de gestión bien sea al servicio de otros programas sectoriales o del conjunto del Programa de Conservación.

 

Normalmente, los Programas de Conservación incorporan un conjunto de programas sectoriales encuadrados en varias de las categorías anteriores, pero estructurados mediante un enfoque integrado. Mediante este enfoque se intenta asegurar que las diversas actividades están subordinadas a objetivos complementarios y no contradictorios, que su diseño e implementación está suficientemente coordinada, y que la gestión del Programa está unificada a un determinado nivel.

En los Estados Unidos se han lanzado, desde mediados de los años ochenta, numerosos Programas Integrados de Conservación del Agua. De hecho, es ya rara la iniciativa de conservación o eficiencia hidraúlica que se plantea fuera del contexto de un plan o programa integrado, diseñado con un alcance más o menos amplio.

Para valorar la extensión y diversificación que pueden llegar a alcanzar estos programas integrados, cabe referirse brevemente a los programas desarrollados en Nueva York y Los Angeles, las dos principales ciudades del país.

El programa de Nueva York, iniciado en 1989, hace especial hincapié en los programas de infraestructura, y particularmente en la detección y reparación de fugas, tanto en el ámbito de la distribución como en la fontanería del usuario. Anualmente se vienen realizando más de 20.000 inspecciones en edificios residenciales. Los inspectores distribuyen además, gratuitamente, hasta dos aireadores y dos cabezales de ducha de bajo consumo para cada vivienda. Cuando se trata de edificios de viviendas en alquiler, los propietarios reciben una notificación de las eventuales deficiencias detectadas y se les concede un plazo de tres días para repararlas y confirmar la reparación ante las autoridades competentes. El programa global contiene asimismo programas de ahorro, con una amplia serie de medidas de concienciación y animación ciudadana, y diversos programas de eficiencia, con normas que exigen la instalación de sanitarios de alta eficiencia en todas las nuevas construcciones (USEPA, 1995).

El programa de Los Angeles, puesto en marcha por el Departamento de Agua y Energía de Los Angeles (DAELA) a lo largo de la segunda mitad de la década de los ochenta, es uno de los más amplios y diversificados, y es también probablemente el de mayor escala del país. Incorpora actuaciones en prácticamente todos los campos de la conservación del agua en utilizaciones urbanas (RMI, 1994a).

En el ámbito de las infraestructuras de distribución los esfuerzos se centraron en la mejora del sistema de contadores, universalizando su implantación y mejorando la tecnología de medición y lectura, toda vez que la revisión de fugas en las redes y el establecimiento de estrictos programas de mantenimiento se realizó a lo largo de los años setenta y primeros ochenta, con anterioridad al lanzamiento del programa de conservación.

En el ámbito de los programas de ahorro, se adoptó en primer lugar una nueva estructura de tarifas, en la que los precios de los consumos en verano son superiores a los de los consumos invernales. Por otra parte, se estableció una estructura permanente de concienciación y animación ciudadana, con un amplio programa de educación escolar, publicidad, exposiciones, conferencias, etc..

En materia de eficiencia se establecieron programas diferenciados para los ámbitos domésticos, de jardinería, y comercial/industriales. El programa residencial incluye la distribución gratuita de ciertos sistemas de alta eficiencia como cabezales de ducha (en 1994 se habían distribuído ya 1,3 millones de unidades), subvenciones para la adquisición de inodoros de bajo flujo, etc.. Una vez realizada una inspección en un punto de consumo, se concede un plazo de ocho meses para instalar los sistemas de eficiencia, pasados los cuales el DAELA puede imponer recargos crecientes, desde el 10 hasta el 100 por cien, sobre el recibo del agua.

Los programas de jardinería incluyen actuaciones sobre las grandes superficies urbanas irrigadas, normativa de ahorro de obligado cumplimiento para las nuevas construcciones, distribución gratuita de guías para la mejora del riego de jardines privados, redes de estaciones y suministro de información metereológica especialmente orientada a facilitar el conocimiento de las necesidades de riego en cada momento, construcción de jardines de demostración, celebración de exposiciones anuales, diversos programas piloto y de experimentación, etc..

Los usuarios comerciales e industriales, que representan el 30 por ciento del consumo, disponen de comités de asesoría sectoriales, distribución gratuita de documentación técnica, créditos especiales para implantación de mejoras, etc., así como de un simposio anual en el que se debate sobre cuestiones técnicas y se conceden premios a la excelencia en la gestión del agua.

Entre 1991 y 1994, el programa consiguió una reducción acumulativa del consumo del 4 por ciento anual. Los objetivos actuales son los de alcanzar una nueva reducción del 15 por ciento para el horizonte 2000.

En los próximos capítulos se describen en detalle los principales tipos de programas sectoriales de conservación del agua ensayados hasta el momento en los Estados Unidos, aportando ejemplos concretos relativos a formas de implantación, costes, resultados y otros aspectos de presumible interés. Aunque la mayoría de estos programas se han lanzado en el marco de programa integrados, se ha considerado más oportuno realizar una presentación ordenada con criterios sectoriales, para evitar la reiterativa presentación de programas integrados, cuyos programas sectoriales son con frecuencia prácticamente idénticos.

 

5. PROGRAMAS DE INFRAESTRUCTURA

En la literatura especializada en Conservación del Agua se insiste en la consideración de las actuaciones sobre la infraestructura de abastecimiento como escalón inicial, o incluso como requisito previo, para el lanzamiento de cualquier otro tipo de programas. No tiene sentido abordar costosas iniciativas de reducción del consumo final cuando se están perdiendo grandes cantidades de agua en las redes de distribución, o cuando no se dispone de contadores que permiten conocer la evolución del consumo de cada usuario y su grado de participación en los programas de ahorro y eficiencia.

Los programas sectoriales incluidos en este bloque se agrupan en cinco categorías:

 

5.1. Reparación de redes y eliminación de fugas

Dado que este es un problema habitual y bien conocido en las redes de abastecimiento urbano en Estados Unidos y en todo el mundo, existe desde hace tiempo una amplia oferta de tecnologías y sistemas avanzados para la detección de fugas y el sellado de las mismas. Si en numerosas ocasiones no se venían aplicando estas técnicas, se debía a la idea, casi siempre equivocada, de que es más costoso realizar un buen mantenimiento que sufragar el coste del agua perdida.

La realidad es que, en la mayoría de los casos, la reparación de las redes es el procedimiento de ahorro de agua económicamente más ventajoso. Las agencias públicas más comprometidas en los programas de conservación enfatizan fuertemente este aspecto, para animar a todas las empresas de abastecimiento a emprender sus propios programas de reparación de redes.

Por ejemplo, el Departamento de Recursos Hidraúlicos de California estimaba en 1992 que el coste medio del M3 recuperado en los numerosos programas de detección y reparación de fugas emprendidos en las ciudades de ese estado era del orden de 153 $/Mgal (dólares por millón de galones), lo que equivale a unas 5 Pts/M3. Esta suma es netamente inferior a la que la práctica totalidad de las entidades de abastecimiento pagan por el suministro en alta, y además hay que tener en cuenta que el agua perdida en las redes es agua potabilizada, sobre la que ya se han repercutido los costes de tratamiento. Además, suele ocurrir que una parte de las pérdidas de agua de las redes de distribución se acabe incorporando a las redes de alcantarillado, aumentando el flujo de aguas residuales e incrementando los costes de tratamiento (RMI, 1994a).

Algunos de los programas de reparación de redes de mayor escala abordados en Estados Unidos se iniciaron a finales de los años ochenta en grandes ciudades de la costa este, como Boston y Nueva York, en las que la tradicional abundancia y bajo precio del agua había inducido tradicionalmente a descuidar en grado sumo el mantenimiento de las redes. En Boston se abordó en 1988 la revisión, reparación y nueva programación del mantenimiento de los cerca de 2.000 Km. de grandes conducciones de agua de la ciudad. En los primeros dos años de funcionamiento del programa se logró un ahorro de más 10 millones de M3 anuales (RMI, 1994a).

Para desarrollar el programa de Nueva York, iniciado en 1989, el Departamento de Protección Ambiental de la Ciudad de Nueva York estableció varios equipos de inspección y reparación de conducciones, con la misión de revisar los 10.000 Km. de principales conducciones de la ciudad. En el primer año de trabajo se localizaron y sellaron fugas que estaban generando pérdidas de 125 millones de M3 anuales. La estimación de costes del programa indicaba un coste medio de 95 centavos por cada 100 pies cúbicos de agua conservada, equivalentes a menos de 4 pesetas por M3, confirmando de este modo el orden de magnitud de las estimaciones californianas y la gran rentabilidad de este tipo de programas.

5.2. Localización y eliminación de tomas ilegales.

En algunas redes de distribución extensas, de baja densidad y de difícil control, las conexiones clandestinas y otras formas de intrusismo en las redes pueden llegar a captar porcentajes muy apreciables del agua incorporada al sistema.

Las técnicas de localización de estas tomas ilegales son similares a las de localización de fugas, aunque los costes de reparación son inferiores y generalmente se pueden imputar a los intrusos, una vez identificados. En los Estados Unidos no se ha detectado una especial preocupación por este problema. Sólo algunos programas o actuaciones muy localizadas pueden ser relacionados de modo más o menos directo con situaciones de intrusismo o uso ilegal del agua. La ciudad de Nueva York, por ejemplo, puso en marcha un programa de colocación de cierres magnéticos en los hidrantes situados en las vías públicas de ciertos barrios, para evitar la tradicional utilización irregular de éstos en el tórrido verano neoyorquino, a modo de grandes duchas callejeras gratuitas.

 

5.3. Universalización de contadores individuales

La existencia de contadores colectivos urbanos y, mucho más, la ausencia total de contadores en determinados contratos de suministro, constituyen, en cualquier red de distribución, los principales impedimentos para el desarrollo de los Programas de Conservación, y en particular para las intervenciones de mejora de la eficiencia. Se ha llegado a afirmar que el concepto de eficiencia hidraúlica no existe sin contadores individuales.

La reducción del consumo que sigue automáticamente a la instalación de contadores individuales suele ser espectacular. En diversas comunicaciones técnicas americanas se ofrecen rangos de ahorro que oscilan entre un 10 y un 40 por ciento. Por ejemplo, en el programa de Nueva York, al que se aludirá posteriormente, está previsto alcanzar ahorros de entre un 10 y un 30 por ciento, según el tipo de usuario.

El problema que presenta el establecimiento de contadores individuales en redes ya existentes es su elevado coste de implantación, que puede superar fácilmente las 30.000 pts. por unidad, e incluso cifras netamente superiores cuando se trata de contadores exteriores, o cuando la estructura de la redes de fontanería en la edificación existente presenta complicaciones particulares.

La implantación de contadores individuales incrementa también los costes de gestión del sistema, en la medida en que exige un mayor y más disperso número de lecturas, un mayor volumen de procesamiento de datos, facturación, etc., y unos mayores costes de mantenimiento de los propios contadores. Sin embargo, estos costes pueden reducirse considerablemente mediante la agrupación de unidades de medida en salas de contadores, y sobre todo mediante la implantación de contadores dotados de capacidad de emisión de señales de radio, que permiten la lectura desde el exterior, mediante un vehículo receptor que atraviesa la zona y capta directamente las señales emitidas por los contadores. Obviamente, estos contadores son más costosos que los de lectura visual. Algunas ciudades norteamericanas, como Coralville, Iowa, han logrado ya generalizar la implantación de contadores electrónicos individuales con lectura por radio en todos los puntos de consumo (SWEETING, 1996).

Pese a sus elevados costes, los grandes programas de universalización de contadores individuales emprendidos en los Estados Unidos han sido lanzados con la expectativa de obtener resultados positivos, no sólo en cuanto a la reducción del consumo de agua, sino también en términos económicos. El programa de Denver, por ejemplo, que incluye la instalación de 87.000 nuevos contadores antes de 1999, con un coste de 20 millones de dólares, fué adoptado tras calcular que permitiría obtener agua mediante ahorro a un coste netamente inferior al derivado de la construcción de un nuevo embalse, que se estimaba en unas 80 Pts. por M3 suministrado (USEPA, 1995).

El programa de Nueva York (Universal Metering Program), que es en su clase el de mayor dimensión de Estados Unidos y seguramente del mundo, había logrado a finales de 1994 la implantación de contadores en dos tercios del parque de viviendas unifamiliares y en un 15 por ciento de las viviendas en altura, y contempla la introducción de contadores en todos los locales comerciales antes de 1997, y en el resto de los puntos de consumo hacia final de siglo. Sólo en el ámbito residencial se calcula que serán dotados de contadores unos 630.000 edificios (RMI, 1994a).

En Nueva York, en edificios de apartamentos en alquiler sin contadores individuales y en los que la factura del agua corre a cargo del propietario, se han comprobado consumos entre tres y cuatro veces superiores a los de otros edificios de características similares de otras ciudades dotados con contadores individuales. Para evitar los elevados costes de gestión de los contadores individuales en este tipo de edificios, así como en condominios, hoteles con residentes estables, concentraciones de "roulottes", y otros complejos de vivienda pequeña o precaria con cierta significación en Estados Unidos, se recurre con frecuencia al llamado "submetering" o instalación de subcontadores individuales situados bajo la responsabilidad del propietario del complejo. La compañía de aguas coloca un contador colectivo para el complejo, y el propietario de éste se encarga de facturar a cada inquilino su consumo individual.

 

5.4. Reducción de presiones de suministro

La reducción de presiones se suele señalar en ocasiones como un importante instrumento para mejorar la eficacia en el uso del agua, dado que reduce tanto las pérdidas en la distribución como el caudal en los puntos de utilización. Se ha estimado que una reducción de presión desde 100 a 50 psi (desde 8,4 a 4,2 atmósferas, aproximadamente), reduce en un tercio el flujo de un grifo corriente, pero obviamente esta reducción no aporta beneficio alguno en los llamados "usos volumétricos", que son los que requieren un volumen determinado de agua, y no un tiempo determinado de flujo (por ejemplo, un baño es un uso volumétrico, pero una ducha no lo es).

Los programas de reducción de presiones pueden exigir importantes modificaciones en la infraestructura, y por tanto considerables inversiones. Sin embargo, existe cierta polémica en los ambientes relacionados con la conservación del agua en los Estados Unidos acerca de la conveniencia de proceder a reducciones generalizadas en las presiones de suministro. Aunque en ciclos agudos de sequía es frecuente que las empresas de abastecimiento recurran a severas reducciones de presiones para disminuir el consumo, con resultados apreciables, numerosas agencias cuestionan la conveniencia de recurrir al mantenimiento continuado de bajas presiones como instrumento de gestión en situaciones de normalidad.

Las reducciones continuadas y generalizadas de presión provocan una gran pérdida de calidad del servicio, así como posibles problemas sanitarios y de otros tipos, sin ofrecer ventajas proporcionales. Un estudio realizado en Denver señalaba que las diferencias globales de consumo anual entre las viviendas situadas en las zonas con mayor y menor presión del área metropolitana, apenas alcanzaba un 6 por ciento. Como contrapartida, sin embargo, en condiciones de baja presión los dispositivos de de alta eficiencia, capaces de generar ahorros muy superiores, podían llegar a funcionar en condiciones defectuosas y acabar siendo rechazados por el público.

En estas condiciones, está lejos de haber unanimidad en el tema de la reducción de presiones. Por ejemplo, mientras la USEPA lo recomienda (aunque con gran cautela), el Rocky Mountain Institute lo desaconseja abiertamente, y el Consejo de Conservación del Agua Urbana de California no lo incluye entre sus prácticas recomendadas para la conservación del agua. Una visión de síntesis de las posiciones actualmente más difundidas en Estados Unidos respecto a este tema señalaría como "correcta gestión de presiones" a aquella que:

 

5.5. Gestión informatizada de redes

Los sistemas de gestión informatizada de redes ayudan a optimizar la utilización del agua disponible, a mejorar la programación del mantenimiento, a adaptar el régimen de presiones a la situación de la demanda, a reducir las pérdidas por fugas e intrusismo y, en general, a reducir los costes de operación y aumentar la eficiencia en el uso del agua. Según la Agencia del Medio Ambiente norteamericana (USEPA, 1995), un sistema de gestión informatizada de redes de abastecimiento debe contemplar e interconectar los siguientes aspectos:

6. PROGRAMAS DE AHORRO

Los programas de ahorro de agua, tanto en su versión de ahorro voluntario como de ahorro inducido por la modificación de las estructuras de tarifas, se cuentan entre los que primero se implantaron en los inicios de las nuevas políticas de conservación, hace más de quince años, y también entre los que han recibido una aplicación más generalizada en los Estados Unidos en la etapa más reciente. En la actualidad ya no hay ningún estado ni prácticamente ninguna ciudad importante en los que no se haya puesto en práctica alguno de estos programas.

En el presente capítulo se van a examinar por separado las principales experiencias norteamericanas en cada uno de los dos grandes grupos de programas de ahorro: programas de concienciación ciudadana y programas de tarificación.

 

6.1. Programas de concienciación ciudadana

Los programas de "public education", cuya traducción castellana más adecuada es posiblemente la de "concienciación ciudadana", están extraordinariamente diversificados. No obstante, cabe clasificarlos en cuatro categorías relativamente homogéneas:

En los próximos apartados se describen los principales contenidos de estos programas y algunos de los ejemplos más significativos puestos en marcha en diversas ciudades.

6.1.1. Información ciudadana.

Entre los programas de información se distinguen, por un lado, los sistemas o programas generales de información puestos a disposición del público para acompañar el lanzamiento y seguimiento de Programas de Conservación, y por otro los programas que pretenden ofrecer una información directa y personalizada a los usuarios acerca de su situación concreta en materia de consumo y eficiencia hidraúlica.

Los programas generales de información descansan básicamente en la publicidad, en el establecimiento de puntos de información accesibles al público, y en la distribución de documentación acerca de la conservación y la eficiencia en el uso del agua.

La publicidad suele ser utilizada masivamente en el lanzamiento de los Programas Integrados de Conservación, así como en el seguimiento y presentación de los resultados obtenidos.

Por lo que se refiere a los puntos de información, los instalados en los últimos años corresponden a una gama muy variada. Casi todas las agencias o empresas de abastecimiento que ponen en marcha programas de conservación establecen centros de atención al público en sus propias oficinas, o en la sede del programa, cuando éste cuenta con sede propia, así como líneas telefónicas especiales -las llamadas "conservation hotlines", generalmente de llamada gratuita- para informar sobre los programas y las diversas formas de participación en los mismos.

En los estados con mayor problemática relativa al riego de jardines, muchas ciudades han establecido también centros de información metereológica para aconsejar sobre las necesidades de riego en cada momento. Por ejemplo, Denver Water ha establecido una red de ocho estaciones cuyos datos sobre climatología y evapotranspiración se sintetizan y actualizan diariamente en un boletín que está disponible para el público, bien sea mediante llamada telefónica o mediante conexión informática.

Tras la gran difusión del uso de Internet en los últimos años en Estados Unidos, numerosas ciudades han establecido sus propias páginas ("Water Conservation Home Pages") en la red, para transmitir información a sus usuarios de una forma barata y rápida. Mes a mes aumenta el número de ciudades que están ofreciendo esta conexión, así como la gama de servicios que se prestan a través de ella: información general, asesoría, documentación, material multimedia, programas de software para calcular posibles ahorros de agua y costes y beneficios económicos, etc.

La distribución de documentación por vías convencionales continúa, no obstante, siendo mayoritaria en la práctica totalidad de las ciudades con Programas de Conservación. Una de las agencias que han realizado un mayor despliegue en materia de documentación es probablemente East Bay M.U.D.. Sólo en el ámbito del riego de jardines, en la actualidad EBMUD ofrece gratuitamente hasta ocho publicaciones sobre diversos temas específicos (riego por goteo, selección de plantas de bajo consumo de agua, etc.), así como un video y una revista quincenal. Asimismo ofrece libros técnicos y de divulgación de gran calidad a precios reducidos.

Por lo que se refiere a los programas personalizados de información, numerosas agencias han hecho un gran uso de los envíos postales de recibos para establecer un canal de comunicación continua con sus abonados. Además de cambiar la estructura de los recibos, para que cada abonado pueda comprobar sus logros individuales en materia de conservación y la incidencia de estos logros en su factura del agua, se incluyen en los recibos invitaciones a participar en los programas que mejor se ajustan al perfil de cada usuario, ofrecimientos de subvenciones, créditos para financiar mejoras, diversas clases de servicios, etc..

En algunos casos, como en Palo Alto (localidad situada al sur de San Francisco, en el llamado "Silicon Valley"), se seleccionan las viviendas con mayores consumos de agua y se les giran visitas directas para informarles sobre sus posibilidades de ahorro de agua. El Ayuntamiento suele contratar a estudiantes de la Universidad de Stanford (situada en el municipio) para que realicen estas tareas de información y asesoría.

6.1.2. Animación sociocomunitaria

En la estructura social norteamericana la figura de la "comunidad", ya sea a escala de ciudad, de área residencial, o de barrio en las grandes áreas metropolitanas, continúa teniendo una presencia importante en la vida cotidiana. Por esta razón, las agencias que promueven Programas de Conservación se esfuerzan por estar presentes en el mayor número posible de actos, celebraciones o actividades de la comunidad.

Numerosas agencias ofrecen, por ejemplo, los "speakers’ bureaus" o fondos de conferenciantes, en los que se integran diversas personas con buenos conocimientos del tema de la conservación y adecuadas capacidades oratorias, que están disponibles para dar conferencias en cualquier tipo de acto organizado en el seno de la comunidad. La formación y homogeinización de criterios entre los diversos conferenciantes, si es necesaria, corre a cargo de la agencia, que asume también los gastos y, en su caso, los honorarios que se deriven de cada intervención. El primero de estos "speakers’ bureau" fué establecido por EBMUD en Oakland, en fecha tan temprana como 1976.

En otros casos se ofrece a las organizaciones comunitarias la posibilidad de organizar talleres de actividades sobre temas referentes al agua: técnicas de riego, mantenimiento o mejora de los equipamientos domésticos, etc.. Asimismo se organizan "stands" sobre conservación en fiestas populares, desfiles y otras celebraciones comunitarias. Este tipo de iniciativas comenzó sobre todo en California (Berkeley, Oakland, Los Angeles, etc.), pero pronto fueron extendiéndose a otras muchas ciudades, sobre todo en el suroeste y centradas principalmente en el riego de jardines.

Otras actividades sociocomunitarias incluyen la celebración de días, semanas o meses "del agua", con diversos tipos de actividades. Entre ellas son comunes las entregas de premios a los mejores esfuerzos y resultados obtenidos en materia de conservación. Existen ya infinidad de premios establecidos a todos los niveles, locales, estatales, e incluso a nivel federal. Por ejemplo, el Plan Director de Conservación del Agua establecido en 1995 por Denver Water ganó la edición del presente año del premio del U.S. Bureau of Reclamation del Departamento de Interior, uno de los galardones federales más preciados.

Varias organizaciones y fundaciones privadas han establecido diversas distinciones en materia de conservación del agua, en unos casos orientados a galardonar a ciudades o agencias de abastecimiento, en otros a empresas u otras instituciones usuarias, o incluso también en algunos casos a abonados particulares. Por ejemplo, el Consejo de Clubs de Jardinería de El Paso (Texas) organiza anualmente un concurso anual de jardines con bajo consumo de agua, que incluye premios en metálico, publicidad de los ganadores en los medios de comunicación locales, y una visita a los jardines premiados, a la que se invita a todo el público interesado.

6.1.3. Acciones de demostración

Las numerosas acciones de demostración emprendidas en los últimos años en todo el país en relación con la conservación del agua son principalmente de dos tipos: por un lado las instalaciones experimentales o unidades piloto abiertas al público, en las que se concentran todas las técnicas disponibles de eficiencia hidraúlica, y por otro las iniciativas de conservación avanzadas, planteadas por algunas instituciones en sus propias instalaciones con ánimo ejemplificador.

Entre las instalaciones piloto, las más difundidas son los jardines de demostración de bajo consumo de agua (Xeriscape Demonstration Gardens), y ya en grado mucho menor, las Water Houses o Casas del Agua. El concepto de "Xeriscape" fué lanzado en 1980 por Denver Water, entidad que fué también la primera en organizar un jardín de demostración. En la actualidad hay decenas, si no cientos, de este tipo de jardines distribuidos por todo el país. La primera Casa del Agua, y también la más conocida, fué construída (con ese mismo nombre en castellano) en 1985 por la Universidad de Arizona en Tucson. Es una vivienda unifamiliar típica de la zona, a la que se le dotó de todos los sistemas disponibles de eficiencia, e incluso de autonomía hidraúlica. Ha venido siendo utilizada desde su construcción como centro de demostración y también de experimentación en materia de eficiencia hidraúlica.

Entre las iniciativas de conservación emprendidas por instituciones a título de demostración a gran escala, destacan las abordadas por algunas universidades. Uno de los primeros programas de este tipo fué el iniciado en 1986 por la Universidad de California en Northridge, que en 1995 había permitido reducir el consumo global de la Universidad en un 24 por ciento. En la actualidad, una vez agotadas las posibilidades de ahorro por la vía de la eficiencia, se está iniciando un nuevo programa de depuración y reutilización de agua en el seno de la propia universidad, del que se espera obtener de nuevo sustanciales reducciones en el consumo de agua potable. Otros programas universitarios actualmente en marcha son los de la Brown University, la Universidad de Pennsylvania, etc. (PENN.UN., 1996).

6.1.4. Educación escolar

Los programas de educación escolar son una de las claves principales de la política de conservación del agua en los Estados Unidos, fundamentalmente porque los exagerados consumos de agua del país están en buena medida determinados por unos hábitos de consumo muy arraigados en la población, que sólo pueden ser modificados a largo plazo mediante la educación y la concienciación de los niños y los jóvenes. Éstos, además, constituyen un buen vehículo para introducir en los hogares unos criterios y una información en relación con el uso del agua que resulta difícil hacer llegar a los adultos por otros medios, especialmente en contextos de nivel cultural limitado.

Por esta razón, prácticamente todos los programas de conservación incluyen un programa o conjunto de actividades de educación escolar. El primero de estos programas fué el que puso en marcha la agencia East Bay M.U.D. en los años setenta, bajo el título de "Captain Hydro". El programa incluía la creación de un personaje inteligente y altruista, capaz de utilizar el agua de modo responsable, de convencer a los buenos para que le imitaran, y de impedir sin violencia que los malos siguieran despilfarrando el agua. Las andanzas del personaje venían apoyadas por gran cantidad de material audiovisual, así como de variados calendarios de actividades escolares.

El programa de EBMUD tuvo tal éxito que fué adoptado por numerosas agencias de todo el país, que continúan utilizándolo hoy en día. Se calcula que ha sido utilizado para la educación de más de un millón y medio de niños durante los últimos veinte años. Otras agencias han elaborado programas similares, en unos casos para complementar al "Captain Hydro" y en otros para crear personajes más locales y más próximos a los niños. Por ejemplo, el Contra Costa Water District, también en la Bahía de San Fracisco, ha creado "The Adventures of Captain Crago", un boletín que llega aproximadamente a 25.000 escolares de primaria.

Otras muchas actividades escolares han sido establecidas en diversos lugares. Por ejemplo, el San Francisco Water Department organiza un festival anual del agua que reúne entre 1.600 y 2.000 estudiantes, con presentaciones, salas de exposición interactivas y juegos varios. Asimismo, organiza regularmente talleres, excursiones y otras actividades que en 1995 llegaban a unos 14.000 estudiantes al año.

Un aspecto importante de la educación escolar es el de la formación del profesorado. Normalmente, las agencias que promueven programas escolares incluyen la producción de documentación y guías temáticas para uso de los profesores. Algunas agencias organizan, además, actividades directas de formación. Por ejemplo, el Contra Costa Water District organiza cursos en los que participan más de 100 profesores cada año.

 

6.2. Programas de tarificación.

Tradicionalmente, antes de iniciarse las actuales políticas de conservación del agua, en los Estados Unidos abundaban, para usos residenciales, las tarifas de servicio sin cargos por consumo o "tarifas fijas". Con estas tarifas, que también han sido y son comunes en otros países, el usuario podía consumir tanta agua como desease sin incrementar su factura de agua y, a la inversa, cualquier reducción de su consumo tampoco suponía reducciones en su facturación. En tales contratos no existían normalmente contadores de agua. La compañía suministradora se ahorraba de este modo los costes de lectura y mantenimiento de contadores, que en un contexto de agua abundante y barata, difícilmente podrían ser compensados mediante la reducción o eliminación de los excesos de agua consumidos por una parte de los usuarios.

Para usuarios profesionales o, en general, para grandes consumidores de agua, se establecían frecuentemente tarifas de bloques decrecientes, en los que el coste por unidad de consumo se iba reduciendo conforme aumentaba el consumo de agua, aplicando de este modo al suministro de agua el criterio tradicional de "descuento por cantidad" que rige en las relaciones comerciales en numerosos sectores.

Unicamente en algunos estados con ciertas limitaciones de suministro de agua existían algunas ciudades en las que estaba más o menos generalizada la presencia de contadores y la facturación por consumo, pero en estos casos se aplicaban generalmente las llamadas "tarifas uniformes" o meramente proporcionales, en las que el precio de cada unidad de consumo se mantenía invariable cualquiera que fuese la cantidad consumida. En la mayoría de los cascos urbanos los contadores de los edificios de viviendas eran colectivos.

En mayor o menor medida, todos estos sistemas de tarifas se traducían en estímulos para incrementar el consumo de agua, y de hecho constituían la vertiente tarifaria de la política hidrológica tradicional de desarrollo continuo de la infraestructura y de la oferta de agua para satisfacer una demanda siempre creciente.

Cuando entraron en escena las nuevas políticas de conservación del agua, a principios de los años ochenta, uno de los aspectos del sistema de abastecimientos urbanos cuya inviabilidad quedó más prontamente de manifiesto fué el de las estructuras de tarifas. Las agencias que ponían en marcha programas de conservación, o las que simplemente veían la necesidad de frenar el desbocado crecimiento de la demanda, empezaron a modificar las estructuras de tarifas para evitar que siguieran constituyendo un poderoso estímulo para aumentar el consumo de agua.

De este modo, a lo largo de la década de los ochenta, la media nacional de los precios de los servicios de abastecimiento urbano de agua creció a un ritmo del 7 por ciento anual acumulativo, casi el doble que la inflación (USEPA, 1995).

Los cambios en las estructuras de tarifas han venido lógicamente precedidos por los grandes programas -anteriormente descritos- de implantación de contadores en los lugares en los que no existía ninguna forma de medición de los consumos. Otro factor que ha hecho imprescindible la implantación generalizada de contadores ha sido el coste creciente de los servicios de depuración, conforme iban subiendo las exigencias de la EPA en materia de vertidos de aguas depuradas a cauces públicos o al mar.

En general, las modificaciones de las estructuras de tarifas han ido en tres direcciones:

En la actualidad, numerosas ciudades, sobre todo en los estados del suroeste, pero también en otras zonas del país, tienen en vigor sistemas de tarifas de bloques crecientes. El proceso de cambio desde las estructuras anteriores a las nuevas ha sido forzosamente lento, por las implicaciones políticas que conlleva. La ciudad de El Paso, por ejemplo, necesitó 20 años para pasar, primero, de un esquema de tarifas de bloques decrecientes a un esquema de tarifas planas, y posteriormente a uno de bloques crecientes. La estructura actual de tarifas residenciales contempla una cuota mínima que incluye unos 12 M3 mensuales sin cargo adicional, y entre tres y cinco bloques de consumo (según la tipología edificatoria) de unos 30 M3 mensuales cada uno de ellos (RMI, 1994a). En la mayoría de las ciudades, las estructuras de tarifas de bloques crecientes son más sencillas, contemplando dos, o a lo sumo, tres bloques de tarificación.

Las tarifas con diferenciación estacional se han extendido sobre todo en las localidades con limitaciones de suministro en verano y con fuerte consumo de agua para jardinería. Por ejemplo, la ciudad de Phoenix, en Arizona, mantiene una tarifa uniforme, pero los precios unitarios del agua cambian tres veces al año, registrando un incremento entre Junio y Septiembre, una reducción entre Diciembre y Marzo, y manteniéndose las tarifas básicas durante el resto del año. El incremento estival es de aproximadamente un 30 por ciento sobre la tarifa básica, y la reducción invernal es del orden del 20 por ciento. Numerosas ciudades en California, incluyendo Los Angeles, disponen también de estructuras de tarifas con diferenciación estacional, normalmente con un incremento en verano y un precio estable durante el resto del año.

La difusión de las tarifas al consumo con diferenciación estacional ha sido reforzada por la aplicación de este tipo de tarifas por las grandes agencias estatales o federales suministradoras de agua en alta a las compañías locales de abastecimiento. Estas últimas se ven obligadas a modificar sus estructuras tarifarias para poder repercutir los incrementos estivales del agua en alta, salvo en el caso, poco corriente, de que dispongan de grandes capacidades de almacenamiento, como puedan ser, por ejemplo, acuíferos bien delimitados y controlados. Cuando así ocurre, las grandes suministradoras en alta suelen ofrecer también descuentos invernales para estimular el llenado de estos depósitos con posibles excedentes generados en las épocas del año más lluviosas. La Metropolitan Water District of Southern California (MWDSC), que suministra agua a 27 empresas abastecedoras del Sur de California, es una de las grandes agencias que practica este tipo de política.

Las tarifas con recargos especiales son básicamente de dos tipos. El primero, escasamente difundido, es el que impone sobrecargas de precios a los usuarios que superan un determinado umbral de consumo. En Tampa (Florida), por ejemplo, se implantó en 1990 un esquema de tarifas que imponía un incremento de precio del 60 por ciento sobre la fracción de agua consumida por encima de la media anterior de cada consumidor en ese mes. Sólo un 16 por ciento de los abonados incurrieron en recargos por exceso de consumo. En Santa Bárbara (California), a los usuarios comerciales e industriales se les asigna en verano un nivel máximo de consumo, y la tarifa sobre las cantidades excedidas cuadruplica la tarifa básica.

El segundo tipo de recargos especiales es el de las tasas de emergencia para épocas de sequía. Este tipo de tasas está bastante extendido en las ciudades costeras del centro y sur de California, muchas de las cuales carecen de recursos alternativos cuando se ven afectadas por las grandes sequías periódicas características de esta región. En Santa Bárbara, como caso extremo, la tasa de emergencia introducida en 1990 (séptimo año de sequía en la zona) para usos residenciales en el bloque cuarto de su estructura tarifaria, llegó a multiplicar por un factor de 27 la tarifa básica.

Por último, es importante señalar que los costes del agua en los Estados Unidos constituyen sólo una parte crecientemente limitada de la facturación por servicios de suministro de agua. Las tasas por depuración hace años que han igualado o incluso superado a los precios del agua, con lo que el precio del agua en los Estados Unidos, en términos generales, ha dejado de ser barato. El precio medio actual del agua urbana en Estados Unidos es, según datos de la EPA de 1995, del orden de 1,20 $ por cada 1.000 galones, que equivale a unas 40 Pts/M3. Sin embargo, una estimación del RMI en 1994 ya elevaba esta cifra a 1,76 $, lo que supondría unas 60 Pts/M3, magnitud que parece más realista. En todo caso, a estas cifras hay que añadirles el coste de los servicios de alcantarillado y depuración, que elevan drásticamente el precio final del agua.

Como referencia, puede ser útil considerar la estructura de tarifas vigenes para 1996 en una típica ciudad mediana de un estado sin problemas especialmente acuciantes de suministro de agua, como puede ser Coralville-Iowa City, en el estado de Iowa. En esta ciudad, la tarifa residencial de suministro de agua comprende un mínimo bimensual de 6,00$ que incluye 400 pies cúbicos de agua (11,3 M3). Los consumos por encima de este mínimo se facturan a una tarifa uniforme de 1,38 $ por cada 100 pies cúbicos adicionales (2,83 M3). Tomando una tasa de cambio de 130 Pts/$, la tarifa uniforme anterior equivale a 64 Pts/M3.

Las tasas por saneamiento son muy superiores a las de suministro: el mínimo bimensual incluyendo los primeros 400 pies cúbicos es de 13,12$, esto es, más del doble que el mínimo aplicado al suministro de agua. Por cada 100 pies cúbicos adicionales, la tarifa es de 1,78$, esto es, casi un 30 por ciento más elevada que la tarifa de suministro. La tarifa de saneamiento resultante en pesetas es de 82 Pts/M3.

Como puede comprobarse, el precio final es del orden de 146 Pts/M3, pero un 56 por ciento de ese importe corresponde a costes de saneamiento (SWEETING, 1996).

 

7. PROGRAMAS DE EFICIENCIA

Los programas de eficiencia son aquellos en los que se intenta reducir el consumo de agua mediante modificaciones en las técnicas y dispositivos de utilización. Constituyen el núcleo central de los programas de gestión de la demanda de agua y, en general, de los programas de conservación del agua en el ámbito urbano. En consecuencia, el repertorio de programas de este tipo que ha sido ensayado en Estados Unidos en los últimos quince años es muy extenso.

Aunque la organización de los programas de eficiencia difiere en cada ciudad, en casi todos los casos se repiten ciertos grupos de programas:

En los próximos apartados se resume la experiencia registrada en la aplicación de cada uno de estos grupos de programas.

 

7.1. Programas residenciales para usos interiores

Este conjunto de programas tiene como finalidad la mejora de la eficencia en el equipamiento hidraúlico y sanitario doméstico interior. Abordan, por una parte, el control de fugas, eliminación de goteos de grifos y otros posibles defectos de la instalación, y por otra la sustitución o modificación de los modelos tradicionales de grifos de lavabo y fregadero, cabezales de duchas, e inodoros, para obtener una mayor eficiencia hidraúlica. En algunos casos se añade también la sustitución de lavadoras y lavavajillas.

Los primeros programas de este tipo aparecieron en California a principios de los años ochenta, y pronto se convirtieron en los programas estrella de la mayoría de los programas de conservación. Su demostrada eficacia, su reducido coste, y su notable incidencia no sólo en el consumo de agua, sino también en el de energía, los convirtió en referencias obligadas de todo programa de conservación del agua. Además, su repercusión social y su incidencia como instrumentos de concienciación ciudadana eran muy notables, ya que alcanzaban directamente a la totalidad o a porcentajes muy elevados de la población.

En estas condiciones, los programas de renovación de elementos de fontanería se multiplicaron en todo el país. Además de los gigantescos programas de Los Angeles y Nueva York, ya citados, otros programas de notables dimensiones fueron emprendidos en Boston, en la Bahía de San Francisco, en el triángulo metropolitano de Texas (Houston-Dallas-San Antonio), y en otras grandes áreas metropolitanas. Sumando estas iniciativas a los numerosos programas abordados en otras ciudades de menor entidad individual, a principios de los años noventa se habían distribuido por todo el país varios millones de dispositivos de eficiencia hidraúlica, en la mayor parte de los casos (cuando se trataba de cabezales de ducha o aireadores de grifos) de forma gratuita, o en el caso de los inodoros de bajo flujo, lavadoras y lavavajillas, con fuertes subvenciones públicas.

Pronto se comprobó que los beneficios de los programas de renovación de fontanería podrían decaer con el tiempo si no se garantizaba que las nuevas edificaciones o las viviendas rehabilitadas fueran equipadas con dispositivos de alta eficiencia. A partir de finales de los años ochenta, un número creciente de estados y ciudades comenzaron a establecer legislación reguladora de la eficiencia hidraúlica de los productos de fontanería en sus respectivos ámbitos territoriales. En 1992 se promulgó la ya citada "Energy Policy Act", que englobaba un paquete legislativo en el que se incluía la Ley Nacional de Eficiencia de los Productos de Fontanería. Esta ley extendía las regulaciones ya vigentes en más de veinte estados al conjunto del territorio federal.

La nueva ley federal prohibía, a partir del 1 de Enero de 1994, la venta de inodoros con más de 1,6 galones por descarga (unos 6 litros), frente a los 3,5 de los inodoros corrientes en los años ochenta, y los 5 o hasta 7 galones de las cisternas más antiguas. Asimismo prohibía la venta de cabezales de ducha y grifos de lavabo y fregadero con flujos de agua superiores a 2,5 galones por minuto (9,5 litros) operando a una presión de 80 psi (5,4 atmósferas). Los cabezales de ducha tradicionales consumían una media de 5,4 galones por minuto, y los grifos de ducha y lavabo del orden de 5 y 3 galones por minuto, respectivamente. Las prestaciones de los dispositivos contenidas en la nueva ley respondían aproximadamente a las de los equipos que se habían venido distribuyendo en los programas de sustitución emprendidos por numerosas agencias y empresas de abastecimiento de agua.

Aunque la nueva normativa garantizaba que a largo plazo el parque de viviendas norteamericano sería notablemente menos consumidor de agua, muchas administraciones estatales y locales mantuvieron y mantienen sus normas particulares (en algunos casos sensiblemente más severas que la norma federal), así como sus programas de sustitución de elementos de fontanería. Incluso muchas ciudades continuaron lanzando programas de sustitución con posterioridad a la aprobación de la norma federal. Este es el caso de Seattle, que inició en Julio de 1992 un programa para renovar los elementos de fontanería en 289.000 viviendas, o del estado de Massachussetts, que siguió adelante con su gigantesco programa para reequipar 738.000 viviendas, iniciado en 1991 (POSTEL, 1993).

Las perspectivas actuales de este tipo de programas apuntan a que se va a mantener durante algunos años el enfoque actual de programas "ómnibus" o de cobertura universal, extendiéndose a zonas en las que todavía no han sido implementados. Posteriormente, la renovación natural del parque de viviendas (por nueva construcción y por rehabilitación o redecoración), irá reorientando los programas de modo selectivo, hacia las familias de bajos ingresos o las viviendas más antiguas, porque una fracción creciente del parque residencial estará ya equipado con los nuevos sistemas regulados por la normativa federal.

A principios del próximo siglo, cabe prever que una porción sustancial del parque de viviendas del país, y en concreto una gran mayoría de las viviendas en zonas con recursos limitados de agua o en grandes ciudades y áreas metropolitanas, estará plenamente equipada con dispositivos de eficiencia hidraúlica. La American Water Works Association estima que al finalizar el primer cuarto del siglo XXI, la generación actual de equipamiento de fontanería habrá prácticamente desaparecido, y que los 121 galones diarios (460 litros) que un hogar americano medio (2,63 personas) gastaba en 1993 en inodoros, duchas y grifos, se habrán reducido a unos 55 galones diarios (210 litros), sin incluir lavadoras ni lavaplatos (AWWA, 1993).

Interesa completar la descripción anterior del proceso de introducción de los sistemas de eficiencia en el ámbito residencial con algunos comentarios sobre el modo en que estos programas han venido siendo implementados, y sobre los costes y beneficios de los mismos.

En general, como ya se ha indicado, los cabezales de ducha, los aireadores de grifos y los diversos dispositivos para modificar el funcionamiento de las cisternas de inodoro, han sido aportados gratuitamente por las agencias o empresas promotoras de los programas. Las formas de hacer llegar estos dispositivos a los usuarios, y de instalarlos en sus puntos de utilización, han sido muy variadas, y de ellas han dependido en buena medida tanto los costes del programa como su grado de penetración.

El RMI, en un estudio publicado en 1993, comparaba los diferentes sistemas de entrega e instalación utilizados en más de veinte programas de sustitución de equipos de fontanería. El kit de eficiencia hidraúlica más habitualmente utilizado contiene un cabezal de ducha, dos aireadores de grifos, un dispositivo sencillo para la reducción de flujo en inodoros y varias tabletas de detección de fugas. Las diversas formas de entrega e instalación consideradas son:

En la siguiente tabla se sintetizan los costes y resultados de los diferentes sistemas. El coste de los equipos corresponde al precio del kit de renovación adquirido a mayoristas por las agencias promotoras del programa. El concepto "otros costes" incluye costes de envío, entrega y, en su caso, de instalación. El porcentaje de participación representa la fracción de hogares que acepta la sustitución de sus equipos sobre el total de usuarios contactados.

Es interesante destacar los bajos costes globales a los que ha sido posible desplegar los programas de renovación de fontanería doméstica en los Estados Unidos. Los costes recogidos en la tabla se refieren en general a grandes programas (más de 50.000 viviendas), que son normalmente contratados por concurso entre empresas que se han especializado en la organización y prestación de este tipo de servicios, y que se ocupan de todo el ciclo del programa. Los equipos se adquieren directamente de los fabricantes, que entregan los kits ya preparados para su entrega, incluso con la documentación explicativa incorporada.

COSTES Y RESULTADOS DE DIVERSOS PROGRAMAS DE RENOVACION

MODO DE ENTREGA

COSTE DE EQUIPOS

OTROS COSTES

COSTE POR HOGAR

% DE PARTICIP.

Recogida por los usuarios

De 7 a 9 $

De 1 a 2 $

De 8 a 11 $

30-70 %

Envío por correo

De 7 a 9 $

De 3 a 5 $

De 10 a 14 $

10-40%

Entrega a domicilio

De 7 a 9 $

De 6 a 9 $

De 13 a 18 $

50-75 %

Instalación directa

De 7 a 9 $

De 10 a 15 $

De 17 a 24 $

40-50 %

Compra con descuento

12 $

De 1 a 2 $

De 13 a 14 $

5-30%

Fte: High Efficiency Showerheads and Faucets. Rocky Mountain Institute, 1993.

En la tabla se observa que la forma de implementar este tipo de programas con mejor relación entre costes y resultados parece ser la entrega del kit a domicilio con una adecuada explicación del montaje a cargo de personal representativo de la compañía. No obstante, en el informe del RMI se explica que los resultados de unos u otros métodos pueden diferir grandemente en función de la calidad de las campañas de publicidad, de la calidad y aspecto de los dispositivos ofrecidos, del tipo de seguimiento y apoyo que se arbitre para el programa, y de otros diversos factores.

La implantación gratuita de inodoros de bajo flujo sólo se incluye en muy pocos programas de renovación, dado su elevado coste. Por ejemplo, el programa de Santa Mónica (California) incluía la instalación gratuita de un inodoro de bajo flujo a cargo de la compañía, o un descuento de 100$ por la adquisición de un modelo comercial en algún establecimiento concertado. Los participantes en el programa debían también instalar al menos un cabezal de ducha de bajo flujo para optar a la instalación gratuita del inodoro. Para financiar la instalación de los 12.000 inodoros previstos en el programa, se implantó una tasa de conservación en el recibo del agua.

Por lo que se refiere a los porcentajes de reducción del consumo alcanzables mediante la renovación de los equipos de fontanería, el RMI apunta hacia un ahorro potencial que puede llegar hasta el 35 por ciento en el conjunto de usos interiores de una vivienda plenamente equipada con equipos de eficiencia hidraúlica. Ello supondría reducir el consumo medio per cápita en usos domésticos interiores, que el RMI cifraba en 1993 en unos 77 galones diarios (290 litros) como media nacional norteamericana, hasta unos 50 galones (190 litros) por persona y día.

El ahorro de costes para el usuario mediante la implantación de estos sistemas es muy considerable. En los casos de duchas, lavabos y fregaderos, a la disminución del consumo de agua se suma la disminución del consumo de energía que conlleva la reducción de los flujos de agua caliente. Las escasas inversiones necesarias pueden quedar amortizadas en períodos muy breves, en ocasiones de menos de un año, aún en el caso de que el usuario adquiera por sí mismo los dispositivos.

En el contexto norteamericano de consumos y precios de agua y energía, un hogar de tres personas puede lograr un ahorro de agua de entre 50 y 100 M3/año, lo que puede suponer un ahorro de entre 50 y 100 dólares anuales, sumando las tarifas de agua y saneamiento. En materia de energía se puede lograr un ahorro adicional de entre 30 y 90 dólares anuales, dependiendo del tipo de suministro utilizado (electricidad, gas), y de los hábitos de consumo de la vivienda. Para lograr estas reducciones de gastos, la inversión en eficiencia hidraúlica necesaria en una vivienda media -incluyendo un inodoro de bajo flujo- difícilmente supera los 150 dólares.

 

7.2. Programas de jardinería y otros usos residenciales exteriores

El tipo de urbanización extensiva en el que habita buena parte de la población de los Estados Unidos conduce a importantes consumos de agua en los llamados "usos residenciales exteriores". La mayor parte de estos consumos se dedican al riego de patios y jardines, y en menor medida al mantenimiento de piscinas y al lavado de coches. El porcentaje del consumo residencial que se destina a usos exteriores en el conjunto del país alcanza el 32 por ciento, pero varía sensiblemente entre las distintas regiones, siendo mucho mayor en los estados del Oeste y el Suroeste que en los del Este y el Medio Oeste. Así, mientras en Pennsylvania los usos exteriores apenas representan el 7 por ciento del total de la demanda residencial, en California representan el 44 por ciento (USEPA, 1995).

Además, los usos exteriores se incrementan extraordinariamente en verano, que es cuando mayores suelen ser las dificultades para el abastecimiento de agua, por lo que la demanda de agua para estos usos representa una de las principales preocupaciones de las agencias y empresas de abastecimiento de agua de los estados del Oeste y el Suroeste del país. No es de extrañar, por consiguiente, que desde las primeras formulaciones de los programas de conservación, el tema de los usos residenciales exteriores haya recibido una atención especial.

En 1981, Denver Water, la compañía pública abastecedora del área metrolitana de Denver, capital del estado de Colorado, lanzó la primera campaña organizada de ahorro de agua en el riego de jardines. Como lema de la campaña acuñó un término afortunado, que se difundiría posteriormente por todo el país: xeriscape, contracción de la palabra griega xeros (seco) y la inglesa landscape (paisaje, jardín).

El concepto de xeriscape, cuya traducción literal podría ser la de "jardín seco", tropezó inicialmente con algunas dificultades derivadas de la asociación que una parte del público establecía con el concepto de desert garden o jardín desértico, que transmitía la imagen de una combinación artificial de cactus, rocas y arena. Desde el comienzo se pudo observar que, pese a la creciente conciencia social sobre el problema del agua, la mayoría de los ciudadanos no estaban dispuestos a renunciar a su imagen tradicional de jardín, con presencia de césped, setos y árboles frondosos, y colorido variado de flores y arbustos decorativos. Denver Water consiguió transmitir la idea de que era posible disponer de un jardín similar al convencional, pero con menores necesidades de agua, más económico y más fácil de mantener.

Denver Water basó el concepto de xeriscape en siete principios, que desde entonces se repiten en prácticamente todos los programas de reducción del consumo de agua en jardinería (GRAPEK, 1996):

Siguiendo fielmente estos principios, Denver Water afirmaba que era posible reducir el consumo de agua hasta en un 60 por ciento, y ofrecía una serie de servicios de asesoría, en colaboración con la Universidad de Denver, el Jardín Botánico y otras instituciones de la ciudad, a los usuarios que deseasen iniciar la transformación de sus jardines según los principios del xeriscaping.

El programa se fue completando progresivamente con una serie de recursos a disposición de los usuarios, incluyendo publicaciones en las que se describían con detalle los métodos de diseño, acondicionamiento, irrigación y mantenimiento de los jardines, listas con centenares de plantas adecuadas, oficinas de información, teléfonos de consulta, etc.. Se establecieron acuerdos con los viveristas de la región para que tuvieran disponibles las plantas recomendadas, y se les impartieron cursillos de formación para que ellos mismos pudieran ofrecer consejos cualificados a sus clientes.

Los servicios directos al usuario se complementaron con la creación de una infraestructura de demostración e información. Se instaló un primer jardín de demostración en una zona del Jardín Botánico de Denver (Xeriscape Low Water Demand Garden), seguido posteriormente de otros dos en las localidades cercanas de Fort Collins y Lakewood. Se estableció asimismo una red de ocho estaciones metereológicas interconectadas, con recogida diaria de datos útiles para la gestión de los jardines, y accesibles a los usuarios mediante consulta telefónica y, recientemente, también mediante conexión con ordenador. Los datos más básicos se difunden en los informativos radiofónicos de la tarde, para que los propietarios de jardines puedan ajustar sus sistemas de riego a las necesidades de cada momento.

El desarrollo de este programa, sumado a otros programas de eficiencia que se fueron implantando posteriormente en el área de Denver, ha conseguido que el consumo de agua por persona en el área servida por Denver Water haya disminuido de modo estable en un 10 por ciento respecto al nivel de 1980.

La difusión que ha ido alcanzando el concepto de xeriscape ha sido tan amplia, que en la actualidad existen programas explícitamente definidos de este modo en más de cuarenta estados, la mayoría de ellos con uno o varios jardines de demostración. De hecho, el xeriscaping ha desbordado en muchas zonas su finalidad inicial de reducción del consumo de agua para convertirse en una nueva forma de afición a la jardinería, actividad que ha estado siempre muy arraigada en los Estados Unidos. Existe desde hace años el National Xeriscape Council, que trata de agrupar a la infinidad de clubs y organizaciones que han surgido en todo el país en relación con esta actividad. Muchos de estos clubs organizan regularmente certámenes, excusiones, talleres, y otras actividades sociales en torno al xeriscape.

Las agencias y empresas de abastecimiento de agua están vivamente interesadas en la difusión de estos principios al mayor número posible de jardines privados, por un cúmulo de razones. Obviamente, la reducción del consumo de agua por vivienda es un objetivo de muchas agencias con dificultades para aumentar sus suministros en alta. Por otra parte, les interesa que esta reducción sea mayor en verano, que es precisamente cuando se riegan más intensamente los jardines. Además, el riego nocturno, cuando el resto de los consumos disminuye, ayuda a reducir las elevaciones nocturnas de presión y por tanto también las fugas. Y en zonas en las que la capacidad de las redes de distribución está saturada, el desvío a horas nocturnas de fracciones sustanciales de la demanda puede evitar o posponer la necesidad de ampliar las infraestructuras.

 

7.3. Programas de parques públicos y zonas deportivas

El riego de parques públicos y zonas deportivas (incluyendo los campos de golf) representa también una importante fracción de la demanda urbana de agua. El porcentaje del agua urbana destinada a estos usos varía, lógicamente, no sólo con la climatología local, sino también con la cantidad de espacios ajardinados, su tipología y sus formas de utilización. En los estados del Suroeste de los Estados Unidos, este porcentaje normalmente no baja del 10 por ciento del total, y puede llegar hasta el 20 por ciento o más.

La gestión de los espacios libres de uso público y de los grandes complejos deportivo-recreativos corre a cargo de especialistas, ya sean servicios municipales de jardinería, contratistas de mantenimiento, o departamentos internos de las entidades propietarias. En consecuencia, los intentos de reducir el consumo de agua en estos usos no se abordan generalmente en base a programas abiertos, como en los casos de demandas residenciales o comerciales, sino mediante programas de cooperación técnica entre las entidades responsables del mantenimiento, y las agencias o empresas abastecedoras de agua.

Estos programas de cooperación suelen partir de la realización de estudios detallados de la situación de partida, en los que se analizan las necesidades reales de agua en la zona de estudio, se comparan estas necesidades con las aplicaciones de riego que se están realizando en la práctica, y se detectan las prácticas concretas de gestión que eventualmente estén provocando un consumo de agua mayor que el necesario.

En uno de estos programas, desarrollado en 1994 en el condado de Contra Costa, en la orilla oriental de la Bahía de San Francisco, se analizaron las técnicas de riego que estaban siendo aplicadas por 62 grandes regantes urbanos, entre los que se encontraban instituciones municipales, contratistas de mantenimiento y clientes privados (CCWD, 1996a).

El estudio reveló que, en función de las características climatológicas y edafológicas de la zona, el mantenimiento de las zonas de césped requería teóricamente una aportación de agua de riego de no más de 3 pies al año, equivalente a 915 litros/M2*año. Aceptando las ineficiencias derivadas de las irregularidades de funcionamiento y de distribución de los aspersores (solapamientos, aspersores situados en bordes o esquinas, etc.), esta cantidad podía subir hasta unos 5 pies (1.525 litros/M2*año). Sin embargo, la media de los consumos de los regantes analizados ascendía a más de 9 pies al año (2.745 litros/M2*año).

El análisis de las causas de esta situación condujo a tres conclusiones principales:

Sobre la base de las conclusiones obtenidas en este tipo de análisis se establecen los programas de mejora de la eficiencia en grandes espacios ajardinados. Una de las empresas locales de abastecimiento que más se ha centrado en la reducción del consumo de agua en este tipo de usos ha sido la North Marin Water District (NMWD), en la costa occidental de la Bahía de San Pablo, situada al norte de la Bahía de San Francisco, y en la que se sitúa la desembocadura y el delta de los dos mayores ríos de California, el Sacramento y el San Joaquín.

NMWD realizó en 1990 un estudio, financiado por el Departamento de Recursos Hidraúlicos de California, para examinar la eficiencia hidraúlica de los espacios verdes mantenidos por contratistas en su zona de actuación, una parte de los cuales habían sido ya sometidos a modificaciones en el marco de los programas de eficiencia. El estudio reveló que en los espacios verdes tradicionales el 90 por ciento del consumo de agua se aplicaba al mantenimiento de las áreas de césped, pese a que éstas sólo representaban el 40 por ciento del total. Asimismo se comprobó que los espacios verdes rediseñados, con el área de césped limitada aproximadamente a la mitad que en los espacios tradicionales, y gestionados con técnicas de eficiencia, requerían un 54 por ciento menos de agua, un 25 por ciento menos de trabajo, un 61 por ciento menos de fertilizantes, un 22 por ciento menos de herbicidas y un 44 por ciento menos de combustibles para su mantenimiento (RMI, 1994b).

 

 

7.4. Programas comerciales, industriales e institucionales

Estos programas se refieren a los usos del agua en el ámbito urbano ocasionados por actividades industriales, comerciales y de otros servicios, ya sean privados o institucionales. En el sector de la conservación del agua en Estados Unidos se les suele conocer como "Commercial, Industrial and Institutional Programs", o abreviadamente, "CII Programs".

En el campo de la industria es necesario delimitar el ámbito de actuación de los programas de eficiencia en el uso de las aguas urbanas, que se refieren a los usos industriales de pequeña o mediana dimensión, situados en el seno de la trama urbana, aunque sea en zonas o polígonos industriales, y que son abastecidos de agua a través de los sistemas de abastecimiento urbano. Fuera de este ámbito quedan, por consiguiente, las grandes instalaciones o complejos industriales con abastecimiento independiente de agua, aunque en ocasiones el suministro pueda estar concertado con empresas de abastecimiento urbano.

A nivel nacional, en los Estados Unidos los usos industriales urbanos consumieron en 1990 del orden del 13 por ciento del total del agua distribuida por agencias y empresas de abastecimiento urbano, lo que representaba unos 5.000 Millones de Galones Diarios (unos 19 HM3/día). Los usos industriales independientes, incluyendo los mineros, superaron netamente hasta 1980 al total de los usos urbanos (Ver Capítulo 3), y ello por supuesto sin contar los usos termoeléctricos, que representan por sí solos seis veces más que los industriales. En el balance nacional de 1985, los usos urbanos (36.500 MGD) superaron por primera vez a los usos industriales y mineros (30.500 MGD). En el balance de 1990 la diferencia se acentuó (38.500 MGD de usos urbanos frente a 29.900 MGD de usos industriales y mineros).

El presente trabajo se centra en los usos urbanos del agua, por lo que se refiere solamente a las intervenciones sobre la pequeña parte de los consumos industriales que son suministrados a través de las redes urbanas. No obstante, interesa señalar que en los grandes consumos industriales las medidas de conservación del agua se generalizaron incluso antes que en los consumos urbanos. En la década de los setenta los consumos del sector industrial se estabilizaron con una ligera tendencia a la baja, tendencia que se consolidó notablemente en los años ochenta y noventa. Las expectativas actuales indican que hacia principios del próximo siglo el consumo de agua en el sector industrial en Estados Unidos puede haberse reducido prácticamente a la mitad respecto al máximo alcanzado en 1970.

En el contexto general de los consumos urbanos, los Programas Comerciales, Industriales e Institucionales (Programas CII), han alcanzado un protagonismo secundario en el marco de los programas de conservación, ya que, en las actividades con elevados consumos de agua, las propias empresas han reaccionado ante las progresivas elevaciones de los precios introduciendo modificaciones de proceso que les permitieran obtener ahorros significativos de agua.

Así por ejemplo, en todo el sector del lavado (lavanderías, tintorerías, túneles de autolavado) los sistemas de recirculación constituyen ya un estándar en la industria suministradora de equipos, tanto por lo que se refiere a las nuevas instalaciones como a la adaptación de las existentes.

Otro tanto cabe señalar de la industria del frío, en la que la recirculación del agua es ya un estándar corriente en los sistemas de refrigeración. Los sistemas de enfriamiento por evaporación con recirculación ya han sustituído de modo bastante generalizado a los antiguos sistemas de agua corriente. Este cambio supone dividir por un factor de entre tres y cinco veces el consumo de agua. En los últimos años comienzan a introducirse nuevas técnicas, como la ozonización del agua de refrigeración, que permite reducir de nuevo drásticamente (en un factor de cinco veces) el consumo de agua para la reposición del agua evaporada y el arrastre del exceso de sal en los sistemas de recirculación. Todavía más eficientes en cuanto a consumo de agua son los sistemas de refrigeración por aire, que pueden llegar a consumir quince veces menos agua que los sistemas de evaporación con recirculación.

Otros sectores de actividad urbana fuertemente consumidores de agua, como la gran industria hotelera, están también introduciendo medidas de eficiencia a iniciativa propia. La Agencia de Protección del Medio Ambiente norteamericana (U.S. EPA) impulsó hace algunos años la iniciativa WAVE (Water Alliances for Voluntary Efficiency), para fomentar la introducción de medidas de eficiencia en este sector. Los hoteles o cadenas hoteleras que se asocian a esta organización reciben el apoyo de la EPA en forma de asesoría técnica, publicidad y otras medidas. En 1995 estaban integrados en WAVE un total de 584 propietarios de hoteles de todo el país (incluyendo a cadenas como Hyatts o Sheraton), que controlaban más de 210.000 habitaciones (USWN, 1995).

Al integrarse en la organización, los hoteleros se comprometen a realizar, con apoyo de la EPA, un estudio sobre las posibilidades de reducción del consumo de agua en sus instalaciones. Posteriormente deben establecer un calendario de mejoras e informar periódicamente a la EPA de los progresos y los resultados de la aplicación del programa. A cambio reciben de la EPA asistencia técnica, incluyendo software gratuito para el análisis del uso del agua, y apoyo publicitario a nivel nacional.

Con los Programas CII, lo que intentan las agencias o empresas de abastecimiento es acelerar los procesos de adaptación espontánea de la empresas utilizadoras, sobre todo mediante la realización de auditorías hidraúlicas. Por ejemplo, la agencia San Diego County Water Autority ofrece cada año al 10 por ciento de las empresas más consumidoras de agua la realización de auditorías gratuitas para examinar sus posibilidades de ahorro de agua con inversiones rentabilizables mediante la reducción de sus facturas de suministro.

Asimismo, el San Francisco Water Department tiene Inspectores de Conservación que realizan cada año unas 300 auditorías hidraúlicas a empresas. Las empresas auditadas reciben una lista provisional de problemas detectados al término de la visita, y un informe completo en el plazo de una semana. Esta agencia realizó en 1995 un estudio sobre las reducciones resultantes de las auditorías realizadas, que resultaron estar comprendidas entre un 7 y un 10 por ciento (CUWCC, 1996).

 

8. PROGRAMAS DE SUSTITUCIÓN

Los programas de sustitución se refieren fundamentalmente a la reutilización de aguas residuales depuradas, o de otros tipos de aguas, evitando el consumo de agua potable en usos que no requieren una calidad elevada del agua. En Estados Unidos la posibilidad de sustituir el uso de agua potable por otros tipos de aguas está fuertemente incentivada por los severos controles establecidos a nivel federal para el agua potable, que además se vienen endureciendo de modo continuo: en 1925 el gobierno federal regulaba la presencia de 4 contaminantes en el agua potable. La lista subió a 6 en 1946, a 14 en 1962, a 22 en 1976 y a 84 en 1992. Actualmente la EPA regula la presencia de 111 contaminantes en el agua potable. Cada vez resulta más difícil encontrar nuevos recursos de agua que cumplan todos los requisitos, y son más costosos los tratamientos de potabilización de las aguas disponibles (EBMUD, 1996).

En consecuencia, tanto la reutilización como el reciclaje del agua están siendo fuertemente impulsados por las autoridades en Estados Unidos. La EPA diferencia netamente ambas actividades, definiendo la reutilización como el uso de agua utilizada inicialmente en una aplicación para otra aplicación diferente, y el reciclaje como el uso de agua en la misma aplicación en la que se usó inicialmente.

El agua reciclada no se refleja en las estadísticas de consumo, ya que el reciclaje se produce normalmente en el seno de las mismas instalaciones en las que el agua fué utilizada por primera vez. El reciclaje genera una reducción del agua potable que entra en la instalación desde la red, motivo por la que estas técnicas se suelen incluir entre las técnicas de eficiencia, y no de sustitución. Por el contrario, en la reutilización de aguas depuradas normalmente hay una entrada de aguas depuradas desde una red "ad-hoc" de distribución, produciéndose una sustitución de agua potable por aguas depuradas, que sí tiene reflejo estadístico.

La reutilización de agua viene creciendo en los últimos años de modo notable en los Estados Unidos. Aunque todavía representa un porcentaje ínfimo sobre el total de agua utilizada en el país (apenas un 0,2 por ciento), en términos de volumen absoluto representa ya magnitudes no despreciables. En 1990 se reutilizó una media de 750 millones de galones diarios (2,8 millones de M3/día, equivalentes a más de 1.000 HM3/año). Las dos principales aplicaciones de reutilización del agua urbana en los Estados Unidos son el riego de zonas verdes y la recarga de acuíferos.

 

8.1. Programas de reutilización de agua

La utilización de aguas depuradas en Estados Unidos para usos urbanos tiene antecedentes muy lejanos. Por ejemplo, la ciudad de Colorado Springs, en el estado de Colorado, viene utilizando desde 1955 aguas depuradas para el riego de parques públicos y de campos de golf, así como del cementerio municipal.

No obstante, las primeras iniciativas de reutilización urbana masiva del agua fueron planteadas a principios de los años setenta en California, principalmente por la agencia East Bay M.U.D., en el área de la Bahía de San Francisco. El programa de reutilización de EBMUD tenía una triple orientación: usos internos, suministro de agua a la industria, y riego de zonas verdes y deportivas.

En 1977 comenzó la reutilización interna de aguas depuradas, para lavado de equipos y plantas de tratamiento y depuración, riego de zonas ajardinadas y refrigeración. Actualmente EBMUD utiliza del orden de 15.000 M3/día de agua depurada para estas finalidades.

El principal proyecto industrial de entre los emprendidos por EBMUD es el de la adaptación de la planta depuradora de North Richmond para satisfacer las necesidades de agua de la refinería de Chevron USA Inc. en Richmond, a unas 10 millas al norte de Berkeley. El proyecto se inició en 1978 y quedó culminado en 1995. Actualmente, la refinería recibe 20.000 M3/día de agua depurada mediante un sofisticado proceso de tratamiento.

Los proyectos de riego se orientaron inicialmente hacia el riego de campos de golf, el primero de los cuales comenzó a operar en 1984, seguido de otros cuatro entre 1988 y 1991, así como diversos parques y otras instalaciones en los años siguientes, que reciben en conjunto unos 5.000 M3/día de aguas depuradas.

Sumando estos y otros diversos proyectos ya operativos, en 1995 se reutilizó una media de 60.000 M3/día, lo que representa algo más del 8 por ciento del total de agua distribuída por la agencia. El Plan Director de Reutilización de Agua actualmente en ejecución, que fué adoptado durante la sequía de 1987-92, pretende llegar a los 100.000 M3/día.

Otras muchas ciudades han puesto en marcha en los últimos años proyectos de reutilización de diferentes escalas. En California, estos programas recibieron un considerable impulso en 1986, cuando el Departamento de Servicios de Salud del Estado de California reguló la reutilización del agua para diferentes aplicaciones. Numerosas ciudades han construído redes de distribución de amplia cobertura territorial, para facilitar el uso de aguas depuradas incluso en aplicaciones de pequeña o mediana escala. El agua depurada se vende a un precio del orden del 60 por ciento inferior al del agua potable, lo que supone un fuerte incentivo para los usuarios.

Algunas ciudades, como Palo Alto, han construído una red paralela de agua no potable por la que se distribuye una mezcla de agua potable y agua depurada al 50 por ciento, aunque esta proporción puede variar según las disponidades de agua de cada coyuntura. En otras ciudades, como en San Diego, la agencia municipal impone el uso de aguas recuperadas en los casos en que resulte técnicamente posible y económicamente viable.

Otro de los estados en los que más se ha avanzado en materia de reutilización es Florida, en donde más del 90 por ciento de la población depende de las aguas subterráneas para el suministro de agua potable. La sobreexplotación de los acuíferos estaba ocasionando, ya en los años ochenta, serios problemas de intrusión salina, descenso del nivel en los lagos, declive de las zonas húmedas (principalmente los Everglades, pero también otras muchas zonas menos conocidas), etc..

En Florida se encuentran las ciudades que han logrado mayores porcentajes de reutilización del agua en Estados Unido. La ciudad de Venice ha logrado reducir en un 20 por ciento la extracción de aguas subterráneas recurriendo al uso de aguas depuradas para el riego de campos de golf y otras zonas verdes. El mayor porcentaje a nivel nacional lo ostenta actualmente la ciudad de St. Petersburg, que ha desarrollado una red de distribución dual en todo su término municipal para suministrar aguas depuradas para uso doméstico, habiendo llegado a satisfacer con estas aguas cerca de un 30 por ciento del consumo de la ciudad, que se eleva a unos 230.000 M3/día.

Otros grandes programas en este estado son el de la reutilización del agua en el complejo de Disney World, y el programa Conserve II, abordado en colaboración por el condado de Orange y la ciudad de Orlando. Este último programa incluye la reutilización del agua depurada para la agricultura local (que de este modo reduce sus extracciones), y la recarga de acuíferos mediante los llamados RIBS (Rapid Infiltration Bassin Systems). Los agricultores reciben el agua depurada con una presión garantizada por la agencia, y adecuada para el funcionamiento de los aspersores y las instalaciones de goteo, lo que supone un considerable ahorro de energía en las explotaciones agrarias. Los RIBS consisten en grandes estanques de aproximadamente una hectárea, con fondo de arena, que filtran el agua recargando los acuíferos (RMI, 1994a).

Sin embargo, para encontrar el mayor programa norteamericano de reutilización, que también incluye una importante componente de recarga de acuíferos, hay que volver de nuevo a California, y concretamente al area metropolitana de Los Angeles.

La agencia de saneamiento Los Angeles Sanitation District (LASD), puso en marcha a principios de los años setenta un gigantesco programa de reutilización de agua, bajo el lema "Water for a dry land". Con este fin se inició la construcción de plantas de recuperación especializadas en la aplicación de sofisticados tratamientos terciarios a las aguas de salida de las plantas de depuración convencionales. Asimismo se inició el desarrollo de una extensa red de distribución, proyectada para cubrir la mayor parte del condado de Los Angeles, en el que se localizan 78 ciudades, incluyendo la capital.

En la actualidad, LASD tiene en operación diez plantas de recuperación de aguas depuradas, que generan más de 600.000 M3/día de aguas recuperadas con calidades que satisfacen los estándares de potabilidad estatales y federales, y libres de virus. Un 40 por ciento de este agua (240.000 M3/día) se distribuye a unos 140 centros de consumo en todo el condado, principalmente para riegos urbanos, actividades recreativas, grandes consumos industriales, y refrigeración industrial y comercial a gran escala. Algo más de 100.000 M3/día se infiltran por percolación en acuíferos subterráneos para su utilización posterior. Otra fracción sustancial es utilizada en régimen interno, en el sistema de plantas de depuración y tratamiento terciario. El resto se utiliza en las actividades agrarias que subsisten todavía en las zonas periféricas del condado, o se mezcla con otras aguas depuradas para mejorar la calidad de los vertidos.

Las actuaciones en curso y previstas contemplan la recuperación de 1.400.000 M3/día complementarios, con lo que el condado de Los Angeles dispondrá de un suministro de agua reutilizable de nada menos que 2 HM3/día. Para utilizar adecuadamente la creciente producción de agua recuperada, además de continuar el desarrollo de la red de distribución y multiplicar el número de actividades y puntos de utilización, se están actualmente desarrollando planes para incrementar los ritmos de recarga de los acuíferos de la región. Sin embargo, determinados problemas que se han presentado en los últimos años en torno a la utilización de las aguas subterráneas de Los Angeles están dificultando el desarrollo de estos proyectos (HARTLING, 1995).

La aglomeración de Los Angeles está situada en las estribaciones de una cadena montañosa -San Gabriel Mountains- que la flanquea por el norte, con alturas máximas próximas a los 3.300 metros, a menos de 80 Km. de la costa. Inicialmente, el suministro de agua para la ciudad provenía de los ríos que descienden desde estas montañas hacia el mar, (Río Los Angeles, Río Hondo, Río San Gabriel), así como del acuífero de San Gabriel, que se extiende desde las montañas hasta la línea de costa, en el subsuelo de la aglomeración. Posteriormente, para satisfacer el constante aumento de la demanda, se fueron construyendo grandes acueductos que aportaban agua desde la vertiente oriental de Sierra Nevada (Los Angeles Aqueduct), desde el Río Colorado (Colorado Aqueduct) e incluso desde el Río Sacramento (California Aqueduct, construido en el marco del Central Valley Project), a más de 700 Km. de distancia.

Dentro del complejo esquema de organización hidrológica norteamericano, el U.S. Bureau of Reclamation, que gestiona los principales recursos hidraúlicos de cabecera en el oeste del país, asigna determinados recursos de agua a la agencia Metropolitan Water District of Southern California, la cual a su vez los distribuye entre 27 agencias de distribución urbana de agua, que abastecen a los condados del sur de California. En épocas de sequía, cuando los recursos distribuídos disminuyen, las agencias distribuidoras dependen en mayor medida de sus propios recursos, por lo que están interesadas en mantener los acuíferos locales con el mayor nivel de reservas posible.

Las recargas artificiales en el acuífero de San Gabriel comenzaron hace unos 30 años, primero con aguas de avenidas controladas mediante embalsamientos artificiales o "Flood Control Basins" (Santa Fe, Prado), y luego con aguas depuradas e infiltradas en balsas de difusión o "spreading basins" (Montebello, Pico Rivera) similares a los RIBS de Florida pero de mayores dimensiones, dada la menor velocidad de percolación que se registra en esta zona.

Se calcula que desde que se iniciaron las recargas se han percolado en la cuenca central del acuífero de San Gabriel más de 1.000 HM3 de agua. En todo momento se ha procurado que la cantidad de agua infiltrada no superase el 15 por ciento de la recarga natural del acuífero, para garantizar la estabilidad de la calidad del agua del mismo, y especialmente para controlar la salinidad. El agua del acuífero así recargado ha estado utilizándose como agua potable durante más de 20 años. Los continuos seguimientos analíticos y sanitarios realizados en las zonas abastecidas con este agua estuvieron dando resultados positivos hasta que a finales de los años ochenta comenzaron a detectarse indicios de contaminación en algunas zonas del acuífero.

Los estudios realizados indicaron que los problemas de contaminación no derivaban de las recargas, sino de los vertidos irregulares de numerosas industrias situadas en el Valle de San Gabriel, entre Los Angeles y la cadena montañosa. Próximamente van a iniciarse las tareas de limpieza del acuífero, cuyo coste se ha estimado que puede alcanzar los 800 millones de dólares, esto es, más de 10.000 millones de Pts..

Esta situación ha alarmado a una parte de la opinión pública del condado, especialmente ante los proyectos de ampliación de las infiltraciones, y sobre todo de su extensión al acuífero del Upper San Gabriel, situado río arriba, más al norte que el acuífero central en el que se han venido realizando hasta ahora las principales infiltraciones. El proyecto del Upper San Gabriel contempla comenzar la infiltración a un ritmo de unos 12 HM3/año, para ir elevando posteriormente el ritmo de percolación. El Upper San Gabriel es de mayor capacidad, dispone de mayor área de infiltración y al estar situado más próximo a la cadena montañosa, recibe mayores recargas naturales, por lo que sus condiciones para almacenar aguas recuperadas son muy superiores.

En torno a este proyecto se ha generado un intenso debate que probablemente retrasará el comienzo del mismo, pero dadas las perpectivas del abastecimiento futuro de agua en California, probablemente será necesario realizarlo para mejorar las garantías de abastecimiento de la región de Los Angeles en los futuros ciclos de sequía. El Departamento de Recursos Hidraúlicos de California estima actualmente que si el ritmo de crecimiento de la población del estado continúa fluctuando como hasta ahora entre 450.000 y 750.000 personas al año, y no se abordan reformas estructurales aún mayores que las ya realizadas en los modos de utilización y gestión del agua, hacia el año 2020 una gran sequía puede generar un déficit anual de más de 5.000 HM3. Dado que el estado de California, o al menos el sistema de ciudades y de grandes regadíos, funciona desde hace mucho tiempo como una unidad hidrológica, una situación de este tipo tendría graves repercusiones sobre cualquier zona urbana de California.

 

8.2. Otros programas de sustitución.

La utilización de recursos alternativos de agua es todavía muy limitada en el contexto urbano norteamericano, si se exceptúa el agua reutilizada, examinada en el apartado anterior. Otras posibles fuentes alternativas de agua que cabe contemplar a título complementario, aunque su aportación difícilmente puede llegar a ser importante en el contexto global, son las aguas grises, las aguas pluviales, y las aguas salobres o saladas.

8.2.1. Aguas grises

Las llamadas "aguas grises" son las aguas procedentes de bañeras, duchas y lavabos, así como las fracciones no grasientas de aguas de fregaderos, y las aguas de aclarado de lavavajillas y lavadoras. Sometidas a sencillos procedimientos de filtración, pueden ser utilizadas para el riego de pequeños jardines.

Una vivienda unifamiliar media puede generar fácilmente 200 litros de aguas grises, recogiendo sólo las de más fácil manejo, procedentes de los cuartos de baño. Si se recogen también las aguas aptas de la cocina, se puede llegar a más de 150 litros por persona y día. Los equipos de filtración y acondicionamiento de aguas grises, tanto para viviendas unifamiliares como para usuarios de mayor consumo, se comercializan en Estados Unidos desde los años setenta. En la actualidad se ofrecen equipos para viviendas unifamiliares, homologados por la Fundación Nacional de Saneamiento, a un precio en torno a los 500 dólares (unas 65.000 Pts.). Estos equipos pueden recuperar hasta 2 M3/día, lo que supone que en uno o dos años, dependiendo de la cantidad de agua recuperable disponible, y de los precios locales del agua, pueden quedar amortizados.

Las autoridades sanitarias contemplaron con recelo hasta hace unos años la difusión de los sistemas de aguas grises. Algunas de las ciudades californianas más adelantadas en los programas de conservación (Santa Bárbara, Goleta, Lompoc, etc.) fueron promulgando a finales de los años ochenta ordenanzas reguladoras del uso de aguas grises en sus respectivos municipios. La ordenanza 1319(90) de la ciudad de Lompoc, por ejemplo, autoriza el uso de aguas grises procedentes de lavadoras, bañeras, duchas y lavabos para el riego de árboles (incluídos frutales), matorrales y arbustos ornamentales, pero no para el riego de césped ni de hortalizas (USEPA, 1995).

Ante la proliferación de ordenanzas municipales, en 1992 el gobierno de California se decidió a autorizar y regular el uso de aguas grises en el conjunto del estado, en condiciones similares a las descritas en el párrafo anterior. Poco antes, la Oficina de Recuperación de Agua del Ayuntamiento de Los Angeles había realizado un test de funcionamiento durante un año con ocho sistemas de aguas grises, comprobando que no se producían riesgos sanitarios. La contribución de las aguas grises a la proliferación de coliformes en el suelo resultaba insignificante comparada, por ejemplo, con las defecaciones de animales domésticos o pájaros, y todos los tests de Salmonella, Shigella y Entoameba en los suelos regados con aguas grises resultaron negativos.

La aceptación oficial ha impulsado considerablemente la difusión de los sistemas de aguas grises, tanto en el estado de California como en otras zonas del país. Dada la persistente tendencia al aumento de los precios del agua en Estados Unidos, los especialistas auguran un gran futuro a los sistemas de reutilización de aguas grises, no sólo en viviendas unifamiliares, sino también en instalaciones de mayor consumo, como hoteles, residencias, instalaciones deportivas, etc..

8.2.2. Aguas pluviales

La recogida de aguas pluviales fué muy común en las zonas rurales de Estados Unidos hasta hace algunas décadas, y todavía se practica en algunas zonas de Texas y otros estados continentales. En el estado de Hawaii, así como en el territorio asociado de las Islas Vírgenes, miles de familias dependen todavía exclusivamente de las aguas de lluvia.

En los últimos años se está despertando de nuevo el interés por las aguas pluviales, no como una fuente sustancial de suministro de agua, sino como un medio para luchar contra la salinización. Conforme avanza la aplicación de aguas reutilizadas para riegos, el mayor contenido salino de estas aguas deposita crecientes cantidades de sales en el suelo. Además, los programas de conservación del agua, que incluyen una multitud de procesos de recirculación, reducción de caudales para los más diversos usos y, en general, mayor arrastre de residuos por unidad de agua utilizada, va aumentando la salinidad de las aguas residuales. Por otra parte, los programas de ahorro de agua en jardinería, como el xeriscape y otros, reducen la fracción de agua de lavado que se aporta al suelo, generando concentraciones salinas en el entorno de las raíces de las plantas.

Todos estos factores juegan a favor de la salinización del suelo. En tales condiciones puede ser de gran utilidad disponer de una cierta capacidad de almacenamiento de agua de lluvia, carente de sales, con la que prolongar e intensificar los efectos de lavado de un episodio de lluvia, concentrando el lavado en los puntos más salinizados, mediante la canalización del agua de lluvia almacenada a través de la red de riego.

8.2.3. Aguas salobres y saladas.

Aunque su utilización en el contexto urbano suele presentar dificultades, la utilización de aguas salobres y saladas en zonas costeras puede liberar recursos de agua dulce para otros usos. En la gran industria termoeléctrica se aprecia un recurso creciente a la utilización de agua salada para refrigeración. El uso de agua salada en Estados Unidos aumentó entre 1985 y 1990 en un 14 por ciento, equivalente a casi 9.000 millones de galones diarios, aproximadamente la misma cantidad absoluta que aumentó el uso de agua en la industria termoeléctrica, principal y casi exclusiva usuaria de estas aguas. Conforme prosiga la subida de los costes del agua dulce, los mayores costes de corrosión que generan las aguas saladas o salobres se pueden ver compensados por el precio, prácticamente nulo, de estas aguas.

Asimismo, en algunos casos concretos (baldeos, limpieza de vías públicas, etc.), la utilización de acuíferos salobres o salinizados puede resultar de interés. De hecho, el tipo de agua cuya utilización aumentó más en términos porcentuales en Estados Unidos entre 1985 y 1990 fué precisamente el agua subterránea salina, con un aumento del 87 por ciento. Aunque ciertamente su utilización en términos absolutos es todavía muy reducida, parece estar creciendo sustancialmente más deprisa que otras fuentes alternativas, como el agua reutilizada. No obstante, el uso de estas aguas en contextos urbanos con retorno a la red de saneamiento se puede ver dificultado, porque genera un fuerte incremento de la salinidad de las aguas residuales que se transmite a las aguas reutilizadas, desvalorizándolas sensiblemente. El California Urban Water Conservation Council ha empezado ya a llamar la atención de sus agencias asociadas en torno a los problemas de salinización de las aguas residuales que comienzan a detectarse en algunas zonas, tanto por el uso de aguas salobres como por otros motivos (CUWCC, 1996).

9. PROGRAMAS DE GESTIÓN

El presente capítulo está dedicado a reseñar brevemente algunos de los instrumentos de gestión que han sido utilizados con resultados positivos por las diferentes agencias o empresas distribuidoras de agua en los Estados Unidos, bien sea en el marco de programas más amplios de conservación, o de modo independiente. En concreto van a ser examinados los siguientes instrumentos:

 

9.1. Ordenanzas municipales.

Con anterioridad a la promulgación de la legislación federal en materia de eficiencia de productos de fontanería en 1992, numerosas ciudades establecieron normas particulares a este respecto, como ya se ha señalado en capítulos anteriores. Estas normas se han mantenido hasta 1994, fecha de entrada en vigor de la legislación federal, y en algunos lugares se han introducido determinados matices sobre las prescripciones de ésta, o se han establecido plazos para anticipar la renovación de los equipos existentes. En cualquier caso, la cuestión de la eficiencia en fontanería se da ya por resuelta definitivamente en el país.

En la actualidad, las ordenanzas municipales en materia de eficiencia hidraúlica tienden a regular otros aspectos estructurales del consumo de agua, como el porcentaje de zonas de césped en los nuevos desarrollos urbanísticos, el tratamiento de medianas y otros espacios libres o de protección en las vías de circulación, la utilización de las mejores tecnologías disponibles en materia de eficiencia como condición para la concesión de licencias de apertura de negocios o de licencias de construcción, etc.

En unos casos, las ordenanzas establecen límites o normas de obligado cumplimiento, y en otras establecen determinados incentivos para los proyectos más eficientes desde el punto de vista hidraúlico, o combinaciones de ambos. El cálculo de las tasas por concesión de licencias se establece en muchas ciudades americanas en base a las llamadas EQR (equivalent residential units), en las que una serie de factores puntúan para obtener un índice global sobre el que se calcula la tasa. Algunas ciudades, como Monterrey (California), consideran la introducción de sistemas de eficiencia como descuentos en la puntuación EQR.

 

9.2. Recargos o descuentos en las cuotas de enganche

Una filosofía similar a la anterior es aplicada por algunas agencias a la hora de calcular las cuotas de enganche a la red de distribución de agua en la nueva edificación. En el condado de North Marin, por ejemplo, los constructores que limitan la superficie de césped en sus proyectos a 400 pies cuadrados (32 M2) por vivienda, o al 20 por ciento de la superficie ajardinada (la menor de las dos limitaciones), reciben un descuento de 190$ (unas 25.000 Pts.) en la cuota de enganche por vivienda. Con estas medidas, la superficie de césped prevista en el desarrollo urbano anterior se ha visto reducida en un 40 por ciento. A partir del segundo año del programa, el 95 por ciento de los apartamentos, chalets adosados y condominios cumplían estos requisitos (RMI, 1994a).

Otro modo de generar eficiencia estructural a través de las cuotas de enganche es el de fijarlas en función de las estimaciones de consumo futuro. Por ejemplo, el Marin Municipal Water District establece la cuota (datos de 1992) en 13.840$ por cada acre-pie (1.233 M3) anual de consumo estimado. Ello significa que un proyecto con un acre (4.047 M2) de césped pagaría una cuota de enganche de 55.360$ (más de 7 millones de Pts.); con un acre de plantas de bajo consumo de agua, pagaría 20.760$; y con un acre de plantas de bajo consumo de agua regadas por goteo, 6.920$ (unas 900.000 Pts.) (RMI, 1994a).

En algunos casos, aún sin existir normas previas de reducción de cuotas, los promotores ofrecen una negociación a la agencia suministradora, para obtener descuentos en la cuota de enganche a cambio de modificaciones mutuamente acordadas.

En numerosas ciudades de mediana y gran dimensión, cuyas agencias de distribución de agua cuentan con medios suficientes, se ha implantado un servicio gratuito de revisión de proyectos técnicos y constructivos para empresas industriales, comerciales y de servicios que desean establecerse en la ciudad, o ampliar o renovar sus instalaciones. Los técnicos de la agencia revisan los proyectos y señalan los puntos en los que cabe introducir modificaciones que redundarían en un menor consumo de agua. Además indican los costes de las modificaciones, los ahorros que se podrán obtener en las futuras facturas de agua, y los eventuales beneficios en la cuota de enganche. En Los Angeles, San Francisco, y en muchas otras ciudades, está disponible este servicio.

 

9.3. Incentivos y descuentos comerciales.

Como ya se ha explicado en capítulos anteriores, las agencias y empresas de distribución han distribuido gratuitamente en los últimos años millones de dispositivos de eficiencia doméstica de bajo coste, como cabezales de ducha, aireadores de grifos, dispositivos para la reducción de descargas en las cisternas, tabletas detectoras de fugas y otros productos.

En el caso de los inodoros de ultra-bajo flujo, cuyo coste oscila entre los 125 y los 200 dólares para los modelos estándar, son muy pocas las agencias que los han ofrecido gratuitamente, salvo en el caso de los ubicados en servicios públicos, cuya intensiva utilización ha decidido a numerosas agencias en California, Massachusetts, Colorado y otros estados a distribuirlos sin cargo, e incluso a hacerse cargo del coste de instalación. Para los usuarios privados, la mayoría de las agencias han ofrecido descuentos en los comercios concertados, por un montante en general en torno al 50 por ciento del valor de venta. Entre muchas otras, las ciudades californianas de Goleta, Santa Mónica, San Diego, así como Glendale y Tucson en Arizona, North Wales en Pennsilvanya, etc., han ofrecido descuentos de entre 50 y 100$ por inodoro sustituido, invirtiendo millones de dólares en estos proyectos.

San Diego (California) es una de las ciudades que ha comenzado a subvencionar la sustitución de las tradicionales lavadoras norteamericanas de carga vertical por lavadoras de tipo europeo de carga horizontal, que consumen sensiblemente menos agua y menos energía. El programa ofrece una subvención de 100$ por la compra de una de estas lavadoras, y está disponible en versiones para viviendas unifamiliares, salas de lavado multifamiliares, y clientes comerciales, industriales e institucionales. El programa está financiado conjuntamente por la agencia San Diego Water Authority y por la compañía San Diego Gas and Electric (SDCWA, 1996).

Las reformas de jardinería también han sido estimuladas con incentivos económicos en muchos lugares. En North Marin, California, el programa "Cash for Grass" ("Dinero por Césped", o más literalmente, "Efectivo por Hierba"), iniciado en 1990, ofrece 50 centavos por cada pie cuadrado (800 Pts./M2) de césped sustituído por jardinería de alta eficiencia, con un límite de 350$ por vivienda. En Glendale, Arizona, se subvenciona con 100$ la transformación de un jardín según los criterios establecidos por el Ayuntamiento, y con 35$ adicionales la instalación de riego subterráneo (RMI, 1994b).

 

9.4. Auditorías hidraúlicas

Las auditorías hidraúlicas son uno de los principales instrumentos de gestión en la mayoría de los programas de conservación. En general los programas de auditoría están diferenciados entre auditorías residenciales y auditorías CII (comerciales, industriales e institucionales).

Las auditorías residenciales responden siempre a un esquema bastante similar. Se concierta una visita con el inquilino de la vivienda, en la que el auditor revisa los sistemas hidraúlicos interiores y exteriores y aconseja los cambios necesarios. Frecuentemente los auditores distribuyen elementos de eficiencia hidraúlica, si la vivienda carece de ellos. En los usos exteriores, los auditores recomiendan un programa de riego en función de las características del jardín, del tipo de suelo de la zona y de otras circunstancias que puedan concurrir en cada caso. Se suele entregar también un conjunto de folletos o documentación sencilla de eficiencia hidraúlica.

En las auditorías CII, como ya se indicó anteriormente, se suele remitir posteriormente a la empresa o entidad auditada un informe complejo incluyendo los consejos técnicos pertinentes y una evaluación económica de los costes y beneficios de las modificaciones propuestas.

En algunas ciudades en las que existen ordenanzas que obligan a las empresas a mantener determinados niveles de eficiencia hidraúlica, las auditorías son en realidad inspecciones oficiales cuyas conclusiones y recomendaciones deben ser obligatoriamente seguidas por las entidades inspeccionadas, hasta que cumplan con los requisitos establecidos.

 

9.5. Préstamos y Subvenciones.

Aparte de los créditos o préstamos ofrecidos por algunas agencias a grandes clientes para abordar reformas de elevado coste, que en general no han sido muy frecuentes, interesa destacar el papel que han jugado los créditos institucionales, ofrecidos por agencias suministradoras de agua en alta a las agencias locales y empresas de abastecimiento para la financiación de programas de conservación.

En California, la Metropolitan Water District of Southen California ha jugado un papel muy activo en este terreno con su Conservation Credit Program, que es en realidad un programa de subvenciones institucionales. En el marco de este programa, MWD invita a sus agencias miembros, o a sub-agencias dependientes de éstas, a presentar proyectos de conservación del agua. En los proyectos seleccionados, MWD paga 154 dólares por acre-pie (16 Pts/M3) de agua ahorrada a lo largo de la vida útil de un proyecto, con un límite del 50 por ciento del coste del mismo. Los criterios establecidos por MWD para la selección de proyectos subvencionables son los siguientes (RMI, 1994a):

 

9.6. Bancos de agua

Los bancos de agua suponen una cierta forma de comercio organizado de agua, mediante la creación de una institución que actúa como centro de intercambios y facilita las transacciones. Pese a la gran expectación que levantaron en su día estas iniciativas, y a la considerable difusión que la idea genérica del "banco de agua" ha tenido posteriormente, la realidad es que, como se verá a continuación, se ha tratado de experiencias de magnitud muy limitada, y sus resultados han sido ampliamente cuestionados en los medios especializados.

Los antecedentes de este tipo de iniciativas aparecieron en California durante la sequía de 1976-77, cuando se estableció una oficina federal de reasignación de aguas para facilitar las transacciones entre agricultores. La oficina fué dotada con fondos para comprar agua a agricultores que estaban dispuestos a venderla, con objeto de revenderla posteriormente a regantes que necesitaban recursos de agua adicionales para proteger inversiones de largo plazo en cultivos permanentes.

En febrero de 1991, en el cuarto año de la sequía de 1987-92, el estado de California retomó la idea estableciendo el "Drougth Emergency Water Bank", dependiente del Departamento de Recursos Hidraúlicos del gobierno estatal, para facilitar la asignación óptima del agua disponible, y más concretamente para facilitar las transferencias de agua desde los usos agrarios a los usos urbanos. El banco se constituyó para operar durante un solo ejercicio (BINGENHEIMER, 1996).

El banco adquiría agua a 101$ por 1.000 M3 (unas 13 Pts/ M3, al cambio actual), y la vendía a 142$. La diferencia representaba la repercusión estimada "a priori" de los costes medios de transporte desde el delta de los ríos Sacramento/San Joaquín hasta los puntos de uso, así como de las mermas y otros costes. El agua fué obtenida en su mayor parte de explotaciones agrarias que fueron mantenidas fuera de cultivo (50 por ciento) o que realizaron bombeos extraordinarios (33 por ciento), y el resto provino de excedentes disponibles en algunos embalses del norte de California.

No obstante, a lo largo de todo el ejercicio el banco sólo logró adquirir 1.013.000 M3, esto es, poco más de 1 HM3 (el consumo de unas horas en la ciudad de Los Angeles), y sólo logró vender 488.000 M3, esto es, apenas un 48 por ciento del agua adquirida. Un 80 por ciento del agua vendida fué comprada por agencias de abastecimiento urbano y usuarios industriales, y el resto por usuarios agrícolas.

Del 52 por ciento del agua no vendida, aproximadamente un 15 por ciento se perdió por problemas de calidad y otras razones. El 37 por ciento restante no halló compradores, principalmente por problemas de planificación, y el Departamento de Recursos Hidraúlicos tuvo que recomprársela al banco para poder cerrar el ejercicio.

En 1992 se trató de repetir la experiencia corrigiendo los errores del año anterior, pero aunque el nuevo banco funcionó de modo mucho más eficiente, los resultados fueron todavía más precarios en términos de volumen de agua negociada. Se redujeron drásticamente tanto los precios de compra como de venta (40 y 58$/1.000 M3, respectivamente), y se estableció un nuevo sistema de contratos duales, mediante los cuales sólo se compraban las cantidades que tenían compradores en firme, los cuales estaban obligados a realizar depósitos previos de garantía.

Aún así, el banco sólo logró negociar 232.990 M3 de agua en todo el ejercicio. El 80 por ciento de este volumen fué adquirido a agricultores, y el resto procedió de embalses del norte de California. Mediante el sistema de contratos duales se pudo vender toda el agua adquirida. Un 60 por ciento fué comprado por otros agricultores, un 25 por ciento por suministradores urbanos, y el 15 por ciento restante por el Departamento de Caza y Pesca, para mantener caudales en algunos ríos.

En 1993 se renunció a renovar la experiencia de los bancos de agua, dada la escasa operatividad del sistema. En todo caso, a lo largo de ese ejercicio terminó el ciclo de sequía, con lo que las transferencias de agua dejaron de ser necesarias.

Otras experiencias de bancos de agua también de pequeña escala, pero de funcionamiento más estable, se han desarrollado sobre bases privadas o semiprivadas en varias zonas del centro y sur de California, como Santa Clara, Fresno, Kern County, San Joaquín County, etc.. En este último caso, el Metropolitan Water District of Southern California adquiere agua del State Water Project (canal central de California) en los años de excedentes, y los infiltra en un acuífero cerca de Bakersfield, al noroeste de Los Angeles, cuyos derechos de uso pertenecen a los regantes de la zona de Arvin-Edison. A cambio de ceder la utilización del acuífero, los regantes tienen derecho, en los años de sequía, a utilizar una parte de las reservas acumuladas. El resto del agua almacenada queda a disposición de MWD para el suministro a las ciudades del Sur de California.

 

9.7. Otros instrumentos de gestión.

Otros tipos de acuerdos para aprovechar mejor los recursos hidraúlicos han sido ensayados en los últimos años en California, principalmente entre organizaciones de agricultores y agencias de suministro urbano de agua. MWD, por ejemplo, ha llegado a un acuerdo para reparar y mejorar los sistemas de riego del Imperial Irrigation District, situado al Este de San Diego, junto a la frontera mejicana, a cambio de obtener derechos sobre el agua recuperada, que anteriormente iba a parar a acuíferos salados inutilizables y a los saladares de la Baja California, ya en Méjico.

El reacondicionamiento del sistema permitirá a los agricultores reducir sus captaciones del río Colorado en una cantidad de aproximadamente 125 HM3 al año, manteniendo las mismas disponibilidades para el riego, y con mejores condiciones de funcionamiento del sistema de regadío. De esta forma, MWD podrá aumentar su captación de recursos del río Colorado a través del Colorado Aqueduct, que toma las río arriba de la toma del Imperial I.D., donde la calidad de las mismas es superior. El coste estimado para el agua ahorrada es de 128$ por acre-pie, esto es, algo menos de 13 Pts/M3 (POSTEL, 1993).

En ciudades en las que los recursos de agua están drásticamente limitados, como Morro Bay, California, se ha ensayado el método de exigir a los promotores de nuevas viviendas que financien programas de ahorro en viviendas u otros puntos de consumo ya existentes hasta llegar a igualar con los ahorros generados los consumos previsibles en sus nuevas promociones. De este modo, el 40 por ciento de las viviendas de la ciudad fué totalmente reequipada por los promotores de nuevas urbanizaciones en sólo cuatro años. Además los nuevos promotores dotaron a sus nuevas construcciones con el máximo nivel de eficiencia hidraúlica, para generar el mínimo consumo futuro posible, que estaban obligados a compensar (RMI, 1994a).

Antonio Estevan y Gregorio Ballesteros
Fecha de referencia: 20-12-2000


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